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Full text of "Sagrada Biblia Nacar Colunga (1944) (1ª Edición)"

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LIBRARY OF PRiNCfcíGN 


AUG 8 200 : 


THEOLOGICAL SEMINARY 


BS 299 1944 
Bible. 

Sagrada Biblia 









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Sagrada Biblia 

VERSIÓN DIRECTA DE LAS LEN¬ 
GUAS ORIGINALES, HEBREA 
Y GRIEGA, AL CASTELLANO 












BIBLIOTECA 
AUTORES CRISTIANOS 

BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN 
DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA 


LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA 
UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA 
INMEDIATA RELACIÓN CON LA B. A. C., 

ESTÁ INTEGRADA EN EL AÑO 1944 
POR LOS SEÑORES SIGUIENTES: 

PRESIDENTE? 

Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado 
Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Canciller de 
la Pontificia Universidad. 

VICEPRESIDENTE: limo. Sr. Dr. D. Lorenzo MlGUÉLEZ 
Domínguez, Rector Magnífico. 

VOCALES: Sr. Decano de la Facultad de Sagradas Escritu¬ 
ras , M. R. P. Alberto Colunga, O. P.; Sr. Decano de la 
Facultad de Teología , M. 1 . Sr. Dr. Gregorio Alastruey; 

Sr. Decano de la Facultad de Derecho, M. 1 . Sr. Dr. Loren- i 
zo Pérez Mier; Sr. Decano de la Facidtad de la Historia , 

R. P. Dr. Ricardo García Villoslada, S. I. 

I 

SECRETARIO: M. 1 . Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Profesor. 

ASESORES TÉCNICOS AGREGADOS: Rvdo. Sr. D. AnGEL 
Herrera Oria, Presbítero; limo. Sr. D. Luis Ortiz Mu¬ 
ñoz, Catedrático y Director-General de Enseñanza Superior 
y Media. 

LA EDITORIAL CATÓLICA, S. A. - Apartado 466 

MADRID. MCMXLIV 










Sagrada Biblia 

VERSIÓN DIRECTA DE 
LAS LENGUAS ORIGINALES 


POR 


ELOÍNO NÁCAR FUSTER 

CANÓNIGO LECTORAL DE LA S. I. C. 

DE SALAMANCA 


V EL MUY RVDO. P. 

ALBERTO COLUNGA, O. P. 

PROFESOR DE SAGRADA ESCRITURA 
EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN 
Y EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD 
DE SALAMANCA 


PRÓLOGO DEL 

EXCMO. Y R V D M O . S K . D . 

GAETANO CICOGNANI 

NUNCIO DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA 


LIBRARY OF PRiNCETON 


A 11A 

H 1 


BiBLioTjító&Ob® Gifij&b b EM I NA 

- 3 I ADKILL A rCMXLU - 


I ANOS 

























NIHIL OBSTAT: 

Fr. E. Cuervo, O. P. 
Bac. S. Theol. 

Fr. V. Berecibar, O. P. 
S. Theol . Lect. 

Salmanticae, 12 Martii 1944. 


IMPRIMATUR: 

Fr. Josephus Cuervo, O. P. 
Prior Provincialis. 

Salmanticae, 12 Martii 1944. 


NIHIL OBSTAT: 

Dr. L. Turrado. 

Censor. 

Salmanticae, 26 Februarii 1944, 


IMPRIMATUR* 

Fr. Franciscus, O. P. 
Kpisc. Salmont. 

Salmanticae, 7 Martii 194-1. 



Aldus. S. A. de artes GrApicas.—Castelló. 112—Madrid. 



ÍNDICE 


Págs. 

e 

Prólogo del Excmo. y Rvdmo. Sr. Nuncio de S. S. en España. xiii 

Encíclica «Divino Afflante Spiritu» de S. S. Pío XII. . . . xxxm 

Prólogo de los traductores . lxi 

Consejos de San Agustín a los lectores de la Sagrada Es¬ 
critura ... .: . . lxv 

Introducción general. lxix 

Introducción especial a los libros históricos.lxxxiii 

Nota acerca de los grabados . xci 

Fe de erratas . xcm 

Introducción al Pentateuco . 1 

Génesis. 7 

Exodo. 59 

Levítico. 104 

Números.133 

Deuteronomio .. 174 

Introducción a Josué .213 

Josué.214 

Introducción a los Jueces .241 

Jueces.242 

Rut. 267 

Introducción a los libros de Samuel .273 

Samuel I.274 

Samuel II.305 

Introducción a los libros de los Reyes .331 

Reyes I. 332 

Reyes II. 361 

Introducción a los libros de las Crónicas o Paralipómenos .391 

Crónicas I.392 

Crónicas II.419 

Introducción a los libros de Esdras y Nehernías . 453 

Esdras.454 

Nehemías.465 

































VIII 


ÍNDICE 


Págs. 

Introducción al libro de Tobías . 481 

Tobías. 482 

Introducción al libro de Judit . 493 

Judit.494 

Introducción al libro de Ester . 511 

Ester.512 

Introducción al libro 1 de los Macabeos . 525 

Macabeos I.526 

Introducción al libro JI de los Macabros . 557 

Macabeos II. ... % .557 

Introducción a los libros jiroféticos . 581 

Introducción al profeta Isaías . 589 

Isaías.591 

Introducción al profeta Jeremías . 037 

Jeremías.038 

Introducción a las lamentaciones de Jeremías . 090 

Lamentaciones.090 

Introducción al libro de Baruc . 095 

Barnc.095 

Introducción al profeta Ezequiel . 702 

Ezcqiiicl.702 

Introducción al profeta Daniel .. 751 

Daniel. 753 

Introducción al libro de Oseas . 775 

Oseas.775 

Introducción al libro de Amos . 782 

Amos.782 

Introducción al libro de Miqueus . 787 

Miqucas.78/ 

Introducción al libro de Xahntn .791 

Xahum.791 

Introducción al libro de Habucnc .793 

llabacuc. 793 

Introducción al libro de Sofuñías . 795 

Sofonías.795 

Introducción al libro de Joel . 797 

Joel. 7y * 

Introducción al libro de Joñas .SOI 

..SOI 









































ÍNDICE ix 


Págs. 

Introducción al libro de Abdías . 803 

Abdías . 804 

Introducción al libro de Ageo . 804 

Ageo . 805 

Introducción al libro de Zacarías . 806 

Zacarías . 806 

Introducción al libro de Maluquios . 814 

Malaquías .8 1 o 

Introducción general a los libros sapienciales . 810 

Introducción al libro de Job . 821 

Job . 822 

Introducción al libro de los Salmos . 853 

Salmos . 860 

Introducción a los Proverbios . . *.'.. 935 

Proverbios . 936 

Introducción al Eclesiastés . 963 

Eclesiastés . 964 

Introducción al Cantar de los Cantares . 979 

Cantar de los Cantares .979 

Introducción al libro de la Sabiduría . 987 

Sabiduría de Salomón . 988 

Introducción al Eclesiástico . 1005 

Eclesiástico . 1006 

Introducción general al Nuevo Testamento . 1053 

Introducción general a los Evangelios . 1063 

Introducción al Evangelio de San Mateo . 1065 

Evangelio de San Mateo . 1066 

Introducción al Evangelio de San Marcos . 1109 

San Marcos . lili 

Introducción al Evangelio de San Lucas . 1137 

San Lucas . 1139 

Introducción al Evangelio de San Juan . 1181 

San Juan. .. 1184 

Introducción a los Hechos de Apóstoles . 1219 

Hechos de Apóstoles . 1221 

Introducción general a las Epístolas de San Pablo . 1255 

Introducción a las Epístolas a los Tesalonicenses . 1258 

I a los Tesalonicenses . 1259 

II a los Tesalonicenses . 1263 














































Indica 


\ 

Pigs. 

Introducción a la I a los Corintios .1265 

I a los Corintios.12G5 

Introducción a la II a los Corintios .1279 

II a los Corintios. 1279 

Introducción a la Epístola a los Gálatas .1288 

A los Gálatas.1290 

Introducción a la Epístola a los Romanos .1295 

A los Romanos.1297 

Introducción a la Epístola a los Filipcnses .1313 

A los Filipenses.1313 

Introducción a las Epístolas de la Cautividad .1317 

Introducción a la Epístola a los Ejesios .1318 

A los Efesios.1319 

Introducción a la Epístola a los Colosenses .1324 

A los Colosenses.1325 

Introducción a la Epístola aFilemón .1329 

A Filemón. . 1329 

Introducción a las Epístolas pastorales .1330 

Introducción a la Epístola I a Timoteo .1330 

I a Timoteo. 1331 

Introducción a la Epístola II a Timoteo .1335 

II a Timoteo.1336 

Introducción a la Epístola a Tito .1339 

A Tito.1339 

Introducción a la Epístola a los Hebreos .1341 

A los Hebreos.1343 

Introducción a la Epístola de Santiago .1357 

Epístola de Santiago.1357 

Introducción a la Epístola de San Pedro .1361 

I de San Pedro.1362 

II de San Pedro.1366 

Introducción a las Epístolas de San Juan .1369 

I de San Juan.1370 

II de San Juan.1374 

III de San Juan.1375 

Introducción a la Epístola d > San Judas .1375 

Epístola de San Judas.1376 

Introducción al Apocalipsis .1379 

Apocalipsis.1383 












































PRÓLOGO 








PRÓLOGO 

Por ei. Excmo. y Rvdmo. Sr. 

Dr. d. gaetano cicognani, 

Arzobispo de Ancira, 

Nuncio de Su Santidad en España. 


L A primera versión completa de la Biblia, hecha de las) 
lenguas originales, hebrea y griega, al castellano por au¬ 
tores católicos, con la que la Editorial Católica inicia, 
bajo los auspicios y la alta dirección de la Pontificia Univer¬ 
sidad de Salamanca, su Biblioteca de Autores Cristianos^ 
no hubiese podido ser publicada en circunstancia más pro¬ 
picia ni presentada con cartas credenciales más augustas y 
autorizadas que la Encíclica Divino Afflcinte Spirilu, de 
Su Santidad Pío XII. 

El mundo católico, y de manera especial los que en la 
Iglesia ejercen el magisterio o se dedican al apostolado, re¬ 
cuerdan con íntimo júbilo y con ánimo agradecido el L ani¬ 
versario de la Providentissimus de León XIII, el cual, 
enfrentándose de lleno con errores y corrientes que pare¬ 
cían triunfar y que daban a los pusilánimes y tímidos 
la sensación de acabar con la Iglesia, proclamó el origen 
divino de las Sagradas Escrituras en toda su integridad, 
sin titubeos ni compromisos. «La solicitud de Nuestro cargo 
apostólico—declara desde las primeras líneas del inmortal 
documento—Nos anima y en cierto modo Nos impulsa, no 
solamente a querer que esté abierta con toda seguridad y 
amplitud, para la utilidad del pueblo cristiano, esta pre¬ 
ciosa fuente de la revelación católica, sino también a no 
tolerar que sea enturbiada en alguna de sus partes, ya 
por aquellos a-quienes mueve una audacia impía y que 




XIV 


PRÓLOGO 


atacan abiertamente a la Sagrada Escritura, ya por los 
que suscitan a cada paso innovaciones engañosas e im¬ 
prudentes.» ' 

El gran Pontífice, que en su largo y fecundo pontificado 
no dejó de tratar con suprema visión ninguna de las cues¬ 
tiones vitales que afectan a la Iglesia misma y al interés 
de los pueblos y de las naciones, que habló magistralmente 
del origen del Poder civil y de la constitución de los Es¬ 
tados, de la verdadera y falsa libertad y de las obliga¬ 
ciones de los ciudadanos, del matrimonio y de la familia, 
de los errores funestos del socialismo y del comunismo, 
proclamando en el magno problema social y económico 
los grandes principios de la Rerun Novarum, el gran 
propulsor de los estudios filosóficos según las doctrinas y 
el método de Santo Tomás de Aquino, no podía menos de 
fomentar y recomendar y dirigir, en conformidad con las 
exigencias de los tiempos, el nobilísimo estudio de las Sa¬ 
gradas Escrituras. 

A la exaltación de la Biblia considerada como fuente 
única de la Revelación y árbitro supremo de la verdad 
divina a través de una interpretación puramente personal, 
a esa exaltación enarbolada en el tiempo de la Reforma 
como bandera y señal contra la Iglesia, se suceden en fuer¬ 
za del mismo principio del libre examen, las desviaciones 
del espíritu humano, que empieza por despojar a las Sa¬ 
gradas Escrituras de su aureola más preciada, de su ca¬ 
rácter de libros divinos, inspirados por el mismo Dios, y 
en pos de sus cavilacionés, altanero e infatuado por los 
progresos obtenidos en las ciencias físicas y en las disci¬ 
plinas históricas, frente a las dificultades que surgen, acaba 
por desvirtuarlo todo y por negarlo todo, arrebatando a 
los Sagrados Libros basta la fe y la autoridad humana, 
que concede fácilmente a otros escritos de la antigüedad, 
y dejándolos reducidos a un conjunto de mitos y leyendas. 
«Miran a los Sagrados Libros—decía León XIII—no como 
el relato fiel de acontecimientos reales, sino como fábulas 
ineptas y falsas historias. A sus ojos no han existido pro¬ 
fecías, sino predicciones forjadas después de haber ocurrido 
los acontecimientos, o bien presentimientos producidos por 
causas naturales; para ellos no existen milagros verdade¬ 
ramente dignos de este nombre, manifestaciones de la om¬ 
nipotencia divina, sino hechos asombrosos que no tras¬ 
pasan en modo alguno los límites de las fuerzas de la Natu- 




PRÓLOGO 


xv 


raleza, o más bien ilusiones y mitos; y que, en una palabra, 
los Evangelios y los escritos de los Apóstoles no han sido 
escritos por los autores a quienes se atribuyen.» 

Y para sostener todo ese cúmulo de negaciones y mons¬ 
truosidades, se somete el texto a constante tortura, en 
nombre de una crítica interna asentada sobre prejuicios 
racionalistas, se mutilan a capricho partes integrantes de 
los Libros Sagrados hasta dejarlos reducidos a un cuerpo 
sin alma, mejor diríamos, a un esqueleto sin carne y sin 
nervios^ del que vanamente podríamos esperar palabras 
de vida. 

Ni faltaron desprecios y sarcasmos scurriles ioci y toda 
una propaganda baja y vulgar, si bien en los ambientes 
intelectuales y de mediana cultura el tono era de mentida 
serenidad y de aparato científico atrayente y seductor, 
tan seductor, que causó a veces el desconcierto entre los 
mismos escritores católicos, produciendo en unos vacila¬ 
ciones; en otros, afán de componenda a base de sacrificar 
y restringir el concepto y el alcance de la inspiración di¬ 
vina y de la revelación, y empujando a algunos a aven¬ 
turar hipótesis híbridas y aún a declararse ineptos y vencidos. 

A pesar, sin embargo, del ropaje vistoso con que se 
presentaba, toda esta inmensa construcción adolecía de 
un defecto fundamental, radicado precisamente en el prin¬ 
cipio erigido contra la Iglesia: el libre examen. Los siste¬ 
mas se sucedían sin cesar, diferentes y aun contrarios los 
unos de los otros, presentándose cada nueva teoría como 
definitiva para resolver el problema de la Biblia, pero ce¬ 
diendo el paso a los pocos años, si no a los pocos meses, 
a una nueva explicación, destinada también a caer muy 
pronto en el descrédito y en el olvido. Frente a este vér¬ 
tigo de doctrinas y de contradicciones levanta su voz 
augusta el Papa León XIII para infundir nueva vida a 
todo aquel cúmulo de ruinas, para poner nuevamente 
sobre los Libros Santos la aureola de su carácter divino, 
invitando a colaborar en esta obra de defensa y de res¬ 
tauración del auténtico sentido cristiano acerca de las 
Sagradas Escrituras, a los cultivadores de las ciencias teo¬ 
lógicas y a los dedicados al ministerio pastoral, y trazando 
a este respecto todo un plan y programa de trabajo y de 
estudio «de tal modo que a esa ciencia nueva, a esa falsa 
ciencia, se oponga la doctrina antigua y verdadera que la 
Iglesia ha recibido de Cristo por medio de los Apóstoles». 






XV I 


PROLOGO 


La Enciclica fué acogida con gran entusiasmo y aplauso, 
aun por todo un sector protestante, fué estudiada y comen¬ 
tada en las Universidades y Academias, divulgada y expli¬ 
cada en libros y revistas. No faltaron, es verdad, como 
no podian faltar, voces de crítica, y se volvió a lanzar al 
rostro de la Iglesia el ya viejo dicterio de «oscurantista»; 
pero, pese a esas voces discordantes, cuando a la distancia 
de cincuenta años contemplamos la ubérrima cosecha pro¬ 
ducida en el campo de los estudios bíblicos por la Encí¬ 
clica Providenlissimusy no podemos menos de unirnos 
a los entusiasmos con que fué saludada su publicación 
y de comprobar con íntimo regocijo que lds esperanzas 
concebidas por el Pontífice y compartidas por el mundo 
catclico son hoy una consoladora realidad. 

Esto mismo es lo que comprueba y pone de relieve el 
Sucesor de León XIII en la Cátedra de la Verdad, Pío XI1, 
en su reciente Encíclica Divino Afflanlc Spirilu ; en la 
cual, después de señalar cuál fuera el fin principal 
de la Providcntissimus , el de exponer la doctrina de 
la verdad contenida en los Sagrados Libros y a vindi¬ 
carlos de las impugnaciones, con el alma henchida de gozo 
hace desfilar ante nosotros las instituciones y normas que 
durante estos cincuenta años, por el impulso y vigilante 
celo de los Sumos Pontífices, fueron creadas para el pro¬ 
greso del estudio de la biblia: la Escuela bíblica de Jeru- 
salén, la Comisión biblica, la creación de grados acadé¬ 
micos y programa de estudios bíblicos, el Instituto bíblico 
de Roma, la revisión de la Vulgata, la difusión en el pueblo 
de los Libros Sagrados. 

De estas instituciones la Escuela Bíblica de Jerusalén 
nació a la vida por obra personal de León XI11, y su pen¬ 
samiento generador parece que estuvo inspirado en el 
ejemplo y en la práctica del gran San Jerónimo. Conocido 
es su axioma de que «desconocer las Sagradas Escrituras 
es desconocer a Cristo», como conocido es también su cri¬ 
terio de que para penetrar más lúcidamente en el sentido 
y valor de los Sagrados 1 ibros, contribuye en gran manera, 
juntamente con el estudio de las lenguas en que fueron 
escritos, la visión directa de los lugares en que se desarro¬ 
llaron los hechos que prepararon y consumaron la Re¬ 
dención. « Sanclam Scripíuram — dice escribiendo a Dom- 
nfone — lucidius iníucbitur , qui Iudacam oculis contcmplaius 
est el anliquarum urbiiun memorias locorumquc vcl eadem 



PRÓLOGO 


XVI í 


vocabula vel mutata cognovcrit. Unde et nobis curae fuit , cum 
eruditissimis Hebracorum hurte laborera subiré , ut circumi - 
remus provirteiam quam urtiversae Christi Ecclesiae sonante. 

Por eso el gran Doctor, que pasó toda su vida dedicado 
a estos estudios, se estableció definitivamente en belén, 
dando de mano a todas las grandezas de Roma, cuyos 
tesoros le parecían pequeños al lado del que encerraba 
la-pequeña ciudad, cuna de Jesús: « llabeat Roma quod 
angustior Urbe Romana possidet Beihlehem!»; y sus discí- 
pulas predilectas, las nobilísimas Paula y Eustoquio, de¬ 
seando que la queridísima amiga Marcela las imitara fijando 
como ellas su residencia en Palestina, describen en una 
carta, escrita bajo el dictado del Maestro, el encanto espi¬ 
ritual de la vida en Tierra Santa, donde cada lugar re¬ 
cuerda un hecho de la Sagrada Escritura, cada nombre 
suscita una visión y despierta un afán de perfección, donde 
se puede orar en el mismo pesebre in quo infantulus vagiit, 
llorar en el mismo sepulcro en que lloraron las santas mu¬ 
jeres, aspirar y sentirse elevados voto et animo hacia el 
cielo en el Monte de los Olivos y donde hasta la gente más 
humilde recuerda el ambiente en que se desenvolvió la 
vida de Cristo. Hasta sus cánticos comunes, dicen, son 
bíblicos y regocijantes: «Quocumque te verteris , arator stivam 
tenens , Alleluia decantat; sudans messor psalmis se avocat, 
et curva aitondens vitem falce vinitor , aliquid Davidicum 
canil.» («A dondequiera que fueres, el arador con la mano 
en la esteva canta el Alleluia, el segador sudoroso se dis¬ 
trae con salmos; el viñador, mientras poda la' vid con el 
corvo cuchillo, entona algún cántico de David.») No sé si 
estos cuadros, de un dulce sabor virgiliano, se ofrecen hoy 
al viajero que visita Palestina: tales y tantas han sido 
las vicisitudes de aquella tierra a lo largo de los siglos, 
tales y tantas sus destrucciones materiales y sus convul¬ 
siones políticas, que no creo empeño fácil, ni imaginarse 
ante la realidad presente el cuadro que nos describen San 
Jerónimo y sus discípulas, ni dar una reconstrucción exacta 
de lo que fué la 1 ierra y la Ciudad Santa: sin embargo, 
aun en el estado actual, el conocimiento de aquellos lugares 
y las investigaciones, racionales y metódicas, de sus ruinas 
venerandas, siguen siendo instrumento eficacísimo para la 
inteligencia de las Sagradas Escrituras y para la contem¬ 
plación del drama humano-divino de la Redención. 

Y al hablar de este tema, prologando una versión de 


ii 





XVIII 


PRÓLOGO 


la Biblia nacida en tierra española, a la sombra augusta 
de la Universidad salmantina, me complazco en recordar 
aquí ciertos lazos, no por tenues menos gratos, que existen 
entre la Escuela bíblica y aquella Universidad. 

La Escuela L iblica de Jerusalén fué fundada en un con¬ 
vento de dominicos, que lleva el mismo nombre del cele¬ 
bérrimo convento de Salamanca, San Esteban, y que fué 
construido por un español, por el Maestro General de la 
Orden, Padre Larroca, con la intención primera de que 
sirviera de noviciado, siendo luego ofrecido por el mismo 
a Su Santidad León XIII, apenas supo que el Augusto 
Pontífice deseaba fundar en Jerusalén una Escuela de 
Estudios Bíblicos. Es verdad que el convento y la escuela 
pasaron a pertenecer a la Provincia Dominicana francesa, 
pero esta circunstancia no rompió, antes reforzó, aquellos 
lazos al ser encargado de la dirección de aquel centro de 
altos estudios el P. José M. Lagrange, el cual había hecho 
su noviciado y sus estudios teológicos en el convento de 
San Esteban, de Salamanca. En época aciaga para las 
congregaciones religiosas en Francia, el P. Lagrange tuvo 
que dejar su patria y vino a Salamanca, donde, además 
de experimentar la generosa hospitalidad española, de la 
que conservó siempre un agradecido recuerdo, pudo cono¬ 
cer directamente y empaparse en la doctrina de los gran¬ 
des teólogos y escrituristas españoles, que sin duda tem¬ 
plaron y forjaron su espíritu para que, frente a las difi¬ 
cultades, se mantuviera, como supo mantenerse, recio en 
la fe y ardiente en el deseo de Dios. Lo que la Escuela 
Bíblica de Jerusalén ha contribuido al desenvolvimiento 
y a la dignificación de los estudios de la Sagrada Escritura, 
lo demuestran palmariamente los sabios volúmenes que ha 
publicado, las excavaciones practicadas y la difusión en las 
esferas intelectuales de los éxitos alcanzados. 

Con el fin, sin embargo, de que estos estudios, que tan¬ 
tas dificultades encierran y tantos peligros ofrecen, no se 
apartaran del recto camino, fué instituida la Comisión Bí¬ 
blica, ese alto Consejo de varones preclaros «que tuvieran 
por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr por 
todos los medios que los divinos oráculos hallen entre los 
nuestros en general aquella más exquisita exposición que 
los tiempos reclaman y se conserven incólumes no sólo 
de todo hálito de errores, sino también de toda temeridad 
de opiniones». 





PRÓLOGO 


XIX 


Instituida por el mismo León XIII, la Comisión Bíblica 
fué sucesivamente confirmada por los Sumos Pontífices y 
de manera especial por Pío XII, el cual, en la Encíclica 
que comentamos, le tributa un homenaje de estimación 
y de complacencia. Los que siguen el creciente progreso 
de los estudios bíblicos y se afanan con santa pasión por 
penetrar cada día mejor el genuino sentido de los Libros 
Sagrados, conocen la labor vigilante y delicada de la Co¬ 
misión, su voz orientadora y tranquilizadora. Bastaría re¬ 
cordar a este propósito su actuación tan eficaz en los agi¬ 
tados tiempos del Modernismo, fuego fatuo que se creyó 

I iba a encender fatalmente una lucha difícil y duradera; 
y la carta dirigida en agosto de 1941 a los Arzobispos y 
Obispos de Italia para poner coto a tendencias de sabor 
iluminista. Mientras el Modernismo, en nombre de la 
Ciencia y del pretendido progreso humano, había inten¬ 
tado repetir los errores que León XIII tan enérgicamente 
anatematizara en su Carta, recientemente un alma des¬ 
viada se pronunciaba contra todo estudio científico y eru¬ 
dito de las Sagradas Escrituras, contra el estudio de las 
lenguas orientales y.de las ciencias auxiliares, contra los 
esfuerzos de la crítica textual y la compulsa de códices y 
manuscritos antiguos, abogando por el uso exclusivo de 
la Vulgata, menospreciando la cuidadosa investigación del 
sentido literal y defendiendo una exégesis y una herme¬ 
néutica a base únicamente de sencilla lectura y de piadosa 
meditación. El episodio quedó muy pronto truncado por 
la vigilante intervención de la Comisión Bíblica y a él hace 
clara alusión Pío XII en su reciente Encíclica. 

La creación de esas dos grandes instituciones, la Es¬ 
cuela de Jerusalén y la Comisión Bíblica, respondían a 
fines específicos de la mayor importancia; pero ya la mente 
previsora de León XIII, en su deseo de hacer todavía más 
en orden a la restauración de los estudios bíblicos y a la 
eficacia salvadora de la verdad revelada, había acariciado 
la idea de fundar en el corazón mismo del mundo cristiano, 
en Roma, un ateneo donde se formara toda una pléyade 
de sabios sacerdotes, profunda y cuidadosamente prepa¬ 
rados, que encendidos en un santo ardor llevaran por 
todos los ámbitos del mundo y a todos los campos del 
apostolado sacerdotal, al Seminario, a la cátedra, al púl- 
pito, al libro y a la revista, la luz de una auténtica ciencia 
escriturística y la hicieran servir eficazmente a los grandes 




XX 


PRÓLOGO 


fines que San Pablo señalara a las Ságradas Escrituras 
ad docendum . ad arguendum , ad corripiendum , ad enidien - 
diim in iustitia . 

Esa idea de León XIII halló un munífico realizador en 
el Pontífice Pío X, que instituyó primero los grados aca¬ 
démicos en Sagrada Escritura, trazó después un completo 
plan de estudios bíblicos para los seminarios y erigió, final¬ 
mente, el Instituto Bíblico de Roma, que, confiado a la 
ínclita Compañía de Jesús, puesto bajo la especial pro¬ 
tección del Sagrado Corazón de Jesús, cuya hermosa esta¬ 
tua domina el salón principal del Instituto, y organizado 
sabiamente por un hombre de eminente sabiduría y de 
gran fe, el ilustre P. Leopoldo Fonk, ha sido y es la forja 
donde se forman y de donde salen para el mundo entero 
los maestros de la Sagrada Escritura. 

Juntamente con estas obras de alta formación y de 
dirección, se inician por el impulso vigoroso del mismo 
Papa Pío X y se prosiguen con la decidida protección de 
Pío XI, los pacientes trabajos de la revisión de la Vulgata 
en el Monasterio de San Jerónimo de Roma, al cual va 
gloriosamente unido el nombre del Cardenal Adriano Gas- 
quet y en el cual continúan esta meritoria labor los Padres 
benedictinos con su proverbial e infatigable laboriosidad; 
y para que toda esta empresa cultural y al mismo tiempo 
apostólica no quedara encerrada en las escuelas y en los 
monasterios, surge la Sociedad de San Jerónimo para la 
difusión de los Evangelios, se multiplican los Congresos 
y las Semanas Bíblicas, se publican libros y revistas, y yo 
me complazco en destacar aquí la contribución no pequeña 
que España ha prestado a ese florecimiento de los estu- > 
dios bíblicos, contribución que, si se vio pasajeramente 
truncada por el vendaval de la guerra civil, ha vuelto a 
renacer con mayor pujanza y con renovados bríos, apenas 
pasada la tempestad y serenado el ambiente nacional. 

* * * 

Pero la Encíclica Divino Afflantc Spiritu, antepues¬ 
ta como pórtico insuperable a esta versión de la Sagra¬ 
da T iblia, no es solamente un recuerdo y una evo¬ 
cación de la Providcntissimus y de los frutos por ella 
producidos, ya que tiene una segunda parte, mucho 
más importante, la parte doctrinal, en la cual el Santo 




PRÓLOGO xxi 


Padre, siguiendo la trayectoria de sus antecesores, cons¬ 
ciente del depósito sagrado que le fué confiado el día en 
que el Espíritu Santo le escogió para regir la Iglesia de 
Dios, con la autoridad de su palabra, con la amplia com¬ 
prensión de su inteligencia y a pesar de las hondas preocu¬ 
paciones que agobian su corazón y de las solicitudes pater¬ 
nales que de El reclaman los sufrimientos de los pueblos, 
nos traza y nos señala los caminos y los métodos, que las 
condiciones actuales exigen, para que el estudio y la lec¬ 
tura de las Sagradas Escrituras sean cada día más fecundos 
en frutos de santificación y de conquista de las inteligen¬ 
cias y de los corazones de los hombres. 

Las nuevas e importantes excavaciones realizadas en 
el suelo palestinense, el hallazgo de nuevos y valiosos docu¬ 
mentos escritos, el conocimiento cada día más amplio de 
las lenguas orientales «invita en cierta manera y amonesta 
a los intérpretes de los Sagrados Libros a aprovecharse 
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar 
con más profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con 
más claridad y proponerlos con mayor lucidez». 

Y hablando de los progresos modernos en el conoci¬ 
miento de las lenguas orientales, y en particular de aque¬ 
llas en que fueron originariamente escritos los Libros Sa¬ 
grados, ve en ello el Santo Padre una nueva ayuda, a la 
par que un poderoso estímulo, para que los intérpretes 
católicos traten de acercarse lo más posible a la fuente 
original de la verdad revelada, calificando de ligereza y 
de desidia el descuido en aprender aquellas lenguas; y aún 
la crítica textual, con su paciente rebusca y cotejo de códi¬ 
ces y manuscritos, es plenamente justificada, loada y esti¬ 
mulada por Su Santidad, como medio necesario para «que 
se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente 
posible», y todo ello «por la reverencia debida a la divina 
palabra» y «por la misma piedad por la que debemos estar 
sumamente agradecidos a aquel Dios providentísimo, que 
desde, el Trono de su Majestad nos envió estos libros a 
manera de cartas paternales, como a propios hijos». 

Por otra parte, como la mayoría de los fieles no pueden 
llegar por sí mismos a esas fuentes de la Revelación en 
su texto latino y menos aún en los textos originales, el 
wSanto Padre, al hablar de la declaración de la autentici¬ 
dad hecha por el Concilio Tridentino a favor de la Vulgata, 
dice expresamente: «Y ni aun siquiera prohíbe el decreto 





XXII 


PRÓLOGO 


del Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los 
fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina 
palabra, se hagan versiones en lenguas vulgares, y eso aún 
tomándolas de los textos originales, como ya en muchas 
regiones vemos que loablemente se ha hecho, aprobándolo 
la autoridad de la Iglesia.» 

Eso que alaba y aprueba la Iglesia es justamente lo 
que han pretendido hacer los preclaros y beneméritos tra¬ 
ductores de esta primera versión de la Biblia en lengua 
castellana sobre los textos originales, y eso es lo que la 
Editorial Católica entiende brindar a España y a los 
países del mundo hispanoamericano con la publicación del 
Libro de los Libros en este primer volumen de su Biblio¬ 
teca de Autores Cristianos. En su empresa les ha guia¬ 
do el amoroso afán de poner al alcance de los fieles de 
habla castellana el riquísimo tesoro de las Sagradas Escri¬ 
turas, mediante una traducción lo más fiel y exacta posi¬ 
ble del texto original, aprovechándose para ello de todos 
los adelantos realizados en la ciencia escriturística y en 
el conocimiento de las lenguas orientales durante los últi¬ 
mos años, y dejándose guiar en la interpretación de los 
pasajes más oscuros y difíciles por el Magisterio de la 
Iglesia y por la luz y sabiduría de los Santos Padres y de 
los grandes teólogos y escrituristas. 

* * * 

Al lograr los traductores su alto empeño, han realizado 
una triple obra: de cultura, de piedad y de apostolado. 

Esta versión completa de la Sagrada Biblia al caste¬ 
llano constituye ante todo una auténtica obra de cultura, 
que viene a enriquecer el ya espléndido acervo de saber 
escriturístico cosechado por España desde los primeros 
siglos de la Era Cristiana y desarrollado en los siglos pos¬ 
teriores con asombrosa fecundidad. Desde los tiempos en 
que el Papa Dámaso, el santo y culto Pontífice español, 
se complacía en fijar en exámetros trozos del Antiguo y 
del Nuevo Testamento y encargaba a San Jerónimo una 
revisión general de los Libros Sagrados, sosteniéndole y 
protegiéndole en sus dificultades y luchas; y el presbítero 
Desiderio, nacido, según todas las probabilidades en la 
ciudad de Barcelona, rogaba al mismo San Jerónimo que 
emprendiera la versión de los Libros Sagrados, vjel noble 





PRÓLOGO 


XXU1 


español Licinio enviaba amanuenses para que bajo la 
dirección del mismo Santo copiaran la Biblia, y el enci¬ 
clopédico Arzobispo de Sevilla, San Isidoro, considerado 
como el heredero más fiel del pensamiento y de la obra 
del gran Dálmata, salvaba en sus libros el rico tesoro de 
la antigua cultura cristiana, y pasando luego a través de 
un sinnúmero de códices bíblicos esparcidos en catedrales 
y monasterios, en aulas regias y en casas señoriales, hasta 
la gran Biblia Complutense y los excelsos exegetas que 
florecieron en el Siglo de Oro y que aun causan asombro 
por su portentosa erudición y por su fino sentido cxegético, 
España representa el supremo anhelo de conocer, de penetrar 
y de defender los Sagrados Libros. 

Considerando Menéndez y Pelayo este florecimiento 
tantas veces secular de la ciencia bíblica en España, escri¬ 
bía con harta razón en una famosa carta incluida en La 
Ciencia Española: «El nombre sólo de Arias Montano basta 
para llenar un siglo... Pero España posee, además, una 
larga serie de cultivadores ilustres de las ciencias bíblicas, 
serie que empieza con los colaboradores de la Poliglota 
Complutense y con aquel Diego López de Estúñiga que 
tan malos días y tan malas noches hizo pasar a Erasmo, 
y termina, bien entrado el siglo xvu, con Pedro de Va¬ 
lencia y Fray Andrés de León.» «No hay libro de la Escri¬ 
tura—afirma el gran pensador santanderino—sobre el cual 
no poseamos algún comentario de un español, célebre en 
las escuelas católicas»; y en confirmación de su aserto hace 
una larga enumeración de los más preclaros comentaristas. 

Los dos siglos que siguieron fueron de tono menos ele¬ 
vado y los estudios bíblicos en España participaron de la 
general decadencia, si bien no dejaron de brillar algunos 
esfuerzos, tan meritorios como aislados, ni faltaron muy 
aceptables traducciones de la Vulgata, como las dos tan 
conocidas y tantas veces impresas, en las que continuaron 
alimentándose Jas almas deseosas de conocer la palabra 
de Dios; pero cuando el vendaval del Modernismo, que 
apenas salpicó la recia fe española, se desató para manchar 
y debilitar la verdad cristiana, vuelven en España a cobrar 
lozanía y vigor los estudios eclesiásticos, aparecen revistas 
de cultura religiosa, cuyos nombres y cuyos méritos están 
en el pensamiento de todos, y en el mismo terreno de la 
ciencia escriturística sale a luz la revista Estudios Bíblicos , 
se publica la Biblia de Montserrat, se reeditan con profu- 






XXIV 


PRÓLOGO 


sión y con muy útil aparato de notas e introducciones las 
conocidas versiones castellanas, en particular las del Nuevo 
Testamento, se constituye la A. F. E. B. E. para el fomento 
de los estudios bíblicos, se publican muy estimables ma¬ 
nuales, y tras la dolorosa pausa impuesta por la guerra civil 
reflorecen con nuevo brío todas aquellas actividades y 
apuntan otras nuevas de singular importancia, entre las 
que merecen destacarse la fundación del Instituto «Arias 
Montano» del Consejo Superior de Investigaciones Cien¬ 
tíficas, la celebración de Semanas bíblicas organizadas con 
mucho acierto y desarrolladas con gran provecho, nuevas 
traducciones de los Salmos, de los Evangelios y de las 
Epístolas de San Pablo, la reciente publicación de una 
edición crítica del Nuevo Testamento en griego y en latín, 
y finalmente esta versión del texto original de toda la 
Biblia, que no dudo ha de marcar un hito luminoso en la 
historia de la ciencia bíblica española. 

Sería presunción y desconocimiento de las dificultades 
que ofrece siempre una versión de las Sagradas Escrituras 
el que los traductores pensaran haberlas superado plena¬ 
mente y consideraran su obra como acabada y perfecta. 
Ellos saben que no han de faltarles ni observaciones ni 
diversidad de criterios; pero de antemano piden indulgen¬ 
cia por los yerros en que hayan podido incurrir, y la 
esperan confiadamente en razón de lo difícil del empeño 
que asumieron y de la buena voluntad que en lograrlo 
han puesto. 

Hablando precisamente el Santo Padre de las dificul¬ 
tades que en este género de trabajos existen, «nadie se 
admire—dice—que no se hayan todavía resuelto y ven¬ 
cido, sino que aún hoy haya graves problemas que preocu¬ 
pan los ánimos de los exegetas católicos». Y después de 
exhortar a los intérpretes católicos a que, movidos de un 
amor eficaz y decidido de su ciencia y sinceramente devo¬ 
tos a la Santa Madre Iglesia, se esfuercen por hallar una 
explicación sólida a aquellas dificultades, añade: «Y por 
lo que hace a los conatos de esos estrenuos operarios de la 
Viña del Señor, recuerden los demás hijos de la Iglesia que 
no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino tam¬ 
bién con suma caridad..., y estar alejados de aquel espíritu 
poco prudente con el que se juzga que todo lo nuevo, por 
el mismo hecho de serlo, debe ser impugnado o tenerse por 
sospechoso.» Santas palabras que salen de un corazón solí- 




PRÓLOGO 


xxv 


cito y paternal y de una inteligencia comprensiva, deseosa 
de hacer llegar a los espíritus apasionados por la busca 
de la verdad una palabra de afectuosa concordia y de 
santa emulación. La historia de las versiones de la Sagra¬ 
da Escritura y de los problemas que a ésta atañen, no está 
libre de fuertes divergencias y de acres polémicas, excu¬ 
sables tan sólo porque la pasión por la verdad puede en¬ 
cender a veces en demasía nuestros espíritus, pero siempre 
se deben tener presentes los paternales consejos de Pío XII, 
y en último término acudir al remedio supremo, en el que 
San Jerónimo buscaba la luz y la concordia en sus tra¬ 
bajos y en medio de sus graves polémicas: la oración. 
«Ruégote ahora, carísimo Desiderio, que ya que me hiciste 
emprender tamaña empresa y empezar mi labor desde el 
Génesis, me ayudes con tus oraciones, a fin de que pueda 
trasladar al latín los Santos Libros con el mismo espíritu 
con que fueron escritos.» 


* * * 

Obra de cultura, es además esta versión de la Piblia 
una obra eminente de piedad. En el pasaje de San Pablo 
arriba citado, en el que expone las utilidades que la Sa¬ 
grada Escritura ofrece, a saber: «para enseñar, convencer, 
corregir y educar en la justicia», añade el Apóstol esta 
finalidad suprema: «a fin de que el hombre de Dios sea 
perfecto y esté preparado para toda obra buena», ut per- 
fcdus sit homo Dei , ad omne opus bonuin instructus. 

Demasiado poco representaría esta versión, si fuera 
considerada únicamente como obra de cultura, aunque 
nobilísima; demasiado poco, ya que estas Cartas paternales 
dadas por Dios a la humanidad tienen por fin rehabilitar 
al hombre, redimirle, elevarlo hasta las alturas del cono¬ 
cimiento de los misterios de Dios y a la participación de 
la vida divina, sostenerlo en las luchas del espíritu, santi¬ 
ficarlo en todo momento, encauzarlo por los caminos que 
conducen a las celestes moradas. Y eso mismo es lo que 
los autores de esta versión han pretendido ofrecer a los 
fieles. 

San Juan Crisóstomo, que supo * revestir sus inmensos 
conocimientos bíblicos con una elocuencia portentosa, se 
quejaba amargamente de que los fieles de su vastísima dió¬ 
cesis no conocieran bastante ni leyeran los Sagrados Li- 




XXVI 


PRÓLOGO 


bros, quedando por ello privados de uno de los más pode¬ 
rosos medios de santificación. El hubiese querido que exis¬ 
tiese en cada casa cristiana una Biblia y que sus fieles 
supiesen de memoria al menos algunos salmos o algunos 
trozos escogidos del Santo Evangelio, pero comprueba dolo- 
rosamente—y su lamento pudiéramos repetirlo en nuestros 
días—que sus fieles saben muy bien los nombres y el his¬ 
torial de los caballos y de los jinetes que toman parte en 
las carreras, pero no saben siquiera cuántas son las Epís¬ 
tolas de San Pablo y desconocen casi por completo el 
Libro que encierra la fuente de la vida. 

Unos alegan como excusa de su descuido y negligencia 
que están muy ocupados con los negocios o con los queha¬ 
ceres de la casa, otros que no tienen dinero; pero es un 
absurdo—dice el Santo—pretextar indigencia o exceso de 
trabajo, cuando de la lectura de los Libros Sagrados se 
saca tanta utilidad. Quomodo non absurdum fucrit ... ubi 
tanta dcccrpcnda est utilitas, occupationcs ci inopiam defiere! 

Junto a los que no compran el Libro Santo están los 
que lo tienen, pero sólo como adorno de la casa, no como 
alimento del espíritu. Muy bien describe a los tales el 
santo Arzobispo y elocuentísimo orador: «¿Quién de vos¬ 
otros, pregunto, toma en su casa un libro y examina sus 
sentencias, o escudriña las Escrituras? Nadie, ciertamente: 
sino que encontraremos en la mayoría de las casas dados 
y tabas, pero libros nunca o muy raras veces. Y el mismo 
reproche merecen los que los tienen, pero los conservan 
atados o colocados en los armarios, y ponen todo su inte¬ 
rés en la suavidad de las membranas o en la elegancia de 
los caracteres, menospreciando, en cambio, su lectura. 
Porque no los adquieren para ningún fin útil, sino sola¬ 
mente para hacer presuntuosa ostentación de su opulen¬ 
cia: ¡tan fuerte es el vano fausto de la gloria! A nadie oigo 
que ambicione el comprender los Libros, sino más bien 
jactarse de que posee libros escritos con letras de oro. 
Y yo pregunto: ¿qué provecho puede haber en esto?» Et 
quid, quaeso , hiñe lueri provenit? 

Me haría interminable si quisiera citar todos los pasa¬ 
jes en que San Jerónimo excita a sus discípulos y discí¬ 
pulos a la lectura de da Biblia, pero no quiero dejar de 
consignar algunos, ya que el eco de sus encendidas pala¬ 
bras puede animar también hoy a las almas, sedientas 
de Dios y de la perfección cristiana, a frecuentar esta pro- 




PRÓLOGO 


XXV11 


vechosa lectura. Para el gran Doctor la palabra divina 
contenida en la Sagrada Biblia no sólo es alimento, sino 
también fuerza del espíritu, arma segura contra todo lo 
que abate y deprime, contra todo lo que puede rebajar 
el alma y el cuerpo. Desde el Cenáculo del Aventino, donde 
un grupo de selectísimas matronas cultivaba la vida de 
perfección, se hace el gran propagandista de la lectura y 
meditación de la Biblia e inculca su estudio a las vírgenes 
para que sepan conservarse puras e intactas de las salpi¬ 
caduras del mundo, a los religiosos para que sepan ele¬ 
varse a las cumbres de la perfección, a las viudas para que 
sepan llevar con dignidad su viudez, y a las madres, como 
en su carta a Leta, para que con la Biblia en la mano 
sepan formar desde los primeros años el corazón de sus 
hijos. «Léela con frecuencia y aprende lo más posible de 
ella—escribía a la virgen Eustoquio—; que el sueño te 
sorprenda con el libro en la mano y que al inclinarse tu 
cabeza la reciba la página santa»; y a la virgen Demetría- 
des: «Ama las Santas Escrituras y te amará a ti la Sabiduría; 
ámala y te guardará; hónrala y te abrazará. Estos adere¬ 
zos cuelguen de tu pecho y de tus oídos.» Y en idénticos 
términos se expresa, escribiendo al monje Rústico, al Pres¬ 
bítero Nepociano, al santo Obispo de Ñola y a todos aque¬ 
llos a los que favorecía con sus consejos y exhorta¬ 
ciones. 

San Agustín escribe sobre el particular un pequeño 
pero admirable tratado: De doctrina cristiana , que puede 
considerarse como una introducción al estudio y a la inter¬ 
pretación de las Sagradas Escrituras, y en él se esfuerza 
por convencer a los hombres de que el estudio que versa 
acerca de la Sabiduría divina, ómnibus rebus est antepo- 
nendus , se ha de anteponer a todas las demás cosas e inte¬ 
reses. «Leed las Escrituras—decía en otra ocasión con gran 
vehemencia a sus ermitaños el santo Obispo de Hipona—, 
leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos. Leed las 
Santas Escrituras, porque en ellas encontraréis todo lo que 
debéis practicar y todo lo que debéis evitar. Leedla, porque 
es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier 
otro alimento.» 

Me he limitado a citar testimonios de estos tres insig¬ 
nes Santos Padres, porque a ellos de manera singular los 
señala León XIII como maestros en el estudio e interpre¬ 
tación de las Sagradas Escrituras, pero análogos testi- 






xxvm 


PRÓLOGO 


monios y recomendaciones podrían espigase a millares de 
la riquísima literatura patrística. 

Mas para que el estudio y la lectura de la Biblia pro¬ 
duzcan aquellos frutos de santificación, que quiere Dios 
y busca la Iglesia, no basta cualquiera disposición del 
espíritu, sino que es necesaria aquella que tan acertada¬ 
mente indicaba el Papa i enedicto XV en su Encícli¬ 
ca Spiritiis Paraclitus ; es decir, que hay que acercar¬ 
se a estas fuentes sagradas de la verdad divina pia 
mente , firma fide , humili animo el volúntate proficiendi , 
con mente piadosa, con fe firme, con ánimo humilde y con 
voluntad de aprovechar. Así lo exige el carácter divino 
de las Escrituras, así lo demandan el respeto y la sumisión 
con que nuestra pequeñez humana ha de acercarse a Dios. 
Y como este depósito sagrado ha sido confiado por Dios 
a la Iglesia, a la que ha hecho intérprete infalible de sus 
oráculos, es también necesario que nuestro estudio y nues¬ 
tra lectura vayan iluminados y dirigidos por la luz que 
brota del magisterio infalible de la Santa Madre Iglesia. 

Altísimo ejemplo de esta sumisión al magisterio de la 
Iglesia nos lian dejado aquellos tres grandes Doctores, 
cuyas palabras recogíamos hace poco. Conocedores pro¬ 
fundos de la Biblia y propagandistas fervorosos de su lec¬ 
tura y meditación, coinciden todos en afirmar la absoluta 
necesidad de atenerse a las enseñanzas y normas de la 
Mater noslru commnnis , Ecclesia , cuya solidez de cimien¬ 
tos y seguridad en las direcciones ponderaba el Crisóstomo 
frente al caos de las herejías que pululaban en Oriente. 

En una gran cuestión acerca de la Trinidad, el gran 
Dálmata escribía al Papa Dámaso: «Por esto he creído 
que debía consultar a la Cátedra de Pedro y a la fe ala¬ 
bada por labios apostólicos, pidiendo recibir el alimento 
de mi alma de allí mismo de donde antes recibiera la ves¬ 
tidura... Yo que a nadie sigo como a primero sino a Cristo, 
me uno en comunión de espíritu con Vuestra Beatitud, 
es decir, con la Cátedra de Pedro»; y en otra de sus cartas 
declara: «Yo entretanto clamo: si alguno está unido a la 
Cátedra de Pedro, ése es de los míos.» Cada vez que se 
presentaban cuestiones acerca del Canon de los Libros 
Sagrados, él, que tanto había estudiado y que tan autori¬ 
zado estaba para exponer una opinión propia, sólo admite 
una regla definitiva: Sed haec non recipit Ecclesia l)ci % 
pero esto no lo admite la Iglesia de Dios. 





PRÓLOGO 


XXIX 


Celebérrimo es también el en cierto modo paradójico 
axioma de San Agustín: Ego vero Evangelio non crecieran, 
nisi me Calholicae Ecclesiae conmoverel auclorilas, yo no 
creería en el Evangelio, si no me moviese a ello la autori¬ 
dad de la Iglesia Católica. 

Es verdad que la Iglesia limitó un tiempo y aun prohibió 
la lectura de la í iblia en lengua vulgar a los fieles; pero 
ésa fué una medida provisional, plenamente justificada 
por la malicia de los tiempos. En una época de apasionadas 
discusiones religiosas, en la que el principio del libre exa¬ 
men y de la interpretación personal y subjetiva de las 
páginas sagradas hacía brotar, aun entre los medios más 
plebeyos e indoctos, intérpretes más o menos visionarios 
y exaltados, la prudente medida de la Iglesia evitó en los 
países católicos la frondosa exuberancia de divergencias 
doctrinales, que hizo del Protestantismo un abigarrado 
conjunto de sectas, a las que apenas queda más que un 
disipado y movedizo fondo común de cristianismo. 

Esta versión de la h iblia que estamos prologando no 
está hecha con un fin de lucha y de combate, ni tampoco 
de vana curiosidad o de estériles discusiones, sino con el 
santo propósito de que los fieles puedan acercar sus labios 
a la fuente purísima de la sabiduría divina y saciar en ella 
su sed de Dios, de paz y de verdad. 

* * * 

Constituye, finalmente, esta versión una obra de apos¬ 
tolado. Al final de su Encíclica, el Papa Pío XII exhorta 
con acento apasionado al clero para que difunda las rique¬ 
zas de los Libros Sagrados y para que sepa hacerlo «con 
tanta elocuencia, con tanta distinción y claridad, que los 
fieles no sólo se muevan y se inflamen a poner en buen 
orden sus vidas, sino que conciban también en sus ánimos 
suma veneración a la Sagrada Escritura». De una manera 
especial el Santo Padre insiste en recomendar a los Pre¬ 
lados «que favorezcan y presten su auxilio a todas aquellas 
/ pías asociaciones que tengan por fin editar y difundir 
entre los fieles ejemplares impresos de las Sagradas Escri¬ 
turas, principalmente de los Evangelios, y procurar con 
todo empeño que en las familias cristianas se tenga, orde¬ 
nada y santamente, cotidiana lectura de ellas; recomien¬ 
den eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la 






XXA 


PRÓLOGO 


actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la 
autoridad de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso prác¬ 
tico, cuando lo permitan las leyes de la Liturgia». 

La atención tan preferente que en la Encíclica Divi¬ 
no A [fiante Spiritu ha dedicado Su Santidad a los 
simples fieles, no sólo en lo tocante a la lectura y medita¬ 
ción de las Sagradas Escrituras, sino también en lo que 
atañe a esa forma de apostolado, que es su propaganda 
y difusión por medio de adecuadas ediciones y traduccio¬ 
nes, y la novedad muy significativa de que la tradicional 
dedicatoria de la Encíclica vaya dirigida no solamente, 
como de costumbre, «a los Patriarcas, Primados, Arzobis¬ 
pos, Obispos y demás Ordinarios en comunión con la Santa 
Sede Apostólica», sino también «a todo el Clero y fieles 
del Orbe Católico» deben servir a todos los católicos de 
motivos de gratitud y de legítima satisfacción, y al mismo 
tiempo de poderoso estímulo para secundar con fervoroso 
entusiasmo los deseos del Santo Padre y prestar a esta 
alta empresa su más decidida colaboración. 

Así lo ha entendido la Editorial Católica al encabe¬ 
zar su Biblioteca de Autores Cristianos con esta ver¬ 
sión de la Biblia, y santamente puede gloriarse de haberse 
colocado con ella en la vanguardia de la colaboración pe¬ 
dida por el Papa, ofreciendo a los millones de fieles que 
en España y en Hispanoamérica hablan y rezan en español 
este medio tan poderoso de conocimiento de la palabra 
divina y de santificación de sus almas. 

Ponderábamos al comienzo de este prólogo la oportu¬ 
nidad con que salía a luz esta versión castellana del texto 
original de las Sagradas Escrituras, en el L aniversario 
de la Providcntissimus y a raíz de la Encíclica Divino 
A [fiante Spiritu; pero no quiero dejar de recordar aquí 
otra razón de oportunidad, la misma que el Santo Padre 
ha querido recoger al final de su Encíclica, a saber, la 
terrible y dolorosa crisis por la que atraviesa en estos 
momentos la humanidad. 

En medio de este caos de opiniones encontradas y de 
intereses antagónicos, en medio de tantas ruinas materia¬ 
les y espirituales, de tantos dolores de los cuerpos y de 
tantas amarguras de las almas, la luz sólo puede venir del 
Unico que tiene palabras de Vida eterna, Cristo Jesús, 
a quien nos dan a conocer las páginas sagradas; la paz 
verdadera sólo puede esperarse del amor de Dios y del 




PRÓLOGO 


XXX 


prójimo, en los que, en frase de San Agustín, está la ple¬ 
nitud de las Escrituras. Bien venida sea esta versión de la 
Biblia, si con ella contribuyen sus autores y editores a 
que este mundo estremecido de dolor conozca más a Cristo 
y aprenda a practicar mejor la ley suprema del amor de 
Dios y del prójimo. 

A España y a todo el mundo hispánico ofrece la Edi¬ 
torial Católica esta nueva traducción de la Biblia; se 
la ofrece con el mismo afecto y con el mismo celo evange- 
lizador con que los primeros misioneros españoles llevaron 
al Continente americano la luz y la caridad de Cristo, se 
la ofrece con el cariño de hermanos que hablan una misma 
lengua y tienen una misma cultura y comulgan en la misma 
fe y en la misma liturgia, se la ofrece segura de que la aco¬ 
gerán con entusiasmo cordial, para que, correspondiendo a 
los deseos e invitaciones del Santo Padre, sea todo este 
gran mundo hispanoamericano uno de los agentes más efi¬ 
caces de la auténtica paz de Cristo en los espíritus y en 
los corazones. 

Y al presentársela parece que florecen en los labios de 
autores y editores aquellas palabras con que hace trece 
siglos el Abad Floro ofrecía al gran Isidoro de Sevilla un 
trabajo semejante: la revisión del texto del Salterio, que 
había llevado a cabo por encargo suyo: «Por tus ruegos 
comencé con mano escrupulosa y con gran sudor de fatiga 
a buscar las primitivas lecturas de los Libros Divinos; 
y ahora, devuelta su belleza al pensamiento hebraico y 
renovada y hermoseada la frase griega, podremos, levan¬ 
tando nuestras voces hasta más allá de las estrellas, cantar 
los himnos sagrados con el mismo acento de los ángeles.» 

Sed tomen hebraica rursus ratione polita 
ac simul Argolica denuo pida manu , 
mellifluas codi apargens trans sidera voces 
concrepat Angélico carmina sacra sono . 

Sean mis últimas palabras a los que se disponen a 
recorrer con ánimo piadoso las páginas de esta versión 
de los Libros Santos, aquellas mismas que un día pro¬ 
nunciara San Gregorio Magno: Disce cor Dei in verbis Dei , 
ut ardeniius ad adema suspires. «Aprende a conocer el 
corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con 
más ardor aspires a las cosas eternas.» 








CARTA ENCICLICA 

DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR 


PIO 

POR LA DIVINA PROVIDENCIA 

PAPA XII 

A LOS VENERABLES HERMANOS 
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS 
Y OTROS ORDINARIOS 

EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA 
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO 
Y FIELES DE CRISTO DEL ORBE CATÓLICO 

SOBRE EL PROMOVER OPORTUNAMENTE 
LOS ESTUDIOS DE LA SAGRADA BIBLIA 

(30 septiembre 1943) 



III 





A LOS VENERABLES HERMANOS 
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS 
Y OTROS ORDINARIOS 

EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA APOSTÓLICA SEDE 
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO Y FIELES DE CRISTO 
DEL ORBE CATÓLICO 


PÍO PP. XII 

VENERABLES HERMANOS, AMADOS HIJOS 

SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA 


INTRODUCCION 

Ocasión de la Encíclica «Providentissimus Deus ». 
Modo de celebrar su cincuentenario. 


Por inspiración del divino Espíritu escribieron los Sagrados 
Escritores aquellos libros, que Dios, conforme a su paterna cari¬ 
dad con el género humano, quiso liberalmente dar «para enseñar, 
para convencer, para corregir, para dirigir en la justicia, a fin 
de que el hombre de Dios sea perfecto y esté apercibido para toda 
obra buena» l . No es, pues, de admirar que la Santa Iglesia, tra¬ 
tándose de este tesoro dado del cielo, que ella posee como pre¬ 
ciosísima fuente y divina norma de la doctrina sobre la fe y las 
costumbres, así como lo recibió incontaminado de manos de los 
Apóstoles, así lo haya custodiado con todo esmero, defendido 
de toda falsa y perversa interpretación y empleado solícita- 


1 II Tim. III, 16 s. 





XXxvi 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


mente en el ministerio de comunicar a las almas la salud sobre¬ 
natural, como lo atestiguan a toda luz casi innumerables docu¬ 
mentos de todas las edades. Por lo que hace a los tiempos mo¬ 
dernos, cuando de un modo especial corrían peligro las divinas 
Letras en cuanto a su origen y recta exposición de ellas, la Iglesia 
tomó a su cuenta el defenderlas y protegerlas todavía con mayor 
diligencia y empeño. De ahí que ya el Sacrosanto Sínodo Triden- 
tino pronunció con decreto solemne que «deben ser tenidos por 
sagrados y canónicos los libros enteros con todas sus partes, tal 
como se han solido leer en la Iglesia católica y se hallan en la 
antigua edición vulgata latina» 2 . Y en nuestro tiempo el Con¬ 
cilio Vaticano, a fin de reprobar las falsas doctrinas acerca de 
la inspiración, declaró que estos mismos libros se han de tener 
por sagrados y canónicos «no ya porque compuestos con la sola 
industria humana hayan sido después aprobados con su autori¬ 
dad, ni solamente porque contengan la revelación sin error, sino 
porque escritos con la inspiración del Espíritu Santo tienen a 
Dios por autor, y como tales fueron entregados a la misma Igle¬ 
sia» 3 . Más adelante, cuando contra esta solemne definición de 
la doctrina católica, en la que a los libros «enteros con todas sus 
partes» se atribuye esta divina autoridad inmune de todo error, 
algunos escritores católicos osaron coartar la verdad de la Sa¬ 
grada Escritura tan sólo a las cosas de fe y costumbres, y en 
cambio lo demás que perteneciera al orden físico o histórico 
reputarlo como «dicho de paso» y en ninguna manera —como ellos 
pretendían —enlazado con la fe, nuestro Antecesor de inmortal 
memoria León XIII en su Carta Encíclica Providentissimus Deus , 
dada el 18 de noviembre del año 1893, reprobó justísimamente 
aquellos errores, y afianzó con preceptos y normas sapientísimas 
los estudios de los Divinos Libros. 

Y toda vez que es conveniente conmemorar el término del 
año cincuentenario desde que fueron publicadas aquellas Letras 
Encíclicas que se tienen como la ley principal de los estudios 
bíblicos, Nos, según la solicitud que desde el principio del Sumo 
Pontificado manifestamos respecto de las disciplinas sagradas 4 , 
juzgamos que había de ser oportunísimo, confirmar e inculcar 
por una parte lo que nuestro Antecesor sabiamente estableció 
y sus sucesores añadieron para afianzar y perfeccionar la obra, 
y decretar por otra lo que al presente parecen exigir las circuns¬ 
tancias, para más y más incitar a todos los hijos de la Iglesia, 
que se dedican a estos estudios, a una empresa tan necesaria y 
tan loable. 


1 Sessio IV, decr. 1; Ench. Bibl. n. 45. 

* Sessio III, Cap. 2; Ench. Bibl . n. 62. 

4 Sermo ad alumnos Scminariorum... in Urbe (die 24 Iunii 1939); Acta 
Ap . Seáis XXXI (1939), p. 245-251. 





XXXVII 


I 

PARTE HISTORICA 

SOLICITUD DE LEON XIII V SUS SUCESORES 
POR LOS ESTUDIOS BIBLICOS 


§ 1.—La obra de León XIII. 

Doctrina de la inerrancia o exclusión de lodo error. 


El primero y sumo empeño de León XIII fue el exponer la 
doctrina de la verdad contenida en los Sagrados Volúmenes y 
vindicarlos de las impugnaciones. Así fué que con graves pala¬ 
bras declaró que no hay absolutamente ningún error, cuando el 
hagiógrafo, hablando de cosas físicas, «se atuvo (en el lenguaje) 
a las apariencias de los sentidos», como dice el Angélico 5 , ex¬ 
presándose «o con cierta manera de traslación, o como se esti¬ 
laba aquellos tiempos en el lenguaje común y aun hoy se usa en 
muchas cosas de la vida cotidiana, aun entre los mismos hombres 
más doctos». Añadiendo que ellos «los escritores sagrados, o por 
mejor decir —son palabras de San Agustín 6 —el Espíritu de Dios 
que por ellos hablaba, no quiso enseñar a los hombres estas cosas 
— a saber, la íntima constitución de las cosas visibles —que de 
nada servían para su salvación» 7 ; lo cual «útilmente ha de apli¬ 
carse a las disciplinas allegadas, principalmente a la historia», 
es a saber, refutando «de modo análogo las falacias de los adver¬ 
sarios» y defendiendo «de sus impugnaciones la fidelidad histórica 
de la Sagrada Escritura» 8 . Y que no se ha de imputar el error 
al Escritor Sagrado, si «en la transcripción de los códices se les 
escapó algo menos exacto a los copistas», o si «queda oscilante 
el sentido genuino de algún pasaje». Por último, que no es lícito 
en modo alguno «o el restringir la inspiración de la Sagrada Es¬ 
critura a algunas partes tan sólo, o el conceder que erró el mismo 

8 Cf. I.», q. 70, art. 1 ad 3. 

« De Gen. ad litt. 2, 9, 20; PL. XXXIV, col. 270 s.; GSEL. XXVIII 
(Sectio III, pars 2), p. 46. 

7 Leonis XIII, Acta XIII, p. 355; Ench. Bibl. n. 106. 

8 Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus, Acta Ap. Seáis XII 
(1920), p. 396; Ench . Bibl. n. 471. 






XXXVlil 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO Xli 


sagrado escritor», siendo así que la divina inspiración «por si 
misma no sólo excluye todo error, sino que lo excluye y rechaza 
con la misma necesidad absoluta con la que es necesario que Dios, 
Verdad Suma, no sea en modo alguno autor de ningún error. 
Esta es la antigua y constante fe de la Iglesia» 9 . 

Ahora bien: esta doctrina, que con tanta gravedad expuso 
nuestro Predecesor León XIII, también Nos la proponemos con 
Nuestra autoridad y la inculcamos a fin de que todos la retengan 
religiosamente. Y decretamos que con no menor solicitud se obe¬ 
dezca también el día de hoy a los consejos y estímulos que él 
sapientísimamente añadió conforme al tiempo. Pues como sur¬ 
gieran nuevas y no leves dificultades y cuestiones, ya por los 
prejuicios del racionalismo que por doquiera perniciosamente 
cundía, ya sobre todo por las excavaciones y descubrimientos 
de monumentos antiquísimos, llevados a cabo por doquiera en 
las regiones orientales, el mismo Predecesor nuestro, impulsado 
por la solicitud del oficio apostólico, a fin que esta tan preclara 
fuente de la revelación católica no sólo estuviera abierta con más 
seguridad y abundancia para utilidad de la grey del Señor, sino 
también para no permitir que en manera alguna fuese conta¬ 
minada, ardientemente deseó «que fuesen cada vez más los que 
sólidamente tomaran a su cargo y mantuviesen constantemente 
el patrocinio de las Divinas Letras; y que aquéllos principalmente, 
a los que la divina gracia llamó al sagrado orden, emplearan cada 
día, como es justísimo, mayor diligencia e industria en leerlas, 
meditarlas y exponerlas» l0 . 


Impulso dado a los estudios bíblicos: 

La Escuela Bíblica de .Jerusalén , la Comisión Bíblica. 

Por lo cual el mismo Pontífice, así como ya hacía tiempo había 
alabado y aprobado la Escuela de Estudios Bíblicos fundada en 
San Esteban de Jerusalén, gracias a la solicitud del Maestro Ge¬ 
neral de la Sagrada Orden de Predicadores, Escuela de la que, 
como él mismo dijo, «el conocimiento de la Biblia recibió no leve 
incremento y los espera mayores» ll ; así el último año de su vida 
añadió todavía una nueva razón, para que estos estudios, tan 
encarecidamente recomendados por las Letras Encíclicas Pro- 
uideniissimus Dcus , cada día se perfeccionasen más y con la mayor 
seguridad se adelantasen. En efecto: con las Letras Apostólicas 
Vigilantiae, dadas el 30 del mes de octubre del año 1902, esta¬ 
bleció un Consejo, o como se dice, Comisión, de graves varones. 


* Leoxis XIII, Acta XIII, p. 357 sq.; Ench . Bibl. n. 109 sq. 

10 (’f. Leonis XIII, Acta XIII, p. 328; Ench. Bibl. n. 07 sq. 

11 Litt. Apost. Hierosolymac in coenobio r d. el. 17 Sept. 1892; Lko- 
xis XIII, Acta XII, pp. 239-241, v. p. 240. 





ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XH 


xxxtx 


«que tuvieran por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr 
por todos los medios, que los divinos oráculos hallen entre los 
nuestros en general aquella más exquisita exposición que los 
tiempos reclaman, y se conserven incólumes no sólo de todo hálito 
de errores, sino también de toda temeridad de opiniones» 12 ; el 
cual Consejo también Nos, siguiendo el ejemplo de nuestros ante¬ 
cesores lo confirmamos y aumentamos de hecho, valiéndonos, 
como muchas veces antes, de su ministerio, para encaminar los 
intérpretes de los Sagrados Libros a aquellas sanas leyes de la 
exégesis católica, que enseñaron los Santos Padres y los Doc¬ 
tores de la Iglesia y los mismos Sumos Pontífices 13 . 


§ 


2 


— La obra de los sucesores de León XIII. 


Pío X: creación de grados académicos; pauta de estudios bíblicos; 
el Instituto Bíblico . 

Y aquí no parece ajeno del asunto recordar con gratitud las 
cosas principales y más útiles para el mismo fin que sucesiva¬ 
mente hicieron nuestros Antecesores, y que podríamos llamar 
complemento o fruto de la feliz empresa Leoniana. Y en primer 
lugar Pío X, queriendo «proporcionar un medio fijo de preparar 
un buen número de maestros, que, recomendables por su grave¬ 
dad y pureza de doctrina, interpreten en las escuelas católicas 
los Divinos Libros», ...instituyó «los grados académicos de licen¬ 
ciado y doctor en Sagrada Escritura... que habrían de ser con¬ 
feridos por la Comisión Bíblica» 14 ; luego dió una ley «sobre la 
norma de los estudios de Sagrada Escritura que se ha de guardar 
en los Seminarios de Clérigos», con el designio de que los alum¬ 
nos seminaristas «no sólo penetrasen y conociesen la fuerza, modo 
y doctrina de la Biblia, sino que pudiesen además ejercitarse-en 
el ministerio de la divina palabra con competencia y-probidad, 
y defender... de las impugnaciones los libros escritos bajo la ins¬ 
piración divina» 15 ; finalmente, «para que en la Ciudad de Roma 
se tuviera un centro de estudios más elevados relativos a los 
Sagrados Libros, que promoviese del modo más eficaz posible 

12 Cf. Leonis XIII, Acta XXIT, p. 232 ss.; Ench . Bibl. n. 130-141; 
v. nn. 130, 132. 

13 Pontificiae Commissionis de Re bíblica Litterae ad Excmos. PP. 
DD. Archiepiscopos et Episcopos Italiae d. d. 20 Aug. 1941; Acta Ap. Se¬ 
áis XXXIII (1941), pp. 465-472. 

14 Litt. Apost. Scripturae Sanctae d. d. 23 Febr. 1904; Pii X, Acta I, 
pp. 176-179; Ench. Bibl, nn. 142-150; v. nn. 143-144. 

15 Cf. Litt. Apost. Quoniam in re bíblica d. d. 27 Mart. 1906; Pii X, 
Acta Til, pp. 72-76; Ench. Bibl. nn. 155-173, v. n. 155, 





XL 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


la doctrina bíblica y los estudios a ella anejos, según el sentido 
de la Iglesia, católica», fundó el Pontificio Instituto Bíblico, que 
encomendó a la ínclita Compañía de Jesús y quiso estuviera «pro¬ 
visto de las más elevadas cátedras y todo recurso de erudición 
bíblica», y prescribió sus leyes y disciplina, declarando que en 
este particular «ponía en ejecución el saludable y provechoso 
propósito» de León XIII 1 *. 


Pío XI: prescripción de grados académicos; 
el Monasterio de San Jerónimo para la revisión de la Vulgata. 


Todo esto, finalmente, lo colmó nuestro próximo Predecesor» 
de feliz recordación, Pío XI, al decretar entre otras cosas, que 
ninguno «fuese profesor de la asignatura de Sagradas Letras en 
los Seminarios, sin haber legítimamente obtenido, después de 
terminado el curso peculiar de la misma disciplina, los grados 
académicos en la Comisión Bíblica o en el Instituto Bíblico». 
Y estos grados quiso que tuvieran los mismos efectos que los 
grados legítimamente otorgados en la Sagrada Teología o en el 
derecho canónico; y asimismo estableció, que a nadie se conce¬ 
diese «beneficio en el que canónicamente se incluyera la carga de 
explicar al pueblo la Sagrada Escritura, si, además de otras con¬ 
diciones, el sujeto no hubiese obtenido o la licencia o la láurea 
en Escritura». Y exhortando a la vez juntamente tanto a los Su¬ 
periores mayores de las Órdenes regulares, como a los Obispos 
del orbe católico, a enviar a las aulas del Instituto Bíblico, para 
obtener allí los grados académicos, los más aptos de sus alumnos, 
confirmó tales exhortaciones con su propio ejemplo, señalando 
de su liberalidad para este mismo fin rentas anuales 17 . 

El mismo Pontífice, después que con el favor y aprobación 
de Pío X, de feliz memoria, el año 1907 «se encomendó a los mon¬ 
jes Benedictinos el cargo de investigar y preparar los estudios en 
que haya de basarse la edición de la Versión Latina de las Es¬ 
crituras, que recibió el nombre de Vulgata» 18 , queriendo afianzar 
con mayor firmeza y seguridad esta misma «trabajosa y ardua 
empresa», que exige largo tiempo y subidos gastos, cuya gran¬ 
dísima utilidad habían evidenciado los egregios volúmenes ya 
dados a la pública luz, levantó desde sus cimientos el monas- 


18 LItt. Apost. Vinca electa d. d. 7 Malí 1909; Acta Ap. Seáis I (1909), 
pp. 447-449; Ench. Bibl. nn. 293-306, v. nn. 296 et 294. 

17 Cf. Motu proprio Bibliorum ecientiam d. d. 27 Aprilis 1924; Acta Ap. 
Seáis XVI (1924), pp. 180-182. 

18 Epistula ad Revmurn. D. Aidanum Gasquet d. d. 3 Dec. 1907; 
Pil X, Acta TV, pp. 117-119; Ench. Bibl . n. 285 s, 




ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


XL1 


terio Urbano de San Jerónimo, que exclusivamente se dedicase 
a esta obra, y lo enriqueció abundantísimamente con biblioteca 
y todos los demás recursos de investigación 19 . 


§ 3. —Solicitud de los Sumos Pontífices por el uso 

Y DIFUSIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA. 


Ni parece que aquí debe pasarse en silencio, con cuánto ahinco 
los mismos Predecesores Nuestros, con diferentes ocasiones, reco¬ 
mendaron ora el estudio, ora la predicación, ora, en fin, la pía lec¬ 
tura y meditación de las Sagradas Escrituas. Porque Pío X, res¬ 
pecto de la Sociedad de San Jerónimo, que trata de persuadir 
a los fieles de Cristo la costumbre, en verdad loable, de leer y 
meditar los santos Evangelios y hacerla más accesible según sus 
fuerzas, la aprobó de todo corazón y la exhortó a que animo¬ 
samente insistiera en su propósito, declarando «que esta obra 
es la más útil y que mejor responde al tiempo», toda vez que con¬ 
tribuye no poco «a extirpar la idea de que la Iglesia se resiste a 
la lectura de las Sagradas Escrituras en lengua vulgar, o pone 
para ello impedimento» 20 . Por su parte, Benedicto XV, al cum¬ 
plirse el ciclo del décimoquinto siglo, desde que dejó la vida 
mortal el Doctor Máximo en exponer las Sagradas Letras, des¬ 
pués de haber esmeradísimamente inculcado, ya los preceptos y 
ejemplos del mismo Doctor, ya los principios y normas dadas por 
León XIII y por Sí mismo, y recomendado otras cosas oportuní¬ 
simas en estas materias y que nunca se deben olvidar, exhortó 
«a todos los hijos de la Iglesia, principalmente a los clérigos, a 
juntar la reverencia de la Sagrada Biblia con la piadosa lectura 
y asidua meditación de la misma»; y advirtió que «en estas pᬠ
ginas se ha de buscar el alimento con que se sustente hasta llegar 
a la perfección la vida del espíritu» y que «la principal utilidad de 
la Escritura pertenece al ejercicio santo y fructuoso de la divina 
palabra»; y el mismo de nuevo alabó la obra de la Sociedad lla¬ 
mada del nombre del mismo San Jerónimo, gracias a la cual se 
divulgan en grandísima extensión los Evangelios y los Hechos 
de los Apóstoles, «de suerte que ya no haya'ninguna familia cris¬ 
tiana que carezca de ellos, y todos se acostumbren a su lectura 
y meditación cotidiana» 21 . 


19 Const. Apost. Inter praecipuas d. d. 15 Iun. 1933; Acta Ap. Se¬ 
áis XXVI (1934), pp. 85-87. 

20 Epist. ad Emum. Card. Cassetta Qui piam d. d. 21 Ian. 1907; Pn X, 
Acta IV, pp. 23-25. 

21 Litt. encycl. Spiritus Paraclitus d. d. 15 Sept. 1920; Acta Ap. Se¬ 
áis XII (1920), pp. 385-422; Ench . Bibl. nn. 457-508; v. nn. 457, 495, 491, 497. 



xioi 


ENCÍCLICA DE S. S. FÍO XII 


§ 4*“Frutos de esta acción múltiple. 

Y a la verdad es cosa justa y grata el confesar que no sólo 
con estas instituciones, preceptos y estímulos de nuestros Ante- 
cesores, sino también con las obras y trabajos arrostrados por 
todos aquellos que diligentemente los secundaron, ya en estu¬ 
diar, investigar y escribir, ya en enseñar y predicar, como tam¬ 
bién en traducir y propagar los Sagrados Libros, ha adelantado 
no poco entre los católicos la ciencia y uso de las Sagradas Escri¬ 
turas. Porque son ya muchísimos los cultivadores de la Escritura 
Santa, que salieron ya y cada día salen de las aulas en las que 
se enseñan las más elevadas disciplinas en materia teológica y 
bíblica, y principalmente de Nuestro Pontificio Instituto Bíblico, 
los cuales, animados de ardiente afición a los Sagrados Volú¬ 
menes, imbuyen en este mismo espíritu el clero adolescente, y 
constantemente le comunican la doctrina que ellos bebieron. No 
pocos de ellos lian promovido y promueven todavía con sus es¬ 
critos los estudios bíblicos, o bien editando los sagrados textos 
redactados conforme a las normas del arte crítica, y explicándolos, 
ilustrándolos, traduciéndolos para su pía lección y meditación, 
o bien, por fin, cultivando y adquiriendo las disciplinas profanas 
útiles para la explanación de la Escritura. Así, pues, por estas 
y otras empresas que cada día se propagan y cobran fuerza, como, 
por ejemplo, las asociaciones en pro de la Biblia, los congresos, 
las Semanas de asambleas, las bibliotecas, las sociedades para 
meditar el Evangelio, concebimos la esperanza, nada dudosa, de 
que en adelante crezcan doquiera más y más para bien de las 
almas la reverencia, el uso y el conocimiento de las Sagradas Letras, 
con tal que con firmeza, valentía y confianza retengan todos la 
regla de los estudios bíblicos prescrita por León XIII, explicada 
por sus Sucesores con más claridad y perfección, y por Nos con¬ 
firmada y fomentada — que es en realidad la única segura y con¬ 
firmada por la experiencia — , sin dejarse arredrar en modo alguno 
por aquellas dificultades, que, como en las cosas humanas suele 
acontecer, nunca le faltarán tampoco a esta obra preclara. 


II 

PARTE DOCTRINAL 

LOS ESTUDIOS BIBLICOS UE MUSTIO) TIEMPO 

Estado actual de los estudios bíblicos. 

No hay quien no pueda fácilmente echar de ver que las con¬ 
diciones de los estudios bíblicos y de los que para los mismos son 
útiles han cambiado mucho en estos cincuenta años. Porque, pa- 




encíclica de s. s. PÍO XII 


XU1I 


sando por alto otras cosas, cuando Nuestro Predecesor publicó 
su Letra Encíclica Providentissimus Deas , apenas se había comen¬ 
zado a explorar en Palestina uno u otro lugar de excavaciones 
relacionadas con estos asuntos. Ahora, en cambio, las investiga¬ 
ciones de este género no sólo se han aumentado muchísimo en 
cuanto al número, sino que además, cultivadas con más severo 
método y arte por el mismo ejercicio, nos enseñan muchas más 
cosas y con más certeza. Y en efecto, cuánta luz brote de estas 
investigaciones para entender mejor y con más plenitud los Sa¬ 
grados Libros, lo saben todos los peritos, lo saben cuantos se 
consagran a estos estudios. Crece todavía la importancia de estas 
exploraciones por los documentos escritos hallados de vez en 
cuando, que contribuyen mucho al conocimiento de las lenguas, 
letras, sucesos, costumbres y cultos más antiguos. Ni es de menor 
momento el hallazgo y la búsqueda, tan frecuente en esta edad 
nuestra, de papiros, que han tenido tanto valor para el conoci¬ 
miento de las letras e instituciones públicas y privadas, principal¬ 
mente del tiempo de Nuestro Salvador. Se han hallado además 
y editado con sagacidad vetustos códices de los Sagrados Libros; 
se ha investigado con más extensión y plenitud la exégesis de 
los Padres de la Iglesia; finalmente, se ilustra con innumerables 
ejemplos el modo de hablar, narrar y escribir de los antiguos. 
Todo esto, que, no sin especial consejo de la providencia de Dios, 
ha conseguido esta nuestra época, invita en cierta manera y amo¬ 
nesta a los intérpretes de las Sagradas Letras a aprovecharse 
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar con más 
profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con más claridad y 
proponerlos con mayor lucidez. Y si, con sumo consuelo en el 
alma, vemos que los mismos intérpretes estrenuamente han obe¬ 
decido ya y siguen obedeciendo a esta invitación, ciertamente 
no es éste el último ni el menor fruto de las Letras Encíclicas 
Providentissimus Deus , con las que Nuestro Predecesor León XIII, 
como presagiando en su ánimo esta nueva floración de los estu¬ 
dios bíblicos, por una parte invitó al trabajo a los exegetas cató¬ 
licos, y por otra les señaló sabiamente cuál era el modo y método 
de trabajar. Pero también Nos con estas Letras Encíclicas que¬ 
remos conseguir que esta labor no solamente persevere con cons¬ 
tancia, sino que cada día se perfeccione y resulte más fecunda, 
puesta sobre todo Nuestra mira en mostrar a todos lo que resta 
por hacer, y con qué espíritu debe hoy el exegeta católico em¬ 
prender tan grande y excelso cargo, y en dar nuevo acicate y 
nuevo ánimo a los operarios que trabajan constantemente en la 
viña del Señor. 



XLIV 


ENCÍCLICA DE S. S. PlO XII 


§ 1. — Recurso a los textos originales. 

Estudio de las lenguas bíblicas . 

Ya los Padres de la Iglesia, y en primer término San Agustín, 
al intérprete católico que emprendiese la tarea de entender y 
exponer las Sagradas Escrituras le recomendaban encarecida¬ 
mente el estudio de las lenguas antiguas y el volver a los textos 
primitivos 22 . Con todo llevaba consigo la condición de aquellos 
tiempos, que conocieran pocos la lengua hebrea, y éstos imper¬ 
fectamente. Por otra parte, en la Edad Media, cuando la Teo¬ 
logía Escolástica florecía más que nunca, aun el conocimiento 
de la lengua griega desde mucho tiempo antes se había dismi¬ 
nuido de tal manera entre los occidentales, que hasta los mismos 
supremos Doctores de aquellos tiempos, al explicar los Divinos 
Libros, solamente se apoyaban en la versión latina, llamada Vul- 
gata. Por el contrario, en estos nuestros tiempos no solamente 
la lengua griega, que desde el renacimiento de las letras huma¬ 
nas en cierto sentido ha sido resucitada a nueva vida, es ya fami¬ 
liar a casi todos los cultivadores de la antigüedad, sino que aun 
el conocimiento de la lengua hebrea y de otras lenguas orientales 
se ha propagado grandemente entre los hombres doctos. Es tanta, 
además, ahora la abundancia de medios para aprender estas len¬ 
guas, que el intérprete de la Biblia que, descuidándolas, se cierre 
la puerta para los textos originales, no puede en modo alguno 
evitar la nota de ligereza y desidia. Porque al exegeta pertenece 
el andar como a caza, con sumo cuidado y veneración, aun de 
las cosas más mínimas, que, bajo la inspiración del Divino Espí¬ 
ritu, brotaron de la pluma del hagiógrafo, a fin de penetrar su 
mente con más profundidad y plenitud. Procure, por lo tanto, 
con diligencia adquirir cada día mayor pericia en las lenguas 
bíblicas y aun en las demás orientales, y corrobore su interpre¬ 
tación con todos aquellos recursos que provienen de toda clase 
de filología. Lo cual, en verdad, lo procuró conseguir solícitamente 
San Jerónimo, según los conocimientos de su época; y asimismo 
no pocos de los grandes intérpretes de los siglos xvi y xvn, aun¬ 
que entonces el conocimiento de las lenguas fuese mucho menor 
que el de hoy, lo intentaron con infatigable esfuerzo y no me¬ 
diocre fruto. De la misma manera conviene que se explique aquel 
mismo texto original, que escrito por el sagrado autor tiene mayor 
autoridad y mayor peso, que cualquiera versión, por buena que 
sea, ya antigua, ya moderna; lo cual puede sin duda hacerse con 
mayor facilidad y provecho, si, respecto del mismo texto, se junta 
al mismo tiempo con el conocimiento de las lenguas una sólida 
pericia en el manejo de la crítica. 

,a Cf. ex gr. S. Hieron., Praef. in IV Evang. ad Damusum . PL. XXIX, 
col. 526-527; S. August., De doctr. christ. II, 16; PL. XXXIV, col. 42-43. 




XLV 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Importancia de la crítica textual. 

Cuánta importancia se haya de atribuir a esta crítica, atina¬ 
damente lo advirtió San Agustín, cuando entre los preceptos 
que deben inculcarse al que estudia los Sagrados Libros puso 
por primero de todos el cuidado de poseer un texto exacto. «En 
enmendar los Códices —así el clarísimo Doctor de la Iglesia — 
debe ante todo estar alerta la vigilancia de aquellos que desean 
conocer las Escrituras Divinas, para que los no enmendados cedan 
su puesto a los enmendados» 23 . Ahora bien, hoy este arte, que 
lleva el nombre de crítica textual y que se emplea con gran loa 
y fruto en la edición de los escritos profanos, con justísimo dere¬ 
cho se ejercita también, por la reverencia debida a la divina pala¬ 
bra, en lo,s Libros Sagrados. Porque por su mismo fin logra que 
| se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente posi¬ 
ble, se purifique de las depravaciones introducidas en él por la 
deficiencia de los amanuenses, y se libre, cuanto se pueda, de 
las inversiones de palabras, repeticiones y otras faltas de la misma 
especie, que suelen furtivamente introducirse en los libros trans¬ 
mitidos de uno en otro por muchos siglos. Y apenas es necesario 
advertir que esta crítica, que desde hace algunos decenios no 
pocos han empleado absolutamente a su capricho, y no pocas 
veces de tal manera, que pudiera decirse haberla los mismos usado 
para introducir en el sagrado texto sus opiniones prejuzgadas, 
hoy ha llegado a adquirir tal estabilidad y seguridad de leyes, 
que se ha convertido en un insigne instrumento para editar con 
más pureza y esmero la divina palabra, y fácilmente puede des¬ 
cubrirse cualquier abuso. Ni es preciso recordar aquí —ya que 
es cosa notoria y clara a todos los cultivadores de la Sagrada 
Escritura —en cuánta estima ha tenido la Iglesia ya desde los 
primeros siglos hasta nuestros días estos estudios del arte crítica. 
Así es que hoy, después que la disciplina de este arte ha llegado 
a tanta perfección, es un oficio honorífico, aunque no siempre 
fácil, el procurar por todos los medios que cuanto antes por parte 
de los católicos se preparen oportunamente ediciones tanto de 
los Sagrados Libros, como de las versiones antiguas, hechas con¬ 
forme a estas normas, que junten, es a saber, con una reverencia 
suma del sagrado texto la escrupulosa observancia de todas las 
leyes críticas. Y ténganlo todos por bien sabido, que este largo 
trabajo no solamente es necesario para penetrar bien los escritos 
dados por divina inspiración, sino que además es reclamado por 
la misma piedad, por la que debemos estar sumamente agradecidos 
a aquel Dios providentísimo, que desde el trono de su majestad 
nos envió estos libros a manera de cartas paternales, como a pro¬ 
pios hijos. 

M De doctr. christ. II, 21; PL. XXXIV, col. 46. 





XLVI 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Sentido del decreto Tridentino sobre el uso de la Vulgata. 

Versiones en lenguas vulgares . 

Ni piense nadie que este uso de los textos primitivos, con¬ 
forme a la razón de la crítica, sea en modo alguno contrario a 
aquellas prescripciones que sabiamente estableció el Concilio Tri¬ 
dentino acerca de la Vulgata Latina 24 . Documentalmente consta 
que a los Presidentes del Concilio se dió el encargo de rogar al 
Sumo Pontífice a nombre del mismo Santo Sínodo —como, en 
efecto, lo hicieron — , mandase corregir primero la edición latina, 
y luego, en cuanto se pudiese, la griega y la hebrea, con el desig¬ 
nio de divulgarla al fin para utilidad de la Santa Iglesia de Dios 25 . 
Y si bien, a la verdad, a este deseo no pudo entonces por las difi¬ 
cultades de los tiempos y otros impedimentos responderse plena¬ 
mente, confiamos que al presente, aunadas las fuerzas de los doc¬ 
tores católicos, se pueda satisfacer con más perfección y amplitud. 
Mas por lo que hace a la voluntad del Sínodo Tridentino de que 
la Vulgata fuese la versión latina «que todos usasen como autén¬ 
ticas, esto en verdad, como todos lo saben, solamente se refiere 
a la Iglesia latina y al uso público de la misma Escritura, y no 
disminuye sin género de duda en modo alguno la autoridad y 
valor de los textos originales. Porque no se trataba de los textos 
originales en aquella ocasión, sino de las versiones latinas que 
en aquella época corrían de una parte a otra, entre las cuales el 
mismo Concilio con justo motivo decretó que debía ser preferida 
la que «había sido aprobada en la misma Iglesia con el largo uso 
de tantos siglos». Así, pues, esta privilegiada autoridad o, como 
dicen, autenticidad de la Vulgata no fue establecida por el Con¬ 
cilio principalmente por razones críticas, sino más bien por su 
legítimo uso en las Iglesias durante el decurso de tantos siglos; 
con el cual uso ciertamente se demuestra que la misma está en 
absoluto inmune de todo error en materia de fe y costumbres; 
de modo que, conforme al testimonio y confirmación de la misma 
Iglesia, se puede presentar con seguridad y sin peligro de errar 
en las disputas, lecciones y predicaciones; y por tanto este género 
de autenticidad no se llama con nombre primario crítica, sino 
más bien jurídica. Por lo cual esta autoridad de la Vulgata en 
cosas doctrinales de ninguna manera prohibe —antes por el con¬ 
trario, hoy más bien exige —que esta misma doctrina se compruebe 
y confirme por los textos primitivos, y que también sean a cada 
momento invocados como auxiliares estos mismos textos, por los 
cuales dondequiera y cada día más se patentice y exponga el recto 
sentido de las Sagradas Letras. Y ni aun siquiera prohibe el de- 

* 4 Decr. de editione et usu Sacrorinn Librorum; Gonc. Trid. cd. Soe. 
dfiprrp*; I V n Q1 c 

*» Ib., t. X, p. 27*1; cf. t. V, pp. 29, 59, «5; t. X, p. 446 sg. 



ENCICLICA DE S. 3. PÍO XII 


XLVII 


creto ti el Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los fie¬ 
les de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina palabra, 
se hagan versiones en las lenguas vulgares, y eso aun tomándolas 
de los textos originales, como ya en muchas regiones vemos que 
loablemente se ha hecho, aprobándolo la autoridad de la Iglesia. 


§ 2.—De r a interpretación. 

Importancia e investigación del sentido literal . 

Armado egregiamente con el conocimiento de las lenguas 
antiguas y con los recursos del arte crítica, emprenda el exegeta 
católico aquel oficio, que es el supremo entre todos los que se 
le imponen: a saber, el hallar y exponer el sentido genuino de 
los Sagrados Libros. Para el desempeño de esta obra tengan ante 
los ojos los intérpretes que, como la cosa principal de todas, han 
de procurar el distinguir bien y determinar cuál es el sentido de 
las palabras bíblicas llamado literal. Sea este sentido literal de 
las palabras el que ellos averigüen con toda diligencia, por medio 
del conocimiento de las lenguas, valiéndose del contexto y de 
la comparación con pasajes semejantes; a todo lo cual suele tam¬ 
bién apelarse en favor de la interpretación de los escritos pro¬ 
fanos, para que aparezca en toda su luz la mente del autor. Sólo 
que los exegetas de las Sagradas Letras, acordándose que aquí 
se trata de la palabra divinamente inspirada, cuya custodia e 
interpretación fué por el mismo Dios encomendada a la Iglesia, 
no menos diligentemente tengan cuenta de las exposiciones y 
declaraciones del magisterio de la Iglesia, y asimismo de la expli¬ 
cación dada por los Santos Padres, como también de la «analogía 
de la fe», como sapientísimamente lo advirtió León XIII en las 
Letras Encíclicas Providentissimus Deus 26 . Traten también con 
singular empeño de no exponer únicamente —cosa que con dolor 
vemos se hace en algunos comentarios —las cosas que atañen a 
la historia, arqueología, filología y otras disciplinas por el estilo; 
sino que, sin dejar de aportar oportunamente aquéllas, en cuanto 
puedan contribuir a la exégesis, muestren principalmente cuál 
es la doctrina teológica de cada uno de los libros o textos respecto 
de la fe y costumbres, de suerte que esta exposición de los mismos, 
no solamente ayude a los doctores teólogos para proponer y con¬ 
firmar los dogmas de la fe, sino que sea también útil a los sacer¬ 
dotes para explicar ante el pueblo la doctrina cristiana, y final¬ 
mente sirva a todos los fieles para llevar una vida santa y digna 
de un hombre cristiano. 


26 Leonis XIII, Acta XIII, pp. 345-346; Ench. Bibl. n. 94-96. 





XLVIII 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Recto uso del sentido espiritual. 

Una vez que hubieren dado tal interpretación, teológica ante 
todo, como hemos dicho, eficazmente obligarán a callar a los 
que, aseverando que en los comentarios bíblicos apenas hallan 
nada que eleve la mente a Dios, nutra el alma, promueva la vida 
interior, repiten que es preciso acudir a cierta interpretación espi¬ 
ritual, que ellos llaman mística. Cuán poco acertado sea este su 
modo de ver, lo enseña la misma experiencia de muchos, que, 
considerando y meditando una y otra vez la palabra de Dios, 
perfeccionaron sus almas, y se sintieron movidos de vehemente 
amor a Dios; como también lo muestran a las claras la perpetua 
educación de la Iglesia y las amonestaciones de los mayores Doc¬ 
tores. Y no es que se excluya de la Sagrada Escritura todo sen¬ 
tido espiritual. Porque las cosas dichas o hechas en el Viejo Tes¬ 
tamento, de tal manera fueron sapientísimamente ordenadas y 
dispuestas por Dios, que las pasadas significaran anticipadamente 
las que en el nuevo pacto de gracia habían de verificarse. Por 
lo cual el intérprete, así como debe hallar y exponer el sentido 
literal de las palabras, que el hagiógrafo pretendiera y expresara, 
así también el espiritual, mientras conste legítimamente que fué 
dado por Dios. Ya que solamente Dios pudo conocer y revelar¬ 
nos este sentido espiritual. Ahora bien, este sentido en los Santos 
Evangelios nos lo indica y enseña el mismo divino Salvador; lo 
profesan también los Apóstoles, de palabra y por escrito, imi¬ 
tando el ejemplo del Maestro; lo demuestra la doctrina tradi¬ 
cional perpetua de la Iglesia; lo declara por último el uso antiquí¬ 
simo de la liturgia, dondequiera que pueda rectamente aplicarse 
aquel conocido enunciado: La ley de orar es la le^ de creer. Así, 
pues, este sentido espiritual, intentado y ordenado por el mismo 
Dios, descúbranlo y propónganlo los exegetas católicos con aque¬ 
lla diligencia que la dignidad de la palabra divina reclama; mas 
tengan religiosa cautela en no proponer como sentido genuino 
de la Sagrada Escritura otros sentidos traslaticios. Porque aun 
cuando, principalmente en el desempeño del oficio de predicador, 
puede ser útil para ilustrar y recomendar las cosas de la fe cierto 
uso más amplio del Sagrado Texto según la significación tras¬ 
laticia de las palabras, siempre que se haga con moderación y 
sobriedad, nunca, sin embargo, debe olvidarse que este uso de 
las palabras de la Sagrada Escritura le es como externo y aña¬ 
dido, y que sobre todo hoy no carece de peligro, cuando los fieles, 
aquellos especialmente que están instruidos en los conocimientos 
tanto sagrados como profanos, buscan qué es lo que Dios en las 
Sagradas Letras nos da a entender, y no más bien qué es lo que 
el facundo orador o escritor, expone, empleando con cierta des¬ 
treza las palabras de la Biblia. Ni tampoco aquella «palabra de 
Dios viva y eficaz y más penetrante que espadas de dos filos, y 



ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


XLIX 


que llega hasta la división del alma y del espíritu, y de las co¬ 
yunturas y medulas, discernidora de los pensamientos y conceptos 
del corazón» 27 , necesita de afeites o de acomodación humana, para 
mover y sacudir los ánimos; porque las mismas Sagradas Páginas, 
redactadas bajo la inspiración divina, tienen por sí mismas abun¬ 
dante sentido genuino; enriquecidas por divina virtud, tienen 
fuerza propia; adornadas con soberana hermosura, brillan por sí 
mismas y resplandecen, con tal que sean por el intérprete tan ín¬ 
tegra y cuidadosamente explicadas, que se saquen a luz todos 
los tesoros de sabiduría y prudencia en ellas ocultos. 


Cómo se debe fomentar el estudio de los Santos Padres 
y de los grandes intérpretes . 

En este desempeño podrá el exegeta católico egregiamente 
ayudarse del industrioso estudio de aquellas obras, con las que 
los Santos Padres, los Doctores de la Iglesia e ilustres intérpretes 
de los pasados tiempos expusieron las Sagradas Letras. Porque 
ellos, aun cuando a veces estaban menos pertrechados de eru¬ 
dición profana y conocimiento de lenguas que los intérpretes de 
nuestra edad, sin embargo, en conformidad con el oficio que Dios 
les dió en la Iglesia, culminan por cierta suave perspicacia de 
las cosas celestes y admirable agudeza de entendimiento, con 
las que íntimamente penetran las profundidades de la divina 
palabra, y ponen en evidencia todo cuanto puede conducir a la 
ilustración de la doctrina de Cristo y santidad de la vida. De doler 
es, en verdad, que tan preciosos tesoros de la antigüedad cristiana 
sean demasiado poco conocidos a no pocos de los escritores de 
nuestros tiempos, y que tampoco los cultivadores de la historia 
de la exégesis hayan todavía llevado a término todo aquello que, 
para investigar con perfección y estimar en su punto cosa de 
tanta importancia, parece necesario. Ojalá surjan muchos, que, 
examinando con diligencia los autores y obras de la interpreta¬ 
ción católica de las Escrituras, y agotando, por decirlo así, las 
casi inmensas riquezas que aquellos acumularon, contribuyan efi¬ 
cazmente a que por un lado aparezca más claro cada día cuán 
hondamente penetraron ellos e ilustraron la divina doctrina de 
los Sagrados Libros, y por otro también los intérpretes actuales 
tomen ejemplo de ello y saquen oportunos argumentos. Pues así, 
por fin, se llegará a lograr la feliz y fecunda unión de la doctrina 
y espiritual suavidad de los antiguos en el decir con la mayor 
erudición y arte de los modernos, para producir, sin duda, nuevos 
frutos en el campo de las divinas Letras, nunca bastantemente 
cultivado, nunca exhausto. 


* 7 Hebr. IV, 12. 




I, 


ENCÍCLICA DE S. S. I ÍO XII 


§ 3* —Puntos a los que especialmente deben atender 

LOS INTÉRPRETES DE NUESTRO TIEMPO* 

* 

Condición actual de la exégesis . 

Es además muy justo esperar que también nuestros tiempos 
puedan contribuir en algo a la interpretación más profunda y 
exacta de las Sagradas Letras. Puesto que no pocas cosas, sobre 
todo entre las concernientes a la historia, o apenas o no suficien¬ 
temente fueron explicadas por los expositores de los pasados siglos, 
toda vez que les faltaban casi todas las noticias necesarias para 
ilustrarlas mejor. Cuán difíciles fuesen y casi inaccesibles algunas 
cuestiones para los mismos Padres, bien se echa de ver, por omi¬ 
tir otras cosas, en aquellos esfuerzos, que muchos de ellos repi¬ 
tieron, para interpretar los primeros capítulos del Génesis; y asi¬ 
mismo por los repetidos tanteos de San Jerónimo para traducir 
los Salmos de tal manera que se descubriese con claridad su sen¬ 
tido literal, o expresado en las palabras mismas. Hay, por fin, 
otros libros o sagrados textos cuyas dificultades ha descubierto 
precisamente la época moderna, desde que por el conocimiento 
más profundo de la antigüedad han nacido nuevos problemas, 
que hacen penetrar con más exactitud en el asunto. Van, pues, 
fuera de la realidad algunos que, no penetrando bien las condi¬ 
ciones de la ciencia bíblica, dicen sin más que al exegeta cató¬ 
lico de nuestros días no le queda nada que añadir a lo que ya pro¬ 
dujo la antigüedad cristiana; cuando, por el contrario, estos nues¬ 
tros tiempos han planteado tantos problemas, que exigen nueva 
investigación y nuevo examen, y estimulan no poco el estudio 
activo del intérprete moderno. 


Se ha de tener en cuenta la índole del escritor sagrado . 

Porque nuestra edad, así como acumula nuevas cuestiones 
y nuevas dificultades, así también, por el favor de Dios, suminis¬ 
tra nuevos recursos y subsidios de exégesis. Entre éstos parece 
digno de peculiar mención que los teólogos católicos, siguiendo 
la doctrina de los Santos Padres y principalmente del Angélico 
y Común Doctor, lian explorado y propuesto la naturaleza y los 
efectos de la inspiración bíblica mejor y más perfectamente que 
como solía hacerse los siglos pretéritos. Porque partiendo del 
principio de que el escritor sagrado al componer el libro es órgano 
o instrumento del Espíritu Santo, con la circunstancia de ser 
vivo y dotado de razón, rectamente observan que él, bajo el influjo 
de la divina moción, de tal numera usa de sus facultades y fuerzas, 
que fácilmente puedan todos colegir del libro nacido de su acción 
da índole propia de cada uno y por decirlo así sus singulares carac- 




ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XJI 


LI 


teres y trazos» 28 . Así, pues, el intérprete con todo esmero, y sin 
descuidar ninguna luz que hayan aportado las investigaciones 
modernas, esfuércese por averiguar cuál fué la propia índole y 
condición de vida del escritor sagrado, en qué edad floreció, qué 
fuentes utilizó, ya escritas, ya orales, y qué formas de decir em¬ 
pleó. Porque a nadie se oculta que la norma principal de inter¬ 
pretación es aquella en virtud de la cual se averigua con preci¬ 
sión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir, como 
egregiamente lo advierte San Atanasio: «Aquí, como conviene 
hacerlo en todos los demás pasajes de la divina Escritura, se ha 
de observar, con qué ocasión habló el Apóstol; se ha de atender 
con cuidado y fidelidad cuál es la persona, cuál el asunto que le 
movió a escribir, no sea que uno, ignorándolo, o entendiendo 
algo ajeno a ello, vaya descarriado del verdadero sentido» 29 . 


Importancia del género literario, especialmente en la historia. 

Por otra parte, cuál sea el sentido literal, no es muchas veces 
tan claro en las palabras y escritos de los antiguos orientales 
como en los escritores de nuestra edad. Porque no es con solas las 
leyes de la gramática o filología, ni con solo el contexto del dis¬ 
curso con lo que se determina qué es lo que ellos quisieron sig¬ 
nificar con las palabras; es absolutamente necesario que el intér¬ 
prete se traslade mentalmente a aquellos remotos siglos del Oriente, 
para que, ayudado convenientemente con los recursos de la his¬ 
toria, arquelogía, etnología y de otras disciplinas, discierna y 
vea con distinción qué géneros literarios, como dicen, quisieron 
emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella edad ve¬ 
tusta. Porque los antiguos orientales no empleaban siempre las 
mismas formas y las mismas maneras de decir que nosotros hoy, 
sino más bien aquellas que estaban recibidas en el uso corriente 
de los hombres de sus tiempos y países. Cuáles fuesen éstas, no 
lo puede el exegeta como establecer de antemano, sino con la escru¬ 
pulosa indagación de la antigua literatura del Oriente. Ahora 
bien, esta investigación, llevada a cabo en estos últimos dece¬ 
nios con mayor cuidado y diligencia que antes, ha manifestado 
con más claridad qué formas de decir se usaron en aquellos anti¬ 
guos tiempos, ora en la descripción poética de las cosas, ora en 
el establecimiento de las normas y leyes de la vida, ora, por fin, 
en la narración de los hechos y .acontecimientos. Esta misma 
investigación ha probado ya lúcidamente que el pueblo israelítico 
se aventajó singularmente entre las demás antiguas naciones 
orientales en escribir bien la historia, tanto por la antigüedad 

Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus; Acta Ap. Seáis XII 
(1920), p. 390; Ench. Bibl . n. 461. 

29 Contra Arlanos I. 54; PG. XXVI, col. 123. 



ENCÍCLICA DE S. S. PIO XII 


OI 


como por la fiel relación de los hechos, lo cual en verdad se con¬ 
cluye también por el carisma de la divina inspiración y por el 
peculiar fin de la historia bíblica, que pertenece a la religión. No 
por eso se debe admirar nadie que tenga recta inteligencia de la 
inspiración, de que también entre los Sagrados Escritores, como 
entre los otros de la antigüedad, se hallen ciertas artes de expo¬ 
ner y narrar; ciertos idiotismos, sobre todo propios de las lenguas 
semíticas; las que se llaman aproximaciones, y ciertos modos de 
hablar hiperbólicos; más aún, a veces hasta paradojas para impri¬ 
mir las cosas en la mente con más firmeza. Porque ninguna de 
aquellas maneras de hablar, de que entre los antiguos, particu¬ 
larmente entre los orientales, solía servirse el humano lenguaje 
para expresar sus ideas, es ajena de los Libros Sagrados, con esta 
condición, empero, que el género de decir empleado en ninguna 
manera repugne a la santidad y verdad de Dios, según que, con¬ 
forme a su sagacidad, lo advirtió ya el mismo Doctor Angélico 
por estas palabras: «En la Escritura las cosas divinas se nos dan 
al modo que suelen usar los hombres» 30 . Porque así como el Verbo 
substancial de Dios se hizo semejante a los hombres en todas las 
cosas «excepto el pecado» 31 , así también las palabras de Dios, 
expresadas en lenguas humanas, se hicieron semejantes en todo 
al humano lenguaje, excepto el error; lo cual en verdad lo en¬ 
salzó ya con sumas alabanzas San Juan Crisóstomo, como una 
sincatábasis o «condescendencia» de Dios próvido, y afirmó una 
y varias veces que se halla en los Sagrados Libros 32 . 

Por esta razón, el exegeta católico, a fin de satisfacer a las 
necesidades actuales de la ciencia bíblica, al exponer la Sagrada 
Escritura y mostrarla y probarla inmune de todo error, válgase 
también prudentemente de este medio, indagando qué es lo que 
la forma de decir o el género literario empleado por el hagiógrafo 
contribuye para la verdadera y genuina interpretación; y se per¬ 
suada que esta parte de su oficio no puede descuidarse sin gran 
detrimento de la exégesis católica. Puesto que no raras veces 
— para no tocar sino este punto—cuando algunos reprochándolo 
cacarean que los Sagrados Autores se descarriaron de la fide¬ 
lidad histórica, o contaron las cosas con menos exactitud, se ave¬ 
rigua que no se trata de otra cosa sino de aquellas maneras co¬ 
rrientes y originales de decir y narrar propias de los antiguos, 
que a cada momento se empleaban mutuamente en el comercio 
humano, y que en realidad se usaban en virtud de una costumbre 
lícita y común. Exige, pues, una justa equidad del ánimo, que, 
cuando se encuentran estas cosas en el divino oráculo, el cual, 
como destinado a hombres, se expresa con palabras humanas, 

80 Comment ad Hebr. cap. I, lectio 4. 

31 Hebr. IV, 15. 

32 Cf. v. gr. In Gen. 1,4 (PG. Lili, col. 34-35); In Gen. II, 21 (ib. 
col. 121); In Gen. 111,8 (ib., col. 135); llom. 15 in loan., ad I, 18 (PG. LIX, 
col. 97 sq.). 



ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


Lili 


no se las arguya de error, no de otra manera que cuando se em¬ 
plean en el uso cotidiano de la vida. Así es que, conocidas y exac¬ 
tamente apreciadas las maneras y artes de hablar y escribir en 
los antiguos, podrán resolverse muchas dificultades, que se obje¬ 
tan contra la verdad y fidelidad histórica de las Divinas Letras; 
ni será menos a propósito este estudio para conocer más plena¬ 
mente y con mayor luz la mente del Sagrado Autor. 


Se han de promover los estudios de las antigüedades bíblicas . 

Así, pues, nuestros cultivadores de estudios bíblicos pongan 
también su atención en esto con la debida diligencia, y no omi¬ 
tan nada de nuevo que hubieren aportado, sea la arqueología, 
sea la historia antigua, o el conocimiento de las antiguas letras, 
y cuanto sea apto para mejor conocer la mente de los escritores 
vetustos y su manera, forma y arte de razonar, narrar y escribir. 
Y en esta cuestión aun los varones católicos del estado seglar 
tengan en cuenta que no sólo contribuyen a la utilidad de la 
doctrina profana, sino que son también beneméritos de la causa 
cristiana, si se entregan, como es razón, con toda constancia y 
empeño a la exploración e investigación de la antigüedad, y ayu¬ 
dan conforme a sus fuerzas a resolver las cuestiones de este género, 
hasta ahora menos claras y transparentes. Porque todo conoci¬ 
miento humano, aun no sagrado, así como tiene su como nativa 
dignidad y excelencia—por ser una cierta participación finita de 
la infinita ciencia de Dios — , así recibe una nueva y más alta dig¬ 
nidad y como consagración, cuando se emplea para ilustrar con 
más clara lumbre las mismas cosas divinas. 


§ 4.—Modo de tratar las cuestiones más difíciles. 

Dificultades felizmente resueltas con los estudios modernos. 

Por la exploración tan adelantada, que arriba dijimos, de las 
antigüedades orientales, por la investigación más esmerada del 
mismo texto primitivo, y asimismo por el más amplio y diligente 
conocimiento, ya de las lenguas bíblicas, ya de todas las que per¬ 
tenecen al Oriente, con el auxilio de Dios felizmente ha aconte¬ 
cido que no pocas de aquellas cuestiones, que en la época de 
Nuestro Predecesor de inmortal recordación León XIII susci¬ 
taron contra la autenticidad, antigüedad, integridad y fidelidad 
histórica de los Libros Sagrados los críticos ajenos a la Iglesia o 
también hostiles a ella, hoy se hayan eliminado y resuelto. Puesto 
que los exegetas católicos, valiéndose justamente de las mismas 
armas de ciencia, de que nuestros adversarios no raras veces abu¬ 
saban, han presentado por una parte aquellas interpretaciones 





LIV 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


que están en conformidad con la doctrina católica y la genuina 
sentencia heredada de nuestros mayores, y por otra parecen ha¬ 
berse al mismo tiempo capacitado para resolver las dificultades, 
que o las nuevas exploraciones y nuevos inventos trajeren o la 
antigüedad hubiere dejado a nuestra época para su resolución. 
De aquí ha resultado, que la confianza en la autoridad y verdad 
histórica de la Biblia, debilitada en algunos un tanto por tantas 
impugnaciones, hoy entre los católicos se haya restituido a su 
entereza; más aún, no faltan escritores no católicos, que, em¬ 
prendiendo investigaciones con sobriedad y equidad, han llegado 
al punto de abandonar los prejuicios de los modernos y volver, 
a lo menos acá y allá, a las sentencias más antiguas. El cual cambio 
de situación se debe en gran parte a aquel trabajo infatigable 
con que los expositores católicos de las Sagradas Letras, sin de¬ 
jarse arredrar en modo alguno de las dificultades y obstáculos 
de todas clases, con todas sus fuerzas se empeñaron en usar debi¬ 
damente de los medios que la investigación actual de los eruditos 
proporcionaba para resolver las nuevas cuestiones, ora en el campo 
de la arqueología, ora en el de la historia y filología. 


Dificultades todavía no resueltas o insolubles . 

Nadie, con todo eso, se admire que no se hayan todavía re¬ 
suelto y vencido todas las dificultades, sino que aun hoy haya 
graves problemas que preocupan no poco los ánimos de los exe- 
getas católicos. Y en este caso no hay que decaer de ánimo, ni 
se debe olvidar que en las disciplinas humanas no acontece de 
otra manera que en la naturaleza: a saber, que los comienzos 
van creciendo poco a poco y que no pueden recogerse los frutos 
sino después de muchos trabajos. Así ha sucedido, que algunas 
disputas que en los tiempos anteriores se tenían sin solución y 
en suspenso, por fin en nuestra edad con el progreso de los estu¬ 
dios se han resuelto felizmente. Por lo cual tenemos esperanza 
que aun aquellas que ahora parezcan sumamente enmarañadas 
y arduas, lleguen por fin con el constante esfuerzo a quedar pa¬ 
tentes en plena luz. Y si la deseada solución se retarda por largo 
tiempo, y el éxito feliz no nos sonríe a nosotros, sino que acaso se 
relega a que lo alcancen los venideros, nadie por eso se incomode, 
siendo, como es, justo que también a nosotros nos toque lo que 
los Padres, y especialmente San Agustín ** 3 , avisaron en su tiem¬ 
po: a saber, que Dios con todo intento sembró de dificultades 
los vSagrados Libros, que él mismo inspiró, para que no sólo nos 
excitáramos con más intensidad a revolverlos y escudriñarlos, sino 

33 Cf. S. Aug., Epist . 149 ad Paulinum, n. 31 (PL. XXXIII, col. 641); 
Dr dircrais qnaralionibua, q. 53, n. 2 (ib. XL, rol. 30); Enarr. in Ps. 110, 
n. 12 (ib. XXXVII, col. 1907). 



ENCICLICA DE 3. S. TÍO XII 


LV 


también, experimentando saludablemente los límites de nuestro 
ingenio, nos ejercitáramos en la debida humildad. No es, pues, 
nada de admirar si de una u otra cuestión no se ha de tener 
jamás respuesta completamente satisfactoria, siendo así que a 
veces se trata de cosas oscuras y demasiado lejanamente remo¬ 
tas* de nuestros tiempos y de nuestra experiencia, y pudiendo 
también la exégesis, como las demás disciplinas más graves, tener 
sus secretos, que, inaccesibles a nuestros entendimientos, no puedan 
descubrirse con ningún esfuerzo. 


Se han de buscar las soluciones positivas. 

Con todo, en tal condición de cosas, el intérprete católico, mo¬ 
vido por un amor eficaz y esforzado de su ciencia, y sinceramente 
devoto a la Santa Madre Iglesia, por nada debe cejar en su empeño 
de emprender una y otra vez las cuestiones difíciles no desenma¬ 
rañadas todavía, no solamente para refutar lo que opongan los 
adversarios, sino para esforzarse en hallar una explicación sólida, 
que de una parte concuerde fielmente con la doctrina de la Iglesia, 
y nominalmente con lo por ella enseñado acerca de la inmunidad 
de todo error en la Sagrada Escritura, y de otra satisfaga tam¬ 
bién debidamente a las conclusiones ciertas de las disciplinas 
profanas. Y por lo que hace a los conatos de estos estrenuos opera¬ 
rios de la viña del Señor, recuerden todos los demás hijos de la 
Iglesia, que no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino 
también con suma caridad; los cuales, a la verdad, deben estar 
alejados de aquel espíritu poco prudente, con el que se juzga que 
todo lo nuevo, por lo mismo de serlo, debe ser impugnado, o te¬ 
nerse por sospechoso. Porque tengan en primer término ante los 
ojos, que en las normas y leyes dadas por la Iglesia se trata de 
la doctrina de fe y costumbres; y que entre las muchas cosas que 
en los Sagrados Libros, legales, históricos, sapienciales y profé- 
ticos se proponen son solamente pocas aquellas cuyo sentido haya 
sido declarado por la autoridad de la Iglesia, ni son muchas aque¬ 
llas de las que haya unánime consentimiento de los Padres. Que¬ 
dan, pues, muchas, y ellas muy graves, en cuyo examen y expo¬ 
sición se puede y debe libremente ejercitar la agudeza y el inge¬ 
nio de los intérpretes católicos, a fin de que cada uno, conforme 
a sus fuerzas, contribuya a la utilidad de todos, al adelanto cada 
día mayor de la doctrina sagrada y a la defensa y honor de la 
Iglesia. Esta verdadera libertad de los hijos de Dios, que retenga 
fielmente la doctrina de la Iglesia, y como don de Dios reciba con 
gratitud y emplee todo cuanto aportare la ciencia profana, levan¬ 
tada y sustentada, eso sí, por el empeño de todos, es condición 
y fuente de todo fruto sincero y de todo sólido adelanto en la cien¬ 
cia católica, como preclaramente lo amonesta nuestro Antecesor, 
de feliz recordación, León XIII, cuando dice: «Si no es con el con- 






LVI 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


sentimiento de los ánimos y colocados en firme los principios, no 
será posible esperar de los esfuerzos aislados de muchos grandes 
frutos en esta ciencia» 8 *. 

§ — Eso de la Sagrada Escritura en la instrucción de 

LOS FIELES. 

Varias maneras de emplear la Sagrada Escritura en el ministerio 

sagrado. 

Quien considerare aquellos enormes trabajos, que la exégesis 
católica se ha echado sobre sí por casi dos mil años, para que la 
palabra de Dios concedida a los hombres por las Sagradas Letras 
se entienda cada día con más profundidad y perfección y sea más 
ardientemente amada, fácilmente se persuadirá que a los fieles 
de Cristo, y sobre todo a los sacerdotes, incumbe la grave obli¬ 
gación de servirse abundante y santamente de este tesoro, acu¬ 
mulado durante tantos siglos por los más excelsos ingenios. Porque 
los Sagrados Libros no se los dió Dios a los hombres para satisfa¬ 
cer su curiosidad o para suministrarles materia de estudio e inves¬ 
tigación, sino, como lo advierte el Apóstol, para que estos divinos 
oráculos nos pudieran «instruir para la salud por la fe que es en 
Cristo Jesús» y «a fin de que el hombre de Dios fuese perfecto 
y estuviese apercibido para toda obra buena». 35 Los sacerdotes, 
pues, a quienes está encomendado el cuidado de la eterna sal¬ 
vación de los fieles, después de haber indagado ellos con diligente 
estudio las Sagradas Páginas, y habérselas hecho suyas con la 
oración y meditación, expongan cuidadosamente estas soberanas 
riquezas de la divina palabra en sermones, homilías y exhorta¬ 
ciones; confirmen asimismo la doctrina cristiana con sentencias 
tomadas de los Sagrados Libros, ilústrenla con preclaros ejem¬ 
plos de la historia sagrada, y nominalmente del Evangelio de 
Cristo nuestro Señor, y todo esto —evitando con cuidado y dili¬ 
gencia aquellas acomodaciones propias del capricho individual y 
sacadas de cosas muy ajenas al caso, lo cual no es uso, sino abuso 
de la divina palabra—expónganlo con tanta elocuencia, con tanta 
distinción y claridad, que los fieles no sólo se muevan y se infla¬ 
men a poner en buen orden su vida, sino que conciban también 
en sus ánimos suma veneración a la Sagrada Escritura. Por lo demás, 
esta veneración procúrenla aumentar más y más cada día los 
sagrados Prelados en los fieles encomedados a ellos, dando auge 
a todas aquellas empresas, con las que varones llenos de espíritu 
apostólico se esfuerzan loablemente en excitar y fomentar entre 

34 Litt. Apost. Vigilantiae; Leonis XIII, Acia XXII, p. 237; Ench. 
Bibl . n. 136. 

36 Cf. II Tim. III, 15, 17. 



encíclica de s. s. PÍO XII 


LVII 


los católicos el conocimiento y amor de los Sagrados Libros. Favo¬ 
rezcan, pues, y presten su auxilio a todas aquellas pías asocia¬ 
ciones que tengan por fin editar y difundir entre los fieles ejem¬ 
plares impresos de las Sagradas Escrituras, principalmente de los 
Evangelios, y procurar con todo empeño que en las familias cris¬ 
tianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas; 
recomienden eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la 
actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la autoridad 
de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso práctico, cuando lo per¬ 
miten las leyes de la liturgia, y o tengan ellos o procuren que las 
tengan otros sagrados oradores de gran pericia, disertaciones o 
lecciones de asuntos bíblicos. Y por lo que atañe a las revistas, 
que periódicamente se editan en varias partes del mundo con 
tanta loa y tanto fruto, ya para tratar y exponer cuestiones según 
la norma científica, ya para acomodar los frutos de estas inves¬ 
tigaciones o al ministerio sagrado o a la utilidad de los fieles, 
todos los sagrados ministros les presten su ayuda según sus fuer¬ 
zas, y divúlguenlos oportunamente entre los varios grupos y clases 
de su grey. Y los mismos sacerdotes en general estén persuadidos 
de que todas estas cosas y todas las demás por el estilo que el 
celo apostólico y el sincero amor de la divina palabra inventare, 
a propósito para este designio, han de serles un eficaz auxiliar 
en el cuidado de las almas. 


Formación bíblica en los Seminarios . 

Pero a nadie se le esconde que todo esto no pueden los sacer¬ 
dotes llevarlo a cabo en regla, si primero ellos mismos, mientras 
permanecieron en los Seminarios, no bebieron este activo y perenne 
amor de la Sagrada Escritura. Por lo cual los sagrados Prelados, 
sobre quienes carga el paternal cuidado de sus Seminarios, vigilen 
con diligencia para que también en este punto nada se omita, 
que pueda ayudar a la consecución de este fin. Y los maestros 
de Sagrada Escritura de tal manera lleven a cabo en los Semi¬ 
narios la enseñanza bíblica, que armen a los jóvenes que han de 
formarse para el sacerdocio y para el ministerio de la divina pala¬ 
bra con aquel conocimiento de las divinas Letras y los imbuyan 
en aquel amor hacia ellas, sin los cuales no se pueden obtener 
abundantes frutos de apostolado. Por lo cual la exposición exe- 
gética atienda principalmente a la parte teológica, evitando las 
disputas inútiles y omitiendo aquellas cosas que nutren más la 
curiosidad que la verdadera doctrina y piedad sólida; propongan 
el sentido llamado literal y sobre todo el teológico con tanta soli¬ 
dez, explíquenlo con tal competencia e incúlquenlo con tal ardor, 
que en cierto modo sus alumnos experimenten lo que los discí¬ 
pulos de Jesucristo que iban a Emaús, los cuales, después de oídas 
las palabras del Maestro, exclamaron: «¿No es cierto que nuestro 




LVIII 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


corazón se abrasaba dentro de nosotros, mientras nos descubría 
las Escrituras¿» 36 . De este modo las divinas Letras sean para 
los futuros sacerdotes de la Iglesia por un lado fuente pura y pe¬ 
renne de la vida espiritual de cada uno, y por otro alimento y 
fuerza del sagrado cargo de predicar que han de tomar a su cuenta. 
Y a la verdad, si esto llegaren a conseguir los profesores de esta 
gravísima asignatura en los Seminarios, persuádanse con alegría 
que han contribuido en sumo grado a la salud de las almas, al 
adelanto de la causa católica, al honor y gloria de Dios, y que 
han llevado a término una obra la más íntimamente unida con 
el ministerio apostólico. 


Oportunidad de la palabra de Dios en este tiempo de guerra: 

consuelo para los atribulados , camino de justicia para todos. 

Estas cosas que hemos dicho, Venerables Hermanos y amados 
hijos, si bien en todas las épocas son necesarias, urgen sin duda 
mucho más en nuestros luctuosos tiempos, mientras los pueblos 
y las naciones casi todas se sumergen en un piélago de calami¬ 
dades, mientras la gigantesca guerra acumula ruinas sobre ruinas 
y muertes sobre muertes, y mientras, excitados mutuamente los 
odios acerbísimos de los pueblos, vemos con sumo dolor que en 
no pocos se extingue no sólo el sentido de la cristiana benignidad 
y caridad, sino aun el de la misma humanidad. Ahora bien: a 
estas mortíferas heridas del comercio humano ¿quién otro puede 
poner remedio, sino aquél, a quien el Príncipe de los Apóstoles, 
lleno de amor y de confianza, invoca con estas frases: «Señor, 
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna»¿ 3 \ Es, pues, 
necesario reducir a todos y con todas las fuerzas a este misericor¬ 
diosísimo Redentor nuestro; porque Él es el divino consolador 
de todos los afligidos; Él es quien a todos —sea que presidan con 
pública autoridad, sea que estén sujetos con el deber de obedien¬ 
cia y sumisión —enseña la probidad digna de este nombre, la 
justicia integral y la caridad generosa; Él es, finalmente, y sólo 
Él, quien puede ser firme fundamento y sostén de la paz y de 
la tranquilidad. «Porque nadie puede poner otro fundamento, 
fuera del puesto, que es Cristo Jesús» 38 . Y a este Cristo, autor de 
la salud, tanto más plenamente le conocerán los hombres, tanto 
más intensamente le amarán, tanto más fielmente le imitarán, 
cuanto con más afición se sientan movidos al conocimiento y 
meditación de las Sagradas Letras, especialmente del Nuevo Tes¬ 
tamento. Porque, como dijo el Estridonés: «El ignorar las Escri¬ 
turas es ignorar a Cristo» 39 , y «si algo hay que en esta vida inte- 

88 Luc. XXIV, 32. 

37 Ioan. VI, 69. 

38 1 Cor. III, 11. 

39 S. Hieronymus, Jn Iaaiam , prologue; PL. XXIV, col. 1?. 



Encíclica de s. s. pío xii 


LIX 


rese al hombre sabio, y le persuada a permanecer con igualdad 
de ánimo entre los aprietos y torbellinos del mundo, creo que 
más que nada es la meditación y ciencia de las Escrituras» 40 . 
Porque de aquí sacarán los que se ven fatigados y oprimidos con 
adversidades y ruinas verdadero consuelo y divina virtud para 
padecer, para aguantar; aquí, en los Santos Evangelios, se pre¬ 
senta a todos Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, cari¬ 
dad y misericordia; y al género humano desgarrado y trepidante 
le están abiertas las fuentes de aquella divina gracia, postergada 
la cual y dejada a un lado, no podrán los pueblos ni los directores 
de los pueblos iniciar, ni establecer ninguna tranquilidad de situa¬ 
ción ni concordia de los ánimos; allí finalmente aprenderán todos 
a Cristo, «que es cabeza de todo principado y potestad» 4X y «que 
fué hecho para nosotros por Dios sabiduría y justicia y santifi¬ 
cación y redención» 4a . 


CONCLUSION 


Exhortación a los cultivadores de los estudios bíblicos. 

Expuestas, pues, y recomendadas aquellas cosas que tocan a 
la adaptación de los estudios de las Sagradas Escrituras a las 
necesidades de hoy, resta ya, Venerables Hermanos y amados 
hijos, que a todos y cada uno de aquellos cultivadores de la Biblia, 
que son devotos hijos de la Iglesia y obedecen fielmente a su 
doctrina y normas, no sólo les felicitemos con ánimo paternal 
por haber sido elegidos y llamados a cargo tan excelso, sino que 
también les demos nuevo aliento, para que continúen en cumplir 
con fuerzas cada día renovadas, con todo empeño, y con todo 
cuidado la obra felizmente comenzada. Excelso cargo, decimos: 
¿qué hay, en efecto, más sublime que escudriñar, explicar, pro¬ 
poner a los fieles, defender contra los infieles la misma palabra 
de Dios, dada a los hombres por inspiración del Espíritu Santo? 
Se apacienta y nutre con este alimento espiritual el mismo espí¬ 
ritu del intérprete «para recuerdo de la fe, para consuelo de la 
esperanza, para exhortación de la caridad» 43 . «Vivir entre estas 
ocupaciones, meditar estas cosas, no conocer, no buscar nada 
más, ¿no os parece que es un goce anticipado en la tierra del reino 
celeste?» 44 . Apaciéntense también con este mismo manjar las 

40 Id., In EpheaioSy prologus; PL . XXVI, col. 439. 

41 Col. II, 10. 

48 I Cor. 1, 30. 

43 Cf. S. Acó. Contra Faustum XIII 18; PL. XLII, col. 294; CSEL. 
XXV, p. 400. 

44 S. Hieron., Ep. 53, 10; PL. XXII, col. 549; CSEL. LIV, p. 463 . 




LX 


ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII 


almas de los fieles, para sacar de él conocimiento y amor de Dios 
y el propio aprovechamiento y felicidad de sus almas. Entréguense, 
pues, de todo corazón a este negocio los expositores de la divina 
palabra. «Oren, para entender» 45 ; trabajen para penetrar cada 
día con más profundidad en los secretos de las Sagradas Páginas; 
enseñen y prediquen, para abrir también a otros los tesoros de 
la palabra de Dios. Lo que en los siglos pretéritos llevaron a cabo 
con gran fruto aquellos preclaros intérpretes de la Sagrada Es¬ 
critura, emúlenlo también según sus fuerzas los intérpretes del 
día, de tal manera, que, como en los pasados tiempos, asi también 
al presente tenga la Iglesia eximios Doctores en exponer las Di¬ 
vinas Letras; y los fieles de Cristo, gracias al trabajo y esfuerzo 
de ellos, perciban toda la luz, fuerza persuasiva y alegría de las 
Sagradas Escrituras. Y en este empleo, arduo en verdad y grave, 
tengan también ellos «por consuelo los Santos Libros» 46 y acuér¬ 
dense de la retribución que les espera: toda vez que aquellos «que 
hubieren sido sabios brillarán como la luz del firmamento; y los 
que enseñan a muchos la justicia, como estrellas por toda la eter¬ 
nidad» 47 . 

Entretanto, mientras a todos los hijos de la Iglesia, y nomi¬ 
nalmente a los profesores de la ciencia biblica, al clero adolescente 
y a los sagrados oradores ardientemente les deseamos que, me¬ 
ditando continuamente los oráculos de Dios, gusten cuán bueno 
y suave es el espíritu del Señor 48 ; a vosotros todos y a cada uno 
en particular, Venerables Hermanos y amados hijos, como prenda 
de los dones celestes y testimonio de Nuestra paterna benevo¬ 
lencia, os impartimos de todo corazón en el Señor la Bendición 
Apostólica. 

Dado en Roma, en San Pedro, el día XXX del mes de sep¬ 
tiembre, en la festividad de San Jerónimo, Doctor Máximo en 
exponer las Sagradas Escrituras, el año MDCCCCXXXXIII, quinto 
de Nuestro Pontificado. 


PIO PP. XII 


45 S. Aug., De doctr . chriat. III, 56; PL. XXXIV, col. 89. 
48 I Mach. XII, 9. 

47 Dan. XII, 3. 

48 Cf. Sap. XII, 1. 



PROLOGO 


D E 


LOS 


TRADUCTORE S 


N O es nada fácil el oficio de traductor , si el que traduce no ha de hacer 
verdadero el proverbio italiano: *Traduttore y traditore*. 

La dificultad es mucho mayor cuando lo que se ha de traducir es la 
Sagrada Escritura , cuyos textos originales fueron escritos en hebreo o en griego 
bíblico f y la traducción ha de hacerse a una lengua de tan distinta índole como 
respecto de aquéllas es la castellana. 

Si la primera cualidad de una versión ha de ser la fidelidad, mucho más 
necesaria será ésta al traducir la Sagrada Escritura y por ser obra divinamente 
inspirada f palabra de Dios y pues de no .dar la versión fielmente el sentido de 
de los originaleSy ofrecería el traductor , como palabra de Dios f lo que realmente 
sería palabra humana. Por eso, al hacer esta versión y nos hemos propuesto 
que sea en primer término enteramente fiel. Aun siendo firmísimo el propósitOy 
son a veces insuperables las dificultades que a su realización se oponen f por 
no haber siempre exacta correspondencia entre las palabras de las lenguas 
originales y las de nuestra lengua. No creemos , sin e?nbargo t que la fidelidad 
obligue al traductor a seguir servilmente la letra del originaly reproduciéndola 
exactamente con palabras castellanas. Esto f más que una traducción , sería una 
tra8cripción f y en la mayor parte de los casos t un verdadero galimatías inin¬ 
teligible y enteramente insoportable. De traducciones así podríamos aducir 
numerosos ejemplos; pero atendiendo a la brevedady nos limitamos a consignar 
el hecho. 

También a las palabras del texto ha de atender el traductor; pero más 
que a ellas ha de atender , y principalmente , al sentido de las construcciones , 
para darlo con escrupulosa fidelidad en la lengua a que traduce. Esto es impo¬ 
sible de conseguir y si no ha de tener el traductor cierta libertad; pero es al mismo 
tiempo causa de que el traductor navegue siempre entre dos escollos a cual más 
peligroso: El excesivo servilismo a la letra y la excesiva libertad en la inter¬ 
pretación. En evitar el uno y el otro hemos puesto gran empeño; mas segura¬ 
mente habremos dado no pocas veces en alguno de los dos. 

Las lenguas originales empleadas en la Biblia tienen } como todas las 
lenguaSy sus modismoSy hebraísmos principalmente , y los tiene también la 
lengua castellana. Los de aquéllas se corresponden a veces exactamente con los 
de ésta y o han pasado a ella por el influjo que sobre nuestra lengua ha ejercido 
la literatura bíblica. Cuando así es, no hay dificultad en la traducción. Pero 
son muchos los casos en que el hebraísmo es intraducible } o solamente con muchos 
rodeos podría traducirse de manera que lo entendiese el lector castellano. En 
estos ca 808 t o hemos dado en la versión el sentido del mismOy o Lo hemos aclarado 
en breve nota exegética. x 

En la trascripción de nombres propios f personales o geográficos y hemos 
seguido el camino que siguió nuestra lengua al apropiárselos , acomodándolos 






L-X.il 


PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES 


a su índole. Así, hemos trascrito siempre por nuestra j el Iod inicial, excepto 
en el.nombre Yave, por parecemos intolerable a oídos castellanos la palabra 
que de hacerlo resultaría. No trascribimos las semivocales, creyéndolas sufi¬ 
cientemente representadas por nuestras vocales. Hemos, sin embargo, excep¬ 
tuado el He, sobre todo en principio de palabra, por tener en nuestra ortografía 
su correspondiente , la h. Hemos prescindido de la diversa pronunciación , dura 
o suave, de ciertas consonantes hebreas, excepto en los casos en que esa pro¬ 
nunciación tiene correspondencia en los sonidos consonantes de nuestra lengua. 
Todas las sibilantes, en que tan rica es la lengua hebrea, las trascribimos por 
nuestra s, fuera del Zain, que corresponde a nuestra Z o a nuestra c suave. 
Hemos prescindido de la duplicación o alargamiento de las consonantes f 
tan frecuente en hebreo, fuera de los casos en que, por darse dos nombres distin¬ 
tos, uno con la duplicación y otro sin ella, el suprimirla podía ser causa de 
confusión. 

Tampoco trascribimos el Ayin más que por su vocal, ya que esta conso¬ 
nante, ni tiene correspondiente gráfico en nuestro alfabeto, ni es para nosotros 
pronunciable. 

La trascripción de los nombres propios griegos no ofrece ya tanta dificultad, 
por la mayor afinidad de ambas lenguas. Al trascribirlos, hemos seguido 
también el proceso que al apropiárselos siguió nuestra lengua, acomodándonos 
a las normas corrientes en la derivación de tantas palabras griegas como han 
entrado a formar parte de nuestro léxico. 

Además de la fidelidad, ha de tener toda buena traducción la claridad, 
pues de nada serviría todo si la traducción fuera ininteligible. Hemos puesto 
nuestro e?npeño todo en procurarla, hasta el punto de sacrificar a veces en aras 
de ella otras deseables cualidades. Hay, sin embargo, casos en que la claridad 
es imposible, si la versión ha de ser fiel, por ser oscuro el texto mismo; y en 
estos casos hemos preferido dar el texto con su propia oscuridad, antes que 
exponernos a falsearlo con nuestra interpretación. En casos tales hemos pro¬ 
curado aclararlo en breve nota exegética. Afortunadamente esos casos no son 
muchos. 

No está todo conseguido si se logra una versión fiel y clara. Es preciso que 
la versión esté verdaderamente en lengua castellana, en frase castellana, con 
períodos castellanos, conforme a la sintaxis de nuestra lengua. Mas al procurar 
esto se corre el peligro de quitar a la obra su color semítico o griego. Es. pues, 
necesario armonizar lo uno con lo otro, dar a la versión color castellano sin que 
pierda su color hebreo o griego, y esto sí que es arduo y difícil. Por conseguirlo 
hemos hecho cuanto nos ha sido posible; mas no se nos oculta que muchas veces 
no lo hemos alcanzado. 

Hemos, pues, pretendido, al hacer esta versión directa de los textos origi¬ 
nales de la Sagrada Escritura, dar al lector una versión castellana lo más 
fiel, clara y limpia que nosotros hemos podido y sabido hacer. Lo difícil del 
empeño en sí, y la buena voluntad que en lograrlo hetnos puesto, muevan al 
lector, no a disimular, mas sí a perdonar los yerros que hayamos cometido. 

Sabido es que, tanto el texto hebreo masorctico, cuanto la versión alejandrina, 
y aun el mismo texto griego del Nuevo Testamento, no han llegado hasta nos¬ 
otros enteramente puros, y que a veces sus lecciones no son las originales de 
los hagiógrafos. Por eso, a la interpretación ha de preceder la critica de los 
textos. Al hacerla, hemos procurado seguir siempre con la mayor escrupulosidad 
las normas de la más sana crítica, rechazando sólo las lecciones evidentemente 
erróneas, por no dar sentido o dar un sentido contradictorio del contexto. Si a 
veces, para la reconstrucción del texto, hemos tenido que recurrir a la conjetura, 
hemos procurado reducirla a lo menos posible. Dar razón de esta crítica textual, 
más que de una versión, es propio del comentario, y por eso tan sólo algunas 



PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES 


L>*I1I 


veces damos razón de ella en breve nota crítica. Cuando en el texto masorético 
hemos creído ver omisiones, las hemos suplido. Cuando en él hemos creído ver 
traslocaciones, el orden del texto y el que a nuestro parecer tuvo antes, van 
suficientemente indicados por la numeración de los versos. 

La versión va precedida de una breve introducción general a todos los libros 
de la Sagrada Escritura. Hemos procurado que, dentro de la brevedad, sea 
lo más completa posible, dando al lector lo más necesario para entrar prepa¬ 
rado en la lectura de los libros. 

Las introducciones especiales son generalmente introducciones a grupos 
de libros; mas hemos creído conveniente hacer preceder también cada libro 
de una introducción especial. En todas ellas hemos procurado ser breves, pero 
completos en cuanto a lo más necesario. 

Por lo que hace al orden de los libros, hemos seguido el tradicional, aunque 
introduciendo en él una ligera modificación. En cada grupo de libros van éstos 
en el orden acostumbrado; mas nos ha parecido conveniente invertir en algo 
el de los grupos, poniendo los profcticos a continuación de los históricos y dejando 
los sapienciales para el fin, ya que los proféticos son principalmente la expli¬ 
cación o inculcación de la Ley , que principalmente contienen los históricos, 
y los sapienciales son como la corona, la flor diríamos 7nás bien, de la Ley 
y de la profecía. Cuanto al Nuevo Testamento, en la sucesión de los grupos de 
las epístolas paulinas hemos seguido el orden cronológico. 









CONSEJOS DE SAN AGUSTIN A LOS LECTORES 
DE LA SAGRADA ESCRITURA 


«Cuantos temen a Dios y por la piedad son mansos, buscan en todos 
estos libros la voluntad de Dios. 

Como ya hemos dicho, lo primero en este empeño y trabajo ha de ser 
conocer estos libros, leyéndolos, aunque no todavía para entenderlos; 
más bien, o para aprenderlos de memoria, o por lo menos para que no le 
sean enteramente desconocidos. 

Después se ha de investigar ya más solícita y cuidadosamente lo que 
en ellos claramente se dice, ya sean reglas de vida, ya reglas de fe; y en esto, 
tanto más podrá hallar cada uno, cuanto mayor capacidad de entender 
tenga, pues en esto que claramente se dice en las Escrituras está cuanto 
pertenece a la fe y a las costumbres de vida; es decir, a la esperanza y a la 
caridad, de que tratamos en el libro anterior. 

Luego, una vez ya adquirida cierta familiaridad con el lenguaje mismo 
de las Divinas Escrituras, proeédase a explicar y discutir lo que de oscuro 
hay en ellas, tomando ejemplos de locuciones claras, para ilustrar por 
ellas las locuciones más oscuras, y por las sentencias ciertas resolver las 
dudas de las dudosas. En esto servirá de mucho la memoria; pero si ésta 
falta, no se la darán a nadie estas reglas.» 

De Doctrina Christiana } I. II, c. 9. 


v 









INTRODUCCIONES 










INTRODUCCION GENERAL A LOS LIBROS 
DE LA SAGRADA ESCRITURA 


I 

LA REVELACION PROFETICA 


1. Las Sagradas Escrituras, inestimable 

don de Dios. 

Las sagradas Escrituras son un inestimable don de Dios, que el hombre 
no podrá nunca suficientemente agradecerle. Elevado al orden sobrenatural, 
a la participación de la misma naturaleza divina, y caído de él por el pecado 
de nuestros primeros padres, plugo a Dios en su infinita misericordia.redi¬ 
mirle, elevándole de nuevo a una altura sobrenatural, mayor todavía 
que aquella de que cayó. Estos sus amorosos designios sobre él, ha ido Dios 
descubriéndoselos al hombre gradualmente, revelándoselos , dándole así 
a conocer los inefables misterios de la vida divina, de su amorosa providen¬ 
cia, especialmente en cuanto a la redención, en los cuales participaría el 
hombre, por su incorporación como miembro al cuerpo místico de la Iglesia, 
cuya cabeza es el Unigénito del Padre, hecho carne, que con su sangre pre¬ 
ciosa había de redimir a la caída humanidad de la servidumbre del pecado. 


“* Principal contenido de las Sagradas; 

Escrituras. La revelación. 

Esta revelación, hecha de una manera gradual y progresiva, es el prin¬ 
cipal contenido de las Sagradas Escrituras, pues aunque en ellas se con¬ 
tengan otras muchas cosas, accesibles a la humana inteligencia, que reveló 
Dios al hombre para que con mayor facilidad y certeza pudiera conocerlas 
sin* mezcla de error, todas ellas se subordinan al fin principal de las Sagra¬ 
das Escrituras: Dar a conocer al hombre los inescrutables amorosos desig¬ 
nios de Dios sobre él. 

3. IYo son las Sagradas Escrituras la 

fuente única de la revelación. 

No son solamente las Divinas Escrituras las que contienen este sagrado 
depósito. Se contiene, además, en la tradición viviente de la Iglesia de 
Cristo, que es la fiel depositaría del divino tesoro y el intérprete autorizado 
de los sagrados libros. 




LX.X 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


Sólo la Iglesia puede indicarnos con infalible certeza cuáles son los 
libros que, escritos bajo la Inspiración del Espíritu Santo, contienen el 
sagrado depósito. Cualquier otro criterio será del todo insuficiente y sólo 
podrá servir para confirmar la verdad de la doctrina de la Iglesia, pues 
siendo la inspiración un hecho sobrenatural, sólo una autoridad de orden 
sobrenatural'e infalible podrá suficientemente certificarnos de él. 


4. Las Sagradas Escrituras son obra de 
Dios y del hombre. 

Todos y sólo los libros canónicos, es decir, los que ha incluido la Iglesia 
en su canon de las Sagradas Escrituras, han sido escritos bajo la inspira¬ 
ción del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra divina. Tienen a Dios por 
autor principal, aunque sean también al mismo tiempo obra humana, 
cada uno del autor que, inspirado, lo escribió. Este doble carácter de los 
libros santos, totalmente obra de Dios, totalmente obra del hombre, es 
fundamental y capitalísimo para el conocimiento e interpretación de las 
Divinas Escrituras, y, de no tenerlo en cuenta, tropezará el lector de estos 
libros con innumerables e insolubles dificultades. 

El autor humano es órgano, instrumento del Espíritu Santo, pero instru¬ 
mento vivo y racional, que bajo la acción de Dios desarrolla su actividad y 
usa de sus facultades de tal manera que en el libro por él escrito queda como 
grabada su personalidad, que fácilmente podrá de él deducir el lector. Es, 
pues, necesario, al interpretar, penetrar en ello cuanto sea posible, sin pres¬ 
cindir de nada que pueda contribuir a darnos a eonocer al autor en todos 
sus rasgos personales característicos y en el desarrollo de su actividad, su 
índole, su carácter, su formación espiritual, sus condiciones de vida, el 
tiempo en que vivió, las fuentes que utilizó, ya orales, ya escritas; las formas 
de decir o géneros literarios que empleó. En cuanto posible sea, nos hemos 
de hacer otro él. (Véase la Encíclica Divino afjlante Spiritu.) 


5.— La profreía. 


Sacra doctrina llama muy bien Santo Tomás a la Sagrada Escritura, y 
por consiguiente, a la Teología, que de ella toma sus principios, ordenándo¬ 
los sistemáticamente y desarrollándolos, y considerando cuanto trata 
bajo la razón formal de la divinidad, sub ratione Deitati8 f pues es Dios 
mismo, o algo a El ordenado como a principio o como a fin; y siempre visto a 
la luz de la divina revelación y en cuanto por ella cognoscible. Esta luz 
es el lumen propheticutn y pues no ha querido Dios revelarse inmediatamente 
a todos y cada uno de los hombres, sino a algunos solamente que, como 
intermediarios entre Dios y el resto de los humanos, recibiesen de él las 
divinas enseñanzas, y en su nombre y con su divina autoridad las transmi¬ 
tiesen a los demás. 


(i. Los profetas. 


Por esto han sido llamados profetas o intérpretes de Dios, y en su nombre 
y con su divina autoridad transmiten las verdades sobrenaturales que 
sobrenaturalmcnte les dió Dios a conocer. Por haber sido hecha de este 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXX1 


modo, se llama también la divina revelación doctrina profética, principal¬ 
mente la del Antiguo Testamento, pues la del Nuevo nos ha sido Hecha 
directa e inmediatamente por el mismo Verbo de Dios encarnado, aunque a 
los que no pudimos oírla de sus divinos labios, nos haya sido trasmitida 
por sus apóstoles y discípulos en los libros que divinamente inspirados es¬ 
cribieron algunos de ellos y en las divinas tradiciones que, de ellos recibidas, 
conserva fielmente la Iglesia, fundada sobre ellos como cimiento por Cristo 
Nuestro Señor. 


7.- Objeto de la profecía. 

El objeto de estas divinas comunicaciones se extiende, según Santo 
Tomás, a todas aquellas cosas que pueden ser conocidas por vía sobrenatural: 
Los misterios de la vida divina, de su providencia, especialmente de la 
redención; las leyes de las buenas costumbres, por las que el hombre se 
encamina a Dios; sucesos futuros, etc. Es, pues, el objeto de la profecía 
el mismo que el de la fe, que define San Pablo: Sperandarum substantia 
rerum , la firme certidumbre de las cosas que esperamos, indicando asi que 
la fe nos muestra aquí, tras el velo del misterio, lo que con su visión nos 
hará bienaventurados. Las otras cosas que no sean la verdad divina, en 
tanto pertenecen a la fe, en cuanto tienen relación con Dios y nos declaran 
algo de su naturaleza. Los mismos misterios de la humanidad de Jesucristo 
y de su Iglesia sólo caen dentro del objeto de la fe en cuanto que por ellos 
nos encaminamos a Dios: ln quantum per haec ordinamur ad Deum . 

B. — Los grados de la profecía. 

Dentro del amplísimo objeto de la ciencia que comunica Dios a sus 
profetas, cabe distinguir varios grados en la ilustración de la mente del 
profeta y el conocimiento por él así adquirido. Es el primero aquella ilus¬ 
tración divina, en virtud de la cual conoce el profeta las verdades sobre¬ 
naturales, los misterios divinos que se ofrecen a su mente, en forma clara, 
inteligible y sin los velos de imágenes sensibles, y juzga de ellos. El segundo 
i es la ilustración en que las cosas divinas se presentan a la mente del profeta 
revestidas de imágenes sensibles. El tercero, finalmente, es la ilustración 
por la cual el profeta juzga, con una verdad y certeza que excede las 
fuerzas del humano entendimiento natural de cosas cuyo conocimiento ad¬ 
quiere por medios naturales. Es propio este último grado de profecía 
de aquellos escritores sagrados que tratan de cosas cuyo conocimiento 
es asequible a la razón, verbi gratia , de materias históricas. En esta 
misma categoría pueden incluirse los que tratan de cosas aun sobrenatura¬ 
les, cuyo conocimiento han adquirido por la vía ordinaria del estudio o de 
la fe, por ser enseñanzas de profetas anteriores. 

B. — El conocimiento proíctico de Jos 

liagiógrafos. 


Este último grado de profecía es el más común a los autores sagrados, 
aunque en mqqhos de los libros santos se contengan partes, de mayor o 
menor extensión, en que se exponen revelaciones por ellos Tecibidas en el 








LKKir 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


modo correspondiente al primero o al segundo grado de la profecía. Con 
viene, pues, determinar con alguna mayor precisión qué significa ese cono¬ 
cimiento profético y qué es lo que añade al adquirido por vía natural y or¬ 
dinaria. Santo Tomás dice que esa luz profética se les concedía para conocer 
las cosas y juzgar de ellas secundum veritatem divinam , secundum certitudinem 
veritatis divinae; con divina verdad, con la certeza de la divina verdad. La 
Fe, como la Teología, contempla todas las cosas .bajo una razón formal 
divina y sobrenatural. De un modo semejante, los hagiógrafos conocen las 
cosas y juzgan de ellas a la luz de los altos principios divinos, y conocen 
y juzgan con aquella claridad, verdad y certeza que dimana de la que de 
esos principios divinos tienen. Esos principios son como su filosofía de la 
historia, basada, no en la especulación, sino en el conocimiento sobrena¬ 
tural de los atributos divinos: Del poder, de la justicia, de la misericordia, 
de la bondad, de la veracidad de Dios, que todas las cosas las ordena a la 
manifestación de su Verbo y a la salud de los predestinados. Tal es, por ejem¬ 
plo, la filosofía divina en que se inspira Moisés al narrar el origen de las 
cosas, la historia de la humanidad primitiva, la de los patriarcas, la de 
Israel. Tal la de Josué, al describirnos el cumplimiento de las divinas pro¬ 
mesas en la distribución de la tierra prometida, etc. Esa misma es la que, 
camino de Emaús, exponía el Salvador a sus dos discípulos, mostrándoles 
por los profetas, a partir de Moisés, cómo era preciso que Cristo muriese 
y por la muerte entrase en su gloria. La misma era la que exponía el santo 
Protomártir en su discurso ante el Sanedrín, que tantas dificultades en¬ 
cierra para los exegetas demasiado esclavos de la letra. El Espíritu Santo, 
que es quien inspira a los santos, es siempre el mismo, y siempre les mues¬ 
tra las cosas a la luz de Dios y les hace en todas buscar a Dios. 

Este aspecto del conocimiento de las cosas contenidas en la Sagrada Es¬ 
critura es común a los Profetas y Hagiógrafos o Escritores Sagrados por ilu¬ 
minación divina, y a los simples fieles por fe y teología, pues constituye el 
objeto formal quod , o ratio formalis quae attingitur en todo conocimiento sobre¬ 
natural, que versa acerca de Dios y sus m'sterios o acerca de las criaturas en 
orden a Dios. 

Mas en el conocimiento profético y hagiográfico hay otro aspecto, que les 
es propio y singular y constituye como su objeto formal quo, y es la luz divi¬ 
na (lumen propheticum) con el que juzgan con infalible certeza divina de la 
verdad de las cosas que enseñan de palabra o por escrito, aunque se trate de 
aquellas verdades cuyo conocimiento hayan adquirido por modo ordinario de 
la razón o del magisterio de tradición o del estudio de anteriores libros 
sagrados. 

Esta luz sobrenatural, junto con la moción divina para escribir, constitu¬ 
ye la inspiración de los libros sagrados, en virtud de la cual éstos son, al 
mismo tiempo, obra de Dios—autor principal—y de los Hagiógrafos—instru¬ 
mentos racionales—: toda de Dios, y toda de los autores sagrados, 


10. — El procireso de la revelación 
profética. 

Esta revelación profética de las verdades divinas se ajusta a una ley 
que importa mucho conocer. Es la ley del progreso, que expone admira¬ 
blemente Santo Tomás, extendiéndola a todas las verdades, tanto a las 
especulativas cuanto a las prácticas. La doctrina de la fe va desarrollándose 
a la manera como se desarrollan las verdades de una ciencia, procediendo de 
los principios a las conclusiones. La razón de este progreso no está en Dios, 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXXlll 


que desde el primer momento podía revelarlo todo, sino en el hombre, 
que no era materia dispuesta para recibir de una vez todo cuanto Dios que¬ 
ría comunicarle. -Aun los mismos profetas, órganos del magisterio divino, 
aunque más ilustrados que el pueblo a quien se dirigían, no siempre vieron 
cuanto en sus conceptos y en las palabras con que los expresaban iba im¬ 
plícito. También para ellos había un progreso correspondiente al del pueblo, 
pues siendo el fin de la profecía el bien y la utilidad espiritual del pueblo, 
tanto a cada uno de ellos se les comunicaba en términos claros o en imáge¬ 
nes y símbolos, cuanto en cada tiempo convenía enseñar al pueblo. As 
llevó Dios a plena ejecución su plan, comenzando la revelación desde los 
orígenes mismos de la humanidad. Jesucristo, que es el fin y la consumación 
de la antigua alianza, puso el sello a la divina revelación, por sí o*por sus 
apóstoles y discípulos, y entregó a su Iglesia ese divino tesoro de la reve¬ 
lación, dándole al mismo tiempo su Espíritu, y asegurándola con la promesa 
de su asistencia hasta el fin de los siglos. Con ella y por ella repite la Iglesia 
día tras día al mundo las mismas divinas enseñanzas en forma acomodada 
a las necesidades de cada época, para que nadie se vea privado del don 
de Dios. 


II 

LA INSPIRACION Y LA VERACIDAD DE LAS 
SAGRADAS ESCRITURAS 


11.—La Sajjradn Escritura es vera» con 
verdad divina. 

Es doctrina de la Iglesia que cuanto se contiene en las Sagradas Es¬ 
crituras ha sido inspirado por Dios, y es, por consiguiente, infaliblemente 
verdadero en el sentido en que el autor inspirado intentó decirlo, sin que 
en esto haya que distinguir entre cosas tocantes o no tocantes a la fe y 
a las costumbres. Así dice León XIII que no puede tolerarse la conducta 
de los que en la solución de las dificultades no vacilan en conceder que la 
inspiración se extiende sólo a las cosas de fe y costumbres, y dicen que 
cuando se trata de la verdad de las sentencias de la Escritura, no se ha 
de atender tanto a lo que dice Dios cuanto a la razón por que lo dice. 
Todos los libros que la Iglesia recibe y propone como canónicos y sagrados 
han sido en todas sus partes escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo; 
y está la divina inspiración tan lejos de admitir error alguno, y tanto por 
su misma naturaleza lo excluye, cuanto es imposible que Dios, suma verdad, 
esté sujeto a error. Tal es la antig'ua fe de la Iglesia, definida solemnemente 
por los Concilios de Florencia y Trento, confirmada por fin y más solem¬ 
nemente expuesta por el Concilio Vaticano. (Encíclica Providentissimva 
Deua.) 


12.—La verdad en las cosas de fe 
y costumbres. 

No se limita esta veracidad a las cosas de fe y costumbres, aunque sean 
éstas el objeto propio y per se de la Sagrada Escritura, al cual se ordena 
todo lo demás que en ella se dice; pero en éstas ha de tenerse en cuenta prin- 






LXXIV 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


cipalmente lo que en el número 10 se dijo acerca del progreso de la reve¬ 
lación, sin lo cual no sería posible establecer la concordia entre el Antiguo 
y el Nuevo Testamento. 


r í3. -La verdad en las cosas naturales. 

Los libros sagrados hablan con frecuencia de las cosas creadas, y en 
ellas nos muestran la grandeza del poder, de la soberanía, de la providencia 
y de la gloria de Dios; pero como la misión de los autores inspirados no era 
enseñar las ciencias humanas, que tratan de la íntima naturaleza de las 
cosas y de los fenómenos naturales, y acerca de ellas no recibían por lo gene¬ 
ral revelación alguna, nos las describen, o en lenguaje metafórico, o según el 
corrientemente usado en su época, como sucede todavía en muchos puntos 
aun entre los más sabios. El lenguaje vulgar describe las cosas tal cual las 
perciben los sentidos; y así también el escritor sagrado , advierte Santo Tomás, 
expresa las apariencias sensibles , o aquello que Dios mismo, hablando a los 
hombres, expresa de humano modo, para acomodarse a la humana capa¬ 
cidad. (Encíclica Providentissimus Deus.) 


M La verdad en las cosas históricas. 

Es historia una gran parte de los libros sagrados. Contiene e'sta, en pri¬ 
mer término, la narración de hechos que forman parte del tesoro revela¬ 
do, como, por ejemplo, el pecado de nuestros primeros padres, el nacimiento 
de Cristo, su muerte y su resurreción, etc. Otros hay que, si no cada uno de 
por sí, pero sí en su conjunto, constituyen el objeto de algún dogma, por ser 
como la expresión de una ley de la sobrenatural intervención de Dios en 
la economía de la salud. Tales son las profecías y los milagros. Estas cosas 
vienen a ser la realización del artículo de la fe credo in Spiritiun Sanctum , 
qui loentus est per prophetas; pero la mayor parte de la historia sagrada la 
forman sucesos naturales, que muestran la providencia de Dios sobre Israel 
o sobre el mundo todo, ordenada a la realización de sus designios de salud 
por Jesucristo. En la narración de estos hechos, los autores sagrados, como 
inspirados, son del todo infalibles, como lo son en las cosas de fe y costum¬ 
bres, ya que escriben la historia sagrada inspirados por el Espíritu Santo, 
autor principal de la Sagrada Escritura, que ni puede engañarse ni enga¬ 
ñarnos. Esta es la doctrina de la Iglesia, que hemos de retener firmemente 
y siempre al interpretar la Escritura. 

Para resolver las dificultades históricas que se presenten, liemos de exa¬ 
minar con toda atención y rigor científico el texto sagrado y los documentos 
profanos, no dando por cierto como sentido de la Sagrada Escritura lo que 
realmente no lo es, ni dando por dato histórico cierto lo que en verdad no 
dice el monumento o documento. 

En esto es preciso tener muy en cuenta las enseñanzas de la Encíclica 
Divino affiante Spiritu. No es tan fácil muchas veces conocer lo. que en 
sus escritos intentan decir los antiguos orientales como lo es en nuestros 
escritores contemporáneos, ni puede esto conocerse sólo por la gramática 
o sólo por el contexto. Para entender lo que ellos quisieron significar con 
sus palabras, le es necesario al intérprete trasladarse mentalmente a aquellos 
remotos siglos del Oriente y ayudarse de todos los recursos de la Historia, 




INTRODUCCIÓN GENERAL 


LX XV 


de la Arqueología y de otras disciplinas, para ver con la posible claridad y 
distinción qué géneros literarios quisieron emplear y emplearon aquellos 
vetustos escritores, pues no fueron siempre las de las antiguos orientales 
las mismas formas de decir que hoy nosotros usamos, sino otras recibidas 
y corrientemente usadas en sus tiempos y países. Cuáles fueran éstas no 
puede establecerlo el exegeta de antemano, sino que ha de deducirlo de 
la escrupulosa investigación de la antigua literatura del Oriente, que, hecha 
en los últimos decenios con mayor cuidado y diligencia, nos ha dado a cono¬ 
cer con más claridad las formas de decir en aquellos antiguos tiempos usa¬ 
das, ora en la poesía, ora en la legislación y en las normas de la vida, ora, por 
fin, en la narración de hechos y acontecimientos. 


III 

SENTIDOS DE LA ESCRITURA Y REGLAS HERMENEITICAS 

ti 

15.—El sentido literal. 

Es el sentido literal el pensamiento que las palabras de la Escritura 
expresan según la intención de quien las dice. No importa que las palabras 
estén tomadas en su significación propia o en una acepción metafórica; 
el sentido que según la intención del autor expresan es siempre literal, lite¬ 
ral propio o literal metafórico. En la religión se dan también cosas o accio¬ 
nes que se ordenan a expresar ideas y sentimientos del que las ejecuta. 
Tales ideas y sentimientos- son, por consiguiente, sentido literal de las 
mismas. Pero la Sagrada Escritura es toda obra de dos autores: el autor 
humano y el Espíritu Santo, que le ilustra y le mueve a escribir. Como 
advierte Santo Tomás, la mente del autor sagrado es instrumento imper¬ 
fecto del Espíritu Santo inspirante, y, por tanto, aun los verdaderos pro¬ 
fetas no siempre alcanzan todo cuanto en las visiones que vieron o en las 
palabras que oyeron quiso el Espíritu Santo encerrar. Dios no comunica 
siempre a cada uno de los profetas toda la luz que por medio de ellos quiere 
derramar sobre el mundo, y cada uno de ellos viene a representar una fase 
en el progreso del magisterio divino, sin tener a veces por eso pleno cono¬ 
cimiento de cuanto oscura e implícitamente se halla en sus profecías con¬ 
tenido. 

De aquí que en las Sagradas Escrituras puedan distinguirse dos 
sentidos literales: uno, el propiamente literal histórico; el otro, más espi¬ 
ritual, que, por tener en el Evangelio su pleno desarrollo, puede llamarse 
evangélico. El primero depende de las circunstancias históricas del escri¬ 
tor sagrado y de las de los destinatarios inmediatos de su obra. Tal, por 
ejemplo, el sentido histórico de la Ley, es el que ésta tenía para los israelitas 
que la practicaban y para quienes era norma de vida. 

El segundo viene a ser el mismo literal histórico visto a la luz de reve¬ 
laciones posteriores, principalmente de la revelación evangélica. Es, por 
tanto, más amplio, más perfecto, pues el Espíritu Santo, que destinaba las 
Sagradas Escrituras, aun las del Antiguo Testamento, para alimento espi¬ 
ritual de la Iglesia de Cristo, no coartaba el sentido de la letra a la mente 
del escritor sagrado, ni a la necesidad transitoria del pueblo de Israel, al 
cual iban inmediatamente destinados los libros. Y así vemos que en los 





LXXV1 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


Salmos y en otros libros que a diario usa la Iglesia, hallan los fieles sublimes 
enseñanzas religiosas y la expresión de los más exquisitos sentimientos 
de piedad, como si para los cristianos directamente hubieran sido escritos, 
pues, como dice Santo Tomás, «el Espíritu Santo fecundó la Sagrada Es¬ 
critura con verdad más abundante que la que los hombres pueden com¬ 
prender» (II, Sent, 12, 1, 2 ad 7). 


18. — Reglas para la investigación del sentido 
literal histórico y del evangélico. 

Las reglas hermenéuticas que en la investigación del sentido histórico 
se deben seguir están condensadas en estas palabras de Eutimio: «Los que 
leen las Sagradas Escrituras deben inquirir la intención del que habla, las 
disposiciones del que oye, atender a los lugares y a los tiempos, observar 
los modismos, y no tomar de igual modo todas las cosas, si quieren alcanzar 
el sentido y no quedarse en la superficie de la letra.» En cuanto al espiritual 
o evangélico, más perfecto que el histórico, pues la tendencia a la espiritua¬ 
lidad y a la perfección es la norma de la acción divina sobre el hombre, son 
dos las reglas que en su investigación han de observarse. Es la primera la 
unidad lógica que liga todas las verdades reveladas, haciendo de ellas un 
perfecto organismo. La segunda es el progreso de la revelación, la tendencia 
al desenvolvimiento lógico de esas verdades, partiendo de los más elemen¬ 
tales principios para llegar a las más elevadas cumbres. Atendiendo a esta 
tendencia ascensional, y apoyados en el sentido histórico de los lugares 
que sobre cada punto de la doctrina revelada forman como una cadena, po¬ 
dremos ver implícitas en textos oscuros de los primeros libros verdades 
que más claramente se contienen en libros posteriores, hasta llegan al Nuevo 
Testamento, conforme al antiguo axioma: Vetus Testamentum in Novo patet , 
Novum in Velere latet. 


17.—El sentido típico. 

La tradición judía y la cristiana reconocen que hay en la Escritura 
además del sentido literal, un sentido en que no son las palabras, sino 
las cosas o personas por ellas expresadas, las que inmediatamente signi¬ 
fican. «El autor principal de la Escritura, dice Santo Tomás, es Dios, en 
cuyo poder está emplear, para significar las ideas, no sólo palabras, sino 
también cosas. Y siendo común a todas las ciencias expresar las ideas con 
palabras, la ciencia de la Sagrada Escritura tiene esto de propio: Que 
en ella también significan algo las cosas mismas, expresadas por las pala¬ 
bras. Esa primera significación, por la que las palabras expresan las cosas, 
pertenece al sentido literal o histórico; aquella otra, en virtud de la cual 
las cosas mismas contenidas en las palabras representan y expresan a su 
vez otras cosas, se llama sentido típico, que supone el literal, y en él se 
apoya.» La razón objetiva de este sentido la expone Santo Tomás como 
sigue: «Dios, autor del orden sobrenatural y ordenador de los hechos 
históricos, va disponiendo suavemente el curso de los sucesos, de suerte 
que todo se dirija a la glorificación de su Verbo y a la realización de su 
obra de salud.» La semilla de la verdad va disponiendo las almas a recibir 
la revelación del gran misterio; las instituciones y observancias de la ley 
fomentan la piedad y el fervor religioso, que recibirán de Cristo su última 
perfección; las personas, los acontecimientos ele |a vida familiar o nació- 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXWII 


nal, que contribuyen a preparar la obra mesiánica, sirven por el mismo 
caso para anunciar desde lejos al gran Rey de las naciones, y para ir, 
aunque confusamente, dibujando el plan de su obra portentosa. Los pro¬ 
fetas señalan repetidas veces la liberación de la servidumbre egipcia 
como señal y prenda cierta de otra liberación más insigne; la de la cautivi¬ 
dad babilónica o de la salud mesiánica. La bondad divina, mostrada 
por algún hecho especial, era motivo para excitar la confianza de los fieles 
en recibir otros más excelentes favores de Dios y prepararlos para ellos. 
Así se cumple que la vida en la antigua Ley es en todo una preparación de 
Ja vida cristiana, y la Ley misma, la primera etapa, la figura, el vaticinio 
del Evangelio. Debe, sin embargo, advertirse que este sentido, por la mis¬ 
ma imprecisión de los signos que lo expresan, aunque apto para fomentar 
la piedad, no sirve para probar los dogmas de la fe, sino cuando ae su 
existencia en un determinado lugar de la Escritura, nos conste por la 
autoridad de un autor inspirado, la de la Iglesia o la unánime interpreta¬ 
ción de los Padres. En estos casos tendrá el texto Ja autoridad de los intér¬ 
pretes. 


10_La Tradición y la Escritura. 

Además de estas normas hermenéuticas, derivadas de la naturaleza 
divina de las Escrituras, se impone a los católicos la autoridad de la Tra¬ 
dición, representada por el magisterio de la Iglesia y las enseñanzas de 
los Santos Padres. Podría parecer que esto es un elemento extraño a 
la Escritura, y que, como dicen los heterodoxos, impide y coarta el estudio 
científico de la misma. ¿Cómo justificar esta intrusión? No hay tal intru¬ 
sión. La verdad divina, que es el objeto de la Sagrada Escritura, fue de¬ 
positada primero en la mente de los profetas, órganos de Dios, para la 
revelación de sus misterios. Los profetas, antes que nadie, recibieron la 
vida que de esa revelación brota, y laboraron luego por infundirla en el 
corazón del pueblo elegido, antes de que la escribieran en sus perga¬ 
minos. No otra fué también la obra de Cristo y de sus apóstoles y discí¬ 
pulos. De manera que la verdad revelada, alma y vida de la Iglesia, antes 
que en los libros, fué escrita en la inteligencia y en el corazón de la misma. 
Allí reside vivificada por el Espíritu Santo,-libre de las mutaciones de los 
tiempos y de la fluctuación de las humanas opiniones; no expuesta a los 
descuidos de los amanuenses, ni a la ignorancia de los trascriptores y tra¬ 
ductores, ni a la malicia de los herejes, manifiesta a los sencillos, oculta a 
los soberbios y segura de los tiranos. El Espíritu Santo, que la depositó en 
la Iglesia, es el que da a ésta la inteligencia de la misma, y, por la inteli¬ 
gencia, la vida. Por eso el sentir de la Iglesia católica, la doctrina de los 
Padres y Doctores, que son sus portavoces y testigos, la voz del mismo 
pueblo fiel, unido a sus pastores y formando con ellos el cuerpo social de 
la Iglesia, son el criterio supremo, según el cual se han juzgado siempre las 
controversias acerca de los puntos doctrinales, así teóricos como prác¬ 
ticos; y así decretó el Concilio Tridentino que en la exposición de la Sa¬ 
grada Escritura, en las cosas de fe y costumbres, a nadie es lícito apartarse 
del sentir de los Padres y de la Iglesia. 

S. S. Pío XII, en su Encíclica «Divino afilante Spiritu», dice: «Es preciso 
que los intérpretes no se contenten con exponer lo que toca a la historia, 
a la arqueología, a la filología y otras disciplinas semejantes, como por des¬ 
gracia sucede en ciertos comentarios, sino que usando de éstos en cuanto 
pueda contribuir a la exégesis, -se esfuercen principalmente por exponer 




Lxxvm 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


la doctrina teológica tocarte a la fe y las costumbres de cada libro o cada 
texto, para que esta exposición suya pueda servir a los teólogos para pro¬ 
poner y confirmar los dogmas, y sirva también a los sacerdotes para ensenar 
al pueblo fiel la doctrina cristiana, y contribuir a que los fieles todos vivan 
una vida santa y digna de un cristiano.! 


IV 

EL CAIVOX DE LOS SAGRADOS LIBROS 


IÍJ. — Criterio de eanoníeidad. 

Llámase canon a toda regla de la fe o de la disciplina eclesiástica. 
De aquí procede la denominación de canónico * que se da a los libros sa¬ 
grados como tales, pues son regla de nuestra fe y de la vida cristiana, 
y, además, porque han sido incluidos en otra regla más alta y universal, 
que es la tradición viva de la Iglesia. De esta regla decía San Agustín 
que no creería en la Escritura si no le dijera la Iglesia que había que creer 
en ella. En ln tradición de la Iglesia se contiene la doctrina, no sólo acerca 
de la naturaleza de los libros santos, sino de cuáles son estos. El medio 
por el cual se nos transmite esto último es principalmente la lectura pública 
de estos libros cu la liturgia eclesiástica. Por eso los más antiguos docu¬ 
mentos oficiales que poseemos sobre el canon de los libros sagrados re¬ 
gulaban la lectura pública cu la Iglesia. En ella, sobre todo, se apoyaron 
los Concilios de Florencia y de Trento para definir y declarar de fe el 
siguiente; 


-0. Canon de los Libros Sagrados. 

«Son los que a continuación se enumeran: Del Antiguo Testamento: 
cinco de Moisés, a saber: El Génesis, El Exodo, El Levftico, Los Núme¬ 
ros y El Dcuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los Reves, dos de 
los Pnralipómcnos; Esdras, el primero, y el segundo, que se llama Nclic- 
mfas; Tobías, Jmlit, E.sler, Job; el Salterio davídico, que comprende 150 sal¬ 
mos; Proverbios, Eclcsiaslés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Ecle¬ 
siástico, Isaías; Jeremías con Haruc, Kzcqujel, Daniel; doce profetas me¬ 
nores, a saber; Oseas, Jocl, Amós, Abdías, Jonás, Miqucas, Kalium, Ha- 
bacuc, Sofonías, Agco, Zacarías y Malaqufns; y dos de los Maeabcos, pri¬ 
mero y segundo. Del Nuevo Testamento: cuatro Evangelios: de San Mateo, 
de San Marcos, de San Lucas y de San Juan; Jlechos de Apóstoles, 
escritos por el evangelista San Lucas; catorce Epístolas de San Pablo Após¬ 
tol: a los Romanos, dos a los Corintios, a los Cálalas, a los Efcsios, a los 
Filipcnscs, a los Coloscuscs, dos a los Tcsalonieeiises, dos a Timoteo, a 
Tilo, a Eilemón y a los Hebreos; dos de San Pedro Apóstol, tres de San 
Juan Apóstol, una de Santiago Apóstol, una de San Judas Apóstol y el 
Apocalipsis de San Juan Apóstol.* 

A esla lista anadió el Concilio Tridcntino el siguiente canon: «Si alguno 
no recibiere por canónicos y sagrados estos libros, íntegros, con todas sus 
portes, como en la Iglesia católica acostumbraron a leerse y se contienen 
en la antigua edición Vulgalá latina, sea anatema,! 



INTRODUCCIÓN GENERAL 


LXXIX 


Estos libros suelen distinguirse en protocanónicos y deuteroeanónieos, 
según que desde luego y sin vacilaciones fueron reconocidos como canó¬ 
nicos, o fueron objeto durante algún tiempo de dudas y discusiones. Los 
deuteroeanónieos del Antiguo Testamento son: Tobías, Judit, los dos de 
los Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría y Barue, con algunos fragmentos de 
Ester y Daniel. Los del Nuevo Testamento son: Epístola a los Hebreos, 
II de San Pedro, II y III de San Juan, la de Santiago, la de San Judas 
y el Apocalipsis de San Juan. 


y ' 

TEXTOS Y VERSIONES 


21. — Lenguas en que fueron escritos los 
originales de la Sagrada Escritura. 

Acerca de un libro, sobre todo si es antiguo, importa mucho conocer 
dos cosas: La lengua en que fué escrito y la fidelidad con que su texto repro¬ 
duce el original del autor. Esto impone a los estudiosos de la Sagrada Es¬ 
critura larga y penosa labor. Los libros santos fueron escritos en la lengua 
hablada por aquellos a quienes inmediatamente se destinaron. Así, la ma¬ 
yoría de los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo. Al¬ 
gunos de ellos tienen trozos en arameo, lengua afín y muy semejante al he¬ 
breo, y que hablaron vulgarmente los judíos desde los tiempos de la cauti¬ 
vidad babilónica. Finalmente, hay también algunos escritos en griego, 
lengua hablada por los judíos después de la dispersión, sobre todo en 
Egipto; y otros que, originalmente escritos en hebreo o en arameo, sólo 
se han conservado en una versión griega. De los libros del Nuevo Testa¬ 
mento sólo el Evangelio según San Mateo fué originalmente escrito en 
arameo, como inmediatamente destinado a los judíos convertidos de Je- 
rusalén; pero sólo en la versión griega se ha conservado, y en griego fueron 
originalmente escritos todos los otros libros. Esta doctrina va resumida 
en el siguiente cuadro sinóptico. 

/ Daniel: Hebreo, con fragmentos árameos, y griegos 
I deuteroeanónieos. 

Esdras: Hebreo, con inserción de documentos 
árameos. 

Ester: Hebreo, con fragmentos griegos deuteroea- 
nónicos. 

I Eclesiástico y Libro 1 de los Macabeos: Hebreo, 
Antiguo Testamento. ' pero conservados en griego. 

j Tobías y Judit: Hebreo o arameo, conservados en 
griego. 

Barue, fragmentos deuteroeanónieos de Daniel y 
Ester: Hebreo, conservados en griego. 

Sabiduría y Libro II de los Macabeos: Griego. 

Todos ios demás: Hebreo y conservados en he- 
i breo. 

¡ Evangelio según San Mateo: Arameo, conservado 
en griego. 

Todos los otros: Griego. 







LXXX 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


22.—Versiones antiguas. 

Los judíos de la dispersión primero, y luego los cristianos, que no en¬ 
tendían la lengua original de los libros sagrados, hubieron de procurarse ver¬ 
siones de ellos en su lengua vulgar, para poder leerlos en las sinagogas 
y en las iglesias. A los judíos de Alejandría se debe la primera y más anti¬ 
gua versión de la Biblia hebrea, hecha por varios autores, entre los si¬ 
glos ni y i antes de Cristo. Es la versión llamada de los LXX, que los 
Apóstoles autorizaron con su uso y entregaron a las iglesias por ellos 
fundadas. De esta versión griega, por desconocer el hebreo, hicieron des¬ 
pués versiones los latinos, los eoptos y otros, mientras que ios sirios, cuya 
lengua es afín del hebreo, hicieron directamente de esta lengua la versión 
a la suya. 


23. — Orígenes de la Vulgata latina. 

A San Jerónimo, llamado por la Iglesia Doctor mazimua in ir.terprdandis 
6acri8 scripturis , se debe un triple trabajo sobre ellas. Primeramente eorri- 
gió la versión latina del Salterio, según la edición griega corriente. Después 
corrigió el mismo Salterio y otros libros del Antiguo Testamento, según 
la edición hexaplar de Orígenes. Por último, tradujo directamente del he¬ 
breo todos los libros del canon judío, y del arameo, los libros de Tobías y 
Judit. Algunos de estos trabajos no pasaron al uso público de las iglesias 
y sólo se conservaron en poder de los eruditos. Los demás fueron siendo 
poco a poco adoptados por las iglesias, aunque mezclados con lecciones de 
la primitiva versión latina y reteniendo otras de ésta que San Jerónimo 
con sus correcciones había excluido. De estos elementos vino a formarse el 
texto de la actual Vulgata, que el Concilio de Trento, apoyándose, no en 
un examen crítico de la versión, sino en el uso tradicional de la Iglesia, 
declaró auténtica, mandando que nadie, bajo ningún pretexto, osara recha¬ 
zarla en los actos públicos del magisterio ordinario de la Iglesia, como 
lecciones, predicaciones, etc. El cuadro trazado a continuación como resu¬ 
men indica los elementos de que consta la Vulgata, cuya corrección, des¬ 
pués de la verificada por Sixto V y Clemente VIII, está actualmente enco¬ 
mendada a la Orden Benedictina. 

a) Libros protocanónieos: Traducidos del hebreo 

por San Jerónimo, excepto el 

b) Salterio: Corregido por San Jerónimo según el 

texto hexaplar. 

c) Tobías y Judit: Traducidos por San Jerónimo 

del texto arameo. 

d) Baruc y los Macabcos: De la versión latina pri- 

I mitiva. 

Antiguo Testamento. / e) Fragmentos deuterocanónieos de Daniel: Tra¬ 
ducidos por San Jerónimo del texto griego de 
Tcodoción. 

/) Fragmentos deuterocanónieos de Ester: Tra¬ 
ducidos por San Jerónimo del texto griego 
de los LXX. 

g) Sabiduría y Eclesiástico: De la antigua latina, 
ligeramente corregidos por San Jerónimo se- 
1 gún el texto griego. 





INTRODUCCION GENERAL 


LX XXI 


Nuevo 


Testamento. 


a) Evangelios: Corregidos ciertamente por San Je¬ 

rónimo según el texto griego. 

b) Los demás libros: Corregidos probablemente por 

San Jerónimo según el texto griego. 


24.—Autenticidad do la Vulgutn. 

Respecto de la autenticidad de la Vulgata, más que decir nada por nuestra 
cuenta, preferimos reproducir lo que respecto de ella dice S. S. Pío XII en 
su Encíclica «Divino afilante Spíritu». 

Nadie piense que el uso de los textos primitivos, hecho según las normas 
de la crítica, se opone en modo alguno a lo que sabiamente decretó ei Con¬ 
cilio Tridentino acerca de la Vulgata latina, pues como lo atestigua la His¬ 
toria, los Padres del Concilio, lejos de oponerse al uso de los textos primi¬ 
tivos, expresamente rogaron al Pontífice que «en favor de las ovejas de 
Cristo encomendadas a Su Santidad», procurase también que, además de 
la edición de la Vulgata latina, «tuviese la Santa Iglesia de Dios un ejem¬ 
plar griego y uno hebreo, lo más corréelos posible», deseo al que, si por lo 
difícil de los tiempos y por otros impedimentos no se pudo responder ple¬ 
namente, al presente, como esperamos, unidos los esfuerzos de todos los 
católicos doctos, podrá satisfacerse más perfecta y plenamente. Que el 
Concilio mandara que la Vulgata latina fuese la versión latina «que todos 
tuviesen por auténtica», sólo, como todos ven, afecta a la Iglesia latina y 
al uso público en ella de la Escritura, y sin duda no disminuye en nada la 
autoridad y la fuerza de los textos primitivos. Pues ni se trataba entonces 
de textos primitivos, sino de las versiones latinas entonces divulgadas, entre 
las cuales muy justamente mandó el Concilio preferir aquella que «por el 
prolongado uso de tantos siglos ha sido aprobada en la Iglesia misma». Por 
tanto, esta superior autoridad de la Vulgata o, como suele decirse, auten¬ 
ticidad, no la fundó el Concilio en razones principalmente críticas, sino más 
bien en el legítimo uso de la Iglesia por el decurso de tantos siglos, que 
demuestra que está inmune de todo error en las cosas de fe y costumbres, 
de modo que puede ser aducida, con el testimonio y la confirmación de la 
misma Iglesia, seguramente y sin temor alguno de errar, y por tanto esta 
autenticidad no se dice principalmente crítica, sino más bien jurídica. Por 
lo cual esta autoridad de la Vulgata en las cosas doctrinales lio prohíbe—sino 
más bien hoy casi exige—que esa misma doctrina se compruebe y confirme 
también por los textos primitivos y que a esos mismos textos se acuda, para 
que cada vez más se aclare y explane la significación de las Sagradas Letras. 
Ni se prohíbe tampoco por el decreto del Concilio Tridentino, que para 
el uso y bien de los fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina 
palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares, y se hagan también 
éstas de los mismos textos primitivos, como ya, con la aprobación de la auto¬ 
ridad de la Iglesia, sabemos que en muchas regiones se ha hecho. 


25.—Versiones espaüolas. 

I 

Las múltiples versiones españolas, ya totales, ya parciales, de los libros 
sagrados son, unas, del texto latino de la Vulgata; otras, de los textos origi¬ 
nales. Las primeras contienen todos los libros, como hechas por autores ca¬ 
tólicos; las segundas, como hechas por judíos o protestantes, sólo contienen 


vi 





ucxxii 


INTRODUCCIÓN GENERAL 


los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, es decir, aquellos cuyo 
texto hebreo ha llegado hasta nosotros, las de judíos, o los protocanónicos 
de uno y otro Testamento, las de protestantes. 

1. ° En su Crónica General , Alfonso X, el Sabio , incluyó la traducción 
de casi toda la Escritura, hecha del latín: Biblia alfonsina. 

2. ° En los siglos xiv y xv, los judíos hicieron hasta seis versiones de la 
Biblia, la principal de las cuales, la única impresa, es la llamada Biblia de 
Alba , editada en Madrid. Imprenta Artística, 1920. 

3. ° En el 1553, los judíos españoles residentes en Italia publicaron la* 
Biblia traducida «palabra por palabra» en dos ediciones, la una dedicada 
a los judíos y la otra dedicada a los católicos. Del lugar de su impresión 
lleva el nombre de Biblia de Genova. 

r 4 0 En Basilea (1567-1569), Casiodoro de Reina, protestante, publicó 
una versión de toda la Biblia que es conocida por Biblia del Oso. Esta misma, 
corregida luego por Cipriano de Valera, fue impresa en Amsterdam (1602). 
Es la que acredita y difunde por España la Sociedad Bíblica inglesa. 

5.° Modificada la legislación eclesiástica, que desde el siglo xvi prohi¬ 
bía la lectura, y por consiguiente, la impresión de los libros santos en len¬ 
gua vulgar, publicó el P. Felipe Scio, escolapio, la traducción española 
hecha del latín. (Valencia, 1791-1793.) 

6.° Don Félix Torres Amat, canónigo entonces de Barcelona, dió a luz 
otra nueva versión de la Vulgata latina, hoy muy difundida, en Madrid 
(1823-1825). Parece que en la preparación de su trabajo el Sr. Torres Amat 
utilizó una traducción del P. José Miguel Petisco, S. J. 

Fuera de estas versiones generales, ya del Antiguo Testamento hebreo, 
ya de la Biblia toda, abundan las traducciones y ediciones de libros par¬ 
ticulares o de grupos de libros de uno u otro Testamento. 

No hay, pues, traducción alguna castellana total, hecha directamente 
de los textos originales. Las totales son versiones de la Vulgata. Las hechas 
sobre los textos originales no comprenden los libros deuterocanónicos, 
que ni judíos ni protestantes admiten. 

Al dar a la pública luz esta nueva versión castellana directa y completa 
de las Sagradas Escrituras, llenamos un vacío de tiempo ha sentido en 
nuestra España, y al encomendarla a la benevolencia de ios lectores, les 
pedimos y rogamos instantemente que la reciban y juzguen con la ecua¬ 
nimidad y suma caridad que a todos los lujos de la Iglesia recomienda Su 
Santidad Pío XII en su reciente Encíclica para con los conatos de los va¬ 
lientes operarios de la viña del Señor en las cosas bíblicas, huyendo de ese 
poco prudente prurito de impugnar o al menos de tener por sospechoso 
todo lo nuevo, pues sólo en un ambiente de mutua confianza y caridad podrán 
dar frutos los aunados esfuerzos, que manteniendo incólumes los principios 
dogmáticos y la doctrina de la Iglesia, aporten cada uno lo que pueda para 
el bien de todos, para provecho cada día creciente de la doctrina sagrada y 
defensa y honor de la Santa Iglesia. La verdadera libertad de los hijos de 
Dios, fomentada y sustentada por todos, es condición y fuente de todo fruto 
Verdadero y de todo progreso de la ciencia católica, como ya egregiamente 
lo expuso Su Santidad León XIII, diciendo: «Sin la común conspiración y 
la seguridad en los principios, no podrán esperarse para estos estudios gran¬ 
des provechos de los esfuerzos aunados de muchos.» 



INTRODUCCION ESPECIAL A LOS LIBROS 
HISTORICOS 


1. — La Historia Sagrada. 

Se llama Historia Sagrada a la historia del pueblo de Israel, escogido 
por Dios para preparar la obra de la salud mesiániea. El concepto de esta 
historia depende del que de la misma salud se tenga. Para los racionalistas, 
esta salud no implica nada sobrenatural, y así, la historia de Israel no se 
distingue sustancialmente de la historia de los otros pueblos. Según ellos, 
Israel, por una selección lenta y natural, fue elevándose de su estado pri¬ 
mitivo de ignorancia y barbarie hasta la perfección moral y religiosa de 
que nos da testimonio la Biblia. 

Mas para quien cree en los destinos sobrenaturales del hombre y en la 
intervención sobrenatural y extraordinaria de Dios en la historia del 
humano linaje, la Historia Sagrada es la historia de esta sobrenatural 
intervención de Dios por medio de sus enviados, los profetas y legisladores 
de Israel. Desde los comienzos de la humanidad depositó Dios en el cora¬ 
zón del hombre una aspiración y una esperanza: La aspiración a participar 
de la vida divina y la esperanza de poder algún día alcanzar el término 
de esa aspiración, no obstante los impedimentos que a ello puedan opo¬ 
nerse. Esta aspiración y esta esperanza van tomando forma cada vez 
más clara en el corazón humano, hasta llegar a Jesucristo, que las lleva a 
feliz término. Este desarrollo no se realiza sin enconada lucha, por opo¬ 
nerse a él las mismas fuerzas humanas. Pues bien, la Historia Sagrada 
es la historia de esa intervención divina, de sus luchas con las fuerzas ad¬ 
versas y de sus progresos hasta llegar a la cumbre de la perfección en 
Jesucristo. San Agustín nos ofrece esta historia como la historia de dos 
ciudades opuestas; la Ciudad de Dios, que vive del amor del sumo Bien y 
lucha por él, y la ciudad del mundo, que vivé del amor de sí misma y com¬ 
bate por hacerle triunfar. 


2.—Las leyes de la Historia sagrada. 

La primera ley que rige el desarrollo de esta historia es la del progreso 
de la revelación profética, de que antes hemos hablado en la «Introducción 
general». San Cirilo de Alejandría compara la obra de Dios a la de uh 
pintor, que al ejecutar un cuadro comienza por el dibujo, y va luego, poco 
a poco, dándole el colorido, hasta dejarlo acabado. La segunda ley es la 
de la adaptación. El progreso de la revelación es ya una adaptación a la 
capacidad del hombre, como bellamente lo declara San Juan Crisóstomo. 



LXXX1V 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


Pero hay, además, otra adaptación a las condiciones intelectuales, morales 
y religiosas del hombre, en virtud de la cual va Dios elevando constante¬ 
mente las ideas, los sentimientos, las instituciones, los ritos y ceremonias, 
para cada vez mejor expresar la verdad revelada y ennoblecer los senti¬ 
mientos que de ella brotan. Más lejos lleva todavía Dios esta adaptación, 
llegando hasta condescender temporalmente con ciertas flaquezas huma¬ 
nas, esperando a que la fuerza de su gracia venga a hacerlas desaparecer. 
De aquí que las verdades de orden moral y religioso, como destinadas por 
su naturaleza a informar y regir la vida humana, comiencen por tomar 
cuerpo en la misma organización social, en las leyes e instituciones civi¬ 
les, en las costumbres domesticas y en los ritos y ceremonias religiosas, 
ya antes conocidos y practicados por Israel, y vaya purificándolos y ele¬ 
vándolos en virtud de un nuevo principio de vida sobrenatural, elevando 
mediante ellas la vida misma del hombre. Esto explica la gran semejanza 
entre la vida de Israel y la de los otros pueblos, especialmente si son de 
su misma raza o han vivido en estrecha relación con él. De ahí las coinciden¬ 
cias de Israel con esos pueblos en cuanto al nacionalismo, la venganza per¬ 
sonal, la poligamia, el divorcio y otras cosas tocantes a la religión y a la 
moral, que va Dios por sus profetas poco a poco restringiendo, hasta que 
del todo quedan corregidas con la promulgación del Evangelio. 

Por esta incorporación de la revelación divina a la vida del pueblo se 
explican también las influencias que han ejercido en el desarrollo de la 
Historia Sagrada los sucesos históricos, como guerras, invasiones extranje¬ 
ras, deportaciones, cambios de dinastía, etc. 

Estas sencillas, pero fundamentales consideraciones, nos dan la solu¬ 
ción de las dificultades y argumentos que oponen los racionalistas, y en que 
apoyan éstos su teoría de la absoluta semejanza entre la Historia Sagrada 
y la historia de los otros pueblos, por las analogías externas que entre una 
otra se ofrecen. 


3.—Clasificación de los libros históricos. 


Del concepto que de la Historia Sagrada hemos expuesto se desprende 
que los documentos primarios de la misma son los escritos de los pro¬ 
fetas, por los que se comuniea la divina revelación, y los textos legislati¬ 
vos en’ los que esa revelación toma cuerpo para obrar sobre la vida del 
pueblo. Pero no es de estos libros de los que ahora tratamos, sino de aque¬ 
llos que formalmente narran la vida del pueblo, sus vicisitudes, sus gue¬ 
rras, deportaciones, caídas y resurgimientos religiosos, en los que, como 
importantes actores de la historia, intervienen los ministros de la revelación. 
Estos libros son, en el Antiguo Testamento, los siguientes: El Génesis y, 
en parte, los otros cuatro libros del Pentateuco; Josué, los Jueces, Rut, 
los dos de Samuel, los dos de los Reyes, los dos de las Crónicas, común¬ 
mente llamados Paralipómenos, Esdras y Xehemías, Judit, Tobías, Ester, 
y finalmente los dos de los Maeabeos. De ellos, la mayor parte contienen 
la historia general de Israel; otros se limitan a episodios personales impor¬ 
tantes en la vida del pueblo; por ejemplo, Judit y Ester; otros son biogra¬ 
fías particulares, pero siempre relacionadas con la vida del pueblo; por 
ejemplo, Rut y Tobías. Los que contienen la vida general del pueblo for¬ 
man dos series, aunque con algunos vacíos. En el Pentateuco, El Génesis, 
que es como la prehistoria de Israel, v el Deuteronoinio, que es un resumen 
de la historia y de la ley, forman dos obras literariamente distintas de los 



INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS. 


LXXXV 


otros tres libros, en que se nos cuentan la liberación de la servidumbre 
egipcia, la legislación dada a Israel y las peregrinaciones por el desierto. 
Entre El Génesis y El Exodo hay un vacío de varios siglos, correspondien¬ 
tes. a la estancia de Israel en el país de los Faraones. Josué, que cuenta la 
conquista y la distribución de la tierra de Canaán entre las tribus, empalma 
literaria e históricamente con el Deuteronomio. Los Jueces son literaria¬ 
mente obra distinta, pero su historia enlaza con la que le precede y la que 
le sigue; abarca el espacio de varios siglos que median entre Josué y Samuel. 
Los dos que en hebreo llevan el nombre de este último, y que en los LXX y 
en la Vulgata son los dos primeros de los Reyes, forman literariamente 
una sola obra, que narra los orígenes y la consolidación de la monarquía, 
precedida de la judicatura de Samuel, que es el órgano de Dios para la in¬ 
troducción de este cambio de gobierno en Israel. Con esta obra enlazan 
históricamente los dos libros de los Reyes, que en los LXX y en la Vulgata 
son el III y el IV de los Reyes y forman literariamente una obra indepen¬ 
diente en que se narra la historia de la monarquía davídica en tres períodos: 
primero, el reinado de Salomón (I Reg., 1-11); luego, la historia paralela de 
los dos reinos, hasta la destrucción de Samaría en 721 (I. Reg. 12, II Reg., 17); 
y por fin, la historia de Judá hasta la cautividad en 587 (II Reg., 18-25). 

Los libros siguientes a éstos forman una segunda serie paralela a la 
primera. Los Paralipómenos o Crónicas resumen en forma de genealogías 
toda la historia que media entre Adán y Samuel, y prosiguen luego en la 
forma histórica ordinaria la historia de la monarquía de Jerusalén, en 
sus relaciones con el Santuario, hasta la destrucción de la ciudad santa. 
Literaria e históricamente, entroncan con el libro de Esdras, que narra los 
esfuerzos para la restauración de Jerusalén, después de la vuelta de la cau¬ 
tividad. Nehemías completa la historia de este período; pero ni literaria 
ni históricamente enlaza con las dos obras precedentes. Los dos de los 
Macabeos son dos libros independientes y, en parte, paralelos entre sí. 
Por vía de introducción, comienza el primero contando la historia de Ale¬ 
jandro Magno y de sus sucesores hasta Antíoco IV, que con su tiranía 
originó la sublevación de los judíos, objeto principal de la obra. Cuenta las 
hazañas de los tres hijos de Matatías: Judas, Jonatás y Simón, durante un 
espacio de cuarenta años (175-136). El libro segundo toma el hilo de la 
historia desde Seleuco IV, predecesor de Antíoco IV, y termina en 161, 
con la victoria de Judas sobre Nicanor. Entre Esdras-Nehemías y los 
de los Macabeos queda sin llenar un espacio bastante largo de tiempo. 

En cuanto a las historias episódicas particulares, no cabe duda de que 
la de Rut pertenece a la época de los Jueces; pero acerca de la de Judit, dis¬ 
cuten mucho los críticos si pertenece a la época anterior o a la posterior a 
la cautividad. La de Ester no cabe dudar que es de la época de los persas. 
Tobías cuenta sucesos acaecidos bajo la dominación asiria. 

En el Nuevo Testamento son históricos los cuatro Evangelios y los 
Hechos de Apóstoles. Ninguno de los Evangelios es la perfecta v completa 
biografía de Cristo Nuestro Señor, pues aunque todos ellos tengan por 
objeto la narración de los sucesos de su vida, sus milagros y sus predica¬ 
ciones, hay, como advierte San Juan al fin del suyo, otras muchas cosas 
que hizo Jesús, y que si todas se consignaran por escrito, ni el mundo todo 
podría contener tantos libros. Cada uno de los evangelistas consignó de los 
hechos y de las predicaciones del Salvador, aquellos que más hacían al 
fin doctrinal que cada uno se propuso. Los tres primeros tienen entre sí 
gran semejanza en el material histórico que eligieron y aun en el orden que 
siguieron en su narración. Por eso se llaman sinópticos, pues los tres nos 
dan una común visión de la vida de Jesús, en su mayor parte durante su 





LXXXVl 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


ministerio evangélico en la Galilea. El cuarto, el de San Juan, se distingue 
notablemente de los otros tres, y el material histórico, principalmente ser¬ 
mones del Salvador, lo toma de su ministerio evangélico en la Judea. El 
no ser los cuatro Evangelios biografías propiamente dichas de Jesús, no 
obsta para que contengan y de ellos se deduzca, una historia bastante com¬ 
pleta, lo completa que quiso Dios que la tuviéramos, de la vida y del mi¬ 
nisterio evangélico del Salvador, pues nos describen su origen, su ministe¬ 
rio, sus dichos, su pasión y muerte, su gloriosa resurrección y su ascensión 
a Jos cielos. 

Los Hechos de Apóstoles son la narración de algunos acontecimientos 
de capital importancia acaecidos en la Iglesia primitiva desde la Ascensión 
del Señor hasta la cautividad de San Pablo en Roma, como son: La solemne 
fundación de la Iglesia, la primera persecución contra ella desencadenada 
por los judíos, la vocación de los gentiles, la conversión de Pablo, el Con¬ 
cilio de Jerusalén y algunos de los principales hechos de la actividad apos¬ 
tólica de Pedro y de Pablo. 


-Concepción pragmática de la historia. 

Por lo que hace al método con que han sido escritos los libros históricos, 
es preciso distinguir entre la concepción de la historia y su ejecución 
literaria. La concepción de la historia es en los autores sagrados pragmᬠ
tica, es decir, de tesis doctrinal, y su pragmatismo se funda en Iqs principios 
religiosos enseñados por los profetas y expuestos en muy varias formas en los 
libros de la Escritura. Estos principios son distintos en los distintos autores; 
pero todos se derivan de la especial providencia que Dios había prometido a 
Israel. En la primera parte del Génesis es manifiesto el propósito de narrar 
algunos sucesos en que se manifiestan los divinos atributos, principalmente 
aquellos que tienen más estrecha relación con el orden moral, y el de tejer las 
humanas genealogías, hasta llegar a Abraham, en quien y en cuya descenden¬ 
cia se concretan las divinas promesas. Los restantes libros del Pentateuco y el 
de Josué demuestran cómo cumplió Dios la promesa hecha a Israel de to¬ 
marle por pueblo suyo, sacándole de la servidumbre egipcia, haciéndo con él 
una alianza y dándole la tierra prometida. El pragmatismo de los Jueces 
se halla claramente formulado en la segunda introducción (2, 6-29). 
Cuando Israel, olvidado de su vocación y de su pacto con Dios, se deja 
seducir por el culto idolátrico de los Cananeos, el Señor le manda enemigos 
que le castiguen, y el castigo le reduce a penitencia. Convertido, le envía 
Dios un juez, que le libra de sus enemigos. El pragmatismo de Samuel 
tiende a demostrar cuáles son los deberes de la monarquía teocrática de 
Israel, cuyos Reyes no deben obrar como señores absolutos, a semejanza de 
los de los otros pueblos, sino mostrarse dóciles a la ley divina y a la direc¬ 
ción de los profetas. David es el modelo de los Reyes de Israel. Sobre este 
mismo concepto está calcado el plan de los libros de los Reyes y de las Cró¬ 
nicas. En general, puede decirse que los historiadores sagrados van siempre 
guiados por un fin ddetrinal, inspirado en la ley y en los profetas. No sin 
razón incluyeron los judíos sus escritos en la sección de profetas. De aquí 
procede que para establecer su pragmatismo, su filosofía de la historia, no 
necesitan hacer una completa exposición de los hechos, de los que poder 
deducir científicamente sus conclusiones. Los hechos más bien que 
material para una argumentación inductiva, son como ejemplos en los 
que se realizan los principios conocidos por la revelación; y así la narra¬ 
ción no necesita ser completa, ni en la exposición general de los hechos ni 



INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


LXXXVII 


en la detallada descripción de los mismos. Ya hemos indicado que hay lar¬ 
gos lapsos de tiempo sobre los que nada nos dicen los historiadores, y 
añadiremos que no pocas veces la narración está lejos de ser suficiente¬ 
mente detallada y completa para darnos cabal conocimiento de los hechos. 


o.—Ejecución literaria de la historia. 

Dos métodos se muestran claramente en el modo que los historiadores 
siguieron en la composición de sus obras: el de redacción personal y el de 
compilación o trascripción de documentos. Judit, Tobías y I de los Maca- 
beos nos ofrecen un ejemplo del primer modo. El segundo aparece clara¬ 
mente en los Reyes, las Crónicas, Esdras-Neliemías y II de los Macabeos. 
Según la opinión de algunos exegetas, esto último sucede también en los 
restantes libros del Antiguo Testamento, desde El Génesis hasta los de 
Samuel. 

Acerca de este segundo método hay que advertir que la trascripción y 
compilación de documentos se hace alguna vez sin ninguna indicación de 
las fuentes, y aunque de ordinario se redactan adaptándolos al cuadro his¬ 
tórico que el autor sagrado se ha propuesto, alguna que otra vez se trascri¬ 
be tal y como se hallan en sus fuentes: pero con esto gana la historia, si no 
en claridad, en autoridad humana, toda vez que se nos dan mejor a conocer 
las fuentes en que la Historia se apoya; y éstas, cuanto son más antiguas que 
el escritor que en ellas bebe y más cercanas a los hechos mismos, tanto 
mayor crédito merecen ante el tribunal de la razón histórica. 


0. — Relaciones entre la Historia Sagrada 
y la proiana. 

Debemos recordar el concepto que de la Historia Sagrada hemos ex¬ 
puesto, según el cual es la historia de la verdad y de la gracia divinas, en¬ 
carnadas en el pueblo de Israel, cuya vida tienden a elevar, a divinizar, 
según la expresión de los místicos. Por esta incorporación a. la vida de 
Israel, la Historia Sagrada viene a ponerse en contacto con la profana y a 
recibir sus influencias. 

Primeramente hay que considerar en la historia de los pueblos gentiles 
sus instituciones políticas, sociales, domésticas, etc., para compararlas 
con las del pueblo hebreo. Asimismo se ha de atender a la vida moral y 
religiosa, a la manera de concebir la divinidad y sus relaciones con el 
hombre, a las ceremonias y ritos del culto, etc. Aun prescindiendo de lo 
que en esto pudiera haber que se remontase a la tradición primitiva, se ha 
de tener en cuenta que son con frecuencia manifestaciones de la razón 
natural, que son un destello del Verbo divino y que algunas son buenas y 
tienden a la perfección de la vida humana, aunque en ellas, como en todo 
quepan no pocos errores. Participando Israel de la cultura antigua, y re¬ 
cibiendo las influencias de otros pueblos, en muchas cosas más adelanta¬ 
dos que él, es natural que tales influencias hayan alcanzado a sus costum¬ 
bres y a la manera de expresarlas. De aquí proceden las grandes seme¬ 
janzas que en muchos puntos existen entre el pueblo de Israel y los otros 
pueblos con quienes vivió en contacto. Pero al lado de estas semejanzas 
hay una sustancial diferencia y una manifiesta superioridad en la verdad 
sobrenatural que anima la vida del pueblo hebreo. Hay en la religión de 
Israel un soplo de vida que tiende a elevar las almas a las altas regiones de 




LXXXVIH 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


lo divino. Y de aquí procede el término que una y otra cultura han tenido. 
Murió la gentílica con los pueblos que la crearon, a no ser en aquellos ele¬ 
mentos que fueron asimilados por la religión bíblica, mientras que ésta 
va cada día progresando y contribuyendo ai progreso espiritual del inundo. 
En el primer aspecto de esta exposición, cuanto contribuya a ilustrar la 
historia de la antigua cultura servirá para ilustrar la historia bíblica. 

En segundo lugar, hemos de considerar los grandes sucesos históricos 
de influencia universal que más resonancia han tenido en la historia del 
pueblo hebreo, tales como emigraciones, invasiones, guerras, nacimientos 
y caídas de imperios, etc. Fueron éstos en gran número, porque la Pales¬ 
tina ha sido el lugar de encuentro de las antiguas civilizaciones y de los 
antiguos imperios. Por eso, cuantos documentos contribuyan a ilustrar la 
historia de Egipto, de Asiria, de Caldea, del imperio de Alejandro Magno y 
de sus sucesores, pueden contribuir a ilustrar la Historia Sagrada, que tan¬ 
tas veces los menciona o los supone conocidos de los lectores. Al contrario, 
son muy raros los casos en que los documentos de la histria profana hacen 
mención del pueblo de Israel o de cosas tocantes a él; y cuando esto ocurre, 
hablan de él sólo como objetivo de alguna de sus campañas; pero la vida 
religiosa de Israel, lo que constituye su privilegiada grandeza, fué total¬ 
mente desconocido de los escribas egipcios, asirios y babilónicos. Sola¬ 
mente los griegos, curiosos investigadores de las cosas extranjeras, se dieron 
cuenta de este hecho, y el juicio que de él formaron concuerda con el que 
más tarde se hicieron del Evangelio. (I. Cor. 1. 22 sig.) 


7»—Principales documentos históricos. 

Entre los principales documentos que contribuyen a ilustrar la Historia 
Sagrada indicaremos los siguientes: 

1. ° El relato caldeo de la Creación, siquiera sea por el manifiesto con¬ 
traste con la narración del Génesis. 

2. ° El del Diluvio, bastante más interesante que el de la Creación, y 
cuyas semejanzas con el relato bíblico, fuera de lo que atañe a la noción 
de Dios, son innegables. 

3. ° La inscripción de Meneftá, único documento egipcio en que se 
menciona a Israel, y que si en su estilo fuera más preciso, podría servir 
para fijar mejor la época del éxodo. 

4. ° Para el estudio de la Ley contribuye el monumental código de 
Hammurabí, juntamente con otros muchos documentos jurídicos y reli¬ 
giosos que nos ofrece la literatura cuneiforme. 

5. ° La correspondencia diplomática de El-Amarna nos da una idea 
muy cumplida del estado político de la Palestina en la época de la inva¬ 
sión de los hebreos, conducidos por Josué. Xo hay hasta hoy modo de ilus¬ 
trar el período de los Jueces ni los comienzos de la monarquía. 

6. ° Sesak nos dejó grabados en los muros de lvarnak los nombres de 
las ciudades de la Palestina por él conquistadas en la expedición de que 
nos da cuenta el libro segundo de las Crónicas (12-3). 

7. ° Mesa, rey de Moab, celebra en su inscripción las victorias alcan¬ 
zadas sobre Israel, de que hace mención el libro segundo de los lleves 
(4. 3 sig.). 

8. ° Muy ricos en noticias son los archivos asirios, en los que hallamos 
minuciosos relatos de las campañas de Salniauasar, Teglalfalasar IV, 
Sargón, Senaquerib, Asaradón y Asurbauipal. 



INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


LXXXJX 


9. ° Otro tanto sucede con las crónicas de Babilonia, que ilustran la 
historia de los imperios mesopotámicos hasta la conquista de Babilonia 
por Ciro. 

10. A la época de la restauración de Jerusalén pertenecen los papiros 
de Elefantina, que esclarecen notablemente la historia de Esdras y Nehe* 
mías. 

11. Para la época posterior tenemos los historiadores clásicos, prin- 
palmente Flavio Josefo, que para trazar la historia de los últimos días de 
su patria dispuso, sin duda, de más abundante documentación que los 
extraños y presta una gran contribución a la Historia Sagrada. 


8. — La cronología bíblica. 


La historia describe los hechos, condicionados por el espacio y el tiempo; 
por eso se dice que la geografía y la cronología son los dos ojos de la historia. 
Para muchos es casi un axioma que en la Escritura no hay cronología, y la ver¬ 
dad es que las incertidumbres en la cronología bíblica son muchas, aunque no 
las mismas en todos los libros. La cronología precedente a la época de Abraham 
se halla en las dos genealogías de los diez patriarcas anteriores y posteriores 
al diluvio. Adicionados los años que corren entre el nacimiento de cada uno 
de estos patriarcas y el de su primogénito o sucesor, nos dan la duración de 
cada uno de estos períodos. Pero la inseguridad de las cifras y la incertidum¬ 
bre acerca de la naturaleza de estos números y de estas genealogías hace 
aquí verdadera la anterior afirmación de que no hay cronología bíblica. El 
historiador caldeo Beroso nos presenta también para los tiempos antedilu¬ 
vianos una serie de diez Reyes, que reinaron en Caldea; pero la oscuridad de 
la cronología bíblica no se disipa con este también oscuro documento. Los 
datos generales de la historia de Caldea, de Egipto, de Elam, y sobre todo los 
de la Prehistoria, parecen demostrar que estas genealogías bíblicas son muy 
incompletas. 

Ha sido bastante común aceptar la coincidencia de la época de Abraham 
con la de Hammurabi; pero nuevos documentos han obligado a mudar de 
sentencia. Los más recientes descubrimientos cuneiformes colocan el comienzo 
del reinado de Hammurabi por el año 1870 ó el 1790. No hay, pues, hasta 
ahora punto fijo de la cronología profana que pueda en este período servirnos 
de apoyo para la cronología bíblica del mismo. Todos convienen en que la in¬ 
migración de Israel en Egipto se verificó durante la dominación de los reyes 
Hiksos; pero habiendo durado ésta varios siglos, y siendo muy oscura su his¬ 
toria, en esa misma o mayor oscuridad quedamos respecto del tiempo de la 
inmigración. El tiempo del éxodo tampoco puede con seguridad determinarse. 
Las opiniones de los egiptólogos se dividen, optando unos por el reinado de 
Amenofis II, en la postrera mitad del siglo xv a. C., y otros por el de Meneftá, 
dos siglos más tarde, hacia el año 1230 a. C. La sentencia común hace recaer 
en el año 1000 a. C., el reinado de David. La duración del período de los Jueces 
queda sin determinar. Son bien conocidas las palabras de San Jerónimo sobre 
la oscura cronología de los libros de los Reyes. Sin embargo, a la nueva luz 
de los documentos asirios la cronología bíblica adquiere algunos puntos fijos 
en este período. Así la campaña siro-efraimita, que tan importante lugar ocupa 
en los vaticinios de Isaías, ocurrió por los años 734-732 a. C.; la destrucción de 
Samaría por Sargón, el año 722 a. G. Para el último período de la vida de Judá 
no hallamos ya tantos datos en los documentos asirios. La destrucción de 




xc 


INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS 


Nínive ocurrió en el G12 a. C.; en 586 la de Jerusalén, y en 539 la conquista 
de Babilonia por Ciro. Con ésta termina oficialmente la cautividad. La crono¬ 
logía de la restauración, aunque más fija, tiene todavía sus dificultades, y 
los doctos disputan sobre el orden que en la historia tienen las legaciones de 
Esdras y Nehemías. En los libros de los Macabeos el cómputo de los años es 
más preciso, pues ambos libros parten de la misma fecha, la de la batalla de 
Gaza, comienzo de la era seléucida, que principia el primero de octubre del 
año 312, antes de Cristo. Pero el libro primero comienza a contar a partir de 
la pascua del dicho año, mientras que el segundo cuenta desde el otoño del 
mismo, originándose así una diferencia de seis meses en el cómputo del uno y 
el del otro. 



NOTA DE LOS GRABADOS 


Los grabados escogidos para ilustrar esta edición de la Sagrada Biblia 
de la Biblioteca «le Autores Cristianos, son obra de famosos maestros 
flamencos del siglo xvi, y han sido fotografiados expresamente de los guar¬ 
dados en ! a Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional. 


GRABADOS A PLANA ENTERA 


ANTIGUO TESTAMENTO.— Acompañan a cada uno de sus libros, 
a excepción del libro de la Sabiduría y del Cantar de loa Cantares , grabados 
que pertenecen a la obra Thesaurus sacrarum historiarum Veteris Testamenti f 
clegantissimis imaginibus expressum , que de la editorial de Gerard de Iode 
salió en 1585, y son debidos al buril de J. Sadeler, J. H. Wierix, Harmen 
Müller y A. Collaert, según dibujos de Martin Vos, Martin Hcemskcrck 
y Aclriaen de Wcerdt. 

Para el libro de los Salmos se ha elegido especialmente una lámina de la 
Historia de Saúl y David titulada Patientiae Davidis Rcgis t dibujada por Vos 
y grabada y editada por Sadeler en 158G. 

De los mismos dibujantes y editor, es el precioso grabado que ilustra el 
Cantar de los Cantares y y que está en colección aparte en nuestra sección. 


NUEVO TESTAMENTO. — Durero ilustra casi todo el Nuevo Testa¬ 
mento, en su doble manifestación de grabador en madera y cobre. 

Evangelios de San Mateo y San Marcos. —«El Nacimiento de Cristo» y «Cristo 
se despide de su madre» son las láminas 10 y 17 de la serie en madera Vida de 
la Virgen f que posee la Biblioteca Nacional. 

Evangelios de San Lucas y San Juan .—«El descendimiento» y la «Resu¬ 
rrección» pertenecen a la Pequeña Pasión , serie grabada en cobre. 

También de Durero es la ilustración del Apocalipsis (madera) y el San 
Pablo de las Cartas (cobre). 

Los «Hechos de los Apóstoles» son dibujados por M. de Vos y editados 
por la Viuda de Gerard de Iode. 


CABECERAS DE LIBRO 


Las del Antiguo Testamento están tomadas de la obra Historiarum Veteris 
Testamenti (Lyón, 1543), bella y rara edición grabada por Holbcin en madera. 

Las del Nuevo, de una Biblia Sacra ad Hebraicam veritatem ..., editada 
por los herederos de Jacobo Giunta en Lyón, 1549. 


COLOFONES 


Los colofones, dibujados por Martin de Vos y editados por Ph. Galle, 
están grabados con extraordinaria delicadeza por Wierix, Callacrt, Passe y 
otros maestros del siglo xvi. 


Elena Páez 

Bibliotecaria de la Sección de Estampas 
de la Biblioteca Nacional. 







FE DE ERRATAS 


No señalamos los errores que se han deslizado en la transcripción de algunos nombres personales 
y geográficos, ni las erratas tipográficas, relativamente pocas, que con facilidad salvará el buen sentido 
de los lectores . Consignamos tan sólo las que podrían ocasionar alteración o confusión en el sentido del 
texto. 


Página 

Columna 

Linea 

Dice 

Léase 

21 

1 

34 

acaneos 

can ancos 

21 

1 

50 

el de desierto 

el desierto 

32 

2 

2 

dos 

los 

48 

2 

21 

espinas 

espigas 

77 

2 

33 

lo 

le 

83 

2 

46 

violada 

violeta 

85 

1 

2 

de ella 

en ella 

91 

1 

41 

santuario Yave 

santuario de Yave 

IOI 

1 

II 

cortina 

cortina con veinte columnas 
y sus veinte 

IOI 

2 

21 

los 

las 

144 

1 

19 

fíenos 

llenos 

156 

1 

13 

vuestra familia 

vuestras familias 

157 

2 

35 

revista 

reviste 

206 

1 

38 

los 

les 

206 

2 

31 

grana 

grama 

209 

1 

1 

a 

la 

209 

1 

44 

óe 

de 

214 


8 

realizada 

realizadas 

214 


9 

hacérselas 

hacérsela 

224 

2 

41 

todo 

todos 

229 

I 

32 

Betsabe 

Berseba 

231 

2 

36 

Siclaj 

Siceleg 

231 

2 

37 

Jaseruso 

Josersua 

233 

2 

22 

e 

de 

246 

I 

1 

Jereset 

Jaroset 

246 

I 

13 

Joreset 

Jaroset 

257 

I 

7 

el 

al 

262 

2 

43 

con 

a 

274 

2 

14 

consagré 

consagré a 

288 

2 

51 

y 

ti 

288 

2 

52 

ti 

y 

291 

2 

53 

en 

a 

292 

I 

47 

El 

Un 

302 

I 

10 

Jeerael 

Jezrael 

311 

I 

48 

él 

el 

352 

I 

9 

Mispa 

Masfa 

421 

2 

34 

libro 

lirio 

640 

2 

II 

Baales 

Baales? 

679 

1 

4 

nerusalén 

Jerusalén 

683 

I 

9 

el 

él 

683 

I 

14 

refugiaros 

refugiaos 

683 

I 

26 

vida 

viña 

683 

I 

44 

fronda 

flauta 

687 

2 

23 

Sersá 

Serás 



















Págin; 

688 

689 

697 

713 

761 

765 

780 

788 

792 

798 

1221. 

1224 


FE DE ERRATAS 


Columna 

Línea 

2 

23 

1 

38 

2 

46 

1 

38 

1 

51 

2 

54 

2 

28 

1 

58 

1 

53 

2 

21 

1 

44 

2 

54 


Dice 


Sebaot 
que es 
tor-ado 
predicando 
un cielo 
ungir al 
nombre 
ejecutar 
tomo 
huido la 
sido asi cumplimentado 
hombre 


Léase 


Yave Sebaot 
—era 
tor-nado 
prediciendo 
un sido 
ungir el 
hombre 
ejecutarla 
retorno 
huido de la 

ha dado asi cumplimiento 
nombre 













ANTIGUO TESTAMENTO 





INTRODUCCION ESPECIAL AL PENTATEUCO 



1.—Plan <lel Pentateuco. 


L OS cinco 'primeros libros , 
que los judíos pusieron 
siempre a la cabeza de 
su canon, recibieron conjun¬ 
tamente el nombre de Tora 
o Ley, y cada uno de ellos 
se denominaba con las pa¬ 
labras por que comenzaba, 
fuera del cuarto, Los Nú¬ 
meros, que llamaron Barnid- 
bar, «En el desierto ». Los 
judíos alejandrinos,que leían 
los libros sagrados en la ver¬ 
sión griega alejandrina, die¬ 
ron al conjunto de los cinco 
libros el nombre de Penta¬ 
teuco, y a cada uno de ellos 
un título que expresaba su 
contenido: Génesis, Exodo, 

Levitico, Números y Dcute- 
ronomio. San Jerónimo, en 
su versión Vulgata, conservó 
ambos nombres: asi el pri¬ 
mero: Génesis, hebraice Be- 
resit, etc . 

El Pentateuco tiene por 
fin narrar los orígenes del pueblo de Israel ay su constitución como pueblo 
de Dios.» Esto, que es también ste argumento, da su unidad general a toda 
la obra, que el autor desarrolló del modo siguiente: El Génesis es como la pre¬ 
historia de Israel . Tiene su unidad literaria, constituida por la serie 
de diez genealogías, que comienzan por la del cielo y la tierra y terminan 
con la de Jacob. Las cinco primeras pertenecen a la historia general: las otras 
cinco, que comienzan con Tare, padre de Abraham, se refieren a los patriarcas del 
pueblo elegido. En esta serie de generaciones nos traza el autor sagrado el 
camino por el que, las divinas promesas de un Redentor se transmiten de Adán 


i 















PENTATEUCO 


a Abraham y de éste al pueblo de Israel, que las conservará y preparará su cum_ 
plimicnto. Tal es el pensamiento de San Agustín: propositum quippe scrip 
toris illius fuit, per quem Spiritus Sanctus id agebat per sueeessionem <er- 
tarum gcnerationum ex uno homine propagatarum, pervenire ad Abraham et 
deinde ex ejus semine ad populum Dei, in quo distincto a eoeteris gcntibus 
pracfigurarentur» Los misterios del reino de Dios y de Cristo. (De Civ. 
Dei. XV, 8.) Al mismo tiempo que teje la historia de estas diez generaciones, 
va el autor inspirado intercalando algunas leyes fundamentales de Israel, como 
la de no comer sangre (Gen. 9, sig.), y la de la circuncisión , como señal de la 
alianza con Dios (Gen. 17). Termina el Génesis con el establecimiento de 
Jacob en Egipto, donde, según la promesa de Dios a Abraham y a Jacob, se 
multiplicaría su descendencia, adquiriendo el suficiente desarrollo para consti¬ 
tuir un pueblo capaz de recibir la ley. 

Los tres libros que siguen forman un todo } y contienen la historia de la 
opresión y la liberación de Egipto y la de la peregrinación por el desierto, con 
todas sus peripecias. Ocupa en ellos un lugar preeminente la permanencia en 
el Sinaí. En el curso de esta historia va el autor intercalando la promulgación 
de las leyes que formarán el Código mosaico. En el conjunto de esta obra po¬ 
demos distinguir cuatro grupos de leyes y como si dijéramos cuatro Códigos 
especiales. Es el primero el Código de la Alianza, que tiene por introducción la 
primera teofanía del Sinaí con la promulgación del Decálogo (Exod. 19, 20), 
seguido de una serie de disposiciones legales, religiosas, civiles y penales, pro¬ 
mulgadas por Moisés, como base del pacto allí mismo establecido entre Dios 
y el pueblo (20-23). El segundo Código, que podemos llamar levítico o sa¬ 
cerdotal, comienza con la segunda teofanía (Exod. 24, 1, 9), y la permanencia 
de Moisés en el monte por espacio de cuarenta días, durante los cuales le comu¬ 
nica Dios toda la organización del culto. Viene luego la ejecución de ese plan, 
hasta la erección del ta be r mí etilo, con la cual termina el Exodo (25-40); y por 
fin , las disposiciones del Levítico sobre los sacrificios y la consagración de los sa¬ 
cerdotes, que constituyen la primera parte de este libro (1-16). La segunda (17-27) 
forma el llamado Código de santidad, que contiene diversos preceptos ordena¬ 
dos a conservar la santidad interiór y exterior del pueblo elegido, conforme 
a la santidad de su Dios, repitiéndose muchas veces la fórmula: «Sed santos, 
como yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.* 

Los Números, que abarcan un período de treinta y siete años, es el libro que 
presenta menos unidad. Recibe el nombre este libro de los empadronamientos del 
pueblo, con que comienza (1-4), y siguen luego algunas leyes, la peregrinación por 
el desierto con algunos de sus episodios, la mayor parte de ellos desagradables, que 
muestran la dura cerviz de aquel pueblo y justifican plenamente el reproche que 
les dirigió San Esteban: ^Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo » (5-26). 
El Deuteronomio es una obra aparte, una recopilación histórica y legal de 
todo lo sucedido desde la salida de Egipto hasta aquel momento en la llanura 
de Moab, y está hecha por Moisés en tres discursos, en que recuerda al pue¬ 
blo los beneficios recibidos de Dios y los exhorta a la observancia de su ley. 
El primer discurso (1-4) es una recopilación de la historia, y termina con la 
alianza del Sinaí. El segundo comienza con la repetición del Decálogo, sigue 
con apremiantes exhortaciones a la observancia de la ley (5-11), y tennina 
con la explicación de las leyes contenidas en los Códigos de la alianza y de la 
santidad, que se refieren al pueblo, dejando las del Código levítico, que se refie¬ 
ren a los sacerdotes (12-26). El tercer discurso contiene las sancionccs divinas 
de la ley y la renovación del pacto en la llanura de Moab (27-30). Los últi¬ 
mos capítulos vienen a ser corno ?/n apéndice de la obra, y contienen el gran 
cántico de Moisés y la bendición de las doce tribus, terminando con la muerte 
del profeta , a la vista de la tierra prometida (31 34). 



PENTATEUCO 


3 


2.—L;i autenticidad de la revelación 

mosaica. 

Repetidamente hemos dicho que la Historia Sagrada es la historia de la 
divina revelación, comunicada al pueblo por el ministerio de los profetas. 
Esto profesamos cuando decimos: Credo in Spiritum Sanctum qui locutus 
est per prophetas. Moisés es el primero entre los profetas, pues como dice 
Santo Tomás, habló a todo el pueblo en nombre de Dios y como promulgador 
de la ley, mientras que todos los otros inculcaron la observancia de la misma, 
según estas palabras de Malaquias (4, 4): «Acordaos de la ley de Moisés, mi 
siervo» (11.* II.* q. 174, a. 4). Antes, pues, de tratar de la autenticidad literaria 
del Pentateuco, conviene tratar de la autenticidad de la revelación en él con¬ 
tenida , como cosa que está íntimamente ligada con la fe y que ha de servir 
de base para determinar luego la autenticidad literaria del Pentateuco. 

El Pentateuco mismo y el libro de Josué nos ofrecen testimonios de haber Moisés 
recibido revelaciones de Dios; y son tantos estos testimonios, que para reproducirlos 
todos habríamos de citar una buena parte de estos libros. También abundan 
testimonios semejantes eri los otros libros del Antiguo y del Nuevo Testa¬ 
mento. En el primero de los Reyes exhorta David a Salomón a guardar la 
Ley del Señor, andar por sus caminos y guardar sus preceptos, ceremonias y 
testimonios, como están escritos en la Ley de Moisés (2 , 3). En el segundo 
de lo8 Reyes se alaba la piedad y el celo de Ezcquías, por haberse adherido a 
la Ley del ¿Señor, no haberse apartado de sus caminos y haber cumplido los 
mandatos que dió Dios a Moisés (18, 6). Nehemías confiesa a Dios su pecado 
y el de sus padres, por haber olvidado los preceptos, las ceremonias y los jui¬ 
cios que dió a Moisés, su siervo (1, 7). En este mismo libro los representantes 
del pueblo recuerdan los favores de Dios, que descendió y habló con ellos 
desde el cielo y les dió sus juicios rectos, una ley de verdad y ceremonias y 
preceptos buenos, por medio de Moisés, su siervo (9, 1; conf. 10, 28). El Ecle¬ 
siástico termina el elogio de Moisés diciendo: «Y dió Dios por su mano sus 
preceptos, una ley de vida y de inteligencia, para enseñar a Jacob sus esta¬ 
tutos y a Israel sus testimonios y sus juicios » (46, 6). El joven mártir de la 
ley habla así a sus verdugos: «No obedezco las órdenes del Rey, sino las pre¬ 
ceptos de la ley, que nos ha sido dada por Moisés » (II. Mac. 7, 30). 

Esta tradición del Antiguo Testamento la confirman testimonios del 
Nuevo. El Señor pone en boca de Abraliam estas palabras, dirigidas al rico 
Epulón: «Tienen a Moisés y a los Profetas... Si a Moisés y a los Profetas no 
oyen, tampoco oirán a un muerto que resucite » (Luc. 16, 29 sig.). El mismo 
Salvador, camino de Emaús, les va explicando a los discípulos los vaticinios 
que a El se referían, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profe¬ 
tas (Luc. 24, 24). De estas explicaciones parece hacerse eco el Santo Proto- 
mártir, al citar ante el Sanedrín, como dicho por Moisés, el pasaje del Dente - 
ronomio 18, 15. Asimismo San Pedro, ante la asamblea de los fieles, declara que 
ni ellos ni sus padres pudieron guardar la Ley de Moisés (Act. 15, 10). San 
Pablo, en la cárcel de Roma disputaba con los judíos, probándoles por la 
Ley de Moisés y por los Profetas que Jesús era el Mesías (Act. 28, 23). De 
la misma suerte habla el Apóstol en sus Epístolas, como puede verse en 
Rom. 5, 1; II. Cor. 3, 13 sigs.; Heb. 3, 2 sigs., 9, 19. Estos testimonios prueban 
ser histórica y dogmáticamente cierto que Moisés es el legislador inspirado 
de Israel y que su ley se halla contenida en el Pentateuco, único Código co¬ 
nocido por el pueblo elegido. Esto ha de entenderse de la sustancia de la ley 
y de la revelación mosaica, puesto que mucho de la una y de la otra lo habría 







I 


PENTATEUCO 


recibido ya Israel de sus patriarcas } y algo más pudieron añadir luego los 
profetas posteriores, prometidos por Dios en la misma ley } como sucesores de 
Moisés y perfeccionadores de su obra. 


íí. — La autenticidad mosaica del 
Pentateuco. 

Después de esta cuestión de la autenticidad de la revelación mosaica f que 
interesa primordialmente a nuestra fe, síguese otra acerca de la autenticidad 
del testimonio histórico de esa revelación, que debe provenir de Moisés, y 
hallarse contenido en documentos que tendrán tanto más valor histórico 
cuanto más cerca estén de la persona del profeta legislador. 

Fuera de alguna pequeña parte, como el capítulo último del Deuterono¬ 
mio, y algunas otras que se consideraron como glosas o adiciones por algunos 
intérpretes, la total autenticidad mosaica del Pentateuco fue indiscutida en 
la antigüedad. Es principalmente al fin del siglo xviii cuando la critica racio¬ 
nalista comienza a impugnarla y acaba por negarla del todo. Del examen in¬ 
terno del libro se deduce que son muchas las partes que indudablemente fue¬ 
ron escritas por Moisés, precisamente lo principal de los Códigos legislativos, 
a más de otros pasajes de menor importancia. Igualmente hay otros que prue¬ 
ban haber tenido Moisés tanta parte en el resto de la obra, que puede con 
verdad decirse el autor responsable de todo su contenido. Así en Exod. 24, 4, 
después de exponer Moisés las leyes por que quería Dios que Israel se gober¬ 
nase en adelante, se dice que Moisés escribió todo aquello y a la mañana si¬ 
guiente lo leyó al pueblo, que protestó estar dispuesto a observarlo. Se trata 
del Código de la alianza, llamado así porque conforme a él se estableció el 
pacto del Sinaí entre Dios c Israel. Palabras semejantes se leen también en 
el Deuteronomio (31, 9): «Escribió Moisés esta ley y la entregó a los sacerdotes 
levíticos y a todos los ancianos de Israel» t palabras qite parece deben refe¬ 
rirse al resumen de la ley, que es el Deuteronomio, aunque no faltan intér¬ 
pretes que las extienden a todo el Pentateuco. Fuera de estas dos importan¬ 
tes porciones, se dice en el libro haber sido escritas por Moisés la historia 
sobre los Amalccitas (Exod. 17, 4) y las etapas del paso de Israel por el de¬ 
sierto (Núm. 33, 1). 

La trama general del libro y su redacción prueba en muchos casos que 
procede de la época mosaica. El término a que todas sus páginas conver¬ 
gen, es la liberación de la servidumbre de Egipto y la entrada en la tierra 
de Canán. El gran conocimiento que de las cosas de Egipto y su civiliza¬ 
ción muestra el autor prtieba que éste ha vivido en él y en él se ha educado. 
Otras cosas no se explica que puedan haber sido escritas sino por quien ha 
vivido la vida del desierto y al tiempo en que la Palestina no había sido aún 
ocupada por Israel. 

A estos argumentos intrhisecos se añaden otros extrínsecos, deducidos 
de los testimonios de otros libros de la Escritura, que atestiguan que es 
Moisés el autor del Pentateuco. Recuérdense los testimonios antes aduci¬ 
dos para probar la autenticidad de la revelación mosaica. Además, en el 
libro de Josué se mencionan varios preceptos de la ley escritos por Moisés 
(1,7 sigs.; 13, 6). Raruc, haciendo a Dios confesión de sus pecados y de los 
beneficios que de él había recibido Israel, cuenta entre ellos el haber mandado 
a Moisés escribir la ley para los hijos de Israel (2, 27). El divino Salvador, 
echando en cara a los judíos su incredulidad, les anuncia que Moisés será su acu¬ 
sador, diciendolcs: «De mí escribió él, y si de verdad creyerais en sus escritos, 
creeríais también en mí.» (Jn. 5, 45 sigs.) Finalmente el Apóstol, escribiendo 




PENTATEUCO 


a los Romanos, cita la ley escrita por Moisés (10, 5). Todos convienen en que 
los judíos, al tiempo de Cristo Nuestro Señor, tenían por cierto de toda certe¬ 
za que Moisés había escrito el Pentateuco. Esta convicción se refleja en el 
Nuevo Testamento, por ejemplo, en Mat. 8, 4; 19, 7 sigs.; Marc. 7, 10; 12, 26; 
Luc. 20, 28; Jn. 1, 46; Act. 3, 22; 14, 21. 


— l,a hipótesis doeumentaria. 

La crítica independiente, que para nada tiene en cuenta el testimonio 
de la Escritura y de la Tradición, ateniéndose sólo a los argumentos internos, 
de negación en negación ha venido a rechazar totalmente la autenticidad del 
Pentateuco, y lo que para la fe importa más, la autenticidad de la misión profé- 
tica y legislativa de su autor. Son sus argumentos: El carácter de composición 
que dentro de su unidad general tiene el Pentateuco; la diversidad de estilo 
y de lenguaje que se nota en sus distintas partes; la repetición de algunos episo¬ 
dios históricos y de varias prescripciones legales, etc. Según la crítica, estos 
hechos arguyen, o diversidad de autores, o diversidad de tiempos en que fue¬ 
ron dadas las leyes, acomodadas a las varias condiciones de vida del pueblo. 
Así, el Pentateuco, o por mejor decir el Hexateuco, incluyendo también el 
libro de Josué, seria una compilación, en la cual pueden distinguirse cuatro 
principales documentos: El Yavista, que comienza en Gen., 2, 4; y com¬ 
prende toda la historia junto con la legislación del Sinaí, y podría haber sido 
redactado en los comienzos de la monarquía; el Elohista, que empieza en la 
época de Abraham y corre paralelo al precedente, narrando la historia y la'legis¬ 
lación sinaítica, y sería un tanto posterior al Yavista; el Deuteronómico, que com¬ 
prende todo el libro del Deuteronomio y se continúa luego en el de Josué, 
escrito a fines de la monarquía; y finalmente, el Código Sacerdotal, que es el 
que da el plan general al Pentateuco y abarca, por tanto, toda la obra, desde 
el primer capítulo del Génesis hasta el fin del libro de Josué, incluyendo toda 
la legislación levítica y sacerdotal, redactado en la época de la cautividad. 
Posterior a estos cuatro documentos sería la composición del Pentateuco, que 
pudiera haber sido obra de Esdras, a quien atribuye una antigua tradición 
judía la restitución de los libros sagrados, perdidos en la universal ruina de la 
nación. 

Bien se ve cuán mermada queda crp estas opiniones la autenticidad de 
la obra mosaica, si es que algo queda de ella, y cuán poco crédito histórico se 
da a los relatos del Pentateuco. 


5. — Otros datos del problema. 

Además de los testimonios que atrás dejamos indicados, tomados de la 
Escritura, y además de los hechos alegados por la crítica independiente, que 
proceden del examen interno de la Sagrada Escritura, conviene señalar un 
tercer grupo de datos con que hay que contar para la posible resolución 
del problema. Se debe advertir, ante todo, que la ley mosaica no es como la 
ley evangélica, una ley que pudiéramos decir de principios (II. //. a q. 106), des¬ 
tinada a regir a los pueblos todos hasta el fin de los siglos. Es más bien una ley 
de circunstancias, que ha de regir la vida moral, religiosa, litúrgica, social, 
política, etc., del pueblo hebreo con preceptos muy concretos y circunstan¬ 
ciales, amoldados a las condiciones de Israel. 

El pueblo al que fué dada la ley es un pueblo medio nómada, medio seden¬ 
tario, medio patriarcal, medio político, y es muy natural que la ley se adaptase 






ü 


PENTATEUCO 


a estas circunstancias, y que en el transcurso del tiempo, al modificarse la si¬ 
tuación social y religiosa del pueblo, recibiría la ley algunas explicaciones y 
adaptaciones , hechas por los profetas y los sacerdotes, que se introdujeron en el 
texto sagrado. 

A la luz de todos estos datos , podrá el discreto lector formarse idea clara 
del siguiente decreto de la Comisión Pontifica Bíblica de 27 de junio de 1906. 


6. — El decreto de la Comisión Pontifica 

Bíblica. 

Acerca de las teorías anteriormente expuestas y del problema qu.e pretenden re¬ 
solver , ha dado la Comisión P. Bíblica un decreto cuyo compendio es: I. Los argu¬ 
mentos acumulados por la crítica para negar la autenticidad mosaica del Penta¬ 
teuco, comparados con los testimonios de uno y otro Testamentos, con el asentimiento 
del pueblo judio y con la tradición de la Iglesia y las pruebas que del texto 
mismo del libro se deducen, no son de tal peso que autoricen para afirmar que 
tales libros no tienen a Moisés por autor, sino que han sido compuestos de 
fuentes en su máxima parte posteriores a Moisés. II, La autenticidad ?nosaica 
del Pentateuco no exige que Moisés haya escrito todas y cada una de sus par¬ 
tes. Se puede permitir la hipótesis de que Moisés encomendara a diversos 
amanuenses la ejecución de la obra, que él con divina inspiración había pla¬ 
neado, confirmándola , después de la ejecución, con su autoridad. III. Puede 
también concederse, sin perjuicio de la autenticidad del Pentateuco, que Moi¬ 
sés haya hecho uso, en la composición de su obra, de documentos escritos 
o tradiciones orales, sea transcribiéndolos a la letra, sea resumiéndolos o am¬ 
pliándolos según viera convenir a su plan, todo bajo la divina itispiración . 
IV. Salvo la autenticidad y la sustancial integridad del Pentateuco, puede 
admitirse que en tan largo espacio de siglos se hayan introducido en él algunas 
modificaciones, tales como adiciones posteriores a la muerte de Moisés , glo¬ 
sas explicativas del texto, correcciones de palabras anticuadas y lecciones in¬ 
correctas debidas al descuido de los amanuenses, y de las cuales puede juz¬ 
garse conforme a las reglas de la crítica. 




GÉNESIS 

















GENESIS 


La creación del universo 

1 1 Al principio creó Dios los cielos 

1 y la tierra (1) 2 * La tierra estaba 
confusa y vacía, y las tinieblas cu¬ 
brían la haz del abismo, pero el espí¬ 
ritu de Dios estaba incubando (2) 
sobre la superficie de las aguas. 

3 Dijo Dios: «Sea la luz»’; y hubo 
luz. 4 * Y vió Dios ser buena la luz, y 
la separó de las tinieblas; 6 y a la 
luz llamó día, y a las tinieblas noche, 
y hubo tarde y mañana, día primero. 

6 Dijo luego Dios: «Haya firma¬ 
mento en medio de las aguas, que 
separe unas de otras.» 7 E hizo Dios 
el firmamento, separando aguas .de 
aguas, las que estaban debajo del 
firmamento, de las que estaban sobre 
el firmamento. Y así fué. 8 Llamó 
Dios al firmamento cielo, y hubo 
tarde y mañana, segundo día. 

9 Dijo luego: «Júntense en un lugar 


(1) La creación es el dogma fundamental 
de la religión, opuesto a todas las falsas reli¬ 
giones y a todas las falsas filosofías. 

(2) La palabra hebrea significa propia¬ 

mente el aletear del ave sobre los huevos, al 

incubar. Con esta imagen se expresa la acción 

del espíritu de Dios sobre el caos. t 


las aguas de debajo de los cielos, y 
aparezca lo seco.» Así se hizo; 10 y a 
lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión 
de las aguas mares. Y vió Dios ser 
bueno. 

11 Dijo luego: «Produzca la tierra 
brotes de hierba verde con semilla, y 
árboles frutales cada uno con su fruto, 
según su especie y con su simiente, 
sobre la tierra.» 12 Y produjo la tierra 
brotes de hierba verde, cada uno con 
sii semilla, y árboles de fruto con su 
semilla cada uno. Vió Dios ser bueno; 
13 y hubo tarde y mañana, día tercero. 

14 Dijo luego Dios: «Haya en el 
firmamento de los cielos lumbreras 
para separar el día de la noche, y 
servir de señales a estaciones, días y 
años; 15 y luzcan en el firmamento 
de los cielos, para alumbrar la tie¬ 
rra.» Y así fué. 16 Hizo' Dios los dos 
grandes luminares, el mayor para pre¬ 
sidir al día, y el menor para presidir 
a la noche, y las estrellas; 17 y los 
puso en el firmamento de los cielos 
para alumbrar la tierra 18 y presidir 
al día y a la noche, y separar la luz 
de las tinieblas. Y vió Dios ser bueno, 
19 y hubo tarde y mañana, día cuarto. 

20 Dijo luego Dios: «Llénense las 

























GÉNESIS, 2 


!<) 


aguas de animales, y vuelen sobre la 
tierra aves debajo del firmamento de 
los cielos.» 21 E hizo Dios los grandes 
monstruos del agua y todos los ani¬ 
males que bullen en ella, según su 
especie, y todas las aves aladas, según 
su especie. Y vió Dios ser bueno, 
22 y los bendijo, diciendo: «Creced y 
multiplicaos y henchid las aguas del 
mar, y multipliqúense sobre la tierra 
las aves.» 23 Y hubo tarde y mañana, 
día quinto. 

24 Dijo luego Dios: «Brote la tierra 
seres animados según su especie, bes¬ 
tias, reptiles y vivientes de toda es¬ 
pecie.» Y así fue. 25 Hizo Dios todos 
los vivientes de la tierra según su 
especie, las bestias, según su especie, 
V todos los reptiles de la tierra, según 
su especie. Y vió Dios sel* bueno. 

26 Díjose entonces Dios: «Hagamos 
al hombre a nuestra imagen y a nues¬ 
tra semejanza, para que domine sobre 
los peces del mar, sobre las aves del 
ciclo, sobre las bestias, y sobre toda 
la tierra y cuantos animales se mue¬ 
ven sobre ella.» 27 E hizo Dios al 
hombre a imagen suya, a imagen de 
Dios lo hizo, y los hizo macho y 
hembra; 28 y los bendijo Dios, dicién- 
doles: «Creced y multiplicaos, y hen¬ 
chid la tierra; sometedla y dominad 
sobre los peces del mar, sobre las aves 
del cielo, y sobre todo cuanto vive 
y se mueve sobre la tierra.» 29 Dijo 
también Dios: «Ahí os doy cuantas 
hierbas de semilla hay .sobre la haz 
de la tierra toda, y cuantos árboles 
producen fruto de simiente, para que 
todos os sirvan de alimento. 30 Tam¬ 
bién a todos los animales de la tierra, 
y a todas las aves del ciclo, y a todos 
los vivientes que sobre la tierra están 
y se mueven, les doy para comida 
cuanto de verde hierba la tierra pro¬ 
duce.» Y así fué. 

31 Y vió Dios ser bueno cuanto había 
hecho, y hubo tarde y mañana, día 
sexto. 

1 Así fueron acabados los cielos 
— V la tierra y todo su cortejo. (i) 2 Y 
rematada toda la obra que había he¬ 
cho, descansó Dios el séptimo día de 
cuanto hiciera; 3 y bendijo al día sépti¬ 
mo y lo santificó, porque en él descan¬ 
só Dios de cuanto había hecho y obrado. 

4 Este es el origen de los cielos y 
la tierra cuando fueron creados (1). 


(i) En este primer relato ha de distinguirse 

entre el fondo y la forma literaria. El fondo 


El Paraíso. 

Al tiempo de hacer Yave Dios la 
tierra y los cielos, 6 no había aún 
arbusto alguno en el campo, ni ger¬ 
minaba la tierra hierbas, por no haber 
todavía llovido Yave Dios sobre la 
tierra, ni haber todavía hombre que 
la labrase, 6 ni rueda que subiese el 
agua con que regarla; 7 formó Yave 
Dios al hombre del polvo de la tierra, 
y le inspiró en el rostro aliento de 
vida, y fué así el hombre ser animado. 
8 Plantó luego Yave Dios un jardín 
en Edén, al oriente, y allí puso al 
hombre a quien formara. 9 Hizo Yave 
Dios brotar en él de la tierra toda 
clase de árboles hermosos a la vista 
y sabrosos al paladar, y en el medio 
del jardín el árbol de la vida y el 
árbol de la ciencia del bien y del mal. 
10 Salía de Edén un río que regaba el 
jardín V de allí se partía en cuatro 
brazos. 11 El primero se llama Pisón, 
y es el que rodea toda la tierra de 
Evila, donde abunda el oro, 12 un 
oro muy fino y a más también be¬ 
del io y ágata; 13 el segundo se llama 
Guijón, y es el que rodea toda la 
tierra de Cus; 14 el tercero se llama 
Gidequcl, y corre al oriente de Asia; 
el cuarto es el Pcrat (1). 15 Tomó, 
pues, Yave Dios al hombre, y le 
llevó al jardín de Edén para que lo 
cultivase y guardase, 16 y le dió este 
mandato: «De todos los árboles del 
paraíso puedes comer, 17 pero del 
árbol de la ciencia del bien y del 
mal no comas, porque el día que de 
él comieres, ciertamente morirás.» 
18 Y se dijo Yave Dios: «No es bueno 
que el hombre esté solo, voy a ha- 


contiene las principales verdades de la religión; 
la creación del universo, en el tiempo, por la 
omnipotencia y la sabiduría de Dios; la forma¬ 
ción de los astros para servicio del hombre, no 
para ser por él adorados; el origen divino de 
toda fecundidad, también por error divinizada 
en las religiones paganas; la formación del 
hombre, a imagen y semejanza de Dios. Esta 
semejanza, según la Escritura y los Padres, 
está en el dominio y señorío vicario del hombre 
sobre toda la creación, y radicalmente se funda 
en la naturaleza racional del hombre. La forma 
literaria es una especie de parábola, en que la 
obra de Dios, a tenor del precepto sabático, 
se presenta cual modelo de la obra del hombre. 
La obra de Dios se divide, no según la natura¬ 
leza de las cosas, sino según éstas aparecen a 
los sentidos y conforme al lenguaje de la época. 
(I. G. n. 13 y 15 ) 

(1) Los dos ríos primeros no se sabe cuales 
son; el tercero es probablemente el Tigris; 
el cuarto, el Eufrates. 

















GÉNESIS. 3 


I I 


cerle una ayuda semejante a él»; 
19 pues había Yave Dios traído ante 
Adán todos cuantos animales del 
campo y cuantas aves del cielo hizo 
de la tierra, para que viese cómo los 
llamaría, y fuese el nombre de todos 
los vivientes el que él les diera; 20 y 
había dado Adán nombre a todas las 
bestias y a todas las aves del cielo 
y a todos los animales del campo; 
pero entre todos ellos no había para 
Adán ayuda semejante a él. 21 Hizo 
pues Yave Dios caer sobre Adán un 
profundo sopor; y dormido, tomó una 
de sus costillas, cerrando en su lugar 
la carne, 22 y de la costilla que de 
Adán tomara formó Yave Dios a la 
mujer, y se la presentó a Adán. 
23 Adán exclamó: 

«Esto sí que es ya hueso de mi 
hueso y carne de mi carne. 

Esto se llamará varona, porque 
del varón ha sido tomada. 

24 Por esto dejará el hombre a su 
padre y a su madre 

Y se adherirá a su mujer 

Y vendrán a ser los dos una sola 
carne.» 


Tentación, caída y primera pro¬ 
mesa de redención. 

I 25 Estaban ambos desnudos, Adán 
y su mujer, sin avergonzarse de ello. 

3 1 Pero la serpiente, el más astuto 
de cuantos animales del campo 
hiciera Yave Dios, dijo a la mujer: 

«¿Conque os ha mandado Dios que 
no comáis de los árboles todos del 
paraíso?» 2 Y respondió la mujer a 
la serpiente: «Del fruto de los árbo- 
• les del paraíso comemos, 3 pero del 
fruto del que está en medio del pa¬ 
raíso nos ha dicho Dios: «no comáis 

de él, ni lo toquéis siquiera, no va¬ 
yáis a morir.» 4 * Y dijo la serpiente 

a la mujer: «No, no moriréis; 6 7 es 
que sabe Dios que el día que de él 
comáis, se os abrirán los ojos, y se¬ 
réis como Dios, conocedores del bien 
y del mal.» 6 Vió, pues, la mujer 
que el árbol era bueno para comerse, 
hermoso a la vista y deseable para 
alcanzar la sabiduría, y cogió de él 
fruto, y comió, y dió de él a su ma¬ 
rido, que también con ella comió. 

7 Abriéronse los ojos de ambos, y 

viendo que estaban desnudos, cosie¬ 

ron unas hojas de higuera y se hi¬ 

cieron unos cinturones. 8 * Oyeron a 


Yave Dios, que andaba por el jardín 
al fresco del día, y se escondieron 
de Yave Dios Adán y su mujer, en 
medio de la arboleda del jardín. 
9 Pero llamó Yave Dios a Adán, di¬ 
ciendo: «Adán, ¿dónde estás?» 10 Y 
éste contestó: «Te he oído en el 
* jardín, y temeroso porque estaba des¬ 
nudo, me escondí.» 11 «¿Y quién, le 
dijo, te ha hecho saber que estabas 
desnudo? Es que has comido del árbol 
de que te prohibí comer?» 12 Y dijo 
Adán: «La mujer que me diste por com¬ 
pañera me dió de él y comí.» 13 Dijo, 
pues, Yave Dios a la mujer: «¿Por qué 
has hecho eso?», y contestó la mujer: 
; «La serpiente me engañó y comí.» 14 
Dijo luego Yave Dios a la serpiente: 

«Por haber hecho esto, 

Maldita serás entre todas las bestias 

Y entre todos los animales del 
campo. 

Te arrastrarás sobre tu pecho 

Y comerás el polvo todo el tiempo 
de tu vida. 

15 Pongo perpetua enemistad entre 
ti y la mujer 

Y entre tu linaje (1) y el suyo; 

Este te aplastará la cabeza, 

Y tú le morderás a él el calcañal » (2). 
i 16 A la mujer le dijo: 

1 «Multiplicaré los trabajos de tus 
preñeces; 

parirás con dolor los hijos, 

y buscarás con ardor a tu marido, 

que te dominará.» 

17 A Adán le dijo: «Por haber es¬ 
cuchado a tu mujer, comiendo del 
árbol de que te prohibí comer, di- 

I ciéndote: no comas de él: 

Por ti será maldita la tierra; 

con trabajo comerás de ella todo 
i el tiempo de tu vida; 

18 te dará espinas y abrojos, 

y comerás de las hierbas del campo. 

i- 

(1) Nuestra palabra «linaje» no corresponde 
exactamente a la palabra hebrea aquí empleada, 
pues aquélla significa no sólo posteridad, que 
es lo que significa la palabra hebrea, sino tam¬ 
bién ascendencia; la hemos preferido, sin em- 

: bargo, por ser de género masculino, y convenir 
mucho en este lugar hacer resaltar la contra¬ 
posición que, de no distinguir entre los dos 
géneros, queda oscurecida. 

(2) La palabra hebrea es la misma para 
la acción del linaje de la mujer contra la ser¬ 
piente y para la de la serpiente contra el linaje 
de la mujer. En ambos casos debería traducirse 
del mismo modo. Sin embargo, como la pala¬ 
bra hebrea significa acechar o herir, prefiriendo 
esta úlrima significación, la matizamos de aplas¬ 
tar o de morder, según las circunstancias de la 
acción en el uno y el otro caso. 











12 


GÉNESIS, 4 


19 Con el sudor de tu rostro come¬ 
rás el pan, hasta que vuelvas a la 
tierra, pues de ella has sido formado; 

ya que polvo eres, y al polvo vol¬ 
verás» (1). 

20 Adán llamó Eva a su mujer, 
por ser la madre de todos los vi¬ 
vientes. 21 Hízoles Yave Dios a Adán 
y a su mujer túnicas de pieles, y los 
vistió. 

22 Díjose Yave Dios: «He ahí a 
Adán hecho como uno de nosotros, 
conocedor del bien y del mal; que no 
vaya ahora a tender su mano al 
árbol de la vida, y comicndo.de él, 
viva para siempre. 23 Y le arrojó 
Yave Dios del jardín de Edcn, a 
labrar la tierra de que había sido 
tomado. 24 Expulsó a Adán, y puso 
delante del jardín de Edén un que¬ 
rubín, que blandía flameante espa¬ 
da (2), para guardar el camino del 
árbol de la vida (3). 


Caín y Abel. 

I 1 2 Conoció Adán a su mujer, que 
" concibió y parió a Caín, diciendo: 
«He alcanzado de Yave un varón.» 
2 Volvió a parir, y tuvo a Abel, su 
hermano. Fué Abel pastor y Caín la¬ 
brador; 3 y al cabo de tiempo hizo 
Caín ofrenda a Yave de los frutos 
de la tierra, 4 * y se la hizo también 
Abel de los primogénitos de su ga¬ 
nado, de lo mejor de ellos; y agra- 


(1) En estas palabras de Dios a la mujer 
y al hombre resalta la diversa misión del uno 
y de la otra en la familia. La del hombre, ser 
jefe de ella y su mantenedor; la de la mujer, 
los afanes de la maternidad. 

(2) En todo este relato, como en el de’ a 
creación, hay que distinguir entre el fondo y 
la forma literaria. Esta es poética; y si absurdo 
sería tomar en sentido propio todas las palabras, 
definir del todo los límites entre la imagen y 
la realidad serla temerario. La C. P. Bíblica, 
en decreto de 30 de junio de 1908, después 
de condenar los sistemas que niegan todo valor 
histórico a estos relatos, señala algunos puntos 
que en éste han de ser tenidos por históricos: 
haber sido formada la mujer del cuerpo del 
primer hombre; la unidad específica del género 
humano; la felicidad original de los primeros 
padres en el estado de justicia, integridad e 
inmortalidad; el precepto dado por Dios al 
hombre para probar su obediencia; el primer 
pecado cometido por el hombre, a instigación 
del diablo en figura de serpiente; la pérdida, 
por parte del hombre, del privilegio de la ius- 
ticia original, y la promesa de un futuro redentor. 

(3) Son imágenes que expresan que no le 

queda al hombre esperanza alguna de reco¬ 

brar la inmortalidad. 


| dóse Yave de Abel y su ofrenda, 

6 pero no de Caín y la suya Se 
enfureció Caín y andaba cabizbajo; 

6 y Yave le dijo: «¿Por qué estás 
enfurecido, y por qué andas cabiz¬ 
bajo? 7 ¿No es verdad que si obraras 
bien andarías erguido, mientras que 
si no obras bien, estará el pecado a 
la puerta? Cesa, que él siente apego 
a ti, y tú le dominarás a él.» 8 Dijo 
Caín a Abel, su hermano: «Vamos al j 
campo.» Y cuando estuvieron en el 
campo, se alzó Caín contra Abel, su 
hermano, y le mató. 9 Preguntó Yave 
a Caín: «¿Dónde está Abel, tu her¬ 
mano?» Contestóle: «No sé. ¿Soy yo 
acaso el guarda de mi hermano?» I 

10 «¿Qué has hecho?—le dijo Yave—. 

La voz de la sangre de tu hermano 
está clamando a mí desde la tierra. 

11 Ahora, pues, maldito serás de la 
tierra, que abrió su boca para reci¬ 
bir de mano tuya la sangre de tu 
hermano. 12 Cuando la labres, te ne¬ 
gará sus frutos, y andarás por ella 
fugitivo y errante» (1). 13 Dijo Caín 
a Yave: «Insoportablemente grande 
es mi castigo. 14 Ahora me arrojas 1 
de la tierra cultivada; oculto a tu 
rostro, habré de andar fugitivo y 
errante por la tierra, y cualquiera 
que me encuentre me matará.» 13 Pero 
Yave le dijo: «No será así. Si alguien 
matare a Caín, sería éste siete veces 1 
vengado.» Puso, pues, Yave a Caín 
una señal, para que nadie que le 
encontrase le matara. 16 Caín, ale- J 
jándose de la presencia del Señor, 
habitó la región de Nod, al oriente 1 
de Edén. 


La descendencia de Gaín. 

17 Conoció Caín a su mujer, que 
concibió y parió a Enoc. Púsose a ! 

| edificar una ciudad, a la que dió el I 
nombre de Enoc, su hijo. 18 A Enoc 1 
le nació Irad, e Irad engendró a | 
Maviael; Maviacl a Matusael y Al a- I 
tusael a Lamcc. 19 Lamec tomó dos 1 
mujeres, una de nombre Ada, otra 
de nombre Sela. 20 Ada parió a Jabel, 
que fué el padre de los que habitan I 
tiendas y pastorean. 21 El nombre 
de su hermano fué Juba!, el padre de 


(1) Está maravillosamente expresado el 
remordimiento del homicida, que, perseguido 
siempre por la imagen de su víctima y el temor 
de la venganza, huye, buscando lugar donde 
ocultarse. 











cuantos tocan la cítara y el órgano. 
22 También Sela tuvo un hijo, Tu- 
balcain, forjador de instrumentos 
cortantes de bronce V de hierro. 
Hija de Tubalcaín fué Noema. 23 Dijo, ¡ 
pues, Lamec a sus mujeres Ada y 
Sela: 

Oíd mi voz, mujeres de Lamec, 

Dad oídos a mis palabras. 

Yo mataré a cualquier hombre 
que me hiera, 

Al joven que me hiciere un car¬ 
denal. 

24 Si Caín sería vengado siete veces, 

Lamec lo será setenta veces siete (1). 


Set y su deseen den cía. 

25 Conoció de nuevo Adán a su 
mujer, que parió un hijo, a quien 
puso por nombre Set, diciendo: «Hame 
dado Yave otro descendiente por 
Abel, a quien mató Caín.» 26 Tam¬ 
bién a Set le nació un hijo, al que 
llamó Enós; entonces comenzó a lla¬ 
marse con el nombre de Yave (2). 

• 1 2 Este es el libro de las genera^ 
'' ciones de Adán. Cuando creó Dios 
al hombre le hizo a imagen de Dios. 
2 Hízolos macho y hembra, y los 
bendijo, y les dió, al crearlos, el 
nombre de Adán. 3 Tenía Adán ciento 
treinta años cuando engendró un 
hijo a su imagen y semejanza, y le 
llamó Set. 4 Fueron los días de 
Adán, después de engendrar a Set, 
ochocientos años, y engendró hijos 
e hijas. 6 Fueron todos los días de 
la vida de Adán novecientos treinta 
años, y murió. 6 Era Set de ciento 
cinco años, cuando engendró a Enós; 
7 vivió, después de engendrar a 
Enós, ochocientos siete años, y en¬ 
gendró hijos e hijas; 8 fueron los días 
todos de su vida novecientos doce 
años, y murió. 9 Era Enós de noventa 
años, cuando engendró a Cainán; 


(1) En esta genealogía se pone de relieve 
la tendencia de los descendientes de Caín al 
cultivo de la civilización materia¿ con todos los 
vicios que ésta suele llevar consigo. La poesía 
de Lamec, el primer polígamo, es la explosión 
feroz de un alma ensoberbecida poi la invención 
de las armas de bronce y hierro. 

(2) La interpretación es dudosa. Algunos 
interpretan que entonces comenzó a invocarse 
el, nombre de Yave, es decir, que comenzó a 
dársele culto público; nos parece preferible 
la interpretación de que entonces la descenden¬ 
cia elegida comenzó a llamarse la descendencia 
de los hijos de Dios. 


10 vivió, después de engendrar a 
Cainán, ochocientos quince años, y 
engendró hijos e hijas. 11 Fueron 
todos los días de la vida, de Enós 
novecientos cinco años, y murió. 
12 Era Cainán de setenta años cuando 
engendró a Malaleel; 13 vivió, después 
de engendrar a Malaleel, ochocientos 
cuarenta años, y engendró hijos e 
hijas. 14 Fueron todos los días de su 
vida novecientos diez años, y murió. 
15 Era Malaleel de sesenta y cinco 
años cuando engendró a Jared. 16 Vi¬ 
vió, después de engendrar a Jared, 
ochocientos treinta años, y engendró 
hijos e hijas. 17 Fueron todos los 
días de su vida novecientos sesenta 
y dos años, y murió. 18 Era Jared de 
ciento sesenta y dos años, cuando 
engendró a Enoc. 19 Vivió, después 
de engendrar a Enoc, ochocientos 
años, y engendró hijos e hijas. 20 Fue¬ 
ron todos los días de su vida nove-, 
cientos sesenta y dos años, y murió. 
21 Era Enoc de sesenta y cinco años 
cuando engendró a Matusalén. 22 An¬ 
duvo Enoc en la presencia de Dios, 
después de engendrar a Matusalén, 
trescientos años, y engendró hijos e 
hijas. 23 Fueron todos los días de la 
vida de Enoc trescientos sesenta y 
cinco años, 24 y anduvo constante¬ 
mente en la presencia de Dios, y des¬ 
apareció (1), pues se lo llevó Dios. 
24 Era Matusalén de ciento ochenta 
y siete años, cuando engendró a 
Lamec. 26 Vivió, después de engen¬ 
drar a Lamec, setecientos ochenta y 
dos años, y engendró hijos e hijas. 
27 Fueron todos los días de Matusalén 
novecientos sesenta y nueve años, y 
murió. 28 Era Lamec de ciento ochen¬ 
ta y dos años, cuando engendró un 
hijo, 29 al que puso por nombre Noé, 
diciendo: «Este nos consolará de 
nuestros quebrantos y del trabajo de 
nuestras manos por la tierra que 
maldijo Yave.» 30 Vivió Lamec, des¬ 
pués de engendrar a Noé, quinien¬ 
tos noventa y cinco años, y engendró 
hijos e hijas. 31 Fueron todos los 
días de Lamec setecientos setenta y 
siete años, y murió. 32 Era Noé de 
quinientos años, y había engendrado 
a Sem, Cam y Jafet (2). 


(1) Esta desaparición de Enoc es para nos¬ 
otros un misterio. Aunque otras veces alude a 
ella la Escritura, no levanta el velo. Las fanta¬ 
sías de los apócrifos no merecen crédito alguno. 

(2) En esta genealogía, al contrario de la 

de los cainitas, se pone de relieve la piedad de 

los setitas para con Dios, y se indica cuidadosa- 













GÉNESIS, 6, 7 


1 1 


F1 diluvio. 

A 1 Cuando comenzaron a multi- 
u plicarse los hombres sobre la 
tierra, y tuvieron hijos, 2 viendo los 
hijos de Dios que las hijas de los 
hombres eran hermosas, tomaron de 
entre ellas por mujeres las que bien 
quisieron. 3 Y dijo Yave: «No per¬ 
manecerá por siempre mi espíritu en 
el hombre, porque no es más que car¬ 
ne. Ciento veinte años serán sus días.» 

4 Había entonces gigantes en la 
tierra, y también después, cuando los 
hijos de Dios se unieron con las hijas 
de los hombres, les engendraron los 
héroes, que muy de antiguo son 
hombres famosos (1). 

5 Viendo Yave cuánto había cre¬ 
cido la maldad del hombre sobre la 
tierra, y cómo todos sus pensamien¬ 
tos y deseos sólo y siempre tendían 
al mal, 6 se arrepintió de haber hecho 
al hombre en la tierra, doliéndose 
grandemente en su corazón, 7 y dijo: 
«Voy a exterminar al hombre que 
hice de sobre la haz de la tierra; al 
hombre, a los animales, a los reptiles 
y hasta a las aves del cielo, pues me 
pesa de haberlos hecho.» 8 Pero Noé 
halló gracia a los ojos de Yave. 

9 Estas son'las generaciones de Noé: 
Noé era varón justo y perfecto entre 
sus contemporáneos, y siempre an¬ 
duvo con Dios. 10 Había engendrado 
tres hijos, Sem, Cam y Jafet. 11 La 
tierra estaba corrompida ante Dios, 
y llena toda de iniquidad. 12 Viendo, 
pues, Dios que todo en la tierra era 
corrupción, pues toda carne había 
corrompido su camino, 13 dijo a Noé: 
«Veo venir el fin de todos, pues la 
tierra está llena toda de sus iniqui¬ 
dades, y voy a exterminarlos a ellos 
con la tierra.» 14 Hazte un arca de 
maderas resinosas, divídela en com¬ 
partimentos, y la calafateas con pez 
por dentro y por fuera. 15 Hazla así: 


mente el tiempo en que fue engendrado el 
patriarca, que entra después en la genealogía 
del Mesías. Cuanto a la longevidad y a la cro¬ 
nología que de estas genealogías se deduce, 
véase Intr. Gral. n.° 8. 

(t) La interpretación del lugar es difícil; 
parece lo más probable que se traía de las unio¬ 
nes conyugales de los descendientes de la raza 
elegida, los hijos de Dios, con las mujeres de 
la raza de Caín, las hijas de los hombres; unio¬ 
nes que aun a aquéllos llevaron la más profunda 
corrupción. De los gigantes se hace después 
mención en la Escritura (Num. 13. 33) y, aun¬ 
que con nombres distintos, también en otros 
ugares. 


trescientos codos de largo, cincuenta 
de ancho y treinta de alto: 16 harás 
en ella un tragaluz, y a un codo 
sobre éste acabarás el arca por arri¬ 
ba; la puerta la haces a un costado; 
harás en ella un primero, un segundo 
y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar 
sobre la tierra un diluvio de aguas 
que exterminará cuanto bajo el cielo 
tiene hálito de vida. 18 Pero contigo 
haré yo mi alianza; y entrarás en 
el arca tú y tus hijos, tu mujer y 
las mujeres de tus hijos, contigo. 
19 De todos los animales meterás en 
el arca parejas para que vivan con¬ 
tigo, 20 de las aves, de las bestias y 
de toda especie de animales, macho 
y hembra. 21 Recoge alimentos de 
toda clase, para que os sirvan de 
comida.» 22 Hizo, pues, Noé en todo 
como Dios se lo mandó. Después 
dijo Yave a Noé: 

** 1 «Entra en el arca tú y toda tu 
* casa, pues sólo tú has sido hallado 
justo en esta generación. 2 De todos 
los animales puros toma dos setenas, 
machos y hembras, y de los impuros 
dos parejas, machos y hembras. 

3 También de las aves" puras dos 
setenas, machos y hembras, para que 
se salve su prole sobre la haz de la 
tierra toda, 4 porque dentro de siete 
días voy a hacer llover sobre la tierra 
cuarenta días y cuarenta noches, y 
exterminaré de sobre ella cuanto hice 
y vive. 6 Hizo Noé cuanto Dios le 
| mandara. 6 Era Noé de seiscientos 
anos cuando las aguas del diluvio 
I inundaron la tierra. 7 Y ante el dilu¬ 
vio entró en el arca Noé con sus hijos, 

, su mujer y las mujeres de sus hijos 
‘ y los animales limpios e inmundos; 
de las aves y cuanto vive sobre la 
tierra 9 entraron con Noé en el arca 
parejas, machos y hembras, según se 
lo había ordenado Dios. 10 Tasados 
los siete días, las aguas del diluvio 
cubrieron la tierra. 11 A los seiscien¬ 
tos años de la vida de Noé, el se¬ 
gundo mes, el día diecisiete de él, 
se rompieron todas las fuentes del 
abismo, se abrieron las cataratas del 
cielo, 12 y estuvo lloviendo sobre la 
tierra durante cuarenta días y cua¬ 
renta noches. 13 Aquel mismo día 
entraron en el arca Noé y sus hijos, 
Sem, Cam y Jafet, su mujer y las 
mujeres de sus tres hijos, 14 y los 
animales todos según su especie, 
todas las bestias, según su especie; 
1 todo reptil que se arrastra por la 







GENESIS, 8, 9 


15 


tierra, según su especie; toda ave, 
según su especie; todo pájaro, toda 
especie de volátil. 15 Entraron con 
Noé en el arca, de dos en dos, de 
toda carne que tiene hálito de vida. 
18 De toda carne entraron macho y 
hembra, como se lo había mandado 
Dios, y tras él cerró Ya ve. 17 Dilu¬ 
vió durante cuarenta días sobre la 
tierra. Crecieron las aguas y levan¬ 
taron el arca, que se alzó sobre la 
tierra. 18 Siguieron creciendo, cre¬ 
ciendo las aguas sobre la tierra, y el 
arca flotaba sobre la superficie de 
las aguas. 19 Tanto crecieron las aguas, 
que cubrieron los altos montes de 
debajo del cielo. 20 Quince codos sü- 
bieron las aguas por encima de ellos. 
21 Perecieron cuantos animales se 
mueven en la tierra, aves, ganados, 
bestias y todos los reptiles que se 
arrastran por la tierra, todos los 
hombres, 22 y todo cuanto vive sobre 
la tierra seca. 23 Fueron destruidos 
todos los vivientes sobre la superfi¬ 
cie de la tierra, desde el hombre a 
la bestia, y los reptiles y las aves del 
cielo, quedando sólo Noé y los que 
con él estaban en el arca. 24 Ciento 
cincuenta días estuvieron las aguas 
altas sobre la tierra. 

^ 1 Acordóse Dios de Noé y de 
cuantos con él estaban en el 
arca, y mandó sobre la tierra un 
viento, y menguaron las aguas. 2 Ce¬ 
rráronse las fuentes del abismo y las 
cataratas del cielo. Cesó de llover, 
3 y las aguas iban menguando, men¬ 
guando. Comenzaron a bajar a los 
lados del arca al cabo de ciento cin¬ 
cuenta días, 4 * pues el arca se había 
asentado sobre los montes de Ararat 
el día veintisiete del séptimo mes. 
6 Siguieron menguando las aguas has¬ 
ta el mes décimo, y el día primero d< 
este mes aparecieron las cumbres d« 
los montes. 6 Pasados cuarenta día 
más, abrió Noé la ventana, que había 
hecho en el arca, 7 * y soltó un cuervo, 
que volando iba y venía, mientras 
se secaban las aguas sobre la tierra. 
8 Siete días después, para ver si se 
habían secado ya las aguas, soltó una 
paloma, 9 que como no hallase donde 
posar el pie, se volvió al arca. 10 Es¬ 
peró otros siete días, y soltó otra vez 
la paloma, 11 que volvió a la tarde, 
trayendo en el pico una ramita verde 
de olivo. Conoció por esto Noé que 
las aguas no cubrían ya la tierra, 
12 pero todavía esperó otros siete 


días, y volvió a soltar la paloma, 
que ya no volvió más a él. 13 El 
año seiscientos uno, en el primer mes, 
el día primero de él, estaba secán¬ 
dose la superficie de la tierra, y 
abriendo Noé el techo del arca miró, 
y vió que se secaba la superficie de 
la tierra. 14 El día veintisiete del 
segundo mes estaba ya seca la tie¬ 
rra (1). 15 Habló, pues, Dios a Noé 
y le dijo: 16 «Sal del arca tú y tu 
mujer, tus hijos y las mujeres de tus 
hijos contigo. 17 Saca también todos 
los animales de toda especie, aves, 
bestias y demás vivientes; llenad la 
tierra, creced, y multiplicaos sobre 
ella.» 18 Salió, pues, Noé, con sus 
hijos, su mujer y las mujeres de sus 
lijos, 19 y salieron también todos los 
mímales, reptiles y aves según sus 
especies. 20 Alzó Noé un altar a Yave, 
y tomando de todos los animales 
puros y de todas las aves puras, 
ofreció sobre el altar un holocausto. 

21 Y aspiró Yave el suave olor, y se 
dijo en su corazón: «No volveré ya 
más a maldecir a la tierra por el 
hombre, pues los deseos del corazón 
humano, desde la adolescencia tien¬ 
den al mal; no volveré ya a extermi¬ 
nar cuanto vivo hice sobre la tierra. 

22 Mientras dure la tierra, habrá se¬ 
mentera y cosecha, frío y calor, ve¬ 
rano é invierno, día y noche.» 

Alianza de Dios con ÍVoc. 

9 1 Bendijo Yave a Noé y a sus 
hijos, diciéndoles: «Creced y multi¬ 
plicaos, y llenad la tierra; 2 que os 
teman, y de vosotros se espanten todos 
los animales de la tierra y todas las 
aves del cielo, todo cuanto sobre la 
tierra se mueve y todos los peces del 
mar: todos los pongo en vuestra 
mano. 3 Cuantos animales viven y se 
mueven os servirán de comida; todo 
os lo entrego, así como las hierbas 
y legumbres. 4 Solamente os absten¬ 
dréis de comer carne con su sangre 
5 porque ciertamente yo demandaré 


(i) El relato, en su sentido obvio, parece dar 

un diluvio universal con que castiga Dios la 

universal corrupción de toda carne, y del cual 

se salva sólo el que en su generación era justo 

ante Dios. Si en verdad el autor sagrado intenta 

describir el diluvio del todo universal, con 

universalidad geográfica, zoológica y antropoló¬ 

gica, es muy dudoso y discutido. La mención 

que de él se hace varias veces en el A. y en el 

Ñ. Testamento no parece exigir una estricta y 

absoluta universalidad. 








1G 


GÉNESIS, 10 




vuestra sangre de mano de cualquier 
viviente, como la demandaré de 
mano del hombre, extraño o deudo. 
6 El que derramare la sangre del 
hombre, por mano de hombre será 
derramada la suya; porque el hom¬ 
bre ha sido hecho a imagen de 
Dios (1). 7 Vosotros, pues, creced 

y multiplicaos y henchid la tierra 
y dominadla.» 8 Dijo también Yave 
a Noé y a sus hijos con él: 9 «Ved, 
yo voy a establecer mi alianza con 
vosotros y con vuestra descendencia 
después de vosotros; 10 y con todo 
ser viviente que está con vosotros, 
aves, bestias, y animales, todos los 
salidos con vosotros del arca. 11 Hago 
con vosotros pacto de no volver a 
exterminar a todo viviente por las 
aguas de un diluvio, y de que no 
habrá ya inás un diluvio que des¬ 
truya la tierra.» 12 Y añadió Dios: 
«Ved aquí la señal del pacto que 
establezco entre mí y vosotros, y 
cuantos vivientes están con vosotros, 
por generaciones sempiternas: 13 pon¬ 
dré mi arco (2) en las nubes, para 
señal de mi pacto con la tierra, 14 y 
cuando cubriere yo de nubes la 
tierra, aparecerá el arco, 15 y me 
acordaré de mi pacto con vosotros y 
con todos los vivientes de la tierra, 
y no volverán más las aguas del dilu¬ 
vio a destruirla. 16 Estará el arco 
en las nubes, y yo lo veré, para acor¬ 
darme de mi pacto eterno entre 
Dios y toda alma viviente y toda 
carne que hay sobre la tierra.» 17 «Esta 
es—dijo Dios a Noé—la señal del 
pacto que establezco entre mí y 
toda carne que está sobre la tierra.» 

Los hijos de IVoé. 

18 Fueron los hijos de Noé salidos 
del arca, Scm, Cam y Jafct; Caín era 
padre de Callón. 19 Estos tres eran 
los hijos de Noé, y de ellos se pobló 
toda la tierra. 20 Noé, agricultor, 
comenzó a labrar, y plantó una 


(1) Repite Dios a Noé la bendición dada 
a Adán (Gen. i. 28), y repite igualmente el 
mandato de respetar la vida del hombre, por 
ser éste imagen y semejanza de Dios. 

(2) El arco iris se nos da como señal del 
pacto entre Dios y Noé, y más que servir para 
traer a Dios el recuerdo del pacto, como en 
frase antropomórfica nos dice la Escritura, 
servirá para tranquilizar al hombre, con la 
seguridad de que no habrá un nuevo diluvio, 
seguridad que tendrá precisamente al llover, 
que es cuando el arco se forma. 


viña. 21 Bebió de su vino, y se em¬ 
briagó, y se desnudó en medio de su 
tienda. 22 Vio Cam, el padre de Canán, 
la desnudez de su padre, y fué a 
decírselo a sus hermanos, que esta¬ 
ban fuera; 23 y tomando Sem y Jafet 
el manto, se lo pusieron sobre los 
hombros, y yendo de espaldas, vuelto 
el rostro, cubrieron, sin verla, la 
desnudez de su padre. 24 Despierto 
de su embriaguez, supo lo que 
con él había hecho el más pequeño 
de sus hijos, 25 y dijo: 

«Maldito Canán, 

Siervo de los siervos de sus her¬ 
manos será. 

26 Bendito Yave, Dios de Sem, 

Y sea Canán siervo suyo. 

27 Dilate Dios a Jafet, 

Y habite éste en las tiendas de 
Sem, y sea Canán su siervo (1). 

28 Vivió Noé después del diluvio 
trescientos cincuenta años, 29 siendo 
todos los dias de su vida novecientos 
cincuenta años, y murió. 

I.os pueblos descendientes de ¡Voé. 

10 1 Estas son las generaciones de 

Noé (2): Sem, Cam y Jafet. 
Naciéronles hijos a éstos después del 
diluvio. 2 Hijos de Jafet fueron 
Comer, Magog, Madai, Javán, Tubal, 
Mosoc y Tiras; 3 hijos de Comer: 
Asquenaz, Rifat y Togorma; 4 * hijos 
de Javán: Elisa, y Tarsis, Quitim y 
Rodanim; 6 de éstos se poblaron 
las islas de las gentes en sus tierras, 
según sus lenguas, familias y nacio¬ 
nes. fl Hijos de Cam fueron: Cus, 
Misraim, Put y Canán. 7 Hijos de 
Cus: Saba, Evila, Sabta, Rama y 
Sableca. Hijos de Rama: Soba y 
Dadán. 8 Cus engendró a Ncmrod, 
que fué quien comenzó a dominar 
sobre la tierra, 9 pues era un robusto 


(1) La bendición de Sem es indudable y 
directamente mesiánica; la de Jafet lo es indi¬ 
rectamente. La maldición recae no sobre Cam, 
sino sobre Canán, su hijo; la razón de esto 
podría ser que fuera Canán el autor del desacato 
a que parece referirse el hagiógrafo al decir: 
«Despierto Noé, supo lo que con él habla hecho 
el más pequeño de sus hijos», que ciertamente 
no era Cam, el segundo de los tres. 

(2) La tabla etnográfica del Génesis está 

en forma de árbol genealógico; en ella los nom¬ 
bres, más que personas, representan frecuente¬ 
mente naciones, tribus o ciudades, abarcando 

el mundo conocido de los hebreos, desde el 

mar Caspio hasta España, límite occidental 

de las colonias fenicias. 























18 


GÉNESIS, 11 


cazador ante Yave, y de ahí se dijo: 
«Como Nemrod, robusto cazador ante 
Yave.» 10 Fué el comienzo de su 
reino Babel, Ereq, Acád y Calne, 
en tierra de Senaar. 11 De esta tierra 
salió para Asur, y edificó Nínive, 
Rejobothir, Calaj 12 y Resen, entre 
Nínive y Calaj; ésta era la ciudad 
más grande. 13 Misraim engendró a 
los Ludim, los Anamim, los Leabim, 
los Naftujim, 14 los Petrusim y los 
Caslujim, de los cuales salieron los 
Pilistim y los Caftorim. 15 Canán 
engendró a Sidón, su primogénito, 
y a Jet, 16 el Jebuseo, el Amorreo, 
el Guergueseo, 17 el Jeveo, el Ara- 
queo, el Sineo, 18 el Arvadeo, el 
Semareo y Jamateo, de los que des¬ 
cendieron después las familias del 
Cananeo. 19 Los límites del Cananeo 
eran desde Sidón, viniendo hacia 
Gerara, hasta Gáza, y viniendo hacia 
Sodoma, Gomorra, Adama y Seboim, 
hasta Lesa. 20 Estos son los hijos 
de Cam, según sus familias, lenguas, 
regiones y naciones. 21 También le 
nacieron hijos a Sem, padre de todos 
los Beneeber y hermano mayor de 
Jafet. 2 . 2 Son hijos de Sem: Elam, 
Asur, Arfaesad, Lud, Aram y Cai- 
nán (1). 23 Hijos de Aram: Uz, Jul, 
Gueter y Mas 24 Arfaesad engendró 
a Salaj, y Salaj a Heber. 25 A Heber 
le nacieron dos hijos, el uno se llamó 
Paleg, porque en su tiempo se dividió 
la tierra; su hermano se llamó Joetán; 
26 Joetán engendró a Almodad, 
Salar, Jasarmavet, Jaraj, 27 Ado- 
ram, CJzal, Dicla, 28 Obad, Abimael, 
Jeba, 29 Ofir, Evila y Jobab. Todos 
éstos son hijos de Joetán, 30 y habi¬ 
taron desde Mesa, según se va a 
Sefar, el monte oriental. 31 Estos 
son los hijos de Sem, según sus fami¬ 
lias, lenguas, regiones y naciones. 
32 Estas las familias de los hijos de 
Noé, según sus generaciones y nacio¬ 
nes. De estos se dividieron los pue¬ 
blos en la tierra después del diluvio. 


La confusión de las lenguas. 

1 1 (i) * 1 Era la tierra toda de una sola 
1 * lengua y de unas mismas palabras. 
2 En su marcha desde oriente halla¬ 
ron una llanura en la tierra de Senaar 


(i) Añadimos a la genealogía el nombre 
de Cainán por hallarse en los LXX y haberlo 
incluido San Lucas en la de Cristo (Luc. 3. 36.) 
La genealogía, aunque incompleta, es el docu- 


y se establecieron allí. 8 Dijéronse 
unos a otros: «Vamos a hacer ladri¬ 
llos, y a cocerlos al fuego»; y se sir¬ 
vieron de los ladrillos como de pie¬ 
dra, y el betún les sirvió de cemento; 
4 y dijeron: «Vamos a edificarnos 
una ciudad y una torre, cuya cús¬ 
pide toque a los cielos y nos haga 
famosos, por si tenemos que divi¬ 
dirnos por la haz de la tierra.» 5 Y 
bajó Yave a ver la ciudad y la torre 
que estaban haciendo los hijos de 
los hombres, 6 y se dijo: «He aquí 
un pueblo uno. y tienen todos una 
lengua sola. Se han propuesto esto, 
y nada les impedirá llevarlo al cabo. 
7 Bajemos, pues, y confundamos 
su lengua, de modo que no se entien¬ 
dan unos a otros.» 8 Y los dispersó 
de allí Yave por toda la haz de la 
tierra, y así cesaron de edificar la 
ciudad. 9 Por eso se llamó Babel, 
porque allí confundió Yave la lengua 
de la tierra toda, y de allí los dis¬ 
persó por la haz de toda la tierra (1). 


Genealogía de Abrnirt. 

10 Estas son las generaciones de 
Sem: Era Sem de cicp años, cuando 
engendró a Arfaesad, dos años des¬ 
pués del diluvio; 11 vivió Sem después 
de engendrar a Arfaesad quinientos 
años, y engendró hijos e hijas. 12 Vi¬ 
vió Arfaesad cincuenta años, y en¬ 
gendró a Sale; 13 vivió después de 
engendrar a Sale trescientos años, 
y engendró hijos e hijas. 14 Vivió 
Sale treinta años, y engendró a He¬ 
ber; 16 vivió después de engendrar 
a Heber cuatrocientos tres años, y 
engendró hijos e hijas. 16 Vivió Heber 
treinta y cuatro años, y engendró 
a Paleg; 17 vivió después de engen¬ 
drar a Paleg cuatrocientos treinta 
años, y engendró hijos e hijas. 
18 Vivió Paleg treinta años, y engen¬ 
dró a Reu; 19 vivió después de en¬ 
gendrar a Reu doscientos nueve 
años, y engendró hijos e hijas. 20 Vi¬ 
vió Reu treinta y dos años, y engen¬ 
dró a Sarug; 21 vivió después de 


mentó etnográfico más importante que nos ha 
transmitido la antigüedad, pues por él conoce¬ 
mos el lugar que ocupaba el pueblo de las 
promesas en medio de las naciones. 

(1) El relato nos presenta a los hombres 
ensoberbecidos por su fuerza y su unidad, 
basada en la unidad de lengua. Los castiga 
Dios, confundiendo su lengua y obligándolos 

asi a dispersarse. 






GÉNESIS, 12 


19 


engendrar a Sarug doscientos siete 
años, y engendró hijos e hijas. 22 Vi¬ 
vió Sarug treinta años, y engendró 
a Najor; 23 vivió después de engen¬ 
drar a Najor doscientos años, y 
engendró hijos e hijas. 24 Vivió Najor 
veintinueve, años, y engendró a Ta- 
rej; 25 vivió después de engendrar 
a Tarej ciento diecinueve años, y 
engendró hijos e hijas. 26 Vivió 
Tarej setenta años, y engendró a 
Abram, a Najor y a Aram (1). 

Emigración de Abram a la Pa¬ 
lestina. 

27 Estas son las generaciones de 
Tarej: Tarej engendró a Abram, 
Najor y Arán. Arán engendró a Lot, 
28 y murió antes de Tarej, su padre, 
en la tierra de su nacimiento, en 
Ur Casdim. 29 Y tomaron Abram y 
Najor mujer cada uno; el nombre 
de la de Abram, Sarai, y el de la de 
Najor, Melca, hija de Arán, el padre 
de Melca y de Jesca. 30 Era Sarai 
estéril y no tenía hijos. 31 Tomó, pues, 
Tarej a Abram su hijo, a Lot, el 
hijo de Arán, hijo de su hijo y a 
Sarai su nuera, la mujer de su hijo 
Abram, y los sacó de Ur Casdim, 
para dirigirse a la tierra de Canán, 
y llegados a Jarán, se quedaron allí. 
32 Siendo Tarej de doscientos cinco 
años, murió en Jarán. 

i 9 1 2 * Había dicho Ya ve a Abram: 
1 ~ «Salte de tu tierra, 

De tu parentela 

De la casa de tu padre, 

Para la tierra que yo te indicaré; 

2 Yo te haré un gran pueblo, 

Te bendeciré y engrandeceré tu 
nombre 

Que será bendición 

3 Y bendeciré a los que te bendigan. 

Y maldeciré a los que te maldigan. 

Y te bendecirán todas las familias 

de la tierra» (2). 4 * Emprendió 


Abram el camino, conforme le había 
dicho Yave, llevando consigo a Lot. 
Al salir de Jarán, era Abram de 
setenta y cinco años. 6 Tomó, pues, 
Abram a Sarai, su mujer, y a Lot, 
su sobrino y toda su hacienda y la 
familia y ganados que en Jarán 
habían adquirido. Salieron, para diri¬ 
girse a la tierra de Canán, y llegaron 
a ella. 6 Penetró en ella Abram hasta 
el lugar de Siquein, hasta el encinar 
de Moré. Entonces estaban los cana- 
neos en aquella tierra. 7 Y se le 
apareció Yave a Abram, y le dijo: 
«A tu descendencia daré yo esta 
tierra.» Alzó allí un altar a Yave, 
que se le había aparecido, 8 * y sa¬ 
liendo hacia el monte que está frente 
a Betel, asentó allí sus tiendas, 
teniendo a Betel a occidente y a Hai 
al oriente, y alzó un altar a Yave, 
e invocó el nombre de Yave. 

Bajada de Abram a Egipto. 

9 Alzó Abram sus tiendas para ir al 
Negueb; 10 pero hubo un hambre en 
aquella tierra, y bajó a Egipto para 
peregrinar allí, por haber en aquella 
tierra gran escasez. 11 Cuando estaba 
ya próximo a entrar en Egipto, dijo 
a Sarai su mujer: «Mira que sé que 
eres mujer hermosa, 12 y cuando 
te vean los egipcios, dirán: «es su 
mujer», y me matarán a mí y a ti 
te dejarán la vida: 13 di pues, te lo 
ruego, que eres mi hermana, (1) para 
que así me traten bien por ti. y por 
amor de ti salve yo mi vida.» 14 Cuan¬ 
do, pues, hubo entrado Abram en 
Egipto, vieron los egipcios que su 
mujer era muy hermosa; 15 y vién¬ 
dola los jefes del Faraón, se la ala¬ 
baron mucho, y la mujer fué llamada 
al palacio del Faraón. 18 A Abram 
le trataron muy bien por amor de 
ella, y tuvo ovejas, ganados y asnos, 
siervos y siervas, asnos y camellos. 


(1) Abram es el término de la genealogía 
patriarcal, que comprende además todo el 
Cap. 5 del Gén. En cuanto al modo de la genea¬ 
logía, su sentido mesiánico y su valor crono¬ 
lógico, V. la nota a Gén. 5. 31. 

(2) Las palabras de Dios a Abram contie¬ 

nen un mandato y una promesa, uno y otra 

dados en Ur Casdim (Act. 7. 2). La promesa se 

repite, en términos casi idénticos, tres veces 

al mismo Abram y después a Isac y a Jacob. 

Promete Dios a Abram darle la tierra de Canán, 

a él y a su descendencia; esto, si bien aquí está 

sólo indicado, se halla luego terminantemente 

en las promesas siguientes (13. 14 sgs.): mul¬ 


tiplicar su descendencia, hasta hacerla una gran 
nación; engrandecerle y darle por fuente de 
bendición; bendecir a los que le bendigan 
maldecir a los que le maldigan y ser objeto de 
bendición para todas las naciones de la tierra. 
La razón de todas estas bendiciones es el Mesíasj 
que de Abram descenderá. 

(1) Según Gen. 20,12, Abraham y Sara eran 
hermanos de padre, lo que no era en muchos 
pueblos antiguos impedimento del matrimonio. 
En Israel mismo, a pesar de la Ley (Lev. 18, 
9, 11; Deut. 27, 22), tal vez no se consideraban 
tales matrimonios como ilícitos, a juzgar por las 
palabras de Tamar a su hermano Ammón (II 
Sam. 13, 13). 











M ESO POTAM1A 

EN EL 

GÉNESIS 








GÉNESIS, 13, 14 


21 


17 Pero Yave afligió con grandes 
plagas al Faraón y a su casa, por 
Sarai, la mujer de Abram; 18 y 
llamando el Faraón a Abram, le 
dijo: «¿Por qué me has hecho esto? 
¿Por qué no me hiciste saber que 
era tu mujer? 19 ¿Por qué dijiste: es 
mi hermana, dando lugar a que la 
tomase yo por mujer? Ahora, pues, 
ahí tienes a tu mujer, tómala y vete.» 
20 Y dió el Faraón órdenes acerca 
de él a sus hombres, y éstos le con¬ 
dujeron a él y a 'su mujer con todo 
cuanto era suyo. 

I 1 Subió, pues, de Egipto Abram 

1 f> con su mujer, toda su hacienda, 
y con Lot hacia el Negueb. 2 Era 
Abram muy rico en ganados y en 
plata y oro, 3 y se volvió desde el 
Negueb hacia Betel, 4 hasta el lugar 
donde estuvo antes acampado entre 
Betel y Hai, el lugar del altar que 
allí alzara al principio, e invocó allí 
el nombre ,de Yave. 


Separación de Abram y Lot. 

5 También Lot, que acompañaba 
a Abram, tenía rebaños, ganados y 
tiendas, 6 y no podían habitar juntos 
en aquella tierra, por ser muy gran¬ 
des sus haciendas para poder habi¬ 
tar juntamente. 7 Hubo contiendas 
entre los pastores del ganado de 
Abram y los del ganado de Lot. 
Habitaban entonces aquella tierra 
acuérneos y fereceos. 8 Dijo, pues, 
Abram a Lot: «Que no haya contien¬ 
das entre los dos, ni entre mis pas¬ 
tores y los tuyos, pues somos her¬ 
manos. 9 ¿No tienes ante ti toda la 
región? Sepárate, pues, de mí, te 
lo ruego; si tú a la izquierda, yo a la 
derecha; si tú a la derecha, yo a la 
izquierda.» 10 Alzando Lot sus ojos, 
vió toda la olla (1) del Jordán, 
enteramente regada, antes de que 
destruyera Yave a Sodoma y Gomo- 
rra, que era como un jardín de Yave, 
y a partir de Segor se parecía al 
Egipto. 11 Eligió, pues, Lot la olla 
del Jordán, y se dirigió al oriente 
separándose el uno del otro. 12 Abram 
siguió en la tierra de Canán, y Lot 
habitó en las ciudades de la olla del 


(i) Una depresión rodeada de montes, 

como es la región del Jordán, se llama frecuente¬ 

mente olla; por eso traducimos así, pues tal 

es el aspecto que presenta, vista desde Betel, 

desde donde la contemplan Abram y Lot. 


Jordán, teniendo su morada en So- 
doma. 13 Eran los habitantes de 
Sodoma malos y pecadores ante Yave 
en muy alto grado. 14 Dijo Yave a 
Abram, después que Lot se hubo 
separado de él: «Alza tus ojos, y 
desde el lugar donde estás, mira al 
norte y al mediodía, a oriente y a 
occidente. 16 Pues toda la tierra 
que ves te la daré yo a ti y a tu des¬ 
cendencia para siempre. 16 Haré tu 
descendencia como el polvo de la 
tierra; si hay quien pueda contar 
¡ el polvo de la tierra, ése será quien 
pueda contar tu descendencia. 17 An¬ 
da, y camina por esta tierra a lo 
largo y a lo ancho, que a ti te la daré 
toda.» 18 Alzó, pues, Abram sus 
tiendas, y se fué a habitar en el 
encinar de Mambre, cerca de Hebrón, 
y alzó allí un altar a Yave. 

Liberación cíe Lot. 

II 1 Sucedió en tiempo de Amrafel, 
1 ~ rey de Senaar, que Arioc, rey 
de Elasar, Codorlaomor, rey de Elam, 

| y Tadal, rey de Goim, 2 hicieron 
guerra a Bara, rey de Sodoma; a 
! Bersa, rey de Gomorra; a Senab, rey 
de Adama; a Semebar, rey de Se- 
boim, y al rey de Bala, que es Segor. 

1 3 Estos se concentraron en el valle 
de Sidim, que es el mar de sal. 
4 Por doce años habían estado some¬ 
tidos a Codorlaomor, pero el año 
trece se rebelaron. 5 El catorce vino 
Codorlaomor y los reyes con él coa¬ 
ligados, y derrotaron a los Kefaim 
en Astarot Carnaim, y a los Zurim 
i en Sam, a los Emim en. Save Caria- 
taim 6 y a los jórreos en los montes 
de Seir hasta el Paran, que está 
junto al desierto; 7 y volviéndose, 
vinieron a la fuente de Mispat, que 
es Cades, y talaron todos los campos 
de los amalecitas, y los de los amo* 
írreos que habitaban en Jasason Ta¬ 
tuar. 8 Saliéronles al encuentro el 
rey de Sodoma, el de Gomorra, el de 
Adama, el de Seboim y el de Bala, 
que es Segor, y presentaron batalla 
en el valle de Sidim 9 contra Codor¬ 
laomor, rey de Elam; Tadal, rey de 
Goim; Amrafel, rey de Senaar, y 
Arioc, rey de Elasar; cuatro reyes 
contra cinco. 10 Había en el valle de 
Sidim muchos pozos de betún. Los 
reyes de Sodoma y Gomorra se die¬ 
ron a la fuga, y cayeron allí muchos, 
y los que se salvaron huyeron al 
monte. 11 Saquearon todas las ha- 































PÉNESIS, 15 


23 


deudas de Sodoma y Gomorra y 
todas sus provisiones, y se retiraron. 

12 Llevábanse también con toda su 
hacienda a Lot, el hijo del hermano 
de Abram, que habitaba en Sodoma, 

13 y fue uno de los fugitivos a decír¬ 
selo a Abram, el hebreo, que habi¬ 
taba en el encinar de Mambre, amo¬ 
rreo, hermano de Escol y de Aner, 
que habían hecho alianza con Abram; 

14 y como supo Abram que había 
sido hecho cautivo su hermano, re¬ 
unió los capaces de entre sus domés¬ 
ticos, trescientos dieciocho, y per¬ 
siguió a los aprehensores hasta Dan, 

15 y dividiendo su tropa cayó sobre 
ellos por la noche, él y sus siervos y 
los derrotaron; persiguiéndolos hasta 
Joba, que está a la izquierda de 
Damasco, 16 y recobró todo el botín 
y a Lot, su hermano, con toda su 
hacienda, y mujeres y pueblo. 17 Des¬ 
pués que volvió de derrotar a Codor- 
laomor y a los reyes que con él 
estaban, salióle al encuentro el rey 
de Sodoma en el valle de Save, que 
es el valle del rey; 18 y Melquisedec, 
rey de Salem, sacando pan y vino, 
pues era sacerdote del Dios Altí¬ 
simo, 19 bendijo a Abram, dicien¬ 
do (1): 

«Bendito Abram del Dios Altísimo, 
dueño de cielos y tierra 

20 Y bendito el Dios Altísimo, que 
ha puesto a tus enemigos en tus 
manos.» Y le dió Abram diezmo de 
todo. 21 Dijo el rey de Sodoma a 
Abram; «Dame las personas, la ha¬ 
cienda tómala para ti»; 22 pero Abram 
dijo al ‘rey de Sodoma; «Alzo mi mano 
a Yave, el Dios Altísimo, dueño de 
cielos y tierra, 23 si desde un hilo 
hasta una correa de zapato, tomare 
yo nada de cuanto es tuyo, para que 
no digas: yo enriquecí a Abram; 
24 salvo lo que han comido los mozos 
y la parte de los que me han acom¬ 
pañado, Aner, Escol y Mambre. Estos 
cogerán sus partes.» 

Alianza de Yave con Abram. 

d ST 1 1 Después de estos sucesos 
■ habló Yave a Abram en visión, 
diciéndole; «No temas, Abram, yo 
soy tu escudo, tu recompensa será 


(i) Melquisedec es rey y sacerdote, y como 
tal, tipo del Mesías. Salm. no (Vulg. 109), v, 4. 
Como sacerdote bendice a Abram y recibe 
de él las décimas, en que ve San Pablo señalado 
el sacerdocio levítico. (Hbr. 5. 7 sgs.) 


muy grande.» 2 * * * Contestóle Abram: 
«Señor, Yave: ¿qué me vas a dar? 
Yo me iré sin hijos, y será heredero 
de mi casa ese damasceno Eliezer. 

3 No me has dado descendencia, y 
será mi criado quien me herede.» 

4 Pero en seguida le respondió Yave: 

«No te heredará ése, sino al contrario, 
uno salido de tus entrañas, ése te 
heredará.» 6 Y sacándole fuera le 
dijo: «Mira al cielo, y cuenta, si 
puedes, las estrellas; así de numerosa 
será tu descendencia.» 6 Y creyó 
Abram a Yave, y le fué reputado 
por justicia (1). 7 Díjole después 

Yave: «Yo soy Yave, que te saqué 
de Ur Casdim, para darte esta tierra 
en posesión.» 8 Preguntóle Abram: 
«Señor, Yave, ¿en qué conoceré que 
he de poseerla?» 9 Y le dijo Yave: 
«Elígeme una vaca de tres años, una 
cabra de tres años también, y un 
carnero igualmente de tres años, y 
una tórtola y una paloma.» 10 Tomó 
Abram todo esto, y partió los ani¬ 
males por la mitad; pero no las aves, 
y puso de cada uno una parte frente 
a la otra. 11 Bajaban las aves sobre 
las carnes muertas, y Abram las 
espantaba. 12 Cuando estaba ya el 
sol para ponerse, cayó un sopor 
sobre Abram, y fué presa de gran 
terror, y le envolvió densa tiniebla. 
13 Y dijo a Abram: «Has de saber que 
tu descendencia peregrinará en una 
tierra no suya, y estará en servidum¬ 
bre, y los afligirán por cuatrocientos 
años; 14 pero yo juzgaré al pueblo 
que los esclavizará, y saldrán de allí 
después con mucha hacienda; 16 pero 
tú irás a reunirte en paz con tus 
padres, y serás sepultado en buena 
ancianidad. 16 A la cuarta genera¬ 
ción volverán acá, pues todavía no 
se han consumado las iniquidades 
de los amorreos.» 17 Puesto ya el sol, 
y en densísimas tinieblas, apareció 
una hornilla humeando y un fuego 

! llameante, que pasó entre las mita¬ 
des de las víctimas (2). 18 En 

(1) La fe de Abram en la divina promesa, 
contra toda humana esperanza, fué un acto 
de justicia gratísimo al Señor. San Pablo la 
considera como expresión de la justificación por 
la fe. Santiago, como ejemplo de la sinceridad 
de la fe, que se muestra en las obras, como en 
Abram, dispuesto a sacrificar a su hijo único 
por obedecer a Dios. 

(2) El paso por entre las partes de las víc¬ 

timas es la forma ritual de consagrar un pacto 

entre hombres, poniendo a Dios por testigo. 

(Jer. 34. 18, 19.) Aquí el mismo Dios pasa 

entre las víctimas, simbolizado por el fuego] 








24 


GEN'ESIS, 16, 17 


aquel día hizo Yave pacto con Abram, 
diciéndole: «A tu descendencia he 
dado esta tierra desde el río de Egipto 
hasta el gran río, el Eufrates (1), 
19 al Quineo, al Quineceo, al Cadmo- 
neo, 20 al Jebeo, al Ferezeo, a los 
Refaim, 21 al Amorreo, al Cananeo, 
al Guergueseo y al Jebuseo.» 

IVaelinicnlo do Ismael 

1 /* 1 Sarai, la mujer de Abram, no 
1 tenía hijos. Pero tenía una es¬ 
clava egipcia, de nombre Agar, 2 y 
dijo a Abram: «Mira, Yave me ha 
impedido* concebir; entra, pues, a 
mi esclava, a ver si por ella puedo 
tener hijos» (2). Escuchó Abram 
a Sarai. 3 Tomó, pues, Sarai, la mujer 
de Abram, a Agar, su esclava egip¬ 
cia, al cabo de diez años de habitar 
Abram en la tierra de Canán, y se 
la dió por mujer a su marido, Abram. 

4 Entró éste a Agar, que concibió, 
y viendo que había concebido, mi¬ 
raba con desprecio a su señora. 

5 Dijo, pues, Sarai a Abram: «Mi 
afrenta sobre ti cae; yo puse mi es¬ 
clava en tu seno, y ella, viendo que 
ha concebido, me desprecia. Juzgue 
Yave entre tú y yo.» 6 Y Abram dijo 
a Sarai: «Mira, en tus manos está tu 
esclava, haz con ella como bien te 
parezca.» Corrigióla Sarai, y ella 
huyó de su presencia; 7 la encontró 
el ángel de Yave junto a la fuente 
que hay en el desierto, camino de 
Sur, 8 y le dijo: «Agar, esclava de 
Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde 
vas?», y le respondió ella: «Voy hu¬ 
yendo de Sarai, mi señora.» 9 «Vuelve 
a tu señora—le dijo el ángel de Yave— 
y humíllate bajo su mano»; 10 y aña¬ 
dió: «Yo multiplicaré tu descendencia, 

Que por lo numerosa no podrá 
contarse. 

11 Mira, has concebido y parirás 
un hijo, 

Y le llamarás Ismael, 


(1) Los limites naturales de la Palestina 
son: el Líbano y ante-Libano, al norte; al sur, 
el de desierto, al oeste, el Mediterráneo, y al este 
el Jordán. Este último parece ser el rio aquí 
señalado. Si aquí y en otros lugares se dice el 
rio grande, y a veces el Eufrates, esto parece 
ser una glosa interpretativa, fundada en la, 
universalidad del reino mesianico, según pro¬ 
fecías subsiguientes. 

(2) Ajústase aquí Abram al código de 
Hammurabl, que parece regular la vida con¬ 
yugal de Abram e Isac. Según él, la mujer estéril * 
podía dar a su marido una esclava por mujer, 
perdiendo asi éste el derecho a repudiarla. ' 


Porque ha escuchado Yave tu 
aflicción. 12 Será un onagro de hom¬ 
bre; 

Su mano contra todos, y las manos 
de todos contra él. 

Y habitará frente a todos sus her¬ 
manos.» 13 Dió Agar a Yave, que la 
había hablado, el nombre de Atba- 
El-Roi; pues se dijo: «¿No he visto 
también aquí al que me ve?» 14 Por 
eso llamó al pozo el pozo del viviente 
vidente. Es el que está entre Cades 
y Berad. 15 Parió Agar a Abram un 
hijo, y le dió Abram el nombre de 
Ismael. 16 Tenía Abram ochenta y 
seis años cuando Agar le parió a 
Ismael. 

Renovación de la alianza. 1.a cir¬ 
cuncisión. 

1 7 1 Cuando ero Abram de noventa 
1 L y seis años, se le apareció Yave, 
y le dijo: «Yo soy El-Sadai (1); anda 
en mi presencia, y sé perfecto. 2 Yo 
haré contigo mi alianza, y te multi¬ 
plicaré muy grandemente.» 3 Cayó 
Abram rostro a tierra, y siguió dicién¬ 
dole Yave: 4 * «Cuanto a mí, he aquí 
mi pacto contigo: serás padre de una 
muchedumbre de pueblos, 6 y ya 
no te llamarás Abram, sino Abraham, 
porque yo te haré padre de una mu¬ 
chedumbre de pueblos. 6 Te acre¬ 
centaré mucho, mucho y te haré 
pueblos, y saldrán de ti reyes; 7 yo es¬ 
tablezco contigo, y con tu descenden¬ 
cia después de ti por sus generaciones, 
mi pacto eterno de ser tu Dios y el 
de tu descendencia, después de ti, 
8 y de darte a ti, y a tu descendencia, 
después de ti, la tierra de tus pere¬ 
grinaciones, toda la tierra de Canán, 
en eterna posesión. 9 Tú, de tu parte, 
guarda mi pacto, tú y tu descenden¬ 
cia, después de ti, por sus genera¬ 
ciones. 10 Esto es lo que has de ob¬ 
servar tú y tu descendencia después 
de ti: 11 circuncidad todo varón (2). 
Circuncidaréis la carne de vuestro 


(1) El nombre parece significar Dios Omn ■ 
potente, quizá Dios de la fecundidad. Con él 
se manifestó Dios a los patriarcas. (Exod. 3. 6.) 

(2) Aunque la circuncisión era observada 

en otros pueblos, se da aquí como señal de la 

alianza entre Dios y su pueblo. Por eso el que 

la omite queda excluido de él. Los profetas 

hablan de la circuncisión del corazón y de los 

oídos, significando la obediencia y la docilidad 

a la divina ley. Este rito es, según la tradición, 

tipo del bautismo, por el cual somos incorpo¬ 

rados a la Iglesia, el pueblo de Dios. 








GÉNESIS, 18 


25 


prepucio, y ésa será la señal del pacto 
entre mí y vosotros. 12 Dentro de los 
ocho días de nacido, todo varón 
será circuncidado en vuestras gene¬ 
raciones; los siervos, ya los nacidos 
en casa, ya los comprados, serán 
circuncidados, aunque no sean de 
vuestra estirpe. 13 Todos, todos, 
criados en casa o comprados, se cir¬ 
cuncidarán, y llevaréis en vuestra 
carne la señal de mi pacto por siem¬ 
pre; 14 y el incircunciso que no cir¬ 
cuncidare la carne de su prepucio, 
será borrado de su pueblo; rompió 
mi pacto.» 15 Dijo también Yave a 
Abraham: «Sarai, tu mujer, no se 
llamará ya Sarai, sino Sara, 16 pues 
la bendeciré, y te daré de ella un 
hijo, a quien bendeciré, y engendrará 
pueblos, y saldrán de él reyes de 
pueblos.» 17 Cayó Abraham sobre su 
rostro, y se reía, diciéndose en su 
corazón: «¿Conque a un centenario 
le va a nacer un hijo, y Sara, ya nona¬ 
genaria, va a parir ?d 18 Y dijo a 
Yave: «Ojalá que viva a tus ojos 
Ismael.» 19 Pero le respondió Yave: 
«De cierto que Sara, tu mujer, te 
parirá un hijo, a quien llamarás 
Isac, con quien estableceré yo mi 
pacto sempiterno, y con su descen¬ 
dencia después de él. 20 También 
te he escuchado en cuanto a Ismael 
Yo le bendeciré y le acrecentaré, 
y multiplicaré muy grandemente. 
Doce jefes engendrará, y le haré 
un gran pueblo; 21 pero mi pacto lo 
estableceré con Isac, el que te parirá 
Sara el año que viene por este tiempo.» 
22 Y como acabó de hablarle, des¬ 
apareció Yave. 23 Tomó, pues, Abraham 
a Ismael, su hijo, y a todos los sier¬ 
vos, los nacidos en casa y los com¬ 
prados, todos los varones de su casa, 
y circuncidó la carne de su prepucio 
aquel mismo día, como se lo había 
mandado Yave. 24 Era Abraham de 
noventa y nueve años cuando cir¬ 
cuncidó la carne de su prepucio, 
26 e Ismael de trece años cuando fué 
circuncidado. 26 En el mismo día 
fueron circuncidados Abraham e Is¬ 
mael, su hijo, 27 y todos los varones de 
su casa, los nacidos en ella y los extraños 
comprados se circuncidaron con él. 


la hora del calor, 2 y alzando los 
ojos, vió parados cerca de él a tres 
varones. En cuanto los vió, salióles 
al encuentro desde la puerta de la 
tienda, y se postró en tierra, 3 di- 
ciéndoles: «Señor mío; si he hallado 
gracia a tus ojos, te ruego que no 
pases de largo junto a tu siervo; 
4 haré traer un poco de agua para 
lavar vuestros pies, y descansaréis 
debajo del árbol, 5 y traeré un bo¬ 
cado de pan y os confortaréis; des¬ 
pués seguiréis, pues no en vano ha¬ 
béis llegado hasta vuestro siervo.» 
Ellos contestaron: «Haz como has 
dicho». 6 Y se apresuró Abraham a 
llegarse a la tienda, donde estaba 
Sara, y le dijo: «date prisa; amasa 
tres seas (1) de flor de harina, y 
cuece en el rescoldo unos panes». 
7 Corrió al ganado, y cogió un ternero 
muy tierno y muy gordo, y se lo 
dió a un mozo que se apresuró a 
prepararlo; 8 y tomando leche cua¬ 
jada y leche recién ordeñada y el 
ternero ya dispuesto, se lo puso todo 
delante, y él se quedó junto a ellos 
debajo del árbol, mientras comían. 
9 Dijéronle: «¿Dónde está Sara, tu 
mujer?» «En la tienda está», con¬ 
testó él; 10 y dijo uno de ellos: «A 
otro año por este tiempo volveré sin 
falta, si Dios quiere, y ya tendrá 
un hijo Sara, tu mujer.» Sara oía 
desde la puerta de la tienda, que 
estaba a espaldas del que hablaba. 

11 Eran ya Abraham y Sara ancianos, 
muy entrados en años, y hab a ce¬ 
sado ya a Sara la menstruación. 

12 Rióse, pues, Sara dentro, diciendo: 
«¿Cuando estoy ya consumida, voy 
a remocear, siendo ya también viejo 
mi señor?» 13 Y dijo Yave a Abraham: 
«¿Por qué se lia reído Sara, dicién¬ 
dose: de veras voy a parir, siendo 
tan vieja? 14 ¿Hay algo imposible 
para Yhve? A otro año por este 
tiempo volveré, si Dios quiere, y 
Sara tendrá ya un hijo.» 16 Temerosa 
Sara, negó haberse reído, diciendo: 
«No me he reído», pero él le dijo: 
«Sí, te has reído.» 16 Levantáronse 
los tres varones, y se dirigieron hacia 
Sodoma, y Abraham iba con ellos 
para despedirlos. 17 Yave dijo: «¿Voy 


La aparición en el encinar de 
Alambre. 

18 1 Apareciósele Yave .un día en 
el encinar de Mambre. Estaba 
sentado a la puerta de la tienda a 


(i) Es medida de capacidad para sólidos. 
Probablemente equivalía a unos 13 litros. Tanta 
cantidad de harina para obsequiar a tres hués¬ 
pedes, se explica por el hecho de que entre los 
nómadas es común que del banquete participe 
luego toda la casa del anfitrión» 










26 


GÉNESIS, 19 


a encubrir yo a Abraam lo que voy 
a hacer, 18 habiendo él de ser, como 
será, un pueblo grande y fuerte, y 
habiendo de bendecirle todos los pue¬ 
blos de la tierra? 19 Pues bien sé que 
mandará a sus hijos, y a su casa 
después de él, que guarden los ca¬ 
minos de Yave, y hagan justicia y 
juicio, para que cumpla Yave a 
Abraham cuanto le ha dicho.» 20 Y pro¬ 
siguió Yave: «El clamor de Sodoma 
y Gomorra ha crecido mucho, y su 
pecado se ha agravado en extremo; 

21 voy a bajar, a ver si sus obras han 
llegado a ser como el clamor que ha 
venido hasta mí, y si no, lo sabré.» 

22 Y partiéndose de allí dos de 
los varones, se encaminaron a So¬ 
doma; Abraham siguió estando con 
Yave. 


Inlercesión por Sodoma. 


23 Acercósele, pues, y le dijo: «¿Pero 
vas a exterminar juntamente al justo 
con el malvado? 24 Si hubiera cin¬ 
cuenta justos en la ciudad, ¿los ex¬ 
terminarías acaso, y no perdonarías 
al lugar por los cincuenta justos? 
25 Lejos de ti obrar así, matar al 
justo con el malvado, y que sea el 
justo como el malvadof lejos eso de 
ti; el juez de la tierra toda ¿no va a 
hacer justicia?» 26 Y le dijo Yave: 
«Si hallare en Sodoma cincuenta 
justos, perdonaría por ellos a todo 
el lugar.» 27 Prosiguió Abraham, y 
dijo: «Mira, te ruego, ya que he co¬ 
menzado a hablar a mi Señor, aun¬ 
que soy polvo y ceniza: 28 Si de los 
cincuenta justos faltaran cinco, ¿des¬ 
truirías por los cinco a toda la ciu¬ 
dad?» Y le contestó: «No la destrui¬ 
ría, si hallase allí cuarenta y cinco 
justos.» 29 Insistió Abraham todavía 
y dijo: «¿Y si se hallasen allí cua¬ 
renta?» Contestóle: «También por los 
cuarenta lo haría.» 30 Volvió a in¬ 
sistir Abraham: «No te incomodes, 
Señor, si hablo todavía. ¿Y si se ha¬ 
llasen allí treinta justos?» Repuso: 
«Tampoco lo haría, si se hallasen 
treinta.» 31 Volvió a insistir: «Señor, 
ya que comencé: ¿Y si se hallasen 
allí veinte justos?» Y contestó: «No 
la destruiría por los veinte.» 32 To¬ 
davía Abraham: «Perdona, Señor, sólo 
una vez más: ¿Y si se hallasen allí 
diez?» Y le contestó: «Por los diez 
no la destruiría.» 33 Fuésc Yave des¬ 


pués de haber hahlado así a Abraham. 
y éste se volvió a su lugar (1). 


Corrupción de Sodoma. 

1Q 1 Llegaron a Sodoma los dos 
J ángeles ya de tarde, y Lot es¬ 
taba sentado a la puerta de la ciudad. 
Al verlos, se levantó Lot, y les salió 
al encuentro, e inclinó su rostro a 
tierra, 2 * * * * diciendo: «.Mirad, señores; os 
ruego que vengáis a la casa de vues¬ 
tro siervo, para pernoctar en ella, 
y lavaros los pies. Cuando os levan¬ 
téis por la mañana, seguiréis vues¬ 
tro camino.» Y le contestaron: «No, 
pasaremos la noche en la plaza.» 

3 Instólos mucho, y se fueron con él 
a su casa, donde les preparó de comer, 
y coció panes ácimos, y comieron. 

4 Antes que fueran a acostarse, los 
hombres de la ciudad, los habitan¬ 
tes de Sodoma, rodearon la casa, 
mozos y viejos, todos sin excepción. 
6 Llamaron a Lot, y le dijeron: 
«¿Dónde están los hombres que han 
venido a tu casa esta noche? Sáca¬ 
noslos, para que los conozcamos.» 
6 Salió Lot a la puerta, y cerrándola 
tras sí, 7 les dijo: «Por favor, her¬ 
manos míos, no hagáis semejante 
maldad. 8 * Mirad, dos hijas tengo (2) que 
no han conocido varón, os las sacaré, 
para que hagáis con ellas como bien 
os parezca; pero a esos hombres no 
les hagáis nada, pues para eso se 
han acogido a la sombra de mi techo.» 
9 Ellos le respondieron: «Quítate allá. 
Quien ha venido como peregrino, ¿va 
a querer gobernarnos ahora? Te tra¬ 
taremos a ti peor todavía que a 
ellos.» Forcejeaban con Lot violen¬ 
tamente, y estaban ya para romper 
la puerta, cuando, 10 sacando los 
hombres su mano, metieron a Lot 
dentro de la casa, y cerraron la 
puerta. 11 A los que estaban a la 


(x) En este admirable diálogo se pone 
de relieve la familiaridad con que trata Dios a 
Abraham, la influencia que a éste da sobre sí, 
y la estima grande en que tiene Dios a los justos, 
por los cuales, aun escasos en número, está 
dispuesto a librar de la destrucción a muchos 
pecadores. 

(2) Las palabras de Lot ponen ante todo de 

relieve el horror que le causa ver holladas de 

aquel modo las leyes de la hospitalidad. La 

propuesta que él hace al pueblo no debía horro¬ 

rizarle menos. San Agustín ve en esto una 

grande perturbación de ánimo, que no le per¬ 

mite hacerse cargo de lo que dice. Véase tam¬ 

bién Juec. 19, 22-24. 







GÉNESIS, 20 


27 


puerta de la casa los hirieron de ce¬ 
guera, desde el menor hasta el mayor, 
y no pudieron ya dar con la puerta. 
ia Dijeron los dos hombres a Lot: 
«¿Tienes aquí alguno, yerno, hijo o 
hija? Todo cuanto tengas en esta 
c udad, sácalo de aquí, 13 porque 
vamos a destruir este lugar, pues es 
grande su clamor en la presencia de 
Yave, y éste nos ha mandado para 
destruirla.» 14 Salió, pues, Lot para 
hablar a sus yernos, los que habían 
de tomar por mujeres a sus hijas, 
y les dijo: «Levantaos, y salid de 
este lugar, porque va a destruir Yave 
la ciudad»; y les pareció a sus yernos 
que se burlaba. 


Destrucción de Sodoina y 
Gouiorra. 

15 En cuanto salió la aurora, die¬ 
ron prisa los ángeles a Lot, diciéndole: 
«Levántate, coge a tu mujer y a las 
dos hijas que tienes, no sea que pe¬ 
rezcas tú también por las iniquida¬ 
des de la ciudad.» 16 Y como se re¬ 
tardase, cogiéronlos de la mano los 
hombres, a él, a su mujer y a sus dos 
hijas, pues quería Yave salvarle, y 
sacándolos, los pusieron fuera de la 
ciudad. 17 Una vez fuera, le dijeron: 
«Salva la vida. No mires atrás, y 
no te detengas en parte alguna del 
contorno, sálvate en el monte, si no 
quieres perecer.» 18 Díjoles Lot: «No, 
por favor, señores: 19 vuestro siervo 
ha hallado gracia a vuestros ojos, pues 
me habéis hecho el gran beneficio 
de salvarme la vida, pero yo no podré 
salvarme en el monte sin riesgo de 
que me alcance la destrucción y pe¬ 
rezca. 20 Mirad, ahí cerca está esa 
ciudad en que podré refugiarme; es 
bien pequeña, permitid que me salve 
en ella; ¿no es bien pequeña?», así 
viviría.» 21 Y le dijeron: «Mira, te 
concedo también la gracia de no des¬ 
truir esa ciudad de que hablas. 22 Pero 
apresúrate a refugiarte en ella, pues 
no puedo hacer nada, mientras en 
ella no hayas entrado tú.» Por eso 
se dió a aquella ciudad el nombre de 
Segor. 23 Salía el sol sobre la tierra, 
cuando entraba Lot en Segor, 24 e 
hizo Yave llover sobre Sodoma y 
Gomorra azufre y fuego de Yave, 
desde el cielo. 25 Destruyó estas ciu¬ 
dades y todo el contorno, y cuantos 
hombres había en ellas y hasta las 
plantas de la tierra. 26 La mujer de 


i Lot miró atrás, y se convirtió en un 
bloque de sal. 

27 Levantóse Abraham de mañana, 
¡ y fué al lugar donde había estado 
con Yave, 28 y mirando hacia Sodoma 
y Gomorra y toda la olla, vió que 
1 salía de la tierra una humareda, como 
humareda de horno. 29 Cuando des¬ 
truyó Yave las ciudades de la olla, 
se acordó de Abraham, y salvó a Lot 
de la destrucción al destruir las ciu : 
dades donde habitaba Lot. 


La descendencia de Lot. 

30 Subió Lot desde Segor, y habitó 
en el monte con 'sus dos hijas, porque 
temía habitar en Segor, y moró en 
una caverna con sus dos hijas. 31 Y 
dijo la mayor a la menor: «Nuestro 
padre es ya viejo, y no hay aquí 
hombres que entren a nosotras, como 
en todas partes sucede. 32 Vamos a 
I embriagar a nuestro padre, y a acos¬ 
tarnos con él, a ver si tenemos de él 
descendencia » 33 Embriagaron, pues, 
a su padre aquella misma noche, y 
se acostó con él la mayor, sin que 
él la sintiera, ni al acostarse ella ni 
al levantarse. 34 Aj día siguiente dijo 
i la mayor a la menor: «Ayer me acos¬ 
té yo con mi padre: embriaguémosle 
también esta noche, y te acuestas tú 
con él. para ver si tenemos descen¬ 
dencia de nuestro padre.» 35 Embria¬ 
garon, pues, también aquella noche a 
su padre, y se acostó con él la menor, 
sin que ni al acostarse ella, ni al 

1 levantarse, la sintiera. 36 Y concibie¬ 
ron de su padre las dos hijas de Lot. 
37 Parió la mayor un hijo, a quien 
llamó Moab, que es el padre del Moab 
de hoy. 38 También la menor parió 
un hijo, a quien llamó Ben Ammi, 
que es el padre de los Bene Ammón 
de hoy. 

Abraham en Gerara. Abimelee. 

»>A 1 * Partióse de allí Abraham para 
] a tierra del Negueb, y habitó 
entre Cades y Sur, y fué a Gerara. 

2 Abraham decía de Sara, su mujer: 
«Es mi hermana» (1). Abimelee, rey de 
Gerara, mandó tomar a Sara; 3 pero 


(i) Según los relatos que preceden, Sara 

sería muy anciana, siendo por eso extraño que 

el rey de Gerara pusiera en ella los ojos. San 
Aeustín propone a esta dificultad la única so¬ 
lución posible: que los episodios de que consta 
la historia del Patriarca no están ordenados 
cronológicamente. 









28 


GENESIS, 21 


vino Dios a Abimelec en sueños du -1 
rante la noche, y le dijo: «Mira que ¡ 
vas a morir, por la mujer que has 
tomado, pues tiene marido.» 4 Abi¬ 
melec, que no se había acercado a 
ella, respondió: «Señor, ¿matarías 
así aún al inocente? 6 ¿No me ha dicho 
él: es mi hermana? Con pureza de 
corazón y con manos inocentes hice 
yo esto.» 6 Y le dijo Dios en el sueño: 
«Bien sé yo que lo has hecho con pu¬ 
reza de corazón; por eso te he im¬ 
pedido que pecaras contra mí, y no 
he consentido que la tocaras. 7 Ahora, 
pues, devuelve la mujer al marido, 
pues él, que es profeta, rogará por 
ti, y vivirás; pero si 'no la devuelves, 
sabe que ciertamente morirás tú con 
todos los tuyos.» 8 Por la mañana 
llamó Abimelec a sus servidores, y 
les contó todo esto, y ellos fueron 
presa de gran terror. 9 Llamó después 
a Abraham, y le dijo: «¿Qué es lo 
que nos has "hecho? ¿En qué te he 
faltado yo, para que trajeras sobre 
mí y sobre mi reino tan gran pecado? 
Lo que has hecho con nosotros nb 
debe hacerse.» 10 Y dijo Abimelec a 
Abraham: «¿Qué es lo que has visto, 
para que eso hicieras?» 11 Y le res¬ 
pondió Abraham: «Es que me dije: 
De seguro que no hay temor de Dios 
en este lugar, y me van a matar por 
causa de mi mujer. 12 Aunque es 
también en verdad mi hermana, hija 
de mi padre, pero no de mi madre, 
y la tomé por mujer; 13 y desde que 
me hizo Dios errar fuera de la casa 
de mi padre, la dije: Has de hacerme 
la merced de decir en todos los lu¬ 
gares a donde lleguemos, que eres 
mi hermana.» 14 Tonto, pues, Abi¬ 
melec rebaños y ganados, siervos y 
siervas, y se los dió a Abraham, y le 
devolvió a Sara, su mujer, 15 y le 
dijo: «Tienes la tierra a tu disposi¬ 
ción, mora donde bien te parezca.» 
16 Y a Sara le dijo: «Mira, a tu her¬ 
mano le he dado mil monedas de 
plata; sírvante de velo para los ojos 
a ti y a cuantos contigo están, y todo 
así estará arreglado.» 17 Rogó Abraham 
por Abimelec, y curó Dios a Abime- 
Icc, a su mujer, a sus siervos, y en¬ 
gendraron, 18 pues había Ya ve ce¬ 
rrado enteramente todo útero en la 
casa de Abimelec por lo de Sara, la 
mujer de Abraham (1). 


(i) En todos estos episodios, el autor sa¬ 
grado mira a pon«»r de relieve la especial pro¬ 
videncia de Dios sobre el Patriarca. 


IVaviinicnto de lsac\ 

*21 1 Visitó, pues, Ya ve a Sara, 

como le dijera, e hizo con ella 
lo que le prometió; 2 y concibió Sara, 
y dió a Abraham un hijo en su ancia¬ 
nidad, al tiempo que le había dicho 
Dios. 3 Y dió Abraham el nombre de 
Isac a su hijo, el que le nació de 
Sara. 4 Circuncidó Abraham a Isac, 
su hijo, dentro de los ocho días, como 
se lo había mandado Dios. 6 Era 
Abraham de cien años de edad cuando 
le nació Isac, su hijo. 6 Y dijo Sara: 
«Me ha hecho reír Dios, y cuantos 
lo sepan reirán conmigo.» 7 Y aña¬ 
dió: «¿Quién había de decir a Abraham: 
amamantará hijos Sara? Pues yo le 
he dado un hijo en su ancianidad.» 
8 Creció el niño, y le destetaron, y 
dió Abraham un gran banquete el día 
del destete de Isac. 9 Vio Sara ju¬ 
gando al hijo de Agar, la egipcia, 
el que le parió a Abraham; 10 y dijo a 
Abraham: «Echa a esa esclava y a 
su hijo, pues el hijo de una esclava 
no ha de heredar con mi hijo, con 
Isac.» 11 Muy duro se le hacía esto 
a Abraham, por causa de su hijo; 

12 pero le dijo Yave: «No te dé pena 
por el niño y la esclava: haz lo que 
te dice Sara," porque es por Isac por 
quien será llamada tu descendencia. 

13 También al hijo de la esclava le 

haré un pueblo, por ser descendencia 
tuya» (1). 14 Se levantó, pues, 

Abraham de mañana; y cogiendo pan 
y un odre de agua, se lo dió a Agar, 
poniéndoselo a la espalda, v con ello 
al niño, y la despidió. Ella se fué, 
y erraba por el desierto de Berscba. 
15 Se acabó el agua del odre, y ella 
echó al niño bajo unos arbustos, 16 y 
fué a sentarse frente a él a la dis¬ 
tancia de un tiro de arco, diciéndose: 
«No quiero ver morir al niño»; y se 
sentó enfrente del niño, que lloraba 
en voz alta. 17 Oyó Dios al niño, y 
el ángel de Dios llamó a Agar desde 
los cielos, diciendo: «¿Qué tienes, 
Agar? No temas, que ha escuchado 
Yave la voz del niño que ahí está. 
18 Levántate, toma al niño y cógele 
de la mano, pues he de hacerle un 
gran pueblo.» 19 Y abrió Dios los 


(i) La ley de Hammurabí excluye de la 
nerencia al hijo de la esclava. La expulsión 
obedece a la necesidad de conservar la paz 

doméstica, siempre perturbada por la poli¬ 

gamia. En este caso se debe más Ipien al plan 
divino de hacer a Isac el descendiente heredero 
de las promesas mesiánicas. (Rom. g. 6 sigs.) 






GÉNESIS, : Z'¿ 


29 


ojos de Agar, haciéndola ver un pozo, I 
a donde fué y llenó el odre de agua, I 
•dando de beber al niño. 20 Fué Dios 
con el niño, que creció y habitó en 
el desierto, y de mayor fué arquero. 
21 Habitó en el desierto de Farán y 
su madre tomó para él mujer de la 
tierra de Egipto. 


Alianza «le Abraliam con Abimelec. 

22 Sucedió por entonces que Abi- 
melec y Picol, jefe de su ejército, 
dijo a Abraham: «Dios está contigo 
en todo cuanto haces: 23 Júrame, pues, 
ahora por Dios, que no me has de 
engañar, ni a mí, ni a mis descen¬ 
dientes, y que como te favorecí yo 
a ti, así harás tú conmigo y con la 
tierra por donde andas.» 24 Y dijo 
Abraliam: «Yo te lo juro.» 25 Pero 
reconvino Abraham a Abimelec por 
causa de un pozo de aguas, de que 
se habían apoderado los siervos de 
Abimelec, 26 y contestó Abimelec: 
«No sé quién haya hecho eso, tú tam¬ 
poco me has dicho nada de ello, y 
nada he sabido hasta ahora.» 27 Tomó, 
pues, Abraham ovejas y bueyes y se 
los dió a Abimelec, e hicieron entre 
ambos alianza. 28 Apartó Abraam 
siete corderas del rebaño, 29 y le 
preguntó Abimelec: «¿Para qué son 
esas siete corderas que has aparta¬ 
do?» 30 Abraham le contestó: «Para 
que las recibas de mi mano, y me 
sirvan de prueba de que yo lie abierto 
este pozo.» 31 Por eso se llamó aquel 
lugar Berseba, 32 porque allí juraron 
ambos, e hicieron alianza, en Berseba. 
Y se levantó Abimelec y Picol, jefe 
de su ejército, y se volvieron a la 
tierra de los filisteos. 33 Abraham 
plantó en Berseba un tamarindo, e 
invocó allí el nombre de Yave, el 
Dios eterno, 34 y anduvo mucho 
tiempo Abraham por tierra de filisteos. 


El sacrificio de Isac. 

99 1 Después de todo esto, quiso 
probar Dios a Abraham, y lla¬ 
mándole, dijo: «Abraham.» Y éste con¬ 
testó: «Heme aquí.» 2 «Anda, coge a 
tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto 
amas, a Isac, y ve a la tierra de 
Moria, y ofrécemelo allí en holo¬ 
causto, sobre uno de los montes que 
yo te indicaré.» 3 * Se levantó, pues, 
Abraham de mañana, aparejó su asno, 


y tomando consigo dos mozos y a 
Isac, su hijo, partió la leña para el 
holocausto, y se puso en camino para 
el lugar que le había dicho Dios. 

4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, 
y vió de lejos el lugar. 5 Dijo a sus 
dos mozos: «Quedaos aquí con el 
asno; yo y el niño iremos hasta allí, 
y después de haber adorado, volve¬ 
remos a vosotros.» 6 Y tomando 
Abraham Ja leña para el holocausto, 
se la cargó a Isac, su hijo; tomó él 
en su mano el fuego y el cuchillo, y 
siguieron ambos juntos. 7 Y dijo 
Isac a Abraham, su padre: «Padre 
mío.» «¿Qué quieres, hijo mío?», le 
contestó. Y él dijo: «Aquí llevamos el 
fuego y la leña, pero la res para el 
holocausto, ¿dónde está?» 8 Y Abraham 
le contestó: «Dios se proveerá de res 
para el holocausto)?; y siguieron jun¬ 
tos los dos. 9 Llegados al lugar que 
le dijo Dios, alzó alíí Abraham el altar, 
y dispuso sobre él la leña, ató a su 
hijo y le puso sobre el altar, encima 
de la leña. 10 Tendió luego su brazo, 
y cogió el cuchillo para degollar a 
su hijo. 11 Pero le gritó desde los 
cielos el ángel de Yave, diciéndole: 
«Abraham, Abraham.» Y éste contes¬ 
tó: «Heme aquí.» 12 «No extiendas tu 
brazo sobre el niño—le dijo—y no le 
hagas nada, porque ahora he visto 
que en verdad temes a Dios, pues 
por mí no perdonaste a tu hijo, a tu 
unigénito.» 13 Alzó Abraham los ojos, 
y vió tras sí un carnero enredado por 
los cuernos en la espesura, y cogió 
el carnero y lo ofreció en holocausto 
en vez de su hijo (1). 14 Llamó 

Abraham al lugar aquel: Yave ve; por 
lo que todavía se dice: «en el monte 
de Yave ve». 15 Llamó el ángel de 
Yave a Abraam por segunda vez 
desde los cielos, 18 y le dijo: «Por 
mí mismo juro, palabra de Yave, 
que por haber hecho cosa tal, de no 
perdonar a tu hijo, a tu unigénito, 
17 te bendeciré largamente, y multi¬ 
plicaré grandemente tu descendencia 
como las estrellas del cielo y como 
las arenas de las orillas del mar, y 
se adueñará tu descendencia de las 
puertas de sus enemigos, 18 y la ben¬ 
decirán todos los pueblos de la tie- 


(i) La prueba de la fe y obediencia de 

Abraham es realmente suprema. Se le manda 

sacrificar a su hijo único, tan pedido, tan de¬ 

seado y al fin conseguido, en quien habían de 

tener realización las promesas mesiánicas. Isac, 

aceptando resignado el sacrificio, es figura de 

la sumisión de Cristo a la voluntad del Padre 





30 


GÉNESIS, 23, 24 


rra, por haberme tú obedecido.»! 
19 Volvióse Abraham a los mozos, y ' 
levantándose, fueron todos juntos, a 
Berseba, y habitó Abraham en Ber- 
seba. 

20 Después de todo esto recibió 
Abraham noticia, diciéndole: «También 
Melca ha dado hijos a Najor, tu her¬ 
mano; 21 Hus es el primogénito, Buz 
su hermano, y Camuel, padre de 
Aram, 22 Cased, Azaud, Peídas, Gued- 
laf y Batuel. 23 Batuel fué el padre 
de Rebeca. Estos son los ocho hijos 
que dió Melca a Najor, hermano de 
Abraham. 24 También su concubina, 
de nombre Raumi, le parió a Tebaj, 
Gajam, Tajas y Maaca. 


Muerte de Sara. 

1 Fueron los días de vida de 

Sara ciento veintisiete años. 
2 Murió en Quiriat Arbe, que es 
Hebrón, en la tierra de Canán. Vino 
Abraham a llorar a Sara y hacer duelo 
por ella, 3 y cuando se levantó de 
junto a su muerta, habló así a los 
hijos de Get: 4 «Soy entre vosotros 
peregrino y huésped: Dadme en pro¬ 
piedad una sepultura, donde pueda 
sepultar a mi muerta, apartándola 
de mi vista.» 6 Los. hijos de Get 
contestaron a Abralíain: 6 «Oyenos, 
Señor, por favor: Tú eres entre nos¬ 
otros un príncipe de Dios; sepulta a la 
muerta en el mejor de nuestros se¬ 
pulcros; ninguno de nosotros te negará 
su sepultro para que en él sepultes 
a tu muerta.» 7 Alzóse Abraham, e 
inclinándose profundamente ante el 
pueblo de aquella tierra, los hijos de 
Get, 8 les dijo: «Si de veros queréis 
que pueda yo apartar a mi muerta de 
mi vista, sepultándola, escuchadme, 
y rogad por mí a Efrón, el hijo de 
Seor, 8 que por su justo precio me 
ceda para sepultura, en propiedad, en 
presencia vuestra, su caverna de 
Macpela, que está al término de su 
campo.» 10 Efrón estaba sentado entre 
los hijos de Get, y respondió Efrón. 
el geteo, a Abraham en presencia de 
los hijos de Get y de cuantos entra¬ 
ban por las puertas de la ciudad: 
11 «No, señor mío, óyeme: yo te doy 
el campo y la caverna que se halla 
a su extremo: te la doy ante los 
hijos de mi pueblo; sepulta a tu 
muerta.» 12 Abraham volvió a pros¬ 
ternarse ante la gente de aquella 
tierra, 13 y habló así a Efrón, oyén¬ 


dolo todos: «Ciertamente, si tú te 
dignas escucharme, yo te daré el 
precio del campo. Recíbelo tú y se¬ 
pultaré en él a mi muerta.» 14 Y res¬ 
pondió Efrón a Abraham diciéndole: 
15 «Señor mío, óyeme: ¿Qué es para 
mí ni para ti una tierra de cuatro¬ 
cientos sidos de plata? Sepulta a tu 
muerta.» 16 Oyó Abraham a Efrón y 
pesóle la plata que éste había dicho, 
ante los hijos de Get, cuatrocientos 
sidos de plata corriente en el mer¬ 
cado. 17 Vino, pues, a ser propiedad 
de Abraham ante los hijos de Get y 
de cuantos entraban por la puerta 
de la ciudad, 18 el campo de Efrón 
en Macpela, frente a Mambre, con la 
caverna que hay en él, y todos los 
árboles del campo y sus contornos. 
19 Después de esto sepultó Abraham 
a Sara, su mujer, en la caverna del 
campo de Macpela, frente a Mambre, 
que es Hebrón, en tierra de Canán. 
29 El campo, con la caverna que hay 
en él, vino a ser sepultura de propie¬ 
dad de Abraham, recibida de los hijos 
de Get. 


Casamiento de Isae. 

I 1 Era Abraham ya viejo, muy 
--*x entrado en años, y Ya ve le 
había bendecido en todo. 2 Dijo, pues, 
Abraham al más antiguo de los sier¬ 
vos de su casa, el que administraba 
cuanto tenía: «Pon, te ruego, tu mano 
bajo mi muslo, 3 y júrame por Yave, 
Dios de los cielos y de la tierra, que 
no tomarás mujer para mi hijo de 
entre las hijas de los cananeos, en 
medio de los cuales habito, 4 sino 
que irás a mi tierra, a mi parentela, 
a buscar mujer para mi hijo Isac.» 
6 Y le dijo el siervo: «Y si la mujer 
no quiere venir conmigo a esta tierra, 
¿habré de llevar allí a tu hijo, a la 
tierra de donde saliste?» 6 Díjole 
Abraham: «Guárdate muy bien de 
llevar allá a mi hijo: 7 Yave, Dios de 
los cielos, que me sacó de la casa de 
mi padre y de la tierra de mi naci¬ 
miento, que me ha hablado, y me 
juró, diciendo: a tu descendencia daré 
yo esta tierra, enviará - a su ángel 
ante ti y traerás de allí mujer para 
mi hijo. 8 Si la mujer no quisiere 
venir contigo, quedarás libre de este 
juramento, pero de ninguna manera 
volverás allá a mi hijo.» 9 Puso, pues, 
el siervo su mano bajo el muslo de 
Abraham, su señor, y le juró. 




GÉNESIS, 24 


31 


10 Cogió el siervo diez de los carne- | 
líos de su señor, y se puso en camino, 
llevando consigo de cuanto bueno 
tenía su señor, y se dirigió a Arán 
Naharaim, a la ciudad de Najor. 

11 Hizo que los camellos doblaran sus 
rodillas fuera de la ciudad, junto a 
un pozo de aguas, ya de tarde, a la 
hora de salir las que van a coger 
agua, 12 y dijo (1): «Yave, Dios de 
mi amo Abraham, haz que me salga 
ahora buen encuentro, y muéstrate 
benigno con mi señor Abraham: 13 Voy 
a ponerme junto al pozo de aguas, 
mientras las mujeres de la ciudad 
vienen a buscar agua: 14 la joven a 
quien yo dijere: inclina tu cántaro, 
te ruego, para que yo beba; y ella me 
respondiere: bebe tú y daré también 
de beber a tus camellos, sea la que 
destinas a tu siervo Isac, y conozca 
yo así que te muestras propicio a mi 
señor.» 16 Y sucedió, que antes de que 
él acabara de hablar, salía con el 
cántaro al hombro Rebeca, hija de 
Batuel, hijo de Melca, la mujer de 
Najor, hermano de Abraham. 16 La 
joven era muy hermosa, y virgen, 
que no había conocido varón. Bajó 
al pozo, llenó su cántaro, y volvió 
a subir. 17 Salióle al encuentro el 
siervo, y le dijo: «Dame, por favor, 
a beber un poco de agua de tu cán¬ 
taro.» 18 «Bebe, señor mío», le con¬ 
testó ella; y bajando el cántaro lo 
cogió con sus manos, y le dió de 
beber. 19 Cuando hubo él bebido, le 
dijo: «También para tus camellos 
voy a sacar agua, hasta que hayan 
bebido lo que quieran.» 20 Y se apre¬ 
suró a vaciar el cántaro en el abre¬ 
vadero, y corrió de nuevo al pozo a 
sacar más, hasta que hubo sacado 
para todos los camellos. 21 El siervo 
la contemplaba en silencio, y se pre¬ 
guntaba si habría prosperado Yave 
su camino, o no, 22 Cuando hubieron 
acabado de beber los camellos, tomó 
el siervo un arillo de oro de medio 
sido de peso y dos brazaletes de diez 
sidos, también de oro, y dándoselos, 
23 le preguntó: «¿De quién eres hija 
tú? Dime, por favor, si no habría 
lugar en casa de tu padre para pasar 
allí la noche.» 24 Ella le contestó: 
«Soy hija de Batuel, el hijo que Melca 
dió a Najor.» 25 Y añadió: «Hay en 
nuestra casa paja y heno en abun- 


(i) No es infrecuente en el A. T. esta 
manera de explorar la voluntad de Dios para 
conocerla. 


dancia y lugar para pernoctar.» 28 Pos¬ 
tróse entonces el hombre y adoró a 
Yave, 27 diciendo: «Bendito sea Yave, 
Dios de mi señor Abraham, que no ha 
dejado de hacer gracia y mostrarse 
fiel a mi señor, y a mí me ha condu¬ 
cido derecho a la casa de los herma¬ 
nos de mi señor.» 28 Corrió la joven 
a contar en casa de su madre lo que 
había pasado. 29 Tenía Rebeca un 
hermano, de nombre Labán, que se 
apresuró a ir al pozo en busca del 
hombre. 30 Había visto el arillo y 
los brazaletes en la mano de su her¬ 
mana, y la había oído decir: «Así 
me ha hablado * el hombre.» Vino, 
pues, a él, que seguía con sus came¬ 
llos junto a la fuente, 31 y le dijo: 
«Ven, bendito de Yave, por qué 
estás ahí fuera? Ya he preparado 
yo la casa y lugar para los camellos.» 
32 Fué, pues, el hombre a casa. Labán 
desaparejó los camellos, dió a éstos 
paja y heno, y agua al hombre y a los 
que le acompañaban, para lavarse los 
pies, 33 y después le sirvió de comer; 
pero el hombre dijo: «No comeré 
mientras no diga lo que tengo que 
decir.» Respondióle: «Di.» 34 Este 
dijo: «Yo soy siervo de Abraham. 

35 Yave ha bendecido largamente a 
mi señor, y le ha engrandecido, dán¬ 
dole rebaños y ganados, plata y oro, 
siervos y siervas, camellos y asnos. 

36 Parióle Sara, la mujer de mi señor, 
un hijo en su ancianidad, y a él le 
ha dado todos sus bienes. 37 Mi señor 
me ha hecho jurar, diciendo: No to¬ 
marás para mi hijo mujer de entre 
las hijas de los cananeos, de la tierra 
en que habito; 38 sino que irás a la 
casa de mi padre, a mi parentela, y 
de allí traerás mujer para mi hijo. 
39 Yo dije a mi señor: Quizá no quiera 
venir conmigo la mujer; 40 y él me 
contestó: Yave, ante quien yo ando, 
mandará contigo su ángel, y hará 
que tu camino tenga buen éxito, y 
tomarás mujer para mi hijo, de mi 
parentela y de la casa de mi padre. 
41 Quedarás desligado del juramento, 
si fueres a mi parentela y no te la 
dieren; libre quedarás entonces. 42 Lle¬ 
gué hoy a la fuente, y dije: Yave, 
Dios de mi señor Abraham, te ruego 
que si en verdad quieres prosperar 
el camino que traigo, 43 hagas que 
mientras yo me quedo junto a la 
fuente, la joven que salga a buscar 
agua y a quien diga yo: Dame de 
beber, te ruego, un poco de agua de 
tu cántaro 44 y me diga ella: Bebe, 







32 


GÉNESIS, 25 


y sacaré también para tus camellos, 
sea la mujer que Yave ha destinado 
para mujer del hijo de mi señor. 
45 No había yo acabado de decir 
esto en mi corazón, cuando salía Re¬ 
beca con su cántaro al hombro, bajó 
a la fuente y sacó agua. Yo le dije: 
dame de beber, te lo ruego. 46 Bajó 
ella en seguida el cántaro de sobre 
su hombro, y dijo: bebe, y daré tam¬ 
bién de beber a tus camellos. 47 Yo 
le pregunté: ¿De quién eres hija? Ella 
me respondió: Soy hija de Batuel, 
el hijo de Najor, que le dió Melca. 
Entonces puse yo el arillo en su nariz 
y los brazaletes en sus manos, 48 y 
me incliné postrándome ante Yave, 
y bendije a Yave,-Dios de mi señor 
Abraham, que me había traído por 
camino derecho, para tomar a la hija 
de su hermano para mujer de su hijo. 
49 Ahora, si queréis hacer gracia y 
fidelidad a mi señor, decídmelo; si no, 
decídmelo también, y me dirigiré a la 
derecha o a la izquierda.» 60 Labán 
y Batuel contestaron, diciendo: «De 
Yave viene esto, nosotros no podemos 
decirte ni bien ni mal. 61 Ahí tienes 
a Rebeca, tómala y vete, y sea la 
mujer del hijo de tu señor, como lo 
lia dicho Yave.» 62 Cuando el siervo 
de Abraham hubo oído estas palabras, 
se postró en tierra ante Yave; 63 y 
sacando objetos de plata, objetos de 
oro y vestidos, se los dió a Rebeca, 
e hizo también presentes a su her¬ 
mano y a su madre. 64 Pusiéronse 
luego a comer y a beber, él y los que 
con él venían, y pasaron la noche. 
A la mañana, cuando se levantaron, 
dijo el siervo: «Dejad que me vaya a 
mi señor.» 55 El hermano y la madre 
de Rebeca dijeron: «Que esté la joven 
con nosotros todavía algunos días, 
unos diez, y después partirá.» 66 El 
les contestó: «No retraséis mi vuelta, 
ya que Yave lia hecho feliz el éxito 
de mi viaje; dejadme partir, para 
que vuelva a mi señor.» 87 Dijéronle, 
pues: «Llamemos a la joven, y pre¬ 
guntémosle lo que ella quiere.» 68 Lla¬ 
maron a Rebeca, y le preguntaron: 
«¿Quieres partir luego con este hom¬ 
bre?» Y ella respondió: «Partiré.» 
59 Dejaron, pues, ir a Rebeca, su 
hermana, y a su nodriza con el siervo 
de Abrabam y sus hombres, 60 y ben¬ 
decían a Rebeca diciendo; 

«Hermana nuestra eres; 

Que crezcas en millares de millares, 

Y se adueñe tu descendencia 

De las puertas de sus enemigos.» 


61 Montaron, pues, Rebeca, sus don¬ 
cellas y su nodriza en dos camellos, 
y se fueron tras el hombre, y éste 
con Rebeca se partió. 

62 Volvía un día Isac del pozo Jai 
Roí, pues habitaba entonces en el 
Negueb, 63 y había salido por la tarde 
al campo para lamentarse, y alzando 
los ojos vió venir camellos. 64 Tam¬ 
bién Rebeca alzó sus ojos, y viendo 
a Isac, se apeó del camello, 65 y pre¬ 
guntó al siervo: «¿Quién es aquel 
hombre que viene por el campo a 
nuestro encuentro?» El siervo le res¬ 
pondió: «Es mi señor.» Ella cogió el 
velo y se cubrió. 66 El siervo contó a 
Isac cuanto había ocurrido, 67 e Isac 
condujo a Rebeca a la tienda de Sara, 
su madre, la tomó por mujer y la 
amó, consolándose de la muerte de 
su madre. 


Muerte de Abraham. 

•) T 1 Volvió Abraham a tomar mu- 

jer, de nombre Quetura, 2 que • 
le parió a Zamrán, Jocsán, Madán, 
Madián, Jesboc y Sué. 3 Jocsán en¬ 
gendró a Saba y Dadán. Hijos de 
Dadán son los Asurim, los Latusim 
y los Laumim. 4 Los hijos de Madián 
fueron Efa, Efer, Janoc, Abida y 
Elda. Estos son todos los hijos de 
Quetura. 6 Abraham dió todos sus 
bienes a Isac. 6 A los hijos de las 
concubinas les hizo donaciones, pero 
viviendo él todavía, los separó de su 
hijo Isac, hacia oriente, a la tierra de 
oriente. 7 Los días de la vida de 
Abraham fueron ciento setenta y cinco 
años. 8 Expiró, y murió Abraham en 
senectud buena, anciano y lleno de 
días, y fué a reunirse con su pueblo. 

9 Isac e Ismael, sus hijos, le sepulta¬ 
ron en la caverna de Macpela, en el 
campo de Efrón, hijo de Seor, el 
geteo, frente a Mambre. 10 Es el 
campo que compró Abraam a los 
hijos de Get. Allí fué sepultado con 
Sara, su mujer. 

11 Después de la muerte de Abraam^ 
Dios bendijo a Isac, su hijo, y habito 
Isac junto al pozo de Jai Roi. 

Deseendeneia de Ismael. 

12 Estas son las generaciones de 
Ismael, hijo de Abraham y de Agar, 
la egipcia, esclava de Sara. 13 He aquí 
los nombres de los hijos de Ismael, 
según sus nombres y sus generaciones. 




GÉNESIS, 26 




El primogénito de Ismael fue Neba- 
yot; después Quedar, Adbel, Maba- 
sam, 14 Masema, Duina, Masa, 16 Adad, 
Tema, Jctur, Nafir y Quedma. 16 Estos 
son los hijos de Ismael, estos sus 
nombres, según sus pagos y campa¬ 
mentos; estos fueron los doce jefes 
de sus tribus. 17 Los años de la vida 
de Ismael fueron ciento treinta y 
siete. Después expiró y murió, yendo 
a reunirse con su pueblo. 18 Sus hijos 
habitaron desde Evila hasta Sur, que 
está frente al Egipto, según se va a 
Sur, frente a todos sus hermanos. 


Jacob y Esaú. 

19 Estas son las generaciones de 
Isac, hijo de Abraham. Abraham en¬ 
gendró a Isac. 20 Era Isac de cua¬ 
renta años cuando tomó por mujer 
a Rebeca, hija de Batucl, arameo/de 
Padan Aram y hermana de Labán, 
arameo. 21 Rogó Isac a Yave por su 
mujer, que era estéril, y fué oído por 
Yave, y concibió Rebeca, su mujer. 
22 Chocábanse en su seno los niños, 
y dijo: «Para esto, ¿a qué concebir?» 
Y fué a consultar a Yave, 23 que le 
dijo: 

«Dos pueblos llevas en tu seno, 

Dos pueblos que al salir de tus 
entrañas se separarán. 

Una nación prevalecerá sobre la 
otra nación, 

Y el mayor servirá al menor.» 

24 Llegó el tiempo del parto, y 
salieron de su seno dos gemelos. 

26 Salió el primero uno rojo, todo él 
como un manto peludo, y se le llamó 
Esaú. 26 Después salió su hermano 
agarrando con la mano el talón de 
Esaú, y se le llamó Jacob. Era Isac 
de sesenta años cuando los engendró. 

27 Crecieron los niños, y fué Esaú 
diestro cazador y hombre agreste, 
mientras que era Jacob hombre apa¬ 
cible y amante de la tienda. 28 Isac, 
porque le gustaba la caza, prefería a 
Esaú, y Rebeca prefería a Jacob. 

29 Hizo un día Jacob un guiso, y 
llegó Esaú del campo, muy fatigado, 

30 y dijo Esaú a Jacob: «Por favor, 
dame a comer ese guiso rojo, que 
estoy desfallecido.» Por esto se le 
dió a Esaú el nombre de Edom. 

31 Contestóle Jacob: «Véndeme ahora 
mismo tu primogenitura.» 32 Respon¬ 
dió Esaú: «Estoy que me muero; 
¿qué me importa la primogenitura?» 
83 «Júramelo ahora mismo», le dijo 


Jacob; y juró Esaú, vendiendo a 
Jacob su primogenitura. 34 Dióle en¬ 
tonces Jacob pan y el guiso de len¬ 
tejas; y una vez que comió y bebió, 
se levantó Esaú y se fué, no dándose¬ 
le nada de la primogenitura. 


Isac cu Gerar. Alianza con Ahi- 
’ mclec. Casamiento de Esaú. 

1 Hubo en aquella tierra un 
¿H) hambre, distinta de la primera 
que hubo en tiempo de Abraham; y 
fué Isac a Gerar, a Abimelec, rey de 
los filisteos, 2 pues se le apareció 
Yave, y le dijo: «No bajes a Egipto. 

3 Sigue habitando en esta tierra, donde 
yo te diga; peregrina por ella, que yo 
estaré contigo, y te bendeciré, pues 
a ti y a tu descendencia daré todas 
estas tierras, cumpliendo el jura¬ 
mento que hice a Abraham, tu padre, 

4 y multiplicaré tu descendencia 
como las estrellas del cielo, y le daré 
todas estas tierras, y la bendecirán 
todos los pueblos de la tierra, 6 por 
haberme obedecido Abraham, y haber 
guardado mi mandato, mis precep¬ 
tos, mis ordenaciones y mis leyes.» 
6 Habitó, pues, Isac en Gerar. 7 Pre¬ 
guntábanle los hombres del lugar por 
su mujer, y él decía: (1) «Es mi her¬ 
mana.» Pues temía decir que era su 
mujer, no fuera que le mataran los 
hombres del lugar por Rebeca, que 
era muy iuj*mosa. 8 Como se prolon¬ 
gase su estancia en Gerar, mirando 
Abimelec, rey de los filisteos, por la 
ventana, vió que estaba Isac jugando 
con Rebeca, su mujer. 9 Llamó Abi¬ 
melec a Isac, y le dijo: «De cierto 
que es tu mujer. ¿Por qué, pues, dices: 
es mi hermana?» Y le contestó Isac: 
«Es que me dije, no váya yo a morir 
por causa suya.» 10 Respondióle Abi¬ 
melec: «¿Cómo nos has hecho eso? 
Hubiera podido alguno tomar a tu 
mujer, y hubieras arrojado sobre nos¬ 
otros un delito.» 11 Dió, pues, Abime¬ 
lec una orden a todo el pueblo, di¬ 
ciendo: «El que toque a este hombre 
o a su mujer, morirá.» 12 Sembró 
Isac en aquella tierra, y cogió aquel 


(i) Por tercera vez vemos repetirse la histo¬ 
ria. Dios vela con cuidado sobre los patriarcas. En 
este caso no nos ofrece el texto la solución que 
en los de Sara. Cabe, sin embargo, pensar que 
Isac dijera de Rebeca que era su hermana, apo¬ 
yándose en la significación amplia que la pala¬ 
bra hermano tiene en las lenguas semíticas. En 
efecto, Rebeca era prima carnal de Isac. 


3 










34 


GÉNESIS, 27 


año ciento por uno, pues le bendijo 
Yave. 13 Engrandecióse y filé cre¬ 
ciendo, creciendo cada vez más, hasta 
hacerse muy poderoso. 14 Tenía mu¬ 
chos rebaños y ganados y mucha 
servidumbre, y los filisteos llegaron 
a envidiarle. 15 Todos los pozos abier¬ 
tos por los siervos de su padre Abraham 
los cegaron los filisteos, llenándolos 
de tierra. 16 Dijo Abimelec a Isac: 
«Vete de aquí, porque has llegado a 
ser mucho más poderoso que nos¬ 
otros.» 17 Fuése Isac, y acampó en 
el valle de Gerar, y habitó allí. 
18 Volvió a abrir los pozos abiertos 
en tiempo de Abraham, su padre, y 
cegados por los filisteos después de 
la muerte de Abraham, dándoles los 
mismos nombres que les había dado 
su padre. 19 Cavaron los siervos de 
Isac en el valle, y alumbraron una 
fuente de aguas vivas; 20 pero los 
pastores de Gerar riñeron con los 
de Isac, diciendo: «Estas aguas son 
nuestras.» Y llamó al pozo Ezec, 
porque había habido riña por él. 
21 Excavaron sus siervos otro pozo, 
por el cual hubo también un alter¬ 
cado, y lo llamó Sitúa. 22 Yéndose 
más lejos, excavó otro pozo, por el 
cual no hubo ya querellas, y le llamó 
Rejobot, diciendo: «Ahora ya nos ha 
dado Yave holgura, y prosperaremos 
en esta tierra.» 23 Subió después a 
Bersabe, 24 y se le apareció Yave 
aquella noche, y le dijo: «Yo soy el 
Dios de Abraham, tu padre; nada 
temas, que yo estoy contigo: Yo te 
bendeciré, y multiplicare tu descen¬ 
dencia, por Abraham, mi siervo.» 
25 Alzó allí un altar, e invocó el nom¬ 
bre de Yave: plantó allí su campa¬ 
mento, y abrieron también allí sus 
siervos un pozo. 28 Vinieron a él, 
desde Gerar, Abimelec, Ajurot, amigo 
suyo, y Picol, jefe de su ejército; 
27 c Isac les dijo: «¿Para qué habéis 
venido a mí vosotros, que me odiáis, 
y me habéis arrojado de entre vos¬ 
otros?» 28 Ellos dijeron: «Porque he¬ 
mos visto claramente que está Yave 
contigo, y nos hemos dicho: Haya 
cu medio de nosotros un juramento 
entre ti y nosotros, y queremos hacer 
alianza contigo: 29 de no hacernos tú 
mal, como no te hemos tocado nos¬ 
otros, haciéndote sólo bien, y deján¬ 
dote partir en paz. Tú eres ahora el 
bendito de Yave.» 30 Isac les preparó 
un banquete, y comieron y bebieron. 
31 A la mañana siguiente se levanta¬ 
ron, y se juraron unos a otros, y los 


despidió Isac, yéndose ellos en paz. 
32 Aquel mismo día vinieron los 
siervos de Isac a informarle acerca 
del pozo que estaban haciendo, y le 
dijeron: «Hemos hallado agua», 33 e 
Isac llamó al pozo Seba, por eso se 
llamó la ciudad Berseba hasta el día 
de hoy. 34 Era Esaú de cuarenta años, 
V tomó por mujeres a Judit, hija de 
Beeri, geteo, y a Basemat, hija de 
Elón, geteo, 35 que fueron para Isac 
y Rebeca una amarga pesadumbre. 


Suplanta Jacob a Esaú en la 
bendición paterna. 

1 Cuando envejeció Isac, se de- 
¿á í bilitaron sus ojos, y no veía. 
Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor 
y le dijo: «Hijo mío.» Este contestó: 
«Heme aquí.» 2 «Mira—le dijo—, yo 
ya soy viejo, y no sé cuál será el día 
de mi muerte. 3 Toma, pues, tus ar¬ 
mas, la aljaba y el arco, y sal al 
campo a cazar algo, 4 y me haces un 
guiso como sabes que a mí me gusta, 
y me lo traes, para que lo coma y 
después te bendiga antes de morir.» 
6 Rebeca estaba oyendo lo que Isac 
decía a Esaú, su hijo. Esaú salió al 
campo a cazar algo para traerlo; 6 y 
Rebeca dijo a Jacob, su hijo: «Mira, 
he oído a tu padre hablar a Esaú, 
tu hermano, y decirle: 7 Tráemc caza 
y prepáramela, para que la coma y 
te bendiga delante de Yave antes de 
mi muerte. 8 Ahora, pues, hijo mío, 
obedéceme, y haz lo que yo te mando. 
9 Anda, vete al rebaño, y tráemc dos 
cabritos gordos y tiernos, para que 
yo haga con ellos a tu padre un guiso 
como a él le gusta, 10 y se lo lleves 
a tu padre, y lo coma y te bendiga 
antes de su muerte.» 11 Contestó 
Jacob a Rebeca, su madre: «Mira 
que Esaú, mi hermano, es hombre 
velludo y yo soy lampiño, 12 y si 
me toca mi padre, apareceré ante él 
como un mentiroso, y traeré sobre 
mí una maldición, en vez de la ben¬ 
dición.» 13 Díjóle su madre: «Sobre 
mí tu maldición, hijo mío, pero obe¬ 
déceme, anda y tráemclo.» 14 Fué, 
pues, él, lo cogió y lo trajo a su 
madre, que hizo el guiso como a su 
padre le gustaba. 15 Cogió Rebeca 
vestidos de Esaú, su hijo mayor, los 
mejores que tenía en casa, y se los 
vistió a Jacob, su hijo menor; 18 y 
con las pieles de los cabritos le cu¬ 
brió las manos y lo desnudo del 





GÉNESIS, 27 


35 


cuello; puso el guiso y pan que había 
hecho en manos de Jacob, su hijo, 

18 y éste lo llevó a su padre, y le dijo: 
«Padre mío.» «Heme aquí, hijo mío», 
contestó Isac. «¿Quién eres, hijo mío?»; 

19 y le contestó Jacob* «Yo soy Esaú, 
tu hijo primogénito. He hecho como 
me dijiste. Levántate, pues, te ruego, 
Vuélvete, y come de mi caza, para 
que me bendigas.» 20 Y dijo Isac a 
su hijo: «¿Cómo tan pronto hallaste, 
hijo mío?»; y le respondió: «Porque 
hizo Yave que se me pusiera delan¬ 
te.» 21 Dijo Isac a Jacob: «Anda, 
acércate para que yo te palpe, hijo 
mío, a ver si eres o no mi lujo Esaú.» 
22 Acercóse Jacob a Isac, su padre, 
que le palpó y dijo: «La voz es la 
voz de Jacob, pero las manos son 
las manos de Esaú»; 23 y no le cono¬ 
ció, porque estaban sus mano* vellu¬ 
das como las de Esaú, su hermano, 
y se dispuso a bendecirle. 24 Todavía 
le preguntó: «¿De verdad eres tú mi 
hijo Esaú?»; y él contestó: «Yo soy.» 
25 Díjole, pues: «Acércame la caza 
para que yo coma de ella, hijo mío, 
y te bendiga.» Acercósela Jacob y 
comió, y le trajo también vino, y 
bebió 26 Díjole después Isac: «Acér¬ 
cate y bésame hijo mío.» 27 Acercóse 
él y le besó; y en cuanto olió !a fra¬ 
gancia de sus vestidos, le bendijo, 
diciendo: 

«Oh, es el olor de mi hijo 

Como el olor de un campo 

Al que ha bendecido Yave. 

28 Dete Dios el rocío del cielo y 
la grosura de la tierra, 

Y abundancia de trigo y mosto. 

29 Sírvante pueblos, 

Y prostérnense ante ti naciones; 

Sé el señor de tus hermanos, 

Y póstrense ante ti los hijos de 
tu madre. 

Maldito quien te maldiga, 

Y bendito quien te bendiga.» 

‘ 30 En cuanto acabó Isac de bende¬ 
cir a Jacob, no bien había salido éste 
de la presencia de Isac, su padre, 
Esaú, su hermano, que venía del 
campo 31 y había hecho su guiso y 
se lo traía a su padre, dijo a su 
padre: «Levántese mi padre y coma 
de la caza de su hijo, para que me 
bendiga.» 32 Díjole Isac, su padre: 
«¿Pues quién eres tú?» Contestóle: 
«Yo soy tu hijo primogénito, Esaú.» 
33 Pasmóse Isac con pasmo muy 
grande, y repuso: «¿Y quién es en¬ 
tonces el que me ha traído la caza 
y he comido de todo ello antes que 


tú vinieras, y le he bendecido, y ben¬ 
dito está?» 34 Al oír Esaú las pala¬ 
bras de su padre, rompió a gritar y 
a llorar amargamente, y le dijo: 
«Bendíceme también a mí, padre 
mío.» Isac le contestó: «Tu hermano 
ha venido con engaño, y se ha llevado 
la bendición.» 36 Díjole Esaú: «¿No 
efc su nombre Jacob? Dos veces me 
ha suplantado: me quitó la primo- 
genitura, y ahora me ha quitado mi 
bendición», y añadió: «¿No tienes ya 
bendición para mí?» 37 Respondió Isac 
y dijo a Esaú: «Mira, le he hecho 
señor tuyo, y todos sus hermanos se 
los he dado por siervos; le he atri¬ 
buido el trigo y el mosto. A ti, pues, 
¿qué voy a hacerte, hijo mío?» 38 Y 
dijo Esaú a su padre: «¿No tienes 
más que una bendición, padre mío? 
Bendíceme también a mí, padre mío»; 
y lloró en voz alta. 39 Respondió Isac 
diciéndole: 

«Mira, fuera de la grosura de la 
tierra será tu morada, 

Y fuera del rocío que baja de los 
cielos. 

40 Vivirás de tu espada, y servirás 
a tu hermano; 

Y cuando te revuelvas romperás su 
yugo de sobre tu cuello.» 

41 Concibió Esaú contra su herma¬ 
no Jacob un odio profundo, por lo de 
la bendición que le había dado su 
padre, y se dijo en su corazón: «Cerca 
están los días del duelo por mi padre; 
después mataré a Jacob, mi her¬ 
mano.» 42 Supo Rebeca lo que había 
dicho Esaú, su hijo mayor; y mandó 
llamar a Jacob, su hijo menor, y le 
dijo: «Mira, que tu hermano Esaú 
quiere matarte. 13 Anda, pues, obe¬ 
déceme, hijo mío, y huye a Jaran, 
a Labán mi hermano. 44 y estáte 
algún tiempo con él, hasta que la 
cólera de tu hermano se aparte de 
ti, 45 se aplaque su ira y se haya 
olvidado de lo que le lias hecho; yo 
mandaré allí a buscarte. ¿Habría de 
verme yo privada de vosotros dos en 
un solo día?» (1). 

40 Rebeca dijo a Isac: «Me pesa 
la vid? a causa de las hijas de Get; 
si Jacob turna mujer de entre las 


(i) En este relato se pone de manifiesto la 
lucha entre las preferencias paternas y maternas 
respecto de los dos hijos; pero al mismo tiempo, 
y sobre todo, la providencia de Dios, que sin 
atender a la primogenítura de ia carne, elige 
a quien elige, para que en él se realicen las pro¬ 
mesas mesiánicas. (Mal. i. 2. sig. y Rom. 9. 6. 
sigs.) 






3ü 


GÉNESIS, 28, 29 


hijas de Get, como éstas de esta deciré donde quiera que vayas, y vol- 

-- veré a traerte a esta tierra, y no te 

abandonaré hasta cumplir lo que te 
digo.» 


tierra, ¿para qué quiero vivir?» 
Huida de Jacob a Mesopotamia. 


28 1 Llamó, pues, Isac a Jacob y 
íe bendijo, y le mandó: «No 
tomes mujer de entre las hijas de 
Canán. 2 Anda, y vete a Padan Arán, 
a casa de Batuel, el padre de tu 
madre, y toma allí mujer de entre 
las hijas de Labán, hermano de tu 
madre; 3 el Dios omnipotente te ben¬ 
decirá, te hará crecer y te multipli¬ 
cará, y te hará muchedumbre de 
pueblos, 4 y te dará la bendición de 
Abraham a ti y a tu descendencia con¬ 
tigo, para, que poseas la tierra de 
tus peregrinaciones, que dió Dios a 
Abraham.» 6 Despidió, pues, Isac a 
Jacob, que se fué a Padan Arán, a 
Labán, hijo de Batuel, arameo, her¬ 
mano de Rebeca, madre de Jacob 
y Esaú. 8 Viendo Esaú que Isac había 
bendecido a Jacob, y que al bende¬ 
cirte, le habla mandado irse a l J adan 
Arán para tomar mujer de allí, di- 
ciéndole: no tomes mujer de entre 
las hijas de Canán; 7 y que obede¬ 
ciendo a su padre y a su madre, se 
había ido Jacob a Padan Arán, 8 co¬ 
noció Esaú que disgustaban a Isac, 
su padre, las hijas de Canán; 9 y se 
fué a Ismael, y sobre las que ya 
tenia, tomó por mujer a MajalaL hija 
de Ismael, hijo de Abraham y her¬ 
mano de Nabaiot. 

10 Salió, pues, Jacob de Berseba, 
para dirigirse a Jarán. 11 Llegó a 
un lugar donde se dispuso a pasar 
la noche, pues el sol se ponía ya, 
y tomando una de las piedras que en 


16 Despertó Jacob de su sueño, y 
se dijo: «Ciertamente está Yave en 
este lugar, y yo no lo sabía»; 17 y ate¬ 
morizado añadió: «¡Qué terrible es 
este lugarl No es sino la casa de Dios 
y la puerta de ?os cielos.» 18 Levan¬ 
tóse Jacob por la mañana, y tomando 
la piedra que había tenido de cabecera, 
la alzó, como memoria, y vertió óleo 
sobre ella. 19 Llamó a este lugar Betel, 
aunque la ciudad se llamaba al prin¬ 
cipio Luza. 20 E hizo Jacob un voto 
diciendo: «Si Yave está conmigo, y 
me protege en mi viaje, y me da 
pan que comer y vestidos que ves¬ 
tirme, 21 y retorno en paz a la casa 
de mi padre, Yave será mi Dios; 
22 esta piedra que he alzado como me¬ 
moria será casa de Dios, y de todo 
cuanto a mí me dieres te daré el 
diezmo.» 

Jacob en casa de Labán. 

20 1 Volvió a emprender Jacob su 

marcha, y llegó a la tierra de los 
hijos de Oriente. 2 Vió en el campo un 
pozo, junto al cual descansaban tres re¬ 
baños, pues era el pozo en que se abre¬ 
vaban los ganados. 3 Reuníanse allí, 
se quitaba una gran piedra que le 
cubría, y se daba de beber al ganado, 
volviendo a poner en su lugar la 
piedra que cubría la boca del pozo. 

4 Jacob preguntó a los pastores: 
«¿De dónde sois, hermanos?» «De 
Jarán somos», le respondieron ellos. 

6 «¿Conocéis a Labán hijo de Najor?» 


j vviwuuuv vinu ^ v*i . “(jVouovcio o uaumi lUju uw ¿íajui i 

el lugar habla, la puso de cabecera uLe conocemos», contestaron. 6 «¿Y 


y se acostó. 

VíhIóu de la escala. 

12 Tuvo un sueño, y veía una escala 
que, apoyándose sobre la Berra, to¬ 
caba con la cabeza en los cielos, y 
que por ella subían y bajaban los 
ángeles de Dios. 13 Sobre ella estaba 
Yave, que le dijo: «Yo soy Yave, el 
Dios de Abrahain, tu padre, y el Dios 
de Isac; la tierra sobre la cual estás 
acostado te la daré a ti y a tu des¬ 
cendencia. 14 Será ésta como el polvo 
de la tierra, y te ensancharás a occi¬ 
dente y a oriente, a norte y medio¬ 
día, y a tí y a tu descendencia os 


está bien?» siguió preguntando Jacob. 
«Si, bien está, mira, ahí viene Raquel, 
su hija, con su rebaño.» 7 El les 
dijo: «Todavía es muy de día, no es 
tiempo de recoger el ganado. ¿Poi¬ 
qué no abreváis los rebaños y os 
volvéis a que pasten?» 8 Ellos le 
respondieron: «No podemos hacerlo 
hasta que se reúnan todos los reba¬ 
ños y se quite la piedra de la boca 
del pozo, y entonces damos de beber 
al rebaño.» 9 Todavía estaba Jacob 
hablando con ellos cuando llegó Ra¬ 
quel con el rebaño de su padre, pues 
ella era la pastora. 10 Y en cuanlo 
vló Jacob a Raquel, bija de Labán, 
hermano de su madre y el rebaño de 


bendecirán todas las naciones de la kLabán, hermano de su inadre 
tierra. 15 Yo estoy contigo, y te ben- 1 acercó, removió la piedra de sobre 









GÉNESIS, 30 


37 


a boca del pozo, y abrevó el rebaño 
de Labán, hermano de su madre. 
11 Besó Jacob a Raquel, y alzó la voz 
llorando. 12 Hizo saber a Raquel que 
era hermano de su padre, e hijo de 
Rebeca, y ella corrió a contárselo a 
su padre. 13 En cuanto oyó Labán 
lo que de Jacob, hijo de su’hermana, 
le decía, corrió a su encuentro, le 
abrazó, le besó, y le llevó a su casa. 
Contó Jacob a Labán lo que ocurría, 
14 y éste le dijo: aSí, eres hueso y 
carne mía.* Y moró Jacob con Labán 
un mes entero. 16 Pasado éste, le dijo 
Labán: «Acaso porque eres mi her¬ 
mano, ¿vas a servirme de balde? 
Dime cuál ha de ser tu salario.» 


Lia y Raquel. 

16 Tenía Labán dos hijas; una, 
la mayor, de nombre Lia; otra, la 
menor, «de nombre Raquel. 17 Lia 
era tierna de ojos, pero Raquel era 
muy esbelta y hermosa. 1S Amaba Ja¬ 
cob a Raquel, y dijo a Labán: «Te 
serviré siete años por Raquel, tu 
hija menor.» 19 Y contestó Labán: 
«Mejor es que te la dé a ti que dár¬ 
sela a un extraño. Quédate conmigo.» 
20 Y sirvió Jacob por Raquel siete 
años, que le parecieron sólo unos 
días, por el amor que le tenía. 21 Ja¬ 
cob dijo a Labán: «Dame a mi mujer, 
pues se ha cumplido el tiempo, y 
entraré a ella.» 22 Reunió Labán a 
todos los hombres del lugar, y dió 
un convite; 23 y por la noche, to¬ 
mando a Lia, su hija, se la llevó a 
Jacob, que entró a ella. 24 Dió 
Labán a Lia, su hija, su sierva Silfa, 
para que fuera sierva de ella. 25 Lle¬ 
gada la mañana, vió Jacob que era 
Lia, y dijo a Labán: «¿Por qué me 
has hecho esto? ¿No te he servido 
por Raquel? ¿Por qué me has en¬ 
gañado?» 26 Labán le respondió: «No 
es en nuestro lugar costumbre dar 
la menor antes que la mayor. 27 Acaba 
esta semana, y te daré también 
después la otra por el servicio que 
me prestes de otros siete años.» 
28 Hízolo así Jacob, y cumplida la 
semana, dióle Labán a Raquel, su 
hija, por mujer, y con ella a Bala, 
su sierva, para sierva de ella. 30 Entró 
también a Raquel Jacob, y la amó 
más que a Lia, y sirvió por ella otros 
siete años. 31 Viendo Yave que Lia 
era odiada, abrió su matriz, mientras 
que Raquel era estéril. 


Los hijos de Jacob. 

32 Concibió Lia y parió un hijo, 
al que llamó Rubén, diciendo: «Yave 
ha mirado mi aflicción, y ahora mi 
marido me amará.» 33 Concibió de 
nuevo y parió un hijo, diciendo: 
«Yave ha visto que yo era odiada, 
y me ha dado este más»; y le llamó 
Simeón. 34 Concibió otra vez, y parió 
un hijo, y dijo: «Ahora mi marido 
se apegará a mí, pues le he parido 
tres hijos»; y por eso le llamó Leví. 
35 Concibió nuevamente, y parió un 
hijo, diciendo: «Ahora sí que he de 
alabar a Yave»; y por eso le llamó 
Judá. Y cesó de tener hijos. 

30 i 1 Raquel, viendo que no daba 
hijos a Jacob, estaba celosa de 
su hermana, y dijo a Jacob: «Dame 
hijos o me muero.» 2 Airóse Jacob 
contra Raquel, y le dijo: «¿Por ven¬ 
tura soy yo Dios, que te ha hecho 
estéril?» 3 Ella le dijo: «Ahí tienes a 
mi sierva Bala; entra a ella, que para 
sobre mis rodillas, y tenga yo prole 
por ella.» 4 Dióle, pues, su sierva 

F or mujer, y Jacob entró a ella. 

Concibió Bala, y parió a Jacob un 
hijo, 6 y dijo Raquel: «Dios me ha 
hecho justicia, me ha oído y me ha 
dado un hijo»; por eso le llamó Dan. 
7 Concibió otra vez Bala, sierva de 
Raquel, y parió un segundo hijo a 
Jacob, 8 diciendo Raquel: «Lucha de 
Dios he luchado con mi hermana, y la 
he vencido», por eso le llamó Neftalí. 

9 Viendo Lia que había dejado de 
tener hijos, tomó a Zelfa, su esclava, 
y se la dió por mujer a Jacob. 10 Zelfa, 
esclava de Lia, parió a Jacob un 
hijo, y Lia dijo: 11 «[Qué buena for¬ 
tuna!»; y le llamó Gad. i2 Parió Zelfa, 
esclava de Lia, un segundo hijo a 
Jacob; 13 y dijo Lia: «Por dicha mía, 
pues los hijos me han hecho fe¬ 
liz»; y le llamó Aser. 14 Salió Rubén 
al tiempo de la siega del trigo, y 
halló en el campo unas mandrágo- 
ras, y se las trajo a Lia, su madre, 
y dijo Raquel a Lia: «Dame, por 
favor, de las mandrágoras de tu 
hijo.» 15 Lia 'le contestó: «¿Te parece 
todavía poco haberme quitado el 
marido, que quieres también qui¬ 
tarme las mandrágoras de ini hijo?» 
Y le dijo Raquel: «Mira; que duerma 
esta noche contigo, a cambio de las 
mandrágoras de tu hijo.» 16 Vino 
Jacob del campo por la tarde, y le 
salió Lia al encuentro, y le dijo: 






GÉNESIS. 31 


38 


«Entra a mí, pues te he comprado 
por unas mandrágoras de. mi hijo.» 
Y durmió con ella Jacob aquella 
noche, y oyó Ya ve a Lia, que con¬ 
cibió, y parió a Jacob el quinto hijo. 

18 Y dijo Lía: «Dios me ha pagado 
mi salario por haber dado mi sierva 
a mi marido»; y le llamó Isacar. 

19 Concibió de nuevo Lia, y parió a 
Jacob un sexto hijo, 20 y dijo: «Dios 
me ha hecho un buen don; ahora mi 
marido morará conmigo, pues le he 
dado seis hijos»; y le llamó Za¬ 
bulón. 

21 Después parió una hija, a la 
que llamó Dina. 

22 Acordóse Dios'de Raquel, la oyó, 
y la hizo fecunda. 23 Concibió, pues, 
y parió un hijo, y dijo: «Dios ha 
quitado mi afrenta»; 24 y le llamó 
José, pues dijo: «Que me añada 
Ya ve otro hijo.» 

Prosperidad de Jacob en casa 
de Labán. 

25 Cuando Raquel parió a José, dijo 
Jacob a Labán: «Déjame irme a mi 
lugar, a mi tierra. 26 Dame mis mu¬ 
jeres y mis hijos, por los que te he 
servido, y me iré, pues bien sabes 
tú qué buen servicio te he hecho.» 
27 Respondióle Labán: «Mira, por 
favor, si he hallado gracia a tus ojos, 
yo sé por agüero que por causa iuya 
me ha bendecido Yave. 28 Fíjame tu 
salario, y yo te lo daré.» 29 Contestóle 
Jacob: «Tú bien sabes cómo te he 
servido, y lo que conmigo ha venido 
a ser tu ganado. 30 Bien poco era lo 
que antes tenías, pero se ha aumen¬ 
tado grandemente, y Yave te ha 
bendecido a mi paso. Ahora, pues, 
habré de hacer también yo por mi 
casa.» 31 Labán le dijo: «Dime qué es 
lo que he de darte.» «No has de darme 
nada—le contestó Jacob—, sino hacer 
lo que voy a decirte, y volveré a 
apacentar tu ganado y a guardarlo. 
32 Yo pasaré hoy por entre todos tus 
rebaños, y separaré toda res manchada 
o negra entre los corderos, y toda res 
manchada entre las cabras. Eso será 
mi salario. 33 Mi probidad responderá 
así por mi mañana, cuando vengas 
a reconocer mi salario; todo cuanto 
no sea manchado entre las cabras, 
y negro entre los corderos, será en 
mí un robo.» 34 Y respondió Labán: 
«Bien, sea como dices». 36 Pero aquel 
mismo día separó Labán todos los 
machos cabríos manchados, todas las 


cabras manchadas, y cuantas tenían 
algo de blanco, y entre los corderos 
todos los negros y manchados, y se 
los entregó a sus hijos, 36 haciéndo¬ 
los llevar a tres días de camino de 
donde estaba Jacob. Jacob siguió 
apacentando el resto del ganado de 
Labán. 37 Cogió Jacob varas verdes 
de estoraque, de almendro y de plᬠ
tano, y haciendo en ellas unbs cortes, 
las descortezaba, dejando lo blanco 
de las varas al descubierto. 38 Puso 
después las varas, así descortezadas, 
en los canales de los abrevaderos a 
donde venía el ganado a beber; 39 y 
las que se apareaban a la vista de las 
varas, parían crías rayadas y man¬ 
chadas. 40 Jacob separó el ganado, 
poniendo delante cuanto de negro y 
manchado había en los rebaños de 
Labán, y puso su grey aparte, sin 
dejar que se mezclara con la de Labán. 
41 Era cuando las reses vigorosas 
entraban en calor, cuando ponía 
Jacob las varas a su vista en los 
abrevaderos, para que se apareasen 
ante las varas, 42 pero ante las débiles 
no las ponía, y así las crías débiles 
eran las de Labán y las fuertes las 
de Jacob. 43 Vino a ser Jacob rico 
en extremo, dueño de numerosos 
rebaños, de siervos y siervas, de 
camellos y asnos. 

Vuelta de Jacob a la tierra de 
Canán. 

31 Oyó Jacob a los hijos de 
Labán decir: «Ha cogido Jacob 
todo lo de nuestro padre, y con lo 
nuestro ha hecho toda esa riqueza.» 
2 Vió que la cara de Labán no era 
para él lo que había sido antes, 3 y 
Yave le dijo: «Vuélvete a la tierra 
de tu padre y a tu parentela, que yo 
estaré contigo.» 4 Mandó a llamar, 
pues, Jacob a Raquel y a Lia, para 
que fueran al campo a donde estaba 
con su ganado, y les dijo: «Veo que 
el semblante de vuestro padre no es 
para mí ya el que antes era, y el 
Dios de mi padre lia estado conmigo. 
6 Bien sabéis vosotros que yo he 
servido a vuestro padre con todas 
mis fuerzas, 7 V que vuestro padre 
se lia burlado de mí, mudando diez 
veces mi salario; pero Dios no le lia 
permitido perjudicarme. 8 Cuando él 
decía: tu salario serán las reses man¬ 
chadas, todas las ovejas parían cor¬ 
deros manchados; y si decía: las 
reses rayadas serán tu salario, todas 







GÉNESIS, 31 


las ovejas parían corderos rayados. 
9 Es, pues, Dios el que ha cogido lo 
de vuestro padre y me lo ha dado a 
mí. 10 Cuando las ovejas entran en 
calor vi yo en sueños que los carne¬ 
ros que cubrían a las ovejas eran 
rayados y manchados, 11 y mi ángel 
me dijo en el sueño: «Jacob»; yo le 
respondí: «Heme aquí.» 12 Y él dijo: 
«Alza tus ojos y mira: todos los car¬ 
neros que cubren a las ovejas son 
rayados y manchados, porque yo he 
visto todo lo que te ha hecho Labán. 
13 Yo soy el Dios de Betel, donde 
ungiste tú un monumento, y me 
hiciste el voto. Levántate, pues, sal 
de esta tierra, y torna a la tierra de 
tu parentela.» 

14 Raquel y Lia respondieron: 
«¿Tenemos acaso nosotras parte o 
herencia en la casa de nuestro padre?» 
15 ¿No nos ha tratado como extra¬ 
ñas, vendiéndonos y comiéndose nues¬ 
tro dinero? 16 Y además, cuanto Dios 
le ha quitado a él, nuestro es y de 
nuestros hijos. Haz, pues, ya lo que 
Dios te ha mandado.» 17 Levantóse 
Jacob, e hizo montar a sus mujeres 
y a sus hijos sobre los camellos; y 
llevando consigo todos sus ganados 
y todo cuanto en Padan Arán había 
adquirido, 18 se encaminó hacia Isac, 
su padre, a tierra de Canán. 19 Labán 
había ido al esquileo de sus ovejas 
y Raquel robó los terafim (1) de 
su padre. 20 Jacob engañó a Labán, 
arameo, y no le dió cuenta de su 
huida. 21 Huyó con todo cuanto tenía, 
y ya en camino atravesó el río y se 
dirigió al monte de Galad. 

22 Al tercer día dijéronle a Labán 
que Jacob había huido; 23 y tomando 
consigo a sus parientes, le persiguió 
durante siete días, hasta darle alcance 
en el monte de Galad. 24 Vino Dios 
en sueño durante la noche a Labán, 
arameo, 25 y le dijo: «Guárdate de 
decir a Jacob nada, ni en bien ni en 
mal.» Cuando alcanzó Labán a Jacob, 
había éste fijado sus tiendas en el 
monte, y Labán fijó la suya y la de 
sus parientes en el monte de Galad. 
26 Dijo, pues, Labán a Jacob: «¿Qué 
es lo que has hecho? ¡Escaparte de 
mí, llevándote mis hijas como si fue¬ 
sen cautivas de guerra! 27 ¿Por qué 


(i) Parecen ser algo semejante a los dioses 
penates de los romanos. (I. Sam. 19. 13, 16; 
Os. 3. 4; Ezeq. 21. 29; Zac. 10. 2.) El modo 
como Raquel los oculta en 1 a albarda, sentándose 
encima, parece darnos el desprecio del autor sa¬ 
grado hacia ellos. 


has huido secretamente, engañán¬ 
dome, en vez de advertirme, y te 
hubiera despedido yo jubilosamente 
con cantos, tímpanos y cítaras? 28 ¡Sin 
dejarme siquiera abrazar a mis hijos 
y a mis liijasl Has obrado insensata¬ 
mente. 29 Mi mano es lo suficiente¬ 
mente fuerte para haceros mal, pero 
el Dios de nuestro padre me ha ha¬ 
blado la pasada noche, diciéndome: 
«Guárdate de decir a Jacob cosa 
alguna, ni en bien ni en mal. 30 Y 
si es que te vas, porque anhelas irte 
a la casa de tu padre, ¿por qué me 
has robada mis dioses?» 

31 Jacob respondió a Labán, di¬ 
ciendo: «Es que temía, pensando que 
quizá me quitarías tus hijas. 32 Cuanto 
a lo de los dioses, aquel a quien se 
los encuentres, que muera. En pre¬ 
sencia de nuestros hermanos busca 
cuanto sea tuyo, y tómalo.» Jacob 
no sabía que era Raquel la que los 
había robado. 

33 Labán penetró en la tienda de 
Jacob, en la de Lia y en la de las dos 
siervas, y no halló nada. Después 
de salir de la tienda de Lia, entró 
en la de Raquel; 34 pero Raquel había 
cogido los terafim y los había escon¬ 
dido en la albarda del camello, sen¬ 
tándose ella encima. Labán rebuscó 
por toda la tienda, pero no halló 
nada. 35 Raquel le dijo: «No se irrite 
mi señor porque no pueda levantarme 
ante él, pues me hallo con lo que co¬ 
múnmente tienen las mujeres.» Así 
fué como, después de buscar y rebus¬ 
car, no pudo hallar los terafim . 
36 Jacob montó en cólera, y repro¬ 
chó a Labán, diciéndole: «¿Qué crimen 
es el mío? ¿Cuál es mi pecado, para 
que así me persigas? 37 Después de 
buscar y rebuscar en todas mis cosas, 
¿qué has hallado tuyo? Preséntalo 
aquí ante mis hermanos y los tuyos, 
y que juzguen ellos entre los dos. 
38 He pasado en tu casa veinte años; 
tus ovejas y tus cabras no abortaron, 
y yo no me he comido los corderos 
de tus rebaños. 39 Lo destrozado 
no te lo llevaba, la pérdida iba a 
cuenta mía. Me reclamabas lo que 
me robaban de día y lo que me roba¬ 
ban de noche. 40 He vivido devorado 
por el calor del día y por el frío de 
la noche, y huía de mis ojos el sueño. 

41 He llevado en tu casa veinte años; 
catorce te he servido por tus dos 
hijas, seis por tus ganados, y me 
has ' mudado diez veces el salario. 

42 Si no hubiera sido por el Dios 








10 


GÉNESIS. 32 


de mi padre, el Dios de Abraham, y 
por el temor de Isac, ahora me hubie¬ 
ras dejado ir de vacío. Dios ha visto 
mi aflicción y el trabajo de mis manos, 
y ha juzgado la pasada noche.» 

43 Respondió Labán, y dijo a Jacob: 
«Las hijas, hijas mías son; los hijos, 
son hijos míos,* el ganado es mío 
también, y cuanto ves, mío es; a 
estas mis hijas y a los hijos que ellas 
han parido, ¿qué les haría yo hoy? 

44 Ven, pues, hagamos alianza yo y 
tú, y que haya testigo entre tú y yo.» 

45 Tomó, pues, Jacob una piedra, y la 
alzó en monumento, 46 y dijo a sus 
hermanos que cogieran piedras y las 
reunieran en un montón, y comieron 
sobre él. 47 Y le llamó Labán Jegar 
Saaduta, mientras que le llamó Jacob 
Galad. 48 Y dijo Labán: «Este montón 
es hoy testigo entre tú y yo.» Por 
eso se le llamó Galad, 49 y también 
Mispa, por haber dicho Labán: «Que 
vele Yave entre los dos cuando nos 
hayamos separado uno de otro. 60 Si 
tú maltratas a mis hijas, o tomas otras 
mujeres además de ellas, no habrá 
hombre que pueda argüirte; pero 
mira que Dios es testigo entre tú 
y yo.» 61 Y añadió Labán: «He aquí 
el monumento, y he aquí el testigo 
que he alzado entre tú y yo. 62 Este 
montón es testigo de que yo no lo 
pasaré yendo contra ti, ni tú lo 
pasarás para hacerme daño. 63 El 
Dios de Abraham, el Dios de Najor, 
juzgue entre nosotros.» Juró, pues, 
Jacob por el temor de Isac su padre, 
54 ofreció un sacrificio en el monte, 
c invitó a sus hermanos a comer. 
Comieron y pasaron la noche en el 
monte, y a la mañana siguiente 66 se 
levantó Labán, besó a sus hijas y a 
sus hijos y los bendijo. Después se 
marchó para volverse a su lugar. 

Temores de Juro!» ni encuentro 
con Ksaii. 

QO 1 Jacob prosiguió su camino, 
y i c salieron al encuentro ánge¬ 
les de Dios. 2 Al verlos, dijo Jacob: 
«Este es el campo de Dios»; y por 
eso llamó a aquel lugar Majanaim. 
3 Envió Jacob ante sí mensajeros a 
Esaú, su hermano, a tierras de Seir, 
en los campos de Edóm, mandándo¬ 
les: 4 «Así habéis de decir a mi señor 
Esaú: He aquí lo que dice Jacob, 
tu siervo: He estado con Labán como 
peregrino hasta hoy; 6 tengo bueyes 
y asnos, ovejas, siervos y siervos, 


y quiero hacerlo saber a mi señor, 
para hallar gracia a sus ojos.» 6 Los 
mensajeros volvieron, diciendo a Ja¬ 
cob: «Hemos ido a ver a tu hermano 
Esaú, y él viene a tu encuentro con 
cuatrocientos hombres.» 7 Jacob se 
atemorizó grandemente, y se angus¬ 
tió: dividió en dos partes a los que 
le acompañaban, a los rebaños, los 
ganados y los camellos, diciéndose: 
8 «Si encuentra Esaú una parte, y la 
destroza, quizá podrá salvarse' la 
otra»; 9 y dijo: «Dios de mi padre 
Abraham, Dios de mi padre Isac, Yave. 
que me dijiste: vuelve a tu tierra, 
al lugar de tu nacimiento, que yo 
te favoreceré. 10 Muy poco soy para 
todas las gracias que a tu siervo has 
hecho, y toda la fidelidad que con 
él has tenido, pues pasé este río 
Jordán, llevando sólo mi cayado, 
y vuelvo ahora con dos escuadras. 
11 Líbrame, te ruego, de la mano de 
mi hermano, de la mano de Esaú, 
pues le temo, no sea que venga a 
matarme a mí, y juntamente a ma¬ 
dres e hijos. 12 Tú me has dicho: 
Yo te favoreceré grandemente, y haré 
tu descendencia como las arenas del 
mar, que por numerosas no pueden 
contarse.» 

13 Pasó allí Jacob aquella noche, 
y de cuanto tenía tomó para hacer 
presentes a Esaú, su hermano: dos¬ 
cientas cabras y veinte machos; 14 dos¬ 
cientas ovejas y veinte carneros; 
15 treinta camellas criando, con sus 
crías; cuarenta vacas y diez toros: 
veinte asnas y diez asnos; 16 y po¬ 
niendo en manos de sus siervos cada 
uno de los rebaños separadamente, 
les dijo: «Id delante de mí, dejando 
|Un espacio entre cada rebaño.» 17 Al 
primero le dió esta orden: «Si te 
'encuentra Esaú, mi hermano, y te 
pregunta: ¿De quién eres, a dónde 
vas y de quién es eso que llevas?, 
18 le responderás: De tu siervo Jacob: 
es un presente que envía a mi señor, 
a Esaú, y él viene también detrás 
de nosotros.» 19 La misma orden dió 
jal segundo y al tercero y a todos 
cuantos llevaban el ganado, dicién- 
doles: «Así habéis de hablar a Esaú, 
cuando le encontréis: 20 Le diréis: 
Mira, tu siervo, Jacob viene detrás 
de nosotros.» Pues se decía: Le apla¬ 
caré con los presentes que van de¬ 
lante y luego le veré; quizá me acoja 
bien. 91 Los presentes pasaron de¬ 
lante de él, y el se auedó allí aquella 
noche en Majanc; 2 * ytlevantándose 




GÉNESIS, 33 


41 


todavía de noche, y tomando a sus 
dos mujeres, a sus dos siervas y a 
sus once hijos, les hizo pasar el 
vado de Jaboc. 23 Pasó también 
después cuanto tenía. 

La lucha con el ¿ngd. 

24 Quedóse Jacob solo, y hasta 
salir la aurora estuvo luchando con 
él un hombre, el cual, 26 viendo 
que no podía con el, le dió un golpe 
en la articulación del muslo, y se 
relajó la articulación del muslo de 
Jacob, luchando con él. 26 El hom¬ 
bre dijo a Jacob: «Déjame ya que 
me vaya, que sale la aurora.» Pero 
Jacob respondió: «No te dejaré ir, 
si no me bendices.» 27 El le preguntó:! 
«¿Cuál es tu nombre?» «Jacob», con-| 
testó éste. 28 Y él le dijo; «No te 
llamarás ya en adelante Jacob, sino 
Israel, pues has luchado con Dios y 
con hombres y los has vencido.» 
29 Rogóle Jacob: «Dame, por favor, 
a conocer tu nombre»; pero el le 
contestó: «¿Para qué preguntas por 
mi nombre?»; y se despidió. 30 Jacob 
llamó a aquel lugar Panuel, pues 
dijo: «He visto a Dios cara a cara, 
y se ha salvado mi vida.» 31 .Salía 
el sol, cuando pasó de Panuel, e iba 
cojeando del muslo. 32 Por eso los 
hijos de Israel no comen, todavía 
hoy, el tendón femoral, que hay en 
la articulación del muslo, por haber 
sido herido en él Jacob. 

Reconciliación con Esnú. 

33 1 Alzó Jacob los ojos, y vía 

venir hacia él a Esaú con cua¬ 
trocientos hombres. Había repartido 
sus hijos entre Lia, Raquel y las 
dos siervas, (i) 2 poniendo en cabeza 
a estas dos con sus hijos; después 
a Lia con los suyos, y en último lugar 
a Raquel con José. 3 El se puso 
delante de todos, y se postró en 
tierra siete veces antes de llegar 
cerca de su hermano. 4 * Esaú corrió 
a su encuentro, le abrazó, cayó sobre 
su cuello y le besó. Ambos lloraban. 

6 Luego, alzando los ojos, vió Esaú 
a las mujeres y a los niños, y pre¬ 
guntó: «¿Quiénes son éstos que traes 
contigo?» Jacob le contestó: «Son 
los hijos que Dios ha dado a tu 
siervo.» 6 * Aproximáronse las sier¬ 
vas con sus hijos, y se postraron. 

7 Aproximóse también Lia con los 
suyos, y se postraron. Luego sel 


acercaron José y Raquel, y se pos¬ 
traron. 8 Esaú le preguntó: «¿Qué 
pretendes con todos esos rebaños 
que he ido encontrando?» «Hallar 
gracia a los ojos de mi señor». 9 Con¬ 
testóle Esaú: «Tengo mucho, hermano 
mío, sea lo tuyo para ti.» 10 * «No, te 
ruego—respondió Jacob—si es que 
he hallado gracia a tus ojos, acepta 
de mi mano el presente, ya que he 
visto tu faz como si viera la de Dios, 
y me has acogido favorablemente. 
11 Acepta, pues, el presente que te 
hago, pues Dios me ha favorecido 
y tengo de todo.» Tanto le instó, que 
aceptó Esaú. 12 Este le dijo: «Pon¬ 
gámonos en marcha; yo iré delante 
de ti.» 13 Jacob le respondió: «Bien 
ve mi señor que hay niños tiernos, 
y que llevo ovejas y vacas que están 
criando, y si un día se les hiciera 
marchar apresuradamente, todo el 
ganado moriría. 14 Pase, pues, mi 
señor delante de su siervo, y yo 
seguiré lentamente al paso de los 
rebaños que llevo delante y al paso 
de los niños, hasta llegar a Seir, a 
mi señor.» 15 * Dijo Esaú: «Dejaré, 
pues, detrás de mí una parte de la 
gente que llevo.» Pero Jacob res¬ 
pondió: «¿Y para qué eso, si he ha¬ 
llado gracia a los ojos de mi señor?» 
16 Volvióse, pues, a Seir Esaú aquel 
mismo día. 17 Jacob partió para Socot, 
y se hizo allí una casa, e hizo aprisccs 
para sus ganados, por eso se llamó 
Socot aquel lugar. 18 Llegó Jacob 
en paz a la ciudad de Siquem, en 
tierra de Canán, de vuelta de Padan 
Arán, y acampó frente a la ciudad. 
19 Compró a los hijos de Jamor, 
padre de Siquem, el trozo de tierra 
donde había asentado sus tiendas 
por cien quesitas (lj 20 y alzó allí 
un altar, y le llamo «El Elohe Is¬ 
rael ». 


(i) Era un determinado peso de plata, 

cuya equivalencia no conocemos. En cuanto a 

los valores monetarios que aparecen citados en 

las Sagradas Escrituras, algunos son de equi¬ 

valencia dudosa. Así, el sido, más bien que una 

moneda real, es una moneda ideal, un deter¬ 

minado peso de plata y oro, pero de conjunto. 

Los nombres de los pesos que hallamos en la 

Escritura son: el siclo, la quesita, la mina , el 

talento , el beqa y el guerah. El valor de la quesita 

nos es enteramente desconocido. La mina y el 

talento son múltiplos del sido; el beqa y el 

guerah son divisores de él. La mina equivalía 

a cien sidos, y el talento, antes de la cautividad, 

a treinta minas, es decir, tres mil sidos. El 

beqa era la mitad del siclo, y el guerah la vigé¬ 

sima parte del siclo. La equivalencia de estos 





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GÉNESIS. 34 


Dina y los siqucmitas. 

34 1 Salió Dina, la hija que había 
parido Lia a Jacob, para ver a las 
hijas de aquella tierra; 2 y viéndola 
Siquem, hijo de Jamor, jeveo, la 
cogió, se acostó con ella y la violó. 
3 De tal modo se prendó de Dina ; 
la hija de Jacob, que la amó y la 
habló tiernamente. 4 Y dijo Siquem 
a Jamor, su padre: «Tómame esa 


pesos en nuestro sistema es muy problemática; 
el sido, según las diversas opiniones, vendría 
a oscilar entre grs. 14,2 y 13,5; esto, antes de 
la cautividad. En el N. T. hallamos mencio* 

• nada la libra romana, de peso variable segur 
las diversas regiones, y dividida en doce onzas 
Al peso se computaba el valor de la plata y ei 
oro, sin que hasta después de la cautividad 
hallemos mención de moneda alguna propiamente 
dicha; las que después de la cautividad hallamos 
mencionadas son; el dórico , moneda persa de 
un peso de grs. 8,42, y el iracma fenicio, de 
un peso de grs. 3,55, cuyo cuadruplo es el 
tetradracma o estatera , que venía a equivaler 
al sido. En el N. T. hallamos mencionados: 
el dracma griego, de peso variable, según las 
diversas épocas y regiones, con sus múltiplos 
el didracma y el tetradracma o estatera; la mina, 
equivalente a cien dracmas, y el talento, equi¬ 
valente a sesenta minas, o sean seis mil dracmas. 
De monedas romanas hallamos el áureo, de 
grs. 7,80 de oro, y el denario, de grs. 3,90 de 
plata; y de monedas de bronce, el <25, que era 
la décima parte del denario; el doble as o di- 
pondio; el cuadrante, la cuarta parte del as, 
y el lepton o minutum , la octava parte del as. 

La cuestión de los pesos y medidas en uso 
entre los hebreos tiene todavía muchos pumos 
oscuros, sobre todo por lo que hace a las me¬ 
didas de capacidad. Los nombres de medidas 
de capacidad que hallamos mencionadas en la 
Escritura son, para sólidos, el efa, el sea y el 
omer ; para líquidos, el bat, el hin, el qab y el 
log. Como es natural, hay cierta corresponden¬ 
cia entre 'as de los sólidos y las de los líquidos. 
La medida mayor cuyo nombre hallamos en la 
Escritura es el jomer o cor , que no hay que 
confundir con el omer. Era el jomer un múl¬ 
tiplo del bat, equivalente a diez bats. La mitad 
del jomer era el letec; por tanto, cinco bats. 
La unidad para sólidos era el bat, de igual 
capacidad que el efa. La sistematización de 
estas medidas es en parte ternaria, en parte 
cuaternaria, en parte decimal. Asi el bat es la 
décima parte del jomer; el hin la sexta parte 
del bat, el qab la tercera parte del hin, y el 
log la cuarta parte del qab. Igualmente, el efa, 
de la misma capacidad que el bat, es la décima 
parte del jomer; el sea la tercera parte del efa, 
y el omer la décima parte del efa. La exacta 
equivalencia de estas medidas en nuestro sis¬ 
tema es bastante incierta. Lo más probable 
parece ser que el bat = efa, equivalía a lits. o 
kls. 21,250, y que por tanto equivalían, el 
hin a lits. 3,^41; el qab a lits. 1,180, y el log 
a lits. 0,295- 

A su vez el sea equivalía a lits. 7.083, y el 
omer a lits. 2,125. 


joven por mujer.» 5 Supo Jacob que 
Dina, su hija, había sido violada, 
pero como sus hijos estaban en el 
campo con el ganado, se calló Jacob 
hasta su vuelta. 

6 Jamor, padre de Siquem, salió 
para hablar a Jacob. 7 Cuando de 
vuelta del campo lo oyeron los hijos 
de Jacob, se llenaron de ira y de 
furor por el ultraje hecho a Israel, 
acostándose con la hija de Jacob, 
cosa que no debía hacerse. 8 Jamor 
les habló, diciendo: «Siquem, mi hijo, 
está prendado de vuestra hija; dád¬ 
sela, os ruego, por mujer; 9 haced 
alianza con nosotros; dadnos vues¬ 
tras hijas, y tomad las nuestras para 
vosotros y habitad con nosotros. 
10 La tierra estará a vuestra dispo¬ 
sición, para que habitéis en ella, la 
recorráis y tengáis propiedades en 
ella.» 11 Siquem, por su parte, dijo 
al padre y a los hermanos de Dina: 
«Halle yo gracia a vuestros ojos, y 
os daré* * lo que me pidáis. 12 Acre¬ 
centad mucho la dote y las dádivas. 
Cuanto me digáis os lo daré, pero 
dadme a la joven por mujer.» 13 Los 
hijos de Jacob respondieron a Siquem 
y a su padre dolosamente, por el 
estupro de Dina, su hermana, y les 
dijeron: 14 «Xo podemos hacer eso 
de dar nuestra hermana a un incir¬ 
cunciso, porque eso sería para nos¬ 
otros una afrenta. 15 Sólo podríamos 
venir en ello con esta condición: 
que seáis como nosotros, y se cir¬ 
cunciden todos vuestros varones. 
16 Entonces os daremos nuestras 
hijas y tomaríamos las vuestras, y 
habitaríamos juntos y seríamos un 
solo pueblo; 17 pero si no consentís 
en circuncidaros, cogeremos nuestra 
hija y nos iremos.» 18 Estas palabras 
agradaron a Jamor y a Siquem, lujo 
ide Jamor. 19 El joven 110 dió largas 
a la cosa, por lo enamorado que 
estaba de la hija de Jacob, y por 
ser el más respetado de la casa de 
su padre. 20 Fueron, pues, Jamor y 
Siquem, su hijo, a las puertas de la 
eiudad, y hablaron a los hombres 
ie su ciudad, diciendo: 21 «Estos 
[íombres son gente de paz en medio 
le nosotros; que se establezcan en 
2sta tierra y la recorran; la tierra es 
\ ambas manos espaciosa para ellos. 
.Tomaremos por mujeres a sus hijas, 

les daremos a ellos las nuestras; 
!2 pero sólo consienten en habitar 
'on nosotros y ser con nosotros un 
meblo solo, si se circuncida entre 






GÉNESIS, 3fi 


■i:í 


nosotros todo varón, como lo están 
ellos. 23 Sus ganados, sus bienes y 
todas sus bestias, ¿no serán así nues¬ 
tros? Sólo falta que accedamos a su 
petición, y habitarán con nosotros.» 
24 Escucharon a Jamor y a Siquem 
cuantos salían por las puertas de la 
ciudad, y todo varón fue circunci¬ 
dado. 25 Al tercer día, cuando estaban 
con los dolores, dos de los hijos de 
Jacob, Simeón y Le vi, hermanos de 
Dina, penetraron sin peligro en la 
ciudad, la espada en la mano, y 
mataron a todos los varones. 26 Pa¬ 
saron a filo de espada a Jamor y a 
Siquem, su hijo; y sacando a Dina 
de la casa de Siquem, salieron. 27 Los 
hijos de Jacob se arrojaron sobre los 
muertos, y saquearon la ciudad, por 
haber sido deshonrada su hermana. 
28 Lleváronse sus ovejas, sus bueyes, 
sus asnos, cuanto había en la ciudad 
y cuanto había en los campos. 29 To¬ 
dos sus bienes, todos sus niños, todas 
sus mujeres, los cautivaron y se los 
llevaron, y robaron cuanto había 
en las casas. 

30 Dijo Jacob a Simeón y a Leví: 
«Habéis perturbado mi vida, hacién¬ 
dome odioso a los habitantes de esta 
tierra, a los cananeos y fereceos. Yo 
tengo poca gente. Ellos se reunirán 
contra mí y me matarán, destruyén¬ 
dome a mí y a mi casa.» 31 Ellos le, 
respondieron: «¿Y había de ser tra-; 
tada nuestra hermana como una pros¬ 
tituta?» 


Jacob en Betel. 

Ofr 1 Dijo Dios a Jacob: «Anda, 
dO sube a Betel, para habitar allí 
y alza allí un altar al Dios que se 
te apareció cuando huías de Esaú, tu 
hermano.» (i) 2 Jacob dijo a su familia, 
y a cuantos estaban con él: «Arrojad 
todos los dioses extraños que haya 
entre vosotros" purificaos y mudaos 
de ropas, 3 * pues vamos a subir a Betel, 
y a alzar allí un altar al Dios que 
me oyó el día de mi angustia, y que 
me acompañó en el viaje que hice.» : 

4 Entregaron, pues, todos los dioses ( 
extraños que pudieron haber a mano,! 
y los pendientes de sus orejas a Jacob,) 
que los enterró bajo la encina que 
hay en Siquem. 5 * Partieron, y se 
extendió el terror de Dios por las 
ciudades del contorno, y no los per¬ 
siguieron. 

6 Llegó Jacob, y cuantos con él 
iban, a Luz, en la tierra de Canán, 


que es Betel. 7 * * Alzó allí un altar y 
llamó a este lugar El Betel, porque 
allí se le apareció Dios, cuando huía 
de su hermano. 

8 Murió Dcbora, la nodriza de Re¬ 
beca, y fué enterrada por debajo de 
Betel, bajo una encina que se llamó 
la encina del llanto. 

9 Aparecióse de nuevo Dios a Jacob, 
de vuelta de Padan Arán, y le ben¬ 
dijo, 10 diciendo: «Tu nombre es 
Jacob, pero no serás llamado ya Jacob: 
tu nombre será Israel»; y le llamó 
Israel. 11 Y le dijo: «Yo soy el Dios 
omnipotente: sé prolífico y multiplí¬ 
cate. De ti saldrá un pueblo, un 
conjunto de pueblos, y de tus lomos 
saldrán reyes. 12 * La tierra que di a 
Abraham y a Isac, yo te la daré a ti, 
y a tu descendencia después de ti.» 
13 Y ascendió Dios del lugar donde 
le había hablado, 14 en el que levantó 
Jacob un monumento de piedras, y 
en él hizo una libación y derramó óleo 
sobre él, 15 dando el nombre de Betel 
al lugar donde Dios le había hablado. 

Muerte de Raquel y de Isac. 

16 Partiéronse de Betel, y cuando 
estaban todavía a un quibrat (1) de 


(i) Era una medida longitudinal, de equi¬ 
valencia desconocida. Las medidas longitudi¬ 
nales en uso entre los hebreos derivan sus nom¬ 
bres de los de ciertas partes del cuerpo, lo 

mismo que las de tantos otros pueblos. Las que 
hallamos mencionadas en la Escritura son: 
el amma = codo; el zeret = palmo; el tefa 

= coto, y el esba = dedo. En el codo se distin¬ 
guían el vulgar y el sagrado o real. Este último 

parece ser el codo de Egipto, oue según los 
monumentos egipcios equivalía a mms. 325; 
mientras que el vulgar parece que era el codo 
de Asiria, y equivalía a mms. 495. El palmo 

era la mitad del codo; el coto la tercera parte 
del palmo, y el dedo la cuarta parte del coto. 
A más de estas medidas, hallamos mencionadas 
en el A. T. el gomed, de equivalencia desco¬ 
nocida, y, sobre todo en Ezeq., la caña, que 
más que una medida real y corriente, era un 
instrumento para medir, algo parecido, claro 
que no en la materia, a las cintas empleadas 
entre nosotros, y tenía seis codos y un palmo, 
es decir ms. 3,237. En el N. T. se mencionan 

el camino de sábado, unos 2.000 codos; el 
estadio, medida griega, equivalente a 600 pier, 

o sean 400 codos, unos 185 metros; la braza 

= Vulg. passus, medida marina, equivalente, 

aproximadamente, a ms. 1,85. 

De medidas de superficie no hallamos en 

la Escritura mencionadas más que el semed 

— Vulg. yugerum, yugada, que no es una me¬ 

dida exacta, sino solamente aproximada: el 

espacio de tierra de labpr que puede arar en 

un día una yunta. 








14 


GÉNESIS. 36 


distancia de Efrata, parió Raquel, 
teniendo un parto muy difícil. 17 En¬ 
tre las dificultades del parto, la dijo 
la partera: «No temas, que también 
éste es hijo.» 18 Y al dar el alma, 
pues estaba ya moribunda, le llamó 
Benoni, pero su padre le llamó Ben¬ 
jamín. 19 Murió Raquel, y fué sepul¬ 
tada en el camino de Efrata, que es 
Belén, 20 y alzó Jacob sobre la tumba 
de Raquel un monumento, que toda¬ 
vía subsiste. 

21 Partióse Jacob y plantó sus 
tiendas más allá de Migdal Eder. 

22 Durante su estancia en esta región 
vino Rubén, y se acostó con Bala, 
la concubina de su padre, y lo supo 
Jacob. Los hijos de Jacob eran doce. 

23 Hijos de Lia: Rubén, el primogé¬ 
nito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, 
Isacar y Zabulón. 24 Hijos de Ra¬ 
quel: José y Benjamín. 26 Hijos de 
Bala, la sierva de Raquel: Dan y 
Neftalí. 26 Hijos de Zelfa, la sierva 
de Lia: Gad y Aser. Estos son los 
hijos que le nacieron a Jacob en 
Padan Arán. 

27 Fué Jacob a donde estaba Isac, 
su padre, a Alambre, a la ciudad de 
Arbe, que es Hebrón, donde habi¬ 
taron Abraham e lsac. 28 Fueron los 
días de Isae ciento ochenta años 29 y 
murió y se reunió con su pueblo, 
anciano y lleno de días. Esaú y Jacob, 
sus hijos, le sepultaron. 


Descendencia de Esaú. 

1 Estas son las generaciones de 
OO Esaú, que es Edom. 2 Esaú 
tomó sus mujeres de entre las hijas 
de Canán a Ada, hija de Elón, geteo; 
a Olibaina, hija de Ana, hija de Se- 
beón, jeveo. 3 Además a Basemat, 
hija de Ismael, hermana de Neba- 
yot. 4 Ada le parió a Elifaz; Basemat 
a Rauel, 6 y Olibama a Jeus, Jalón 
y Corea. Estos son los hijos que 
ie nacieron a Esaú en tierra de Canán. 
6 Esaú tomó a sus mujeres, sus hijos 
y sus hijas y todas las gentes de su 
casa, sus ganados y todas sus bestias 
y todos los bienes que había adqui¬ 
rido en la tierra de Canán, y se fué 
a una tierra lejos de Jacob, su her¬ 
mano; 7 pues siendo muchos los bienes 
de uno y otro, no podían habitar jun¬ 
tos, y la tierra en que se movían no 
les bastaba a causa de sus muchos 
ganados. 8 Establecióse Esaú en el 
monte de Seir. Esaú es Edom. 

9 He aquí los nombres de los hijos 


de Esaú, padre de Edom, en el 
monte Seir: 10 Elifaz, hijo de Ada, 
mujer de Esaú; Rajel, hijo de Base¬ 
mat, mujer de Esaú. 11 Los hijos de 
Elifaz fueron: Teman, Ornar, Sefo, 
Gatam y Quenez. 12 Tamna fué con¬ 
cubina de Elifaz, hijo de Esaú, y 
le parió a Amalee. Estos son los hijos 
de Ada, mujer de Esaú. 13 Los hijos 
de Rauel: Najat, Zaraj, Samma y 
Meza. 14 Estos son los hijos de Base¬ 
mat, mujer de Esaú. Los hijos de 
Olibama, hija de Ana, hija de Jebeón, 
mujer de Esaú, fueron: Jebus, Jelón 
y Coré. 

15 He aquí los jefes de tribu de los 
hijos de Esaú: Hijos de Elifaz, pri¬ 
mogénito de Esaú el jefe Teman, el 
jefe Ornar, el jefe Befo, el jefe Quenez, 
16 el jefe Coreaj, el jefe Gatam, el 
jefe Amalee. Estos son los jefes de 
Elifaz en la tierra de Edom; son los 
hijos de Ada. 17 Hijos de Rauel, hijo 
de Esaú: el jefe Najat, el jefe Zaraj, 
el jefe Samma y el jefe Meza. 18 Hijos 
de Olibama, mujer de Esaú: el jefe 
Jeus, el jefe Jelón, y el jefe Coré. 
Estos son los jefes de Olibama, hija 
de Ana y mujer de Esaú. 19 Estos 
son los hijos de Esaú, éstos sus jefes; 
es Edom. 20 Los hijos de Seir, el jorreo 
que habitaba la región: Lotán, Sobal, 
Sebeón, Ana, 21 Disón, Eser y Disán. 
Estos son los jefes de los jórreos, 
hijos de Seir, en la tierra de Edom. 
22 Los hijos de Lotán fueron: Jori 
y Hernán: y Tamna era hermana de 
Lotán. 23 Los hijos de Sobal: Alván, 
Manajat, Ebal, Sefó y Onam. 24 Los 
hijos de Sebeón: Aya y Ana. Este 
Ana es el que halló en el desierto 
los manantiales de agua caliente, 
mientras apacentaba el ganado de 
Sebeón, su padre. 26 Los hijos de 
Ana: Disón y Olibama, hija de Ana. 
26 Los hijos de Disón: Jemdam, Ese- 
bán, Jetram y Carain. 27 Los hijos 
de Eser: Balam, Zaavam y Acam. 
28 Los hijos de Disán: Hus y Aram. 

29 He aquí los jefes de los jórreos: 
el jefe Lotán, el jefe Sobal, el jefe 
Sebeón, 30 el jefe Ana, el jefe Disón, 
el jefe Eser, el jefe Disán. Estos son 
los jefes de los jórreos, cada uno de 
sus jefes en la tierra de Edom. 

31 He aquí los reyes que han reina¬ 
do en tierra de Edom antes que reina¬ 
ra un rey sobre los hijos de Israel: 

32 Bela, hijo de Beor, reinó en Edom 
y el nombre de su capital era Denaba. 

33 Murió Bela y le sucedió Jobab, hijo 
de Zara, de Bosra. 34 Murió Jobab 





GÉNESIS. 37. 


tr> 


y le sucedió Jusam, de la tierra de 
Temani. 36 Murió Jusam y le suce¬ 
dió Adad, hijo de Badad, que derro¬ 
tó a Madián en los campos de Moab; 
el nombre de su ciudad era Avit 
36 Murió Adad y le sucedió Semla, 
de Masreca. 37 Murió Semla y le 
sucedió Saúl de Rejabot, junto al 
río. 38 Murió Saúl y le sucedió Baal- 
janain, hijo de Acbor. 39 Murió Baal- 
jamán, hijo de Acbor y le sucedió 
Hadar; el nombre de su capital era 
Pau V el de su mujer Metabel, hija 
de Matrad, hija de Mezaab. 40 Estos 
son los nombres de los jefes de Esaú, 
según sus tribus y sus territorios. 
El jefe de Tainma, el jefe de Alva, 
el jefe de Jetet, 41 el jefe de Olibama, 
el jefe de Eta, el jefe de Finón, 
42 el jefe de Quenez, el jefe de Temán, 
el jefe de Mabsar, 43 el jefe de Magdiel, 
el jefe de Iram. Estos son los jefes 
de Edom, según sus moradas en la 
tierra que ocupan. Es Esaú padre 
de Edom. 


José. 

ty— 1 Habitó Jacob en la tierra por 
ó L donde peregrinó su padre, en la 
tierra de Canán. 

2 Estas son las generaciones de 
Jacob; 

Cuando tenía José diecisiete años, 
siendo todavía un niño, iba con sus 
hermanos, los hijos de Bala y de 
Zelfa, mujeres de su padre, a apa¬ 
centar el ganado, e hizo llegar José 
a su padre la pésima fama de aqué¬ 
llos. 3 Israel amaba a José más que 
a todos sus otros hijos, por ser el 
hijo de su ancianidad, y le hizo una 
túnica de muchos colores. 4 Viendo 
sus hermanos que su padre le amaba 
más que a todos, llegaron a odiarle, 
y no podían hablarle amistosamente. 
5 Tuvo también José un sueño, que 
contó a sus hermanos, y que acre¬ 
centó más todavía el odio de éMos 
contra él. 8 Díjoles: «Oíd, si queréis, 
este sueño que he tenido. 7 Estába¬ 
mos nosotros en el campo, haciendo 
gavillas, y vi que se levantaba mi 
gavilla, y se tenía en pie, y las vues¬ 
tras la rodeaban, y se inclinaban ante 
la mía, adorándola.» 8 Y sus herma¬ 
nos le dijeron: *¿Es que vas a reinar 
sobre nosotros, y vas a dominarnos?» 
Estos sueños y las palabras de José 
fueron causa de que le odiaran toda¬ 
vía más. 9 Tuvo José otro sueño, que 
contó también a sus hermanos, di¬ 


ciendo: «Mirad, he tenido otro sueño 
más, y he visto que el sol, la luna y 
once estrellas me adoraban.» 10 Contó 
el sueño a su padre y a sus hermanos, 
y aquél le increpó, diciéndole: «¿Qué 
sueño es ése que has soñado? ¿Acaso 
vamos a postrarnps en tierra ante ti, 
yo, tu madre y tus hermanos?» 11 Sus 
hermanos le envidiaban, pero a su 
padre le daba esto que pensar. 

12 Fueron sus hermanos a apacentar 
el ganado de su padre en Siquem; 

13 y dijo Israel a José: «Tus herma¬ 
nos están apacentando en Siquem. 
Ven que te mande a ellos.» El le 
respondió: «Heme aquí.» 14 «Pues vete 
a ver si están bien tus hermanos y 
el ganado, y vuelve a decírmelo.» Y le 
envió desde el valle de Hebrón y se 
dirigió José a Siquem. 15 Encontróle 
un hombre errando por el campo, y 
le preguntó: «¿Qué buscas?», 16 y él fe 
contestó: «A mis hermanos busco. 
Haz el favor de decirme dónde están 
apacentando.» 17 Contestóle el hombre: 
«Se han ido de aquí, pues oí decir: 
Vámonos a Dotain.» Fué José en 
busca de sus hermanos, y los halló 
en Dotain. 18 Viéronle ellos desde 
lejos, antes de que a ellos se aproxi¬ 
mara, y le acechaban para matarle. 
19 Dijéronse unos a otros: «Mirad, 
ahí viene el de los sueños; 20 vamos 
a matarle y le arrojaremos a uno de 
estos pozos, y diremos que le ha 
devorado una fiera; así veremos de 
qué le sirven sus sueños.» 21 Rubén, 
que esto oía, quería librarle de sus 
manos y les dijo: «Matarle, no; 22 no 
vertáis sangre; arrojadle a ese pozo 
que hay en el desierto, y no pongáis 
la mano sobre él.» Quería librarle de 
sus manos, para devolvérselo a su 
padre. 23 Cuando llegó José hasta sus 
hermanos, despojáronle de su túnica, 
la túnica de varios colores que lle¬ 
vaba, 24 y cogiéndole, le arrojaron al 
pozo, un pozo vacío que no tenía 
agua. 


José, vendido por sus hermanos. 

25 Sentáronse a comer, y alzando 
los ojos, vieron venir una caravana 
de ismaelitas, que venía de Galad, 
cuyos camellos iban cargados de esto¬ 
raque, tragacanto* y láudano, que lle¬ 
vaban a Egipto; 26 y dijo Judá a sus 
hermanos: «¿Qué sacaremos de matar 
a nuestro hermano y ocultar su 
sangre? 27 Vamos a venderlo a esos 
ismaelitas, y no pongamos en él núes- 






46 


GÉNESIS, 38 


tra mano, pues es hermano nuestro 

V carne nuestra.» Asintieron sus her¬ 
manos; 28 y cuando pasaban los mer¬ 
caderes madianitas sacaron a José, 
subiéndole del pozo, y por veinte 
monedas de plata se lo vendieron a 
los ismaelitas, que le llevaron a 
Egipto. 29 Volvió Rubén al pozo, pero 
no estaba en él José, y rasgó sus ves¬ 
tiduras; 30 y volviéndose a sus her¬ 
manos, dijoT «El niño no parece, ¿a 
dónde iré yo ahora?» 31 Tomaron la 
túnica de José, y matando un macho 
cabrío, empaparon en la sangre la 
túnica; 32 y cogiendo la túnica de 
varios colores, se la llevaron a su 
padre, diciendo; «Esto hemos encon¬ 
trado, mira a ver si es o no la túnica 
de tu hijo.» 33 Reconocióla él y dijo: 
«La túnica de mi hijo es; una fiera 
le ha devorado, ha despedazado ente¬ 
ramente a José.» 34 Rasgó Jacob sus 
vestiduras, vistióse de saco, e hizo 
duelo por su hijo durante mucho 
tiempo. 35 Venían todos sus hijos y 
sus hijas a consolarle, pero él recha¬ 
zaba todo consuelo, diciendo; «En 
duelo bajaré al sepulcro con mi hijo.» 

Y su padre le lloraba. 36 Los madia¬ 
nitas le vendieron en Egipto a Puti- 
far, ministro del Faraón, jefe de la 
guardia. 


Judá y Turnar. 

o q 1 Sucedió por entonces que bajó 
¿O Judá, apartándose de sus her¬ 
manos, y llegó hasta un adulamita, 
de nombre Jira. 2 Vio allí a una 
cananea, llamada Sue, y la tomó, 
y entró a ella, 3 que concibió, y parió 
un hijo, al que llamó Er. 4 Concibió 
de nuevo y parió un hijo, a quien 
llamó Onán; 5 * Volvió a concebir y 
parió un hijo, a quien llamó Sela; 
cuando le parió ^estaba en Quizib. 

6 Tomó Jucíá para Her, su primogé¬ 
nito, una mujer llamada Tamar. 

7 Her, primogénito de Judá, fué malo 
a los ojos de Yave, y Yave le hizo 
morir. 8 Entonces dijo Judá a Onán: 
«Entra a la mujer de tu hermano, y 
tómala, como cuñado que eres, para 
suscitar prole a tu hermano» (1). 
9 Pero Onán, sabiendo que la prole 
no sería suya, cuando entraba a la 


(i) La ley del levirato, ya vigente entre los 

hebreos antes de la promulgaión de la ley mosai¬ 

ca, como por este lug 3 r se ve. está consignada en 

Deut, 25. 5. sigs. Del nombre de Onán procede 

el de onanismo, vicio detestable y detestado por 

Dios. 


mujer de su hermano, se derramaba 
en tierra, para no dar prole a su 
hermano. 10 Era malo a los ojos de 
Yave lo que hacía Onán, y le mató 
también a él. 11 Dijo entonces Judá 
a Tamar, su nuera: «Quédate como 
viuda en casa de tu padre, hasta que 
sea grande mi hijo Sela.» Pues se 
decía: «No vaya a morir también 
éste como sus hermanos.» Fuese, 
pues, Tamar, y habitaba en casa de 
su padre. 12 Pasó mucho tiempo, y 
murió la hija de Sue, mujer de Judá. 
Pasado el duelo por ella, subió Judá 
con su amigo Jiras, el adulamita, 
al esquileo de su ganado a Tamna. 

13 Hiciéronselo saber a Tamar, di- 
ciéndole: «Mira, tu suegro ha ido a 
Tamna al esquileo de su ganado.» 

14 Despojóse ella de sus vestidos de 
viuda, se cubrió con un velo, y cu¬ 
bierta se sentó a la entrada de Enaim, 
en el camino de Tamna, pues veía 
que Sela era ya mayor y no le había 
sido dada por mujer? 15 Judá, al verla, 
la tomó por una meretriz, pues tenía 
tapada la cara. 16 Dirigióse a don¬ 
de estaba, y le dijo: «Déjame en¬ 
trar a ti», pues no conoció que era 
su nuera. Ella le respondió: «¿Qué 
me vas a dar por entrara ini?», 17 y 
él contestó: «Te mandaré un cabrito 
del rebaño.» Ella .le dijo: «Si me das 
una prenda hasta que lo mandes...» 
18 «¿Qué prenda quieres que te dé?», 
le dijo él. Ella contestó: «Tu sello, 
el cordón de que cuelga, y el báculo 
que llevas en la mano.» El se los 
dió, y entró a ella, que concibió de 
él. 19 Luego se levantó, se fué, y 
quitándose el velo, volvió a vestirse 
sus ropas de viuda. 20 Mandó Judá 
el cabrito por medio de su amigo el 
adulainita, para que retirase la prenda 
de manos de la- mujer, pero éste no 
la halló, 21 y preguntó a las gentes 
del lugar, diciendo: «¿Dónde está la 
meretriz que se sienta en Enaim a 
la vera del camino?» Y ellos le res¬ 
pondieron: «No ha habido ahí nunca 
ninguna meretriz.» 22 Volvió, pues, 
a Judá, y le dijo: «No la he hallado, 
y las gentes del lugar inc han dicho 
que no ha habido allí ninguna mere¬ 
triz.» 23 Y dijo Judá: «Que se quede 
con ello, no vaya a burlarse de nos¬ 
otros; yo ya he mandado el cabrito, 
y tú no la has hallado.» 24 Al cabo 
de unos tres meses, hicieron saber a 
Judá el asunto, diciéndole: «Tamar, 
tu nuera, se ha prostituido, y de sus 
prostituciones está encinta.» Y Judá 








GÉNESIS, 30, 40 


47 


contestó: «Sacadla y quemadla.» 

25 Cuando se la llevaban, mandó ella 
a decir a su suegro: «Del hombre 
cuyas son estas cosas estoy yo en¬ 
cinta. Mira a ver de quién son ese 
anillo, ese cordón y ese báculo.» 

26 Los reconoció Judá, y dijo: «Mejor 
que yo es ella, pues no se la he dado 
a Sela, mi hijo.» Pero no volvió a 
conocerla más. 27 Cuando llegó el 
tiempo del parto, tenía en el seno 
dos gemelos. 28 Al darlos a luz, sacó 
uno de ellos una mano, y la partera 
la cogió, y ató a ella un hilo rojo, 
diciendo: • «Este ha sido el primero 
en salir», 29 pero él retiró la mano 
y salió su hermano. «¡Vaya rotura 
que has hechol», dijo ella, y le llamó 
Pares (1); 30 luego salió su hermano, 
que tenía el hilo atado a la mano, y 
le llamó Zaraj. 

José en Egipto. 

39 \ Entretanto a José, que había 

sido llevado a Egipto y com¬ 
pradlo a los ismaelitas por Putifar, 
ministro del Faraón y jefe de la guar¬ 
dia egipcia, 2 le protegió Yave, que 
hizo prosperar todas sus cosas. Es¬ 
taba en la casa de su señor, el egipcio, 
3 que vió que Yave estaba con él, y 
que todo cuanto hacía, Yave lo pros¬ 
peraba por su mano. 4 Halló, pues, 
José gracia a los ojos de su señor, y 
le servía a él. 5 Hízole mayordomo 
de su casa, y puso en su mano todo 
cuanto tenía. Bendijo Yave por José 
a la casa del egipcio, y derramó 
Yave su bendición sobre todo cuanto 
tenía en casa y en el campo, 6 y él 
lo dejó todo en mano de José, y no 
se cuidaba de nada, a no ser de lo 
que comía. Era José de hermosa pre¬ 
sencia y bello rostro. 

Castidad de José. 

7 Sucedió después de todo esto, que 
la mujer de su señor puso en él sus 
ojos, y le dijo: «Acuéstate conmigo.» 

8 Rehusó él, diciendo a la mujer de 
su señor: «Cuando mi señor no me 
pide cuentas de nada de la casa, y 
ha puesto en mi inano cuanto tiene, 

9 y no hay en esta casa nadie supe¬ 
rior a mí, sin haberse reservado él 
nada fuera de ti, por ser su mujer, 


(i) Fares, fruto de una unión incestuosa, 
es, sin embargo, uno de los anillos de la genea¬ 
logía de Cristo. Mat. i. 3. 


¿voy a hacer yo una cosa tan mala 
y a "pecar contra Dios?» 10 Y como 
hablase ella a José un día y otro día, 
y no la escuchase él, negándose a 
acostarse con ella y a estar con ella: 
11 un día que entró José en la casa, 
para cumplir con su cargo, y no había 
nadie en ella, 12 le cogió por el manto, 
diciendo: «Acuéstate conmigo.» Pero 
él, dejando en su mano el manto, 
huyó y se salió de la casa. 13 Viendo 
ella que había dejado el manto en 
sus manos, y se había ido huyendo, 
14 se puso a gritar, llamando a las 
gentes de su casa, y les dijo con 
grandes voces: «Mirad, nos ha traído 
á ese hebreo para que se burle de 
nosotros; ha entrado a mí para acos¬ 
tarse conmigo, 15 y cuando vió que 
yo alzaba mi voz, para llamar, ha 
dejado su manto junto a mí y ha 
huido fuera de la casa.» 16 Dejó ella 
el manto de José cerca de sí, hasta 
que vino su señor a casa, 17 y le 
habló así: «Ese siervo hebreo que 
nos has traído, ha entrado a mí para 
burlarse de mí, 18 y cuando vió que 
alzaba mi voz y llamaba, dejó junto 
a mí su manto y huyó fuera.» 19 Al 
oír su señor lo que le decía su mujer, 
esto y esto es lo que me ha hecho 
tu siervo, montó en cólera, 20 y co¬ 
giendo a José, le metió en la cárcel 
donde encerraba a los presos del rey, 
y Allí en la cárcel quedó José. 

José en ln cárcel. 

21 Pero estaba Yave con José, y 
extendió sobre él su favor, haciéndole 
grato a los ojos del jefe de la cárcel, 
22 que puso en su mano a todos los 
allí presos; y cuanto allí se hacía, 
era él quien lo hacía. 23 De nada 
se cuidaba por sí el jefe de la cárcel, 
porque estaba Yave con José, y 
cuanto hacía éste, Dios lo prosperaba. 

40 1 Sucedió después, que habien¬ 
do faltado contra su señor, el 
rey de Egipto, el eopero y el repos¬ 
tero del rey, 2 se encolerizó el Faraón 
contra sus dos ministros, el jefe de 
los eoperos y el jefe de los reposteros, 
3 y los encarceló en la casa del jefe 
de la guardia, en la cárcel donde 
estaba preso José. 4 Púsolos el jefe 
de la guardia bajo la custodia de 
¡José, y éste les servía el tiempo que 
estuvieron en la cárcel. 6 El jefe de 
los eoperos y el jefe de los reposteros 
'del rey de Egipto, que estaban presos 





•18 


GÉNESIS, 41 


en la cárcel, tuvieron ambos un sueño 
en la misma noche, cada uno el suyo, 
y cada sueño de diversa significa¬ 
ción. 6 Cuando José vino a ellos por 
la mañana, los vio que estaban tristes, 
7 y preguntó a los dos ministros, que 
con él estaban presos en la casa de 
su señor, diciéndoles: «¿Por qué te¬ 
néis hoy mala cara?» 8 Ellos le con¬ 
testaron: «Hemos tenido un sueño, 
y no hay quien lo interprete.» Díjoles 
José: «¿No es de Dios la interpreta¬ 
ción de los sueños? Contádmelo, si 
queréis.» 8 El jefe de los coperos 
contó a José su sueño, diciendole: 
«En mi sueño tenía ante mí una vid 

10 con tres sarmientos, que estaban 
como echando brotes, subían y flo¬ 
recían y maduraban sus racimo^. 

11 Tenía en mis manos la copa del 
Faraón, y cogiendo los racimos, los 
exprimí en la copa del Faraón, y puse 
ésta en sus manos.» 12 José le dijo: 
«Esta es la interpretación del sueño: 
Los tres sarmientos son tres días. 
13 Dentro de tres días el Faraón exal¬ 
tará tu cabeza y te restablecerá en 
tu cargo, y pondrás la copa del Fa¬ 
raón en sus manos, como antes lo 
hacías, cuando eras copcro. 14 A ver 
si te acuerdas de mí, cuando te vaya 
bien, y me haces la gracia de recor¬ 
darme al Faraón, para que me saque 
de esta casa, 15 pues he sido furtiva¬ 
mente sacado de la tierra de los he¬ 
breos, y aun aquí nada lie hecho para 
que me metieran en prisión.» 16 Vien¬ 
do el jefe de los reposteros cuán favo¬ 
rablemente había interpretado el sue¬ 
ño, dijo a José: «Pues he aquí el mío: 
Llevaba sobre mi cabeza canas¬ 
tillos de pan blanco. 17 Eli e¡ canastillo 
de encima había toda clase de pastas 
de las que hacen para el Faraón los 
reposteros, y las aves se las comían 
del canastilla que llevaba sobre mi 
cabeza.» 18 Contestó José, diciendo: 
«Esta es la interpretación: Los tres 
canastillos son tres días. 19 Dentro 
de tres días te quitará el Faraón la 
cabeza y te colgará de un árbol, y 
comerán las aves tus carnes.» 20 Al 
día tercero, que era el del natalicio 
del Faraón, dió éste un banquete a 
todos sus servidores, y alzó en medio 
de ellos la cabeza del jefe de los 
coperos y la del jefe de los reposteros, 
21 restableciendo al jefe de los cope- 
ros en su cargo de poner la copa en 
manos del Faraón, 22 y colgando al 
jefe de los reposteros, como les había 
interpretado José. 23 Pero el jefe de 


los coperos no se acordó más de José 
sino que se olvidó de él. 

Interpreta José I09 sueños del 
Faraón. 

1 Al cabo de dos años, soñó el 

Faraón que estando a orillas 
del río, 2 vió subir de él siete vacas 
hermosas y muy gordas, que se pu¬ 
sieron a pacer la verdura de la tierra; 
pero he aquí que después subieron 
del río 3 otras siete vacas feas y muy 
flacas, y se pusieron junto a las siete 
que estaban a la orilla del río, 4 y las 
siete vacas feas y flacas se comieron 
a las siete hermosas y gordas; y el 
Faraón se despertó. 5 Volvió a dor¬ 
mirse, y por segunda vez soñó que 
veía siete espigas, que salían de una 
sola caña de trigo muy granadas y 
hermosas, 6 pero detrás de ellas bro¬ 
taron siete espinas flacas y quemadas 
por el viento solano, 7 y las siete 
espigas flacas y quemadas devoraron 
a las siete espigas hermosas y gra¬ 
nadas, y se despertó el Faraón. Este 
fué el sueño. 8 A la mañana, estaba 
perturbado su espíritu y mandó lla¬ 
mar a todos los adivinos y a todos 
los sabios de Egipto; les contó su 
sueño, pero no hubo quien lo inter¬ 
pretara. 9 Entonces habló al Faraón 
el jefe de los coperos diciendo: «Ahora 
me acuerdo de mi falta. 10 Estaba el 
Faraón irritado contra sus siervos, y 
nos había hecho encerrar en la casa 
del jefe de la guardia a mí y al 
jefe de los reposteros. 11 Tuvimos 
ambos un sueño en la misma noche, 
yo y él, cada uno el suyo y de dis¬ 
tinta interpretación. 12 Estaba allí 
con nosotros un joven hebreo, siervo 
del jefe de la guardia, y le contamos 
nuestros sueños, y él nos dió la in¬ 
terpretación; a cada uno le interpretó 
el suyo, 13 y como lo interpretó él, 
así nos sucedió: yo fui restablecido 
en mí cargo, él fué colgado.» 14 Mandó, 
pues, el Faraón llamar a José, y apre¬ 
suradamente le sacaron de la prisión. 
Se cortó el pelo, se mudó de ropas, 
y se fué a ver al Faraón. 15 Este le 
dijo: «He tenido un sueño, y no 
hay quien lo interprete, y lie oído 
decir de ti que cu cuanto oyes un 
sueño lo interpretas.» 16 José res¬ 
pondió al Faraón: «Xo yo, Dios será 
el que dé una respuesta favorable al 
Faraón.» 17 Habló, pues, el Faraón 
a José: «Este es mi sueño: estaba 
yo en la ribera del río, 18 y vi subir 







GÉNESIS, 41 


49 


del río siete vacas gordas y hermo-l 
sas, que se pusieron a pacer en la 
verdura de la orilla, 19 y he aquí 
que detrás de ellas suben otras siete 
vacas inalas, feas y flacas, como no 
las he visto de malas en toda la tierra 
de Egipto, 20 y las vacas malas y feas 
se comieron a las primeras siete vacas 
gordas, 21 que entraron en su vientre 
sin que se conociera que habían en¬ 
trado, pues el aspecto de aquéllas 
era tan malo como al principio. Y me 
desperté. 22 Vi también en sueños 
que salían de una misma caña siete 
espigas granadas y hermosas, 23 y 
que salían después de ellas siete espi¬ 
gas malas, secas y quemadas del 
viento solano, 24 y las siete espigas 
secas devoraron a las siete hermosas. 
Se lo he contado a los adivinos, y 
no ha habido quien me lo explique.» 

25 José dijo al Faraón: «El sueño 
del Faraón es uno solo. Dios ha dado 
a conocer al Faraón lo que va a su-¡ 
ceder. 26 Las siete vacas hermosas 
son siete años, y las siete espigas her¬ 
mosas siete años; el sueño es uno 
solo. 27 Las siete vacas flacas y malas 
que subían detrás de las otras son 
otros siete años, y las siete espigas 
secas y quemadas del viento solano 
son siete años de hambre. 28 Es lo 
que he dicho al Faraón, que Dios 
le ha hecho ver lo que va a hacer. 

29 Vendrán siete años de gran abun¬ 
dancia en toda la tierra de Egipto, 

30 y detrás de ellos vendrán siete años 
de hambre, que harán se olvide toda 
la abundancia en la tierra de Egipto, 
y el hambre consumirá la tierra. 

31 No se conocerá la abundancia en 
la tierra a causa de la escasez, porque 
ésta será muy grande. 32 Cuanto a la 
repetición del sueño al Faraón por 
dos veces, es que el suceso está fir 
memente decretado por Dios, y que 
Dios se apresurará a hacerlo. 33 Aho¬ 
ra, pues, busque el Faraón un hom¬ 
bre inteligente y sabio, y póngale al 
frente de la tierra de Egipto. 34 Nom¬ 
bre el Faraón intendentes, que visi¬ 
ten la tierra y recojan el quinto de 
la cosecha de la tierra de Egipto 
en los años de la abundancia; 36 reúnan 
el producto de los años buenos que 
van a venir, y hagan acopio de trigo 
a disposición del Faraón, 36 para man-| 
lenimiento de las ciudades, y lo con¬ 
serven para que sirvan a la "tierra de 
reserva, para los siete años de ham¬ 
bre que vendrán sobre la tierra de 
Egipto, y no perezca de hambre la 


tierra.» 37 Parecieron muy bien estas 
palabras al Faraón y a toda su corte, 
38 y el Faraón dijo a sus cortesanos: 
«¿Podríamos por ventura encontrar 
un hombre como éste, lleno del espí¬ 
ritu de Dios?» 39 Y dijo a José: «Toda 
vez que Dios te ha dado a conocer 
estas cosas, no hay persona tan inte¬ 
ligente y sabia como tú. 

José, virrey de todo el Egipto. 

40 Tú serás quien gobierne mi 
casa, y todo mi pueblo te obedecerá; 
sólo por el trono seré mayor que tú»; 
41 y añadió: «Mira, te pongo sobre 
toda la tierra de Egipto.» 42 Quitóse 
el Faraón el anillo de su mano, y 
lo puso en la mano de José; hizo 
que le vistieran blancas vestiduras 
de lino, y puso en su cuello un collar 


de oro, 


mandó 


que montado 
sobre el segundo de sus carros, se 
gritara ante él abrek , y así fué puesto 
al frente de toda la tierra de Egipto. 
44 Díjole también el Faraón: «Yo 
soy e) Faraón, y sin ti no alzará 
nadie mano ni pie en toda la tierra 
de Egipto.» 46 Llamó el Faraón a 
José con el nombre de Znfnat Paneaj 
y le dió por mujer a Asenet, hija de 
Putifar, sacerdote de On. Salió José 
por toda la tierra de Egipto. 46 Tenía 
treinta años cuando se presentó ante 
el Faraón, rey de Egipto, y le dejó 
para recorrer toda la tierra de Egipto. 

47 La tierra produjo a montones 
durante los siete años de abundancia, 

48 y José recogió el producto de los 
siete años que de ella hubo en Egipto, 
y lo almacenó en las ciudades, depo¬ 
sitando en cada una de ellas los pro¬ 
ductos de los campos que las rodea- 
baii, 49 llegando a reunir tanto trigo 
como las arenas del mar; en tan 
gran cantidad, que hubo que dejar 
ya de contar, porque no podía con¬ 
tarse. 

Hijos de José. 

60 Antes que llegara el tiempo de 
la escasez, naciéronle a José dos 
hijos, que le parió Asenet. hija de 
Putifar, sacerdote de On. 31 Dió al 
primero el nombre de Manasés, por¬ 
que dijo: «Dios me ha hecho olvidar 
todas mis penas y toda la casa de 
mi padre»; 62 V al segundo le llamó 
Efráim, diciendo: «Dios me ha dado 
fruto en la tierra de mi aflicción.» 


4 









50 


GÉNESIS, 42 


Medidas de fl f d ) * orno durante la 
escasez. 

58 Acabáronse los siete años de 
abundancia que hubo en Egipto, 54 y 
comenzaron los siete años de escasez, 
como lo había anunciado José; y 
hubo hambre en todas las tierras, 
mientras había pan en toda la tierra 
de Egipto; 65 y clamaba el pueblo 
al Faraón por pan, y el Faraón decía 
a todos los egipcios: «Id a José y 
haced lo que él diga.» 56 Cuando el 
hambre se extendió por toda la 
superficie de aquella tierra, abrió 
José los graneros, y lo que en ellos 
había, se lo vendía a los egipcios, 
pues crecía el hambre en la tierra de 
Egipto. 57 De todas las tierras venían 
a Egipto a comprar a José, pues el 
hambre era grande en toda la tierra. 

Bajan n Fffipto los hemiarios de 
en busca de maiilcniinicnlu>. 

42 1 Viendo Jacob que había trigo 
— en Egipto, dijo a sus hijos: 
«¿Qué estáis mirándoos unos a otros? 

2 He oído decir que en Egipto hay 
trigo. Bajad, pues, allá para comprár¬ 
noslo, y vivamos y no muramos.» 

8 Bajaron, pues, diez de los hermanos 
de José a Egipto a comprar pan; 

4 a Benjamín, el hermano de José, 
no le mandó Jacob con sus herma¬ 
nos, por temor de que le sucediera 
alguna desgracia. 5 Llegaron los hijos 
de Israel con otros que venían tam¬ 
bién a comprar trigo, pues había 
hambre en toda la tierra de Canán. 

6 Como era José el jefe de la tierra y 
el que vendía el trigo a cuantos ve¬ 
nían a comprarlo, los hermanos de 
José entraron, y se postraron ante él, 
rostro a tierra. 7 Al verlos, José los 
reconoció, pero disimuló y les habló 
con dureza, diciéndoles: «¿De dónde 
venís?»; y ellos respondieron: «De 
la tierra de Canán, para comprar 
mantenimientos.» 8 Conoció José a 
sus hermanos, pero ellos no le cono¬ 
cieron a él. 

9 Se acordó José de los sueños que 
les había contado, y les dijo: «Vos¬ 
otros sois unos espías que habéis 
venido a reconocer las partes no 
fortificadas de la tierra.» 10 Ellos le 
dijeron: «No, señor mío, tus siervos 
han venido a comprar mantenimien¬ 
tos; 11 todos nosotros somos hijos 
del mismo padre; somos gente buena; 
no son tus siervos unos espías.» 


12 El repuso: «No, sois unos espías 
que habéis venido a ver lo indefenso 
de la tierra.» 13 Ellos dijeron: «Somos 
tus siervos doce hermanos, todos 
del mismo padre en la tierra de Ca¬ 
nán; el más pequeño se quedó con 
nuestro padre, y el otro no vive ya.» 
14 Insistió José: «Es lo que os he 
dicho; sois unos espías. 15 Voy a pro¬ 
baros. Por la vida del Faraón, que 
no saldréis de aquí, mientras no 
venga vuestro hermano menor. 16 Man¬ 
dad a uno de vosotros a buscar a 
vuestro hermano, y los demás que¬ 
daréis aquí presos. Así probaré si lo 
que decís es verdad, y si no, por la 
vida del Faraón, que sois unos es¬ 
pías.» 17 Y los hizo meter todos jun¬ 
tos en prisión por espacio de tres 
días. 38 Al tercero les dijo José: 
«Haced esto y viviréis, pues yo temo 
a Dios. 19 Si en verdad sois gente 
buena, que se quede uno de los her¬ 
manos preso en la cárcel donde estáis, 
y los otros id a llevar el Irigo, para 
remediar el hambre de vuestras casas. 

20 y me traéis a vuestro hermano 
menor, para probar la verdad de 
vuestras palabras, y no moriréis.» 

21 Ellos se dijeron unos a otros: «Cier¬ 
tamente somos nosotros reos de culpa 
contra nuestro hermano, a quien 
vimos con angustia de su alma pe¬ 
dirnos compasión, y no le escucha¬ 
mos. Por eso ha venido sobre nosotros 
esta desventura.» 22 Rubén les dijo: 
«¿No os advertí yo, diciéndoos: no 
pequéis contra el niño, y no me escu- 
chásteis? Ved cómo ahora se nos 
demanda su sangre.» 23 Ellos no 
sabían que José los entendía, pues él 
les había hablado por medio de intér¬ 
prete. 24 Alejóse José llorando, y 
cuando volvió, les habló, y eligió a 
Simeón entre ellos, V le hizo atar 
ante los ojos de los otros. 25 Mandó 
José que llenaran de trigo sus sacos, 
que pusieran en el de cada uno su 
dinero, y les diesen provisiones para 
id camino, y así se hizo. 26 Ellos car¬ 
garon el trigo sobre^ los asnos, y se 
partieron de allí. 27 Abrió uno de 
ellos el saco para dar pienso a su asno 
en el lugar donde pernoctaron, y vió 
que su dinero estaba en la boca del 
íaco, 28 y dijo a sus hermanos: «Me 
lian devuelto mi dinero, aquí está 
m mi saco.» Quedáronse estupefac- 
los, y unos a otros se decían, tem¬ 
blando: «¿Qué será esto que ha hecho 
Dios con nosotros?» 

29 Llegaron a Jacob, su padre, a 




GÉNESIS. 43 


51 


la tierra" de Canán, y le contaron 
cuanto les había sucedido, diciendo: 
30 «El hombre que es el señor de 
aquella tierra, nos habló duramente y 
nos tomó por espías de la tierra. 
3 * Nosotros le dijimos que éramos 
gente buena: no somos espías. 33 Era¬ 
mos doce hermanos, hijos todos del 
mismo padre; uno ha desaparecido, 
el más pequeño está con niiestro 
padre en la tierra de Canán. 33 Y nos 
dijo el. hombre, señor de la tierra: 
«Ved cómo sabré que sois gente buena: 
dejad aquí a uno de vosotros, tomad 
con que atender a la necesidad de 
vuestras casas, y partid, 34 y traedme 
a vuestro hermano pequeño; así sabré 
que no sois unos espías, sino gente 
buena. Entonces os devolveré vues¬ 
tro hermano, y podréis recorrer la 
tierra.» 35 Cuando vaciaron los sacos, 
cada uno encontró el paquete de su 
dinero en la boca de su saco. Y al 
ver los paquetes de dinero, ellos y su 
padre se llenaron de temor. 36 Jacob, 
su padre, les dijo: «¿Me váis a dejar 
sin hijos? José desapareció, Simeón 
desapareció, ¿y os váis a llevar a 
Benjamín? Todo esto ha venido sobre 
mí.» 37 Rubén dijo a su padre; «Haz 
morir a mis dos hijos, si yo no te 
devuelvo a Benjamín. Entrégamelo, 
y yo te le devolveré.» 38 El le con¬ 
testó: «No bajará mi hijo con vosotros. 
Su hermano murió, y no queda más 
que él. Si en el viaje que vais a hacer 
le ocurre una desgracia, haréis des¬ 
cender en dolor mis canas al sepulcro.» 

4 0 1 Pero el hambre era ya muy 

40 grande en la tierra, 2 y cuándo 
acabaron de comer las provisiones 
que habían traído de Egipto, les dijo 
su padre: «Volved a comprarnos algo 
que comer.» 3 Pero Judá le contestó: 
«Aquel hombre nos dijo terminan¬ 
temente: no me veréis, si no traéis 
con vosotros a vuestro hermano me¬ 
nor. 4 Si mandas con nosotros a nues¬ 
tro hermano, bajaremos y te com¬ 
praremos provisiones, 5 pero si no, 
no bajaremos, pues el hombre aquél 
nos dijo: no veréis mi rostro, a no 
ser que venga con vosotros vuestro 
hermano.» 6 Y dijo Israel: «¿Por qué 
me habéis hecho ese mal, de dar a 
conocer a aquel hombre que teníais 
otro hermano?» 7 Y le contestaron: 
«Aquel hombre nos preguntó insis¬ 
tentemente sobre nosotros y sobre 
nuestra familia, y nos dijo: «¿Vive 
todavía vuestro padre? ¿Tenéis algún 


otro hermano? Y nosotros contes¬ 
tamos según las preguntas: ¿Sabía¬ 
mos acaso nosotros que nos iba a 
decir: traed a vuestro hermano?» 
8 Y Judá dijo a Israel, su padre: 
«Deja ir al niño conmigo, para que 
podamos ponernos en camino, y po¬ 
damos vivir y no muramos nosotros, 
tú y nuestros pequeños. 9 Yo te res¬ 
pondo de él, tú le reclamarás de mi 
mano, y si no te lo vuelvo a traer 
y te lo pongo delante, seré reo ante 
ti por siempre. 10 Si no nos hubiéra¬ 
mos retrasado tanto estaríamos ya 
dos veces de vuelta.» 11 Israel, su pa¬ 
dre, les dijo: «Si es así, haced esto: to¬ 
mad de los mejores productos de esta 
tierra en vuestro equipaje, y bajád¬ 
selos al hombre aquél como presente: 
un poco de tragacanto, un poco de 
miel, astrágalo, láudano, alfónsigos 
y almendras. 12 Coged dinero de 
nuevo, y el que hallásteis en la boca 
de vuestros sacos, devolvedlo, pues 
quizá ha sido un .error. 13 Tomad 
a vuestro hermano, e id, y volved a 
ver a aquel hombre. 14 Que el Dios 
omnipotente os haga hallar gracia 
ante ese hombre, para que deje 
volver a vuestro hermano y a Ben¬ 
jamín. Cuanto a mí, si he de verme 
privado de mis hijos, sea,» 15 Toma¬ 
ron ellos el presente y el dinero doble 
y a Benjamín; y bajaron a' Egipto, 
y se presentaron ante José. 16 Ape¬ 
nas vió José con ellos a Benjamín, 
dijo a su mayordomo: «Haz entrar en 
casa a esas gentes, y mata mucho 
y prepáralo, pues esas gentes come¬ 
rán conmigo a mediodía.» 17 El ma¬ 
yordomo hizo lo que le ordenó José, 
e introdujo a aquellas gentes en casa. 
18 Mientras los llevaban a casa de 
José, llenos de temor, se decían: 
«Es por lo del dinero que volvió en 
nuestros sacos por lo que nos traen 
aquí, para asaltarnos, caer sobre nos¬ 
otros, y hacernos esclavos con nues¬ 
tros asnos.» 19 Acercándose al mayor¬ 
domo, le dijeron: 20 «Perdone, mi 
señor. Nosotros vinimos ya una vez 
a comprar víveres. 21 Al llegar al lugar 
donde a Wi vuelta pasamos la noche, 
abrimos los sacos y vimos que el 
dinero de cada uno de nosotros estaba 
justo a la boca de nuestros sacos. 

22 Lo hemos vuelto a traer con nos¬ 
otros, y traemos al mismo tiempo 
otra cantidad, para comprar pro¬ 
visiones. Nosotros no sabemos quién 
puso nuestro dinero en los sacos.» 

23 «Que la paz sea con' vosotros—-les 





52 


GÉNESIS. 4 A 


dijo el mayordomo—; no temáis. 
Ha sido vuestro Dios, el Dios de 
vuestro padre, el que os puso ese 
tesoro en los sacos. Yo recibí vues¬ 
tro dinero.» 24 Hizo traer con ellos 
a Simeón, y después de hacerlos en¬ 
trar en la casa, les dió agua para que 
se lavaran los pies, y dió también 
pienso a los asnos. 25 Ellos prepara¬ 
ron su presente, esperando que vi¬ 
niera José a mediodía, pues habían 
sido advertidos de que comerían allí. 

26 Vino José a casa, y le presentaron 
el regalo que habían traído eon ellos, 
postrándose ante él, rostro a tierra. 

27 El les preguntó si estaban buenos, 
y les dijo: «Vuestro anciano padre, 
de quien me hablásteis, ¿está bien, 
vive todavía?» 28 Ellos le contesta¬ 
ron: «Tu siervo, nuestro padre, está 
bien, vive todavía», y se inclinaron 
profundamente. 29 José alzó los ojos, 
V vió a Benjamín, su hermano, hijo 
de su madre, y dijo: «¿Es éste vues¬ 
tro hermano pequeño, de quien me 
habéis hablado?», y añadió: «Que 
Dios te bendiga, hijo mío.» 30 Apre¬ 
suróse José a buscar dónde llorar, 
pues se conmovieron sus entrañas a 
la vista de su hermano, y se entró 
en su cámara, y allí lloró. 31 Salió 
después de haberse lavado la cara, 
y haciendo esfuerzos por contenerse, 
dijo: «Servid la comida.» 32 Sirvieron 
a José aparte, aparte a sus hermanos, 
y aparte también a los egipcios que 
comían con él, pues los egipcios no 
pueden comer eon los hebreos, por 
ser esto para ellos una cosa abomi¬ 
nable. 33 Pusieron a los hermanos de 
José frente a él: el primogénito, 
según su primogenitura, y el más 
joven según su edad, y se miraban 
atónitos unos a otros. 84 Cuando les 
pusieron delante las porciones, la de 
Benjamín era cinco veces mayor que la 
de todos los otros. Y bebieron y estu¬ 
vieron muy alegres en eompañía suya. 

m m 1 José dió orden a su mavor- 
44 domo de llenar cuanto pudiera 
de víveres los sacos de aquellas gen¬ 
tes, y de poner el dinero década uno 
en la boca de su saeo. 2 «Pon también 
mi copa—le dijo—. la copa de plata, 
en la boca del saco del más joven, 
juntamente eon el dinero.» El ma¬ 
yordomo hizo lo que le había man¬ 
dado José. 3 Despuntaba el alba, 
euando despidieron a los hebreos con 
sus asnos. * Habían salido de la 
eiudad, pero no estaban lejos, cuando 


José dijo a su mayordomo: «Leván¬ 
tate, y sal en persecución de esas 
gentes, y cuando los alcances, diles: 
«¿Por qué habéis devuelto mal por 
bien? 6 Es donde bebe mi señor, y de 
la que se sirve para adivinar. Habéis 
obrado muy mal.» 6 Cuando los 
alcanzó les dijo estas mismas pala¬ 
bras. 7 Ellos Je contestaron: «¿Por 
qué nos habla así mi señor? Lejos 
de tus siervos hacer semejante cosa. 
8 Te hemos vuelto a traer desde la 
tierra de Canán el dinero que halla¬ 
mos a la boca de nuestros sacos; 
¿cómo íbamos a robar de la easa 
de tu señor plata ni oro? 9 Aquel de 
tus siervos en euyo poder sea ha¬ 
llada la copa, muera, y seamos tam¬ 
bién nosotros esclavos de tu señor.» 

10 El les dijo: «Bien está, que sea 
como decís. Aquel a quien se le 
encuentre la copa será mi esclavo, 
y vosotros quedaréis en libertad.» 

1 1 Bajó cada uno a tierra su saco a 
toda prisa, y lo abrió. 12 El mayor¬ 
domo los reconoció, comenzando por 
el del mayor y acabando por el del 
más joven, y se halló la eopa en el 
saeo de Benjamín. 13 Rasgaron ellos 
sus vestiduras, cargaron de nuevo 
los asnos, y volvieron a la ciudad. 
14 Judá llegó con sus hermanos a la 
casa de José, que estaba allí todavía, 
V postráronse rostro a tierra. 15 José 
les dijo: «¿Qué es lo que habéis hecho? 
¿No sabíais que un hombre como 
vo había de adivinarlo?» 18 Judá 
respondió: «¿Qué vamos a decir a 
mi señor? ¿Cómo hablar, cómo justi¬ 
ficarnos? Dios Jia hallado la iniqui¬ 
dad de tus siervos, y somos esclavos 
tuyos, tanto nosotros cuanto aquel 
en cuyo poder se ha hallado la copa.» 
17 «Lejos de mí hacer eso—dijo José—: 
aquel a quien se le ha encontrado la 
copa será mi esclavo, vosotros subi¬ 
réis en paz a vuestro padre.» 18 Acer¬ 
cóse entonces Judá, y le dijo: «Por 
favor, señor mío; que pueda decir 
tu siervo unas palabras en tu oído, 
sin que contra tu siervo se encienda 
tu cólera, pues eres eomo otro Faraón. 
19 Mi señor ha preguntado a tus sier¬ 
vos: ¿Tenéis padre todavía, y tenéis 
algún otro hermano? 20 Y nosotros 
le hemos contestado: Tenemos mi 
padre anciano, y tenemos otro her¬ 
mano, hijo de su ancianidad. Tenía 
éste un hermano, que murió, y ha 
quedado sólo él de su madre, y su 
padre le ama mucho. 21 Tu dijiste 
a tus siervos: Traédmelo, que yo 





GÉNESIS, 45 


53 


pueda verle. 22 Nosotros te dijimos: 
Mira, señor, no puede el niño dejar 
a su padre; si le deja se morirá. 

23 Pero tú dijiste a tus siervos: Si 
no baja con vosotros vuestro her¬ 
mano menor, no veréis más mi rostro. 

24 Cuando subimos a tu servidor, 
mi padre, le dimos cuenta de las 
palabras de mi señor; 26 y cuando 
mi padre nos dijo: volved a bajar 
para comprar algunos víveres, 26 le 
contestamos: No podemos bajar, a 
no ser que vaya con nosotros nues¬ 
tro hermano pequeño, pues no pode¬ 
mos presentarnos a ese hombre si 
nuestro hermano no nos acompaña. 
27 Tu siervo, nuestro padre, nos dijo: 
Bien sabéis que mi mujer me dió 
dos hijos; 28 el uno salió de casa'y 
seguramente fué devorado, pues no 
le he visto más; 29 si me arrancáis 
también a éste, y le ocurre una des¬ 
gracia, haréis bajar mis canas en dolor 
al sepulcro. 30 Ahora, cuando yo 
vuelva a tu siervo, mi padre, si no 
va con nosotros el joven, de cuya 
vida está pendiente la suya, 31 en 
cuanto vea que no está, morirá, y 
tus siervos habrán hecho bajar en 
dolor al sepulcro las canas de tu 
siervo, nuestro padre. 32 Tu siervo 
ha salido responsable del joven al 
tomarlo a mi padre, y ha dicho: 
Si yo no te lo traigo otra vez, seré 
reo contra ti para siempre. 33 Permí¬ 
teme, pues, que te ruegue que quede 
tu siervo por esclavo de mi señor, 
en vez del joven, y que éste vuelva 
con sus hermanos. 34 ¿Cómo voy a 
poder yo subir a mi padre, si no llevo 
al niño conmigo? No, que no vea 
yo la aflicción en que caerá mi 
padre.» 


José Be da a conocer a sus her¬ 
manos. 

1 Entonces José, viendo que 
no podía contenerse más ante 
todos los que allí estaban, gritó: 
«Haced salir a todos.» Y no quedó 
nadie con él, cuando se dió a cono¬ 
cer a sus hermanos. 2 Lloraba José 
tan fuertemente, que le oyeron los 
egipcios, y le oyó toda la casa del 
Faraón. 3 «Yo soy José—les dijo—: 
¿Vive todavía mi padre?» Pero sus 
hermanos no pudieron contestarle, 
pues se llenaron de terror ante él. 
4 El les dijo: «Acercaos a mí.» Acer¬ 
cáronse ellos, y les dijo: «Yo soy José, 


vuestro hermano, a quien vendis¬ 
teis para que fuese traído a Egipto. 
6 Pero no os aflijáis, y no os pese 
haberme vendido para aquí, pues 
para vuestra vida me ha traído Dios 
aquí antes de vosotros. 6 Van dos 
años de hambre en esta tierra, y 
durante otros cinco no habrá arada 
ni cosecha. 7 Dios me ha enviado 
delante de vosotros para dejaros un 
resto sobre la tierra, y haceros vivir 
para una gran salvación. 8 No sois, 
pues, vosotros los que me habéis 
traído aquí; es Dios quien me trajo, 
y me ha hecho padre del Faraón y 
señor de toda su casa, y me ha puesto 
al frente de toda la tierra de Egipto. 
9 Apresuraos, y subid a mi padre, y de¬ 
cidle: «Así dice tu hijo José: Me ha 
hecho Dios señor de todo el Egipto; 
baja, pues, a mí sin tardar, 10 y habi¬ 
tarás en la tierra de Gosen, y esta¬ 
rás cerca de mí, tú, tus hijos y los 
hijos de tus hijos con tus rebaños, 
tus ganados y todo cuanto tienes; 
11 allí te mantendré yo, pues quedan 
todavía otros cinco años de hambre, 
y asi no perecerás tú, tu casa y todo 
cuanto tienes. 12 Con vuestros mismos 
ojos veis, y ve mi hermano Benjamín 
con los suyos, que soy yo mismo el 
que os habla. 13 Contad a mi padre 
cuánta es mi gloria en Egipto y 
todo cuanto habéis visto, y apresu¬ 
raos a bajar aquí a mi padre.» 14 Y 
se echó sobre el cuello de Benjamín, 
su hermano, y lloró; y lloraba tam¬ 
bién Benjamín sobre el suyo. 15 Besó 
también a todos sus hermanos, llo¬ 
rando mientras los abrazaba, y des¬ 
pués sus hermanos estuvieron ha 
blando con él. 16 Corrió por la casa 
del Faraón la voz de que habían 
venido los hermanos de José, y se 
complacieron de ello el Faraón y sus 
cortesanos. 17 Y dijo el Faraón a 
José: «Di a tus hermanos: Haced 
esto: cargad vuestros asnos, id a la 
tierra de Canán, 18 tomad a vuestro 
padre y vuestras familias, y venid a 
mí. Yo os daré lo mejor de la tierra 
de Egipto, y comeréis lo mejor de la 
tierra. 19 Mándalos que lleven de 
Egipto carros para sus hijos y sus 
mujeres, traigan con ellos a tu padre, 
y vengan; 20 que no les pese de tener 
que dejar algunas de sus cosas, pues 
suyo será lo mejor de la tierra de 
Egipto.» 21 Hicieron así los hijos de 
Israel, y les dió José carros, según la 
orden del Faraón, y provisiones para 
I el camino. 22 Dióles también a todos 




54 


GÉNESIS, 46 


vestidos para mudarse, y a Benja¬ 
mín trescientas monedas de plata y 
eineo vestidos. 23 Mandó también a 
su padre asnos cargados con lo mejor 
de Egipto, y diez asnos cargados 
de trigo, de pan y de víveres para 
su padre para el camino. 24 Des¬ 
pués despidió a sus hermanos que 
partían, dieiéndoles: «No vayáis a 
reñir en el camino.» 25 Subieron, pues, 
de Egipto, y llegaron a la tierra de 
Canán, a Jaeob, su padre, 26 y le 
dijeron: «Vive todavía José, y es 
el jefe de toda la tierra de Egipto.» 
Pero él no se eonmovió, pues no los 
ereía. 27 Dijéronle cuanto les había 
mandado José y les había dicho; 
y al ver los carros que le mandaba 
José para trasladarle, se reanimó 
Jacob, 28 y dijo: «Basta, mi hijo 
vive todavía; iré, y le veré antes de 
morir.» 


Jacob y bus hijos en Egipto. 

4 s 1 Partióse Israel eon todo euanto 
40 tenía, y al llegar a Berseba 
ofreció sacrificios al Dios de su padre 
lsac. (i) 2 * Dios habló a Israel en una 
visión nocturna, díciéndole: «Jaeob, 
Jacob», y él contestó: «Heme aquí», 
3 y le dijo: «Yo soy el Dios fuerte, 
el Dios de tu padre: no temas bajar 
a Egipto, pues yo te haré allí un 
gran pueblo. 4 * Yo bajaré eontigo a 
Egipto y te haré volver a subir. 
6 José te cerrará los ojos.» Levantóse 
Jacob y dejó a Berseba, y los hijos 
de Israel pusieron a Jacob, su padre, 
y a sus mujeres e hijos, en los carros 
que había mandado el Faraón para 
transportarlos. 6 Lleváronse también 
sus ganados y los bienes que habían 
adquirido en la tierra de Canán, y 
Jaeob se eneaminó a Egipto eon toda 
su familia. 7 Llevó eon él a Egipto 
a sus hijos y a los hijos de sus hijos, 
a sus hijas y a los hijos de sus hijas; 
toda su familia entró con él en 
Egipto. 8 He aquí los nombres de 
los hijos de Israel que llegaron a 
Egipto: Jacob y sus hijos (1): el 
primogénito de Jaeob, Rubén. 9 Hijos 
de Rubén: Janoe, Falú, Jesrón y 
Canni. 10 Hijos de Simeón: Jamuei, 


(i) Enuméranse sin distinción todos los 

hijos de Jacob; y sin distinción, en cuanto a la 

condición de la madre, entrarán luego a parti¬ 

cipar en la herencia paterna, siguiéndose en 

esto no el derecho caldeo, sino el derecho del 

desierto . 


Jamik, Ohad, Jaquin y Sojar, v Saúl, 
hijo de la Cananea. 11 Hijos de Leví: 
Gersón, Caat y Merari. 12 Hijos de 
Judá: Iber, Onán, Sela, Fares y Zaraj; 
pero Iber y Onán habían muerto 
en la tierra de Canán. Hijos de Fares 
fueron: Jesrom y Jamul. 13 Hijos 
de Isaear: Tola, Fuá, Job y Semrón. 
14 Hijos de Zabulón: Sared, Elóir y 
Jajleel. 15 Estos son los hijos que 
Lia parió a Jacob en Padan Aran, 
eon su hija Dina. Sus hijos e hijas 
eran en total treinta y tres personas. 

16 Hijos de Gad:~Sefión, Jagui, 
Semi, Esebón, Heri, Arodi y Areli. 

17 Hijos de Aser: Gimna, Jesua, 
Jesui y Beria; y Saraj, su hermana. 
Hijos de Beria eran Jeber y Melquiel. 

18 Estos son los hijos de Zelfa, la 
eselava que había dado Labán a 
Lia, su hija, y los parió a Jaeob. 
Dieciséis personas. 

19 Hijos de Raquel, la mujer de 
Jaeob: José y Benjamín. 20 Nacieron 
a José, en Egipto, de Asenet, hija 
de Putifar, sacerdote de On, Mana- 
sés y Efraim. 21 Hijos de Benjamín: 
Bel a, Bajor, Asbel, Gera, Namán, 
Eji, Ros, Mafim, Jufim y Ared. 
22 Estos son los hijos de Raquel, que 
le nacieron a Jacob: en total eatorce 
personas. 

23 Hijos de Dan: Justm. 24 Hijos de 
Neftalí, Jajsiel y Guni, Jeser y Sa¬ 
lem. 25 Estos son los hijos de Bala, 
que dió Labán a Raquel, su hija, y 
le nacieron a Jaeob. En todo, siete 
-personas. 26 El total de las pesonas 
que vinieron con Jaeob a Egipto, 
procedentes de él, sin eontar las 
mujeres de sus hijos, era de setenta 
y seis. 27 Los hijos de José nacidos 
en Egipto eran dos. El total de las 
personas de la familia de Jacob 
que vinieron a Egipto fue de setenta. 

28 Jacob había mandado delante 
de él a Judá, para que se presentase 
a José, y se informase aeerea de 
Gosen; y ¡legado a la tierra de Gosen, 

29 hizo José preparar su carro, y 
subiendo en él se fué a Gosen al 
encuentro de Israel, su padre. En 
euanto le vió, se eelió a su cuello, 
y lloró largo tiempo sobre su cuello. 

30 Israel dijo a José: «Ya puedo 
morir, pues he visto tu rostro y vives 
todavía.» 31 José dijo a sus hermanos 
y a la familia de Jacob: «Voy a 
subir a dar noticia al Faraón: han 
venido mis hermanos y toda la easa 
de mi padre, que estaban en la tierra 
de Canán. 32 Son pastores, y tienen 






GÉNESIS, 47 


55 


rebaños de ovejas y bueyes que con 
todo lo suyo han traído consigo. 

33 Cuando el Faraón os llame y os 
pregunte: ¿cuál es vuestra ocupación?, 

34 le diréis, tus siervos somos gana¬ 
deros desde nuestra infancia hasta 
ahora, nosotros y nuestros* padres; 
para que habitéis en la tierra de Cosen, 
porque los egipcios abominan de todos 
los pastores.» 

47 1 Fué José a anunciar al Faraón: 

«Mi padre y mis hermanos, con 
sus rebaños, sus ganados y cuanto tie¬ 
nen, han venido de la tierra de Canán, 
y están en la tierra de Gosen.» 2 Ha¬ 
biendo llevado consigo a cinco de 
sus hermanos, se los presentó al 
Faraón; 3 y el Faraón les preguntó: 
«¿Cuál es vuestra ocupación?» Ellos 
respondieron: «Nosotros, tus siervos, 
somos ganaderos desde nuestra infan¬ 
cia hasta ahora, y lo mismo fueron 
nuestros padres.» 4 Dijéronle tam¬ 
bién: «Hemos venido para peregri¬ 
nar por esta tierra, pues no tenemos 
pasto para nuestros rebaños, por ser 
grande el hambre en la tierra de 
Canán. Permite, pues, que habiten 
tus siervos en la tierra de Gosen.» 
5 El Faraón dijo a José: «Tu padre 
y tus hermanos han venido; 6 tienes 
a tu disposición toda la tierra de 
Egipto; establece a tu padre y a tus 
hermanos en lo mejor de la tierra; 
que habiten en la tierra de Gosen; 
y si sabes que hay entre ellos hombres 
capaces, hazlos jefes de los ganados 
que tengo.» 7 José hizo venir a su 
padre y le presentó al Faraón. Jacob 
saludó al Faraón, 8 y éste le preguntó: 
«¿Cuántos años tienes?» 9 Y Jacob 
contestó: «Ciento treinta son los 
años de mi peregrinación. Corta y 
mala lia sido mi vida, y no llega al 
tiempo de la peregrinación de mis 
padres.» 10 Jacob saludó de nuevo al 
Faraón, y se retiró de su presencia. 

11 José estableció a su padre y a 
sus hermanos, asignándoles una pro¬ 
piedad en la tierra de Egipto, en 
la mejor parte de la tierra, en el dis¬ 
trito de Rameses, como lo había 
mandado el Faraón, 12 y proveyó 
de pan a su padre y a sus hermanos y 
a toda la casa de su padre, según 
el número de las familias. 

13 Ya no había pan en toda aquella 
tierra, pues el hambre era muy 
grande, y el Egipto y la tierra de 
Canán estaban exhaustos por el 
hambre. 14 José llegó a recoger a 


cambio de trigo todo cuanto dinero 
había en la tierra de Egipto y en la 
tierra de Canán, e hizo entrar el di¬ 
nero en la casa del Faraón. 15 Cuando 
se acabó el dinero en la tierra de 
Egipto y en la tierra de Canán, venían 
todos los egipcios a José, dieiéndole: 
«Danos pan. ¿Vamos a morir en tu 
presencia? Mira que nos falta dinero.» 
16 José les dijo: «Puesto que os falta 
dinero, traedme vuestros ganados, y 
os daré pan a cambio de ellos.» 17 Tra¬ 
jeron sus ganados, y José les dió pan 
a cambio de caballos, rebaños de ove¬ 
jas y bueyes, y de asnos. Aquel año 
los proveyó de trigo a cambio de 
todos sus ganados. 18 Pasado éste, 
vinieron al siguiente, y le dijeron: 
«No se le oculta a nuestro señor que 
se nos ha acabado el dinero, y que le 
hemos dado nuestros ganados; ni a 
nuestro señor se le oculta que no nos 
queda más que nuestro cuerpo y 
nuestras tierras. 19 ¿Vamos a perecer 
ante ti nosotros y nuestras tierras? 
Cómpranos y compra nuestras tie¬ 
rras por pan; seremos nosotros y 
nuestras tierras esclavos del Faraón; 
y danos para sembrar, para que po¬ 
damos vivir, y no muramos y no se 
queden yermas nuestras tierras.» 
20 José adquirió para el Faraón todas 
las tierras de Egipto, pues los egip¬ 
cios, obligados por el hambre, ven¬ 
dieron cada uno su campo, y la tierra 
vino a ser propiedad del Faraón, 21 y 
sometió a la servidumbre del Faraón 
tierras y pueblos, desde el uno al 
otro extremo de la tierra de Egipto. 
22 Sólo dejó de comprar las tierras a 
los sacerdotes, porque éstos recibían 
del Faraón una porción, y no tuvie¬ 
ron que vender sus tierras. 23 Y dijo 
José al pueblo: «Hoy os he comprado 
para el Faraón, a vosotros y a vues¬ 
tras tierras. Ahi tenéis para sem¬ 
brar; sembrad vuestras tierras. 24 AI 
tiempo de la recolección daréis el 
quinto al Faraón, y las otras cuatro 
partes serán para vosotros, para senl- 
brar y para manteneros vosotros, los 
de vuestra casa y vuestras familias.» 
25 Ellos le dijeron: «Nos das la vida. 
Que hallemos gracia a los ojos de 
nuestro señor, y seremos siervos del 
Faraón.» 26 Dió José una ley, que to¬ 
davía hoy subsiste, por la cual perte¬ 
nece al Faraón el quinto del producto 
de las tierras de Egipto. Sólo las tierras 
de los sacerdotes no son del Faraón. 

27 Habitó Israel en la tierra de 
Egipto, en la región de Gosen, y 




á(> 


GÉNESIS, 48, 49 


adquirieron allí posesiones, creciendo 
y multiplicándose grandemente. 28 Vi¬ 
vió Jacob en la tierra de Egipto die¬ 
cisiete años, siendo todos los días de 
su vida ciento cuarenta y siete años. 

29 Cuando los días de Israel se acer¬ 
caban a su fin, llamó a su hijo José 
y le dijo: «Si he hallado gracia a tus 
ojos, pon, te lo ruego, la mano bajo 
mi muslo, y ten conmigo favor y 
fidelidad. No me sepultes en Egipto. 

30 Cuando me duerma con mis padres, 
sácame de Egipto y sepúltame en sus 
sepulturas.» José le respondió: «Haré 
lo que me dices.» 31 «Júramelo», dijo 
Jacob. José se lo juró, e Israel se 
postró sobre la cabecera del lecho. 

Bendice Jacob a los hijos de José. 

48 1 Después de todo esto, vinieJ 

ron a decir a José: «Mira que tu 
padre está enfermo»; y cogió José 
consigo a sus dos hijos, Manasés y 
Efraím, 2 Anunciáronlo a Jacob, di- 
ciéndole: «Mira que tu hijo José viene 
a verte»; y haciendo un esfuerzo, se 
sentó en el lecho. 3 Después dijo ai 
José: «El Dios omnipotente se me 
apareció en Luz, tierra de Canán,' 
y me bendijo diciendo: 4 * «Yo te acre-l 
centaré y te multiplicaré, y te haréj 
un conjunto de pueblos, y daré esta 
tierra a tu descendencia después de 
ti, para que por siempre la posea. 
5 Los dos hijos, que antes de mi ve¬ 
nida a ti a la tierra de Egipto te na¬ 
cieron en ella, serán hijos míos. 
Efraím y Manasés serán hijos míos 
como lo'son Rubén y Simeón; 6 pero 
los que tú has engendrado después 
de ellos serán tuyos, y bajo el nom¬ 
bre de sus hermanos serán llamados 
a la herencia. 7 A mí, cuando volvía 
de Padan Arán se me murió Raquel 
en el camino en la tierra de Canán, 
a distancia de un quibrai de EfrataJ 
V allí la sepulté en el camino del 
Efrata, que es Belén.» 

8 Vió Israel a los hijos de José, y 
preguntó: «¿Quiénes son éstos?* 8 José) 
respondió a su padre; «Son mis hijosJ 
los que me ha dado Dios aquí.» 
«Hazlos que se acerquen, te ruego,! 
para que yo los bendiga.» 10 Los ojos' 
de Israel se habían oscurecido por la 
edad, y no podía ya ver. José hizo 
que se acercaran a él, y él los besó 
y los abrazó, 11 diciendo a José: «Yo 
no creí ver ya más tu rostro, y he 
aquí que Dios me ha dejado verte a 
ti y también til prole.» 12 José los 


sacó de entre las rodillas de su padre 
y postrándose ante él en tierra, 13 los 
cogió, a Efraím a su derecha y a la 
izquierda de Israel, y a Manasés a 
su izquierda, y a la derecha de Israel, 
y los hizo acercarse. 14 Israel extendió 
su mano derecha y la puso sobre la 
cabeza de Efraím, que era el menor, 
y su izquierda sobre la cabeza de 
Manasés. De intento lo hizo, pues 
Manasés era el primogénito. 16 Ben¬ 
dijo a José, diciendo: «Que el Dios 
en cuya presencia anduvieron mis 
padres, Abraham e Isac, el Dios que 
me ha sustentado desde que existo 
hasta hoy, 18 que el ángel que me ha 
librado de todo mal, bendiga a estos 
niños. Que se llamen con mi nombre 
y con el nombre de mi padre Abraham 
e Isac, y se multipliquen grandemente 
en medio de la tierra » 17 José, al 
ver que su padre ponía su mano 
derecha sobre la cabeza de Efraím, 
se disgustó; y tomando la mano de 
su padre de sobre la cabeza de Efraím, 
para ponerla sobre la de Manasés, 
18 le dijo: «No es así, padre mío, pues 
el primogénito es éste; pon la mano 
derecha sobre su cabeza.» 18 Pero su 
padre rehusó, diciendo: «Lo sé, nijo 
mío, lo sé; también él será un pueblo, 
también él será grande; pero su her¬ 
mano menor será más grande que él, 
y su descendencia vendrá a ser más 
muchedumbre de pueblos.» 20 Los 
bendijo, pues, Israel aquel día, di¬ 
ciendo: «Por ti bendecirán a Israel, 
diciendo: hágate Dios como a Efraím 
y Manasés.» Y puso a Efraím antes 
de Manasés. 

21 Israel dijo a José: «Yo voy a 
morir, pero Dios estará con vosotros, 
y os reconducirá a la tierra de nues¬ 
tros padres. 22 Te doy a ti, a más 
de lo de tus hermanos, una parte que 
yo tomé a los amorreos con mi espa¬ 
da y mi arco.» 

Bendice Jacob a *us hijo* y uniere. 

49 1 Jacob llamó a sus hijos, y 

les dijo (1): «Reunios, que os voy 
a anunciar lo que os sucederá a lo 
último de los días. 


(i) Las bendiciones de Jacob, más que a 

las personas de sus hijos, miran a las tribus de 

ellos descendientes. Tienen algún paralelo en 

las bendiciones de Moisés. (Deut. 33.) El texto 

ha sufrido mucho y es de muy dudosa y difícil 

interpretación. Aun teniendo que recurrir a 

veces a la conjetura para su restitución, damos 

lo que más probable nos parece. 









_ GÉNESIS, 49 


2 Reunios y escuchad, hijos de 
Jacob, 

Escuchad a Israel, vuestro padre. 

3 Rubén, tú eres mi primogénito, 

Mi fuerza y el fruto de mi primer 

vigor, 

Cumbre de dignidad y cumbre de 
fuerza. 

4 Herviste como el agua. No ten¬ 
drás la primacía, porque subiste al 
lecho de tu padre. 

Cometiste entonces una profana¬ 
ción: Subió a mi lecho. 

6 Simeón y Leví son hienas. Ins¬ 
trumentos de violencia son sus es¬ 
padas. 

6 No entre mi alma en sus desig¬ 
nios, y no se una a ellos mi apro¬ 
bación, 

Porque en su furor degollaron hom¬ 
bres y caprichosamente desjarretaron 
toros. 

7 Maldita sü cólera, por violenta, 

Maldito por cruel, su furor. 

Yo los dividiré en Jacob y los dis¬ 
persaré en Israel. 

8 Tú eres en verdad Judá; te ala¬ 
barán tus hermanos, 

Y tu mano pesará sobre la cerviz 
de tus enemigos. 

Postraránse ante ti los hijos de 
tu padre. 

9 Cachorro de león, Judá, de la 
presa subes, hijo mío; 

Posando, te agachas como león, 
como leona. 

¿Quien le hostigará para que se 
levante? 

10 No faltará de Judá el cetro, 

Ni de entre sus pies el báculo, 

Hasta que venga aquél cuyo es. 

Y a él darán obediencia los pueblos. 

11 Atará a la vid su pollino, 

A la vid generosa el hijo de la 
, asna; 

Lavará en vino sus vestidos, 

Y en la sangre de las uvas su ropa. 

12 Brillan por el vino sus ojos, 

Y de la leche blanquean sus dien¬ 
tes. 

13 Zabulón habitará la costa del 
mar, 

La costa de las naves, 

Y tendrá su flanco junto a Sidón. 

14 Isacar es un robusto asno, 

Que descansa en sus establos. 

16 Vió que su lugar de reposo era 
bueno, 

Y que era deleitosa la tierra, 

Y prestó sus lomos a la carga, 

Y hubo de servir como tributario. 

16 Dan juzgará a su pueblo, 


Como tribu de Israel. 

17 Es Dan como serpiente en el ca¬ 
mino, 

Como víbora en el sendero ; 

Que mordiendo los talones al ca¬ 
ballo, 

Hace caer hacia atrás al caballero. 

18 Tu salvación espero, |oh Yavel 

19 Cad: Salteadores le asaltan, 

Y él les pica los talones. 

20 Aser: Su pan es suculento, 

Hará las delicias de los reyes. 

21 Neftalí es un terebinto, que echa 
muchas ramas, 

Ramas altas y espléndidas. 

22 José es un novillo hacia la fuente, 
A la fuente se encamina, 

23 Los arqueros le hostigan, 

Los tiradores de saetas le atacan, 

24 Pero la cuerda de su arco se 
rompe, 

Y su poderoso brazo se encoge, 
Por el poderío del fuerte de Jacob, 
Por el nombre del pastor de Is¬ 
rael. 

25 En el Dios de tu padre hallarás 
tu socorro, 

En El-Sadai, que te bendecirá 
Con bendiciones del cielo arriba, 
Bendiciones del abismo abajo, 
Bendiciones del seno y de la ma¬ 
triz; 

26 Las bendiciones de tu padre y 
de tu madre, 

Sobrepasan a las bendiciones de 
mis progenitores. 

Suben por encima de los eternos 
collados. 

Que caigan sobre la cabeza de 
José, 

Sobre la frente del príncipe de sus 
hermanos, 

27 Benjamín es lobo rapaz, 

Que a la mañana devora la presa, 

Y a la tarde reparte los despo¬ 
jos.» 

28 Todas éstas son las tribus de 
Israel, doce, y esto es lo que les 
habló su padre, bendiciéndolos a cada 
uno con una bendición. 29 Después les 
mandó: «Yo voy a reunirme con mi 
pueblo; sepultadme con mis padres 
en la caverna que está en el campo 
de Efrón, el geteo, 30 en la caverna 
del campo de Macpela, frente a Ham¬ 
bre, que es la caverna que compró 
Abraham a Efrón, el geteo, con su 
campo, para tener sepultura de su 
propiedad. 31 Allí están sepultados 
Abraham y Sara, su mujer, Isac y 
Rebeca, su mujer, y allí sepulté yo 
a Lia. 32 El campo y la caverna que 








58 


GÉNESIS, 50 


en él hay fueron comprados a los 
hijos de Get.» 33 Y cuando acabó 
Jacob de dar estas órdenes a sus 
hijos, jxmtó sus pies en el lecho, y 
expiró, yendo a reunirse con su 
pueblo. 


Sepultura de Jacob. 

1 Cayó José sobre el rostro de 
• su padre, y lloró sobre él y le 
besó. 2 Mandó José a los médicos 
que tenía a su servicio embalsamar 
a su padre, y los médicos embalsa¬ 
maron a Israel, 3 empleando en ello 
cuarenta días., ya que éste es el 
tiempo que se emplea para embal¬ 
samar. Los egipcios hicieron duelo 
por él durante sesenta días. 

4 Pasados los días del duelo, habló 
José a las gentes de la casa del 
Faraón, diciéndoles: «Si he hallado 
gracia a vuestros ojos, haced llegar 
esto, os lo ruego, a oídos del Faraón: 
5 Mi padre me hizo jurar, diciendo: 
«Voy a morir; sepúltame en la sepul¬ 
tura que yo he hecho para mí en la 
tierra de Canán. Que me permita, 
pues, subir a sepultar a mi padre, 
y volveré.» 6 Y le contestó el Faraón: 
'«Sube y sepulta a tu padre, según tu 
juramento.» 7 Subió, pues, José a 
sepultar a su padre; y subieron con 
él todos los servidores del Faraón, 
los ancianos de su casa y los ancianos 
de Egipto, 8 toda la casa de José, 
sus hermanos, y la casa de su padre, 
no dejando cii la tierra de Gosen 
más que a los niños, las ovejas y los 
bueyes. 9 José llevaba también con¬ 
sigo carros y caballeros, así que el 
cortejo era muy grande. 10 Llegados 
a la era de Atod, que está al otro 
lado del Jordán, hicieron allí muy 
grande llanto, e hizo José un duelo 
de siete días por su padre. 11 Los 
moradores de la tierra, los cananeos, 
al ver este duelo en la era de Atod, 
se dijeron: «Gran duelo éste de los 
egipcios»; por eso se dió el nombre 
de Abel Misraim a este lugar, que 
está al lado de allá del Jordán. 12 Los 
hijos de Jacob hicieron con su padre lo 
que el había mandado, 13 llevándole n 


la tierra de Canán, y sepultándole en 
la caverna del campo de Maepela, que 
había comprado Abraham con el cam¬ 
po de Efrón, el gcteo, para tener sepul¬ 
tura de su propiedad, frente a Mambre. 

14 Después de haber sepultado a 
su padre, José se volvió a Egipto 
con sus hermanos y cuantos habían 
subido con él para sepultar a su 
padre. 

15 Cuando los hermanos de José 
\ieron que había muerto su padre, 
se dijeron: «¿Si nos guardará rencor 
José, y nos devolverá todo el mal que 
le hemos hecho?» 16 Y dijeron a José: 
«Tu padre, antes de morir, nos mandó 
que te dijéramos: 17 Perdona el cri¬ 
men de tus hermanos y su pecado, 
pues ciertamente te han hecho mucho 
mal; pero, por favor, te ruego, per¬ 
dona ya el crimen de los servidores 
del Dios de tu padre.» José lloró al 
oírlos. 18 Sus hermanos vinieron a 
prosternarse ante él, v le dijeron: 
«Somos tus siervos.» 19 El les dijo: 
«No temáis. ¿Estoy yo acaso en el 
lugar de Dios? 20 Vosotros creíais 
hacerme mal, pero Dios ha hecho de 
él un bien, cumpliendo lo que hoy 
sucede, de poder conservar la vida 
de un pueblo numeroso. 21 No temáis, 
pues; yo seguiré manteniéndoos a 
vosotros y a vuestros niños.» Así los 
consoló, hablándoles al corazón. 22 Ha¬ 
bitó José en Egipto, él y la casa de 
su padre. 23 Vivió ciento diez años, 
y vió a los hijos de Efraím hasta la 
tercera generación; también recibió 
sobre sus rodillas, al nacer, hijos de 
Maquir, hijo de Manasés. 


Muerte de José. 

24 José dijo a sus hermanos: «Voy 
a morir, pero Dios ciertamente os 
visitará y os hará subir de esta tierra, 
a la tierra que juró a Abraham, Isac 
y Jacob.» 28 Hizo jurar José a los 
hijos de Israel, diciéndoles: «Cierta¬ 
mente os visitará Dios, y entonces 
llevad de aquí mis huesos.» 26 Murió 
José cu Egipto r los ciento diez años, 
y fue embalsamado y puesto en un 
ataúd de Egipto. 






ÉXODO 









EXODO 


Dura servidumbre de Israel en 
Egipto. 

| 1 Estos son, pues, los nombres 

I de los hijos de Israel, que vinie¬ 
ron a Egipto con Jacob, cada uno 
con su casa. 2 Rubén, Simeón, Leví 
y Judá; 3 Isacar, Zabulón y Benja¬ 
mín; 4 Dan y Neftalí; Gad y Aser. 
5 Eran todas las almas salidas del 
muslo de Jacob, setenta y dos. José 
estaba en Egipto. 6 Murió José, y 
murieron sus hermanos y toda aquella 
generación. 7 Los hijos de Israel 
habían crecido y se habían multi¬ 
plicado, llegando a ser muchos en 
número y muy poderosos, y llenaban 
aquella tierra. 8 Alzóse en Egipta un 
rey nuevo, que no sabía de José, y 
dijo a su pueblo: 9 «Los hijos de Is¬ 
rael forman un pueblo más numeroso 
y más poderoso que nosotros. 10 Te¬ 
nemos que obrar astutamente con él, 
para impedir que siga creciendo y 
que, si sobreviene una guerra, se 
una contra nosotros a nuestros ene¬ 
migos y logre salir de esta tierra.» 

II Pusieron, pues, sobre ellos capata¬ 
ces, para que los oprimiesen con one* 1 


rosos trabajos en la edificación de 
Pitom y Rameses, ciudades almace¬ 
nes del Faraón. 12 Pero cuanto más 
se les oprimía, tanto más crecían y 
se multiplicaban, y llegaron a detes¬ 
tar mucho a los hijos de Israel. 
13 Sometieron los egipcios a los hijos 
de Israel a cruel servidumbre, 14 ha¬ 
ciéndoles amarga la vida con rudos 
trabajos de mortero, de ladrillos y 
del campo, obligándolos cruelmente 
a hacer cuanto les exigían. 15 Ordenó 
el rey de Egipto a las parteras de 
los hebreos, de las cuales una se 
llamaba Sifra y la otra Fuá, dicién- 
doles: 16 «Cuando asistáis al parto 
a las hebreas, y al lavar la criatura 
veáis que es niño, le matáis; si es 
niña, que viva.» 17 Pero las parteras 
eran temerosas de Dios y no hacían 
lo que les había mandado el rey do 
Egipto, sino que dejaban con vida a 
los niños. 18 El rey de Egipto las 
mandó llamar y les dijo: «¿Por qué 
habéis hecho eso de dejar con vida 
a los niños?» 19 Y le dijeron las par¬ 
teras al Faraón: «Es que no son las 
hebreas como las mujeres egipcias. 
Son más robustas, y antes que llegue 








62 


ÉXODO, 2, 3 


la partera ya han parido.» 20 Y favo¬ 
reció Dios a las parteras, y el pueblo 
seguía creciendo y multiplicándose. 
21 Por haber temido a Dios las par¬ 
teras, prosperó él sus casas. 22 Mandó, 
pues, el Faraón a todo su pueblo 
que fueran arrojados al río cuantos 
niños nacieran a los hebreos, preser¬ 
vando sólo a las niñas. 


Nacimiento de Moisés. 

O 1 Habiendo tomado un hombre 
de la casa de Leví una mujer de 
su'linaje, 2 concibió ésta y parió un 
hijo, y viéndole muy hermoso, le 
tuvo oculto durante tres meses. 3 No 
pudiendo tenerle ya escondido más 
tiempo, cogió una eestilla de papiro, 
la calafateó eon betún y pez, y po¬ 
niendo en ella al niño, la dejó entre 
las plantas de papiro de la ribera del 
río. 4 La hermana del niño estaba 
a poca distancia, para ver lo que 
pasaba. 5 Bajó la hija del Faraón 
a bañarse en el río, y sus doncellas 
se pusieron a pasear por la ribera. 
Vi ó la eestilla entre las plantas de 
papiro, y mandó a una de sus don¬ 
cellas que la trajera. 6 Al abrirla, vió 
al niño que lloraba, y compadecida 
del niño dijo: «Es un hijo de los 
hebreos.» 7 La hermana del niño dijo 
entonces a la hija del Faraón: «¿Quie¬ 
res que vaya a buscarte entre las 
mujeres de los hebreos una nodriza, 
para que críe al niño?» 8 «Ve», le 
dijo la bija del Faraón, y la joven 
fué a llamar a la madre del niño. 
9 La hija del Faraón le dijo: «Toma 
este niño, críamelo, y yo te daré 
tu merced.» La mujer tomó al niño 
y le crió. 10 Cuando fué grandecito, 
se lo llevó a la hija del Faraón y 
fué para ella como uno de sus hijos. 
Dióle el nombre de Moisés; pues se 
dijo: «De las aguas le saqué.» 

11 Cuando ya fué grande Moisés, 
salía a ver a sus hermanos, siendo 
testigo de la opresión en que estaban; 
y un día vió cómo un egipcio mal¬ 
trataba a uno de sus hermanos, a un 
hebreo; 12 miró a uno y otro lado, 
y no viendo a nadie, mató al egipcio 
y le enterró en la arena. 13 Salió 
también al día siguiente, y vió a 
dos hebreos riñendo, y dijo al agre¬ 
sor: «¿Por qué maltratas a tn próji¬ 
mo?, 14 y éste le respondió: «¿Y quién 
te ha puesto a ti como jefe y juez 
entre nosotros? ¿Es que quieres ma¬ 


tarme, como mataste al egipcio?» 
Moisés se atemorizó, y se dijo: «Es 
que la cosa se sabe.» 

Iluida de Moisés a Madián. 

15 El Faraón supo lo que había pa¬ 
sado, y buscaba a Moisés para darle 
muerte; pero éste huyó del Faraón 
y se refugió en la tierra de Madián. 
16 Estando sentado junto a un pozo 
siete hijas que tenía el "sacerdote de 
Madián vinieron a sacar agua y llenar 
los canales, para abrevar el ganado 
de su padre. 17 Llegaron unos pas¬ 
tores y Jas echaron de allí, pero 
Moisés se levantó, salió en defensa 
de las jóvenes, y abrevó su ganado. 
18 De vuelta ellas a la casa de Ragueh 
su padre, les preguntó éste: «¿Cómo 
venís hoy tan pronto?» 19 Ellas res¬ 
pondieron: «Es que un egipcio nos 
ha librado de la mano de los pas¬ 
tores, y aun él mismo se puso a sacal¬ 
agua y abrevó nuestro ganado.» 
20 Dijo él a sus hijas: «¿Y dónde esté? 
¿Por qué habéis dejado allí a esc 
hombre? Id a llamarle, para que 
coma algo.» 21 Moisés accedió a que¬ 
darse en casa de aquel hombre, que 
le dió por mujer a su hija Séfora. 
22 Séfora parió un hijo a quien llamo 
él Gersam; pues dijo: «Extranjero 
soy en tierra extranjera.» 

23 Pasado mucho tiempo, murió el 
rey de Egipto, y los hijos de Israel 
seguían gimiendo bajo dura servi¬ 
dumbre, y clamaron. Sus gritos, arran¬ 
cados por la servidumbre, subieron 
hasta Dios. 24 lMos oyó sus gemidos, 
y se acordó de su alianza eon Abraham, 
Isae y Jacob. 25 Miró Dios a los 
hijos de Israel, y atendió. 

La visión de la zarza que ardía 
t»iii eoiibuiiiirjsc. 

3 1 Apacentaba Moisés el ganado 
de Jetro, su suegro, sacerdote de 
Madián. Llevólo más allá del de¬ 
sierto; y llegado al monte de Dios, 
Horeb, 2 se le apareció el ángel de 
Yave en llama de fuego, de en medio 
de una zarza. Veía Mo.sés que la 
zarza ardía y no se consumía, 3 y se 
dijo: «Voy a ver qué gran visión es 
ésta, y por qué no se consume la 
zarza.» 4 Vió Yave que se acercaba 
para mirar, y 6 Dios le llamó de 
en medio de la zarza: «jMoisésl» El 




ÉXODO, 4 


03 


respondió: «Heme aquí.» Dios le dijo: 
«No te acerques. Quita las sandalias 
de tus pies, que el lugar en que estás 
es tierra santa»; 6 y añadió: «Yo soy 
el Dios de Abraham, el Dios de Isac, 
el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió 
el rostro, pues temía mirar a Dios. 

7 Ya ve le dijo: «He oído los gritos 
que le arranca su opresión, y conozco 
sus dolores. 8 He bajado para librarle 
de las manos de los egipcios y subirle 
de esa tierra a una tierra fértil y 
espaciosa, una tierra que mana leche 
y miel, la tierra que habitan cananeos, 
geteos, amorreos, fereccos, jeveos y 
jebuseos. 9 El clamor de los hijos de 
Israel ha llegado ya hasta mí, y he 
visto la opresión que sobre ellos hacen 
pesar los egipcios. 10 Ve, pues; yo te en¬ 
vío al Faraón, para que saques a mi 
pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto.» 

11 Moisés dijo a Dios: «¿Y quién 
soy yo para ir al Faraón y sacar de 
Egipto a los hijos de Israel?» 12 Dios 
le dijo: «Yo estaré contigo; y para 
señal de que soy yo quien te envía, 
cuando hayas sacado de Egipto al 
pueblo, sacrificaréis a Dios sobre esté 
mismo monte.» 13 Mo'sés dijo a 
Dios: «Pero, si voy a los hijos de 
Israel y les digo: ef Dios de vuestros 
padres me envía a vosotros, y me 
preguntan cuál es su nombre, ¿qué 
voy a responderles?» 14 Y Dios dijo 
a Moisés: «Yo soy el que soy. Así 
responderás a los hijos de Israel: El 
que es, Yave, me manda a vosotros.» 
15 Y prosiguió: «Esto dirás a los hijos 
de Israel: Yave, Dios de vuestros 
padres, el Dios de Abraham, de Isac 
y de Jacob, me manda a vosotros. 
Este es para siempre mi nombre; 
éste mi nombre, de generación en 
generación. 16 Ve, reúne a los ancia¬ 
nos de Israel, y diles: Yave. Dios de 
vuestros padres, el Dios de Abraham, 
de Isac y de Jacob, se me ha apa¬ 
recido y me ha encomendado que os 
diga: Os he visitado, y he visto lo 
que hacéis en Egipto, 17 y he dicho: 
Yo os sacaré de la opresión de los 
egipcios, y os subiré a la tierra de 
los cananeos, de los geteos, de los 
amorreos, de los fereceos. de los 
jeveós y de los jebuseos,' a una tierra 
que mana leche y miel. 18 Ellos te 
escucharán, y tú, con los ancianos 
de Israel, irás al rey de Egipto, y 
le diréis: Yave, Dios de los hebreos, 
nos llama. Deja, pues, que vayamos 
camino de tres días por el desierto, 
para sacrificar a Yave, nuestro Dios. 


19 Bien sé yo que el rey de Egipto no 
os permitirá ir, sino en mano pode¬ 
rosa. 20 Pero yo tenderé la mía, y 
castigaré a Egipto con toda suerte 
de prodigios, que obraré en medio 
de ellos; y después os dejará salir. 
21 Yo haré que halle el pueblo gracia 
a los ojos de los egipcios; y cuando 
salgáis, no saldréis con las manos 
vacías, 22 sino que cada mujer pedirá 
a su vecina y a la que vive en su casa 
objetos de plata, objetos de oro y 
vestidos, que pondréis vosotros a 
vuestros hijos y a vuestras hijas, y 
os llevaréis los despojos de Egipto.» 

I 1 Moisés respondió: «No me van 
4 a creer, no me van a escuchar; 
me dirán que no se me ha aparecido 
Yave.» 2 Yave le dijo: «¿Qué es lo 
que tienes en la mano?» El respon¬ 
dió: «Un cayado.» 3 «Tíralo a tierra», 
le dijo Yave. El lo tiró, y el cayado 
se convirtió en serpiente, y Moisés 
corrió de ella. 4 Yave dijo a Moisés: 
Extiende la mano, y cógela por la 
cola.» Moisés tendió la mano y la 
cogió, y la serpiente volvió a ser 
cayado en su mano. 5 «Para que crean 
que se te ha aparecido Yave, el 
Dios de sus padres, el Dios de Abraham, 
Isac y de Jacob.» 

6 Díjole además Yave: «Mete tu 
mano en tn seno.» Metióla él, y 
cuando la sacó estaba cubierta de 
lepra, como la nieve. 7 Yave le dijo: 
«Vuelve a meterla.» El volvió a me¬ 
terla, y cuando después la sacó 
estaba la mano como toda su carne. 
8 «Si no te creen a la primera señal, 
te creerán a la segunda; 9 y si ni aun 
a esta segunda creyeran, coges agua 
del río, y la derramas en el suelo, 
y el agua que cojas se volverá en el 
suelo sangre.» 10 Moisés dijo a Yave: 
«Pero, Señor, yo no. soy hombre de 
palabra fácil, y esto no es ya de ayer 
ni de anteayer, y aun ahora, que 
te estoy hablando, se me traba la len¬ 
gua.» 11 Yave le respondió: «Y ¿quién 
ha dado al hombre la boca, y quién 
hace al sordo y _al mudo, al que ve 
y al ciego? ¿No soy por ventura yo, 
Yave? 12 Ve, pues, yo estaré en tu 
boca y te enseñaré lo que has de 
decir.» 13 Moisés Replicó: «jAh, Señor!, 
manda tu mensaje, te lo pido, por 
mano del que debas enviar.» 14 En¬ 
cendióse entonces en cólera Yave 
contra Moisés, y le dijo: «¿No tienes 
a tu hermano Arón, el levita? El es 
de fácil palabra. Al encuentro te 





ÉXODO. S 


sale, y al verte se alegrará su corazón, lo que Yave le había dicho, al enco- 
16 Háblale a él, y pon en su boca ¡mendarle la misión, y todos los pro 
las palabras, y yo estaré en tu boca Idigios que le había mandado hacer, 
y en la suya, y os mostraré lo que 29 Prosiguieron Moisés y Arón su 
habéis de hacer. 16 El hablará por camino; y llegados, reunieron a los 
ti al pueblo y te servirá de boca, y tú ancianos de Israel. 80 Arón refirió todo 
le servirás a él de Dios. 17 El cayado ¡lo que Dios había dicho a Moisés, 
que tienes en la mano, llévalo, y con y éste hizo los prodigios a los ojos 
él harás las señales.» del pueblo. 81 El pueblo creyó, y al 

ver que Yave había visitado a los 
hijos de Israel y había atendido a 
V.. clin <ir Moisós .. Egipto. su atlicción - postrándose, le adoraron. 


18 Fuese Moisés, y de vuelta a casa 
de su suegro, le dijo: «Hazme el 
favor de dejarme partir, a ver a mis 
hermanos de Egipto, si viven toda¬ 
vía.» .Tetro dijo a Moisés: «Vete en 
paz.» 19 En tierra de Madián dijo 
Yave a Moisés: «Ve, retorna a 
Egipto, pues han muerto ya los que 
buscaban tu vida.» 20 Tomó, pues, 
Moisés a su mujer y a su hijo, y 
montándolos sobre un asno, volvió 
a Egipto, llevando en sus manos el 
cayado de Dios. 21 Yave le dijo: «Al 
partir para volver a Egipto, ten cuenta 
de hacer delante del Faraón los pro¬ 
digios que yo he puesto en tu mano. 
Yo endureceré su corazón (1), y 
no dejará salir al pueblo; 22 pero tíi 
le dirás: Así habla Yave: Israel es 
mi hijo, mi primogénito. 23 Yo te 
mando que dejes a mi hijo ir a ser¬ 
virme, y si te niegas a dejarle ir, 
yo mataré a tu hijo, a tu primogé¬ 
nito.» 24 Por el camino, en un lugar 
donde pasaba la noche, salióle Yave 
al encuentro, y quería matarle; 25 pero 
Sófora, cogiendo en seguida un cuchi¬ 
llo de piedra, circuncidó a su hijo, 
y arrojó el prepucio a sus pies, di¬ 
ciendo: «Eres para mí esposo de 
sangre», 26 y le dejó, diciendo lo de 
esposo de sangre por la circuncisión 
de su hijo. 

27 Yave dijo a Arón: «Ve al de¬ 
sierto, al encuentro de Moisés.» Par¬ 
tió Arón, y encontrándose con su her¬ 
mano en el monte de Dios, le besó. 

28 Moisés dió a conocer a Arón todo 


(i) En la lucha tenaz entablada entre 
Moisés y el Faraón, defendiendo éste los inte¬ 
reses políticos de su pueblo contra la orden 
dada a Moisés por un Dios que él desconocía, 
muéstrase el Faraón cada vez más recalci¬ 
trante, más endurecido de corazón; y este 
endurecimiento, previsto por Dios y ordenado 
por El para hacer muestra de su poder y de su 
especial providencia para con Israel, es lo que 
expresa la Escritura con la frase «endureció Dios 
el corazón del Faraón* y otras semejantes. 


Moisés y Arón dolante del Faraón. 

5 1 Presentáronse Moisés y Arón 
al Faraón, y le dijeron: «He aquí 
lo que dice Yave, Dios de Israel: 
deja ir a mi pueblo para que me 
ofrezca sacrificios en el desierto.» 
2 Pero el Faraón respondió: «¿Y 
quién es Yave, para que yo le obe¬ 
dezca, dejando ir a Israel? No co- 
jnozco a Yave, y no dejaré ir a Israel.» 

3 Ellos le dijeron: «El Dios de los 
hebreos nos llama. Deja, pues, que 
vayamos al desierto, tres jornadas 
tdc camino, y ofrezcamos sacrificios 
a Yave, para que no venga sobre 
nosotros peste ni espada.» 4 Pero el 
rey de Egipto les dijo: «¿Por qué 
vosotros, Moisés V Arón, distraéis 
al pueblo de sus trahajos? Idos al 
trabajo que os hayan impuesto.» 6 Y 
se dijo: «Ese pueblo es ya más nume¬ 
roso que el de la región; ¿qué será 
si se le deja holgar, relevándole de 
sus trabajos forzados?» 


I.» servidumbre de Israel se agra¬ 
va cada vez infis. 

6 Aquel mismo día dió el Faraón a 
los capataces de pueblo y a los escri¬ 
bas la orden 7 de no facilitar como 
hasta entonces al pueblo la paja 
para hacer los ladrillos, sino que 
fueran ellos a buscarla y recogerla. 

8 «Pero exigidles la misma cantidad 
de ladrillos que antes, sin quitar 
ni uno, 9 pues huelgan, y por eso 
gritan: «Tenemos que ir a sacrificar 
a nuestro Dios. Cargadlos de tra¬ 
bajo, que estén ocupados, y no den 
oídos a embustes.» 10 Fueron, pues, 
los capataces y los escribas, y dije¬ 
ron al pueblo:' «Oíd lo que dice el 
Faraón: «No os daré en adelante la 
paja; 11 id vosotros mismos a cogerla 
donde podáis, pero no se os dismi- 





ÉXODO, 6 


65 


nuirá nada de la larca impuesta.» 
12 El pueblo se dispersó por toda la 
tierra de Egipto, en busca de cañas 
secas de cereales con que hacer la 
paja. 33 Los capataces los apremia¬ 
ban: «Acabad la tarea impuesta para 
cada día, como cuando se os daba la 
paja.» 14 Fueron castigados los escri¬ 
bas de los hijos de Tsrael, que los 
exactores habían puesto sobre ellos, 
diciéndoles éstos: «¿Por qué ni ante¬ 
ayer, ni ayer, ni hoy, habéis com¬ 
pletado la tarea de ladrillos como 
antes?» 15 Fueron a quejarse al Faraón, 
diciendo: «¿Cómo haces así con tus 
siervos? 16 A tus siervos no se les 
da la paja y se nos dice: haced 
los mismos ladrillos; y azotan a tus 
siervos, siendo el pueblo el que falta.» 
17 El Faraón respondió: «Es que hol¬ 
gáis, holgáis, y por eso decís: «Que¬ 
remos ir a sacrificar a Yave. 18 Id, 
pues, a trabajar; no se os dará la 
paja, y habéis de hacer la misma 
cantidad de ladrillos.» 19 Los escribas 
de los hijos de Israel viéronse angus¬ 
tiados por decírseles que no se les 
disminuiría en nada la cantidad de 
ladrillos, y que habían de hacer cada 
día la misma tarea. 20 Encontráronse 
con Moisés y Arón, que estaban 
esperando a que saliesen de la casa 
del Faraón, 21 y les dijeron: «Que 
vea Yave y juzgue, pues vosotros 
habéis sido causa de que el Faraón 
no nos pueda ver, y halléis puesLo la es¬ 
pada en sus manos para que nos mate.» 

Promesa de liberación. 

22 Entonces Moisés se volvió a 
Yave, diciendo: «Señor, ¿por qué 
has castigado a este pueblo? ¿Para 
qué me lias enviado? 23 Desde que 
fui al Faraón para hablarle en tu 
nombre, maltrata al pueblo, y tú 
no haces nada por librar a tu pueblo.» 

/i 1 Yave dijo a Moisés: «Pronto 
^ verás lo que yo voy a hacer al 
Faraón. En mano fuerte los dejará 
ir, en mano fuerte los echará él mismo 
de su tierra.» 3 Dios habló a Moisés 
y le dijo: «Yo soy 7 Yave. Yo me mostré 
a Abraham, a Isac y a Jacob como 
El-Sadai, pero no les di a conocer 
mi nombre de Yave. 4 No sólo hice 
con ellos mi alianza de darles la 
tierra de Canán, la tierra de sus pere¬ 
grinaciones, donde hahitaron como 
extranjeros, 5 sino que ahora he 
escuchado los gemidos de los hijos 


de Israel, que tienen los egipcios 
en servidumbre, y me he acordado 
de mi alianza. 6 Di, por tanto, a los 
hijos de Israel: «Yo soy Yave, y r o os 
libertaré de los trabajos forzados de 
los egipcios, os libraré de su servi¬ 
dumbre, y os salvaré a brazo ten¬ 
dido y por grandes juicios. 7 Yo os 
haré mi pueblo, y seré vuestro Dios, 
y sabréis que yo soy Yave, vuestro 
Dios, que os librará dé la servidum¬ 
bre egipcia, 8 y r os introducirá en la 
tierra que juré dar a Abiaham, a Isac 
y a Jacob, y os la daré en posesión. 
Yo, Yave.» 9 Así habló Moisés a 
los hijos de Tsrael, pero ellos no le 
escucharon, por lo angustioso de su 
dura servidumbre. 

10 Habló Yave a Moisés, y le dijo: 

11 «Ve a hablar a Faraón, rey de 
Egipto, para que deje salir a los 
hijos de Israel fuera de su tierra.» 

12 Moisés le respondió: «Los hijos de 
Israel no me escuchan; ¿cómo va a 
escucharme el Faraón a mí, que soy 
de labio incircunciso?» 13 Yave habló 
a Moisés y a Arón, y 7 les dió órdenes 
para los hijos de Israel y para el 
Faraón, rey de Egipto, con el fin 
de sacar de Egipto a los hijos de Israel. 

Genealogía de Moisés y Arón. 

14 Estas son las cahezas de sus 
linajes: Hijos de Rubén, primogé¬ 
nito de Israel: Janoc, Falu, Jesrón 
y Carmi; estos son los linajes de Rubén. 

15 Hijos de Simeón: Jamuel, Jasmin 
Oad, Jaguin, Sojar y Saúl, hijo de la 
cananca: estos son los linajes de Simeón. 

16 He aquí los nombres de los hijos 
de Leví, con sus linajes: Gersón, Caat 
y Merari. Los años de vida de Leví 
fueron ciento treinta y siete años. 
17 Hijos de Gersón, Lobni y 7 Semei, 
con sus generaciones. 18 Hijos de 
Caat: Amran, Jishar, Hehrón y Oriel. 
Los años de Caat fueron ciento treinta 
y tres años. 19 Hijos de Merari: Majli 
y Musí. Estos son los linajes de los 
ievitas, según sus familias. 

20 Amram tomó por mujer a Joza- 
hed, que le parió a Arón y Moisés. 
Los años de vida de Amram fueron 
ciento treinta y siete años. 21 Hijos 
de Jishar: Core, Nefcg y Zicri. 22 Hi¬ 
jos de Oziel: Misael, Elisafán y 7 Pctri. 
23 Arón tomó por mujer a Elisabet, 
hija de Aminadab, hermana de Naj- 
són, la cual parió a Nadab, Abiu, 
Eleazar e ltamar. 

24 Hijos de Core: Aser, Elcana y 


5 






G<; 


ÉXODO, 7 


Abiasat. Estas son las familias de 
los coreitas. 

25 Eleazar, hijo de Arón, tomó por 
mujer a una hija de Futiel, que 
parió a Fines. Estos son los jefes de 
los linajes de los levitas, según sus 
familias. 

26 Estos son el Arón y el Moisés 
a quienes dijo Yave: «Sacad de Egipto 
a los hijos de Israel, según sus escua¬ 
dras./» 27 Estos son los que hablaron 
al Faraón, rey de Egipto, para sacar 
de Egipto a los hijos de Israel. Estos 
son Moisés y Arón. 

Moisés y los magos de Egipto. 

28 Cuando habló Yave a Moisés 
en tierra de Egipto, 29 dijo Dios a 
Moisés: «Yo soy Yave: di al Faraón, 
rey de Egipto,* cnanto yo te diga: 
80 Y Moisés dijo a Yave: «Yo soy 
de labios incircuncisos. ¿Cómo va a 
escucharme el Faraón?» 

n 1 Dijo Yave a Moisés: «Mira, te 
4 he puesto como Dios para el Fa¬ 
raón, y Arón, tu hermano, será tu 
profeta. Tú le dirás a él lo que yo 
te diga a ti, y Arón, tu hermano, 
será tu profeta. 2 * * * * * Tú dirás lo que yo 
te diga a ti, y Arón, tu hermano, 
se lo dirá al Faraón, para que deje 
salir de Egipto a los hijos de Israel. 

3 Yo endureceré el corazón del Fa¬ 
raón, y multiplicaré mis señales y 
mis prodigios en la tierra de Egipto. 

4 El Faraón no os escuchará, y yo 
pondré mi mano sobre Egipto, y 
sacaré de la tierra de Egipto a mis 
ejércitos, a mi pueblo, a los hijos de 
Israel, por grandes juicios. Los egip¬ 
cios sabrán que yo soy Yave, cuando 
tienda yo mi mano sobre Egipto, y 
saque de en medio de ellos a los 
hijos de Israel.» * Moisés v Arón 
hicieron lo que Yave les mandaba; 
tal cual se lo mandó, así lo hicieron. 

7 Tenía Moisés ochenta años, y 
Arón ochenta y tres, cuando hablaron 
al Faraón. 8 Yave dijo a Moisés y 
Arón: 9 «Cuando el Faraón os diga: 
Haced un prodigio, le dices a Arón: 
Coge tu cayado, y échalo delante 
del Faraón, y se convertirá en ser¬ 
piente.» 10 Moisés y Arón fueron al 
Faraón e hicieron lo que Yave les 
había mandado. Arón arrojó su ca¬ 
yado delante del Faraón y de sus 
cortesanos, y el cavado se convirtió 
en serpiente. 11 Hizo llamar también 
el Faraón a sus sabios y encantado¬ 


res, los magos de Egipto, 12 y tam¬ 
bién ellos echaron cada uno su báculo, 
que se convirtieron (l) en serpientes. 
Pero el de Arón devoró a todos los 
otros. 13 El corazón del Faraón se 
endureció, y no escuchó a Moisés y 
Arón, como" se lo había dicho Yave. 

Primera plaga 

14 Yave dijo a Moisés: «El corazón 
del Faraón se ha endurecido y rehúsa 
dejar salir al pueblo. 16 Ye a verle 
mañana por la mañana. Saldrá para 
ir a la orilla de las aguas; tú te estás 
esperándole a la orilla de las aguas, 
tomas en tu mano el cayado que se 
convirtió en serpiente, 16 y le dices: 
«Yave, Dios de los hebreos, me manda 
a decirte: Deja ir a mi pueblo para 
que me sirva en el desierto. Hasta 
ahora no me has escuchado. 17 Pues 
he aquí lo que dice Yave: Para que 
sepas que yo soy Yave, voy a gol¬ 
pear con el cayado que tengo en la 
mano las aguas del río, y se con¬ 
vertirán en sangre. 18 Los peces que 
hay en el río morirán, el río se infec¬ 
tará, y los egipcios repugnarán beber 
el agua del río» (2). 

19 Yave dijo a Moisés: «Dile a tu 
hermano Arón: Toma el cayado, y 
tiende tu mano sobre las aguas de 
Egipto, sobre sus ríos, sobre sus 
canales, sobre sus estanques, y sobre 
todas sus reuniones de aguas. Todas 
se convertirán en sangre, y habrá 
sangre en todo Egipto, lo mismo en 
los vasos de madera que en los vasos 
de piedra.» 20 Moisés y Arón hicie¬ 
ron lo que Yave les había mandado, 

V Arón, levantando el cayado, golpeó 
ias aguas del río a la vista del Faraón 

V de todos sus servidores, y toda el 
agua del río se volvió sangre. 21 Los 
peces que había en el río murieron, 
el río se infiecionó, los egipcios no 
podían beber el agua, y hubo en vez 
de ella sangre en toda la tierra de 
Egipto. 22 Pero los magos de Egipto 
hicieron otro tanto con sus eneanta- 


(1) Esto de hacer los sabios y encantadores 
egipcios cosas semejantes a las hechas milagro¬ 
samente por Moisés parece debe tomarse como 
efectos de prestiJigitación, en que los egip¬ 
cios ya de anriguo y aun ahora son famosos. 

(2) Las plagas, si exceptuamos la última, 

la muerte de todos los primogénitos, responden 

a las calamidades que Egipto padece muy de 

ordinario. Lo milagroso de ellas es el modo 

de producirlas Moisés y ^su extraordinaria 

gravedad. 





ÉXODO, 8 


ü7 


mientos, y el corazón del Faraón se 
endureció, y no escuchó a Moisés y 
Arón, como había dicho Yave. 23 El 
Faraón se volvió, y entró en su pala¬ 
cio sin hacer caso. 24 Los egipcios 
cavaron en las orillas del río, para 
buscar agua potable, pues no podían 
beber las del río. 

Segunda plaga. 

25 Pasaron siete días desde que 

Yave había herido el río; 1 y 
Yave dijo a Moisés: «Ve a ver al 
Faraón, y dile: Deja salir a mi pueblo, 
para que me sirva. 2 Si rehúsas dejarle 
ir, voy a castigar con ranas a toda 
tu tierra. 3 En el río bullirán ranas, 
subirán, y penetrarán en tu casa, 
en tu dormitorio y en tu lecho, en 
las casas de todos tus servidores y 
de todo tu pueblo, en los hornos y en 
las artesas; 4 subirán las ranas'sobre 
ti, sobre tus servidores y sobre todo 
tu pueblo.» 

5 Yave dijo a Moisés: «Dile a 
Arón: extiende tu mano con el cayado 
sobre los estanques, y haz subir ranas 
sobre toda la tierra de Egipto.» 

6 Arón extendió su mano sobre las 
aguas de Egipto, y subieron las ranas, 
y cubrieron toda la tierra de Egipto. 

7 Pero los magos hicieron otro tanto 
con sus encantamientos, haciendo 
subir ranas sobre la tierra de Egipto. 

8 El Faraón llamó a Moisés y 
Arón: «Pedid a Yave que aleje de mí 
y de mi pueblo las ranas, y dejaré 
ir al pueblo a sacrificar a Yave.» 

9 Moisés dijo al Faraón: «Dime cuándo 
he de rogar por ti, por tus servidores 
y por todo tu pueblo, para que aleje 
Yave las ranas de ti y de tus casas, 
y no queden más que en el río.» 

10 «Mañana», respondió él. Moisés 
le dijo: «Así será; y para que sepas 
que no hay como Yave, nuestro Dios, 

11 las ranas se alejarán de ti y de tus 
casas, de tus servidores y de tu pue¬ 
blo. y no quedarán más que en el 
río.» Salieron Moisés y Arón de la 
casa del Faraón, y Moisés ro”ó a 
Yave sobre lo que ele las ranas había 
prometido al Faraón. 13 Hizo Yave 
como le pedía Moisés, y murieron 
las ranas en las casas, en los atrios y 
en los campos. 14 Reuniéronlas en 
montones, y se infestó la tierra. 
1R Pero el Faraón, viendo que se le 
daba respiro, endureció su corazón 
y no escuchó a Moisés y Arón, como 
Yave había dicho. 


Tercera plaga. 

18 Yave dijo a Moisés: r «Dile a 
Arón: «Extiende tu cayado, y golpea 
el polvo de la tierra, que se conver¬ 
tirá en mosquitos en toda la tierra 
de Egipto.» 17 Hiciéronlo así: Arón 
extendió su mano con el cayado y 
golpeó el polvo de la tierra, y vinie¬ 
ron mosquitos sobre hombres y ani¬ 
males. l odo el polvo de la tierra se 
convirtió en mosquitos en toda la 
tierra de Egipto. 18 Los magos qui¬ 
sieron hacer otro tanto con sus encan¬ 
tamientos, pero no pudieron. Había 
mosquitos sobre hombres y anima¬ 
les, 19 y los magos dijeron al Faraón: 
«El dedo de Dios está aquí.» Pero 
el Faraón se endureció, y como había 
dicho Yave, no escuchó. 


Cuarta plaga. 

20 Yave dijo a Moisés: «Levántate 
temprano, y preséntate al Faraón, 
al tiempo que sale él para ir a la 
ribera, y dile: «Así habla Y"ave: Deja 
ir a mi pueblo, a que me sirva. 21 Si 
no dejas ir a mi pueblo, voy a mandar 
tábanos contra ti, contra tus servi¬ 
dores y contra tu pueblo, contra tus 
casas, y se llenarán de ellos las casas 
de los egipcios y la tierra que éstos 
habitan; 22 pero distinguiré en ese 
día el país de Cosen donde habita 
mi pueblo, y allí no habrá tábanos, 
para que sepas que yo soy Y r ave en 
medio de la tierra. 23 Haré distin¬ 
ción entre mi pueblo y el tuyo. 
Mañana será esta señal.» 24 Hizolo 
así Y T ave, y vino una muchedumbre 
de tábanos sobre la casa del Faraón 
y las de sus servidores y sobre toda la 
tierra de Egipto, y se corrompió 
la tierra por los tábanos. 25 Llamó 
el Faraón a Moisés y Alón,-y dijo: 
«Id y sacrificad a vuestro Dios en 
esta tierra.» 26 Pero Moisés respon¬ 
dió: «No puede ser así, pues para los 
egipcios es abominación el sacrificio 
que nosotros ofrecemos, y si a su 
vista lo ofreciéramos, nos apedrea¬ 
rían. 27 Tenemos que ir por el desierto 
tres días de camino, para sacrificar 
a Yave, nuestro Dios, como él nos 
diga.» 28 El Faraón contestó: «Yo os 
dejaré que vayáis a sacrificar a Yave, 
vuestro Dios, en el desierto; pero 
no os vayáis más lejos y rogad por 
mí.» 29 Moisés respondió: «En sa¬ 
liendo de tu casa, yo rogaré por t. 






éxodo, y 


t>8 


a Yave, y mañana se alejarán los 
tábanos del Faraón, de sus servi¬ 
dores y de su pueblo; pero que el 
Faraón no nos engañe más, y per¬ 
mita al pueblo ir a sacrificar a Yave.» 
30 Salió Moisés de casa del Faraón, 
y rogó a Yave, 31 y Yave hizo.lo que 
le pedía Moisés, y los tábanos se 
alejaron del Faraón, de sus servido¬ 
res y del pueblo, sin quedar ni uno. 
32 Pero el Faraón endureció su cora¬ 
zón también esta vez, y no dejó 
salir al pueblo. 


Quinta placja. 

9 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al 
Faraón, y dile: «Así habla Yave, 
Dios de los hebreos: deja ir a mi 
pueblo a que me sirva. 2 Si rehúsas 
dejarlos ir y todavía le retienes, 
3 caerá la mano de Yave sobre los 
ganados que están en tus campos; 
sobre los caballos, sobre los asnos, 
sobre los camellos, sobre los bueyes 
y sobre las ovejas, una peste muy 
mortífera. 4 Yave hará distinción 
entre los ganados de Israel y los 
ganados de los egipcios, y nada 
perecerá de lo perteneciente a los 
hijos de Israel.» 5 Yave fijó el mo¬ 
mento, diciendo: «Mañana hará esto 
Yave en esta tierra » Hízolo así Yave 
al día siguiente. Pereció todo el ga¬ 
nado de los egipcios, y no murió 
un solo animal de los ganados de 
los hijos de Israel. 7 El Faraón se 
informó, y ni un animal de los ga¬ 
nados de los hijos de Israel había 
muerto. Pero el corazón del Faraón 
se endureció, y no dejó ir al pueblo. 


Sexta plupa. 

8 Yave dijo a Moisés y Arón: 
«Coged un puñado de ceniza de un 
horno, y que la tire Moisés hacia el 
cielo, a la vista del Faraón, 9 para 
que se convierta en un polvo fino 
sobre toda la tierra de Egipto, y pro¬ 
duzca én toda la tierra de Egipto a 
hombres y animales pústulas erup¬ 
tivas y tumores.» 10 Cogieron la 
ecniza de un horno, y se presentaron 
al Faraón. Moisés la tiró hacia el 
ciclo, y se produjeron en hombres y 
animaíes pústulas y tumores. 11 Los 
magos no pudieron continuar en pre¬ 


sencia de Moisés, porque les salieron 
tumores como a todos los egipcios. 
12 Y Yave endureció el corazón del 
Faraón, que no escuchó a Moisés y 
Arón, como Yave se lo había dicho 
a Moisés. 


Séptima plana. 

13 Dijo Yave a Moisés: «Leván¬ 
tate temprano, preséntate al Faraón, 
y dile: «Así habla Yave, Dios de los 
hebreos: Deja ir a mi pueblo a que 
me sacrifique, 14 porque esta vez 
voy a desencadenar todas mis plagas 
contra ti, contra tus servidores y 
contra tu pueblo, para que sepas que 
no hay como yo en toda la tierra. 
15 Si yo hubiera tendido mi mano 
y te hubiera herido con la peste, 
tú y tu pueblo habríais desaparecido 
de la tierra; 16 pero te he dejado con 
vida, para que por ti brille mi poder, 
y mi nombre sea celebrado en toda 
la tierra. 17 Te opones todavía como 
un muro entre mí y mi pueblo para 
no dejarle ir; 18 pues sabe que mañana 
a esta hora yo haré llover una grani¬ 
zada tan fuerte, como no la hubo 
jamás en Egipto, desde el día en que 
se fundó hasta hoy. 19 Retira, pues, 
tus ganados y cuanto tienes en el 
campo; cuantos hombres y animales 
haya en el campo, V si no se retiran 
serán heridos por el granizo y mo¬ 
rirán.» 20 Aquellos de los servidores 
del Faraón que temieron la palabra 
de Ya Ve, mandaron retirar a su 
casa siervos y ganados; 21 pero los 
que no atendieron la palabra de 
Yave, dejaron a sus siervos y a sus 
ganados en el campo. 

22 Yave dijo a Moisés: «Tiende tu 
mano, para que caiga el granizo en 
toda la tierra de Egipto sobre hom¬ 
bres y animales y sobre todas las 
verduras del campo.» 23 Moisés ten¬ 
dió su cayado hacia el cielo, y Yave 
mandó truenos y granizo, y el fuego 
se precipitó sobre la tierra. 24 Yave 
hizo llover granizo sobre la tierra 
de Egipto, y mezclado con el gra¬ 
nizo cayó fuego; y tan fuerte era el 
granizo, que no lo hubo semejante 
en toda la tierra de Egipto, desde 
que comenzó a ser un pueblo. 25 El 
granizo hirió en toda la tierra de 
Egipto cuanto había en los campos, 
hombres y animales. Machacó tam 
bien todas las hierbas del campo, \ 





ÉXODO, 10 


ÜV» 


destrozó todos los árboles del campo. 
26 Sólo en la tierra de Cosen, donde 
habitaban los hijos de Israel, no 
cayó granizo. 27 El Faraón mandó 
llamar a Moisés y Arón, y les dijo: 
«Esta vez he pecado. Yave es justo, 
y yo y mi pueblo, impíos. 28 Rogad 
a Yave para que cesen los truenos de 
Dios y el granizo, y os dejaré ir, y 
no quedaréis más aquí.» 29 Moisés 
dijo: «Cuando haya salido de la ciu¬ 
dad, alzaré mis manos a Yave, y 
cesarán los truenos, y dejará de 
granizar, para que sepas que de Yave 
es la tierra, 30 aunque sé que ni tú 
ni tus servidores teméis, todavía a 
Yave, Dios.» 31 El lino y la cebada 
habían sido destrozados, pues la 
cebada estaba todavía en espiga y 
el lino en flor, 32 pero el trigo y 
la escanda no, por ser tardíos. 33 Moi¬ 
sés dejó al Faraón, y salió de la 
ciudad; alzó sus manos a Yave, y 
cesaron los truenos y el granizo, y 
dejó de llover sobre la tierra. 34 Vien¬ 
do el Faraón que habían cesado la 
lluvia, el granizo y los truenos, acre¬ 
centó su pecado, 35 y endureció su 
corazón hasta el extremo, y no dejó 
salir a los hijos de Israel, como le 
mandaba Yave por boca de Moisés. 


Octava plaga. 

1ñ 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al 
Faraón, porque yo he agravado 
su corazón y el de sus servidores, para 
obrar en medio de todos las señales 
que vas a ver, 2 para que cuentes a 
tus hijos y a los hijos de tus hijos 
cuán grandes cosas hice yo entre los 
egipcios, y qué prodigios obré en 
medio de ellos, y sepan que yo soy 
Yave.» 3 Moisés y Arón fueron al 
Faraón, y le dijeron: «Así habla Yave, 
Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo 
no querrás someterte a mí? Deja ir 
a mi pueblo para que me sacrifique. 
4 Si te resistes y no quieres dejarle, 
mañana traeré sobre todo tu terri¬ 
torio la langosta, 5 que cubrirá toda 
la tierra, sin que se vea nada de 
ella: y devorará todo el resto sal¬ 
vado del granizo, royendo todos los 
árboles que crecen en vuestros cam¬ 
pos. 6 Y llenarán tus casas y las 
casas de tus servidores y de todos 
los egipcios. Tanta como no la vieron 
ni tus padres, ni tus abuelos, desde 
que comenzaron a ser sobre la tierra 


hasta hoy.» Moisés se retiró y salió 
de la casa del Faraón. 

7 Dijeron al Faraón sus servidores: 
«¿Hasta cuándo vamos a padecer 
este escándalo? Deja a esa gente que 
vaya a sacrificar a Yave, su Dios. 
¿Todavía no ves que va a perecer 
Egipto?» 8 E hicieron venir a Moisés 
y Arón ante el Faraón, que les dijo: 
«Id y sacrificad a Yave, vuestro 
Dios. ¿Quiénes sois los que habéis 
de ir?» 9 Dijo Moisés: «Hemos de ir 
todos, con nuestros niños y nuestros 
ancianos, con nuestros hijos y nues¬ 
tras hijas, con nuestras ovejas y 
nuestros bueyes, porque es la fiesta 
de Yave.» 10 El Faraón les contestó: 
«Así sea Yave con vosotros, como 
os dejaré yo ir a vosotros y vuestros 
hijos. Tened cuidado, pues se ve 
que obráis con malicia. 11 No, no, 
id los hombres solos, y sacrificad a 
Yave, pues eso fué lo que pedisteis.» 
Y en seguida fueron arrojados de la 
presencia del Faraón. 

12 Fero Yave dijo a Moisés: «Tiende 
tu mano a la tierra de Egipto, para 
que venga sobre ella la langosta: 
que suba a Egipto y devore todo 
lo que dejó el granizo.» 13 Moisés 
tendió su cavado sobre la tierra 
de Egipto, y Yave hizo soplar sobre 
la tierra el viento solano durante 
todo el día y toda la noche. A la 
mañana el viento solano había traído 
la langosta. 14 Subieron por toda la 
tierra de Egipto, y se posaron sobre 
todo el territorio de Egipto en tan 
gran cantidad, como ni la hubo 
ni la habrá nunca. 15 Cubrieron toda 
la superficie de la tierra, y oscu¬ 
recieron la tierra. Devoraron todas 
las hierbas de la tierra, todos los 
frutos de los árboles, todo cuanto 
había dejado el granizo; y no quedó 
nada de verde, ni en los árboles, ni 
de las hierbas de los campos, en 
toda la tierra de Egipto. 16 El Fa¬ 
raón llamó en seguida a Moisés y 
Arón, y dijo: «He pecado contra 
Yave, vuestro Dios, y contra vosotros. 
17 Perdonadme por esta vez, y rogad 
a Yave, vuestro Dios, que aleje de 
mí esta muerte.» 18 Salió Moisés de 
la presencia del Faraón, y rogó a 
Yave, 19 y éste hizo dar vuelta al 
viento, que sopló muy fuertemente del 
ocaso, y arrastrando la langosta, la pre¬ 
cipitó en el Mar Rojo. No auedó ni una 
en todo el territorio de Egipto. 20 Pero 
Yave endureció el corazón del Faraón 
y éste no dejó salir a los hijos de Israel. 







70 


ÉXODO, 11, 12 


Novena plaga. 

21 Dijo Yave a Moisés: «Alza tu 
mano al cielo, y haya tinieblas sobre 
la tierra de Egipto,* tan densas, que 
se palpen. 22 Alzó Moisés al cielo 
su mano, y hubo densísimas tinieblas 
en todo Egipto durante tres días. 
23 Durante ellos no se veían unos a 
otros, y nadie se movía del sitio 
donde estaba; pero los hijos de Tsrael 
tenían luz en la región que habitaban. 

24 El Faraón llamó a Moisés y 
Arón, y dijo: «Id, sacrificad a Yave, 
pero que queden aquí vuestras ove¬ 
jas y vuestros bueyes; aun a los niños 
podéis llevaros con vosotros.» 26 Moi¬ 
sés respondió: «Tienes que poner 
en nuestras manos de qué hacer 
sacrificios y holocaustos a Yave, nues¬ 
tro Dios. 28 Nuestros ganados han 
de venir también con nosotros; no 
ba de quedar ni una uña; porque de 
ellos hemos de tomar lo que ofrezca¬ 
mos a Yave, nuestro Dios, y ni 
nosotros siquiera sabemos, hasta que 
lleguemos allá, las victimas que a 
Yave habremos de ofrecer.» 27 Yave 
endureció el corazón del Faraón, y el 
Faraón no quiso dejarlos ir. 28 Dijo 
a Moisés: «Sal de aquí, y guárdate 
de volver a parecer en mi presencia, 
porque el día que parezcas delante 
de mi, morirás.» 29 «Tú lo has dicho 
—respondió Moisés—no volveré a 
oarecer delante de ti.» 


Anuncio de la décima y última 
plaga. 

| 'I 4 Y añadió: «He aquí lo que 
1 1 dice Yave: En medio do la noche 
pasaré por la tierra de Egipto, 5 y 
morirá todo primogénito de la tierra 
de Egipto, desde el primogénito del 
Faraón, que se sienta sobre sil trono, 
hasta el primogénito de la esclava, 
que está detrás de la muela, y todos 
los primogénitos del ganado. 6 En¬ 
tonces se alzará en toda la tierra de 
Egipto gran griterío, como ni lo 
hubo ni lo habrá. 7 Pero entre los 
hijos de Israel, en hombres y en 
animales, ni siquiera ladrará un perro, 
para que sepáis la diferencia que hace 
Yave entre Egipto e Israel. 8 Todos 
cuantos servidores tuyos están aquí, 
irán entonces a decirme, proster¬ 
nándose ante mí: Sal tú, y tu pueblo 
que te obedece. Después de eso yo 
saldré.» Y muy encolerizado se retiró 
de la presencia del Faraón, 


1 Yave dijo a Moisés: «Sólo una 
plaga más voy a hacer venir so¬ 
bre el Faraón y sobre Egipto, y 
después de ella, no sólo os dejará 
ir, sino que os echará de aquí. 
2 Di, pues, al pueblo que cada hom¬ 
bre pida a su vecino y cada mujer 
a su vecina, objetos de plata y oro.» 
8 Yave hizo que hallase gracia el pue¬ 
blo a los ojos de los egipcios, y aun el 
mismo Moisés era muy estimado y 
respetado por los servidores del Fa¬ 
raón y por el pueblo. 

9 Yave había dicho a Moisés: «El 
Taraón no os escuchará, para que se 
multipliquen mis prodigios en la 
tierra de Egipto.» 10 Moisés y Arón 
habían obrado todos estos prodigios 
ante el Faraón, pero Yave endureció 
el corazón del Faraón, y no quería 
dejar salir de su tierra a los hijos 
de Israel. 

Institución de la pascua. 

1 1 Yave dijo a Moisés y Arón 

1 eu tierra de Egipto: 2 «Este mes 
será para vosotros el comienzo del 
año, el mes primero del año (1). 
8 Hablad a toda la asamblea de Is¬ 
rael, y decidles: El día diez de este 
mes tome cada uno según las casas 
paternas una res menor por cada casa. 
4 Si la casa fuere menor de lo nece¬ 
sario para la res, tome a sil vecino, al 
de la casa cercana, según el número 
de personas, computándolo para la 
res según lo que cada cual puede co¬ 
mer. 6 La res será sin defecto, macho, 
primal, cordero o cabrito # 6 Lo reser¬ 
varéis hasta el día catorce de este 
mes y todo Israel lo inmolará cutre 
dos luces. 7 Tomarán de su sangre, 
y untarán los postes y el dintel 
de la casa donde se coma. 8 Comerán 
la carne esa misma noche, la come¬ 
rán asada al fuego, con panes ácimos 
y lechugas silvestres. 9 No comerán 
nada de él crudo, ni cocido al agua; 
todo asado al fuego, cabeza, patas 
y entrañas. 10 No dejaréis nada para 
el día siguiente; si algo quedare, lo 
quemaréis. 11 Lo habéis de comer así: 
ceñidos los lomos, calzados los pies, 
y el báculo en la mano, y comiendo 
de prisa, pues es el paso de Yave. 
12 Esa noche pasaré yo por la tierra 


(i) El comienzo y el fin del año varían 

mucho, según las diversas regiones y épocas. 
En la Escritura comienza con la primavera, 
el mes de Nisán, o con el otoño, el mes de Tisri. 








ÉXODO. 12 


de Egipto y matare a todos los pri¬ 
mogénitos de la tierra de Egipto, 
desde los hombres hasta los animales, 
y castigaré a todos los dioses de 
Egipto. Yo, Yave. 13 La sangre 
servirá de señal en las casas donde 
estéis, pues yo veré la sangre y pasaré 
de largo, y no habrá para vosotros 
plaga mortal, cuando yo hiera la 
tierra de Egipto. 14 Este día será 
para vosotros memorable, y lo cele¬ 
braréis solemnemente en honor de 
Yave, de generación en generación; 
será una fiesta a perpetuidad. 

t6 Por siete días comeréis panes 
ácimos; desde el primer día no habrá 
ya levadura en vuestras casas, y 
quien del primero al séptimo día 
comiere pan con levadura, será bo¬ 
rrado de Israel. 16 El día primero 
tendréis asamblea santa, y lo mismo 
el día séptimo. No haréis en ellos 
obra alguna, fuera de lo que perte¬ 
nece a la comida, 17 y guardaréis los 
ácimos, porque fué en ese día mismo 
cuando yo saqué vuestros ejércitos 
de la tierra de Egipto. Guardaréis 
ese día de generación en generación, 
como institución perpetua. 18 El pri¬ 
mer mes, desde el día catorce del mes, 
comeréis pan sin levadura hasta el 
día veintiuno. 19 Por siete días no 
habrá levadura en vuestras casas, 
y quien coma pan fermentado, será 
borrado de la congregación de Israel, 
sea extranjero o indígena. 20 No co¬ 
meréis pan fermentado; en todas 
vuestras moradas se comerán panes 
ácimos.» 

21 Convocó Moisés a todos los 
ancianos de Israel, y les dijo: «Tomad 
del rebaño para vuestras familias, 
e inmolad la Pascua, 22 y tomando un 
manojo de hisopo lo mojáis en la 
sangre del cordero, untáis con ella 
el dintel y los dos postes, y que nadie 
salga fuera de la puerta de su casa 
hasta mañana, 23 pues pasará Yave 
por Egipto, para castigarle, y viendo 
la sangre en el dintel y en los dos 
postes, pasará de largo por vues¬ 
tras puertas y no permitirá a nin¬ 
gún exterminador entrar en vues¬ 
tras casas para herir. 24 Guardaréis 
este rito, como rito perpetuo para vos¬ 
otros y para vuestros hijos; 25 y 
cuando hayáis entrado en la tierra 
que Yave os dará, según su promesa, 
guardaréis este rito. 26 Cuando os 
pregunten vuestros hijos: ¿Qué sig¬ 
nifica para vosotros este rito!. 27 les 
responderéis: Es el sacrificio de la 


Pascua de Yave, que pasó de largo 
por las casas de los hijos de Israel 
en Egipto, cuando hirió a Egipto, 
salvando nuestras casas.» El pueblo 
se prosternó y adoró. 28 Los hijos de 
Tsrael fueron e hicieron lo que Yave 
había mandado a Moisés y Arón. 

Muerte de todos los primogénitos 
de Egipto. 

29 En medio de la noche mató 
Yave a todos los primogénitos de la 
tierra de Egipto, desde el primogénito 
del Faraón, que se sienta sobre su 
trono, hasta el primogénito del preso 
en la cárcel, y a todos los primo¬ 
génitos de los animales. 30 El Fa¬ 
raón se levantó de noche, él, todos 
sus servidores y todos los egipcios, 
y resonó en Egipto un gran clamor, 
pues no había casa donde no hubiera 
un muerto. 31 "Aquella noche llamó 
el Faraón a Moisés y Arón, y les 
dijo: «Id, salid de en medio de nos¬ 
otros, vosotros y loa hijos de Israel, 
e id a sacrificar a Yave, como habéis 
dicho. 32 Llevad vuestras ovejas y 
vuestros bueyes, como habéis pedido; 
idos, y dejadme.» 

I.a salida del pueblo. 

33 Los egipcios apremiaban a los 
hebreos, teniendo prisa de que salie¬ 
ran de su tierra, pues decían: «Mo¬ 
riremos todos.» 34 Cogió, pues, el 
pueblo la masa, antes de que fer¬ 
mentara, atando sus ropas a las 
artesas, v se las echó al hombro. 
35 Los hijos de Israel habían hecho 
lo que les dijera Moisés, y habían 
pedido a los egipcios objetos de plata 
y oro y vestidos. 38 Yave hizo que 
hallaran gracia a los ojos de los egip¬ 
cios, que accedieron a su petición, 
y se llevaron aquéllos los despojos 
de Egipto (1). 

37 Partieron los hijos de Tsrael de 
Rameses para Sorot en número de 
unos seiscientos mil infantes, (2) sin 
contar los niños. 38 Subía, además, 


(1) Dios, como dueño supremo de todo y 
juez inapelable, da estos despojos a su pueblo 
para compensarlo de la dura servidumbre a 
que le habían reducido los egipcios durante 
muchos años. 

(2) Estas cifras, asi como las correlativas 
que vienen después, parecen excesivas a muchos 
intérpretes, aun católicos. Sabido es que del 
texto sagrado lo que generalmente peor se ha 
conservado son los números. 









12 


ÉXODO, 13 


ron ellos una gran muchedumbre de 
toda suerte de gentes, y muchas ove¬ 
jas y bueyes y muy gran número 
de animales. 39 Cocieron baio la co¬ 
niza la masa que habían sacado de 
Egipto, e hicieron panes ácimos, pues 
la masa no había podido fermentar, 
por la mucha prisa que para que salie¬ 
ran les daban, ni pudieron preparar 
nada para comer. 

40 La estancia de los hijos de Israel 
en Egipto duró cuatrocientos treinta 
años. 41 En aquel mismo día salieron 
de la tierra de Egipto todos los ejér¬ 
citos de Israel. Aquella noche en que 
salvó Yave a Israel y le sacó de la 
tierra de Egipto, 42 será noche de 
vigilias a Yave, y con vigilias a Yave 
le celebrarán todos los hijos de Israel 
por todas sus generaciones. 

Ley de la pascua. 

43 Dijo Yave a Moisés y Arón: 
«Esta es la ley de la Pascua. Xo la 
comerá ningún extranjero. 44 Al siervo 
comprado a precio de plata, le cir¬ 
cuncidarás y la comerá; 45 pero el 
adventicio y el mercenario no la co¬ 
merán. 46 Se comerá en una sola casa, 
y no sacaréis fuera de ella nada de 
sus carnes, ni quebrantaréis ninguno 
de sus huesos, 47 Toda la asamblea 
de Israel comerá la Pascua. 48 Si 
alguno de los extranjeros que habite 
contigo quisiera hacer la Pascua de 
Yave, deberá circuncidarse todo va¬ 
rón en su casa, V entonces podrá cele¬ 
brarla» como si fuera indígena, pero 
ningún incircunciso podrá celebrarla. 
49 La misma ley será para el indí¬ 
gena V para el extranjero que habita 
con vosotros.»» 

50 Todos los hijos de Israel hicie¬ 
ron lo que Yave había mandado a 
Moisés y Arón. 51 Aquel mismo día 
sacó Yave de la tierra de Egipto a 
los hijos de Israel por escuadras. 

Ley sobre los primogénitos. 

13 1 Habló Yavca Moisés y le dijo: 

2 Conságrame todo primogénito. 
Todos los primogénitos de entre los 
hijos de Israel, tanto de los hombres, 
cuanto de los anímales, míos son.» 

8 Moisés dijo al pueblo: «Acordaos 
siempre del día en que salisteis de 
Egipto, de la casa de la servidumbre, 
pues ha sido la poderosa mano de 
Yave la que os ha sacado. Xo se 
comerá pan fermentado. 4 Salís hoy 


en el mes de Abib. 5 Cuando te intro¬ 
duzca Yave en la tierra de los cana- 
neos, de los geteos, de los amorreos, 
de los jeveos y de los jebuseos, que 
a tus padres juró darte, tierra que 
mana leche y miel, guardarás ese rito 
en este mismo 'mes. 6 Durante siete 
días comerás pan ácimo, y el día 
séptimo será fiesta de Yave. 7 Se 
comerá pan ácimo durante siete días, 
y no se verá pan fermentado ni leva¬ 
dura en todo su territorio. 8 Dirás en¬ 
tonces a tus hijos: Esto es en memo¬ 
ria de lo que por mi hizo Yave al 
salir de Egipto. 9 Esto será para ti 
como una señal en tu mano, como un 
recuerdo a tus ojos, para que tengas 
en tu boca la ley de Yave, porque 
con su poderosa ínano ha sacado 
Yave de Egipto. 10 Observarás esto 
al tiempo fijado, de año en año. 

11 Cuando te haya introducido Yave 
en la tierra de los cananeos, como 
lo juró a tus padres, y te la haya dado, 
12 consagrarás a Yave todo cuanto 
abre la vulva; y de todo primer 
parto de los animales que tengas, el 
macho lo consagrarás a Yave, 13 el 
del asno lo redimirás por cordero, y 
1 si no le redimes le romperás la nuca. 
También redimirás a todo primo¬ 
génito humano de entre tus hijos. 
14 Y cuando tu hijo te pregunte ma¬ 
ñana, ¿qué significa esto?, le dirás: 
con sn poderosa mano nos sacó Yave 
de Egipto, de la casa de la servi¬ 
dumbre. 15 Como el Faraón se obsti¬ 
naba en no dejarnos salir, Yave mató 
a todos los primogénitos de la tierra 
de Egipto, desde los primogénitos 
de los hombres hasta los primogé¬ 
nitos de los animales; por eso yo 
sacrifico a Yave todo primogénito 
de los animales, y redimo todo pri¬ 
mogénito de mis lujos. 16 Esto será 
como una señal en tu mano, como 
un recuerdo a tus ojos, porque fue 
con su poderosa mano cómo nos sacó 
Yave de Egipto. 

Paso de Israel por en medio del 
Mar flojo. 

17 Cuando el Faraón dejó salir al 
pueblo, no le condujo Yave por el 
camino de la tierra de los filisteos, 
aunque más corto, pues se dijo: «Xo se 
arrepienta el pueblo si se ve atacado, 
y se vuelva a Eg'pto.» 18 Hizóle Yave 
i rodear por c! camino del desierto, 
hacia el Mar Mojo. Los hijos de Israel 
' subían en buen orden desde Egipto. 














71 


ÉXODO, 14 


18 Moisés había cogido los huesos de 
José, pues había hecho jurar José 
a los hijos de Israel que cuando Yave 
los visitara, se llevarían consigo su 
huesos, lejos de allí, 

20 Partiendo de Socot, acampa¬ 
ron en Etam, al extremo dol desierto, 
21 Iba Yave delante de ellos, de día 
en columna de nube, para guiarlos en 
su camino, y de noche en columna de 
fuego, para alumbrarlos, y pudiesen 
así marchar de día o de noche. 22 La 
columna de nube no se apartaba del 
pueblo de día, ni de noche la de fuego. 

14 1 Yave dijo a Moisés: 2 «Habla 
a los hijos de Israel; que cam¬ 
bien de rumbo y vayan a acampar 
en Piajirot, entre Migdol y el mar, 
frente a Beelscfón; allí acamparéis, 
cerca del mar. (i) * 3 El Faraón se dirá 
respecto de los hijos de Israel: «Andan 
errantes por la tierra; el desierto les 
cierra el camino.»» 4 Yo endureceré el 
corazón del Faraón y él os perseguirá, 
y haré brillar mi gloria ante el Faraón 
y ante todo su ejército, y sabrán 
los egipcios que yo soy Yave.*» Hi¬ 
cieron así los hijos de Tsrael. 

6 Anunciaron ai rey de Egipto que 
había huido el pueblo, y el corazón 
del Faraón y el de sus servidores se 
trocaron en orden al pueblo, y dijeron: 
«¿Qué es lo que hemos hecho, de¬ 
jando salir a Israel, y privándonos de 
sus servicios?•» 8 El Faraón hizo pre¬ 
parar su carro y llevó consigo a su 
pueblo. 7 Tomó seiscientos carros 
escogidos y todos los aurigas de 
Egipto y jefes para el mando de 
todos. 8 Yave endureció el corazón 
del Faraón, rey de Egipto, y el Fa¬ 
raón persiguió a los hijos de Israel; 
pero éstos habían salido por muy 
alta mano. 

9 Los egipcios llegaron en su per 
sedición al lugar donde acampaban 
aquéllos cerca del mar. Todos los 
caballos de los carros del Faraón, 
sus caballeros y su ejército, los alcan¬ 
zaron en Piajirot, frente a Pectseíón. 

10 El Faraón se acercaba; los hijos 
de Israel, alzando los ojos vieron a 
los egipcios marchar contra ellos, y 
llenos de terror clamaron a Yave, 

11 y dijeron a Moisés: «¿Es que no 
había sepulcros en Egipto, y nos 
has traído al desierto a morir? ¿Qué 
es lo que nos has hecho al sacarnos 
de Egipto? 12 ¿No te decíamos nos¬ 
otros en Egipto: deja que sirvamos 
a los egipeios, que mejor es para 


nosotros servir en Egipto que morir 
en el desierto?» 13 Moisés respondió 
al pueblo: «No temáis, estad tran¬ 
quilos, y veréis la victoria que en 
este día os dará Yave, pues los egip¬ 
cios que hoy veis no volveréis a 
verlos jamás. 14 Yave combatirá por 
vosotros; vosotros estaos tranquilos. * 
15 Yave dijo a Moisés: «¿Por qué 
me gritáis? Di a los hijos de Israel 
que se pongan en marcha. 16 Tú, 
alza tu cayado, y tiende el brazo sobre 
el mar, y divídelo, para que los 
hijos de Israel pasen por en medio, 
en seco. 17 Yo endureceré el corazón 
de los egipcios, para que entren tam¬ 
bién detrás de ellos, y haré brillar 
mi gloria sobre el Faraón y sobre todo 
su ejército; sus carros y sus caba¬ 
lleros harán resplandecer mi gloria, 
18 y los egipcios sabrán que yo soy 
Yave, cuando el Faraón, sus carros 
y sus caballeros, hagan resplandecer 
mi gloria.» 19 El ángel de Yave, que 
marchaba delante de las huestes de 
Israel, se puso detrás de ellas, 25 entre 
las de los egipcios y las de Israel, y la 
nube se hizo tenebrosa y luminosa 
toda la noche, y las dos huestes lio 
se acercaron una a otra durante toda 
la noche. 21 Moisés tendió su mano 
sobre el mar, c hizo soplar Yave 
sobre el mar toda la noche un forti- 
simo viento solano, que le secó, y 
se dividieron las aguas (1). 22 Los 
hijos de Israel entraron en medio 
del mar, a pie enjuto, formando para 
ellos las aguas una muralla a dere¬ 
cha c izquierda. 23 Los egipcios se 
pusieron a perseguirlos, y todos los 
caballos del Faraón, sus carros y 
sus caballeros, entraron en el mar cu 
seguimiento suyo. 24 A la vigilia 
matutina, miró "Yave desde la nube 
de fuego y humo a la hueste egipcia 
y la perturbó. 25 Hizo que las ruedas 
de los carros se enredasen unas con 
otras, de modo que sólo muy peno¬ 
samente avanzaban. Los egipcios di¬ 
jeron entonces: «Huyamos ante Israel, 
que Yave combate por él contra 
los egipcios.» 26 Pero Yave dijo a 
Moisés: «Tiende tu mano sobre el 
mar, y las aguas se reunirán sobre 
los egipcios, sus carros y sus caba¬ 
lleros.» 27 Moisés tendió sil mano 
sobre el mar, y al despuntar el día 


(i) Estas palabras parecen indicar que 

el hecho fué prodigioso al menos en el modo 

de prodjcirse y en el efecto extraordinario, 

como las plagas. 






ÉXODO. 15 


75 


el mar recobró su estado ordinario, 
y los egipcios en fuga dieron en él, 
y arrojó Yave a los egipcios en medio 
del mar. 28 Las aguas, al reunirse, 
cubrieron carros, caballeros y torio 
el ejército del Faraón, que habían 
entrado en el mar en seguimiento de 
Israel, V no escapó uno solo. 29 Pero 
los hijos de Israel pasaron a pie enjuto 
por en medio del mar, formando para 
ellos las aguas una muralla a derecha 
e izquierda. 30 Aquel día libró Yave 
a Israel de los egipcios, cuyos cadᬠ
veres vi ó Israel en las playas del 
mar. 31 Israel vió la mano potente 
que mostró Yave para con Egipto, 
y el pueblo temió a Yave, y creyó 
en Yave y en Moisés, su siervo. 

Canto triunfal do Moisés. 

1 Entonces cantaron Moisés y 
los hijos de Israel a Yave este 
canto, diciendo: 

«Cantemos a Yave, porque se ha 
mostrado sobre modo glorioso. 

El arrojó al mar al caballo y al 
caballero. 

2 Yave es mi fortaleza, a Yave 
cantaré. 

El me ha salvado. 

El es mi Dios, yo le alabaré; es el 
Dios de mis padies, yo le exaltaré. 

3 Yave es un fuerte guerrero. Yave 
es su nombre. 

4 El precipitó en el mar los carros 
del Faraón y su ejército. 

La flor de sus capitanes se la tragó 
el Mar Rojo. 

6 Cubriéronlos los abismos, y ca¬ 
yeron en el fondo como una piedra. 

6 Tu diestra, joh Yave!, destrozó 
al enemigo. 

7 En la plenitud de tu poderío 
derribas a tus adversarios 

Das rienda suelta a tu furor y los 
devora como paja, 

8 Al soplo de tu ira amontonáronse 
las aguas, se pararon las corrientes 
olas, cuajáronse los abismos en el 
fondo del mar. 

9 Díjose enemigo: «Los perse¬ 
guiré, los alcanzaré, me repartiré sus 
despojos, hartaré mi alma. 

Desenvainaré la espada y los redu¬ 
cirá a la servidumbre mi mano.» 

10 Sopló tu soplo y los cubrió el 
mar, se hundieron como plomo en 
lo profundo de las aguas. 

11 ¿Quién como . tú, joh Yave!, 
entre los dioses? ¿Quién como tú 
magnífico en santidad, terrible en 


maravillosas hazañas, obrador de 
prodigios? 

12 Tendiste tu diestra, y se los 
tragó la tierra. 

13 En tu misericordia, tú acaudillas 
al pueblo que redimiste. 

Y por tu poderío lo conduces a tu 
santa morada 

14 Supiéronlo los pueblos y tem¬ 
blaron. 

El terror se apoderó de los filisteos. 

16 Los príncipes de Edom se estre¬ 
mecieron, se apoderó la angustia de 
los fuertes de Moab. 

Todos los habitantes de Canán 
perdieron su valor. 

16 Caerá sobre ellos el espanto y 
la angustia. 

Por la fuerza de tu brazo se que¬ 
darán inmóviles como una piedra. 

Hasta que tu pueblo, joh Yave!, 
pase, hasta que pase el pueblo que 
redimiste. 

17 Tú le conducirás y le estable¬ 
cerás sobre el monte de tu heredad, 

AI lugar de que has hecho tn mo¬ 
rada, [oh Yave! 

AI santuario, joh Señor!, que fun¬ 
daron tus manos. 

18 Yave reinará por siempre jamás. 

19 Entraron en el mar los caballos 
del Faraón, sus carros y sus caba¬ 
lleros, 

Y echó Yave sobre ellos las aguas 
del mar. 

Alas los hijos de Israel pasaron por 
en medio del mar a pie enjuto.» 

20 María, la profetisa, hermana de 
Arón, tomó en sus manos un tímpano, 
y todas las mujeres seguían en pos 
de ella con tímpanos y en coros; y' 
21 María respondía a los hijos de 
Israel: 

«Cantad a Yave, que ha hecho res 
plaudecer su gloria, 

Precipitando en el mar al caballo 
y al caballero.» 

Las aguas de Mam. 

22 Mandó Moisés que los hijos de 
Israel se partieran del Alar Rojo. 
Avanzaron hacia el desierto de Hur y 
marcharon por él tres días, sin hallar 
agua. 23 Llegaron a Alara, pero no 
podían beber el agua de Alara, por 
ser amarga. 24 El pueblo murmuraba 
contra Aloisés, diciendo: «¿Qué va¬ 
mos a beber?» 25 Aloisés clamó a 
Yave, que le indicó una madera 
que él echó en el agua, y ésta se 








7(5 


ÉXODO, 16 


volvió dulce. Allí dió al pueblo leyes 
y estatutos, y 1c puso a prueba. 
26 Les diio: «Si escuchas a Yave, 
tu Dios, si obras lo que es recto a 
sus ojos, si das oido a sus mandatos 
y guardas todas sus leves, no traeré 
sobre ti ninguna de las plagas con 
que he afligido a Egipto, porque 
yo soy Yave, tu sanador.» 

27 Llegaron a Elim, donde había 
doce fuentes y setenta palmeras, y 
acamparon allí cerca de las aguas. 


Las codornices y el maná. 

1 1 Partieron de Elim, y toda la 

v congregación de los hijos de 
Israel llegó al desierto de Zin, que 
está entre Elim y el Sinaí, el día 
quince del segundo mes después de 
su salida de Egipto. 2 Todo Israel 
se puso a murmurar contra Moisés 
y Arón. 3 Los hijos de Israel decían: 
«¿Por qué no hemos muerto de mano 
de Yave en Egipto, cuando nos sen¬ 
tábamos junto a las ollas de carne 
y nos hartábamos de pan? Hemos 
sido traídos a este desierto para 
matar de hambre a toda esta muche¬ 
dumbre. » 

4 Yave dijo a Moisés: «Voy a hace¬ 
ros llover comida de lo alto de los 
ciclos. El pueblo saldrá a recoger 
cada día la porción necesaria, para 
ponerle yo a prueba, viendo si mar¬ 
cha o no según mi ley. 5 El día sexto 
preparen para llevar el doble de .lo 
que recogen cada día.» 

6 Moisés y Arón dijeron a todos 
los hijos de Israel: «Esta tarde sa¬ 
bréis que es Yave quien os ha sacado 
de Egipto, 7 y a la mañana veréis 
la gloria de Yave, pues ha oído vues¬ 
tras murmuraciones, que van contra 
Yave; porque nosotros, ¿qué somos, 
para que murmuréis contra nosotros?» 
8 Moisés dijo: «Esta tarde os dará 
a comer Yave carnes, y mañana pan 
a saciedad, pues ha oído vuestras 
murmuraciones contra él; pues ¿nos¬ 
otros, qué? No van contra nosotros 
vuestras murmuraciones, sino contra 
Yave » 

9 Moisés dijo a Arón: «Di a toda 
la congregación de Israel que se acer¬ 
que a Yave, pues ha oído Yave sus 
murmuraciones.» 10 Mientras hablaba 
Arón a toda la asamblea de los hijos 
de Israel, volviéronse éstos de cara 
al desierto y apareció la gloria de 
Yave en la nube. 11 Yave dijo a 


Moisés: 12 «He oído las murmura¬ 
ciones de los hijos de Israel. Diles: 
Entre dos luces comeréis carne y 
mañana os hartaréis de pan, y sa¬ 
bréis que yo soy Yave, vuestro Dios.» 
13 A la tarde vieron subir codornices 
que cubrieron el campo, y a la ma¬ 
ñana había en todo él una capa de 
rocío. 14 Cuando el rocío se evaporó, 
vieron sobre la superficie del desierto 
una cosa menuda, como granos, pa¬ 
recida a la escarcha. 15 Los hijos de 
Israel, al verla, se preguntaban unos 
a otros: «¿Manhu?», pues no sabían 
lo qué era. 16 Moysés les dijo: «Ese 
es el pan que os da Yave, para ali¬ 
mento. Mirad que Yave ha mandado 
que cada uno de vosotros recoja la 
cantidad que necesita para alimen¬ 
tarse, un gomer por cabeza, según 
el número de personas; cada uno 
recogerá para cuantos tenga en su 
tienda.» 

17 Los hijos de Israel no obede¬ 
cieron, y recogieron unos más, otros 
menos. 18 Pero al medir luego con 
el gomer , hallaron que el que había 
recogido de más no tenía nada de 
más, y el que había recogido de 
menos no tenía nada de menos, sino 
que tenía cada uno lo que para su 
alimento necesitaba. 

19 Moisés dijo: «Que nadie deje 
nada para mañana.» 20 No obede¬ 
cieron a Moisés, y muchos dejaron 
algo para el día siguiente; pero se 
llenó de gusanos y se pudrió. Irritóse 
Moisés contra ellos. 21 Todas las 
mañanas recogían el maná, cada uno 
según su consumo, y cuando el sol 
dejaba sentir sus ardores, el resto se 
liquidaba. 

22 El día sexto recogieron doble 
cantidad de alimento, dos gomer por 
cabeza. Todos los principales del 
pueblo vinieron a decírselo a Moisés, 

23 que les contestó: «Eso es lo que ha 
mandado Yave. Mañana es sábado, 
día de descanso consagrado a Yave. 
Moled lo que hayáis de moler, y 
coced lo que hayáis de cocer, y lo 
que sobre guardadlo para mañana.» 

24 Guardáronlo para el día siguiente, 
y no se pudrió, ni se agusanó. 29 Moi¬ 
sés dijo: «Comed eso hoy, que es 
sábado, y hoy no lo habrá en el campo. 
26 Recogeréis seis días; el séptimo, 
sábado, no lo hallaréis.» 27 Al séptimo 
día salieron algunos del pueblo a re¬ 
coger, pero no lo había. 28 Y Yave 
dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo rehusa¬ 
réis guardar mis mandatos y mis 





ÉXODO, 17, 18 


77 


leyes? 29 Mirad que Ya ve os ha dado 
el sábado, y por eso el día sexto os 
da pan para dos días. Que se quede 
cada lino en su puesto, y no salga 
de él el día séptimo.» 30 El pueblo 
descansó el día séptimo. 

31 La casa de Israel dio a este ali¬ 
mento el nombre de maná. Era pare¬ 
cido a la semilla del cilantro, blanco, 
y tenía un sabor como de torta de 
harina de trigo amasada con miel. 

32 Moisés dijo: «Yave ha ordenado 
que se llene un gomer de maná para 
conservarlo, y puedan ver vuestros 
descendientes el pan con que yo os 
he alimentado en el desierto, cuando 
os saqué de la tierra de Egipto.» 

33 Dijo, pues, Moisés a Arón: «Coge 
un vaso, pon en él un gomer de maná 
lleno, y deposítalo ante Yave, que 
se conserve para vuestros descen¬ 
dientes.» 34 Arón lo depositó ante el 
Testimonio, para que se conservase, 
como se lo había mandado Yave a 
Moisés. 

63 Comieron los hijos de Israel el 
maná durante cuarenta años, hasta 
que llegaron a la tierra habitada. Lo 
comieron hasta llegar a los confines 
de la tierra de Canán. 36 El gomer 
es la décima parte del e*a. 


Brota el afjna de la roca 
de llurcb. 

i H 1 Marchóse la congregación de 
* * los hijos de Israel det desierto 
de Sin, según las etapas que Yave 
les ordenaba, y acamparon en Ra- 
fidim, donde no halló el pueblo agua 
que beber. 2 Entonces el pueblo se 
querelló contra Moisés, diciendo: 

«Danos agua que beber.» Moisés íes 
respondió: «¿Por qu¿ os querelláis 
contra mí? ¿Por qué tentáis a Yave?» 

3 Pero el pueblo, sediento, murmuraba 

contra Moisés y decía: «¿Por qué nos 

hiciste salir de Egipto, para matar¬ 

nos de sed a nosotros, a nuestros hijos 

y a nuestros ganados?» 4 Moisés 

clamó a Yave, diciendo: «¿Qué voy 

a hacer con este pueblo? Poco más 
y me apedrean.» 6 Yave dijo a Moi¬ 

sés: «Vete delante del pueblo, y toma 

contigo a ancianos de Israel; lleva 

en tu mano el cayado con que heriste 

el río, V vé, 6 * que yo estaré ante ti 

en la roca aue nav en Iloreb. Hiere la 

roca, y saldrá’de ella agua, para que 
beba el pueblo.» Hízolo así Moisés 

en presencia de los ancianos de Israel, 


7 y dió a este lugar el nombre de 
Masa y Meriba, por la querella de 
los hijos de Israel, y porque habían 
tentado a Yave, diciendo: «¿Está 
Yave en medio de nosotros o no?» 


Victoria contra Amalee. 

R Amalee vino a Rafidim a atacar 
a los hijos de Israel, 9 * y Moisés dijo 
a Josué: «Elígenos hombres, y ataca 
mañana a Amalee. Yo estaré sobre 
el vértice de la colina con el cayado 
de Dios en la mano.» u Josué hizo 
lo que le había mandado Moisés, 
y atacó a Amalee. Arón y Jur su¬ 
bieron al vértice de la colina. 11 * Mien¬ 
tras Moisés tenía alzada la mano, 
llevaba Israel la ventaja, y cuando 
la bajaba, prevalecía Amalee. Moisés 
estaba cansado y sus manos le pe¬ 
saban; tomando,' pues, una piedra, 
la pusieron debajo de él para que se 
sentara, y al mismo tiempo Arón 
V Jur sostenían sus manos, uno de 
ün lado, otro del otro, y así no se 
le cansaron las manos hasta la puesta 
del sol, 13 * y Jo&ué derrotó a Amalee 
al filo de la espada. 

14 Yave dijo a Moisés: «Pon eso 
por escrito para recuerdo, y di a 
Josué que yo borraré a Amalee de 
debajo del cielo.» 15 Moisés alzó nn 
altar, y lo dió el nombre de Yave 
Nesi, 16 diciendo: «Pues que se alzó 
mi mano contia quien me tentó, estará 
Yave en guerra de generación en ge¬ 
neración. » 


Viene Jotro con In mujer y los 
hijos» de Moisés». 

i Q Jctro, sacerdote de Madián, 
1 ° suegro de Moisés, supo lo que 
había hecho Dios en favor de MoLés 
V de Israel, su pueblo, que había 
sacado Yave de Egipto. i 2 3 Tomó 
Jetro, suegro de Moisés, a Sétora, 
mujer de Moisés, a quien éste había 
hecho volverse y a los dos hijos de 
Sétora, de los cuales uno se llamaba 
Ocrsón, porque Moisés había dicho: 
«Soy un extranjero en tierra extran¬ 
jera», 4 y el otro Eliezcr, porque había 
dicho: «El Dios de mi padre me ha 
socorrido y me ha librado de la es¬ 
pada del Faraón.» 5 Jetro, suegro de 
Moisés, con los hijos y la mujer de 
Moisés, vino a éste al desierto, don¬ 
de estaba acampado, al monte de 







78 


ÉXODO, 19 


Dios. (i) * * * * * * 8 Mandó a decir a Moisés: «Yo, 
tu suegro Jetro, voy a ti con tu mujer, 
y con ella sus dos hijos.» 7 Moisés 
salió al encuentro de su suegro, y 
después de haberse prosternado, le 
besó. Después de preguntarse uno a 
otro por la salud, entraron en la 
tienda de Moisés. 8 Moisés contó a 
su suegro todo cnanto había hecho 
Yave al Faraón y a los egipcios en 
favor de Israel, y todas las contrarie¬ 
dades que en el camino habían tenido, 
y cómo Yave le había librado de eilas. 
8 Jetro se felicitó de todo el bien que 
Y r ave había hecho a Israel librándole 
de la mano de los egipcios: 10 «Ben¬ 
dito sea Yave—dijo— que os ha 
librado de la mano de los egipcios 
y de la del Faraón, y que ha librado 
al pueblo de la mano de los egipcios. 
11 Ahora sé bien que Yave es más 
grande que todos los dioses, pues se 
ha mostrado grande cuando los egip¬ 
cios oprimían a Israel.» 12 Jetro, 
suegro de Moisés ofreció a Dios nn 
hulncüuslo y sacrificios. Arón y todos 
los ancianos de Israel comieron con 
él ante Dios. 


Consejo de Jetro a Moisés. 

13 Al día siguiente sentóse Moisés 
para juzgar al puebm, y el pueblo 
estuvo dotante de él desde la mañana 
hasta la tarde. 11 Fl suegro de Moi¬ 
sés, viendo lo que el pueblo hacía, 
dijo: «¿Cómo haces eso con el pue¬ 
blo? ¿Por qué t? sientas tú sólo a 
juzgar, y todo el mundo está delante 
de ti desde la mañana hasta la tarde?» 
* 5 Moisés respondió a sn suegro: 
«Es que el pueblo viene a mí para 
consultar a Dios. 18 Cuando tienen 
alguna querella, vienen a mi, y yo 
pronuncio entre ellos, haciéndoles 
saber los mandatos de Dios v sus le¬ 
ves.» 17 El suegro de Moisés rlijo a 
éste: *IjO que haces no está oien. 
Te consumos neciamente y consumes 
al pueblo que tiene que estar delanlc 
de ti. 18 Ese trabajo es superior a tus 
fuerzas, y no puedes llevarlo tú solo. 
lv Oyeme, yo vov a darte un consejo, 
y que Dios sea Yonligo. Sé tú el re¬ 
presen! ante del pueblo ante Dios, y 
lleva ante él los asuntos. 20 Ensé¬ 
ñales el camino que han de seguir 
y lo que deben haecr. 21 Pero escoge 
de entre todo el pueblo a hombres 
capaces y temerosos de Dios, íntegros, 
enemigos de la avaricia, y consti¬ 


tuyelos sobre el pueblo como jefes 
de millar, de centena, de cincuentena 
y de decena. 22 Oue juzguen ellos 
al pueblo en todo tiempo y te lleven 
a ti los asuntos de mayor importan¬ 
cia, decidiendo ellos mismos en los 
menores. Aligera tn carga, y que te 
ayuden ellos a soportarla. 23 Si esto 
haces, tú podrás sostenerte, y el 
pueblo podrá atender en paz a lo 
suyo.» 24 Siguió Moisés el consejo 
de su suegro, e hizo lo que le había 
dicho. 26 Eligió de cutre todo el 
pueblo a hombres capaces, que puso 
sobre el pueblo como jefes de millar, 
de centena, de cincuentena y de 
deeena. 26 Ellos juzgaban al pueblo 
en todo tiempo, y llevaban a Moisés 
los asuntos graves, resolviendo por 
sí todos los pequeños. 27 Despidió 
Moisés a su suegro, y Jetro se volvió 
a sn tierra. 


Alianza de Dios ron el pueblo 
en el Sinaí. 

1 El día primero del tercer mes 
después de ia salida de Egipto, 
llegaron los hijos de Israel al de¬ 
sierto del Smaí. 2 Partieron de Rafi- 
dim, y llegados al desierto del Sinaí, 
acamparon en el desierto. Israel 
acampó frente a la montaña. 3 Subió 
Moisés a Dios, y Yave le llamó desde 
lo alto de la montaña, diciendo: 
«Habla así a la casa de Jacob, di 
esto a los hijos de Israel*. 4 «Vosotros 
habéis visto lo que yo lie hecho a 
Eeipto, y cómo os he llevado sobre 
alas de águila, y os he traído a mí. 
6 Ahora, si oís mi voz y guardáis mi 
alianza, vosotros seréis mi pueblo 
entre todos los pueblos; porque mía 
es toda la 1 ierra, 6 pero vosotros seréis 
para mí un reino de sacerdotes y 
lina nación santa» (1). Estas son 
las palabras que has de decir a los 
lujos de Israel.» 

7 Moisés vino, y llamó a los an¬ 
cianos de Israel, y les expuso todas 
estas palabras, como Yave so lo 
había mandado. 8 FJ pueblo todo 
entero respondió: «Nosotros haremos 


(i) Este concepto del sacerdocio y de la 

sintidad del pueblo esti estrechamente ligado 

con el de ser Israel el pueblo primogénito de 

Dios. (4. 23 ) Según el derecho primitivo, el 

sacerdocio estaba vmcuUdo a la primogenitura, 

y por tanto Israel, el primogénito de los pueblos, 

es el pueblo sacerdote que, por consiguiente, 

ha de ser santo. 





ÉXODO, 20 


79 


todo cuanto ha dicho Yave.» Moisés 
fué a transmitir a Yavc las palabras 
del pueblo, 9 y Yavc dijo a Moi¬ 
sés M): «Yo vendré a ti en una 
densa nube, para que vea el pueblo 
que yo hablo contigo, y tenga siem¬ 
pre fe en ti.» Una vez que Moisés 
htfbo transmitido a Yavc las palabras 
del pueblo, 10 Yave le dijo: «Ye al 
pueblo, y santifícalos hoy y mañana. 
Que laven sus vestidos, 11 y estén pres¬ 
tos para el día tercero, porque al 
tercer día bajará Yave a la vista de 
todo el pueblo, sobre la montaña del 
Sinaí. 12 Tú marcarás ul pueblo un 
límite en torno, diciendo: Guardaos 
de subir vosotros a la montaña V de 
tocar el límite, porque quien tocare 
la montaña, morirá. 13 No pondrá 
nadie la mano sobre él, sino que será 
lapidado o asaeteado. Hombre o bes¬ 
tia, no ha de quedar con vida. Cuando 
se toque la trompeta, entonces subi¬ 
rán a la montaña. •> 14 Bajá Moisés 
de la montaña a donde estaba el 
pnehlo, y le santificó, y ellos lavaron 
sus vestidos. 15 Después "dijo al pueblo: 
«Aprestaos durante tres días, y nadie 
toque mujer.» 18 Al tercer día hubo 
truenos y relámpagos, y una densa 
nube sobre la montaña, y un muy 
fuerte sonido de trompetas, y el 
pueblo temblaba en el campamento. 
17 Moisés hizo salir de él al pueblo 
para ir al encuentro de P»os, y se 
quedaron al pie de la montaña. 18 Todo 
el Sinaí humeaba, pues había descen¬ 
dido Yave en medio de fuego, y 
subía el humo, como el humo de un 
horno, y toda lá montaña retemhlaba 
inertemente. 19 El sonido de la trom¬ 
peta se hacía cada vez más fuerte. 
Moisés hablaba, y Yavc le respondía 
con una voz. 20 Desceudió Yave sobre 
13 montaña del Sinaí, sobre la cumbre 
de la montaña, v llamó a Moisés a 
la cumbre, y Moisés subió a ella. 
21 Yave dijo *a Moisés: «Baja, y pro¬ 
híbe terminantemente al pueblo que 
traspase el termino marcado, para 
acercarse a Yave y ver. no vayan a 
perecer muchos de ellos. 22 Que aun 
los sacerdotes, que son los que se 
acercan a Yave, se santifiquen, no 
los hiera Yave.» 23 Moisés dijo a 
Ya*ve: «El pueblo no podrá subir a 


(i) En esta teofanía, como en las siguientes, 

preséntase Dios al pueblo en forma de nube, 

figura que Israel no puede reproducir, queriendo 

Dios con esto confirmar el segundo mandamiento 

del Decálogo, como se nos explica en Deuf. 4. 19. 


la mortaña del Sinaí. pues lo has 
prohibido terminantemente, diciendo 
que señalara un límite en torno a la 
montaña y )a santificara.» 24 Yave 
le respondió* «Ve, baja, y subes luego 
con Arón; pero que los sacerdotes y 
el pueblo no traspasen los términos, 
para acercarse a Yave, no los hiera.» 
25 Moisés bajó y se lo dijo al 
pueblo. 


El Decálogo. 

20 l l Y habló Dios todo esto, di- 
Fcien do: 

2 «Yo soy Yavc, tu Dios, que te 
ha sacado "de la tierra do Egipto, 
de la casa de la servidumbre. 3 Tú 
no tendrás otro dios que a mí. 1 * * * No 
te harás imágenes talladas, ni figu¬ 
ración alguna de lo que hay en lo 
alto en los ciclos, ni de lo que hay 
abajo sobre la tierra, ni de lo que 
hay en las aguas debajo de la tierra. 
5 No te postrarás ante ellas, y no las 
servirás, porque yo soy Yave, tu 
Dios, un Dios celoso, que castiga en 
los hijos las iniquidades de los padres, 
hasta la tercera y cuarta generación 
de los que me odian, 8 y hago miseri¬ 
cordia hasta mil generaciones de los 
que me aman y guardan mis man¬ 
damientos. 

7 No tomarás en falso el nombre 
de Yavc, tu Dios, porque no dejará 
Yave sin castigo al que tome en falso 
su nomhre. 

8 Acuérdate del día del sábado para 
santificarlo. 9 Seis días trabajarás y 
harás tus obras, 10 pero el séptimo 
día es día de descanso, consagrado 
a Yavc, tu Dios, y no harás en él 
trabajo alguno, ni tú, ni tu hija, ni 
tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, 
ni el extranjero que esté dentro de 
-tus puertas; 11 pues en seis días hizo 
Yave los cielos y la tierra, el mar y 
cuanto en ellos se contiene, y el sép¬ 
timo descansó; por oso bendijo Yave 
el día Hel sábado y lo santificó. 

12 Honra a tu padre y a tu madre, 
para que vivas largos años en Ja 
tierra que Yavc, tu Dios, te da. 

13 No matarás. 

14 No adulterarás. 

lñ No robarás. 

18 No testificarás contra tu prójimo 
falso testimonio. 

17 No desearás el bien de tu próji¬ 
mo, ni la mujer de tu prójimo, ni su 
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni 






80 


ÉXODO, 21 


su asno, ni nada de cuanto le per¬ 
tenece.» (1). 

18 Todo el pueblo oía los truenos 
y el sonido de la trompeta, y veía 
las llamas y la montaña humeante; 
y atemorizados, llenos de pavor, se 
estaban lejos. 

19 Dijeron a Moisés: «Háblanos tú, 
y te escucharemos; pero que no nos 
hable Dios, no muramos.» 20 Res¬ 
pondió Moisés: «No temáis, que para 
probaros ha venido Dios, para que 
tengáis siempre ante vuestros ojos 
su temor y no pequéis.» 21 El pueblo 
se estuvo" a distancia, pero Moisés 
se acercó ala nube donde estaba Dios. 

22 Í2) Yave dijo a Moisés: «Habla 
así a los hijos de Israel: Vosotros 
mismos habéis visto como os he ha¬ 
blado yo desde el cielo. 23 No os 
hagáis "conmigo dioses de plata, ni 
os hagáis dioses de oro. 24 Me alzarás 
un altar de tierra sobre el cual me 
ofrecerás tus holocaustos, tus hostias 
pacíficas, tus ovejas y tus bueyes. 
En todos los lugares donde yo, haga 
memorable mi nombre, vendré a ti 
y te bendeciré. 2ft Si me alzas altai 
de piedras, no lo harás de piedra* 
labradas, porque al levantar tu cincel 
contra la piedra la profanas. 26 No 
subirás por gradas a mi altar, para 
que no se descubra tu desnudez. 

Leyes respecto de la vida y la 
libertad, 

OI 1 He aquí las leves que les darás: 
^ J 2 Si compras un siervo hebreo, 
te servirá por seis años; al séptimo 


(1) Este decálogo, que contiene los funda 
memos de la ley mosaica, no tiene paralele 
alguno en las religiones gentílicas ni en la filo¬ 
sofía antigua. Fuera del que aquí es el quinto, 
todos sus preceptos tienen forma negativa, 
de prohibición. Tampoco se le ha de considerai 
como idéntico al decálogo cristiano. Es a él 
lo que la ley es al Evangelio. Sus preceptos 
pueden dividirse en tres grupos. El primero, 
que contiene los cuatro primeros preceptos, 
se refiere a Dios, excluyendo toda idolatría, 
las imágenes de Dios en el culto, el perjurio, 
pues el juramento llama, invoca a Dios par 
testigo, y el trabajo en el sábado, que es la pro¬ 
fanación del día por él santificado. El quinto 
precepto prescribe la honra a los padres, y es 
el único a que expresamente se une una pro¬ 
mesa, El tercer grupo se refiere al bien del pró¬ 
jimo, condenando el homicidio, el adulterio, 
el robo, la calumnia, y la codicia de los bienes 
del prójimo, incluyendo en éstos a la mujer. 

(2) El conjunto de leyes comprendido 

entre 20. 22-23. 33* se llama comunmente 

Código de la alianza» 


saldrá libre, sin pagar nada. 1 2 3 Si entró 
solo, solo saldrá; si teniendo mujer, 
saldrá con él su mujer. 4 Pero si el 
amo le dió mujer, y ella le dio a él 
hijos o hijas, la mujer y los hijos 
serán del amo, y él saldrá solo 6 Si 
el siervo dijere: Yo quiero a mi amo, 
a mi mujer y a mis hijos, no quiero 
salir libre; 6 entonces el amo le lle¬ 
vará ante los jueces, y acercándose 
a la puerta de la •"asa o a la jamba 
de ella, le perforará la oreja con un 
punzón, y el siervo lo será suyo de 
por vida. 

7 Si vendiere un hombre a su hija, 
por sierva, no saldrá ésta como los 
otros siervos. 8 Si ella desplace a su 
amo, al que estaba destinada, éste 
permitirá que sea redimida; pero no 
podrá venderla a extraños, después 
de haberla despreciado. 9 Si la des¬ 
tinaba a su hijo, la tratará como se 
trata a los hijos; 10 y si para éste 
tomare otra mujer, proveerá a l a 
sierva de alimento, vestido y lecho . 
11 y sí de estas tres cosas no la pro-’ 
voyere, podrá ella salirse sin pagar 
nada, sin rescate. 

12 Él que hiera mortalmente a otro, 
será castigado con la muerte; 13 pero 
si no pretendía él herirle, y sólo por¬ 
que Dios se lo puso ante la mano le 
hirió, yo le señalaré un lugar donde 
podrá refugiarse. 14 Si de propósito 
mata un hombre a su prójimo tra'do- 
ramente, de mi altar mismo le arran¬ 
carás para darle muerte. 15 El que 
hiera a su padre o a su madre, será 
muerto. 16 El que robe un hombre, 
bájalo vendido o téngalo en su poder, 
será muerto. 17 El que maldijere a 
su padre o a su madre, será muerto. 

18 Si riñen dos hombres, y uno 
hiere al otro con piedra o con el 
puño, sin causarle la muerte, pero 
de modo que éste tuviese que hacer 
cama: 19 si el herido se levanta, y 
puede salir fuera apoyado en su 
bastón, el que le hirió será quito 
pagándole lo no trabajado y lo gas¬ 
tado en la cura. 

20 Si 11110 hiere con palo a su siervo 
o a su sierva, de modo que muriere 
a su mano, se le exigirá responsabi¬ 
lidad; 21 pero si sobreviviere un día 
o dos, no, pues hacienda suya Cra. 

22 Si en riña de hon bres golpeare 
uno a una mujer encinta, y el niño na¬ 
ciere sin más daño, será multado en 
la (..ntidael que el marido de^ la mujer 
pida y decidan los jueces; 23 pero si 
resultare algún daño, entonces dará 





ÉXODO, 22 


81 


vida por vida, 24 ojo por ojo, diente 
por diente, mano por mano, pie por 
pie, 26 quemadura por quemadura, 
herida por herida, cardenal por car¬ 
denal. 

26 Si uno diere a su siervo o a su 
sierva un golpe en un ojo, y se lo 
hiciere perder, habrá de ponerle en 
libertad en compensación del ojo. 
27 Y si le hiciere caer al siervo o a 
la sierva un diente, le dará libertad 
en ‘compensación de su diente. 

28 Si un buey acornea a un hombre 
o a una mujer, y se sigue la muerte, 
el buey será lapidado, no se comerá 
su carne, y el dueño será quito. 
29 Pero si ya de mucho antes el buey 
acorneaba, y requerido el dueño, no 
lo tuvo encerrado, el buey será lapi¬ 
dado, si mata a un hombre o a una 
mujer, pero el dueño será también 
reo de muerte. 30 Si en vez de la 
muerte le pidieran al dueño un pre¬ 
cio como rescate de la vida, pagará 
lo que se le imponga. 31 Si el buey 
hiere a un niño o a una niña, se 
aplicará esta misma ley; 32 pero si 
el herido fuese un siervo o una sierva, 
pagará el dueño treinta sidos de 
plata al dueño del esclavo o de la 
esclava, y el buey será lapidado. 

33 Si uno abre una cisterna, o cava 
una, y no la cubre, y cayere en ella 
un buey o un asno, 34 pagará el 
dueño de la cisterna en dinero el 
precio al dueño de la bestia, pero lo 
muerto será para él. 

36 Si el buey de uno acornea a un 
buey de otro, y éste muere, se ven¬ 
derá el buey vivo, partiéndose el 
precio, y se repartirán igualmente el 
buey muerto. 36 Pero si se sabe que 
el buey acorneaba ya de mucho tiem¬ 
po atrás, y su dueño no lo tuvo ence¬ 
rrado, dará éste buey por buey, y 
el buey muerto será para él. 


Leyes relativas a la propiedad. 

íyey 1 Si uno roba un buey o una 
' oveja, y lo mata o la vende, res¬ 
tituirá cinco bueyes por uno y cuatro 
ovejas por oveja*. 2 Si el ladrón fuere 
sorprendido forzando de noche, y 
fuese herido y muriese, no será el que 
le hiere reo de sangre; 3 pero si hu¬ 
biese ya salido el sol, responderá cíe 
la sangre. 4 El ladrón restituirá; y 
si no tiene con qué, será vendido por 
b» que robó; y si lo que robó, buey., 
asno u oveja", se encuentra todavía 


vivo en sus manos, restituirá ei doble. 
6 Si uno daña un campo o una viña, 
dejando pastar su ganado en el campo 
o en la v'ña de otro, restituirá por 
lo mejor del campo o lo mejor de 
la viña. 

6 Si propagándose un fuego por los 
espinos, quema mieses recogidas o 
en pie, o un campo, el que encendió 
el fuego pagará el daño. 7 Si uno 
da a otro en depósito dinero o uten¬ 
silios, y fueren éstos robados de la 
casa del otro, el ladrón, si es hallado, 
restituirá el doble. 8 Si no parece el 
ladrón, el dueño de la casa se pre¬ 
sentará ante Dios, jurando no haber 
puesto su mano sobre lo ajeno. 9 Toda 
acusación de fraude, sea de buey, de 
asno, de oveja, de vestido, de cual¬ 
quier cosa desaparecida, de que se 
diga, «esto esn, decídase por jura¬ 
mento ante Dios. El que fuere con¬ 
denado restituirá el doble. 

10 Si uno entrega en depósito a su 
prójimo, asno, buey, oveja o cual¬ 
quier otra bestia, y lo depositado 
muere, o se estropea, o es cogido 
por los enemigos, sin que nadie lo 
haya visto, 11 se interpondrá entre 
ambas partes el juramento de Yave, 
de no haber puesto el depositario 
mano sobre el bien de su prójimo. 
El dueño aceptará el juramento, y 
el depositario no será obligado a 
restituir; 12 pero si la bestia le fué 
robada, restituirá al dueño. 13 Ri la 
bestia fuere despedazada, preséntese 
lo destrozado, y no tendrá que res¬ 
tituir. 

14 Si uno pide a otro prestada una 
bestia, y ésta se estropea o muere, 
no estando presente el dueño, el 
prestatario será obligado a restituir; 
15 pero si estaba presente el dueño, 
no tendrá que restituir e) prestata¬ 
rio. Si el préstamo fué por precio, 
reciba el dueño lo estipulado. 

16 Si uno seduce a una virgen no 
desposada, y tiene con ella comercio 
carnal, pagará su dote y la tomará 
por mujer. 17 Si el padre rehúsa 
dársela, el seductor pagará la dote 
que se acostumbra dar por las vír¬ 
genes. 

18 No dejarás con vida a los hechi¬ 
ceros. 

19 El reo de bestialidad será muerto. 

20 Los que ofrezcan sacrificios a 
dioses extraños serán exterminados. 

21 No maltratarás al extranjero ni 
i le oprimirás, pues extranjeros fuisteis 
| vosotros en la tierra de Egipto. 


6 








82 


ÉXODO, 23 


22 No dañarás a la viuda ni al 
huérfano. 23 Si eso haces, ellos cla¬ 
marán a mí, y yo oiré sus clamores: 
24 se encenderá mi cólera y os des¬ 
truiré por la espada, y vuestras mu¬ 
jeres serán viudas, y vuestros hijos, 
huérfanos. 

26 Si prestas dinero a uno de mi 
pueblo, a un pobre que habita en 
medio de vosotros, no te portarás 
con él como acreedor, y no le exigirás 
usura. 

26 Si tomas en prenda el manto de 
tu prójimo, se lo devolverás antes 
de la puesta del sol, 27 porque con 
eso se cubre él, con eso viste su carne, 
y ¿con qué va a dormir? Clamará a iní, 
y yo le oiré, porque soy misericordioso. 

28 No desacreditarás a los jueces, 
ni denigrarás a los príncipes de tu 
pueblo. 

29 No dilatarás ofrecerme las pri¬ 
micias de tus cosechas y de tu lagar. 
IVle darás el primogénito de tus hijos. 
30 Así harás con el primogénito de 
tus vacas y tus ovejas; quedará 
siete días con su madre, y al octavo 
me lo darás. 

31 Sed para mí santos. No comeréis 
la carne despedazada en el campo, 
se la echaréis a los perros. 

23 1 No esparzas rumores falsos. 

No te unas con los impíos para 
testificar en falso. 2 No te dejes arras¬ 
trar a ello por otros. 

En las causas no respondas porque 
así respondan otros; 3 ni aun en las 
de los pobres mentirás por compa¬ 
sión de ellos. 

4 Si encuentras el buey o el asno 
de tu enemigo perdidos, llévaselos. 
5 Si encuentras el asno de tu enemigo 
caído bajo la carga, no pases de 
largo, ayúdale a levantarlo. 

6 No tuerzas el derecho del pobre 
en sus causas. Aléjate de toda men¬ 
tira, y no hagas morir al inocente 
y al justo, porque yo no absolveré 
al culpable. 8 No recibas regalos, 
que ciegan a los prudentes y tuercen 
la justicia. 

9 No hagáis daño al extranjero; 
ya sabéis lo que es un extranjero, 
pues extranjeros fuisteis vosotros en 
la tierra de Egipto. 


Diversas leyes ceremoniales. 

10 Sembrarás tu tierra seis años y 
recogerás sus colchas; 11 al séptimo 


la dejarás descansar, que coman los 
pobres de tu pueblo, y lo que quede 
lo coman las bestias del campo. Eso 
harás también con las viñas y los 
olivares. 

12 Seis días trabajarás, y descan¬ 
sarás al séptimo, para que descansen 
también tu buey y tu asno, y se 
recobre el hijo de tu esclava y el 
extranjero. 

13 Guardad cuanto os he mandado. 
No te acuerdes del nombre de dioses 
extraños, ni se oiga de tus labios. 

14 Tres veces cada año (1) cele¬ 
braréis fiesta solemne. 16 Guarda la 
fiesta de los ácimos, comiendo ácimo 
siete días, como os he mandado, en 
el mes de Abib; pues en esc mes 
saliste de Egipto. No te presenta; 
rás ante mí con las manos vacías 

16 También la solemnidad del co¬ 
mienzo de la recolección, de las pri¬ 
micias de tu trabajo, de cuanto 
hayas sembrado en tus campos. 

17 También la solemnidad del fin 
del año y de la recolección, cuando 
habrás recogido del campo todos sus 
frutos. 18 Tres veces en el año com¬ 
parecerá todo varón ante Yavc, tu 
Dios. 

No acompañarás de pan fermentado 
la sangre de tu víctima, ni dejarás 
la carne de ésta para el día siguiente. 

19 Llevarás a la casa de Yavc, 
tu Dios, las primicias de los frutos 
de tu suelo. 

No cocerás el cabrito en la leche 
de su madre. 

20 Yo mandaré a un ángel ante ti, 
para que te defienda en el camino 
y te haga llegar al lugar que te he 
dispuesto. 21 Acátale, y escucha su 
voz, no le resistas, porque no per¬ 
donará vuestras rebeliones y porque 
lleva mi nombre. 22 Pero si le escu¬ 
chas, y haces cuanto él te diga, 
yo seré el enemigo de tus enemigos, 
y afligiré a los que te aflijan, 23 pues 
mi ángel marchará delante de ti y 
te conducirá a la tierra de los amo- 
neos, de los goteos, de los fcrcceos 
de los cananeos, de los jeveos y de 
los jebuseos, que yo exterminaré. 

(i) Estas fiestas tienen un doble carácter; 
son fiestas agrícolas, y en este aspecto, si no 
todas, alguna se halla entre los pueblos gentiles. 
Para Israel, el principal aspecto es el histórico. 
\a pascua, conmemoración de la salida de Egip¬ 
to; la fiesta de los tabernáculos, memoria de la 
estancia en el desrerio; la de Pentecostés, si no 
lo fué desde el principio, quedó después como 
conmemoración de la promulgación de la ley. 







ÉXODO, 24, 25 


83 


24 No adores sus dioses ni los sirvas; 
no imites sus costumbres, y derriba 
y destruye sus cipos. 26 Servirás a 
Yave, tu Dios, y él bendecirá tu 
pan y tu agua, y alejará de en medio 
de vosotros las enfermedades, 26 y 
no habrá en vuestra tierra mujer 
que se quede sin hijos, ni sea estéril, 
y vivirás largos años. 27 Mi terror 
íe precederá, y perturbaré a todos 
los. pueblos a que llegues, y todos 
tus enemigos volverán ante ti las 
espaldas, 28 y mandaré ante ti tába¬ 
nos, que pondrán en fuga a jeveos, 
cananeos y geteos delante de ti. 

29 No los arrojaré en un solo año, 
no quede la tierra desierta, y se 
multipliquen contra ti las fieras. 

30 Poco a poco los haré desaparecer 
ante ti hasta que crezcas y poseas la 
tierra. 31 Te doy por confines desde 
el Mar Rojo hasta el Mar de Pales¬ 
tina y desde el desierto hasta el río. 
Pondré en tus manos a los habitan¬ 
tes de esa tierra, y los arrojarás 
de ante ti. 32 No pactarás con ellos 
ni con sus dioses; 33 no sea que habi¬ 
tando en tu tierra, te hagan pecar 
contra mí y sirvas a sus dioses, que 
sería tu ruina.» 


Moisés, con I09 ancianos, sube 
al Sinaí. 

¿v 4 1 Dijo también a Moisés: «Sube 
a Yave tú, Arón, Nadab y 
Abiú, con setenta de los ancianos 
de Israel, y adoraréis desde lejos. 

2 Sólo Moisés se acercará a Yave, 
pero ellos no se acercarán, ni subi¬ 
rá con ellos el pueblo.» 3 Vino, pues, 
Moisés, y trasmitió al pueblo todas 
las palabras de Yave y sus leyes, 
y el pueblo a una voz respondió: 
«Todo cuanto ha dicho Yave, lo 
cumpliremos.» 4 Escribió Moisés to¬ 
das las palabras de Yave. Levantóse 
de mañana, y alzó al pie de la mon¬ 
taña un altar y doce piedras, por 
las doce tribus de Israel; 6 y mandó a 
algunos jóvenes, hijos de Israel, y 
ofrecieron a Yave holocaustos, inmo¬ 
laron toros, víctimas pacíficas a Yave. 

6 Tomó Moisés la mitad de la san¬ 
gre, poniéndola en vasijas, y la otra 
mitad la derramó sobre el altar. 

7 Tomando después el Libro de la 
Alianza, se lo leyó al pueblo, que 
respondió: «Todo cuanto dice Yave, 
lo cumpliremos, obedeceremos.» 8 To¬ 
mó él la sangre y aspergió al pueblo, 


diciendo: «Esta es la sangre de la 
alianza que hace con vosotros Yave: 
sobre todas estas palabras.» 9 Subió 
Moisés con Arón, Nadab y Abiú y 
setenta ancianos de Israel, 10 y vieron 
al Dios de Israel. Bajo sus pies había 
como un pavimento de baldosas de 
zafiro, brillantes como el mismo cielo. 
11 No tendió su mano contra los que 
de lejos le vieron. Comieron y be¬ 
bieron. 


Sube Moisés solo a la cumbre 
del Sinaí. 

12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a mí 
al monte y estáte allí. Te daré 
unas tablas de piedra, escritas en 
ellas las leyes y mandamientos que 
te he dado, para que se las enseñes.» 

13 Cuando iba á subir Moisés a la 
montaña con Josué, su ministro 

14 dijo a los ancianos: «Esperadnos 
aquí hasta que volvamos. Quedan 
con vosotros Arón y Jur; si alguna 
cosa grave hay, llevadla a ellos.» 

15 Subió Moisés a la montaña, y 
la nube la cubrió. 16 La gloria de Yave 
estaba sobre el monte Sinaí y la 
nube la cubrió durante seis días. 
Al séptimo llamó Yave a Moisés de 
en medio de la nube. 17 La gloria de 
Yave parecía a los hijos de Israel 
como un fuego devorador sobre la 
cumbre de la montaña. 18 Moisés 
penetró dentro de la nube, y subió 
a la montaña, quedando allí cuarenta 
’ías y cuarenta noches. 


Mandato de construir el Taber¬ 
náculo. 


op 1 Yave habló a Moisés, di- 
j£o ciendo: 2 «Di a los hijos de 
Israel que me traigan ofrendas; vos¬ 
otros las recibiréis para mí, de cual¬ 
quiera que de buen corazón las ofrez¬ 
ca. 3 He aquí las ofrendas que reci¬ 
biréis de ellos: oro, plata y bronce; 
4 púrpura violada y púrpura escar¬ 
lata, carmesí; lino fino y pelo de 
cabra; 6 pieles de carnero teñidas de 
rojo y teñidas de violeta; madera de 
acacia; 6 aceite para las lámparas, 
aromas para el óleo de unción, y 
para los incensarios; 7 piedras de 
ónice y otras piedras de engaste 
para el efod y el pectoral. 8 Que me 
hagan un santuario, y habitaré en 
medio de ellos. 9 Os ajustaréis a 






84 


ÉXODO, 25 


cuanto voy a mostrarte como modelo 
del santuario y de sus utensilios (1). 

151 arca, el propiciatorio, los 
querubines. 

10 Se hará un arca de madera de 
acacia, dos codos y medio de larga, 
codo y medio de ancha y codo y 
medio de alta. 

11 La cubrirás de *oro puro, por 
dentro y por iuera, y en torno de 


17 Harás un propiciatorio de oro 
puro, de dos codos y medio de largo 
y un codo y medio de ancho. 18 Harás 
dos querubines de oro, de oro macizo, 
a los dos extremos del propiciatorio, 
19 uno al uno, otro al otro lado de él. 
Los dos querubines estarán a los 
dos extremos. 20 Estarán cubriendo 
cada uno con sus dos alas desde arriba 
el propiciatorio, de cara el uno al 
otro, mirando al propiciatorio. 21 P.on- 
drás el propiciatorio sobre el arca' 



ella pondrás una moldura de oro. 
12 Fundirás para ella cuatro anillos 
de oro, que pondrás en los cuatro 
ángulos, dos de un lado y dos de 
otro. 13 Harás unas barras de madera 
de acacia, y las cubrirás de oro, 
14 y las pasarás por los anillos de los 
lados del arca para que pueda lle¬ 
varse. 1S Las barras quedarán siempre 
en los anillos y no se sacarán. 

16 En el arca pondrás el testimonio 
que yo te daré. 


(i) Fue, pues, construido el tabernáculo 
y sus utensilios con los despojos de Egipto, 
(i2. 34.) Minas de cobre para el bronce las 
había en la península del Sinal, muy conocidas 
y explotadas por los egipcios. 


encerrando en ella el testimonio que 
yo te daré. 22 Allí me encontrarás, 
y de sobre el propiciatorio, de en 
medio de los dos querubines, te 
comunicaré yo todo cuanto para los 
hijos de Israel te mandare (1). 


La mesa. 

23 Harás de madera de acacia una 
mesa de dos codos de largo, un 
codo de ancho y codo y medio de 


(1) Estas palabras expresan un hecho 
fundamentalísimo en la religión mosaica, la 
habitación de Dios en medio de su pueblo, 
hecha sensible en el tabernáculo y después en 























ÉXODO, 26 


8 .”) 


alto; 24 la revestirás de oro puro, y 
harás de ella una moldura de oro 
todo en derredor. 25 Harás también 
un reborde de un codo de alto en 
torno, enguirnaldado de oro. 26 Le 
harás también cuatro anillos de oro, 
que pondrás en los cuatro ángulos, 
cada uno a su pie 27 y por debajo 
de la moldura de oro, para meter 
por ellos las barras, para llevar la 
mesa. 28 Las barras para llevar la 



mesa las harás también de madera 
de acacia y las cubrirás de oro. 
29 Harás también sus platos, sus 
navetas, sus copas, sus tazas para 
las libaciones, 30 y tendrás sobre 
esa mesa perpetuamente ante mí los 
panes de la proposición. 


solo cuerpo, y todo de oro puro, ma¬ 
cizo. 87 Harás para él siete lámparas, 
que pondrás sobre el candelabro, 
para que luzcan de frente. 38 Las 
despabiladeras y la cazoleta donde se 
apaguen los pábilos cortados, serán 



El candelabro de oro. 

31 Harás un candelero de oro puro, 
todo lo harás de oro puro, de oro 
macizo, con su base, su tallo, sus 
cálices, sus globos y sus lirios sa¬ 
liendo de él. 32 Seis brazos saldrán 
de sus lados, tres del uno y tres del 
otro. 33 Tres cálices, a modo de flores 
de almendro; tendrá el primer brazo, 
con sus globos y lirios; tres cálices, 
a modo de flores de almendro, con 
sus globos y lirios, el segundo; y 
lo mismo todos los seis brazos que 
salen del tallo. 34 El tallo llevará 
cuatro cálices, a modo de flores de 
almendro, con sus globos y lirios: 
de cada dos brazos saldrá una flor, 
una sobre los dos inferiores, otra 
sobre los dos siguientes, y otra sobre 
los dos superiores. 36 Todo hará un 


el templo, que la gloria de Dios llena, al inau¬ 
gurarse. Esta es la principal gloria de Israel 
ante las naciones, ser el pueblo de Dios y ser 
Dios el Dios de este pueblo. (Deut. 4. 7.) 


de oro puro, 39 Un talento de oro 
puro se empleará para hacer el can¬ 
delabro con todos sus utensilios. 
40 Mira, y hazlo conforme al modelo 
que en la montaña se te ha mostrado. 


La morada o habitáculo. 

1 La morada la harás de diez 

cortinas; de hilo torzal de lino 
fino, teñido de púrpura violeta, púr¬ 
pura escarlata y carmesí, entretejido 
y representando querubines en tejido 
plumario. 2 Cada cortina tendrá 
veintiocho codos de largo y cuatro 
codos de ancho; todas las cortinas 
tendrán las mismas dimensiones. 3 Las 
unirás de cinco en cinco, 4 y pondrás 
lazos de púrpura violeta en el borde 
de la cortina que termina el primer 
conjunto y lo mismo en el extremo 
del segundo. 5 Cincuenta lazos en el 
borde del primero y cincuenta en el 
borde del segundo, correspondién¬ 
dose los lazos los unos a los otros. 














































ÉXODO, 26 


87 


Pondrás cincuenta anillas en uno 
de los conjuntos de cortinas y cin¬ 
cuenta en el otro, contrapuestas 
entre sí. 6 Harás cincuenta garfios 
de oro, y unirás con ellos una cortina 
a la otra, para que hagan una sola 
morada. 7 Harás también once tapi¬ 
ces de pelo de cabra para el taber¬ 
náculo, que cubrirá la morada. 8 Cada 
tapiz tendrá treinta codos de largo 
y cuatro de ancho. 9 Los unirás en 
dos grupos, uno de cinco y el otro 


sobre ésta, de pieles teñidas de color 
violeta. 16 Harás también para la 
morada tablones de madera de aca¬ 
cia, que pondrás de pie, 16 y tendrán 
cada uno diez codos de largo y codo 
y medio de ancho. 17 En cada uno 
habrá dos espigas paralelas entre sí. 
18 De estos tablones, veinte estarán 
en el lado del austro, hacia el medio¬ 
día. 19 Harás cuarenta basas de plata 
para debajo de los veinte tablones, 
dos basas para debajo de cada tablón, 



de seis, de modo que el sexto tapiz 
del segundo se doble sobre el frente 
del tabernáculo.. 10 Harás cincuenta 
anillos de bronce, para el borde de 
uno de los conjuntos, para que pueda 
unirse al otro, y cincuenta para ej 
borde del otro, para que pueda unirse 
al primero. 11 Harás también cin¬ 
cuenta garfios de bronce, para unir 
anillos con anillos, de modo que todo 
haga un solo tabernáculo. 12 Lo 
que sobresale de los tapices del uno 
que hay más, la mitad del tapiz 
sobrante, penderá sobre la parte pos¬ 
terior de la morada; y la otra mitad, 
13 un codo de un lado, un codo del 
otro, que es lo que sobra de lo largo 
del tabernáculo, se extenderá sobre 
los lados de lo morada, a uno y a 
otro, para cubrirlos. 

14 Harás también para el taber¬ 
náculo una cubierta de pieles de 
carnero, teñidas de escarlata, y otra 


para las dos espigas. 20 En el otro 
lado de la morada, que mira al aquilón, 
liarás otros veinte tablones 21 y cua¬ 
renta basas de plata, dos basas para 
debajo de cada tablón. 22 Al lado 
que mira al occidente pondrás seis 
tablones, 23 y otros dos en cada 
uno de los ángulos posteriores de 
la morada, 24 unidos ambos desde 
abajo hasta arriba, de modo que 
cada dos vengan a hacer un tablón 
angular. 26 Son, pues, entre todos 
ocho tablones con sus dieciseis basas 
de plata. 26 Harás también barras 
traveseras de madera de acacia, 
cinco para los tablones de un lado, 
27 cinco para los del otro, y cincp 
para los tablones de la morada del 
lado que cierra el fondo hacia el 
occidente. 28 La barra travesera de 
en medio, que pasará por el medio 
de los tablones, se extenderá a todo 
lo largo de cada pared, desde el uno 

























































88 


ÉXODO, 26 


al otro extremo. 29 Los tablones los 
recubrirás de oro, y harás de oro 
los anillos en que han de entrar 
las barras traveseras, y éstas las 


-r 



































■ 










































recubrirás también de oro. 30 Toda 
la morada la harás conforme al 
modelo que en la montaña te ha 
sido mostrado. 


El velo de separación en 
la morada. 

31 Haz también un velo de lino 
torzal, de púrpura violeta, púrpura 
escarlata y carmesí, entretejido en 
tejido plumario, figurando queru¬ 
bines. 32 Le colgarás de cuatro colum¬ 
nas de madera de acacia recubier¬ 
tas de oro, provistas de corchetes 
de oro, y sus cuatro basas de plata. 
33 Colgarás el velo de los corchetes, 
y allí, detrás del velo, pondrás el ¡ 


arca del testimonio. 34 El velo ser¬ 
virá para separar el lugar santo del 
lugar santísimo. 36 Pondrás sobre 
el arca del testimonio el propicia¬ 
torio, en el lugar santísimo. La mesa 
la pondrás delante del velo; y frente 
a la mesa, el candelabro. Éste, del 
lado meridional de la morada; la 
mesa, del lado del norte. 




La cortina para la entrada del 
habitáculo. 

36 Harás también para la entrada 
del habitáculo un velo de lino torzal, 













































ÉXODO, 27 <xíi 


púrpura violeta, púrpura escarlata y 
carmesí, entretejido en tejido plu¬ 
mario. 37 Para este velo harás cincoi 
columnas de madera de acacia, recu¬ 
biertas de oro y con corchetes dej 
oro, y fundirás para ellas cinco basas 
de bronce. 


para el altar barras de madera de 
acacia, y las recubrirás de bronce. 
7 Pasarán por sus anillos, y estarán 
a ambos lados del altar cuando haya 
de transportarse. 8 Lo harás hueco, 
en tableros, como en la montaña te 
ha sido mostrado. 



El altar de los holocaustos. 

27 1 Harás un altar de madera 
de acacia de cinco codos de 
largo y cinco de ancho, cuadrado, y 
tres codos de alto. 2 A cada uno de 
sus cuatro ángulos pondrás un cuerno; 
saldrán del altar, y los revestirás 
de bronce. 3 Harás para el altar un 
vaso para recoger las cenizas, paleta, 
aspersorio, tenazas e incensario; todos 
estos utensilios serán de bronce. 
4 Harás para él una rejilla de bronce 
en forma de malla, y a los cuatro 
ángulos de la rejilla pondrás cuatro 
anillos de bronce. 5 La colocarás 
debajo de la corona del altar, a la 
mitad de la altura de éste. 6 Harás 


El atrio. 


9 Harás para la morada un atrio. 
Del lado del mediodía tendrá el atrio 
cortinas de lino torzal, en una exten¬ 
sión de cien codos a lo largo del lado, 

10 y veinte columnas con sus basas 
de bronce. Los corchetes de las co¬ 
lumnas y sus anillos serán de plata. 

11 Lo mismo en el lado del norte, 
tendrá cortinas en un largo de cien 
codos, y veinte columnas con sus 
veinte basas de bronce. Los corchetes 
de las columnas y sus anillos seián 
de plata. 12 Del lado del occidente 
tendrá cortinas a lo largo de cincuenta 
codos, y diez columnas con sus diez 
basas. 13 Del lado de oriente, tendrá 















90 


ÉXODO, 28 


también cincuenta codos 14 y en él 
habrá cortinas, a lo largo de quince 
codos desde un extremo 15 y quince 
desde el otro, con tres columnas y 
tres basas en una parte, y tres co¬ 
lumnas y- tres basas en la otra. 
16 Para la entrada del atrio habrá 
un velo de veinte codos, de lino 
torzal en púrpura violeta, púrpura 
escarlata y carmesí, entretejido en 
tejido plumario, que colgará de cuatro 
columnas con sus cuatro basas. 17 To¬ 
das las columnas que cierran el atrio 
tendrán corchetes de plata y basas 
de bronce. 18 Será el atrio de cien 
codos de largo, cincuenta de ancho 
de ambos lados y cinco de alto, de 
lino torzal y basas de bronce. 

19 Todos los utensilios para el ser¬ 
vicio de la morada, todos sus clavos 
y todos los clavos del atrio serán de 
bronce. 20 Manda a los hijos ele Israel 
que traigan aceite de olivas macha¬ 
cadas, para alimentar continuamente 
la lámpara. 21 En el tabernáculo de 
la reunión, del lado de acá del velo 
tendido delante del testimonio, Arón 
y sus hijos las prepararán, para que 
ardan de la noche a la mañana en 
presencia de Yave. Es ley perpetua 
para los hijos de Israel, de generación 
en generación. 


Las vestiduras sacerdotales. 

1 Y tú haz que se acerque Arón, 
tu hermano, con sus hijos, de en 
medio de los hijos de Israel, para que 
sean mis sacerdotes: Arón y Nadab, 
Abiú, Eleazar e Itamar, hijos de 
Arón. 

2 Harás a Arón, tu hermano, ves¬ 
tiduras sagradas, para gloria y orna¬ 
mento. 3 Te servirás para ello de los 
hombres diestros que ha llenado el 
espíritu de sabiduría, y ellos harán 
las vestiduras de Arón, para consa¬ 
grarle, para que ejerza mi sacerdocio. 
4 He aquí lo que han de hacer: un 
pectoral, un efod, una sobretúnicn, 
una túnica a cuadros, una tiara y un 
ceñidor. 6 Se emplearán para ellas 
oro y telas tejidas en jacinto, púr¬ 
pura y carmesí, y lino fino. 


El efod. 

6 El efod lo harán de oro, e hilo 
torzal de lino, púrpura violeta, púr¬ 
pura escarlata y carmesí, artística¬ 


mente entretejidos. 7 Tendrá dos 
hombreras para unirse la una con 
la otra banda, dos por extremo, y 
así se unirán. 8 El cinturón que lle¬ 
vará para ceñírselo será del mismo 
tejido que él, de lino torzal, oro, 
púrpura violeta, púrpura escarlata 
y carmesí. 9 Toma dos piedras de 
ónice, y graba en ellas los nombres 
de los hijos de Israel, 10 seis de ellos 
en una y seis en la otra, por H orden 
de su generación. 11 La.> tallarás 
como se tallan las piedras preciosas, 
y grabarás los nombres de los hijos 
de Israel, como se graban los sellos; 
y las engarzarás en oro, 12 y las pon¬ 
drás en los hombros del efod, una 
en cada uno, para memoria de los 
hijos de Israel; y así llevará Arón 
sus nombres sobre los hombros ante 
Yave, para memoria. 13 Harás tam¬ 
bién engarces de oro 14 y dos cade¬ 
nillas de oro puro, a modo de cordón, 
y las fijarás en los engarces. 


El pectoral. 

15 Harás un pectoral de juicio, del 
misino tejido del efod, de hilo torzal 
de lino, oro, púrpura violeta, púr¬ 
pura escarlata y carmesí. 16 Será 
cuadrado y doble, de un palmo de 
largo y uno de ancho. 17 Le guarne¬ 
cerás de pedrería en cuatro filas. 
En la primera fila pondrás una 
sardónica, un topacio y una esme¬ 
ralda; 18 en la segunda un rubí, un 
zafiro y un diamante; 19 en la ter¬ 
cera un ópalo, un ágata y una ama¬ 
tista; 20 y en la cuarta un crisólito, 
un ónice y un jaspe. 21 Todas estas 
piedras irán engarzadas en oro, cu¬ 
briendo el pectoral, doce en número 
según el número de los hijos de Is¬ 
rael; como se graban los sellos, así 
se grabará en cada una el nombre de 
cada una de las doce tribus. 22 Harás 
para el pectoral cadenillas de oro 

Í rnro, retorcidas a modo de cordón, 
3 y dos anillos de oro, que pondrás 
a dos de los extremos del pectoral; 
24 pasarán los dos cordones de oro 
por los dos anillos fijados en los extre¬ 
mos del pectoral; 26 y fijarás dos extre¬ 
midades de los cordones a los engarces 
del pectoral y las otras dos extremi¬ 
dades las unes a los engarces de la 
parte anterior de las dos piedras de 
los hombros del efod. 26 Harás otros 
dos anillos de oro, que pondrás a los 
dos extremos inferiores del pectoral, 





ÉXODO, 29 


91 


en el borde interior que se aplica el 
efod, 27 y dos anillos de oro, que pon¬ 
drás en la parte superior de las hom¬ 
breras del efod, por delante, cerca 
de la unión, y por encima del cin¬ 
turón del efod. 28 Se unirá el pectoral 
por sus anillos a los anillos del efod 
con una cinta de jacinto, para que 
quede el pectoral por encima del 
cinturón del efod, sin poder separarse 
de él. 29 Así, cuando entre Arón 
en el santuario, llevará sobre su 
corazón los nombres de los hijos 
de Israel en el pectoral de juicio, 
en memoria perpetua ante Ya ve. 
30 Pondrás también en el pectoral 
de juicio los urim y los tummím , 
para que estén sobre el corazón de 
Alón cuando se presente ante Ya ve, 
y lleve así constantemente sobre su 
corazón ante Yave el juicio de los 
hijos de Israel. 


La sobretúnica. 


31 La tela de la sobretiinica del 
efod la harás toda enteriza de jacinto. 

32 Tendrá en medio una abertura 
para la cabeza, y esta abertura 1 
tendrá todo en torno un refuerzo, 
tejido como el que llevan las orlas 
de los vestidos para que no se rompan. 

33 En la parte inferior pondrás gra¬ 
nadas de jacinto, de púrpura y de¡ 
carmesí, alternando con campani-j 
lias de oro, todo en derredor, 34 una 
campanilla de oro y una granada 
sobre la orla de' la vestidura, todo 
en torno. 35 Arón se revestirá de 
ella para su ministerio, para que se 
haga oír el sonido de las campa¬ 
nillas cuando entre y salga del san¬ 
tuario Yave, y no muera. 


La diadema. 


36 Harás una lámina de oro puro, 
y grabarás en ella como se graban 
los sellos: «Santidad a Yave.» 37 La 
sujetarás con una cinta de jacinto 
a la tiara por delante. 38 Estará 
sobre la frente de Arón, y Arón 
llevará las faltas cometidas en todo 
lo santo que consagren los hijos de 
Israel en toda suerte de santas ofren¬ 
das; estará constantemente sobre la 
frente de Arón ante Yave, para que 
hallen gracia ante él. 


La túnica, ia tiara y los calzones. 

39 La túnica la harás de lino, y 
una tiara también de lino y un cin¬ 
turón de varios colores. 

40 Para los hijos de Arón harás 
túnicas, cinturones y tiaras, para 
gloria y ornamento. 41 De estas ves¬ 
tiduras revestirás a Arón, tu hermano, 
y a sus hijos. Los ungirás, les llenarás 
las manos y los santificarás, para que 
me sirvan de sacerdotes. 42 Hazles 
calzones de lino para cubrir su des¬ 
nudez, que lleguen desde la cintura 
hasta los muslos. 43 Los llevarán Arón 
y sus hijos cuando entren en el ta¬ 
bernáculo de la reunión, y cuando 
se acerquen al altar para servir en 
el santuario; así no incurrirán en 
falta y no morirán. Es ley perpetua 
ésta para Arón y para sus descen¬ 
dientes después de él. 


La consagración de los sacerdotes. 

29 4 He aquí lo que has de hacer 

~' para consagrarlos sacerdotes a 
mi servicio. Tomarás de entre el ga¬ 
nado un novillo y dos carneros, todos 
sin mácula; 2 panes ácimos, tortas 
ácimas, amasadas con aceite, y fri¬ 
suelos ácimos untados de aceite, todo 
ello hecho de flor de harina de trigo; 
3 y lo pondrás todo en un cestillo, 
y lo presentarás así, al tiempo de la 
presentación del novillo y de los dos 
carneros. 4 Haz a Arón y a sus hijos 
avanzar a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, y lávalos con agua. 
5 Después, tomando las vestiduras, 
viste a Aróft la túnica, la sobretúníca, 
el efod y el pectoral, y cíñele el efod 
con el cinturón. 6 Pon sobre su cabeza 
la tiara, V en la tiara la lámina de 
la santidad. 7 Toma el óleo de uncio¬ 
nes, derrámalo sobre su cabeza, y 
le ungirás. 8 Haz que se acerquen sus 
hijos, y les revistes las túnicas, 9 los 
ciñes con los cinturones y les pones 
las tiaras. A ellos les corresponderá 
el sacerdocio por ley perpetua. Tú 
instituirás a Arón y a sus hijos. 
10 Trae luego el novillo ante el ta¬ 
bernáculo de la reunión, y Arón y 
sus hijos pondrán sus manos sobre 
la cabeza del novillo. 11 Degüella el 
novillo ante Yave, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión; 12 toma 
la sangre del novillo, y con tu dedo 
unta de ella los cuernos del altar, 
v la derramas al píe del altar. 13 Coge 





92 


ÉXODO, 29 


todo el sebo que cubre las entrañas, 
la redecilla del hígado y los dos ri¬ 
ñones con el sebo que los envuelve, 
y lo quemas todo en el altar. 14 La 
carne del novillo, la piel y los excre¬ 
mentos, los quemarás fuera del cam¬ 
pamento. Este es el sacrificio por el 
pecado. 

15 Tomarás luego uno de los car¬ 
neros, y Arón y sus hijos pondrán sus 
manos sobre la cabeza de aquél; 

16 degüella el carnero, y riega con su 
sangre el altar todo en derredor. 

17 Descuartiza el carnero, y lavando 
las entrañas y las piernas, las pones 
sobre los otros trozos y la cabeza, 

18 y lo quemarás todo sobre el altar. 
Es el holocausto a Yave, de suave olor, 
el sacrificio a Yave por el fuego. 

19 Toma luego el otro carnero, y 
Arón y sus hijos le pondrán sus 
manos sobre la cabeza. 20 Degüella 
el carnero, y tomando su sangre, unta 
de ella el lóbulo de la oreja derecha 
de Arón y el lóbulo de la oreja dere¬ 
cha de sus hijos, el pulgar de sus 
manos derechas y el pulgar de sus 
pies derechos, y regarás de sangre el 
altar todo en derredor. 21 Coge de 
la sangre que habrá sobre el altar 
y el óleo de unciones, y asperge a 
Arón y sus vestiduras, y a sus hijos 
y sus vestiduras, y así será consagrado 
él y sus vestiduras, sus hijos y sus 
vestiduras. 22 Coge el sebo del car¬ 
nero, la cola, el sebo que cubre las 
entrañas, la redecilla del hígado, los 
dos riñones con el sebo que los en¬ 
vuelve y la pierna derecha, pues este 
carnero es carnero de inauguración. 

23 También del ccstillo de ácimos 
puesto ante Yave, toma un pan, una 
torta y un frisuelo, 24 y pon todo 
esto en las palmas de las manos de 
Arón y de sus hijos, y haz que las 
agiten como ofrenda agitada ante 
Yave. 25 Luego los cogerás de sus 
manos, y los quemarás en el altar 
encima del holocausto, en suave olor 
ante Yave, para ofrecérselo. 26 To¬ 
marás el medio pecho del carnero de 
inauguración, que sería de Arón, y 
lo agitarás como ofrenda agitada 
ante Yave; esa será tu parte. 27 San¬ 
tificarás el otro medio pecho de agi¬ 
tación y el brazuelo de elevación, que 
han sido agitados y elevados del 
carnero de inauguración, lo que cede 
en favor de Arón y de sus hijos, y 
esa será la parte de Arón y de sus 
hijos. 28 Esa será la parte de Arón 
y sus hijos por ley perpetua que guar¬ 


darán los hijos de Israel, pues es 
ofrenda de elevación, y en los sacri¬ 
ficios eucarísticos de" los hijos de 
Israel, la ofrenda de elevación es 
de Yave. 

29 Las vestiduras sagradas que 
usará Arón, serán después de él las 
de sus hijos; con ellas serán ungidos, 
y con ellas se les llenarán las manos. 
30 Siete días las llevará el que de sus 
hijos sea sacerdote en lugar suyo, 
y entre en el tabernáculo de la reunión 
para ministrar en el santuario. 

31 Tomarás la carne del carnero de 
inauguración, y la harás cocer en 
lugar santo. 33 Arón y sus hijos co¬ 
merán a la entrada del tabernáculo 
de la reunión la carne del carnero y 
los ácimos del ccstillo. 33 Comerán 
lo que ha servido para su expiación, 
para llenarles las manos y consa¬ 
grarlos. No comerá de ello ningún 
extraño, porque son cosas santas. 
34 Si algo queda de las carnes de la 
consagración o de los panes para el 
día siguiente, lo quemarás y no se 
comerá, porque es cosa santa. 

35 Cumplirás respecto de Arón y 
de sus hijos todo cuanto te he man¬ 
dado. 36 Durante siete días los con¬ 
sagrarás, y cada día ofrecerás el no¬ 
villo en sacrificio por el pecado sobre 
el altar, para expiación, y le ungirás 
y le santificarás. 37 Durante siete 
días expiarás el altar y lo santifi¬ 
carás, y el altar será santísimo, y 
cuanto a él toque será santo. 


El holocausto perpetuo. 

38 He aquí lo que sobre el altar 
ofrecerás: dos corderos primales cada 
día perpetuamente, 39 uno por la 
mañana, el otro entre dos luces; 
40 con el primero ofrecerás un décimo 
de harina de flor, amasado con un 
cuarto de hin de aceite de oliva ma¬ 
chacada y una libación de un cuarto 
de hin de vino. 

41 El segundo cordero lo ofrecerás 
entre dos luces, con una ofrenda y 
una libación iguales a las de la ma¬ 
ñana, en olor de suavidad; 42 es sacri¬ 
ficio por el fuego a Yave, holocausto 
perpetuo en vuestras generaciones, a 
la entrada del tabernáculo de la 
reunión, ante Yave, allí donde yo 
me haré presente para hablarte. 43 Allí 
me liaré yo presente a los hijos de 
Israel, y será consagrado por mi glo¬ 
ria. 44 Yo consagraré el tabernáculo 




CXODO, 30 


93 


de la reunión y el altar, y consagraré 
a Arón y a sus hijos para que sean 
sacerdotes a mi servicio. 46 Habitaré 
en medio de los hijos de Israel, y 
seré su Dios. 46 Ellos conocerán que 
yo soy su Dios, que los he sacado 
de la tierra de Egipto para habitar 
entre ellos, yo, Yave, su Dios. 



El altar de los perfumes. 

30 1 Harás también un altar para 
quemar en él el incienso. Lo 
harás de madera de acacia, 2 de un 
codo de largo, un codo de ancho, 
cuadrado, y de dos codos de alto. 
Sus cuernos harán un cuerpo con él. 
3 Lo revestirás de oro puro por arriba, 
por los lados todo en torno y los 
cuernos, y harás todo en derredor 
una moldura de oro. 4 Harás para él 
dos anillos de oro para dos de sus 
lados, que pondrás debajo de la 
moldura a ambos lados, para las 
barras con que pueda transportarse. 
5 Las barras serán de madera de 
acacia, y las revestirás de oro. 6 Co¬ 
locarás el altar delante del velo que 


oculta el arca del testimonio y el 
propiciatorio que está sobre el tes¬ 
timonio, al 1 í donde yo me he de 
encontrar contigo. 7 Arón quemará 
en él el incienso; lo quemará todas 
las mañanas, al preparar las lámpa¬ 
ras, 8 y entre dos luces, cuando las 
ponga en el candelabro. Así se que- 
| mará el incienso ante Yave perpe- 
j tuamente entre vuestros descendien¬ 
tes. 9 No ofreceréis sobre el altar 
ningún perfume profano; ni holocaus¬ 
tos, ni ofrendas, ni derramaréis sobre 
él ninguna libación. 10 Arón hará la 
expiación sobre los cuernos del altar, 
una vez por año, con la sangre de la 
víctima expiatoria; y la expiación la 
hará una vez por año, de generación 
en generación. Este altar es santísimo 
de Yave. 


El rescate de la vida. 

11 Yave habló a Moisés diciendo: 

12 «Cuando enumeres a los hijos de Is¬ 
rael para hacer el censo, cada uno 
ofrecerá a Yave un rescate por su 
vida, para que no sean heridos de 
plaga alguna al ser empadronados. 

13 Lo que dará cada uno que ha de 
comprender el censo será medio sido, 
del peso del sido del santuario, que 
es de veinte güeras , medio sido será 
el don a Yave. 14 Todo hombre com¬ 
prendido en el censo, de veinte años 
para arriba, hará ese don a Yave; 
16 ni el rico dará más, ni el pobre 
menos del medio sido, para pagar el 
don a Yave, como rescate de vues¬ 
tras vidas. 16 Tú recibirás de los hijos 
de Israel este rescate, y lo aplicarás 
al servicio del tabernáculo de la 
reunión; será para los hijos de Israel 
memoria ante Yave en expiación de 
sus vidas.» 


La pila de bronce. 

17 Yave habló a Moisés, diciendo: 
«Haz un pilón de bronce con su base 
de bronce, para las abluciones. Lo 
pondrás entre el tabernáculo de la 
reunión y el altar, y pondrás agua 
en él, 19 de la que tomarán Arón y 
sus hijos para lavarse las manos y 
los pies. 20 Con este agua se lavarán, 
para que no mueran, cuando entren 
en el tabernáculo de la reunión, 
cuando se acerquen al altar para el 
ministerio y para quemar un sacrifi 





























94 


ÉXODO, 31 


cío a Yave. 21 Se lavarán píes y 
manos y así no morirán. Esta será 
ley perpetua para ellos, para Arón 
y su descendencia de generación en 
generación.» 


El óleo de unción.y el timiama. 

22 Yave habló a Moisés, diciendo: 

23 «Toma .aromas; quinientos sidos 
de mirra de primera; la mitad, es 
decir, doscientos cincuenta sidos, 
de cinamomo aromático, y doscientos 
cincuenta sidos de caña aromática; 

24 quinientos sidos de casia, según el 
peso del sido del santuario, y un hin 
de aceite de oliva. 25 Con esto harás 
un aceite para la unción sagrada, y un 
perfume compuesto con arreglo al 
arte de la perfumería, que será el 
óleo para la unción sagrada. 26 Con 
él ungirás el tabernáculo de la reunión, 
el arca del testimonio, 27 la mesa, 
con todos sus utensilios, el candelero, 
con sus utensilios, el altar del incien¬ 
so, 28 el altar de los holocaustos, 
con sus utensilios, y el pilón con su 
base. 29 Así los consagrarás, y serán 
santísimos; cuanto los tocare será 
santo. 30 Con él ungirás a Arón y 
a sus hijos, y los consagrarás para mi 
servicio como sacerdotes. 31 Hablarás 
así a los hijos de Jsrael; ese será el 
óleo de la unción sagrada para mí, 
de generación en generación. 32 No 
se derramará sobre cuerpo de hom¬ 
bre alguno, ni haréis parecido a él 
de la misma composición; será cosa 
sagrada, y como cosa sagrada lo mi¬ 
raréis. 33 Cualquiera que haga otro 
semejante, o de él diere a un profano, 
será borrado de en medio de mi 
pueblo.» 

34 Yave dijo a Moisés: «Toma aro¬ 
mas, cstacte, uña aromática, gálbano 
e incienso purísimo. Aromas e in¬ 
cienso entrarán por cantidades igua¬ 
les, 35 y harás con ellos el timiama, 
compuesto según el arte de perfume¬ 
ría, salado, puro, santo. 38 Lo pulve¬ 
rizarás, y lo pondrás delante del 
testimonio cu el tabernáculo de la 
reunión, donde me he de encontrar 
yo contigo. Será para vosotros cosa 
santísima el perfume que hagas, 37 y 
nadie hará para sí otro de la misma 
composición; lo mirarás como cosa 
sagrada, perteneciente a Yave. 38 Cual¬ 
quiera que haga otro semejante para 
aspirar su aroma, será borrado de 
en medio de su pueblo.» 


Los artífices destinados a la obra. 


31 1 Yave habló a Moisés, dieiende . 

2 «Sabrás que yo llamo por su 
nombre a Bezalel, hijo de Uri, hijo 
de Jur, de la tribu de Judá. 3 Le he 
llenado del espíritu de Dios, de sa¬ 
biduría, de entendimiento y de saber, 
para toda clase de obras, para toda 
suerte de manufacturas, 4 para pro¬ 
yectar, para labrar el oro, la plata 
y el bronce, 5 para tallar piedras y 
engastarlas, para tallar la madera y 
ejecutar trabajos de toda suerte. 6 Le 
asocio Odolias, hijo de Ajisamec, de 
la tribu de Dan. He puesto la sabidu¬ 
ría en el corazón de todos los hom¬ 
bres hábiles, para que ejecuten todo 
lo que te he mandado hacer: 7 el ta¬ 
bernáculo de la reunión, el arca del 
testimonio, el propiciatorio de enci¬ 
ma, y todos los muebles del taber¬ 
náculo; 8 la mesa, con sus utensilios, 
el candelabro de oro, con sus uten¬ 
silios, el altar de lus perfumes, 9 el 
altar de los holocaustos, con sus uten¬ 
silios, la pila con su base, 10 las ves¬ 
tiduras sagradas para Arón y sus 
hijos, para ejercer los ministerios 
sacerdotales; 11 el óleo de unción y 
el timiama aromático para el santua¬ 
rio. Cuanto yo te he mandado hacer, 
ellos lo harán.» 


Renovación de la ley ácl sábado. 


12 Yave habló a Moisés diciendo: 

13 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
No dejéis de guardar mis sábados, 
porque el sábado es entre mí y vos¬ 
otros una señal para todas vuestras 
generaciones, para que sepáis que 
soy yo, Yave, el que os santifico. 

14 Guardaréis el sábado, porque es 
cosa santa. El que lo profane será 
castigado con la muerte; el que en él 
trabaje será borrado de en medio 
de su pueblo. 15 Se trabajará seis días, 
pero el día séptimo será día de des¬ 
canso completo) dedicado a Yave. El 
que trabaje en sábado, será castigado 
con la muerte. 16 Los hijos de Israel 
guardarán el sábado y lo celebrarán 
por sus generaciones, ellos y sus des¬ 
cendientes como alianza perpetua; 
17 será entre mí y ellos una señal 
perpetua, pues en seis días hizo Yave 
ios cielos y la tierra, y el séptimo din 
cesó en su obra y descansó.» 







ÉXODO, 32 


U5 


El becerro de oro. 

18 Cuando hubo acabado Yave de 
hablar a Moisés en la montaña del 
Sinaí, le dio las dos tablas del testi¬ 
monio, tablas de piedra, escritas por 
el dedo de Dios. 

1 El pueblo, viendo que Moisés 
áJ* tardaba en bajar de la mon¬ 
taña, se reunió en tomo de Arón y 
le dijo: «Anda, haznos un dios que 
vaya delante de nosotros. Porque ese 
Moisés, ese hombre que nos ha sa¬ 
cado de Egipto, no sabemos qué ha 
sido de él.» 2 Arón les dijo: «Coged 
los anillos de oro que tengan en sus 
orejas vuestras mujeres, vuestros hijos 
y vuestras hijas, y traédmelos.» 3 To¬ 
dos se quitaron los anillos de oro que 
llevaban en las orejas y se los traje¬ 
ron a Arón. 4 El los recibió de sus 
manos, hizo un molde y en él un 
becerro fundido, y ellos dijeron: «Is¬ 
rael, ahí tienes a tu Dios, el que te 
ha sacado de la tierra de Egipto.» 
6 Al ver'esto Arón, alzó un altar ante 
la imagen y clamó: «Mañana habrá 
fiesta en honor de Yave.» 6 Al día 
siguiente levantándose de mañana, 
ofrecieron holocaustos y sacrificios 
eucarísticos, y el pueblo se sentó 
luego a comer y beber, y se levan¬ 
taron después para danzar. 

7 Yave dijo entonces a "Moisés: 
«Ve, baja, que tu pueblo, el que tú 
has sacado de la tierra de Egipto, 
ha prevaricado. 8 Bien pronto se han 
desviado del camino que les prescribí. 
Se han hecho un becerro de metal 
y se han prosternado ante él, di¬ 
ciendo: Israel, ahí tienes a tu dios, 
el que te ha sacado de la tierra de 
Egipto.» Yave dijo a Moisés: «Ya 
veo que este pueblo es un pueblo de 
cerviz dura. 10 Déjame, pues, que se 
desfogue contra ellos mi cólera, y los 
consuma. Yo te haré a ti una gran 
nación.» 11 Moisés imploró a Yave, 
su Dios, y le dijo: «¿Por qué joh 
Yavel vas a desfogar tu cólera contra 
tu pueblo, que sacaste de la tierra 
de Egipto con gran poder y brazo 
fuerte? 12 ¿Por qué habrán de poder 
decir los egipcios: para mal suyo los 
sacó de la tierra de Egipto, para ha¬ 
cerlos perecer en las montañas, y 
para exterminarlos de sobre la tierra? 
Apaga tu cólera, y perdona la ini¬ 
quidad de tu pueblo. 13 Acuérdate 
de Abraham, Isac y Jacob, tus siervos, 
a los cuales jurando por tu nombre, 


dijiste: yo multiplicaré vuestra des¬ 
cendencia como las estrellas del cielo, 
y toda la tierra de que os he hablado 
se la daré a vuestros descendientes 
en eterna posesión.» 14 Y se arre¬ 
pintió Yave del mal que había dicho 
haría a su pueblo. 

16 Volvióse Moisés y bajó de la mon¬ 
taña, llevando en sus manos las dos ta¬ 
blas del testimonio, que estaban escri¬ 
tas de ambos lados, poruña y otra cara. 
16 Eran obra de Dios, lo mismo que 
la escritura grabada sobre las tablas. 

17 Josué oyó el ruido que el pueblo 
hacía lanzando gritos, y dijo a Moi¬ 
sés: «En el campamento resuena ruido 
de batalla.» 18 Moisés respondió: 
«No son gritos de victoria, ni gritos 
de derrota, oigo la voz de los que 
cantan.» 19 Cuando estuvo cerca del 
campamento, vió el becerro y las 
danzas; y encendido en cólera, tiró 
las tablas, y las rompió al pie de la 
montaña. 20 Cogió el becerro que 
habían hecho, y lo quemó, desmenu¬ 
zándolo hasta reducirlo a polvo, que 
mezcló con agua, haciéndosela beber 
a los hijos de Israel. 

21 Moisés dijo -a Arón: «¿Qué te 
ha hecho este pueblo, para que tú 
hayas echado sobre él tan gran pe¬ 
cado?» 22 Arón respondió: «Que no 
se encienda la cólera de mi señor. 
Tú mismo sabes cuán inclinado al 
mal es este pueblo. 23 Me dijeron: 
haznos un dios, que marche delante 
de nosotros, porque ese Moisés, ese 
hombre que nos sacó de la tierra de 
Egipto, no sabemos qué ha sido de él. 
24 Yo les dije: Que los que tienen oro se 
despojen de él, y me lo dieron, lo eché 
al fuego, y de él salló ese becerro.» 

26 Moisés, viendo que el pueblo 
estaba desarmado, pues lo había des¬ 
armado Arón para dejarle a merced 
de quien le atacase, 26 se puso a la 
entrada del campamento, y gritó: 
«jA mí los de Yave!», y todos los 
hijos de Leví se reunieron en torno 
de él. 27 El les dijo: «Así habla Yave, 
Dios de Israel: cíñase cada uno su 
espada sobre su muslo, pasad y re¬ 
pasad el campamento de la una a 
la otra puerta, y mate cada uno a 
su hermano, a su amigo, a su deudo.» 

28 Hicieron los hijos de Leví lo que 
les mandaba Moisés, y perecieron 
aquel día unos tres mil del pueblo. 

29 Moisés les dijo: «Hoy os habéis 
consagrado a Yave, haciéndole cada 
uno oblación del hijo y del hermano; 
por ello recibiréis hoy bendición.» 







ÉXODO, 33, 34 


í)<> 


Intercesión de Moisés por el 
pueblo. 


30 Al día siguiente dijo Moisés al 
pueblo: «Habéis cometido un gran 
pecado. Yo ahora voy a subir a Yave, 
a ver si os alcanzo el perdón.» 31 Vol¬ 
vióse Moisés a Yave, y le dijo: 
«¡Oh, este pueblo ha cometido un 
gran pecado! Se han hecho un dios 
de oro. 32 Pero perdónales su pecado, 
o bórrame de tu libro, del que tú 
tienes escrito.» 33 Yave dijo a Moisés: 
«A él, que ha pecado contra mí, es 
al que borraré de mi libro. 34 Ve 
ahora, y conduce al pueblo a donde 
yo te he dicho. Mi ángel marchará 
delante de ti, pero cuando llegue el 
día de mi visitación, yo los castigaré 
por su pecado.» 35 Así castigó Yave 
al pueblo, por haberse hecho el be¬ 
cerro de oro, que les hizo Arón. 


Orden de partida. 

1 Habló Yave a Moisés, y le 

dijo: «Anda, sube ya de aquí, 
tú y el pueblo que has sacado de 
Egipto, y ve hacia la tierra que con 
juramento prometí yo a Abraham, a 
Isac y a Jacob, diciendo: a tu des¬ 
cendencia se la daré. 2 Yo mandaré 
delante de ti un ángel, que arrojará 
al cananeo, al amorreo, al geteo, al 
fereceo, al jeveo, y al jebuseo. 3 Sube 
a la tierra que mana leche y miel, 
pues yo no subiré en medio de ti, 
porque eres un pueblo de dura cer¬ 
viz, no sea que te destruya en el 
camino.» 4 Al oír estas duras pala¬ 
bras, el pueblo se puso a llorar 
y nadie se vistió sus galas. 6 Entonces 
dijo Yave a Moisés: «Di a los hijos 
de Israel: sois un pueblo de dura 
cerviz, si yo subiera con vosotros os 
aniquilaría. Depon, pues, tus galas, 
V ya sabré yo lo que he de hacer.» 
6 Los hijos de Israel se despojaron 
de sus galas, a partir del monte 
Horeb. 

7 Moisés cogió su tienda y la puso 
fuera del campamento, a alguna dis¬ 
tancia; le dio el nombre de tienda de 
reunión, y todo el que buscaba a Yave 
iba a la tienda de reunión, que estaba 
fuera del campamento. 8 Cuando salía 
Moisés para ir a la tienda, se levan¬ 
taba el pueblo todo, estándose todos 
a la puerta de sus tiendas, y seguían 
con sus ojos a Moisés, hasta que él 
entraba en la suya. 9 Una vez que en¬ 


traba en ella Moisés, bajaba la co 
lumna de nube, y se paraba a la 
entrada de la tienda, y Yave hablaba 
con Moisés. 10 Todo el pueblo, al ver 
la columna de nube parada ante la 
entrada de la tienda, se alzaba, y 
se prosternaba a la entrada de sus 
tiendas. 11 Yave hablaba a Moisés 
cara a cara, como habla un hombre 
a su amigo. Luego volvía Moisés al 
campamento, pero su ministro, el 
joven Josué, hijo de Nun, no se 
apartaba de la tienda. 

12 Moisés dijo a Yave: «Tú me 
dices: haz subir a este pueblo, pero 
no me das a conocer a quién man¬ 
darás conmigo, a pesar de que me 
has dicho: te conozco por tu nombre 
y has hallado gracia a mis ojos. 13 Si, 
pues, en verdad he hallado gracia a 
tus ojos, dame a conocer el camino, 
para que yo, conociéndolo, vea que 
he hallado gracia a tus ojos. Consi¬ 
dera que este pueblo es tu pueblo.» 
14 Yave le respondió: «Iré yo mismo 
contigo y te descansaré.» 45 Moisés 
añadió: «Si no vienes tú delante, no 
nos saques de este lugar, 16 pues 
¿en qué vamos a conocer yo y tu 
pueblo que hemos hallado gracia a 
tus ojos, sino en que marches con 
nosotros, y nos gloriemos yo y tu 
pueblo entre todos los pueblos que 
habitan sobre la tierra?» 17 Dijo Yave 
a Moisés: «También a eso que me 
pides accedo, pues has hallado gracia 
a mis ojos, y te conozco por tu nom¬ 
bre. Yo mismo iré delante de ti y 
te guiaré.» 18 Moisés le dijo: «Mués¬ 
trame tu gloria», 19 y Yave respondió: 
«Yo haré pasar ante ti todo mi bien, 
y pronunciaré ante ti mi nombre, 
Yave, pues yo hago gracia al que 
hago gracia, y tengo misericordia de 
quien tengo misericordia; pero mi 
faz no podrás verla, porque no puede 
verla el hombre y vivir.» 20 Y añadió: 
«Ahí en ese lugar te pondrás conmigo 
sobre la roca. 21 Cuando pase mi 
gloria, yo te meteré en el hueco de 
la roca,' 22 y te cubriré con mi mano 
mientras paso, 23 luego retiraré mi 
mano, y me verás las espaldas, pero 
mi faz no la verás.» 


.Moisés sube <lc nuevo a la cima 
del binai. 


QI 1 Yave dijo a Moisés: «Haz 
^ * dos tablas de piedra como las 
primeras y escribe en ellas lo que 







EXODO, 34 


1)7 


tenían las primeras que rompiste, 
2 y está pronto para mañana subir 
temprano y presentarte a mí en la 
cumbre de la montaña. (i) * 3 Que no suba 
nadie contigo, ni aparezca nadie en 
ninguna parte de la montaña, ni 
oveja, ni buey paste junto a la mon¬ 
taña.» 4 Moisés talló dos piedras 
como las dos primeras, y levantándose 
muy temprano, subió a la montaña 
del Sinaí, como se lo había mandado 
Yave, llevando en sus manos las dos 
tablas de piedra. 

6 Yave descendió en la nube, y 
poniéndose allí con él, pronunció el 
nombre de Yave, 6 y pasando delante 
de él exclamó: «¡Yave, Yavel, Dios 
misericordioso y clemente, tardo a 
la ira, rico en misericordia y fiel, 
7 que conserva su gracia para mil 
generaciones, y perdona la iniquidad, 
la rebelión y el pecado, pero no los 
deja impunes, y castiga la iniquidad 
de los padres en los hijos hasta la 
tercera y cuarta generación!» 8 Moi¬ 
sés se echó en seguida en tierra y 
se prosternó, 9 diciendo: «Señor, si 
he hallado gracia a tus ojos, dígnate, 
Señor, marchar en medio de nos¬ 
otros, porque este pueblo es de dura 
cerviz; perdona nuestras iniquidades 
y nuestros pecados, y tómanos por 
heredad tuya.» 10 Yave respondió: 
«Mira, voy a pactar alianza. Yo haré 
ante todo tu pueblo prodigios, cuales 
no se han hecho jamás en ninguna 
tierra, ni en ninguna nación, para 
que el pueblo que te rodea vea la 
obra de Yave, porque he de hacer 
contigo cosas terribles. 11 Atiende 
bien a lo que te mando hoy: Yo arro¬ 
jaré de ante ti al amorreo, al cana- 
neo, al geteo, al fereceo, al jeveo y 
al jebuseo. 12 Guárdate de pactar 
con los habitantes de la tierra contra 
la cual vas, pues sería para vosotros 
la ruina. 13 Derribad sus altares, 
romped sus cipos, y destrozad sus 
aseras (1). 14 No adores otro Dios 
que yo, porque Yave se llama celoso, 
es un Dios celoso. 15 No pactes con los 
habitantes de esa tierra, no sea que 
al prostituirse ellos ante sus dioses, 
ofreciéndoles sacrificios, te inviten, y 
comas de sus sacrificios, 16 y tomes 
a sus hijas para tus hijos, y sus hijas, 
al prostituirse ante sus dioses, arras¬ 


(i) Grupo de troncos de árboles, con el 

arranque de algunas ramas, que simbolizaba 

un bosque, símbolo a su vez de Astarté, diosa 

de la fecundidad. 


tren a tus hijos a prostituirse también 
ellos ante sus dioses. 

17 No te harás dioses de metal 
fundido. 

18 Guardarás la fiesta de los áci¬ 
mos, durante siete días comerás pan 
ácimo, como te lo he mandado en 
el tiempo señalado, en el mes de 
Abib, pues en ese mes saliste de 
Egipto. 19 Todo masculino que abre 
la vulva es mío: De todos los animales, 
de bueyes, de ovejas, será mío. 
20 El primogénito del asno lo redi¬ 
mirás con una oveja, y si no lo redi¬ 
mes a precio, lo matarás. Redimirás 
al primogénito de tus hijos, y no 
te presentarás ante mí con las manos 
vacías. 

21 Seis días trabajarás, el séptimo 
descansarás; no ararás ni recolec¬ 
tarás. 

22 Celebrarás la fiesta de las sema¬ 
nas, de las primicias de la reco¬ 
lección del trigo, y la solemnidad de 
la recolección de la mies al fin del 
año. 

23 Tres veces al año se prosterna¬ 
rán ante el Señor, Yave, Dios de 
Israel, todos los varones; 24 pues yo 
arrojaré de ante ti las gentes y 
dilataré tus fronteras, y nadie insi¬ 
diará tu tierra mientras subas para 
presentarte ante Yave, tu Dios, tres 
veces al año. 

25 No asociarás a pan fermentado 
la sangre de la víctima, y el sacri¬ 
ficio de la fiesta de la Pascua no lo 
guardarás durante la noche hasta 
el siguiente día. 

26 Llevarás a la casa de Yave, tu 
Dios, las primicias de los frutos de 
tu suelo. 

No cocerás un cabrito en la leche 
de su madre.» 

27 Yave dijo a Moisés: «Escribe 
tú estas palabras, según las cuales 
hago alianza contigo y con Israel.» 

28 Estuvo Moisés allí cuarenta 
días y cuarenta noches, sin comer y 
sin beber, y escribió en las tablas 
los diez mandamientos de la ley. 
29 Cuando bajó Moisés de la montaña 
del Sinaí, traía en sus manos las 
dos tablas del testimonio, y no sabía 
que su faz se había hecho radiante, 
desde que había estado hablando con 
Yave. 30 Arón y todos los hijos 
de Israel, al ver cómo resplandecía 
la faz de Moisés, tuvieron miedo 
de acercarse a él. 31 Llamólos Moisés; 
y Arón y los jefes de la asamblea 
volvieron y se acercaron, y él les 


7 







98 


ÉXODO, 35 


habló. 32 Acercáronse luego todos 
los hijos de Israel, y él les comunicó 
todo lo que le había mandado Yave 
en la montaña del Sinaí. 33 Cuando 
Moisés hubo acabado de hablar, se 
puso un velo sobre el rostro. 34 Al 
entrar Moisés ante Yave para ha¬ 
blar con él, se quitaba el velo hasta 
que salía; después salía para decir 
a los hijos de Israel lo que se le había 
mandado. 35 Los hijos de Israel 
veían la radiante faz de Moisés, y 
Moisés volvía después a cubrir su 
rostro con el velo, hasta que entraba 
de nuevo a hablar con Yave. 


Ofrendas para la construcción 
del tabernáculo. 

1 Convocó Moisés la asamblea 

de todo Israel, y les dijo: «He 
aquí lo que Yave ha mandado hacer: 
2 Seis días trabajaréis, pero el sép¬ 
timo será para vosotros santo, día 
de descanso, consagrado a Yave. 
El que en ese día haga un trabajo 
cualquiera, será castigado con la 
muerte. 8 El sábado no encenderéis 
la lumbre en ninguna de vuestras 
inoradas.» 4 Moisés habló a toda la 
asamblea de los hijos de Israel, y 
les dijo: «He aquí lo que ha mandado 
Yave: 5 Tomad de vuestros bienes, 
para hacer ofrenda a Yave. Ofrezcan 
todos voluntariamente una ofrenda 
de oro, plata, bronce, 6 jacinto, púr¬ 
pura, carmesí, lino, pelo de cabra, 
7 pieles de carnero teñidas de rojo 
y jacinto, madera de. acacia, 8 aceite 
para el candelabro, aromas para el 
óleo de unción y para el timiama, 

9 piedras de ónice y piedras de en¬ 
gaste para el efod y el pectoral. 

10 Cuantos de vosotros sean hábiles, 
vengan para ejecutar todo lo que 
Yave lia mandado; 11 el habitáculo 
con su tabernáculo, su cubierta, sus 
anillos, sus tablones, sus travesanos, 
sus columnas y sus basas; 12 el arca 
y sus barras; el propiciatorio y el 
velo de separación, 13 la mesa con 
sus barras y todos sus utensilios, y 
los panes de la proposición; 14 el can¬ 
delabro con sus utensilios, sus lám¬ 
paras y el aceite para el candelabro; 
15 el altar del timiama y sus barras; 
el óleo de unción y el timiama aro¬ 
mático; la cortina de la puerta de 
entrada al habitáculo; 16 el altar de 
los holocaustos, su rejilla de bronce, 
sus barras y todos sus utensilios; 


la pila y su base; 17 las cortinas del 
atrio, sus columnas, sus basas y la 
cortina para la puerta del atrio; 
18 los clavos del habitáculo y del 
atrio y sus cuerdas; 19 las vestiduras 
sagradas para el servicio en el san¬ 
tuario, las vestiduras sagradas para 
el sacerdote Arón, y las vestiduras 
de sus hijos para los ministerios sa¬ 
cerdotales. » 

20 Una vez que la asamblea de 
Israel salió de la presencia de Moisés, 
vinieron todos los de corazón gene¬ 
roso, 21 y todos aquellos a quienes 
impulsaba su ánimo a ofrecer dones 
a Yave para la obra del tabernáculo 
del testimonio y todo cuanto para 
el culto y las vestiduras sagradas era 
necesario. 22 Vinieron hombres y mu¬ 
jeres, y todos los de ánimo dispuesto 
ofrecieron pendientes, arillos, anillos, 
cadenas, brazaletes y toda suerte 
de objetos de oro, presentando cada 
uno la ofrenda de oro que dedicaha 
a Yave. 23 Cuantos tenían jacinto, 
púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra 
y pieles de carnero teñidas de rojo 
y de jacinto, las trajeron. 24 Los que 
tenían plata o bronce se lo trajeron 
a Yave. Lo mismo hicieron los que 
tenían madera de acacia para los 
objetos destinados al culto. 26 Todas 
las mujeres que tenían habilidad para 
ello, hilaron con sus manos lino, y 
trajeron su labor, el jacinto, la púr¬ 
pura, el carmesí y el lino. 28 Todas 
las mujeres hien dispuestas y que 
tenían habilidad para ello hilaron 
pelo de cabra. 27 Los principales del 
pueblo trajeron piedras de ónice y 
piedras de engaste para el efod y el 
pectoral; 28 aromas y aceite para el 
candelabro, para el óleo de unción 
y para el timiama. 29 Todos los hijos 
de Israel, hombres V mujeres de co¬ 
razón bien dispuesto para contribuir 
a la obra que Yave había mandado 
hacer a Moisés, trajeron a Yave 
ofrendas voluntarias. 

30 Moisés dijo a los hijos de Israel: 
«Sabed que Yave ha elegido a Bcsa- 
lel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la 
tribu de Judá. 31 El le ha llenado 
del espíritu de Dios, de sabiduría, 
de entendimiento y de saber para 
toda suerte de obras, 83 para pro¬ 
yectar, para trabajar el oro, la plata 
y el bronce, 33 para grabar piedras y 
engastarlas, para tallar la madera 
y hacer toda clase de obras de arte. 
34 El ha puesto en su corazón el don 
de enseñanza, así como en el de 




ÉXODO. 36 


99 


Oliab, hijo de Ajisamec, de la tribu 
de Dan. 36 El les ha llenado de inte¬ 
ligencia, para ejecutar toda obra de 
escultura de arte, para tejer en diver¬ 
sos dibujos el jacinto, la púrpura, el 
carmesí y el lino, para ejecutar toda 
suerte de trabajos y para proyectar 
combinaciones. 

q/- 1 Besalel, Oliab y todos los 
Ou hombres hábiles, en cuyo co¬ 
razón había puesto Yave inteligencia, 
y se sentían impulsados en su corazón 
para trabajar en esta obra, hicieron 
lo destinado al servicio del santuario 
como Dios se lo había mandado a 
Moisés. 2 Llamó Moisés a Besalel y 
Oliab y a todos los hombres hábiles 
en quienes había puesto Yave enten¬ 
dimiento y corazón dispuesto- a po¬ 
nerse a la obra para realizarla, 3 y 
ellos tomaron de Moisés los dones 
que los hijos de Israel habían traído 
para ejecutar las obras destinadas 
al servicio del santuario, y cada 
mañana seguía el pueblo trayendo a 
Moisés sus voluntarias ofrendas. 

4 Pero un día los que hacían las obras 
para el santuario dejaron el trabajo 

5 y vinieron a decir a Moisés: «El 
pueblo trae bastante más de lo que 
se necesita para hacer lo que el Señor 
ha mandado»; 6 y Moisés hizo publi¬ 
car en el campamento que ninguno, 
hombre ni mujer, trajera ya más 
dones para el santuario, y se impidió 
al pueblo traer más. 7 Lo reunido 
bastaba y sobraba para todo lo que 
había de hacerse. 


Construcción de todo lo mandado. 

8 Los hombres hábiles, de los que 
trabajaban en la obra, hicieron el 
habitáculo de diez cortinas de hilo 
torzal, de lino jacinto, púrpura y 
carmesí, con querubines, en un artís¬ 
tico tejido. 9 El largo de cada cor¬ 
tina era de veintiocho codos, y el 
ancho de cuatro, todas de las mis¬ 
mas medidas. 10 Uniéronse cinco de 
estas cortinas en un conjunto y cinco 
en otro. 11 Se pusieron los lazos de 
jacinto al borde de la cortina que 
terminaba el primer conjunto, y lo 
mismo se hizo al borde de la última 
cortina del segundo. 12 Cincuenta 
lazos para la primera cortina y otros 
cincuenta para el borde de la última 
del segundo conjunto, correspon¬ 
diéndose los lazos unos con otros. 


13 Se hicieron cincuenta garfios de 
oro con los que se unían unas o. 
otras las cortinas, de modo que c! 
habitáculo hiciera un solo todo. 14 Se 
hicieron los tapices de pelo de cabra, 
para servir de tabernáculo sobre el 
habitáculo; 16 cada uno de treinta 
codos de largo y cuatro de ancho; 
todos de la misma medida. Se unie¬ 
ron estos tapices, cinco en una parte 
y seis en otra. 17 Se pusieron cincuenta 
lazos en el borde de la cortina que 
terminaba una parte y cincuenta 
en el borde de la que terminaba la 
otra, 18 y cincuenta garfios de bronce 
para unir las cortinas, de modo que 
formase un solo todo. 19 Se hizo para 
el tabernáculo una cubierta de pieles 
de carnero teñidas de rojo, y encima 
otra de pieles de carnero teñidas de 
jacinto. 

20 Hiciéronse los tablones para el 
habitáculo; eran de madera de acacia, 
para ponerse de pie; 21 cada uno de 
diez codos de largo y codo y medio 
de ancho. 22 Cada tablón tenía dos 
espigas, cerca una de otra, y así 
se hicieron todos los tablones del 
habitáculo. 23 Se hicieron veinte 
tablones para el habitáculo para el 
costado del mediodía, a la derecha. 
24 Se pusieron las cuarenta basas de 
plata debajo de las veinte planchas, 
dos para cada una, para sus dos es¬ 
pigas. 26 Para el segundo costado, el 
del norte, se hicieron otros veinte 
tablones 26 con sus cuarenta basas 
de plata, dos para debajo de cada 
uno. 27 Se hicieron seis tablones para 
el fondo del habitáculo, al lado de 
occidente, 28 y dos para los ángulos 
del habitáculo en el fondo; 29 eran 
dobles desde la basa hasta arriba, 
junto al primer anillo; así se hicieron 
estas planchas para los dos ángulos. 

30 Había, pues, ocho tablones con 
dieciséis basas, dos bajo cada tablón. 

31 Se hicieron cinco travesados de 
madera de acacia para los tablones 
de un costado del habitáculo, 32 cinco 
para el otro costado y cinco para los 
del fondo, del lado de occidente. 
33 El travesado de en medio se exten¬ 
día a todo lo largo de los tablones del 
uno al otro extremo. 34 Se revistieron 
de oro Jas tablas, y se hicieron de 
oro los anillos por donde pasaban 
las barras traveseras, y se revistieron 
éstas de oro. 36 Se hizo el velo de 
jacinto, púrpura, carmesí c hilo de 
lino torzal, con querubines trazados 
en un artístico tejido. 36 Se hicieron 





100 


ÉXODO, 37, 38 


para él cuatro columnas de madera 
de acacia revestida de oro, con gar¬ 
fios de oro, y se fundieron para ellas 
cuatro basas de plata. 

37 Se hizo para la entrada del taber¬ 
náculo un velo de jaciuto, púr¬ 
pura, earmesí e hilo torzal, en tejido 
de vario dibujo. 38 Se hicieron para 
este velo cinco columnas con sus 
garfios, revistiendo de oro los capi¬ 
teles y los anillos, siendo de bronce 
las cinco basas. 

>y-r 1 Besalel hizo el arca de madera 

•I ^ de acacia, de dos codos y medio 
de largo y uno y medio de ancho 
y uno y medio de alto. 2 La revistió 
de oro puro por dentro y por fuera 
e hizo en ella una moldura todo 
en derredor. 3 Fundió para ella cuatro 
anillos de oro, poniéndolos a sus 
cuatro pies, dos a un lado y dos al 
otro. 4 Hizo las barras de acacia, 
y las revistió de oro, 5 y pasó las 
barras por los anillos de los lados 
para poder llevarla. 6 Hizo el pro¬ 
piciatorio de oro puro, de dos codos 
y medio de largo y codo y medio de 
ancho; 7 y los dos querubines de 
oro, de oro macizo, haciendo un 
cuerpo con los dos extremos del pro¬ 
piciatorio; 8 los dos querubines salían 
del propiciatorio mismo en sus dos 
extremos; 9 tenían las alas desplega¬ 
das hacia lo alto y eubrían con ellas 
el propiciatorio, de cara el uno al 
otro y con el rostro vuelto hacia el 
propiciatorio. 10 Hizo la mesa de 
madera de acacia, de dos codos y 
medio de largo, un codo de ancho y 
codo y medio de alto. 11 La revistió 
de oro puro, e hizo la moldura todo 
en derredor. 12 Hizo el reborde de oro 
de un codo de alto, y en él una mol¬ 
dura de oro todo en derredor. 13 Fun¬ 
dió para la mesa cuatro anillos de 
oro, y los puso a los cuatro pies de 
ella. 14 Los anillos estaban cerca del 
reborde, y servían para recibir las 
barras con que transportarla. 15 Hizo 
las barras de acacia y las revistió 
de oro; servían para llevar la mesa. 
10 Hizo todos los utensilios de la 
mesa, sus platos, sus cazoletas, sus 
copas y sus tazas para las libaciones, 
todo de oro puro. 

17 Hizo de oro puro el candelabro, 
con su pie y su tallo era de oro ba¬ 
tido; sus cálices, sus globos, y sus 
lirios hacían cuerpo con él. 18 De 
su tallo salían seis brazos, tres de 
un lado y tres de otro. 19 Tenia en 


f el primer brazo tres cálices' de flor 
de almendro, figurando un botón 
| que se abre, y otros tres de la misma 
forma en el segundo brazo, y lo 
mismo en todos los seis brazos que 
salían del candelabro. 20 En el tallo 
del candelabro había otros euatro 
cálices de flor de almendro figu¬ 
rando un botón que se abre, 21 el 
primero en el arranque de los dos 
primeros brazos, el segundo en el de 
los dos siguientes, y otro en el arranque 
de los dos últimos. 22 Los brazos v 
sus cálices hacían todos un cuerpo 
1 con el candelabro, y todo él era una 
! sola masa de 'oro macizo. 23 Hizo 
1 siete lámparas con sus despabila¬ 
deras y su plato, de oro puro todo. 
24 Se empleó para hacer el cande¬ 
labro y sus utensilios un talento de 
oro puro. 25 Hizo el altar del timiama, 
de madera de acacia, de un codo de 
largo, un codo de ancho, cuadrado, 
y dos codos de alto; sus cuernos ha¬ 
cían con él un solo cuerpo; 26 le re¬ 
vistió de oro puro por encima, por 
I los lados, todo en derredor, y los 
cuernos, y le adornó con una mol¬ 
dura de oro puro todo en derredor. 

27 Por debajo de la moldura colocó 
| los anillos de oro a los dos ángulos, 

dos en cada lado para recibir las 
barras que servían para transportarlo. 

28 vHizo las barras de madera de aca¬ 
cia y las revistió de oro. 29 Hizo 
también el óleo de unción y el ti¬ 
miama, según las reglas del arte 
de la perfumería. 

»>p 1 Hizo el altar de los holocaus¬ 

to tos, de madera de acacia, de cin¬ 
co codos de largo, cinco de ancho 
cuadrado y tres codos de alto. 
2 A los cuatro ángulos hizo los cuer¬ 
nos formando con él un solo cuerpo, 
y lo revistió de bronce. 3 Hizo todos 
sus utensilios, los vasos para la ce- 
, niza, las palas, las bandejas, los tene¬ 
dores y los braseros. Todos estos 
utensilios eran de bronce. 4 Hizo para 
el altar una rejilla de bronce, a modo 
de malla, y la colocó debajo de la 
cornisa del altar, hacia la mitad de 
él, por debajo. 5 Fundió cuatro 
anillos para las cuatro puntas de 
la rejilla de bronce, para recibir 
las barras. 6 Hizo las barras de madera 
de acacia, y las revistió de bronce, 

7 y pasó las barras por los anillos a 
los dos lados del altar, para trans 
portarlo. Le hizo hueco, en tableros. 

8 Hizo la pila de bronce, con su has». 




EXODO. 39 


101 


de bronce, con los espejos de las 
mujeres que velaban a la entrada 
del tabernáculo de la reunión. 

9 Hizo el atrio. Las cortinas del 
atrio para el lado del mediodía, a la 
derecha, eran de lino torzal y de cien 
codos de largo. 10 Había veinte co¬ 
lumnas con sus veinte basas de bronce. 
Los garfios de las columnas y sns 
anillos eran de plata. 11 Del lado del 
norte había cien codos de cortina 
basas de bronce. Los garfios de las I 
columnas y los anillos eran de plata. 

12 Del lado de occidente había cin- ' 
cuenta codos de cortina y diez colum¬ 
nas con sus diez basas. 13 En el lado 
de delante, al oriente, había cin¬ 
cuenta codos; 14 quince codos de 
cortina de una parte y tres columnas 
con sus basas 16 y quince codos de 
cortina de la otra, con tres columnas 
y tres basas; una parte a un lado de 
la entrada del atrio, la otra al otro. 

16 Todas las cortinas que cerraban 
el atrio eran de hilo de torzal de lino; 

17 las basas de las columnas, de bronce; 
los garfios y los anillos, de plata; ¡ 
y los capiteles estaban revestidos de 
plata. 18 La cortina de la entrada 
del atrio estaba tejida en vario di¬ 
bujo, en hilo torzal, jacinto, púr¬ 
pura y carmesí; era de veinte codos 
de largo y cinco de alto en lo ancho, 
según la medida de las otras cortinas 
del atrio. 19 Sus Cuatro columnas y 
sus cuatro basas, de bronce; los gar¬ 
fios y los anillos, de plata, y los capi¬ 
teles, revestidos de plata. 20 Todos los 
clavos para el habitáculo y el recinto 
del atrio eran de bronce. 

21 He aquí el cómputo de lo em¬ 
pleado para el habitáculo; el habi¬ 
táculo del testimonio, hecho por los 
levitas, de orden de Moisés y bajo 
la dirección de Itamar, hijo del sa¬ 
cerdote Arón. 22 Besalel, hijo de Uri, 
hijo de Jur, de la tribu d Judá, hizo 
cuanto Ya ve había mandado a Moi¬ 
sés, 23 teniendo por ayudante a Oliab, 
hijo de Ajisamec, de la tribu de Dan, 
hábil escultor, dibujante, para tejido 
en vario dibujo en jacinto, púrpura, 
y carmesí, de lino torzal. 24 El total 
del oro empleado en la obra del san¬ 
tuario, producto de las ofrendas, 
veintinueve talentos con setecientos 
treinta sidos, según el peso del sido 
del santuario. 26 La plata de los de la 
asamblea que fueron incluidos en 
el censo se elevó a cien talentos y 
mil setecientos setenta y cinco sidos, 
según el peso del sido del santuario. 


26 Era un beca por cabeza, medio 
sido, según el sido del santuario, 
para cada hombre comprendido en 
el censo, de veinte años para arriba, 
o sea de seiscientos tres mil qui¬ 
nientos cincuenta. 27 Los cien talen¬ 
tos de plata se emplearon para fundir 
las basas del santuario, las del velo; 
cien basas, un talento por basa. 
28 Con los mil setecientos setenta y 
cinco sidos se hicieron los garfios 
para las columnas, y se revistieron 
los capiteles. 29 El bronce ofrendado 
subió a setenta talentos y dos mil 
cuatrocientos sidos. 30 De él se hi¬ 
cieron las basas de la entrada del 
tabernáculo de la reunión, el altar 
de bronce con su rejilla, y todos 
sus utensilios, 31 las basas del re¬ 
cinto del atrio y los de la puerta, 
y todas las otras piezas de bronce 
del habitáculo y del recinto del 
atrio. 

OQ 1 Con el jacinto, la púrpura y 
^ ’ el carmesí se hicieron las vesti¬ 
duras sagradas para el ministerio 
del santuario; las vestiduras sagra¬ 
das de Arón, como lo había manda¬ 
do Yave: 2 el efod, de oro, hilo tor¬ 
zal de lino, jacinto, púrpura y car¬ 
mesí, en obra plumaria. 3 Laminó el 
oro, y cortó las láminas en hilos 
para entretejerlos con el jacinto, 
la púrpura y el carmesí, en obra 
plumaria; 4 las dos hombreras que 
unían una a otra las dos bandas por 
dos extremos; 6 la faja del efod que 
éste lleva unida y es del mismo tejido, 
oro, jacinto, púrpura y carmesí. 

6 Talló dos piedras de ónice, encerra¬ 
das en dos cápsulas de oro, para el 
engaste, y con los nombres de los 
hijos de Israel grabados según el 
arte de los grabadores de sellos, 

7 y los puso a los hombros del efod, 
para memoria de los hijos de Israel, 
como a Moisés se lo mandó Yave. 

8 Se hizo el pectoral, artísticamente 
trabajado, del mismo tejido del efod, 
oro, jacinto, púrpura y carmesí, en 
hilo torzal de lino. 9 Era cuadrado 
y doble, de un palmo de largo y 
uno de ancho, doble. 10 Se le guarne¬ 
ció de cuatro filas de piedras; en 
la primera fila una sardónice, un 
topacio y una esmeralda; 11 en la 
segunda un rubí, un zafiro y un dia¬ 
mante; 12 en la tercera un ópalo, un 
ágata y una amatista; 13 y en la 
cuarta un crisólito, una ónice y un 
jaspe. 14 Las piedras estaban engas- 





102 


ÉXODO, 40 


tadas en cápsulas de oro y corres¬ 
pondían a los nombres de los hijos 
de Israel, las doce según,sus nombres, 
grabados en ellas como se graban los 
sellos, un nombre en cada una. 15 Se 
hicieron para el pectoral cadenillas 
de oro torcidas en forma de cordones; 

16 dos cápsulas de oro y dos anillos 
de oro, y se pusieron los anillos a 
los extremos superiores del pectoral. 

17 Se pasaron los dos cordones de 
oro por los dos anillos de los extremos 
del pectoral a las dos cápsulas colo¬ 
cadas delante de las hombreras del 
efod. 16 Se fijaron estos dos cordones 
a las dos cápsulas puestas en las 
hombreras del efod. 19 Se hicieron 
otros dos anillos de oro, que se pu¬ 
sieron a los extremos inferiores del 
pectoral, en el borde inferior al efod 
por de fuera, 20 cerca de la unión, 
por encima de la cintura del efod, 
21 y fijaron el pectoral, uniéndole 
por sus anillos a los anillos del efod 
con una cinta de jacinto, para que 
se sostuviese el pectoral sobre la 
cintura del efod, sin separarse de él, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés. 

22 Se hizo la sobretúnica del efod, 
toda de una pieza, tejida en jacinto. 
23 Tenía en medio una abertura seme¬ 
jante a la de una cota y con un re¬ 
borde todo en torno para que no 
se rasgase. 24 Se pusieron en la orla 
inferior granadas de jacinto, de púr¬ 
pura y carmesí, en hilo de lino torzal, 
25 y se hicieron las campanillas de oro 
puro, poniéndolas entre las grana¬ 
das, en el borde inferior de la ves¬ 
tidura, todo en derredor, 26 una cam¬ 
panilla y una granada, una campani¬ 
lla y una granda, en el borde de la 
vestidura todo en derredor, para el 
ministerio, como se lo había man¬ 
dado Yave a Moisés. 

27 Se hicieron las túnicas de lino 
tejidas para Arón y sus hijos; 26 las 
tiaras de lino para el ministerio; los 
calzones de hilo torzal de lino; 29 el 
cinturón de torzal de lino, jacinto, 
púrpura y carmesí en tejido plumario, 
como se lo había mandado Yave a 
Moisés. 

30 Hicieron de oro puro la lámina, 
diadema sagrada y grabaron en ella, 
como se graban los sellos, «Santi¬ 
dad a Yave», 31 y se la ató con una 
cinta de jacinto a la tiara, arriba, como 
se lo había inandado Yave a Moisés. 

32 Así se acabó toda la obra del 
habitáculo y del tabernáculo de la 


reunión, y los hijos de Israel hicieron 
todo lo que Yave había mandado a 
Moisés. 


Presentación de toda la obra a 
MoUés. 

33 Presentaron a Moisés el habi¬ 
táculo, el tabernáculo y todos los 
objetos que hacían parte de ellos, 
los garfios, las tablas, los travesados, 
las columnas y las basas, 34 la cubierta 
de pieles de carnero teñidas de rojo, 
la cubierta de pieles teñidas de ja¬ 
cinto, y el velo de separación; 34 el 
arca del testimonio con sus barras 
y el propiciatorio; 36 la mesa con 
todos sus utensilios, y los panes de 
la proposición; 37 el candelabro de 
oro puro con sus lámparas: las lám¬ 
paras que se habían de poner en él; 
todos sus utensilios y el aceite para 
las lámparas; 38 el altar de oro, el 
óleo de unción y el timiama; el velo 
para la entrada del tabernáculo; el 39 
altar de bronce, sus barras y todos 
sus utensilios; la pila con su base, 
40 las cortinas del atrio, sus columnas, 
sus basas; la cortina de la entrada 
del atrio, sus cuerdas y sus clavos 
y todos los utensilios para el servicio 
del habitáculo, para el tabernáculo 
de la reunión; 41 las vestiduras sagra¬ 
das para el servicio del santuario, 
las del sacerdote Arón y las de sus 
hijos para las funciones sacerdotales. 
42 Los hijos de Israel habían hecho to¬ 
das sus obras conforme a lo que Yave 
había mandado a Moisés. 43 Moisés lo 
examinó todo, viendo lo que habían 
hecho, y todo lo habían hecho como 
Yave se lo había mandado, y Moisés 
los bendijo. 

Alza Moisés el tabernáculo. 

40 1 ^ avc l lab ló a Moisés, dieien- 
do: 2 «El día primero del mes 
prepararás el habitáculo y el taber¬ 
náculo de la reunión, 3 y pondrás en 
él el arca del testimonio y la cubri¬ 
rás con el velo; 4 llevarás la mesa y 
dispondrás lo que en ella se ha de 
proponer; llevarás el candelabro, y 
colocarás en él las lámparas; 6 pon¬ 
drás el altar de oro para el timiama 
delante del arca del testimonio, y 
colocarás el velo a la entrada del 
habitáculo del tabernáculo de la 
reunión. ® Pondrás el altar de los 
holocaustos delante de la entrada 




ÉXODO, 40 


103 


d.cl tabernáculo de la reunión. (i) * * * * * 7 Pon¬ 
drás la pila entre el tabernáculo de 
la reunión y el altar, y echarás agua 
en ella; 8 alzarás el atrio en torno, 
v pondrás la cortina a la entrada del 
atrio. 9 Tomarás óleo de unción, un¬ 
girás el habitáculo y cuanto en él se 
contiene; lo consagrarás con todos 
sus utensilios y será santo; 10 ungi¬ 
rás el altar de Los holocaustos y todos 
sus utensilios; consagrarás el altar 
y será santísimo; 11 ungirás la pila 
con su base, y la consagrarás 12 Harás 
avanzar a Arón y a sus hijos cerca 
de la entrada del tabernáculo, y los 
lavarás con el agua; 13 y luego reves¬ 
tirás a Arón de sus vestiduras sagra¬ 
das, y le ungirás, y le consagrarás, 
y será sacerdote a mi servicio; 14 harás 
acercar a sus hijos, y después de re¬ 
vestirlos de sus túnicas, 15 los ungirás 
como ungiste al padre, y serán sacer¬ 
dotes a mi servicio. Esta unción los 
ungirá sacerdotes perpetuamente entre 
sus descendientes.« 

16 Moisés hizo todo lo que le or¬ 
denó Yave; como se lo ordenó, así 
lo hizo. 

17 El día primero del año segundo 
fué alzado el tabernáculo; 18 Moisés 
lo alzó, puso los tablones, las barras, 
los travesanos, y alzó las columnas; 

19 extendió el tabernáculo sobre el 
habitáculo, y puso por encima la 
cubierta del tabernáculo como se lo 
había mandado Yave a Moisés. 

20 Tomó el testimonio y lo puso dentro 
del arca, y puso las barras del arca, 
y encima de ella el propiciatorio. 

21 Llevó el arca al habitáculo, y ha¬ 
biendo colocado el velo de separa¬ 
ción, ocultó el arca del testimonio, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés. 

22 Puso la mesa en el tabernáculo 
de la reunión, al lado norte del habi¬ 
táculo por delante del velo, 23 y dis¬ 
puso en ella los panes, como Yave 
se lo había mandado a Moisés. 24 Puso 
el candelabro en el tabernáculo de 
la reunión, frente por frente de la 
mesa, al lado meridional del habi¬ 
táculo, 26 y colocó en él las lámparas, 
como Yave se lo había mandado a 


Moisés. 26 Puso el altar de oro en e 
tabernáculo de la reunión, delante 
del velo, 27 y quemó sobre él el 
titiama, como Yave se lo había man¬ 
dado a Moisés. 28 Puso la cortina a 
la entrada del habitáculo. 29 Colocó 
el altar de los holocaustos a la en¬ 
trada del habitáculo, y ofreció el ho¬ 
locausto y la oblación, como Yave 
se lo había mandado a Moisés. 30 Puso 
la pila entre el tabernáculo de la 
reunión y el* altar, y echó agua en 
ella para las abluciones; 31 Moisés, 
Arón y sus hijos se lavaron en ella 
manos y pies. 32 Siempre que entra¬ 
ban en el tabernáculo de la reu¬ 
nión y se acercaban al altar, se la¬ 
vaban, como Yave se lo había man¬ 
dado a Moisés. 33 Alzó el atrio en 
torno del habitáculo y del altar, y 
puso la cortina a la entrada del atrio. 
Así acabó Moisés su obra. 


La gloría de Dios llena 
el tabernáculo. 

34 Entonces la nube cubrió el ta¬ 
bernáculo de la reunión, y la gloria 
de Yave llenó el habitáculo. 35 Moi¬ 
sés no podía ya entrar en el taber¬ 
náculo de la reunión, porque estaba 
encima la nube, y la gloria de Yave 
llenaba el habitáculo {1). 

38 Todo el tiempo que los- hijos de 
Israel hicieron sus marchas, se ponían 
en movimiento cuando se alzaba la 
nube sobre el tabernáculo, 37 y si la 
nube no se alzaba, no marchaban, 
hasta el día en que se alzaba. 38 Pues 
la nube de Yave se posaba durante 
el día sobre el habitáculo, y durante 
la noche la nube se hacía ígnea a la 
vista de todos los hijos de Israel, 
todo el tiempo que duraron sus 
marchas. 


(i) La gloria de Dios en forma de nube 

llena el tabernáculo, como llenará luego el 

templo. Es como la toma de posesión de éstos 

por Dios y una forma sensible de su habitación 

en medio del pueblo. Así Israel, a quien se le 

prohibe toda representación sensible de la 

divinidad, tiene algo sensible en que apoyar 

su fe. 












L E V I T I C O 


Leyes acerca de los holocaustos. 

I 1 Llamó Yave a Moisés y le habló 
desde el tabernáculo de la reunión, 
diciendo: 2 «HabIa a los luios de Is¬ 
rael, y diles: Quien de vosotros ofre¬ 
ciere a Yave una ofrenda de reses (1) 
ofrecerá ganado mayor o ganado 
menor. 3 Si su ofrenda es de holo¬ 
causto de ganado mayor, será de un 
macho inmaculado; lo traerá a la 
puerta del tabernáculo del testimo¬ 


(i) El sacrificio es la oblación hecha a 

Dios de un ser vivo, matándole, y en esto se 

diferencia de la minja , que es la oblación de 

frutos de la tierra. Hay cuatro especies de sacri¬ 

ficio: el holocausto, en que toda la víctima se 

consume por el fuego, en honor de Dios; el 

sacrificio expiatorio del pecado, y el sacrificio 

expiatorio del delito, en los cuales una parte 

de la víctima cede en favor del sacerdote, 

y por eso se dice que los sacerdotes comen los 

pecados del pueblo; el sacrificio pacífico o 

eucarístico, en que participa también el oferente, 

en banquete sagrado de comunión. La distin¬ 
ción entre el pecado y el delito parece estar en 
la voluntariedad. El primero se comete sin 
advertencia contra algo santo; el segundo con 
advertencia, y es, además de contraí a santidad, 
contra la justicia. 


nio, para ser grato a Yave; 4 pondrá 
su mano sobre la cabeza de la víc¬ 
tima, y será acepta ésta para expia¬ 
ción suya, 4 * e inmolará la res ante 
Yave. Los sacerdotes, hijos de Arón, 
llevarán la sangre y la derramarán 
en torno del altar que está a la en¬ 
trada del tabernáculo de la reunión. 
6 Desollarán la víctima y la descuar¬ 
tizarán. 7 * * * Los hijos del sacerdote 
Arón pondrán fuego en el altar y 
dispondrán la leña sobre el fuego, 

8 y ordenarán sobre ella los trozos 
con la cabeza y lo pegado al hígado, 

9 las entrañas y las patas, lavadas 
antes en agua, y todo lo quemará 
el sacerdote sobre el altar. Es holo¬ 
causto y suave olor a Yave. 

10 Si la ofrenda es de ganado menor, 
holocausto de oveja o cabra, ofrecerá 
un macho inmaculado, 11 y lo inmo¬ 
lará al lado del altar que mira al 
norte, ante Yave; y los sacerdotes, 
hilos de Arón, derramarán la sangre 
en torno del altar 12 Lo descuartizarán 
en torno del altar. 12 Lo descuartiza¬ 
rán, y con la cabeza y el sebo lo dis¬ 
pondrá el sacerdote sobre la leña 
encendida del altar. 13 Las entrañas 



















106 


LEVÍTICO, 2, 3 


y las patas se lavarán con agua, y 
todo lo quemará el sacerdote sobre 
el altar. Es holocausto y olor suave 
a Yave. 

14 Si la ofrenda a Yave fuere un 
holocausto de aves, ofrecerá tórtolas 
o pichones. 16 El sacerdote llevará la 
víctima al altar, y quitándole la ca¬ 
beza, la quemará en el altar; la sangre 
la dejará correr sobre un lado del 
altar; 16 los intestinos con sus excre¬ 
mentos los tirará junto al altar, al 
lado de oriente, en el lugar donde se 
echa la ceniza. 17 Le romperá las 
alas, sin separarlas del todo, y el 
sacerdote la quemará sobre la leña 
encendida en el altar. Es holocausto 
y suave olor a Yave. 


Leyes acerca de las oblaciones. 

O 1 Quien ofrezca a Yave una obla¬ 
ción de ofrenda incruenta, su obla¬ 
ción será de flor de harina, sobre la 
cual habrá derramado aceite y pon¬ 
drá incienso. Es minja . ° La llevará 
al sacerdote de los hijos de Arón, 
quien, tomando un puñado de la 
harina con aceite y todo el incienso, 
lo quemará sobre el altar, como com¬ 
bustión en memoria, en olor suave 
a Yave. 3 Lo que resta de la oblación, 
será para Arón v sus hijos, santísimo 
de las combustiones a Yave. 

4 Si ofrecieres oblación de cosas 
cocidas al horno, será de pastas de 
flor de harina, sin levadura, amasa¬ 
das con aceite, o untadas con aceite, 
sin levadura. 6 Si la oblación fuere de 
frisuelos fritos en sartén, será de flor 
de harina amasada con aceite, sin 
levadura; 6 la partirás en trozos y 
echarás aceite encima, es minja. 7 Si 
la oblación fuere de cosa cocida en 
la parrilla, será de flor de harina 
amasada con aceite. 8 Llevarás la 
minja , hecha de estas cosas a Yave, 
y la entregarás al sacerdote, quien 
la presentará ante el altar, y al ofre¬ 
cerla, 9 tomará de la minja la me¬ 
moria y la quemará sobre el altar 
en olor de suavidad a Yave. 10 El 
resto será de Arón y sus hijos, santí¬ 
simo de las oblaciones a Yave. 

11 Yoda oblación que ofrezcáis a 
Yave ha de ser sin levadura, pues 
nada fermentado^ ni que contenga 
miel, se ha de quemar en el sacrificio 
de holocausto a Yave. 13 Podréis, sí, 
presentarlo como ofrenda de pri¬ 
micias, pero no se pondrá sobre el 


altar como ofrenda de suave olor. 
13 A toda oblación que presentes le 
pondrás sal; no dejarás que a tu 
ofrenda le falte la sal de la alianza 
de Yave; en todas tus ofrendas ofre¬ 
cerás sal. 

14 Sí hicieres a Yave una oblación 
de primicias, la harás de espigas 
tostadas al fuego y hechas una pasta. 
Así ofrecerás la minja de tus primi¬ 
cias, 15 y derramarás aceite sobre 
ella, y pondrás encima incienso. Es 
minja . 16 De ella quemará el sacer¬ 
dote la memoria, una parte de la 
pasta con aceite y todo el incienso 
combustión de Yave. 


Leyes acerca de los sacrificios 
cucurísticos. 

Q 1 Quien ofreciere un sacrificio pa- 
^ cífico, si lo que ofrece es de ganado 
mayor, macho o hembra, 9 sin de¬ 
fecto lo ofrecerá a Yave. Pondrá la 
mano sobre la cabeza de la víctima 
y la degollará a la entrada del taber¬ 
náculo de la reunión; y los sacerdotes, 
hijos de Arón, derramarán la sangre 
en torno del altar. 3 De este sacrificio 
pacífico ofrecerá a Yave en combus¬ 
tión el sebo que envuelve las entra¬ 
ñas y cuanto hay sobre ellas, 4 los 
dos riñones, con el sebo que los re¬ 
cubre y el que hay entre los riñones 
y los lomos, y el que hay en el hígado 
sobre los riñones, 6 y lo quemarán 
los hijos de Arón en el altar, encima 
del holocausto puesto sobre la leña 
encendida. Es combustión de suave 
olor a Yave. 

6 Si lo que ofrece es ganado menor, 
macho o hembra, en sacrificio pací¬ 
fico a Yave, lo ofrecerá inmaculado. 
7 Si es cordero, lo presentará ante 
Yave, 8 pondrá su mano sobre la 
cabeza de la víctima, y la degollará 
ante el tabernáculo de la reunión. 
Los sacerdotes, hijos de Arón, derra¬ 
marán la sangre en torno del altar. 

9 De este sacrificio pacífico ofrecerán 
a Yave en combustión la cola toda 
entera, que se cortará desde la ra¬ 
badilla, el sebo que envuelve las 
entrañas y cuanto hay sobre ellas, 

10 los dos riñones, el sebo que los 
recubre y el que hay entre ellos y 
los Ionios, y la redecilla del hígado 
sobre los riñones. 11 El sacerdote lo 
quemará sobre el altar. Es manjar 
de combustión a Yave. 

12 Si lo que ofreciere a Yave es 




LEVÍTICO, 4 


107 


una cabra, la presentará a Yave, 
13 pondrá su mano sobre la cabeza de 
la víctima y la degollará a la entrada 
del tabernáculo de la reunión, y los 
hijos de Arón derramarán la sangre 
en torno del altar. 14 De la, víctima 
se tomará, para ofrecer oblación de 
combustión a Yave, el sebo que cu¬ 
bre las entrañas y cuanto hay sobre 
ellas, 14 los dos riñones, con el sebo 
que los recubre y el que hay entre 
ellos y los lomos, y la redecilla del 
hígado sobre los riñones. 16 El sacer¬ 
dote lo quemará sobre el altar, man¬ 
jar de combustión de suave olor a 
Yave. Todo sebo a Yave. 17 Esta es 
una ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, donde quiera que habitéis. 
Vosotros no comeréis ni sangre ni 
sebo.» 


Leyes acerca de los sacrificios 
expiatorios por el pecado* 

A 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles: Si pecare alguno por ignoran¬ 
cia, haciendo algo contra cualquiera 
de los mandatos prohibitivos de Yave: 

? Si es el sacerdote ungido el que 
peca, haciendo así culpable al pueblo, 
ofrecerá a Yave por su pecado un 
novillo sin defecto en sacrificio expia¬ 
torio. 4 Llevará el novillo a la entrada 
del tabernáculo de la reunión ante 
Yave, y después de poner la mano 
sobre su cabeza, lo degollará ante 
Yave. 5 El sacerdote ungido tomará 
la sangre del novillo, y la llevará al 
tabernáculo de la reunión; 6 y mo¬ 
jando un dedo en la sangre, hará siete 
aspersiones ante Yave hacia el velo 
del santuario: 7 untará de ella los 
cuernos del altar del timiama, y de¬ 
rramará todo el resto de la sangre 
del novillo en torno del altar de los 
holocaustos, que está a la entrada 
del tabernáculo de la reunión. 8 Co¬ 
gerá luego el sebo del novillo sacri¬ 
ficado por el pecado, el sebo que cubre 
las entrañas y cuanto hay sobre 
ellas, 9 los dos riñones con el sebo 
que los cubre y el que hay entre ellos 
y los lomos, y la redecilla del hígado 
sobre los riñones, 10 como se coge en 
el novillo del sacrificio pacífico, y lo 
quemará en el altar de los holocaustos. 
11 La piel del novillo, sus carnes, la 
cabeza, las piernas, las entrañas y 
los excrementos, 12 lo llevará todo 
mera del campamento a un lugar 


puro, donde se tiran las cenizas, y lo 
quemará sobre leña. Se quemará en 
el lugar donde se tiran las cenizas. 

13 Si fuere la asamblea toda del 
pueblo la que por ignorancia pecare 
sin darse cuenta, haciendo algo que 
los mandatos de Yave prohiben, in¬ 
curriendo así en culpa; 14 al darse 
cuenta la asamblea del pecado come¬ 
tido, ofrecerá en sacrificio expiatorio 
un novillo, que se llevará a la en¬ 
trada del tabernáculo de la reunión. 
15 Los ancianos de la asamblea pon¬ 
drán sus manos sobre la cabeza del 
novillo ante Yave; 16 el sacerdote 
ungido llevará la sangre del novillo 
al tabernáculo de la reunión, 17 y 
mojando su dedo en la sangre, asper¬ 
gerá siete veces ante Yave hacia el 
velo; 18 untará de sangre los cuernos 
del altar, que está ante Yave en el 
tabernáculo de la reunión, y la de¬ 
rramará al pie del altar de los holo¬ 
caustos, que está a la entrada del 
tabernáculo de la reunión. 19 Luego 
cogerá todo el sebo del novillo y lo 
quemará en el altar, 20 haciendo con 
este novillo como con el novillo an¬ 
terior. Así los expiará el sacerdote y 
les será perdonado. 21 Llevará el no¬ 
villo fuera del campamento, y lo 
quemará como el anterior. Este es el 
sacrificio por el pecado de la asam¬ 
blea de los hijos de Israel. 

22 Si el que pecó es un príncipe del 
pueblo, haciendo por ignorancia algo 
de lo que. los mandamientos de Yave, 
su Dios, prohiben, incurriendo así en 
culpa; 23 al darse cuenta del pecado 
cometido, llevará como ofrenda un 
macho cabrío sin defecto; 24 pondrá 
su mano sobre la cabeza, y lo dego¬ 
llará en el lugar donde se degüellan 
los holocaustos a Yave; es sacrificio 
por el pecado; 25 el sacerdote mojará 
su dedo en la sangre de la víctima 
y untará de ella los cuernos del altar 
de los holocaustos, y la derramará; 
la derramará al pie del altar. 26 des¬ 
pués quemará todo el sebo en el altar, 
como se quema en los sacrificios pa¬ 
cíficos. Así le expiará el sacerdote 
de su pecado, y le será perdonado. 

27 Si el que por ignorancia pecó 
es uno del pueblo, haciendo algo que 
Yave ha prohibido hacer, e incu¬ 
rriendo así en culpa; 28 al caer en 
la cuenta de su pecado, llevará en 
ofrenda una cabra sin defecto, hem¬ 
bra, por el pecado cometido; 29 pondrá 
su mano sobre la cabeza de la vícti¬ 
ma por el pecado, y la degollará en 




108 


LEVÍTICO, 5 


el lugar donde se ofrecen los holo¬ 
caustos. 30 El sacerdote mojará su 
dedo en la sangre de la víctima, un¬ 
tará de ella los cuernos del altar de 
los holocaustos, y la derramará al 
pie del altar. 31 "Después, tomando 
todo el sebo, como en el sacrificio 
pacífico, lo quemará en el altar en 
suave olor a Ya ve. Así le expiará el 
sacerdote, y le será perdonado. 

32 Si lo que ofrece en sacrificio por 
el pecado es cordero, llevará una 
cordera sin defecto, 33 pondrá su 
mano sobre la cabeza de la víctima 
por el pecado, y la degollará en sa¬ 
crificio de expiación en el lugar don¬ 
de se ofrecen los holocaustos. 34 El 
sacerdote mojará su dedo en la san¬ 
gre de la víctima, y untará de ella 
los cuernos del altar de los holocaus¬ 
tos, y derramará la sangre al pie del 
altar. 36 Después, tomando el sebo, 
como en el sacrificio pacífico, lo que¬ 
mará en el altar sobre las combus¬ 
tiones de Yave. Así le expiará el 
sacerdote por el pecado cometido, y 
le será perdonado. 

Z 1 Si uno pecare oyendo a otro 
imprecar, y siendo testigo de lo 
que arranca la imprecación, porque 
lo vió, o de otro modo lo conoció, 
y sin embargo no lo denunció, con¬ 
trayendo así reato; 2 o si tocare sin 
darse cuenta algo impuro, sea el ca¬ 
dáver impuro de una bestia, sea el 
cadáver impuro de un reptil; hacién¬ 
dose impuro él mismo y contrayendo 
reato; 3 o tocare sin darse cuenta 
cualquier impureza humana, dándose 
cuenta de ello después, contrayendo 
así reato; 4 o vanamente jurare de 
ligero hacer algo, de mal o de bien, 
de lo que uno suele jurar vanamente, 
sin darse cuenta, y cae después en 
ella. 6 El que de uno de estos modos 
incurre en reato, por el reato de uno 
de estos modos contraído confesará 
su pecado, ® y ofrecerá a Yave por 
su pecado una hembra de ganado 
menor, oveja o cabra, y el sacerdote 
le expiará de su pecado. 7 Si no pu¬ 
diese ofrecer una res, ofrecerá a Yave 
dos tórtolas o dos pichones, uno por 
el pecado y otro en holocausto, 8 y 
los llevará al sacerdote, que ofrecerá 
primero el que es por el pecado, qui¬ 
tándole la cabeza sin separarla del 
todo, 9 y haciendo con la sangre la 
aspersión de un lado del altar, de¬ 
jando que el resto fluya al pie del 
altar; es sacrificio por el pecado; 


10 después el otro lo ofrecerá en ho 
locausto, según suele hacerse, y as 
hará el sacerdote la expiación del 
pecado cometido, y le será perdonado. 

11 Si tampoco pudiera ofrecer dos tór¬ 
tolas o dos pichones, llevará en ofren¬ 
da por‘su pecado un décimo de efa 
de flor de harina, como sacrificio por 
su pecado; no pondrá en ella ni aceite 
ni incienso, porque es sacrificio por 
el pecado; 12 lo llevará al sacerdote, 
quien, tomando un puñado para me¬ 
moria, lo quemará en el altar, sobre 
las combustiones de Yave; así es el 
sacrificio por el pecado. 13 Así le ex¬ 
piará el sacerdote por el pecado come¬ 
tido en una de aquellas tres cosas, y 
le será perdonado. El resto será para 
el sacerdote, como en la oblación.» 

Leyes acerca del sacrificio expia¬ 
torio por el delito. 

14 Yave habló a Moisés diciendo: 
16 «Si uno por ignorancia prevarica¬ 
se, pecando contra las cosas santas 
que son de Yave, ofrecerá por el de¬ 
lito un carnero sin defecto, tomado 
del ganado, estimado por lo menos 
en dos sidos, según el peso del sido 
del santuario, 16 y restituirá el daño 
causado, con el recargo de un quinto, 
entregándolo al sacerdote, quien hará 
por él la expiación del reato, y le 
será perdonado. 

17 Si uno pecare por ignorancia, 
haciendo sin darse cuenta algo de lo 
prohibido por Yave, contrayendo rea¬ 
to, y llevando sobre sí la iniquidad, 
18 traerá al sacerdote un carnero sin 
defecto del ganado, según la cuantía 
del pecado. El sacerdote le expiará 
por el pecado cometido por ignoran¬ 
cia, y le será perdonado. 19 Este es 
sacrificio por el delito, pues se hizo 
reo de delito contra Yave.» 

20 Habló Yave a Moisés diciendo: 
21 «El que con desprecio de Yave pe¬ 
care, negando a uno de su pueblo un 
depósito, una prenda puesta en sus 
manos, que injustamente se apropió, 
o con violencia le quitase algo, 22 o se 
apropiase algo perdido que encontró, 
y más si perjurase en cualquiera de 
estas cosas en que los hombres suelen 
perjudicar, 23 pecando, y contrayen¬ 
do reato, restituirá íntegramente a 
su dueño lo robado, defraudado, con- 
fíadole en depósito, o encontrado y 
negado, 24 o aquello sobre que fal¬ 
samente juró, con el recargo de un 
quinto del valor, el día de su sacrifi- 







LEVÍTICO, 6. 7 


100 


ció por el delito; 26 y ofrecerá a Yave 
en sacrificio por el delito un carnero 
sin defecto de la grey, y lo llevara 
al sacerdote según su estimación; 
26 el sacerdote liará por él la expia¬ 
ción ante Yavc, y le será perdonado 
el delito de que se hizo reo.» 

Leyes acerca de los holocaustos, 
oblaciones y sacrificios de diversa 
especie. 

^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 
^ «Manda a Arón y a sus hijós, y, 
diles: 2 Esta es la ley del holocausto: 
El holocausto arderá sobre el hogar 
del altar de la noche a la mañana, 
V el fuego del altar se tendrá siempre 
encendido. 3 El sacerdote, revestido 
de la túnica de lino, y puestos sobre 
su carne los calzones de lino, quitará 
la ceniza que deje el fuego que con¬ 
sumió el holocausto, y la pondrá al 
lado del altar; 4 luego, quitándose 
esas vestiduras, y poniéndose otras, 
llevará la ceniza fuera del campa¬ 
mento a un lugar puro. 5 El fuego 
arderá siempre en el altar, sin que se 
apague: el sacerdote lo alimentará 
con leña todas las mañanas, pondrá 
sobre ella el holocausto, y quemará 
allí el sebo de los sacrificios pacíficos. 

6 Es fuego perenne que ha de arder 
en el altar sin apagarse.» 

7 Esta es la ley de la minjci : «Los 
hijos de Arón la presentarán a Yave 
ante el altar. 8 El sacerdote tomará 
un puñado de flor de harina con su 
aceite y todo el incienso puesto sobre 
la ofrenda, y lo quemará en el altar, 
en olor de suavidad, como memoria 
a Yave. 9 Lo que resta de la ofrenda 

10 comerán Arón y sus hijos. Lo co¬ 
merán sin levadura, en lugar santo, 
en el atrio del tabernáculo de la 
reunión. 10 No se cocerá con leva¬ 
dura. Es la parte que yo les destino 
de mis ofrendas de combustión: cosa 
santísima, como el sacrificio por el 
pecado, y el sacrificio por el delito. 

11 Lo comerán los varones, hijos de 
Arón. Es ley perpetua para vuestros 
descendientes sobre las ofrendas he¬ 
chas a Yave por el fuego. Quienquiera 
que la toque, se santificará.» 

12 Yave habló a Moisés, diciendo: 

13 «He aquí la ofrenda que han de 
hacer los hijos de Arón el día de su 
unción: un décimo de efa de flor de 
harina, como oblación perpetua, la 
mitad por la mañana, la mitad por 
la tarde, 14 se freirá en la sartén, 


amasada con aceite, y la ofrecerá ca 
líente en suave olor a Yave. 15 Tam¬ 
bién el sacerdote ungido de su linaje 
ofrecerá esto como oblación. Es ley 
perpetua ante Yave; toda se quemará. 
16 Toda oblación de sacerdote se 
quemará toda, no se comerá.» , 

17 Yave habló a Moisés diciendo: 
18 «Di a Arón y a sus hijos: Esta 
es la ley de la hostia por el pecado: 
Se inmolará donde se inmola ante 
Yave el holocausto. Es cosa santí¬ 
sima. 19 El sacerdote que la ofrece 
la comerá en lugar santo, en el atrio del 
tabernáculo de la reunión. 20 Quien 
quiera que tocare la carne, se santi¬ 
ficará. Si la sangre mojare alguna ves¬ 
tidura, será lavada en lugar santo. 
21 La vasija en que se cueza, si es de 
barro se romperá, si es de bronce se 
fregará y lavará en el agua. ?? La 
comerán los varones de los sacer¬ 
dotes, es cosa santísima. 23 Pero no 
se comerá ninguna víctima expiato¬ 
ria cuya sangre se haya de llevar al 
tabernáculo de la reunión para hacer 
la expiación del santuario; ésa no se 
comerá, será quemada.» 

*7 1 Esta es la ley del sacrificio por 

* el delito. Es cosa santísima. 2 La 
víctima del sacrificio por el delito 
será degollada en el lugar donde se 
degüella el holocausto. La sangre se 
derramará en torno del altar. 3 Se 
ofrecerá todo el sebo: la cola, el sebo 
que recubre las entrañas, 4 los dos 
riñones, con el sebo que los cubre y 
el que hay entre los riñones y los 
lomos, y la redecilla del hígado sobre 
los riñones. 5 El sacerdote lo quemará 
en el altar. Es combustión de Yave, 
víctima por el delito. 6 Comerán la 
carne los varones de entre los sacer¬ 
dotes, en lugar santo: es cosa santí¬ 
sima. 7 Como el sacrificio por el pe¬ 
cado, así se hará el sacrificio por el 
delito. La ley para uno y otro es la 
misma. La víctima será del sacerdote 
que la ofrezca. 8 Del sacerdote que 
ofrezca un holocausto será la piel 
de la víctima que ha ofrecido. 9 Toda 
minja , amasada con aceite o seca, 
será de los hijos de Arón. 10 Se dis¬ 
tribuirá entre ellos por partes iguales. 

11 He aquí la ley del sacrificio pací¬ 
fico que se ofrece a Yave: 12 Si se ofre¬ 
ce en acción de gracias, con la víctima 
eucarística ofrecerán panes ácimos 
amasados con aceite," tortas ácimas 
untadas de aceite; frisuelos de flor 
de harina^amasada con aceite. 13 Tam- 






110 


LEVÍTICO, 8 


bien se podrán ofrecer con la víctima 
del sacrificio pacífico ofrecido en ac¬ 
ción de gracias panes fermentados. 

14 De cada una de estas ofrendas se 
presentará por elevación una pieza, 
reservada a Yave, que será del sacer¬ 
dote que haya hecho la aspersión 
de la sangre de la víctima pacífica. 

15 La carne de la víctima del sacri¬ 
ficio pacífico eucarístico se comerá 
el día mismo en que se ofrece, sin 
dejar nada para el día siguiente. 

16 Si la víctima se ofrece en cumpli¬ 
miento de un voto, o como ofrenda 
voluntaria, se comerá el día en que 
se ofrece, 17 y lo que reste se comerá 
el día siguiente; pero si algo queda 
para el tercer día, se quemará. 18 Si 
alguno comiere carne del sacrificio 
pacífico el día tercero, el sacrificio 
no será aceptable, no se le compu¬ 
tará al que lo ofreció, sino que será 
abominación, y el que así comió 
contraerá reato. 19 La carne que haya 
tocado una cosa impura no se come¬ 
rá, se quemará. 20 La carne podrá 
comerla quien quiera que esté puro; 
pero el que, estando impuro, comie¬ 
re la carne de la víctima pacífica 
ofrecida a Yave, será borrado de 
su pueblo, 21 y todo aquel que tocare 
inmundicia de hombre, de animal, 
o cualquiera otra abominación in¬ 
munda, y comiere de esta carne, será 
borrado de su pueblo. 

22 Yave habló a Moisés diciendo: 
«Habla a los hijos de Israel y diles: 
23 No comeréis sebo de buey, de ove¬ 
ja, ni de cabra. 

24 Del sebo de un animal muerto 
o destrozado por una alimaña, po¬ 
dréis serviros para cualquier uso, 
pero de ninguna manera lo comeréis, 
25 pues quienquiera que comiere sebo 
de animales de los que se ofrecen a 
Yave en holocausto, será borrado de 
su pueblo. 

26 No comeréis sangre, ni de ave, 
ni de bestia, en ninguno de los luga¬ 
res en que habitéis. 27 El que co¬ 
miere sangre de cualquier especie, 
será borrado de su pueblo.» 

28 Yave habló a Moisés diciendo: 
29 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
El que ofreciere a Yave, Dios, una 
víctima pacífica, 80 traerá él mismo 
a Yave el don de su hostia pacífica, 
tomará con sus manos el sebo de 
la víctima y el pecho, balanceando 
éste ante Yave; 31 el sacerdote que¬ 
mará el sebo en el altar, y el pecho 
será para Arón y sus hijos. 82 Daréis 


tfirbién al sacerdote el brazuelo de¬ 
recho, como ofrenda reservada de 
vuestras hostias pacíficas. 33 El bra¬ 
zuelo será del sacerdote que ofrezca 
la sangre y el sebo, 84 pues yo me he 
reservado de las víctimas pacíficas 
de los hijos de Israel el pecho de ba¬ 
lanceo, y la espalda de separación 
de las hostias pacíficas de los hijos 
de Israel, y se los he dado a Arón 
y a sus hijos, como ley perpetua 
para los hijos de Israel. 

35 Esa es la parte de Arón y de sus 
hijos en las combustiones a Yave, 
desde el día en que fueron promovi¬ 
dos a ejercer ante mí el sacerdocio; 
36 por eso ha mandado Yave a los 
hijos de Israel dársela desde el día 
de su unción, y será ley perpetua 
de generación en"generación. 

37 Tal es la ley del holocausto y 
la de la minja , del sacrificio por el 
pecado y por el delito, del sacrificio 
de consagración y del sacrificio pací¬ 
fico, 38 que dió Yave a Moisés en 
el monte Sinaí, el día en que mandó 
a los hijos de Israel que ofrecieran 
sus oblaciones a Yave en el desierto 
del Sinaí.® 


Consagración de Arón y sus hijos. 

8 1 Habló Yave a Moisés diciendo: 

2 «Toma a Arón, y con él a sus 
hijos, las vestiduras, el óleo de un¬ 
ción, el novillo para el sacrificio por 
el pecado, los dos carneros y el oes¬ 
tillo de panes ácimos, 3 y convoca 
toda la asamblea a la entrada del 
tabernáculo de la reunión.» 

4 Hizo Moisés lo que le mandaba 
Yave y, reunida la asamblea a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 
6 les dijo Moisés: «He aquí lo que 
Yave ha mandado hacer.» 

e Después hizo que se acercaran 
Arón y sus hijos y los lavó con agua. 
7 Vistió a Arón la tónica, se la ciñó, 
le vistió la sobrevesle y el efod, que 
le ciñó con el cinturón del efod, 
atándoselo; 8 le puso el pectoral 
con loswrtm y los tumnnm; 9 cubrió 
su cabeza con la tiara, poniendo en 
la parte anterior de ella la diadema 
de oro, la diadema de la santidad, 
como le había mandado Yave; 10 y 
tomando luego el óleo de la unción, 
ungió el tabernáculo y cuanto en él 
había, y los consagró. 11 Aspergió 
siete veces el altar, y le ungió con 
todos sus utensilios, como también 




LEVÍTICO, 9 


111 


la pila y su base, y los consagró. 
12 Derramó el óleo de la unción 
sobre la cabeza de Arón, y le ungió, 
consagrándole. 13 Hizo luego que se 
acercaran los hijos de Arón, y les 
vistió sus túnicas, los ciñó, y les 
puso sus tiaras, como se lo había 
mandado Yavc. 14 Hizo traer el no¬ 
villo para el sacrificio por el pecado, 
y Arón y sus hijos pusieron sus 
manos sobre el novillo del sacrificio 
por el pecado. 16 Moisés le degolló; 
y tomando su sangre, untó con su 
dedo los cuernos del altar todo en 
torno, y lo purificó, derramando la 
sangre al pie del altar, y lo consagró 
para hacer sobre él el sacrificio ex¬ 
piatorio. 16 Tomó todo el sebo que 
recubre las entrañas, la redecilla del 
hígado y los dos riñones con su sebo, 
y lo quemó todo en el altar. 17 El 
novillo, su piel, sus carnes y sus ex¬ 
crementos se quemaron fuera del 
campamento, como se lo había man¬ 
dado Yave a Moisés. 

J8 Hizo que acercaran el carnero 
del holocausto, y Arón y sus hijos 
le pusieron sus manos sobre la ca¬ 
beza. 19 Moisés lo degolló, y derramó 
su sangre en torno del altar. 20 Lo 
dividió en trozos, y Moisés quemó la 
cabeza y los trozos y el sebo. 21 Se 
lavaron en agua las entrañas y las 
patas, y Moisés quemó todo el car¬ 
nero en el altar; era holocausto de 
suave olor, como se lo había man¬ 
dado Yave a Moisés. 

22 Hizo que acercasen el otro car¬ 
nero, el de la inauguración, y Arón 
y sus hijos le pusieron la mano sobre 
la cabeza. 23 Moisés lo degolló, tomó 
su sangre y untó de ella el lóbulo 
de la oreja derecha de Arón, el pul¬ 
gar de su mano derecha y el de su 
pie derecho. 24 Hizo acercar a los. 
hijos de Arón, y untó de la sangre 
el lóbulo de su oreja derecha, el pul¬ 
gar de su mano derecha y el de su 
pie derecho, derramando luego la 
sangre en torno del altar. 2& Tomó 
después el sebo, la cola, todo el sebo 
que encubre las entrañas, la redecilla 
del hígado, los dos riñones con su 
sebo, y el brazuelo derecho. 26 Tomó 
del cestillo de los ácimos, puesto 
ante Yave, un pan ácimo, una torta 
ácima amasada con aceite, y un fri¬ 
suelo, y los puso sobre el sebo y so¬ 
bre el brazuelo derecho; 27 y después 
de haber puesto todo esto en las 
manos de Arón y sus hijos, lo balan¬ 
cearon como ofrenda a Yave. 28 Moi¬ 


sés lo tomó de sus manos y lo quemó 
en el altar encima del holocausto, 
pues era el sacrificio de inauguración 
de suave olor, combustión a Yave. 
29 Moisés tomó luego el pecho del 
carnero de inauguración y lo balan¬ 
ceó ante Yave; ésta fué la porción 
de Moisés, como se lo había man¬ 
dado Yave. 

30 Tomó Moisés el óleo de unción 
y sangre de la que había en el altar, 
aspergió a Arón y sus vestiduras y 
a los hijos de Arón y sus vestiduras, 
consagrando a Arón y sus vestiduras 
y a los hijos de Arón y sus vesti¬ 
duras. 

31 Moisés dijo a Arón ya sus 
hijos: «Coced la carne a la entrada 
del tabernáculo de la reunión; es 
allí donde habéis de comerla con el 
pan que hay en el cestillo de la inau¬ 
guración, como yo lo he mandado, 
diciendo: Arón y sus hijos lo come¬ 
rán. 32 Lo que reste de la carne y 
del pan, lo quemaréis. 33 Durante 
siete días no saldréis de la entrada 
del tabernáculo de la reunión, hasta 
que se cumplan los días de vuestra 
inauguración, pues vuestra inaugu¬ 
ración durará siete días, 34 como se 
ha hecho hoy para expiaros. Os que¬ 
daréis los siete días, día y noche, 
35 a la entrada del tabernáculo de 
la reunión, y guardaréis lo que ha 
mandado Yave, para no morir, por¬ 
que esto es lo que él me ha man¬ 
dado.» 36 Arón y sus hijos hicieron 
todo lo que Yave les mandó por 
Moisés. 


Primeros sacrificios ofrecidos por 
Arón y sus hijos. 

Q 1 El día octavo Moisés llamó a 
Arón, a sus hijos y a los ancianos 
de Israel, 2 y dijo a Arón: «Toma 
un novillo para el sacrificio por el 
pecado, y un carnero para el holo¬ 
causto, ambos sin defecto, y ofré¬ 
celos ante Yave. 3 Hablarás a los 
hijos de Israel diciendo: Tomad un 
macho cabrío para el sacrificio de 
expiación, un becerro y un cordero 
primales, para el holocausto, ambos 
sin defecto; 4 un buey y un carnero 
para el sacrificio pacífico, para in¬ 
molarlos ante Yave; y una ofrenda 
amasada con aceite; porque hoy se 
os dará a ver Yave.» 

5 Trajeron ante el tabernáculo de 
la reunión cuanto había mandado 




112 


LEVÍTICO. 10 


Moisés, y toda la asamblea se acer¬ 
có, poniéndose ante Yave. 6 Moisés 
dijo: «Esto es lo que ha mandado 
Yave; hacedlo y se os mostrará la 
gloria de Yave.» 7 Dijo, pues, a Arón: 
«Acércate al altar, ofrece tu sacrifi¬ 
cio por el pecado y tu holocausto, 
y haz la expiación para ti y para el 
pueblo; presenta también la ofrenda 
del pueblo, y haz la expiación para 
él, como lo ha mandado Yave.» 

8 Arón se acercó al altar y degolló 
el novillo, víctima del sacrificio del 
pecado ofrecido por él. 9 Los hijos 
de Arón le presentaron la sangre; y 
mojando él su dedo, untó de ella los 
cuernos del altar y la derramó al 
pie del altar. 10 Quemó en el altar 
el sebo, los riñones y la redecilla del 
hígado de la víctima por el pecado, 
como Yave se lo había mandado a 
Moisés; 11 pero la carne y la piel 
las quemó fuera del campamento. 
12 Degolló el holocausto, y sus hijos 
le presentaron la sangre, que él de¬ 
rramó en torno del altar. 13 Le pre¬ 
sentaron el holocausto descuartizado, 
con la cabeza, y él los quemó en el 
altar. 14 Lavó las entrañas y las patas, 
y las quemó encima del holocausto. 
16 Luego presentó la ofrenda del 
pueblo. Tomó el macho cabrío por 
el pecado, ofrecido por el pueblo; y 
degollándolo, ofreció la expiación 
como la víctima primera. 16 Ofreció 
el holocausto y lo sacrificó según su 
rito. 17 Presentó la ofrenda, y to¬ 
mando un puñado, lo quemó encima 
del holocausto de la mañana. 18 De¬ 
golló el toro y el carnero del sacri¬ 
ficio pacífico por el pueblo. Los hijos 
de Arón le presentaron la sangre, 
que él derramó en torno del altar; 
19 y el sebo del toro y del carnero, 
la cola, el sebo que recubre las entra¬ 
ñas, los riñones y la redecilla del hí¬ 
gado, 20 las partes grasas las puso 
sobre los pechos. Arón quemó los 
sebos en el altar, 21 después balanceó 
los pechos ante Yave, y el brazuelo 
derecho en ofrenda balanceada, como 
lo había mandado Moisés. 

22 Arón, alzando su mano hacia el 
pueblo le bendijo, y bajó después 
de haber ofrecido el sacrificio por el 
pecado, el holocausto y el sacrificio 
pacífico. 23 Moisés y Arón entraron 
en el tabernáculo de la reunión; y 
cuando salieron bendijeron al pueblo, 
y la gloria de Yave se apareció a 
todo el pueblo, 24 y fuego mandado 
por Yave consumió en el altar el 


holocausto y los sebos. A su vista 
el pueblo todo lanzó gritos de júbilo 
y se postraron rostro a tierra. 


IVadiih y Abiií, consumidos por 
el fuccjo. 

A A 1 Los hijos de Arón, Nadab y 
*"" Abiú, tomaron cada uno un 
incensario, y poniendo fuego en ellos 
y echando incienso, presentaron ante 
Yave un fuego extraño; cosa que no 
les había sido ordenada. 2 Entonces 
salió de ante Yave un fuego que los 
abrasó, y murieron ante Yave. 3 Dijo 
Moisés a Arón: aEsto es lo que de¬ 
claró Yave al decir: Yo seré santifi¬ 
cado en aquellos que se me acercan 
y glorificado ante el pueblo todo.» 
Arón calló. 

4 Moisés llamó a Misael y Elisa- 
fán, hijos de Oziel, tío de Arón, y 
les dijo: «Venid, y llevad a vuestros 
hermanos lejos del santuario, fuera 
del campamento.» 5 Ellos se acer¬ 
caron, y los llevaron con sus túnicas 
fuera del campamento, como se lo 
había mandado Moisés. 

6 Moisés dijo a Arón, a Eleazar y 
a Itamar: «No desnudéis vuestras 
cabezas, ni rasguéis vuestras vesti¬ 
duras, no sea que muráis. Que vues¬ 
tros hermanos, toda la casa de Israel, 
lloren el incendio que ha encendido 
Yave. 7 Vosotros no salgáis del ta¬ 
bernáculo de la reunión, no sea que 
muráis, porque lleváis sobre vosotros 
el óleo de la unción de Yave.» Ellos 
hicieron lo que Moisés les mandaba. 

8 Yave habló a Arón, diciendo: 
9 «No beberás vino ni bebida alguna 
inebriativa, tú, ni tus hijos, cuando 
entréis en el tabernáculo de la reunión, 
para que no muráis. Es ley perpetua 
entre tus descendientes, 10 para que 
sepáis discernir entre lo santo y lo 
profano, lo puro y lo impuro, 11 y 
enseñar a los hijos de Israel todas 
las leyes, que por medio de Moisés 
les ha dado Yave.» 

12 Moisés dijo a Arón, a Eleazar 
y a itamar, los dos hijos que le que¬ 
daban a Arón: «Tomad la ofrenda 
que resta de los sacrificios hechos a 
Yave, y comedla sin levadura cerca 
del altar, pues es cosa santísima. 
13 La comeréis en lugar santo. Es tu 
derecho y el derecho de tus hijos 
sobre las ofrendas hechas a Yave, 
como me ha sido ordenado. 14 Come- 
1 réis en lugar puro, tú y tus hijos y 







LEVlTICO, 11 


1 13 


tus hijas, el pecho balanceado y el 
brazuelo reservado, porque esos tro¬ 
zos se te dan como derecho tuyo y 
de tus hijos sobre los sacrificios pa¬ 
cíficos de los hijos de Israel. 15 Bra¬ 
zuelo de separación, y pecho de ba¬ 
lanceo, que con el sebo destinado al 
fuego se presentan a Yave para hacer 
la ofrenda; a ti, pues, y a tus hijos 
os pertenecen por ley perpetua, como 
lo ha mandado Yave.» 16 Moisés 
preguntó por el macho cabrío que 
había sido sacrificado por el pecado, 
y se encontró con que había sido 
quemado; y airado contra Eleazar e 
ltamar, los hijos que de Arón que¬ 
daban, les dijo: 17 «¿Por qué no ha¬ 
béis comido la víctima por el pecado 
en el lugar santo? Es cosa santísima, 
y Yave os lo ha dado para que lle¬ 
véis vosotros la iniquidad de la asam¬ 
blea, y os hagáis por ella expiación 
ante Yave; 18 y más no habiendo sido 
llevada la sangre dentro del santua¬ 
rio, debíais haber comido la carne 
en lugar santo, como lo he mandado.» 

19 Arón dijo a Moisés: «Hoy se 
lian ofrecido ante Yave la vícti¬ 
ma por el pecado y el holocausto, 
y me ha pasado esto. ¿Podía comer 
hoy la víctima por el pecado? ¿Ha¬ 
bría sido esto grato a Yave?» 20 Oyólo 
Moisés, y se dió por satisfecho. 


Ley acerca de los animales puros 
e impuros. 

H 1 Yave habló a Moisés y Arón, 
4 1 diciendo: 2 «Hablad a los hijos 
de Israel, y decidles: «He aquí los ani¬ 
males que comeréis de entre las bes¬ 
tias de la tierra. 3 Todo animal de 
casco partido y pezuña hendida y que 
rumie, lo comeréis; 4 pero no come¬ 
réis los que sólo rumian, o sólo tienen 
partida la pezuña. El camello que 
rumia, pero no tiene partida la pe¬ 
zuña, será inmundo para vosotros; 
5 el conejo que rumia y no parte la 
pezuña es inmundo; 6 la liebre que 
rumia y no parte la pezuña es in¬ 
munda; 7 el cerdo que divide la pe¬ 
zuña y no rumia es inmundo para 
vosotros. 8 No comeréis su carne, ni 
tocaréis sus cadáveres; serán inmun¬ 
dos para vosotros. 

9 He aquí los animales que entre 
los acuáticos comeréis: Todo cuanto 
tiene aletas y escamas, tanto en el 
mar como en los ríos, lo comeréis; 
10 pero abominaréis de cuanto no 


tiene aletas y escamas en el mar y 
en los ríos, de entre los animales que 
se mueven en el agua y de entre 
todos los vivientes que en ella hay. 

11 Serán para vosotros abominación, 
no comeréis sus carnes, y tendréis 
como abominación sus cadáveres. 

12 Todo cuanto en las aguas no tiene 
aletas y escamas, lo tendréis por 
abominación. 13 He aquí entre las 
aves las que tendréis por abominación, 
y no las comeréis por ser cosa abomi¬ 
nable: 14 el águila, el quebrantahue¬ 
sos y el halieto; el milano y el buitre 
según sus especies; 15 toda clase de 
cuervos; 16 el avestruz, la lechuza, 
el loro, la gaviota y el gavilán de 
toda clase; 17 el buho, el mergo, el 
ibis; 18 el cisne, el pelícano, el cala¬ 
món; 19 la garza, la cigüeña en todas 
sus especies; la abubilla y el mur¬ 
ciélago. 20 Todo volátil que anda 
sobre cuatro patas lo tendréis por 
abominación; 21 pero entre los in¬ 
sectos alados que marchan sobre cua¬ 
tro patas, comeréis aquellos que tie¬ 
nen más largas las de atrás, para 
saltar sobre la tierra. 22 He aquí de 
entre éstos los que comeréis: toda 
especie de brugo, toda especie de ata¬ 



lo tendréis por inmundo, y comién¬ 
dolos os haréis inmundos. 24 Quien 
tocare uno de sus cadáveres se conta¬ 
minará y será inmundo hasta la tarde; 
25 y si tocare algo de esto muerto, 
lavará sus vestiduras y será inmundo 
hasta la puesta del sol. 26 Todo ani¬ 
mal que tenga pezuña, pero no par¬ 
tida, ni rumie, será para vosotros 
inmundo, y quien tocare su cadáver 
será inmundo. 27 Los que andan sobre 
la planta de los pies serán para vos¬ 
otros inmundos, y quien tocare su 
cadáver será inmundo hasta la tarde, 
28 y quien transportare su cadáver, 
lavará sus vestiduras y será inmundo 
hasta la tarde. 29 También estos ani¬ 
males serán para vosotros inmundos, 
de entre los que andan por la tierra: 
la comadreja, el ratón y el cocodrilo, 
en todas sus especies; 30 el musgaño, 
el camaleón, la salamandra, el lagarto 
y el topo; 31 estos son los para vos¬ 
otros inmundos entre los reptiles; 
quien tocare su cadáver será inmundo 
hasta la tarde. 32 Todo objeto sobre 
el que cayere uno de estos cadáveres, 
será manchado; y los utensilios de 
madera, vestidos, pieles, sacos, todo 
objeto de uso, será puesto en agua 


8 







114 


LEVÍTICO, 12, 13 


y será inmundo hasta la tarde: 33 toda 
vasija de barro donde algo de esto 
caiga quedará manchada, y la rom¬ 
peréis; 34 todo alimento preparado con 
agua quedará manchado, y lo mismo 
toda bebida, cualquiera que sea el 
vaso que la contenga; 35 Todo aque¬ 
llo sobre lo cual caiga algo de estos 
cadáveres quedará manchado y por 
manchado lo tendréis. 38 Las fuentes 
y las cisternas, donde hay cantidad 
de agua, quedarán puras, mas quien 
tocare el cadáver, será impuro. 37 Si 
alguno de estos cuerpos muertos ca¬ 
yere sobre una simiente que ha de 
sembrarse, la simiente quedará pura; 
38 pero si se le hubiera echado agua 
encima, y cae alguno de estos cuerpos 
muertos, la tendréis por manchada. 

39 Si muere uno de los animales 
cuya carne podéis comer, quien to¬ 
care el cadáver lavará sus vestidos 
y quedará impuro hasta la tarde. 
40 Será para vosotros abominación 
todo reptil que repta sobre la tierra; 
no comeréis su carne. 41 No comeréis 
ningún animal que repta sobre la 
tierra, sea de los que se arrastran 
sobre su vientre, 42 sea de los que 
marchan sobre cuatro o sobre muchas 
patas; los tendréis por abominación. 
43 No os hagáis abominables por los 
reptiles que reptan, ni os hagáis im¬ 
puros por ellos; seréis manchados 
por ellos. 44 Porque yo soy Yave, 
vuestro Dios, vosotros os santifica¬ 
réis y seréis santos, porque yo soy 
santo, y no os mancharéis con nin¬ 
guno de los reptiles que reptan sobre 
la tierra. 46 Pues yo soy Yavc, que 
os ha sacado de la tierra de Egipto, 
para ser vuestro Dios. Vosotros seréis 
santos, porque santo soy yo. 

46 Esta es la ley referente a los 
cuadrúpedos, las aves, todos los seres 
vivientes que se mueven en las aguas 
y todos los que reptan sobre la tierra, 
47 para que distingáis entre lo puro 
y lo impuro, entre lo que puede y 
¡o que no puede comerse.» 

Lo purificación de la recién parida. 

'i 1 Yave habló a Moisés dicien- 
1 do: 2 «Habla a los hijos de Is¬ 
rael y diles: Cuando dé a luz una 
mujer y tenga un hijo, será impura 
durante siete días; será impura como 
en el tiempo de su menstruación. 3 El 
octavo día será circuncidado el hijo, 
4 pero ella quedará todavía en casa 
durante los treinta y tres días de la 


sangre de su purificación; no tocará 
nada santo, ni irá al santuario hasta 
que se cumplan los días de su puri¬ 
ficación. 6 Si da a luz hija, será 
impura durante dos semanas, como 
el tiempo de su menstruación, y se 
quedará en casa durante los sesenta 
y seis días de la sangre de su puri¬ 
ficación. 8 Cuando se cumplan los 
días de su purificación, según que 
haya tenido hijo o hija, presentará 
aníe el sacerdote, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, un cor¬ 
dero primal en holocausto y un pichón 
o una tórtola en sacrificio por el 
pecado. 7 El sacerdote los ofrecerá 
ante Yave, y hará por ella la expia¬ 
ción, y será pura del flujo de su 
sangre. Esta es la ley para la mujer 
que da a luz hijo o hija. 8 Si no 
puede ofrecer un cordero, tomará 
dos tórtolas o dos pichones, uno para 
el holocausto y otro para el sacrificio 
por el pecado; el sacerdote hará por 
ella la expiación, y será pura.» 

Ley neerea de la lepra. 

1 Q 1 Yave habló a Moisés y Arón, 
* diciendo: 3 «Cuando tenga uno 
en su carne alguna mancha escamosa, 
o un conjunto de ellas, o una mancha 
blanca brillante, y se presente así 
en la piel de su carne la plaga de la 
lepra, será llevado a Arón, sacerdote, 
o a uno de sus hijos, sacerdotes. 3 El 
sacerdote examinará la plaga de la 
piel de la carne; y si viere que los 
pelos se han vuelto blancos y que la 
parte afectada está más hundida que 
el resto de la piel, es plaga de lepra; 
y el sacerdote que le haya examinado 
le declarará impuro. 4 Si tiene sobre 
la piel de su carne una mancha blanca 
que no aparece más hundida que el 
resto de la piel, y el pelo no se ha 
vuelto blanco, el sacerdote le recluirá 
durante siete días. 6 El día séptimo 
le examinará; y si el mal no parece 
haber cundido ni haberse extendido 
sobre la piel, le recluirá por segunda 
vez otros siete días, 6 y al séptimo 
día le examinará nuevamente; si la 
parte enferma se ha puesto menos 
brillante y la mancha no se ha ex¬ 
tendido sobre la piel, el sacerdote le 
declarará puro; es sarna. El enfermo 
lavará sus vestiduras v- será puro. 
7 Tero si, después de haber sido exa¬ 
minado por el sacerdote y declarado 
puro, la mancha se extcndicre, será 
llevado a él nuevamente para que le 




LEVÍTICO, 13 


115 


vea; 8 y si la mancha brillante ha 
crecido en la piel, le declarará in¬ 
mundo, que es lepra. 9 Si uno tuviere 
la plaga de la lepra, será llevado al 
sacerdote, 10 que le examinará; y si 
viere éste en la piel la escama blanca, 
y se ha vuelto el color de los pelos, 
y en la mancha escamosa se nota la 
carne viva, 11 será juzgada lepra in¬ 
veterada en la piel de su carne, y el 
sacerdote le declarará impuro; no le 
recluirá, pues es impuro. 12 Pero si 
la lepra se ha extendido hasta llegar 
a cubrir toda la piel del enfermo 
desde la cabeza hasta los pies, en 
cuanto a la vista del sacerdote apa¬ 
rece, le examinará; 13 y si, en efecto, 
cubre todo su cuerpo, declarará puro 
al enfermo, pues se ha puesto todo 
blanco, será puro. 14 Si en el así afec¬ 
tado aparece la carne viva, será im¬ 
puro, 15 y el sacerdote, al ver la 
carne viva, le declarará impuro, pues 
la carne viva es impura, es lepra. 
16 Si la carne viva se pone otra vez 
blanca, se presentará el enfermo al 
sacerdote, 17 que le examinará; y si 
la llaga se ha puesto en verdad blanca, 
el sacerdote le declarará puro; es puro. 

18 Cuando uno tenga en su cuerpo, 
sobre su piel, una úlcera cicatrizada, 
19 y apareciere en ella una escamosi- 
dad blanca o rojiza, se presentará 
al sacerdote, 20 quien le examinará. 
Si la mancha está más hundida que 
el resto de la piel y el pelo se ha 
vuelto blanco, le declarará impuro, 
es lepra, que se ha presentado en la 
úlcera cicatrizada. 21 Si el eolor de 
los pelos no se ha vuelto, y la esca- 
mosidad rojiza no está más hundida 
que el resto, le recluirá por siete días; 
22 y si se ha extendido, le declarará 
impuro; es lepra; 23 pero si está como 
estaba, sin extenderse la mancha, es 
la cicatriz de la úlcera, y el sacerdote 
le declarará puro. 

24 Si uno tiene en su cuerpo, en 
la piel, una quemadura producida por 
el fuego, y sobre la señal de la que¬ 
madura aparece una mancha blanca, 
o de un blanco rojizo, 25 el sacerdote 
le examinará. Si el pelo se ha vuelto 
blanco en la mancha, y ésta aparece 
más hundida que el resto de la piel, 
es lepra que ha brotado en la quema¬ 
dura; el sacerdote le declarará im¬ 
puro. 26 Pero si el sacerdote ve que 
el pelo de la mancha no se ha vuelto 
blanco, y que ésta no aparece más 
hundida que el resto de la piel, y 
fuere de un color suboscuro, le re¬ 


cluirá durante siete días, y después, 
27 al séptimo, le examinará. Si la 
mancha se ha extendido sobre la 
piel, el sacerdote le declarará im¬ 
puro; es lepra. 28 Si está como estaba, 
sin extenderse sobre la piel, y es de 
color suboscuro, es la quemadura, 
y le declarará puro, pues es la cica¬ 
triz de la quemadura. 

29 Si un hombre o una mujer tu¬ 
viere una llaga en la cabeza o en la ' 
barba, 30 el sacerdote la examinará. 
Si está más hundida que el resto 
de la piel, y el pelo se ha vuelto 
rojizo y más delgado, el sacerdote 
lo deelarará impuro, es netec, lepra 
de la cabeza o de la barba. 31 Pero 
si la llaga no se ha extendido, ni está 
más hundida que el resto de la piel, 
y el pelo no está rojizo, recluirá al 
afectado por siete días, 32 y al sépti¬ 
mo examinará la llaga. Si ésta no 
se ha extendido y el pelo no ha mu¬ 
dado el eolor, ni está la llaga más 
hundida que la piel, 33 le hará que 
se afeite, fuera de la parte afectada, 
y le recluirá por otros siete días, 
34 y al séptimo examinará la llaga; 
si no se ha extendido ni está más 
hundida que la piel, le declarará puro; 
el hombre lavará sus vestiduras y 
será puro. 35 Pero si, después de de¬ 
clarado puro, la Paga se extendiere 
sobre la piel, 36 le examinará el 
sacerdote; y si en efecto se ha exten¬ 
dido, no hay va que mirar si el pelo 
ha mudado de color; es impuro. 
37 Mas si la llaga no se ha extendido 
y el pelo está negro, la llaga está 
curada, es puro, y puro le declarará 
el sacerdote. 

38 Si cualquier hombre o mujer 
tiene en su piel manchas blancas, 
39 el sacerdote le examinará. Si las 
manchas son de un color suboscuro, 
es bahaq que le ha salido en la piel; 
es puro. 

40 Si a uno se le caen los pelos de 
la cabeza y se queda calvo, es cal¬ 
vicie de atrás; es puro. 41 Si los pelos 
se le caen a los lados de la cara, es 
ealvicie anterior; es puro. 42 Pero si 
en la ealva, posterior o anterior, apa¬ 
reciere llaga de color blanco rojizo, 
es lepra que ha salido en el occipucio 
o en el sincipucio. 43 El sacerdote 
le examinará, y si la llaga escamosa 
es de un blanco rojizo, como el de 
la lepra en la piel de la carne, 44 es 
leproso; es impuro, e impuro le decla¬ 
rará el sacerdote, pues es leproso de 
la eabeza. 






LEVÍTICO, 14 


110 


45 El leproso, manchado de lepra, 
llevará rasgadas sus vestiduras, des¬ 
nuda la cabeza, y cubrirá su rostro, 
e irá clamando: «¡Inmundo, inmundo!» 
46 Todo el tiempo que le dure la lepra 
será inmundo. Es impuro y habitará 
solo; fuera del campamento tendrá 
su morada. 

47 Si apareciere mancha de lepra 
en un vestido, sea de lana, sea de 
lino; 48 o en hilo de trama o de ur¬ 
dimbre; o en una piel, o un objeto 
cualquiera de cuero; 49 si la mancha 
es de color verdoso o rojizo, es plaga 
de lepra. 50 Se le enseñará al sacer¬ 
dote, quien después de examinar la 
mancha, encerrará el objeto por siete 
días. 51 El séptimo examinará de 
nuevo la mancha; si ésta se ha ex¬ 
tendido sobre el vestido, el hilo de 
trama o de urdimbre, la piel o el 
objeto de cuero, es plaga de lepra 
tenaz; la cosa es impura. 52 Se que¬ 
mará el vestido, el hilo de trama o 
de urdimbre, la piel o el objeto de 
cuero en que se halla la mancha, 
pues es lepra tenaz; el objeto será 
quemado al fuego. 53 Pero si ve que 
la mancha del vestido, la urdimbre, 
la trama, o el objeto de cuero no se 
ha extendido, 54 mandará lavar aque¬ 
llo en que apareció la lepra y lo 
encerrará por otros siete días. 55 Si 
después de lavada, ve que la man¬ 
cha no ha mudado de aspecto, aun¬ 
que no haya cundido, es inmundo, 
y se quemará porque está infectado 
en el reverso o en el anverso. 56 Pero 
si el sacerdote ve que después del 
lavado la parte manchada ha mu¬ 
dado el color, la arrancará del ves¬ 
tido o del cuero, de la urdimbre o 
de la trama; 67 y si después de esto 
se viera que en el vestido o en la 
urdimbre o en la trama o en el ob¬ 
jeto de cuero cunde todavía la man¬ 
cha, se quemarán. 58 Pero si después 
del lavado, en la urdimbre o la traína 
o el objeto de cuero la mancha ha 
desaparecido, se lavará otra vez, y 
será puro. 59 Tal es la ley de la 
lepra del vestido, de lana o lino, de 
la urdimbre o de la trama y de todo 
objeto de cuero, para declararlos 
mundos o inmundos. 

Ley ncerca de la purificación del 
leproso. 

H 1 Yave habló a Moisés, dicien¬ 
do: 2 «Esta será la ley del le¬ 
proso para el día de su purificación: 


Será conducido al sacerdote, 3 que 
saldrá a su encuentro fuera del cam¬ 
pamento y le examinará. Si la plaga 
de la lepra ha desaparecido del le¬ 
proso, 4 mandará tomar para el que 
ha de purificar dos .avecillas vivas, 
puras, madera de cedro, un hilo de 
púrpura e hisopo; 5 degollará una de 
las aves encima de una vasija llena de 
agua viva; 6 y tomando el ave viva, 
el cedro, el hilo de púrpura y el 
hisopo, los mojará, lo mismo que el 
ave viva, en la sangre del ave de¬ 
gollada sobre el agua viva; 7 asper¬ 
gerá siete veces al que ha de ser 
purificado de la lepra, y le declarará 
puro, dando suelta en el campo al 
ave viva. 8 Luego, el que ha de ser 
purificado lavará sus vestidos, raerá 
todo su pelo y se bañará en agua, y 
será puro. Podrá ya entrar en el 
campamento, pero quedará por siete 
días fuera* de su tienda. 

9 El día séptimo raerá todo su 
pelo, sus cabellos, su barba, sus cejas, 
todo su pelo, lavará sus vestidos, y 
bañará su cuerpo en agua, y será 
limpio. 10 El día octavo tomará dos 
corderos sin defecto y una oveja 
primal sin defecto y tres décimos de 
cfa de flor de harina, amasada con 
aceite, y un log de aceite. 11 El sacer¬ 
dote que haga la purificación presen¬ 
tará ante Yave al hombre que lia de 
purificarse, con todas esas cosas, a 
la entrada del tabernáculo de la 
reunión. 12 Tomará uno de los dos 
corderos, para ofrecerle en sacrificio 
expiatorio y el log de aceite, y lo 
agitará ante Yave; 13 luego degollará 
el cordero donde se inmola la vícti¬ 
ma expiatoria V el holocausto, en 
lugar santo, porque la víctima del 
sacrificio expiatorio, como la del sa¬ 
crificio por el pecado, es para el sacer¬ 
dote, es cosa santísima. 14 El sacer¬ 
dote, tomando la sangre del sacrifi¬ 
cio expiatorio, untará de ella el ló¬ 
bulo de la oreja derecha del que se 
purifica y el pulgar de la mano de¬ 
recha y del pie derecho. 15 Tomará 
el log de aceite, y echando de él en 
la palma de su mano izquierda, 

16 meterá el índice de su mano dere¬ 
cha en el aceite que tiene en la palma 
de su mano izquierda, y hará con él 
por siete veces aspersión ante Yave. 

17 Después, del aceite que le queda 
en la palma untará el lóbulo de la 
oreja derecha del que se purifica y 
el pulgar de la mano derecha y del 
► ie derecho, encima de la sangre de 





LEVÍTICO. 14 


117 


1 - 

l a víctima; 18 el resto del aceite que 
le queda en la palma lo echará sobre 
a cabeza del que se purifica, cum¬ 
pliendo así la expiación por él ante 
Ya ve. 19 Luego el sacerdote ofrecerá 
el sacrificio por el pecado, haciendo 
la expiación del que se purifica de 
su mancha; 20 y después de inmolar 
el holocausto, lo ofrecerá en el altar 
con la oblación, y así hará por él la 
expiación y será puro. 

21 Si fuere pobre y no pudiere pro¬ 
curarse las víctimas ordinarias, to¬ 
mará sólo un cordero, que se ofre¬ 
cerá en sacrificio expiatorio, en ofren¬ 
da de expiación. Llevará una décima 
de flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda, y un log de aceite; 
22 también dos tórtolas o dos picho¬ 
nes, según sus facultades, uno como 
víctima expiatoria, el otro para el 
holocausto. 23 Lo presentará el día 
octavo al sacerdote para su purifi¬ 
cación, a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, ante Yave. 24 El sacer¬ 
dote tomará el cordero de la expia¬ 
ción y el log de aceite y los agitará 
ante Yave; 25 y después de haber 
inmolado el cordero del sacrificio de 
expiación, tomará de su sangre y la 
pondrá en el lóbulo de la oreja dere¬ 
cha del que se purifica y sobre el 
dedo pulgar de la mano derecha y 
del pie derecho. 26 Echará luego aceite 
en la palma de su mano izquierda, 
27 y con el dedo índice de su mano 
derecha hará siete veces aspersión 
ante Yave; 28 untará del aceite que 
tiene en la mano el lóbulo de la oreja 
derecha del que se purifica y el pulgar 
de la mano derecha y del pie dere¬ 
cho en el lugar donde puso la sangre 
de la víctima expiatoria. 29 Lo que 
le quede en la mano lo echará sobre 
la cabeza del "que se purifica, para 
hacer por él la expiación ante Yave. 
30 Después ofrecerá una de las tór¬ 
tolas o uno de los pichones que haya 
podido procurarse, 31 el uno en sacri¬ 
ficio por el pecado, el otro en holo¬ 
causto, con la ofrenda; y así el sacer¬ 
dote hará la expiación, ante Yave, 
del que se purifica. 32 Esta es la ley 
de la purificación del que tiene plaga 
de lepra y no puede presentar las 
víctimas ordinarias.» 

33 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 34 «Cuando hayáis en¬ 
trado en la tierra de Canán que yo 
voy a daros en posesión, y mandare 
yo la plaga de lepra a alguna casa de 
la tierra que poseeréis, 35 el dueño 


de la casa irá a ponerlo en conoci¬ 
miento del sacerdote, diciéndole: Noto 
que hay en mi casa una mancha. 
3 6 El sacerdote mandará desocupar 
la casa antes de ir a examinar la 
mancha, para que no se contamine 
cuanto hay en ella. Desocupada, irá 
el sacerdote a examinarla. 37 Exa¬ 
minará la mancha, y si en las pare¬ 
des de la casa hallare cavidades ver¬ 
dosas o rojizas como hundidas en la 
pared, 38 saldrá a la puerta de la 
casa, y la hará cerrar por siete días. 
39 Al séptimo día volverá el sacer¬ 
dote; y si ve que la mancha ha cun¬ 
dido en las paredes de la casa, 40 man¬ 
dará quitar las piedras manchadas y 
arrojarlas fuera de la ciudad, en un 
lugar impuro; 41 hará raspar la casa 
toda en lo interior, arrojándose en 
un lugar impuro el polvo que se ras¬ 
pe. 42 Se tomarán otras piedras y se 
pondrán en el lugar de las quitadas, 
y se revocará de nuevo. 43 Si la 
mancha reapareciere nuevamente en 
la casa después de haber quitado las 
piedras y de haberla raspado y revo¬ 
cado de nuevo, 44 volverá el sacer¬ 
dote a examinarla. Si la mancha hu¬ 
biere cundido en la casa, es lepra 
corrosiva de la casa: es impura. 45 Se 
demolerá, y las piedras, la madera y 
todo el mortero se llevarán fuera de 
la ciudad a un lugar impuro. 46 Quien 
entrare en la casa durante el tiempo 
que se ha tenido cerrada, será im¬ 
puro hasta la tarde. 47 Quien hubiere 
dormido en ella lavará sus vestidos, 
y quien en ella hubiere comido lavará 
sus vestidos. 

48 Pero si el sacerdote, al volver 
a la casa, ve que la mancha no ha 
cundido en ella después que la casa 
ha sido revocada de nuevo, decla¬ 
rará pura la casa, pues el mal se ha 
curado. 49 Entonces tomará para ex¬ 
piar la casa dos avecillas, madera de 
cedro, lana escarlata e hisopo: 60 de¬ 
gollará una de las aves sobre una 
vasija de barro con agua viva, 51 y 
tomando luego la madera de cedro, 
el hisopo y la lana escarlata con la 
otra ave, lo mojará todo en la sangre 
del ave degollada sobre el agua viva, 
y aspergerá la casa siete veces. 52 Pu¬ 
rificará la casa con la sangie del 
ave, el agtia viva, el ave viva, la 
madera de cedro, el hisopo y la lana 
escarlata 43 y dará suelta al ave viva 
fuera de la ciudad, en el campo.» 
54 Tal es la ley de toda clase de 
mancha de lepra, o de netzc y 55 y 




LEVÍTICO, 15, 16 


1 18 


de la lepra de los vestidos y de las 
casas, 66 de las manchas brillantes, 
de las escamosas y de las manchas, 
67 para declarar lo mundo y lo in¬ 
mundo. Esta es la ley de la lepra. 

Inmundicia del hombre y de la 
mujer. 

1 ^ 1 Ya ve habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 2 «Hablad a los hijos 
de Israel y decidles: Cualquier hombre 
que padezca flujo seminal en su carne, 
será inmundo. 3 Esta es la ley de su 
inmundicia en el flujo, ya sea por 
destilar su carne el flujo, ya por 
retenerlo, es inmundo. 4 Él lecho en 
que se acueste, el asiento en que se 
siente, será inmundo. 5 Quien tocare 
su lecho, lavará sus vestidos, se ba¬ 
ñará en agua, y será impuro hasta la 
tarde. 6 Quien se sentare sobre un 
objeto sobre el que se sentó el que 
padece el flujo, lavará sus vestidos, 
se bañará en agua, y será impuro 
hasta la tarde. 7 Quien tocare la 
carne del enfermo, lavará sus vesti¬ 
dos, se bañará en agua, y será im¬ 
puro hasta la tarde. 8 Si el enfermo 
escupe sobre un hombre puro, éste 
lavará sus vestidos, se bañará en 
agua, y será impuro basta la tarde. 

9 El carro en que viaje el enfermo 
será inmundo. 10 Quien tocare algo 
que haya estado debajo del enfermo 
será impuro hasta la larde, V quien 

10 trasportare, lavará sus vestidos, 
se bañará en agua, y será impuro 
hasta la tarde. 11 Todo aquel a quien 
el enfermo tocare sin haberse antes 
lavado las manos en agua, lavará 
sus vestidos, se bañará en agua, y será 
impuro basta la tarde. 12 Toda vasija 
de barro que tocare se romperá, y 
la de madera se lavará en agua. 
í3 Cuando esté curado de su flujo, 
contará siete días para su purifica¬ 
ción: lavará sus vestidos, bañará su 
cuerpo en agua viva, y será puro. 
14 Al octavo día, tomando dos tór¬ 
tolas o dos pichones, se presentará 
ante Yavc, a la entrada del taber¬ 
náculo de la reunión, y se los dará 
al sacerdote, 16 que los ofrecerá, uno 
en sacrificio expiatorio, el otro en 
holocausto, y hará por él la expia¬ 
ción ante Yo ve, por su flujo. 

16 El hombre que efundiere su 
semen, lavará con agua todo su cuer¬ 
po, 17 y toda ropa o piel en que se 
efunda será lavada con agua, y s^á 
inmunda hasta la tarde. 18 La mujer 


con quien se acostare con emisión del 
semen, se lavará como él, y como 
él será inmunda hasta la tarde. 

19 La mujer que tiene su flujo, flujo 
de sangre en su carne, estará siete 
días en su impureza. Quien la tocare 
será impuro hasta la tarde. 20 Aque¬ 
llo sobre que durmiere o se sentare 
durante su impureza, será impuro, 
21 y quien tocare su lecho, lavará 
sus vestidos, se bañará en agua y 
será impuro hasta la tarde. 22 Si algo 
hubiere sobre el lecho o sobre el asien¬ 
to, quien lo tocare será impuro hasta 
la tarde. 23 Lo que hubiere sobre su 
lecho o sobre su asiento, quien lo 
tocare será impuro hasta la tarde. 
24 Pero si uno se acostare con ella, 
será sobre él su impureza, y será 
inmundo por siete días, y el lecho en 
que durmiere será inmundo. 

25 La mujer que tuviere flujo de 
sangre por más tiempo del acostum¬ 
brado, prolongándose éste más allá 
de los días de su impureza, será im¬ 
pura todo el tiempo que dure el flujo, 
como en el tiempo del menstruo. 
26 El lecho en el cual durante él duer¬ 
ma y todo objeto sobre el que se 
siente, será impuro, como en el 
tiempo del menstruo, 27 y quien los 
toque será impuro y lavará sus ves¬ 
tidos, se bañará en agua, y será 
impuro hasta la tarde. 28 Cuando cu¬ 
rare de su flujo, contará siete días, 
después de los cuales será pura. 29 Al 
octavo día tomará dos tórtolas o dos 
pichones, y los llevará al sacerdote 
a la entrada del tabernáculo de la 
reunión. 30 El sacerdote los ofrecerá, 
uno en sacrificio expiatorio y el otro 
en holocausto, y hará por ella la ex¬ 
piación ante Ya ve de la inmundicia 
de su flujo. 

81 Enseñad a los hijos de Tsrael 
a purificarse de sus inmundicias, no 
sea que por ellas mueran, por man¬ 
char el tabernáculo que está en medio 
de ellos. 

82 Esta es la ley del que padece 
flujo y efunde el semen, naciéndose 
inmundo, 33 y de la mujer en su flujo 
menstrual; de cuantos padecen flujo, 
hombres o mujeres, y del hombre 
que se acuesta con una mujer impura.» 


Ley aceren ele la fiesta anual de 
la expiación. 


1 1 Después de la muerte de los 

dos hijos de Arón, heridos al 
acercarse ante Ya ve, 2 dijo Ya ve a 




LEVÍTICO, 16 


} 19 


Moisés: «Di a tu hermano Arón, que 
no entre nunca en el santuario |ior 
detrás del velo que está delante del 
propiciatorio de sobre el arca, no sea 
que muera, pues yo me muestro en 
la nube sobre el propiciatorio (1). 

3 He aquí el rito según el cual en¬ 
trará Arón en el santuario: Tomará 
un novillo para el sacrificio por el 
pecado y ün carnero para el holocaus¬ 
to. 4 Se revestirá de la túnica santa 
de lino, y se pondrá sobre sus carnes 
el calzón de lino; se ceñirá un cintu¬ 
rón de lino y cubrirá su cabeza con 
la tiara de lino, vistiéndoselos des¬ 
pués de haberse lavado en el agua. 
5 Recibirá de la asamblea de los hijos 
de Israel dos machos cabríos, para el 
sacrificio por el pecado, y un carnero 
para el holocausto; 8 Arón ofrecerá 
su novillo por el pecado, y hará la 
expiación por sí y por su casa. 7 To¬ 
mará después los dos machos cabríos, 
y presentándolos ante Yavc a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 

8 echará sobre ellos las suertes, una 
la de a Ya ve, otra la de a Azazel. 

9 Arón liará acercar el macho cabrío 
sobre que recayó la suerte de a 
Yave, y le ofrecerá en sacrificio por 
el pecado; 10 el macho cabrío sobre 
el que recayó la suerte de a Azazel, 
le presentará vivo ante Yave f para 
hacer la expiación y soltarle después 
a Azazel. 11 Arón ofrecerá el novillo 
del sacrificio por el pecado, haciendo 
la expiación por si y por su casa. 
Después de degollar su novillo por 
el pecado, 12 tomará del altar un in¬ 
censario lleno de brasas encendidas, 
de ante Yave, y dos puñados de ti¬ 
miama pulverizado, y lo llevará todo 
detrás de la cortina; 13 echará el 
timiama en el fuego ante Yave, para 
que la nube de incienso cubra el pro¬ 
piciatorio que está sobre el testimo¬ 
nio, y no muera. 14 Tomando luego 
la sangre del novillo, aspergerá con 
su dedo el frente del propiciatorio, 
haciendo con el dedo siete aspersio¬ 
nes. 15 Degollará el macho cabrío 
expiatorio del pueblo; y llevando su 
sangre detrás del velo, hará como 
con la sangre del novillo, aspergién¬ 
dola sobre el propiciatorio y delante 
de él, 18 y así purificará el santuario 
de las impurezas de los hijos de 
Israel y de todas las trasgresiones 


(i) Es el comienzo del llamado código 
sacerdotal, que tiene como introducción todo 
lo referente a la construcción del tabernáculo. 


con que hayan pecado. Lo mismo 
hará con el tabernáculo de la reunión, 
que está entre ellos, en medio de sus 
impurezas. 17 Que no haya nadie en 
el tabernáculo de la reunión, desde 
que él entre para hacer la expiación 
del santuario hasta que salga, hecha 
la expiación por sí y por su casa y 
por toda la asamblea de Israel. 

18 Después irá al altar que está ante 
Yave y hará la expiación de él, y 
tomando sangre del novillo y sangre 
del macho cabrío, untará de ellas 
los cuernos del altar todo en torno; 

19 hará con su dedo siete veces la 
aspersión de sangre, y le santificará 
y le purificará de las impurezas de 
los hijos de Israel. 

20 Hecha la expiación del santua¬ 
rio, del tabernáculo de la reunión y 
del altar, presentará el macho cabrío 
vivo; 21 y poniendo sus dos manos 
sobre la cabeza del macho cabrío 
vivo, confesará sobre él todas las 
culpas, todas las iniquidades de los 
hijos de Israel y todas sus trasgre¬ 
siones con que han pecado, y los 
echará sobre la cabeza del macho 
cabrío, y lo mandará al desierto por 
medio de un hombre designado para 
ello. 22 El macho cabrío llevará sobre 
sí todas las iniquidades de ellos a 
tierra inhabitada, y el que lo lleve 
lo dejará en el desierto. 23 Después 
Arón entrará en el tabernáculo de 
la reunión y se desnudará de las ves¬ 
tiduras de lino, que se vistió para 
entrar en el santuario; 24 y quitadas, 
se lavará su cuerpo con agua en 
lugar santo, y se pondrá sus vesti¬ 
duras. Saldrá luego, ofrecerá su holo¬ 
causto y el del pueblo, hará la ex¬ 
piación por sí y por el pueblo, 25 y 
quemará en el altar el sebo del sacri¬ 
ficio por el pecado. 26 El que habrá 
ido a soltar el macho cabrío a Azazel, 
lavará sus vestidos y bañará en agua 
su cuerpo, después de lo cual podrá 
entrar en el campamento. 27 Serán 
llevados fuera del campamento el 
novillo y el macho cabrío inmolados 
por el pecado, cuya sangre se intro¬ 
dujo en el santuario para hacer la 
expiación, y se consumirán por el 
fuego sus pieles, sus carnes y sus 
excrementos. 28 El que los queme 
lavará luego sus vestidos, bañará en 
agua su cuerpo y después podrá entrar 
en el campamento. 

29 Esta será para todos ley perpe¬ 
tua; el séptimo mes, el día diez del 
mes, mortificaréis vuestras personas 








LEVlTICO. 1?. 1» 


120 


y no haréis trabajo alguno, ni el 
indígena ni el extranjero que habita 
en medio de vosotros; 30 porque en 
ese día se hará la expiación por vos¬ 
otros, para que os purifiquéis y seáis 
purificados ante Yave de todos vues¬ 
tros pecados. 31 Será para vosotros 
día de descanso, sábado, y mortifi¬ 
caréis vuestras personas. Es ley per¬ 
petua. 

32 La expiación la hará el sacer¬ 
dote que haya sido ungido y haya 
sido iniciado para ejercer las funcio¬ 
nes sacerdotales en lugar de su padre. 
Se revestirá de las vestiduras de lino, 
las vestiduras sagradas, 33 y hará la 
expiación del santuario de la santi¬ 
dad, del tabernáculo de la reunión 
y del altar, la de los sacerdotes y la 
de todo el pueblo de la asamblea. 
34 Será para vosotros ley perpetua, y 
se hará la expiación una vez por 
año para los hijos de Israel por sus 
pecados» (1). 

Hízose lo que Yave había man¬ 
dado a Moisés. 


Lev a ocrea del Injjur del sacrificio. 

1 ^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

1 k 2 «Habla a Arón y a sus hijos 
y a todos los hijos de Israel, y diles: 
He aquí lo que ha maiidado Yave: 

3 A todo hombre de la casa de 
Israel que en el campamento o fuera 
del campamento degüelle un buey, 
una oveja o una cabra, 4 * * * * sin haberla 
llevado a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, para presentarla en 
ofrenda a Yave ante el santuario, le 
será imputada la sangre; ha derra¬ 
mado sangre, y será borrado de en 
medio de su pueblo. 

b Por eso deben los hijos de Israel, 
en vez de inmolar sus victimas en el 
campo, traerlas al sacerdote ante 
Yave a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, y ofrecerlas a Yave 
en sacrificio pacífico; 9 el sacerdote 
derramará la sangre en el altar de 
Yave a la entrada del tabernáculo 
de la reunión, y quemará el sebo en 


(i) La alianza entre Dios y su pueblo 

podfa perturbarse por los pecados voluntarios 

o involuntarios del pueblo y de los sacerdotes. 

Esta es la razón de la fiesta de la expiación, 

restablecer la alianza borrando los pecados. El 

rito con que se celebraba se expone minucio¬ 

samente en este capitulo. San Pablo (Hebr. 9. 15 

sigs.) la considera como tipo del sacrificio re-, 

dentor de Cristo. 


olor de suavidad a Yave. 7 Así no 
ofrecerán sus sacrificios a los sátiros, 
con los cuales se prostituyen. Esta 
será para ellos ley perpetua, de ge¬ 
neración en generación. 

8 Diles, pues: Todo hombre de la 
casa de Israel o de los extranjeros 
que habitan en medio de ellos que 
ofrezca un holocausto o un sacrificio, 
9 y no llevare la víctima a la entrada 
del tabernáculo de reunión, para ser 
sacrificado a Yave, será borrado de 
en medio del pueblo. 


Prohibición de comer simare, ani¬ 
mal moríecino y desbarrado. 

10 Todo hombre de la casa de 
Israel, o de los extranjeros que habi¬ 
tan en medio de ellos, que coma san¬ 
gre de un animal cualquiera, yo me 
volveré contra el que come sangre, 
y le borraré de en medio de su pueblo, 
11 porque la vida de la carne es la 
sangre, y yo os la he mandado poner 
sobre el altar para expiación de vues¬ 
tras almas, y la sangre expía, por 
ser vida. 12 Por eso he mandado a 
los hijos de Israel: Nadie de entre 
vosotros ni de los extranjeros que 
habiten en medio de vosotros, come¬ 
rá sangre. 

13 Todo hombre de entre los hijos 
de Israel, o de los extranjeros que 
habitan en medio de ellos, que cazare 
un animal o un ave puros, verterá 
la sangre y la cubrirá de tierra; 
14 porque la vida de toda carne es 
la sangre. Por eso he mandado yo 
a los hijos de Israel: no comeréis la 
sangre de carne alguna, porque la 
vida de toda carue es la sangre; 
quien la comiere será borrado. 

15 Todo indígena o extranjero que 
comiere carne inortieiua o desgarrada, 
lavará sus vestidos, se bañará en 
agua, y será impuro hasta la tarde; 
después será puro. 16 Gi 110 lava sus 
vestidos y su cuerpo, contraerá reato.» 


I ilíones ilícitas \ pecados contra 
natura. 

| }{ 1 Yave habló a Moisés, dicien- 
10 do: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: 3 Yo soy Yave, vues¬ 
tro Dios. No liaréis lo que se hace 
en la tierra de Egipto donde habéis 
morado, ni haréis lo que se lince en 
la tierra de Cauán, a donde yo os 







LE VÍ TICO, 19 


121 


llevo; no seguiréis sus leyes. 4 Prac¬ 
ticaréis mis mandamientos y cum¬ 
pliréis mis leyes; las seguiréis. Yo, 
Yavc, vuestro Dios. 

6 Guardaréis mis leyes y mis man¬ 
damientos; el que los cumpliere vi¬ 
virá por ellos. Yo, Yave. 

6 Ninguno de vosotros se acercará 
a una consanguínea suya para des¬ 
cubrir su desnudez. Yo, Yave. 

7 No descubrirás la desnudez de 
tu padre, ni la de tu madre; es tu 
madre; no descubrirás su desnudez. 

8 No descubrirás la desnudez de 
la mujer de tu padre; es la desnudez 
de tu padre. 

9 No descubrirás la desnudez de 
tu hermana, hija de tu padre o hija 
de tu madre; nacida en la casa o 
nacida tuera de ella, no descubrirás 
su desnudez. 

10 No descubrirás la desnudez de 
la hija de tu hijo o de la hija de tu 
hija, porque es tu propia desnudez. 

11 No descubrirás la desnudez de 
la hija de mujer de tu padre, nacida 
de tu padre; es tu hermana. 

12 No descubrirás la desnudez de 
la hermana de tu padre; es la carne 
de tu padre. 

13 No descubrirás la desnudez de 
la hermana de tu madre; es la carne 
de tu madre. 

14 No descubrirás la desnudez del 
hermano de tu padre, acercándote 
a su mujer; es tu t'a. 

15 No descubrirás la desnudez de 
tu nuera; es la mujer de tu hijo; no 
descubrirás su desnudez. 

16 No descubrirás la desnudez de 
la mujer de tu hermano; es la des¬ 
nudez de tu hermano. 

17 No descubrirás la desnudez de 
una mujer y la de su hija, ni tomarás 
a la hija de su hijo, ni a la hija de 
su hija para descubrir su desnudez; 
son parientes; es un crimen. 

18 No tomarás a la hermana de 
tu mujer para hacer de ella una rival 
suya, descubriendo su desnudez con 
la de tu mujer en vida de ésta. 

19 No te acercarás a una mujer 
durante el tiempo de su impureza, 
para descubrir su desnudez. 

20 No tendrás comercio con la 
mujer de tu prójimo, manchándote 
con ella. 

21 No darás hijo tuyo para ser 
pasado en honor de Moloc; no pro¬ 
fanarás el nombre de* tu Dios. Yo, 
Yave. 

22 No te ayuntarás con hombre 


como con mujer; es una abominación. 

23 No te ayuntarás con bestia, man¬ 
chándote con ella. 

La mujer no se pondrá ante una 
bestia, prostituyéndose ante ella; es 
una perversidad. 

24 No os manchéis con ninguna de 
estas cosas, pues con ellas se han 
manchado los pueblos que yo voy a 
arrojar de delante de vosotros. 25 Han 
manchado la tierra, yo castigaré sus 
maldades, y la tierra vomitará a sus 
habitantes/ 26 Pero vosotros guardad 
mis leyes y mis mandamientos, y 
no cometáis ninguna de esas abomi¬ 
naciones, ni indígena ni extranjero 
de los que habitan en medio de 
vosotros. 27 Porque todas esas abo¬ 
minaciones son las que han come¬ 
tido los hombres de esa tierra que 
la habitaron antes de vosotros, y la 
tierra se ha manchado. 28 Que no 
os vomite la tierra por haberla man¬ 
chado, como vomitó a los pueblos 
que antes de vosotros la habitaron; 
29 porque cualquiera que cometa una 
de esas abominaciones, será borrado 
de en medio de su pueblo 30 Guardad 
mis mandamientos, no practicando 
ninguna de esas prácticas abomina¬ 
bles que se practicaban antes de vos¬ 
otros, y no os manchéis con ellas. 
Yo, Yave, vuestro Dios.» 

Diversas leyes religiosas, cere¬ 
moniales y morales. 

1 Q 1 Yave habló a Moisés, di- 
1 7 ciendo: 2 «Habla a toda la 
asamblea de Israel y diles: 

3 Sed santos, porque santo soy yo, 
Yave, vuestro Dios (1). 


(i) Comienza aquí el llamado código da 
santidad, que termina en el c. 26, con una larga 
y apremiante exhortación. Es una miscelánea 
legal, en la cual se repiten no pocas leyes antes 
dadas, pero que entran en él en un nuevo 
aspecto: el de la santidad. Por ser santo Dios, 

ha de ser santo el pueblo, en medio del cual 
habita el Santo, que es quien a él le santifica. 
Santo viene a ser puro, limpio, sin mancha, sin 
defecto; y es, entre los atributos de Dios en lá 
Escritura, el que más íntimamente ligado esta 
a la religión. «Tres veces santo» proclaman á 
Dios los serafines. (Is. 6.) Pero esta santidad 
se nos presenta como algo terrible y mortal 
para quien a ella se acerca no estando en con¬ 
sonancia con ella. (Is. 6. 5.) Y por eso lo impuro 
ha de santificarse antes, mediante una consa¬ 
gración; así, por ejemplo, se consagran el san¬ 
tuario, el altar, la víctima, lós sacerdotes, el 
pueblo, el tiempo, etc., que se santifican me¬ 
diante una especial consagración a Dios. Hay 





122 


LEVÍTICO, 19 


Tema cada uno a su padre y a 
su madre y guardad mis sábados. 
Yo, Ya ve, vuestro Dios. 

4 No vayáis tras los ídolos, y no 
os hagáis dioses fundidos. Yo, Yave, 
vuestro Dios. 

6 Cuando ofrezcáis a Yave un 
sacrificio pacifico, ofrecedlo de ma¬ 
nera que sea aceptable. 6 La víctima 
será comida el día de su inmolación 
o al día siguiente; lo que quedare 
para el día tercero será quemado por 
el fuego. 7 Si alguno comiere de ello 
al tercer dia, es una abominación; 
el sacrificio no será aceptable. 8 El 
que lo haga contraerá reato, porque 
profana lo consagrado a Yave, y 
será borrado de en medio de su pueblo. 

9 Cuando bagáis la recolección de 
vuestra tierra, no segarás basta el 
límite extremo de tu campo, ni reco¬ 
gerás las espigas caídas, 10 ni harás 
el rebusco de tus viñas y olivares, 
ni recogerás la fruta caída de los 
frutales; lo dejarás para el pobre y el 
extranjero. Yo, Yave, tu Dios. 

11 No hurlaréis, ni os haréis en¬ 
gaño y mentira unos a otros. 

12 No jures por mi nombre min¬ 
tiendo; es profanar el nombre de tu 
Dios. Yo, Yave. 

13 No oprimas a tu prójimo ni le 
despojes No quede en tu mano 
hasta el siguiente día el salario del 
jornalero. 

14 No profieras maldición contra el 
sordo, ni pongas ante el ciego tro¬ 
piezos para hacerle caer; has de temer 
a tu Dios. Yo, Yave. 


cosas por naturaleza impuras, por ejemplo, un 
cadáver, la mujer parida, etc.; los animales 
inmundos, como el cerdo, etc. Estas cosas 
comunican su impureza a quien las toca, a 
modo de contagio, y para verse libre de esta 
inmundicia se exige una purificación. Hay 
una tercera clase de cosas, que pudiéramos 
decir neutras, no son por sí ni puras ni impuras, 
pero son capaces de una especial consagración 
y sinticación, por ejemplo, el hombre, la 
oveja, etc. Pueden, sin embargo, resultar 
impuras en ciertos momentos, en que por 
manera especial se manifiesta la santidad de 
Dios, por ejemplo cuando Dios bajó al monte 
Sinai, el que ha de ofrecer el incienso en el 
tabernáculo, etc. Aun las cosas santificadas 
pueden adolecer a veces de este defecto; por 
ejemplo, el sumo sacerdote ha de expiarse para 
entrar en el santísimo, etc. Es algo parecido 
a lo que es para nosotros la santidad del óleo 
santo, del cáliz, de las imágenes bendecidas, 
de las iglesias consagradas, etc.; aunque este 
concepto de santidad, por decirlo así, dema¬ 
siado material, es más propio del A. T. que 
del N. 


15 No hagas injusticia en tus jui¬ 
cios, ni favoreciendo al pobre, ni 
complaciendo al poderoso; juzga a 
tu prójimo según justicia. 

18 No vayas sembrando entre el 
pueblo la difamación; no depongas 
contra la sangre de tu prójimo. Yo. 
Y r ave. 

17 No odies en tu corazón a tu her¬ 
mano, pero repréndele para no car¬ 
garte tú por él con un pecado. 

18 No te vengues, y no guardes 
rencor contra los hijos de tu pueblo. 
Amarás a tu prójimo como a ti mis¬ 
mo Í1). Yo, Yave. 

19 Guardad mis mandamientos. 

No aparearás bestias de diversa 

especie, ni sembrarás en tu campo 
simiente de dos especies, ni llevarás 
vestido tejido de dos especies do 
hilo. 

20 Si alguno yaciere con mujer 
esclava desposada*a otro, no rescatada 
ni puesta en libertad, castigúeseles, 
no con la muerte, pues ella no era 
libre. 21 Ofrecerá por su pecado el 
hombre ante Yave, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, un car¬ 
nero en sacrificio de expiación; 22 el 
sacerdote hará por él la expiación 
ante Yave, con el carnero de) sacri¬ 
ficio expiatorio por el pecado come¬ 
tido, y le será perdonado. 

23 Cuando hubiéreis entrado en 
la tierra, y plantéis árboles frutales 
de cualquier especie, sus frutos los 
miraréis, como incircuncisos; durante 
tres años serán para vosotros incir¬ 
cuncisos y no los comeréis. 24 Al 
cuarto año, todos sus frutos serán 
consagrados a Yave. 25 Al quinto 
año comeréis ya sus frutos, y el 
árbol aumentará vuestras utilidades. 
Yo, Yave, vuestro Dios. 

26 No comeréis carne con sangre, 
ni practicaréis la adivinación ni la 
magia. 27 No os raparéis en redondo 
la cabeza, ni raeréis los lados de 
vuestra barba. 28 No os haréis inci¬ 
siones en vuestra carne por un muerto, 
ni imprimiréis en ella figura alguna. 
Yo, Yave. 

29 No profanes a tu hija, prostitu¬ 
yéndola, que no se entregue la tierra 
a la prostitución y se llene de crí¬ 
menes. 


(i) El amor al prójimo como a si mismo 
no se limita aquí al amor de los connacionales: 
se extiende al extranjero que habita en medio 
de ellos. Es un precedente del precepto evan¬ 
gélico, pero dista mucho de él, pues en éste 
el amor se extiende aun a los mismos enemigos. 






LEVlTICO, 20 


123 


30 Observad mis sábados y reve¬ 
renciad mi santuario. Yo, Yave. 

31 No acudáis a los que evocan a 
los muertos, ni a los adivinos, ni los 
consultéis, para no mancharos con 
su trato. Yo, Yave, vuestro Dios. 

32 Alzate ante una cabeza blanca v 
honra la persona del anciano. Teme 
a tu Dios. Yo, Yave. 

33 Si viene un extranjero para habi¬ 
tar en vuestra tierra, no le opri¬ 
máis; 34 tratad al extranjero que 
habita en medio de vosotros como 
al indígena de entre vosotros; ámale 
como a ti mismo, porque extranjeros 
fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. 
Yo, Yave, vuestro Dios. 

35 No hagáis injusticia, ni en los 
juicios, ni en las medidas de longi¬ 
tud, ni en los pesos, ni en las medidas 
de capacidad. 33 Tened balanzas jus¬ 
tas, pesos justos, un e/a justo y un 
hin justo. Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os he sacado de la tierra de 
Egipto. 

37 Guardad todas mis leyes y man¬ 
damientos y practicadlos. Yo, Yave.» 


Algunas leyes penales. 

O A 1 Yave habló a Moisés, dicien- 
do: (i) 2 «Di a los hijos de Israel: 
Quienquiera que de entre los hijos 
de Israel, o de los extranjeros que 
habitan en Israel, ofrezca a Moloc 
un hijo suyo, será castigado con la 
muerte; el pueblo le lapidará. 3 Yo 
me volveré contra ese hombre y le 
exterminaré de en medio de sil pue¬ 
blo, por haber entregado a Moloc 
a uno de sus hijos, manchando mi 
santuario y profanando mi santo 
nombre. 4 * Si el pueblo cerrase los 
ojos cuanto a este hombre que ofre¬ 
ció a Moloc a uno de sus hijos, y no 
le diera muerte, 6 yo me volveré 
contra él y contra su parentela, y le 
exterminaré de en medio de su pue¬ 
blo y a cuantos como él se prosti¬ 
tuyan ante Moloc (1). 

6 Si alguno acudiere a los que evo¬ 
can a los muertos, y a los que adivir 
nan, prostituyéndose ante ellos, yo 


(i) El sacrificio de niños por el fuego a 

Moloc, dios fenicio, era entre los cananeos 
frecuentísimo, y esta abominación la siguieron 

muchas veces los hebreos. Si en este lugar 
se trata de^verdaderos sacrificios por el fuego, 

o de una mera ceremonia de consagración del 

niño a Moloc pasándolo por el fuego, es dis¬ 

cutido entre los intérpretes. 


ine volveré contra él y le exterminaré 
de en medio de su pueblo. 

7 Santificaos y sed santos, porque 
yo soy Yave, vuestro Dios. a Guar¬ 
dad mis leyes y practicadlas. Yo, 
Yave, que os santifica. 

9 Quien maldigo a su padre o a su 
madre, sea castigado con la muerte; 
caiga su sangre sobre él. 

10 Si adultera un hombre con mujer 
casada, si comete adulterio con lo 
mujer de su prójimo, hombre y 
mujer adúlteros serán castigados con 
la muerte. 

11 Si uno se acuesta con mpjcr de 
su padre, descubriendo así la des¬ 
nudez de su padre, los dos serán 
castigados con la muerte; caiga sobre 
ellos su sangre. 

12 Si uno se acuesta con su nuera, 
ambos serán castigados con la muerte; 
han cometido un crimen vergonzoso; 
caiga su sangre sobre ellos. 

13 Si uno se acuesta con otro como 
se hace con mujer, ambos hacen 
cosa abominable y serán castigados 
con la muerte. Caiga sobre ellos su 
sangre. 

14 Si uno toma por mujeres la 
hija y la madre, es un crimen abo¬ 
minable; serán quemados él y ellas, 
para que no se dé entre vosotros 
crimen semejante. 

15 El que tenga comercio con una 
bestia será castigado con la muerte, 
y la bestia la mataréis. 

18 Si una mujer se acerca a una 
hestia, prostituyéndose ante ella, ma¬ 
tarás a la mujer y a la bestia; ambas 
serán muertas; caiga sobre ellas su 
sangre. 

17 Si uno toma a su hermana, hija 
de su padre o de su madre, viendo 
él la desnudez de ella y ella la des¬ 
nudez de él, es un crimen, y los dos 
serán borrados de su pueblo a la 
vista de los hijos de su pueblo; él 
ha descubierto la desnudez de su 
hermana; lleve sobre sí su iniquidad. 

18 Si uno se acuesta con mujer 
mientras tiene ésta el flujo menstrual, 
y descubre su desnudez, su flujo, 
y ella descubre el flujo de su sangre, 
serán ambos borrados de en medio 
de su pueblo. 

19 No descubras la desnudez de la 
hermana de tu madre, ni la de la 
hermana de tu padre, porque es 
descubrir tu propia carne. Llevarán 
sobre sí su iniquidad. 

20 Si uno se acuesta con su tía. 
descubre la desnudez de su tío. Lleva- 






124 


LEVÍTICO, 21, 22 


rán sobre sí sil iniquidad; no tendrán 
hijos. 

21 Si uno toma mujer de su her¬ 
mano, es una inmundicia. Descubrió 
la desnudez de su hermano. No ten¬ 
drán hijos. 

22 Guardad todas mis leyes y todos 
mis mandamientos y ponedlos por 
obra, para que no os vomite la tierra 
a donde os llevo. 23 No imitéis las 
costumbres de las gentes que yo 
voy a arrojar de delante de vosotros; 
ellos hacían estas maldades, y yo los 
aborrecí. 24 Yo os he dicho; vosotros 
poseeréis esa tierra, yo os la daré 
en posesión, es una tierra que mana 
leche y miel. Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os ha separado de las gentes. 

25 Distinguid entre animales puros 
e impuros, entre aves puras e impu¬ 
ras, y no os hagáis abominables por 
los animales, por las aves, ni por 
cuanto repta sobre la tierra, que yo 
os he enseñado a tener por impuro. 

26 Sed santos para mí, porque yo, 
Yave, soy santo, y os he separado 
de las gentes para que seáis míos. 

27 Todo hombre o mujer que evoque 
a los muertos y se dé a la adivina¬ 
ción, será muerto, lapidado; caiga 
sobre ellos su sangre.» 


Leves acerva de la pnrc/a ritual 
de los sacerdotes. 

4 1 Yave dijo a Moisés: «Habla 
— 1 a los sacerdotes hijos de Arón, 
y diles (1); 2 Que ninguno se con¬ 
tamine por un muerto de los de su 
pueblo, a no ser por un próximo 
consanguíneo, por su madre, por su 
padre, por su hijo, por sn hija, por 
sil hermano; 3 por su hermana virgen, 
que viva con él y no se hubiera 
casado, por ésa puede contaminarse; 
4 pero no por sus otros parientes, 
profanándose. 5 No se raerán la ca¬ 
beza ni los lados de la barba, ni se 
harán incisiones en la carne 6 . Serán 
santos para su Dios, y no profanarán 
su nombre, pues son ellos los que 
ofrecen las combustiones de Yave, 
pan de su Dios, y han de ser santos. 

(i) Un cadáver es algo impuro, su contacto 
contamina, y el que por necesidad tiene que 
tocarlo, ha de purificarse. A los sacerdotes se 
les prohíbe tocar cadáver que no sea de un 
próximo consanguíneo, y al sumo sacerdote 
se le prohíbe tocar aun al del padre y la madre. 
La santidad del sacerdote ha de ser mayor que 
la de los demás. 


7 No tomarán mujer prostituida, ni 
desposada, ni mujer repudiada por 
su marido, porque el sacerdote está 
consagrado a su Dios. 3 Por santo 
le tendrás, pues él ofrece el pan de 
tu Dios, y será santo para ti, porque 
santo soy yo, Yave, que los santi¬ 
fico. 9 Si la hija de un sacerdote se 
profana prostituyéndose, profana a 
su padre, y será quemada en el fuego. 

10 El sumo sacerdote de entre sus 
hermanos, sobre cuya cabeza se de¬ 
rramó ei óleo de unción, a quien se 
le llenó la mano para vestirse las 
vestiduras sagradas, no desnudará 
su cabeza, ni rasgará sus vestidos, 

11 ni se acercará a ningún muerto, 
ni se contaminará, ni por su padre, 
ni por su madre. 

12 No se saldrá del santuario, ni 
profanará el santuario de su Dios, 
pues ha sido consagrado con el óleo 
de la unción de su' Dios. Yo, Yave. 
13 Tomará virgen por mujer, 14 no 
viuda, ni repudiada, ni desflorada, 
ni prostituida. Tomará una virgen 
de las de su pueblo, 15 y no deshon¬ 
rará su descendencia en medio de 
su pueblo, porque soy yo, Yave, 
quien le santifico.» 

16 Yave habló a ^Moisés, diciendo: 
17 «Habla a Arón, y dile: Ninguno de 
tu estirpe según sus generaciones, 
que tenga una deformidad corporal, 
se acercará a ofrecer el pan de tu 
Dios. 18 Ningún deforme se acercará; 
ni ciego, ni cojo, ni mutilado, ni 
monstruoso, 19 ni quebrado de pie o 
de mano, 20 ni jorobado, ni enano, ni 
bisojo, ni sarnoso, ni tiñoso, ni her¬ 
nioso. 21 Ninguno de la estirpe de 
Arón que tenga una deformidad cor¬ 
poral, se acercará para ofrecer las 
combustiones de Yave; es defectuoso, 
no se acercará a ofrecer el pan de 
su Dios; 22 podrá comer el pan de su 
Dios, lo santísimo y lo santo, J 3 mas 
no entrar detrás del velo, ni acercarse 
al altar, porque tiene defecto, y no 
debe contaminar mi santuario. Yo,- 
Yave, que los santifico.» 24 Y así 
habló Moisés a Arón y a sus hijos 
y a todos los hijos de Israel. 


I.o*» que |>nc<lcii comer las cosas 
sanias. 

*)*) 1 Habló Yave a Moisés, di- 
~~ ciendo: 2 «Habla a Arón y n 
sus hijos, para que respeten las cosas 
santas que me consagran los hijos de 





LEVintO, 23 


125 


Israel, y no profanen mi sanio nombre. 
Yo, Ya ve. 

3 Diles: Cualquiera de vuestra es¬ 
tirpe en vuestras generaciones que 
tenga sobre sí alguna impureza, guár¬ 
dese de acercarse a las cosas santas 
t^ue los hijos de Israel ofrecen a Yave; 
si lo hiciere, será retirado de mi pre¬ 
sencia. Yo, Yave. 4 El que de la 
estirpe de Arón tuviere lepra o flujo, 
no comerá de las cosas santas, hasta 
no quedar puro. 5 Lo mismo el 
que haya tocado a un inmundo 
manchado por el contacto de un ca¬ 
dáver, o que haya derramado el semen, 
o que haya tocado un reptil que le 
impurificó, o que esté impurificado 
por haber tocado a un impuro, que le 
transmitió su impureza, cualquiera 
que ésta sea. 6 Quien tocare algo de 
eso será impuro hasta la tarde y no 
comerá cosa santa; se bañará en agua, 
7 y después de la puesta del sol será 
puro y podrá comer cosas santas, 
pues son su comida. 8 No comerá de 
animal mortecino ni desgarrado, man¬ 
chándose con ello. Yo, Yave. 9 Que 
guarden todos mis mandamientos, no 
sea que por algo de esto incurran en 
pecado y mueran por haber profa¬ 
nado las cosas santas. Yo, Yave, que 
los santifico. 10 Ningún extraño co¬ 
merá las cosas santas; ni el que habite 
en la casa del sacerdote, ni el merce¬ 
nario, las comerán; pero el esclavo 
comprado a precio por el sacerdote, 
y el nacido en su casa, podrán comer, 
pues son su alimento. 12 La hija de 
un sacerdote casada con un extraño 
no podrá comer de las cosas santas; 
13 pero si enviudare, o fuese repu¬ 
diada, sin tener hijos, y vuelve a la 
casa de su padre, como estaba en 
ella en su juventud, podrá comer 
de lo que come su padre; mas ningún 
extraño comerá. 14 Quien por inad¬ 
vertencia comiere una cosa santa, 
restituirá al sacerdote con un quinto 
de más. 

15 No profanen los sacerdotes las 
cosas santas de los hijos de Israel, 
lo reservado a Yave, 16 y se carguen 
la fealdad del delito cuando coman 
las cosas santas. Yo, Yave, que los 
santifico. » 

Las víctimas para los sacrificios 
han de ser sin defecto. 

17 Yave habló a Moisés, diciendo: 
«Habla a Arón y a sus hijos y a todos 
los hijos de Israel, y diles: Quien¬ 


quiera de la casa de Israel o de los 
extranjeros que presente su ofrenda, 
sea en cumplimiento de su voto, 
sea como ofrenda voluntaria, si lo 
que ofrece a Yave es holocausto, 
19 para que sea aceptable, la víctima 
ha de ser sin defecto, de entre los 
bueyes, las ovejas o las cabras. 20 No 
ofreceréis nada defectuoso, pues no 
sería aceptable. 21 Cuando uno ofrezca 
a Yave ganado mayor o ganado 
menor en sacrificio pacífico, sea para 
cumplir un voto, sea como ofrenda 
voluntaria, la víctima para ser acep¬ 
table ha de ser perfecta, sin defecto. 
22 Un animal ciego, estropeado o 
mutilado, ulcerado, sarnoso o tiñoso, 
no se lo ofreceréis a Yave, ni que¬ 
maréis nada de él en el altar a Yave. 
Podrás inmolar como oferta volun¬ 
taria un buey o una oveja que tenga 
un miembro demasiado largo o de¬ 
masiado corto, pero esa víctima no 
¡ sería aceptable para el cumplimiento 
de un voto. 24 No ofreceréis a Yave 
un animal que tenga los testículos 
aplastados, hundidos, cortados o 
arrancados; no lo ofreceréis a \ r ave; 
eso no lo haréis nunca en vuestra 
tierra. 25 Ni de la mano de un extran¬ 
jero recibiréis tales víctimas, para 
ofrecerlas como alimento de vuestro 
Dios, pues están corrompidas y man¬ 
chadas y no os serían aceptables.» 

26 Yave dijo a Moisés: 27 «Al nacer 
un becerro, un cordero o un cabrito, 
quedarán siete días a la ubre de la 
madre; a partir del día octavo, serán 
( ya en adelante agradables para ser 
ofrecidos a Yave en sacrificio por 
el fuego; 28 sea buey o cordero, no 
inmoléis en el mismo día el animal 
| y su cría. 29 Cuando ofrezcáis a Yave 
un sacrificio de acción de gracias, 
lo ofreceréis de manera que sea acep¬ 
table; 30 la víctima será comida el 
día mismo, sin dejar nada para el 
día siguiente. Yo, Yave. 

31 Guardad mis mandamientos, y 
ponedlos por, obra; yo, Yave. 32 No 
! profanéis mi- santo nombre; sea yo 
santificado en medio de los hijos de 
Israel. Yo, Yave, que os santifico 
33 y os he sacado de la tierra de Egipto, 
para ser vuestro Dios. Yo, Yave.» 


Las solemnidades. El sábado. 

¿jo 1 Yave habló a Moisés, di- 
J-O ciendo: 2 «Habla a los hijos de 
Israel, y diles: Estas son las solem¬ 
nidades, asambleas santas, que con- 






126 


LEVÍTICO, 23 


vocaréis: 3 Seis dias trabajaréis, pero 
el séptimo, que es sábado, es santo, 
día de descanso y de santa asamblea. 
No haréis en él trabajo alguno. Es 
el descanso consagrado a Yave, don- 
uiera que habitéis. 

Estas son las fiestas de Yave, las 
asambleas santas que convocaréis a 
su tiempo: 

La pascua. 

5 El mes primero, el dia catorce 
del mes, entre dos luces, es la pascua 
de Yave. 6 El quince del mes es la 
fiesta de los ácimos de Yave. Du¬ 
rante siete días comeréis pan sin 
levadura. 7 El primer día convoca¬ 
réis asamblea santa y no haréis ningún 
trabajo servil. 8 Ofreceréis a Yave 
por siete días consecutivos sacrificios 
por el fuego. El séptimo día convo¬ 
caréis asamblea santa y no haréis 
en él ningún trabajo servil.» 


Las primicias. 

9 Yave habló a Moisés, diciendo: 
10 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles: Cuando hayáis entrado en la 
tierra que yo os daré y hagáis en 
ella la recolección, llevaréis al sacer¬ 
dote un manojo de espigas, primi¬ 
cias de vuestra recolección; 11 y él 
agitará el manojo ante Yave, para 
que os sea propicio, 12 y sacrifica¬ 
réis en holocausto a Yave un cor¬ 
dero primal sin defecto; 13 acompa¬ 
ñaréis la oblación de dos décimas 
de flor de harina, como ofrenda de 
combustión de olor suave a Yave; la 
libación será de vino, un cuarto de 
hin. No comeréis ni pan, ni trigo 
tostado, ni espigas frescas de lo 
nuevo, hasta el día en que llevéis 
la ofrenda de vuestro Dios. Es ley 
perpetua para vuestros descendien¬ 
tes, dondequiera que habitéis. 


Pentecostés. 

15 A partir del día siguiente al 
sábado, del día en que traigáis el 
manojo de espigas para ser agitado, 
contaréis siete semanas completas. 
16 Contados así cincuenta días hasta 
el día siguiente al sábado de la 
séptima semana, ofreceréis a Yave I 
una nueva oblación. 17 Llevaréis de ' 
vuestra casa, para agitarlos, dos panes 


hechos con dos décimas de flor de 
harina y cocidos con levadura. Son 
las primicias de Yave. 18 Con estos 
panes ofreceréis en holocausto a Yave 
siete corderos, acompañando la ofren¬ 
da y la libación, en sacrificio de com¬ 
bustión de suave olor a Yave. 19 In¬ 
molaréis también un macho cabrio 
en sacrificio por el pecado, y dos 
corderos primales en sacrificio pací¬ 
fico. 20 El sacerdote agitará los cor¬ 
deros, con los panes de las primicias, 
en ofrenda de agitación ante Yave: 
y los panes, lo mismo que los dos 
corderos consagrados a Yave, serán 
para el sacerdote. 21 Ese mismo día 
convocaréis asamblea santa, y no 
haréis en él ningún trabajo servil. 
Es ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, dondequiera que habitéis. 
22 Cuando hagáis la recolección en 
vuestra tierra, no segareis hasta el 
límite extremo del campo, ni recoge¬ 
rás lo que queda para espigar; lo de¬ 
jarás para el pobre y el extranjero. 
Yo, Yave, vuestro Dios.» 


Fin de año. 

23 Yave habló a Moisés, diriendo: 
24 «Habla a los hijos de Israel, y diles: 
Al séptimo mes, el día primero del 
mes tendréis fiesta solemne., anun¬ 
ciada a son de trompeta, asamblea 
sania. 25 No haréis en él ningún 
trabajo servil, y ofreceréis a Yave 
sacrificios de combustión.» 


La expiación. 

26 Yave habló asi a Moisés: 27 «El 
día décimo del séptimo mes es el 
día de la expiación; tendréis asam¬ 
blea santa, os mortificaréis, y ofre¬ 
ceréis a Yave sacrificios de combus¬ 
tión. 28 No liaréis en ese día ningún 
trabajo serví 1 , porque es día de expia¬ 
ción y se ha de hacer la expiación 
por vosotros ante Yave, vuestro Dios. 
29 Todo el que en ese día no se afli¬ 
giere, será borrado de en medio de 
su pueblo; 30 y todo el que en ese 
día haga un trabajo cualquiera, yo 
le extei minaré de en medio de su 
pueblo. 81 No liaréis trabajo alguno. 
Es ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, dondequiera que habi¬ 
téis. 32 Será para vosotros sábado, 
día de reposo aosolulo, y os afligi¬ 
réis; el noveno día del mes, desde la 




LEVÍTICO, 24 


127 


tarde hasta la tarde siguiente, guar¬ 
daréis vuestro sábado.» 


Fiesta d^ los tabernáculos. 

33 Yave habló a Moisés, diciendo: 
34 «Habla a los hijos de Israel y diies: 
El día quince de este séptimo me.s 
es la fiesta de los tabernáculos, du¬ 
rante siete días, en honor de Yave. 
38 El día primero asamblea santa; no 
liaréis en él ningún trabajo servil. 
36 Durante siete días ofreceréis a 
Yave sacrificios de combustión. El 
día octavo, asamblea santa, y ofre¬ 
ceréis a Yave sacrificios de com¬ 
bustión. Es asamblea santa; no haréis 
en él ningún trabajo servil. 

37 • Estas son las fiestas de Yave 
que convocaréis, para tener en ellas 
la asamblea sania y ofrecer a Yave 
sacrificios de combustión, holocaus¬ 
tos y oblaciones, víctimas y libacio¬ 
nes, cada día lo que corresponda, 
38 además de los sábados de Yave, 
de vuestros dones, de vuestros votos 
y de todas las ofrendas voluntarias 
que presentéis a Yave. 

39 El día quince del séptimo mes, 
cuando hayáis, recogido los frutos de 
la tierra, celebraréis la fiesta de Yave 
durante siete días. El primer día 
será de descanso completo, e igual¬ 
mente el octavo. 40 El primer día 
tomaréis gajos de frutales hermosos, 
ramos de palmera, ramas de árboles 
frondosos, de sauces de ribera, y os 
regocijaréis ante Yave, vuestro Dios, 
durante siete días. 41 Celebraréis esta 
fiesta durante siete días cada año. 
Es ley perpetua para vuestros des¬ 
cendientes, y la celebraréis el sép¬ 
timo mes. 43 Moraréis los siete días 
en cabañas; todo indígena de Israel 
morará en cabañas, 43 para que sepan 
sus descendientes que yo hice habi¬ 
tar en cabañas a los hijos de Israel 
cuando los saqué ae la tierra de 
Egipto. Yo, Yave, vuestro Dios.» 

44 Moisés promulgó las fiestas de- 
Yave a los hijos de Israel. 


Fas lámparas del santuario. 

OJ, 1 Yave habló a Moisés, di- 
~ * ciendo: 2 «Manda a los hijos de 
Israel que te traigan para el cande¬ 
labro aceite puro de olivas macha¬ 
cadas, para alimentar continuamente 
las lámparas. 3 Por defuera del velo 


que está delante del testimonio, en 
el tabernáculo de la reunión, Arón las 
preparará, para que ardan continua¬ 
mente, de la tarde a la mañana, en 
presencia de Yave. Es ley perpetua 
para vuestros descendientes. 4 Dis¬ 
pondrá siempre las lámparas en el 
candelabro de oro puro. 


Fos panes de la propiciación. 

6 Tomarás flor de harina, \ cocerás 
doce panes de dos décimas cada 
uno; 6 y los colocarás, en dos rimeros 
de seis cada uno, sobre la mesa de 
oro, delante de Yave. 7 Pondrás 
incienso puro sobre cada rimero, que 
sea para el pan perfume de combustión 
a Yave. 8 Cada sábado, de continuo, 
lo dispondrás así ante Yave, de parte 
de los hijos de 'Israel, en perpetua 
alianza. 9 Serán para Aróñ y sus 
hijos, que los comerán en lugar santo, 
porque es para ellos cosa santísima, 
entre las ofrendas de combustión 
hechas a Yave. Es ley perpetua. 


Castigo de un blasfemo 

10 El hijo de una mujer israelita, 
Dero de padre egipcio, que habitaba 
entre los hijos de Israel, riñó en el 
campo con el hijo de una mujer 
israelita y de padre israelita; 11 y 
profirió el Nombre y le maldijo. Su 
madre se llamaba Salumit, hija de 
Dabri, de la tribu de Dan. 12 Le encar¬ 
celaron hasta que Moisés pronun¬ 
ciase de parte de Yave lo que había 
de hacerse; 13 y Yave habló a Moisés, 
diciendo: 14 «Haz sacar del campa¬ 
mento al blasfemo; que cuantos le 
han oído ié pongan su mano sobre la 
cabeza, y que toda la asamblea le 
lapide. 15 Y hablarás a los hijos de 
Israel, diciendo: Quienquiera que mal¬ 
dijere a su Dios llevará sobre sí su 
iniquidad; 18 y quien blasfemare el 
nombre de Yave será castigado con 
la muerte; toda la asamblea le lapi¬ 
dará. Extranjero o indígena, quien 
blasfemare el sagrado nombre, morirá. 


Penas contra los homicidas. 

17 Quien hiera a otro mortalmente, 
morirá. 18 Quien hiera mortalmente a 
una bestia, restituiré bestia por bes- 
fi a. 19 Al que maltrata a suí prójimo 







128 


NUMEROS, 25 


se le hará como él ha hecho; 20 frac¬ 
tura por fractura, ojo por ojo, diente 
por diente: se le hará la misma herida 
que él haya hecho a su prójimo. 
21 Quien matare una bestia, págnela; 
pero quien matare a un hombre, 
será muerto. 22 Una sola ley tendréis 
para el extranjero, igual que para el 
indígena, porque yo soy Yave, vues¬ 
tro Dios.» 23 Moisés se lo comunicó 
a los hijos de Israel; y conducido el 
blasfemo fuera del campamento, lo 
lapidaron, haciendo lo que Yave había 
mandado a Moisés. 


í-'l año sabático. 

*) " x (1) Yave habló a Moisés en el 
— monte Sinaí, diciendo: * 2 * «Habla 
a los hijos de Israel y diles: Cuando 
hubiereis entrado en" la tierra que 
Yave os da, descansará la tierra, será 
un descanso en honor de Yave. 

3 Seis años sembrarás tu campo, y 
seis años vendimiarás tu viña y reco¬ 
gerás sus productos; 4 pero el séptimo 
año será un sábado de completo des¬ 
canso para la tierra, sábado en honor 
de Yave. Ni sembrarás en él tu campo, 
ni podarás tu viña, 5 * ni recogerás 
lo que de si dieren; ni el trigo que 
dé tu campo, ni las uvas que dé tu | 
viña las vendimiarás; será para la 
tierra año de descanso. 8 Lo que la 
tierra diere de sí os servirá de comida I 
a ti, a tu siervo y a tu sierva, a tu 
jornalero y al extranjero que habita 
contigo, 7 a tus bestias y a los ani- i 
males de tu tierra; todo su producto 
os servirá de alimento. 


El «ño jubilar. 

8 (2) Contarás siete semanas de 
años, siete veces siete años, viniendo 
a ser el tiempo de las siete semanas 
de cuarenta y nueve años. 9 El día 
décimo del séptimo mes harás que 
resuene el sonido de la trompeta, 
el sonido de la expiación; haréis 
resonar el sonido de la trompeta por 


<i) La razón del año sabático es, si no 
única, principalmente, religiosa. Como en el 
sábado descansan aun los animales, así descan¬ 
sará el año sabático la tierra. 

(2) El año jubilar, que viene a ser la última 

extensión de la ley sabática, es además una ins¬ 

titución de gran valor social, pues impide la 

acumulación de la tierra en pocas manos y 

mantiene la primitiva distribución. 


toda vuestra tierra, 10 y santifica 
réis el año cincuenta, y pregonaréis 
la libertad por toda la tierra para 
todos los habitantes de ella. Será 
para vosotros jubileo, y cada uno 
de vosotros recobrará su posesión, 
que volverá a su familia. 11 El año 
cincuenta será para vosotros jubileo; 
no sembraréis, ni recogeréis lo que 
de sí diere la tierra, ni vendimiaréis 
la viña no podada; 12 porque es el 
jubileo, que será sagrado para vos¬ 
otros. Comeréis el fruto que de sí 
dieren los campos. 13 En este año 
jubilar volverá cada uro a su pose¬ 
sión. 14 Si vendéis a vuestro prójimo 
o le compráis alguna cosa, que nadie 
perjudique a su hermano. 15 Compra¬ 
rás a tu prójimo conforme al número 
de años transcurridos después del 
jubileo; y conforme al número de 
años de cosecha te venderá él a ti. 
18 Cuantos rrás años queden, tanto 
más aumentarás el precio; cuantos 
menos queden, tanto más le tajarás, 
porque es el número de las cosechas 
lo que se vende. 17 Que nadie de 
vosotros perjudique a su hermano; 
teme a tu Dios, porque yo soy Yave, 
vuestro Dios. 18 Cumplid mis leyes 
y poned por obra mis mandamientos, 
guardadlos v viviréis seguros en la 
tierra. 19 La tierra dará sus frutos, 
comeréis a saciedad y habitaréis en 
ella en seguridad. 20 Si preguntáis* 
¿Qué comeremos el año séptimo, 
pues que no sembramos ni cosecha¬ 
mos nuestros frutos? 21 Yo os man¬ 
daré mi bendición el año sexto, y él 
producirá frutos para tres años. 
22 Sembraréis el año octavo, y come¬ 
réis de la cosecha añeja; hasta la 
cosecha del año venidero comeréis 
frutos añejos. 


1.1 recente de bis propiedades \ 
los siervos. 

23 Las tierras no se venderán a per¬ 
petuidad, porque la tierra es mía, 
V vosotros sois en lo mío peregrinos 
y extranjeros. 24 En toda la tierra 
de vuestra posesión daréis derecho a 
redimir la tierra. 28 Si tu hermano 
empobreciere y vendiere algo de su 
propiedad, vendrá el que tenga de¬ 
recho, su pariente más próximo, y 
rescatará lo vendido por su hermano. 
28 Si no tuviere rescatador, que bus¬ 
que él con qué hacer el rescate; 
27 entonces descontará los años desde 

/ 




LEVÍTICO 26, 


120 


fa venía, y pagará al comprador lo 
que reste, volviendo a su propiedad. 
28 Si no llalla de qué pagar el resto, 
lo vendido quedará en poder del 
comprador, hasta el año del jubileo; 
y entonces será libre, y el vende¬ 
dor tornará a entrar en su pro¬ 
piedad. 

29 Si vendiere uno una casa en 
ciudad amurallada, tendrá derecho 
al rescate durante un año, a partir 
de la venta; su derecho al rescate 
durará un año entero. 30 Si la casa 
situada en una ciudad amurallada no 
es rescatada dentro del año completo, 
será por siempre del que la compró 
V de sus descendientes; no quedará 
íihre el año del jubileo. 31 Las casas 
de los pueblos no amurallados serán 
tenidas como feudo de tierra, podrán 
ser rescatadas, y serán liberadas el 
año del jubileo. 32 Por lo que hace 
a las ciudades de los levitas, las casas 
que en ellas tengan los levitas serán 
perpetuamente reseatables. 33 Cuando 
la casa de un levita no fuere resca¬ 
tada, la casa vendida en ciudad de 
las que les han sido dadas, quedará 
liberada en el jubileo, porque las 
casas de los levitas en sus ciudades 
son su posesión en medio de los hijos 
de Israel. 34 Los campos situados en 
derredor de las ciudades de los levi¬ 
tas no podrán venderse, pues son 
su posesión a perpetuidad. 

35 Si empobreciere tu hermano y 
te tendiere su mano, acógele, y viva 
contigo como extranjero y peregrino; 

36 no le darás tu dinero a usura, ni 
de tus bienes a ganancia. Teme a tu 
Dios y viva contigo tu hermano. 

37 No le prestes tu dinero a usura, 
ni tus víveres a ganancia. 38 Yo, 
Yave vuestro Dios, que os saqué 
de la tierra de Egipto, para daros 
la tierra de Canán, para ser vuestro 
Dios. 

39 Si empobreciere tu hermano 
cerca de ti y se te vende, no le trates 
como siervo; 40 sea para ti como 
criado o jornalero; te servirá hasta 
el año del jubileo. 41 Saldrá de tu 
casa él y sus hijos con él, y volverá 
a su familia, entrando de nuevo en 
la propiedad de sus padres. 42 Porque 
son siervos míos que saqué yo de 
la tierra de Egipto, y no han de ser 
vendidos como esclavos. 43 No le 
dominarás duramente, sino que teme¬ 
rás a Yave, tu Dios. 44 Los esclavos 
o esclavas que tengas, tómalos de 
las gentes que están en derredor 


vuestro; de ellos compraréis siervos 
y siervas. 46 También podréis com¬ 
prar de entre los hijos de los extran¬ 
jeros que viven con vosotros y de 
entre los que de su linaje han nacido 
en medio de vosotros, y serán pro¬ 
piedad vuestra. 40 Se los dejaréis en 
herencia a vuestros hijos después de 
vosotros, como posesión hereditaria, 
sirviéndoos de ellos siempre; pero 
de vuestros hermanos, los hijos de 
Israel, ninguno de vosotros será para 
su hermano un amo duro. 47 Si el 
extranjero o peregrino que vive entre 
vosotros se enriqueciere, y un her¬ 
mano tuyo cerca de él empobreciere, 
y se vendiere al extranjero que vive 
contigo o a uno de su linaje, 48 tendrá 
derecho a su rescate después de ha¬ 
berse vendido; cualquiera de sus her¬ 
manos podrá redimirle; 49 su tío, 
o el hijo de su tío o un pariente pró¬ 
ximo podrá redimirle, o si él ganare 
con qué, él mismo se redimirá. 60 Con¬ 
tará al que le compró los años desde 
su venta al año del jubileo, y el 
precio de venta se computaiá según 
el número de años, valorando sus 
jornadas de trabajo como las de un 
jornalero. 61 Si quedan todavía mu¬ 
chos años, pagará su rescate conforme 
al número de esos años, pagará el 
precio en que se vendió; 62 si quedan 
pocos años hasta el del jubileo, hará 
la cuenta, y conforme al número de 
esos años pagará su rescate. 63 Le 
tratará como a un ajustado por año, 
y no consentirás que a tus ojos le 
trate su amo con dureza 64 Si no es 
rescatado por sus parientes, quedará 
libre el año del juhileo. él y sus hijos 
consigo. 66 Porque son míos los hijos 
de Israel, son siervos míos, que saqué 
yo de la tierra de Egipto. Yo, Yave, 
vuestro Dios. 


El culto del verdadero Dios. 

26 1 No hagáis ídolos, ni os alcéis 
esculturas ni cipos sagrados, 
ni pongáis en vuestra tierra piedras 
esculpidas, para prosternaros ante 
ellos, porque soy yo, Yave, vuestro 
Dios. 2 Guardad mis sábados y reve¬ 
renciad mi santuario. Yo, Yave. 


Promesas a los fieles. 

3 Si cumplís mis leyes, si guardáis 
mis mandamientos y los ponéis por 


9 








130 


LEVÍTICO, 26 


obra, 4 yo mandaré las lluvias a su 
tiempo, la tierra dará sus frutos, y 
los árboles de los campos darán sus 
frutos. 6 La trilla se prolongará entre 
vosotros hasta la vendimia, y la ven¬ 
dimia hasta la sementera, y comeréis 
vuestro pan a saciedad, y habitaréis 
en seguridad en vuestra tierra. 6 Daré 
paz a la tierra, nadie turbará vuestro 
sueño, y dormiréis sin que nadie os 
espante. Haré desaparecer de vuestra 
tierra los animales dañinos, y no 
pasará por vuestro país la espada. 
7 Perseguiréis a vuestros enemigos, 
que caerán ante vosotros al filo de 
la espada. 6 Cinco de vosotros per¬ 
seguirán a ciento, ciento de vosotros 
perseguirán a diez mil, y vuestros 
enemigos caerán ante vosotros al 
filo de la espada. 9 Yo volveré a 
vosotros mi rostro, y os liaré crecer 
y multiplicaros, y afirmaré mi alianza 
con vosotros. 19 Comeréis lo añejo, 
añejo, y habréis de sacar fuera lo 
añejo para encerrar lo nuevo. 11 Es¬ 
tableceré mi morada entre vosotros 
y no os abominará mi alma. 12 Mar¬ 
charé en medio de vosotros v seré 
vuestro Dios, y vosotros seréis mi 
pueblo. 13 Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os saqué de la tierra de Egipto, 
para que no fueseis esclavos en ella, 
rompí las coyundas de vuestro yugo 
y hago que podáis andar erguida la 
cabeza. 


Amenazas contra los Infieles. 

14 Pero si no me escucháis y no 
ponéis en obra mis mandamientos, 
si desdeñáis mis leyes 16 y menos¬ 
preciáis mis mandamientos y no los 
ponéis todos por obra, v rompéis 
mi alianza, 16 ved lo que también yo 
haré con vosotros: 17 echaré sobre 
vosotros el espanto, la consunción 
y la calentura, que debilitan los 
ojos y destrozan el alma; sembra¬ 
réis en vano vuestra simiente, pues 
serán los enemigos los que la comerán; 
me volveré airado contra vosotros y 
seréis derrotados por vuestros ene¬ 
migos; os dominarán los que os abo¬ 
rrecen, y huiréis sin que os persiga 
nadie. 

18 Si después de esto no me obe¬ 
decéis todavía, echaré sobre vos¬ 
otros plagas siete veces mayores por 
vuestros pecados; 19 quebrantaré la 
fuerza de vuestro orgullo; haré como 
de hierro vuestro ciclo y como de 


bronce vuestra tierra. 20 Serán vanas 
vuestras fatigas, pues no os dará 
la tierra sus productos, ni los árboles 
de ella sus frutos. 21 Y si todavía me 
ós oponéis y no queréis obedecerme, 
os castigaré otras siete veces más 
por vuestros pecados; 22 lanzaré con¬ 
tra vosotros fieras, que devoren a 
vuestros hijos, destrocen vuestro ga¬ 
nado y os reduzcan a escaso número, 
de modo que queden desiertos vues¬ 
tros caminos. 

23 Si con tales castigos no os con¬ 
vertís a mí y seguís marchando con¬ 
tra mí, 24 yo a mi vez marcharé contra 
vosotros y os rechazaré, y os heriré 
también yo siete veces más por 
vuestros pecados; 25 esgrimiré contra 
vosotros la espada vengadora de mi 
alianza; os refugiaréis en vuestras 
ciudades, y yo mandaré en medio 
de vosotros la peste, y os entregaré 
en manos de vuestros enemigos, 
26 quebrantando todo vuestro sostén 
de pan; diez mujeres bastarán para 
cocer el pan en un solo horno y os 
lo darán tasado; comeréis y no os 
hartaréis. 

27 Si todavía no me obedecéis v 
seguís oponiéndoos a mí, 28 yo me 
opondré a vosotros con furor y os 
castigaré siete veces más por vues¬ 
tros pecados: 29 Comeréis las carnes 
de vuestros hijos; comeréis las car¬ 
nes de vuestras hijas; 30 destruiré 
vuestros altares; abatiré vuestras este¬ 
las consagradas al sol; amontonaré 
vuestros cadáveres sobre los cadᬠ
veres de vuestros execrables ídolos, 
y mi alma os abominará. 31 Conver¬ 
tiré vuestras ciudades en desiertos, 
saquearé vuestros santuarios y no 
aspiraré ya más el suave olor de 
vuestros perfumes. 32 Devastaré la 
tierra, y vuestros enemigos, que se¬ 
rán los que la habiten, se quedarán 
pasmados de ello; 33 V a vosotros 
os dispersaré yo entre las gentes y os 
perseguiré con la espada desenvai¬ 
nada en pos de vosotros; vuestra 
tierra será devastada, y vuestras 
ciudades quedarán desiertas. 

34 Entonces disfrutará la tierra de 
sus sábados, durante todo el tiempo 
que durare su soledad y estéis vos¬ 
otros en la tierra de vuestros ene¬ 
migos. Entonces descansará la tierra 
y gozará de sus sábados. 35 Todo el 
tiempo que quedará devastada, ten¬ 
drá el descanso que no tuvo en vues¬ 
tros sábados, cuando erais vosotros 
los que la habitabais. 36 A los que 




LEVÍTICO, 27 


131 


de vosotros sobrevivan yo les infun¬ 
diré espanto tal en sus eorazo es, 
cu la tierra de sus enemigos, que el 
moverse de una hoja los sobresal¬ 
tará y los hará huir como se huye 
de la espada, y caerán sin que nadie 
los persiga; 37 y tropezarán los unos 
con los otros, como si huyeran de¬ 
lante de la espada, aunque nadie los 
persiga; y no podréis resistir ante 
vuestros enemigos; 38 y pereceréis 
entre las gentes, y la tierra de vues¬ 
tros enemigos os devorará. 39 Los 
que sobrevivan serán consumidos por 
sus iniquidades en la tierra enemiga, 
y consumidos por las iniquidades de 
sus padres, que sobre sí llevan. 

40 Confesarán sus iniquidades y las 
de sus padres por las prevaricaciones 
con que contra mí prevaricaron, 41 y 
que por habérseme ellos opuesto a 
mí me opuse yo a ellos, y los eché 
a tierra de enemigos. Humillarán su 
corazón incircunciso y reconocerán 
sus iniquidades; 42 y yo entonces me 
acordaré de mi alianza con Jacob, 
de mi alianza con Isac, de mi alianza 
con Abraliam, y me acordaré de su 
tierra. 43 Ellos tendrán que abando¬ 
nar la tierra, que gozará de sus sᬠ
bados, yerma, lejos de ellos. Serán 
sometidos al castigo de sus iniqui¬ 
dades, por haber menospreciado mis 
mandamientos y haber aborrecido mis 
leyes. 44 Pero aun con todo esto, 
cuando estén en tierra enemiga, yo 
no los rechazaré, ni abominaré de 
ellos hasta consumirlos del todo, ni 
romperé mi alianza con ellos, porque 
yo soy Yave, su Dios. 45 Me acor¬ 
daré de ellos, de la alianza antigua, 
cuando los saqué de la tierra de Egip¬ 
to a los ojos de las gentes, para ser 
su Dios. Yo, Yave.» 

46 Estos son los mandamientos, 
estatutos y leyes que Yave estableció 
entre sí y los hijos de Israel, en el 
monte Sinaí, por medio de Moisés. 


Votos y décimas. 

07 1 Yave habló a Moisés, di- 
4 cien do: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: Si uno hace voto a 
Yave, se estimarán para Yave las 
personas, como las estimas tú: 3 Un 
hombre de veinte a sesenta años 
lo estimarás en cincuenta sidos de 
plata, según el peso del sido del san¬ 
tuario. 4 Una mujer la estimarás en 
treinta sidos. 5 De los cinco a los 


veinte años, estimarás un mozo en 
veinte sidos, y una moza en diez. 
6 De un mes a cinco años, estimarás en 
cinco sidos un niño y en tres sidos 
una niña. 7 De sesenta años para 
arriba, estimarás en quince sidos un 
hombre y en diez una mujer. 8 Si 
el que hizo el voto es demasiado 
pobre para pagar el valor de tu esti¬ 
mación, será presentado al sacerdote, 
que fijará el precio según los recursos 
del hombre aquel. 

9 Si el voto es de animales de los 
que se ofrecen a Yave, cuanto así 
se ofrece en don a Yave, será cosa 
santa. 10 No será mudado, no se 
pondrá uno malo en vez de uno 
bueno, ni uno bueno en vez de uno 
malo; si se permutare un animal por 
otro, ambos serán cosa santa. 11 Si 
es de animal impuro, de los que no 
pueden ofrecerse a Yave, se le pre¬ 
sentará al sacerdote, 12 que lo esti¬ 
mará según sea bueno o malo, y se 
estará a la estimación del sacerdote. 
13 Si se le quiere rescatar, se añadirá 
un quinto a su valor. 

14 Si uno santifica su casa, con¬ 
sagrándola a Yave, el sacerdote hará 
la estimación de ella, S2gún que sea 
buena o mala, y se estará a la esti¬ 
mación del sacerdote. 15 Si se la qui¬ 
siere rescatar, se añadirá un quinto 
al precio de tu estimación, y será 
suya. 

16 Si uno santifica parte de la tierra 
de su propiedad, tu estimación será 
conforme a su sembradura, a razón 
de cincuenta sidos por cada gomer 
de cebada de sembradura. 17 Si la 
santifica antes del año del jubileo, 
habrá de atenerse a tu estimación; 

18 pero si es después del jubileo 
cuando santifica su campo, el sacer¬ 
dote la estimará según el número de 
años que quedan hasta el jubileo, 
haciendo la rebaja de tu estimación. 

19 Si el que santificó el campo quiere 
rescatarlo, añadirá un quinto al pre¬ 
cio de tu estimación, y el campo 
quedará suyo. 20 Si no lo rescata, o lo 
vende a uno de otra familia, el campo 
no podrá ser rescatado más; 21 y 
cuando al jubileo quede libre, será 
consagrado a Yave, como campo de 
voto, y pasará a ser propiedad del 
sacerdote. 

22 Si uno consagra a Yave un campo 
comprado por él, que no es parte de 
su heredad, 23 el sacerdote calculará 
el valor según tu estimación y los 
años que falten para el jubileo, y el 







132 


LEVÍTICO, 27 


hombre pagará aquel mismo día lo 
fijado, como cosa consagrada a Yave. 
24 El año del jubileo el campo vol¬ 
verá a quien lo había vendido, y de 
cuya heredad era parte. 25 Toda esti¬ 
mación se hará según el sido del 
santuario, que es de veinte güera*. 

26 Nadie, sin embargo, podrá con¬ 
sagrar el primogénito de su ganado, 
que como primogénito pertenece a 
Yave; buey u oveja, de Yave es. 
27 Si se tratare de animal impuro, 
será redimido conforme a tu estima¬ 
ción, añadiendo sobre ella un quinto, 
y si no lo redimieren será vendido 
conforme a tu estimación. 28 Nada 
de aquello que se consagre a Yave 
con anatema, sea hombre o animal 
o campo de su propiedad, podrá ser 
vendido ni rescatado; cuanto se con¬ 


sagra a Yave con anatema es cosa 
santísima. 28 Nada consagrado con 
anatema podrá ser rescatado, habrá 
de ser muerto. 30 Toda décima de la 
tierra, tanto de las semillas de la 
tierra como de frutos de los árboles, 
es de Yave. es cosa consagrada a Yave. 
31 Si alguno quisiera rescatar parte 
de su décima, habrá de añadir el 
quinto. 32 Las décimas del ganado 
mayor o menor, de todo cuanto 
pasa bajo el cayado, son de Yave. 
33 No se mirará" si es bueno o si es 
malo, ni se trocará; y si se trocare, 
el animal y su trueque serán ambos 
cosa santa, y no podrán ser resca¬ 
tados» 

34 Estos son los mandamientos 
que dió Yave a Moisés para los hijos 
de Israel, en el monte Sinaí. 





NÚMEROS 







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NUMEROS 


Censo de las tribus. 

I 1 2 El día primero del segundo mes, 
del segundo año después de la 
salida de Egipto, habló Yave a 
Moisés en el desierto del Sinaí, en el 
tabernáculo de la reunión, diciendo: 

2 «Haz un censo general de toda la 
asamblea de los hijos de Israel, por 
familias y por linajes, describiendo 
por cabezas (1) los nombres de todos 
los varones 3 de veinte años para 
arriba, de todos los aptos para el ser¬ 
vicio de las armas (2) en Israel. Tú 
y Arón haréis el censo, según sus 
escuadras. 4 Tendréis con vosotros 
para asistiros un hombre por cada 
tribu, jefe de un linaje. 

5 He aquí los nombres de los que os 
han de asistir: 

De Rubén, Elisur, hijo de Sedeur. 

6 De Simeón, Selamiel, hijo de Zuri-. 


(1) Esta organización familiar es la que 
todavía subsiste entre los nómadas del desierto al 
oriente del Jordán, y conforme a ella se hace el 
recuento de la población. 

(2) El servicio militar era en Israel uni¬ 

versal, sin excepción, obligatorio e ilimitado, 

desde los veinte años para arriba. 


sadai. 7 De Judá, Nasón, hijo de 
Aminadab. 8 De Isacar, Natanacl, 
hijo de Suar. 9 De Zabulón, Eliab, 
hijo de Jelón. 10 De los hijos de José: 
De Efraim, Elisama, hijo de Amiud. 
De Manasés, Gamaliel, hijo de Peda- 
sur. 11 De Benjamín, Abidán, hijo 
de Gedcón. 12 De Dan, Ajiczer, hijo 
de Amisadai. 13 De Aser, Feguiel, 
hijo de Ocrán. 14 De Gad, Eliasab, 
hijo de Deuel. 15 De Neftalí, Ajira, 
hijo de Enán. 

16 Estos serán los nombrados de la 
asamblea; son príncipes de sus tribus, 
jefes de los millares de Israel.» 

17 Moisés y Arón tomaron a estos 
varones designados por sus nombres, 
18 y convocaron la asamblea toda 
para el día primero del segundo mes, 
y se hizo el censo por familias y lina¬ 
jes, registrándose por cabezas los 
nombres de los de veinte años para 
arriba. 19 Como se lo había mandado 
Yave a Moisés, así se hizo el censo 
en el desierto del Sinaí. 

20 Hijos de Rubén, primogénito 
de Israel, sus descendientes por fami¬ 
lias y linajes, contando por cabezas 
los nombres de todos los varones de 





















NÚMEROS, 2 


130 


veinte años para arriba, todos los 
hombres aptos para servirse de las 
armas: 21 fueron contados de la tribu 
de Rubén, cuarenta y seis mil qui¬ 
nientos. 

22 Hijos de Simeón: sus descendien¬ 
tes por familias y linajes, contando 
los nombres de todos los hombres 
de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 23 fueron 
contados de la tribu de Simeón cin¬ 
cuenta y nueve mil trescientos. 

24 Hijos de Gad, sus descendientes 
por familias y linajes, contando los 
nombres de todos de veinte años 
para arriba, aptos para servirse de 
las armas, 25 fueron contados de la 
tribu de Gad cuarenta y cinco mil 
seiscientos cincuenta. 

26 Hijos de Judá sus descendientes 
por familias y linajes, contando los 
nombres de todos los de veinte años 
para arriba, aptos para servirse de 
las armas, 27 fueron contados de la 
tribu de Judá setenta y cuatro mil 
seiscientos. 

28 Hijos de Isacar, sus descen¬ 
dientes por familias y linajes, con¬ 
tando los nombres de todos los varo¬ 
nes de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 29 fueron 
contados de la tribu de 1 sacar cin¬ 
cuenta y cuatro mil cuatrocientos. 

30 Hijos de Zabulón, sus descen¬ 
dientes por familias y linajes, con¬ 
tando los nombres de todos los varo¬ 
nes de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 31 fueron 
contados de la tribu de Zabulón 
cincuenta y siete mil cuatrocientos. 

32 Hijos de José: de los hijos de 
Efraím, por sus familias y linajes, 
contando los nombres de todos los 
varones de veinte años para arriba, 
aptos paro servirse de las armas, 

33 fueron contados de la tribu de 
Efraim cuarenta mil quinientos. 

34 Hijos de Manasés, por sus fami¬ 
lias y linajes, contando los nombres 
de todos los varones de veinte años 
para arriba, aptos para servirse de 
las armas, 36 se contaron de la tribu 
de Manasés treinta y dos mil dos¬ 
cientos. 

36 Hijos de Benjamín, por sus fami¬ 
lias y linajes, contando todos los 
varones de veinte años para arriba, 
aptos para servirse de las armas, 

37 se contaron de la tribu de Benjamín 
treinta y cinco mil cuatrocientos. 

88 Hijos de Dan, por familias y lina- | 
jes, contando todos los varones de 


veinte años para arriba, aptos para 
servirse de las armas, 39 se contaron 
de la tribu de Dan sesenta y dos mil 
setecientos. 

40 Hijos de Aser, por sus familias 
y linajes, contando todos los varo¬ 
nes de veinte años para arriba, aptos 
para servirse de las armas, 41 se 
contaron de la tribu de Aser cuarenta 
y un mil quinientos. 

42 Hijos de Neftalí, por sus fami¬ 
lias y linajes, contando todos los 
varones de veinte años para arriba, 
aptos para servirse de las armas, 
43 se contaron de la tribu de Neftalí 
cincuenta y tres mil cuatrocientos. 

44 Estos fueron todos los contados 
de los hijos de Israel, por sus linajes, 
los que contaron Moisés y Arón con 
los doce príncipes de Israel, uno por 
cada tribu; 45 siendo todos los con¬ 
tados de los hijos de Israel, según sus 
linajes, de veinte años para arriba, 
aptos para hacer la guerra en Israel, 
48 seiscientos tres mil quinientos cin¬ 
cuenta (603.550). 

47 Los levitas no fueron contados 
entre éstos según la tribu, 48 porque 
había hablado Yave a Moisés, di¬ 
ciendo: 49 «Sólo dejarás de contar 
la tribu de Leví; no los contarás entre 
los hijos de Israel, 50 sino que pondrás 
a los levitas en el tabernáculo del 
testimonio, sobre todos sus utensi¬ 
lios y sobre todo cuanto le pertenece. 
Ellos llevarán el tabernáculo y todos 
sus utensilios, y servirán en él y 
sentarán sus tiendas en derredor del 
tabernáculo. 61 Y cuando el taber¬ 
náculo hubiere de trasladarse, los levi¬ 
tas lo desarmarán; y cuando hubiere 
de pararse ellos lo armarán, y el extra¬ 
ño que se acercare, morirá. 62 Los hijos 
de Israel sentarán sus tiendas cada 
uno en su cuartel, bajo la propia en¬ 
seña, por orden de escuadras; 83 pero 
los levitas sentarán las suyas alre¬ 
dedor del tabernáculo del testimo¬ 
nio, para que la congregación de los 
hijos de Israel no incurra en ira; 
los levitas tendrán la guarda del taber¬ 
náculo del testimonio. 64 Hicieron los 
hijos de Israel todo cuanto mandó 
Yave a Moisés; así lo hicieron. 


Orden del campamento. 

2 1 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
~ 2 «Que acampen los hijos de Is¬ 
rael cada uno junto a su enseña, bajo 
las enseñas de sus linajes, frente ai 






NÚMEROS, 3 


137 


tabernáculo de reunión y en torno 
de él íl). 

3. Delante, al oriente, acampará 
Judá, con su enseña y sus escuadras. 
De los hijos de Judá es jefe Nasón, 
hijo de Aminadab; 4 * su cuerpo de 
ejército, según el censo, es de setenta 
V cuatro mil seiscientos hombres. 
5 A sus lados acampará la tribu de 
Isacar; el jefe de los hijos de Isa¬ 
car es Natanael, hijo de Suar, 6 y 
su cuerpo de ejército es, según el 
censo, de cincuenta y cuatro mil 
cuatrocientos hombres. 7 Después la 
tribu de Zabulón; el jefe de los hijos 
de Zabulón es Eliab, hijo de Jelón, 
8 y su cuerpo de ejército es, según 
el censo, de cincuenta y siete mil 
cuatrocientos hombres. 9 El total para 
el campo de Judá es, según el censo, 
de tirito ochenta y seis mil cuatro¬ 
cientos hombres, por sus escuadras. 
Serán los primeros que se pongan en 
marcha. 

10 Al mediodía la enseña del campo 
de Rubén, con sus escuadras. El jefe 
de los hijos de Rubén es Elisur, hijo 
de Sedeur, 11 y su cuerpo de ejército, 
según el censo, es de cuarenta y seis 
mil quinientos hombres. 12 A sus 
lados acampará la tribu de Simeón; 
el jefe de los hijos de Simeón es 
Salamiel, hijo de Zurisadai, 13 y su 
cuerpo de ejército es, según el censo, 
de cincuenta y nueve mil trescientos 
hombres. 14 La tribu de Gad; el 
jete de los hijos de Gad es Eliasab, 
hijo de Deuel, 15 y su cuerpo de ejér¬ 
cito es, según el censo, de cuarenta 
y cinco mil seiscientos cincuenta hom¬ 
bres. 16 El total del campo de Rubén 
es, según el censo, de ciento cincuenta 
y un mil cuatrocientos cincuenta hom¬ 
bres. Se pondrán en marcha los se¬ 
gundos. 

17 Después avanzará el tabernáculo 
de reunión, yendo el campo de los 
levitas en medio de los otros. Segui¬ 
rán en la marcha el orden de su 
campamento, cada uno según su 
puesto y su enseña. 

18 A occidente, la enseña de Efraím; 
el jefe de los hijos de Efraím es 
Elisama, hijo de Amiud, 19 y su 
cuerpo de ejército es, según el censo, 


(i) La organización del pueblo es militar, 

bajo la conducta de Dios, que es el jefe supremo, 

y tiene su tienda en medio del campamento y 

dirige los movimientos por medio de la nube. 

(9 15. sigs.) Los levitas, que acampaban inme¬ 

diatamente en torno del santuario, son la 

guardia de honor y de servido. 


de cuarenta mil quinientos hombres. 

20 A sus lados acampará la tribu de 
Manasés; el jefe de la tribu de Mana- 
sés es Gamaliel, hijo de Pedasur, 

21 y su cuerpo de ejército es, según 
el censo, de treinta y dos mil dos¬ 
cientos hombres. 22 La tribu de Ren- 
jamín; el jefe de los hijos de Benja¬ 
mín es Abidán, hijo de Gedeón, 23 y 
su cuerpo de ejército es, según el 
censo, de treinta y cinco mil cuatro¬ 
cientos hombres. 24 El total del campo 
de Efraím es, según el censo, de 
ciento ocho mil cien hombres; se 
pondrán en marcha los terceros. 

25 Al norte, la enseña del campo de 
Dan, con sus tropas. El jefe de los 
hijos de Dan es Ajiezer, hijo de Ami- 
sadai, 28 y su cuerpo de ejército es, 
según el censo, de sesenta y dos mil 
setecientos hombres. 27 A sus lados 
acampará la tribu de Aser; el jefe 
de los hijos de Aser es Feguiel, hijo 
de Ocrán, 28 y su cuerpo de ejército 
es, según el censo, de cuarenta y un 
mil quinientos hombres. 29 La tribu 
de Neftalí; el jefe de los hijos de 
Neftalí es Ajira, hijo de Enán, 30 y su 
cuerpo de ejército es, según el censo, 
de cincuenta y tres mil cuatrocientos 
hombres. 31 El total del campo de 
Dan es, según el censo, de ciento 
cincuenta y siete mil seiscientos hom¬ 
bres. Se pondrán en marcha los últi¬ 
mos, según sus enseñas. 32 Estos fue¬ 
ron los hijos de Israel inscritos en el 
censo, según sus linajes. El total de 
todos los hombres inscritos, reparti¬ 
dos en varios campos, según sus cuer¬ 
pos de ejército, fué de seiscientos 
tres mil quinientos cincuenta hom¬ 
bres. 33 Los levitas no fueron com 
prendidos en el censo con los hijos de 
Israel, según la orden que Yave 
había dado a Moisés. 34 Los hijos de 
Israel hicieron todo lo que a Moisés 
había mandado Yave. Así acampaban, 
según sus enseñas, y así se ponían en 
marcha cada uno, según su familia 
y su linaje. 


IYúmcro y oficio de los levitas. 

3 1 * He aquí la descendencia de 

Arón y Moisés, al tiempo en que 
Yave habló a Moisés en la montaña 
del Sinaí. 

2 He aquí los nombres de los hijos 
de Arón: Nadab, el primogénito, Abiú, 
Eleazar e Itamar. 3 Estos son los 
nombres de los hijos de Arón, sacer- 









138 


NÚMEROS, 3 


dotes ungidos y consagrados para 
ejercer el sacerdocio. 4 Nadab y Abiú 
murieron al llevar ante Yave un 
fuego extraño, en el desierto del 
Sinaí, y no dejaron hijos. Eleazar e 
Itamar ejercieron el sacerdocio con 
Arón, su padre. 

6 Yave habló a Moisés, diciendo: 
6 «Llama a la tribu de Leví, que se 
acerque a Arón, el sacerdote, y se 
ponga a su servicio. 7 Ellos se encar¬ 
garán de todo cuanto sea necesario 
para él y para toda la asamblea ante 
el tabernáculo de reunión, haciendo 
asi el servicio del tabernáculo. 8 Ten¬ 
drán a su cargo todos los utensilios 
del tabernáculo de reunión y cuanto 
necesiten los hijos de Israel en el 
servicio del tabernáculo. 9 Darás los 
levitas a Arón y a sus hijos, se los 
darás enteramente de entre los hijos 
de Israel. 10 A Arón y a sus hijos les 
encomendarás las funciones de su 
sacerdocio; el extraño que se acer¬ 
care al santuario será castigado con 
la muerte. 

11 Yave habló a Moisés, diciendo: 
12 «Yo he tomado de en medio de 
Israel a los levitas en lugar de todo 
primogénito, que abre la vulva de su 
madre, entre los hijos de Israel, y 
los levitas serán míos, 13 porque mío 
es todo primogénito; el día en que 
yo maté a todos los primogénitos 
en la tierra de Egipto, me consagré 
a mí todos los primogénitos de Israel, 
tanto de hombres como de animales; 
son míos. Yo, Yave.» 

14 Y habló Yave a Moisés en el 
desierto del Sinaí, diciendo: 15 «Enu¬ 
mera a los hijos de Leví* según sus 
linajes y familias. 16 Haz el censo de 
todos los varones de un mes para 
arriba.» Y Moisés hizo el censo, 
según la orden de Yave, como éste 
se lo había mandado. 17 Estos fueron 
los hijos de Leví, por sus nombres: 
Gersón, Caat y Merari. 18 Nombres 
de los hijos de Gersón por sus fami¬ 
lias: Lebni y Semei. 19 Hijos de Caat: 
Amrain, Jesuar, Hebrón y Oziel. 
Hijos de Merari: por familias: Mojli 
y Musí Estas son las familias de 
Leví, según sus linajes. 21 De Gersón 
proceden la familia de Libní y la 
de Semei; éstos son los linajes de 
Gersón. 22 Los enumerados de ellos, 
en el censo de todos los varones de 
un rnes para arriba, fueron siete mil 
quinientos. 23 Los linajes de Gersón 
sentarán sus tiendas a espaldas del 
tabernáculo, a occidente. 24 El jefe 


del linaje de los gersonitas es Eliasaf, 
hijo de Lael. 25 Cuanto al tabernáculo 
de reunión, los hijos de Gersón tenían 
a su cargo la tienda, y sus cubiertas, 
el velo de la entrada de la tienda, la 
cortina de la entrada del atrio 26 y 
Jas de éste en torno del tabernáculo 
y del altar y las cuerdas para todo 
su servicio. 

27 De Caat proceden los linajes de 
los amramitas y los azielitas; éstos 
son los linajes de Caat. 28 El censo 
de todos los varones de un mes para 
arriba dió ocho mil seiscientos, ads¬ 
critos al servicio del santuario. 29 Los 
linajes de los hijos de Caat acampa¬ 
ban al mediodía del tabernáculo. 
30 El jefe de los linajes de las fami¬ 
lias de Caat era Elisafán, hijo de 
Oziel. 31 Estaban a su cargo el arca, 
la mesa, el candelabro, los altares y 
los utensilios sagrados de su servicio 
y el velo con todo lo que pertenecía 
a su servicio. 32 El jefe supremo de los 
levitas era Eleazar, hijo del sacer¬ 
dote Arón, a quien correspondía la 
superintendencia de todos los ads¬ 
critos al servicio del santuario. 

33 De Merari proceden los linajes 
de los mojlitas y los musitas. Estos 
son los linajes de Merari. 34 Los enu¬ 
merados de ellos, conforme al censo 
de todos los varones de un mes para 
arriba, fueron seis mil doscientos. 

38 El jefe de los linajes de Merari 
era Suriel, hijo de Abijad; acampaban 
al lado norte del tabernáculo. 36 Al 
cargo de los hijos de Merari estaban 
los tablones del habitáculo con sus 
barras, 37 sus columnas y sus basas 
y todo su servicio, y las columnas del 
atrio con sus basas, sus clavos y 
sus cuerdas. 

38 Delante del tabernáculo de re¬ 
unión, a levante, acampaban Moisés, 
Arón y sus hijos, que velaban al 
cuidado del santuario para los hijos 
de Israel; todo extraño que se acer¬ 
caba era castigado con la muerte. 

39 Los levitas que Moisés y Arón 
enumeraron de orden de Yave fueron, 
contando de todos los linajes los 
varones de un mes para arriba, 
ventidós mil. 


Rescate de los primogénitos 
de Israel. 

40 Yave dijo a Moisés: «Haz el 
censo de todos los primogénitos de 
entre los hijos de Israel de un mes 





I 


NÚMEROS. 1 


130 


para arriba, contándolos por sus nom¬ 
bres. 41 Tomarás para mí a los levi¬ 
tas, en lugar de todos los primogé¬ 
nitos de los hijos de Israel, y el ganado 
de los levitas, en lugar de los primo¬ 
génitos del ganado de los hijos de 
Israel. Yo, Ya ve.» 

42 Moisés hizo el censo de todos los 
primogénitos de los hijos de Israel, 
según la orden que Yave le había 
dado. 43 Todos los primogénitos, con¬ 
tados por sus nombres, de un mes 
para arriba, fueron veintidós mil 
doscientos setenta y tres. 

44 Yave habló a Mosiés, diciendo: 
43 «Toma a los levitas en lugar de los 
primogénitos de lo- hijos de Israel y el 
ganado de los levitas en lugar de los 
primogénitos de sus ganados. Los levi¬ 
tas son míos. Yo, Yave.» 

46 Para el rescate de los doscientos 
setenta y tres primogénitos de los 
hijos de Israel, que sobrepasan el 
número de los levitas, 47 toma cinco 
sidos por cabeza, según el sido del 
santuario, que es de veinte güeras. 

48 Ese dinero se lo entregarás a Arón 
y a sus hijos, como rescate de los que 
sobrepasan el número de los levitas.» 

49 Moisés tomó el dinero de los pri¬ 
mogénitos de los hijos de Israel, 

50 mil trescientos sesenta y cinco 
sidos, según el sido del santuario. 
31 Moisés entregó a Arón y a sus 
hijos el dinero del rescate, según la 
orden de Yave, según lo que Yave 
había dicho a Moisés. 


Obligaciones de los levitas. 

4 1 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 2 «Haz el censo de los 
hijos de Caat de entre los hijos de 
Leví, según sus familias y linajes, 
3 desde los treinta años para arriba 
hasta los cincuenta, todos los que han 
de prestar servicio o cumplir alguna 
función en el tabernáculo de reunión. 
4 Estos serán los servicios de los 
hijos de Caat en el tabernáculo de 
reunión: consistirán en lo tocante 
a las cosas santísimas. 6 Cuando 
hubiere de levantarse el campamento, 
vendrán Arón y sus hijos a bajar el 
velo, y cubrirán con él el arca del 
testimonio; 6 pondrán encima una 
cubierta de pieles curtidas y tende¬ 
rán por encima de toda ella un paño 
de jacinto, y colocarán las barras 
del arca. 7 Tenderán sobre la mesa 
de los panes de la proposición una 


tela jacinto y pondrán encima de 
ella los platos, los cálices. las cazo¬ 
letas y los vasos de las libaciones; 
el pan perpetuo irá sobre ella; 8 ten¬ 
derán encima una tela carmesí, con 
que la envolverán, y una cubierta 
de pieles curtidas, y pondrán las 
barras de la mesa. 9 Tomarán una 
tela jacinto, con la que cubrirán 
el candelabro con sus lamparas, sus 
despabiladeras, sus platos para los 
pábilos cortados y todos los utensi¬ 
lios para el aceite que se emplean 
en su servicio 10 y con todos sus uten¬ 
silios; los cubrirán de pieles curtidas 
y lo pondrán sobre unas angarillas. 
11 Tenderán un paño jacinto sobre 
el altar de oro, y después de cubrirlo 
con pieles curtidas, le pondrán las 
barras. 12 Tomarán todos los uten¬ 
silios para el servicio del santuario, 
y metiéndolos en una tela jacinto, 
los cubrirán con pieles curtidas y 
los colocarán sobre unas angarillas. 
13 Quitarán del altar las cenizas, y 
tenderán sobre él un paño de púrpura 
escarlata; 14 pondrán encima de él 
todos los utensilios de su servicio, 
los braseros, los tenedores, las paletas 
y las bandejas, todos los utensilios 
del altar, y lo cubrirán con pieles 
curtidas y le pondrán las barras. 

13 Cuando Arón y sus hijos hayan 
acabado de cubrir el santuario y 
sus utensilios todos y se levante el 
campamento, vendrán los hijos de 
Caat para llevarlos, pero sin tocar 
las cosas santas, no sea que mueran. 
He aquí lo que del tabernáculo de 
la reunión trasportarán los hijos 
de Caat. 16 Eleazar, hijo de Arón, el 
sacerdote, tendrá bajo su vigilancia 
el aceite del candelabro, el timiama, 
la oblación perpetua y el óleo de 
unción, así como todo el tabernáculo 
y cuanto él contiene, el santuario 
con todos sus utensilios.» 

17 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 13 «Tened cuidado de que 
los hijos del linaje de Caat no sean 
extirpados de en medio de los levitas, 

19 y haced de modo que tengan segura 
la vida y no mueran si se acercan 
a las cosas santísimas; sean Arón y 
sus hijos los que entren para encargar 
a cada uno su servicio y su cargo; 

20 pero ellos que no entren para ver 
un solo instante las cosas santas, no 
sea que mueran.» 

21 Yave habló a Moisés, diciendo: 
22 «Haz también el censo de los hijos 
de Gersón según sus familias y lina- 




140 


NÚMEROS, 6 


jes, 23 haciendo el censo de los de 
treinta años para arriba hasta los 
cincuenta, de todos los que han de 
prestar sus servicios y cumplir alguna 
función en el tabernáculo de la re* 
unión. 24 He aquí los servicios de los 
linajes de Gersón, lo que habrán de 
hacer y lo que habrán de llevar. 

26 Llevarán las cortinas del habitáculo 
y tienda de la reunión; su cubierta 
y la cubierta de pieles curtidas con 
que se cubren, 26 las cortinas del 
atrio y la de la puerta de entrada 
del atrio, todo lo que rodea la tienda 
y el altar, sus cuerdas y todos los 
utensilios de su servicio, y harán 
cuanto con ellos se ha de hacer. 

27 A las órdenes de Arón y sus hijos 
estará el servicio de los gersonitas 
en todo cuanto éstos han de hacer y 
llevar; vosotros asignaréis a cada uno 
determinadamente lo que hayan de 
trasportar. 28 Este es el servicio 
de los linajes de Gersón en el taber¬ 
náculo de reunión, y su vigilancia 
estará a cargo de Itamar, hijo del 
sacerdote Arón. 

29 Haz el censo de los hijos de ite¬ 
ran según sus familias y linajes, 
30 contándolos desde los treinta años 
para arriba hasta los cincuenta, todos 
los adscritos al servicio y para cum¬ 
plir sus funciones en el tabernáculo 
de la reunión. 31 He aquí lo que ha¬ 
brán de trasportar, según sus ser¬ 
vicios, en el tabernáculo de la reunión; 
los tablones del habitáculo, sus tra¬ 
veseros, sus columnas y sus basas, 
32 y las columnas, del atrio en derre¬ 
dor, con sus nasas, sus estacas y sus 
cuerdas y todos los utensilios de sus 
basas, y les indicaréis determinada¬ 
mente los utensilios que han de tras¬ 
portar. 33 Este es el oficio del linaje 
de los hijos de Merari, conforme a 
su servicio en el tabernáculo de la 
reunión, bajo la vigilancia de Itamar, 
hijo del sacerdote Arón.» 


Censo de los levitas. 

34 Moisés y Arón y los príncipes 
de la asamblea hicieron el censo de 
los hijos de Caat por linajes y fami¬ 
lias, 35 de cuantos eran de treinta 
años para arriba hasta los cin"lienta; 
30 y los enumerados según sus fami¬ 
lias y sus linajes fueron dos mi! sete¬ 
cientos cincuenta; 37 éstos fueron los 
enumerados del linaje de los caataitas, 
todos los que hacían el servicio en 


el tabernáculo de la reunión, que 
Moisés y Arón enumeraron de orden 
de Yave dada a Moisés. 38 Hízose 
el censo de los hijos de Gersón, por 
familias y linajes, 39 desde los treinta 
años para arriba hasta los cincuenta, 
de cuantos hacían servicio en el 
tabernáculo de reunión, 40 y fueron 
enumerados por familias y linajes 
dos mil seiscientos treinta. 41 Estos 
son los enumerados de los linajes 
de Gersón todos los que hacían ser¬ 
vicio en el tabernáculo de reunión 
que Moisés y Arón enumeraron de 
orden de YaVc. 42 Hízose el censo 
de las familias de los hijos de Merari 
por familias y linajes 43 desde los 
treinta años para arriba hasta los 
cincuenta, de cuantos prestaban ser¬ 
vicio en el tabernáculo de la reunión, 
44 y fueron enumerados por familias 
tres mil doscientos. 46 Estos son los 
enumerados de las familias de Me¬ 
rari, que Moisés y Arón enumeraron 
según la orden de Yave dada a 
Moisés. Todos los que fueron enu¬ 
merados en el censo que Moisés y 
Arón y los príncipes de Israel hicie- 
ron de los levitas, por familias y lina¬ 
jes, 47 desde los treinta años para 
arriba hasta los cincuenta, 48 todos 
los que prestaban servicio de minis¬ 
terio o de trasporte en el taber¬ 
náculo de la reunión, vinieron a ser 
ocho mil quinientos ochenta. 49 Según 
la orden dada por Yave a Moisés, 
fueron designados cada uno para su 
propio ministerio y su propio cargo, 
y los designados fueron aquellos que 
Yave había mandado. 


Leyes varias. 

1 Habló \ r ave a Moisés, diciendo: 
^ 2 «Manda a los hijos de Israel que 
hagan salir del campamento a todo 
leproso, a todo el que padece flujo, 
y a todo inmundo por un cadáver. 
2 Hombres o mujeres todos los haréis 
salir del campamento para que no 
contaminen el campamento en que 
habitan.» Así lo hicieron los hijos 
de Israel, haciéndolos salir del cam¬ 
pamento; 4 como lo ordenó Moisés, 
así lo hicieron los hijos de Israel. 

6 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
6 «Di a lo« hijos de Israel: Si uno, 
hombre o mujer, comete uno de esos 
pecados que perjudican al prójimo, 
prevaricando contra Yave y hacién¬ 
dose culpable, 7 confesará sn pecado 




NÚMEROS, 6 


14 1 


y restituirá enteramente el daño, 
añadiendo un quinto; restituirá a 
aquel a quien perjudicó, 8 y si no 
hubiere ya nadie a quien pertenezca 
la restitución, la hará a Yave, y 
será entregada al sacerdote, además 
del carnero expiatorio con que se 
hará la expiación del culpable. 9 Toda 
ofrenda de elevación de cosas con¬ 
sagradas por los hijos de Israel que 
éstos presentan al sacerdote, de éste 
es; 10 cuanto cada uno consagre, de él 
es; lo que se presenta al sacerdote, 
de éste es.» 


Ley sobre los celos. 

11 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
12 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
Si la mujer de uno fornicare y le 
fuese infiel, 13 durmiendo con otro 
en concúbito de semen, sin que lo 
haya podido ver el marido ni haya 
testigos, por no haber sido hallada 
en el hecho; 14 y se apoderase del 
marido el espíritu de los celos y 
tuviese celos de ella, háyase ella 
manchado en realidad o no se haya 
manchado, 15 la llevará al sacerdote, 
y ofrecerá por ella una oblación de la 
décima parte de una efa de harina 
de cebada, sin derramar aceite sobre 
ella ni poner encima incienso, porque 
es minja de celos, minja de memoria 
para traer el pecado a la memoria. 
16 El sacerdote hará que se acerque 
y se esté ante Yave; 17 tomará del 
agua santa en una vasija de barro, 
y cogiendo un poco de la tierra del 
suelo del tabernáculo, la echará en 
el agua. 18 Luego el sacerdote, ha¬ 
ciendo estar a la mujer ante Yave, 
le descubrirá la cabeza y le pondrá 
en las manos la minja de memoria, 
la minja de los celos, teniendo él 
en la mano el agua amarga de la 
maldición (t), 19 y la conjurará, 
diciendo: Si no ha dormido contigo 
ninguno, y si no te has descarriado, 
contaminándote y siendo infiel a tu 
marido, indemne seas del agua amarga 
de la maldición; 20 pero si te desca¬ 
rriaste, y fornicaste infiel a tu marido, 
contaminándote y durmiendo con 
otro; 21 el sacerdote la conjurará con 


(i) Sin negar/ ni mucho menos, el carácter 
sobrenatural que este rito pudiera tener, todo 
este ceremonial parece que había de influir 
grandemente en la mujer culpable, para moverla 
a declararse tal. 


el juramento de execración, diciendo: 
hágate Yave maldición y execración 
en medio de tu pueblo, púdranse 
tus muslos e hínchese tu vientre, 
22 éntre este agua de maldición en 
tus entrañas, para hacer que tu 
vientre se hinche y se pudran tus 
muslos. La mujer contestará: Amén, 
amén. 23 El sacerdote escribirá estas 
maldiciones en una hoja, y las diluirá 
en el agua amarga, 24 y hará beber 
a la mujer el agua amarga de la mal¬ 
dición. 25 Luego tomará de la mano 
de la mujer la minja de los celos y 
la agitará ante Yave, y la llevará 
al altar; 26 y tomando un puñado 
de memoria, lo quemará en el altar, 
haciendo después beber el agua a la 
mujer. 27 Darále a beber el agua; 
y si se hubiere contaminado, siendo 
infiel a su marido, el agua de mal¬ 
dición entrará en ella Con su amargura, 
se le hinchará el vientre, se le pudrirán 
los muslos, y será maldición en medio 
de su pueblo. 28 Si, por lo contrario, 
no se contaminó y es pura, quedará 
ilesa y será fecunda.» 

29 Esta es la ley de los celos, para 
cuando una mujer haya sido infiel 
a su marido y se haya contaminado, 
30 o que el espíritu de los celos se 
haya apoderado de su marido y 
tenga celos de ella; presentará a su 
mujer ante Yave, y el sacerdote 
hará con ella cuanto en esta ley se 
prescribe. 31 Así el marido quedará 
libre de culpa, y la mujer llevará 
sobre sí su pecado.» 


Ley del nazarcato. 

fk 1 * Habló Yave a Moisés, diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles: Si uno, hombre o mujer, hiciere 
voto de consagración, consagrándose 
a Yave (1), 3 se abstendrá de vino 
y de toda bebida embriagante; no 
beberá vinagre de vino ni bebida 
embriagante; no comerá uvas, ni fres- 


(i) Esta consagración personal, singularí¬ 
sima, da al consagrado una especial santidad 

que le exige abstenerse de todo contacto de 
cosa impura, aun del cadáver de los mismos 
padres, y la obligación de abstenerse de todo 
fruto de la vid, cualquiera que sea. Al ter¬ 
minar, tiene que despojarse de todo el pelo 
de su cuerpo, que por considerarse santificado, 
había de ser quemado en el altar, pues al volver 
a su estado ordinario había de despojarse de 
cuanto de santo o consagrado podía despo¬ 

jarse su persona. 






142 


NÚMEROS, 7 


cas ni secas; (i) * * 4 durante todo el tiempo 
de su nazareato no comerá fruto 
alguno de la vid; desde la piel hasta 
los granos de la uva. 5 Durante todo 
el tiempo de su voto de nazareo no 
pasará la navaja por su cabeza; hasta 
que se cumpla el tiempo por que se 
consagró a Yave, será santo y dejará 
libremente crecer su cabellera. 6 Du¬ 
rante todo el tiempo de su consagra¬ 
ción a Yave no se acercará a cadáver 
alguno; 7 no se contaminará ni por 
su padre ni por su madre, ni por su 
hermano, ni por su hermana, si mu¬ 
rieren; porque lleva sobre su cabeza 
la consagración a su Dios. 8 Todo el 
tiempo de su nazareato está consa¬ 
grado a Yave. 9 Si ante él muriere 
alguno repentinamente, manchándose 
así su cabeza consagrada, se raerá la 
cabeza en el día de su purificación; 
se la raerá el ‘séptimo día, 10 y al 
octavó presentará al sacerdote dos 
tórtolas o dos pichones a la entrada 
del tabernáculo de la reunión. 11 El 
sacerdote ofrecerá uno en sacrificio 
por el pecado y el otro en holocausto, 
haciendo por él la expiación de su 
pecado por el muerto. 12 Este día el 
nazareo consagrará otra vez su ca¬ 
beza, la consagrará de nuevo a Yave 
por el tiempo de su nazareato, y ofre¬ 
cerá un cordero primal en sacrificio 
de expiación; el tiempo precedente 
quedará anulado, por haberse con¬ 
taminado su nazareato. 

13 Esta es la ley del nazareo; El 
día en que se cumpla el tiempo de su 
nazareato, se presentará a la entrada 
del tabernáculo de la reunión, para 
hacer su ofrenda a Yave: 14 un cor¬ 
dero primal, sin defecto, para el holo¬ 
causto; una oveja, sin defecto, para el 
sacrificio por el pecado; un carnero, 
sin defecto, para el sacrificio pacífico, 
15 y un cestillo de panes ácimos, de 
tortas de flor de harina amasada 
con aceite, para la ofrenda y la liba¬ 
ción. 16 El sacerdote los presentará a 
Yave, y ofrecerá su sacrificio por el 
pecado y su holocausto. 17 Después 
presentará a Yave el carnero de su 
sacrificio pacífico con el cestillo de 
panes ácimos, y hará la oblación y 
la libación. 18 El nazareo raerá a 
la entrada del tabernáculo de la re¬ 
unión su cabeza consagrada, y to¬ 
mando los cabellos de su cabeza 
consagrada, los echará al fuego que 
arde bajo el sacrificio pacífico. 19 Lue¬ 
go el sacerdote tomará la espalda 
ya cocida del carnero, un pan ácimo 


del cestillo y una torta ácima, y se 
los pondrá en las manos al nazareo, 
después que se haya raído la cabeza 
consagrada; 20 y el sacerdote lo agi¬ 
tará ante Yave. Es la cosa santa del 
sacerdote, además del pecho agitado 
y del brazuelo reservado. Después 
ya podrá el nazareo beber vino.» 

21 Esta es la ley del nazareo que 
hace voto, y de su ofrenda a Yave 
por su nazareato, fuera de aquello 
que sus posibilidades le consientan 
añadir. Hará de conformidad con su 
voto, según la ley del nazareato.» 


La bendición litúrgica. 

22 Yave habló a Mosés, diciendo: 

23 «Habla a Arón y a sus hijos, 
diciendo: De este modo habréis de 
bendecir a los hijos de Israel; diréis: 

24 Que Yave te bendiga y te guarde. 

25 Que haga resplandecer Yave su 
faz sobre ti y te otorgue su gracia. 

26 Que Yave vuelva a ti su rostro 
y te dé la paz. 

27 Así invocarán mi nombre sobre 
los hijos de Israel, y yo los ben¬ 
deciré.» (1). 


Las ofrendas de los jefes de tribu. 

7 1 El día en que acabó Moisés de 
alzar el tabernáculo y de ungirlo 
y consagrarlo con todos sus utensi¬ 
lios, el altar con todos sus utensi¬ 
lios, ungiéndolos y consagrándolos, 
2 los príncipes de Israel, jefes de 
sus linajes, presentaron sus ofren¬ 
das; eran los príncipes que habían 
presidido el censo. 3 Llevaron sus 
ofrendas ante Yave: seis carros cu¬ 
biertos y doce bueyes, un carro por 
cada dos, y un buey por cada uno 
de los príncipes, y los presentaron 
ante el tabernáculo. 

4 Yave habló, a Moisés, diciendo: 
5 «Recibe de ellos eso, y que se des¬ 
tine al servicio del tabernáculo de 
la reunión; se los darás a los hijos 
de Leví, a cada uno según las nece¬ 
sidades de su servicio.» 

6 Moisés, tomando los carros y 
los bueyes, se los entregó a los levitas; 


(i) Esta bendición, que atrae sobre el 

bendecido bienes puramente espirituales, está 

en plena oposición con las bendiciones de las 

religiones gentílicas, que se limitan a la ad¬ 

precación de bienes materiales. 





NÚMEROS, 7 


143 


7 dió dos carros y cuatro bueyes a 
los hijos de Gcrsón, como lo pedía 
su servicio; 8 cuatro carros y ocho 
bueyes a los hijos de Merari, con¬ 
forme a su servicio, bajo la vigilan¬ 
cia de ltamar, hijo de Arón, el sacer¬ 
dote; 9 pero no dió ninguno a los 
hijos de Caat, porque el servicio 
suyo de las cosas santas habían de 
hacerlo llevándolas sobre sus hom¬ 
bros. 10 Los príncipes hicieron su 
ofrenda para la dedicación del altar 
cuando fué ungido, presentando su 
ofrenda ante el altar. 11 Yave dijo a 
Moisés: «Que presenten los prínci¬ 
pes su ofrenda uno a uno, para la de¬ 
dicación del altar.» 12 Aquel día, el 
primero, presentó su ofrenda Nasón, 
hijo de Aminadab, de la tribu de 
Judá, 13 ofreciendo un plato de plata 
de ciento treinta sitios de peso y un 
jarro de plata de setenta sidos, según 
el peso del sido del santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada con 
aceite, para las ofrendas; 14 un fras- 
quito de oro de diez sidos, lleno de 
perfumes; 15 un novillo, un carnero 
y un cordero primal, para el holo¬ 
causto; 16 un macho cabrío, para el 
sacrificio expiatorio; 17 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 
cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Nasón, hijo de Aminadab. 

18 El segundo día hizo su ofrenda 
Natanael, hijo de Suar, príncipe de 
Isacar. 19 Ofreció un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro de 
plata de setenta sidos, al peso del 
sido del santuario, llenos ambos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 20 un frasquito de 
oto de diez sidos, lleno de perfumes; 
21 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 22 un 
macho cabrío para el sacrificio expia¬ 
torio; 23 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri- 
.males. Esta fué la ofrenda de Nata¬ 
nael, hijo de Suar. 

24 El tercer día el príncipe de los 
hijos de Zabulón, Eliab, hijo de 
Jelón, 29 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos, un jarro 
de plata de setenta sidos, al peso del 
sido del santuario, llenos ambos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 26 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
27 un novillo, un carnero, un cordero 
primal, para el holocausto; 28 un 


macho cabrío, para el sacrificio ex¬ 
piatorio; 29 y para el sacrificio pa¬ 
cífico, dos bueyes, cinco carneros, 
cinco machos cabríos y cinco cor¬ 
deros primales. Esta fué la ofrenda 
de Eliab, hijo de Jelón. 

30 El cuarto día el príncipe de los 
hijos de Rubén, Elisur, hijo de Se- 
deur, 31 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro 
de plata de setenta sidos, al peso 
del sido del santuario, ambos llenos 
de flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 32 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
33 un novillo, un carnero, un cordero 
primal, para el holocausto; 34 un 
macho cabrío, para el sacrificio ex¬ 
piatorio; 35 y para el sacrificio pací¬ 
fico, dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué la ofrenda de Elisur, 
hijo de Sedeur. 

36 El quinto día el príncipe de los 
hijos de Simeón, Salamiel, hijo de 
Surisadai, 37 ofreció: un plato de 
plata de ciento treinta sidos; un 

jarro de plata de setenta sidos, al 
peso del sido del santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada 

con aceite, para la ofrenda; 38 un 
frasquito de oro de diez sidos, lleno 
de perfumes; 39 un novillo, un car¬ 
nero y un cordero primal, para el 
holocausto; 40 un macho cabrío, para 
el sacrificio expiatorio; 41 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 

cinco corderos primales. Esta fué 

la ofrenda de Salamiel, hijo de Suri¬ 
sadai. 

42 El sexto día el príncipe de los 
hijos de Gad, Eliasaf,. hijo de Deuel, 
43 ofreció un plato de plata de ciento 
treinta sidos; un jarro de plata de 
setenta sidos, al peso del sido del 
santuario; ambos llenos de flor de 
harina amasada con aceite, para la 
ofrenda; 44 un frasquito de oro de 
diez sidos, lleno de perfumes; 45 un 
novillo, un carnero, un cordero pri¬ 
mal, para el holocausto; 46 un macho 
cabrío, para el sacrificio expiatorio; 
47 y para el sacrificio pacifico, dos 
bueyes, cinco carneros, cinco machos 
cabríos y cinco corderos primales. 
Esta fué la ofrenda de Eliasaf, hijo 
de Deuel. 

48 El séptimo día el príncipe de 
los hijos de Efraím, Elisama, hijo 
de Amiud, 49 ofreció: un plato de 
plata de ciento treinta sidos; un 





144 


NÚMEROS, 7 


jarro de plata de setenta sidos, la 
peso del sido dd santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada 
con aceite, para la ofrenda; 50 un 
frasquito de oro de diez sidos, lleno 
de perfumes; 51 un novillo, un car¬ 
nero y un cordero primal, para el 
holocausto; 52 un macho cabrio, para 
el sacrificio expiatorio; 53 y para el 
sacrificio pacifico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 
cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Elisama, hijo de Amiud. 

54 El octavo día el príncipe de los 
hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de 
Pedasur, 55 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos, un jarro de 
plata de setenta sidos al peso del 
sido del santuario, ambos fíenos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 56 un frasquito de 
oro de diez sicJos, lleno de perfumes; 
67 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 68 un 
macho cabrío, para el sacrificio expia¬ 
torio; 59 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué la ofrenda de Gama¬ 
liel, hijo de Pedasur. 

60 El noveno día el príncipe de los 
hijos de Benjamín, Abidán, hijo de 
Gedeón, 61 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro de 
plata de setenta sidos, al peso del 
sido del santuario; ambos llenos de 
flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 62 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
63 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 64 un 
macho cabrío, para el sacrificio expia¬ 
torio; 65 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué la ofrenda de Abidán, 
hijo de Gedeón. 

66 El décimo día el príncipe de 
los hijos de Dan, Ajieser, hijo de 
Amisadán, 67 ofreció: un plato de 
plata de ciento treinta sidos; un 
jarro de plata de setenta sidos, al 
peso del sido del santuario, ambos 
llenos de flor de harina amasada con 
aceite, para la ofrenda; 68 un fras¬ 
quito de oro de diez sidos, lleno de 
perfumes; 69 un novillo, un carnero 
y un cordero primal, para el holo¬ 
causto; 70 un macho cabrío, para el 
sacrificio expiatorio, 71 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 


cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Ajieser, hijo de Ami¬ 
sadán. 

72 El undécimo día el príncipe de 
los hijos de Aser, Feguiel, hijo de 
Ocrán, 73 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro 
de plata de setenta sidos, ambos 
llenos de flor de harina amasada 
con aceite, para la ofrenda; 74 un 
frasquito de oro de diez sidos, lleno 
de perfumes; 75 un novillo, un car¬ 
nero y un cordero primal, para el 
holocausto; 76 un macho cabrío, para 
el sacrificio expiatorio, 77 y para el 
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco 
carneros, cinco machos cabríos y 
cinco corderos primales. Esta fué la 
ofrenda de Feguiel, hijo de Ocrán. 

78 El duodécimo día el príncipe 
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo 
de Enón, 79 ofreció: un plato de plata 
de ciento treinta sidos; un jarro 
de plata de setenta sidos, al peso 
del sido del santuario; ambos llenos 
de flor de harina amasada con aceite, 
para la ofrenda; 80 un frasquito de 
oro de diez sidos, lleno de perfumes; 
81 un novillo, un carnero y un cor¬ 
dero primal, para el holocausto; 82 un 
macho cabrío, para el sacrificio expia¬ 
torio; 83 y para el sacrificio pacífico, 
dos bueyes, cinco carneros, cinco 
machos cabríos y cinco corderos pri¬ 
males. Esta fué "la ofrenda de Ajira, 
hijo de Enán. 

84 Estos fueron los dones de los 
príncipes de Israel para la dedica¬ 
ción del altar el día en que se ungió; 
doce platos de plata, doce jarros 
de plata, doce frasquitos de oro; 
85 cada plato de ciento treinta sidos 
de peso; cada jarro de setenta sidos; 
total de la plata de estos utensilios, 
dos mil cuatrocientos sidos, al peso 
del sido del santuario; 86 doce fras¬ 
quitos de oro llenos de perfume, de 
diez sidos cada uno, al sido del san¬ 
tuario; total del oro de los frasquitos, 
ciento veinte sidos. 87 Total de los 
animales para el holocausto: doce 
novillos, doce carneros y doce cor¬ 
deros primales, con sus ofrendas, y 
doce machos cabríos para el sacri¬ 
ficio expiatorio. 88 Total de los ani- 
males para el sacrificio pacífico: vein¬ 
ticuatro bueyes, sesenta carneros, se¬ 
senta machos cabríos y sesenta cor¬ 
deros primales. Estos fueron los dones 
ofrecidos para la dedicación del altar 
cuando se ungió. 

89 Cuando Moisés entraba en el 





NÚMEROS, 8, 9 


145 


tabernáculo de la reunión para hablar 
con Vave, oía la voz que le hablaba 
desde encima del propiciatorio puesto 
sobre el arca del testimonio, entre los 
dos querubines; así le hablaba (1). 


El candelabro. 

8 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

2 «Habla a los hijos de Arón, y di- 
les: Cuando pongas las lámparas del 
candelabro, ponías de modo que las 
siete lámparas del candelabro alum¬ 
bren hacia adelante.» 3 Así lo hizo 
Arón, y puso las lámparas en la 
parte anterior del candelabro, como 
Yave se lo había mandado a Moisés. 
4 El candelabro era de oro macizo; 
su pie, sus flores, todo de oro macizo; 
lo había hecho Moisés conforme al 
modelo que le había mostrado Yave. 


Consagración de los levitas. 

5 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
6 «Toma a los levitas de en medio de 
los hijos de Israel y purifícalos. 7 He 
aquí lo que harás para purificarlos: 
Haz sobre ellos una aspersión con 
agua expiatoria; que pasen la navaja 
por todo su cuerpo, laven sus ves¬ 
tidos y se purifiquen. 8 Que tomen 
un novillo, con su ofrenda de flor 
de harina amasada con aceite; y 
toma tú otro para el sacrificio por 
el pecado. 9 Haz que se acerquen 
los levitas al tabernáculo, y convoca 
a toda la asamblea de los hijos de 
Israel. 10 Una vez que hayas hecho 
a los levitas acercarse ante Yave, 
los hijos de Israel pondrán sus manos 
sobre ellos, 11 y Arón ofrecerá los 
levitas en ofrenda agitada ante Yave 
de parte de los hijos de Israel, para 
que sirvan a Yave. 12 Los levitas 
pondrán sus manos sobre la cabeza 
de los novillos, y tú los ofrecerás, 
uno en sacrificio por el pecado, el 
otro en holocausto a Yave, para 
hacer la expiación de los levitas. 
13 Harás que los levitas estén en pie 
ante Arón y sus hijos, y los ofrece¬ 
rás en ofrenda agitada a Yave. 14 Así 
los separarás de en medio de los hijos 
de Israel, y los levitas serán míos, 


(i) El arca con el testimonio (las tablas 
de la ley) es el símbolo material de la presencia 
de Dios en medio de Israel, y por eso habla 

Dios desde ella a su profeta. 


16 y vendrán luego a servir en el taber¬ 
náculo de la reunión. Así los purifi¬ 
carás, y los ofrecerás en ofrenda agi¬ 
tada, 16 porque son donados a mí 
enteramente de en medio de los hijos 
de Israel, y yo los he tomado para 
mí en lugar de todos los primogé¬ 
nitos que abren la vulva de su madre, 
de los primogénitos de entre los 
hijos de Israel; 17 pues todo primo¬ 
génito de los hijos de Israel es mío; 
lo mismo los de los hombres que los 
de los animales; el día en que herí 
a todos los primogénitos de la tierra 
de Egipto me los consagré, 18 y he 
tomado a los levitas en lugar de 
todos los primogénitos de los hijos 
de Israel, 19 y se los he dado entera¬ 
mente a Arón y a sus hijos de en 
medio de los hijos de Israel, para que 
hagan el servicio de los hijos de 
Israel en el tabernáculo de la reunión, 
y para que hagan la expiación de 
los hijos de Israel, para que los hijos 
de Israel no sean castigados con plaga, 
acercándose al santuario.» 

20 Moisés, Arón y toda la asamblea 
de los hijos de Israel hicieron con los 
levitas cuanto Yave había mandado 
a Moisés; eso hicieron con ellos los 
hijos de Israel. 21 Los levitas se puri¬ 
ficaron, lavaron sus vestidos, Arón los 
ofreció en ofrenda agitada ante Yave; 
hizo la expiación para purificarlos, 
22 y luego vinieron los levitas a pres¬ 
tar sus servicios en el tabernáculo 
de la reunión a las órdenes de Arón 
y sus hijos. Como Yave se lo había 
mandado a Moisés respecto de los 
levitas, así se hizo con ellos. 

23 Yave habló a Moisés, diciendo: 
24 «Esto es lo que toca a los levitas: 
desde los veinticinco años arriba, los 
levitas estarán al servicio del taber¬ 
náculo de la reunión para cumplir 
en él sus funciones. 25 A los cincuenta, 
saldrán del servicio y no cumplirán 
sus funciones; 26 ayudarán a sus her¬ 
manos en el tabernáculo de la reunión, 
en la guarda de él, pero no prestarán 
más servicio. Así has de hacer con 
los levitas, en cuanto a sus fun¬ 
ciones.» 


La Pascua en el Sinaí. 

Q 1 Yave habló a Moisés en el 
desierto del Sinaí, el primer mes 
del año segundo después de la salida 
de la tierra de Egipto. Dijo: 2 «Que 
celebren los hijos de Israel la pascua 








146 


NÚMEROS, 10 


a su tiempo. 3 El día catorce de este 
mes, entre dos luces, a su tiempo, la 
celebraréis conforme a todas las leyes 
y todos los ritos que a ella se refieren.» 

4 Moisés habló a los hijos de Israel 
para que celebraran la pascua; 8 y 
la celebraron el día catorce del pri¬ 
mer mes, entre dos luces, en el de¬ 
sierto del Sinaí. Conforme a todo 
cuanto había mandado Yave a Moi¬ 
sés, así hicieron los hijos de Israel. 

6 Había dos hombres que estaban 
impuros por un cadáver, y no pu¬ 
dieron celebrar la pascua en ese 
día. Presentándose aquel mismo día 
ante Moisés y Arón, les dijeron: 
7 «Estamos impuros por un cadáver; 
¿por qué habremos de vernos pri¬ 
vados de presentar nuestra ofrenda 
a Yave, a su tiempo, con los demás 
hijos de Israel?» 8 Y Moisés les res¬ 
pondió: «Esperad que sepa yo lo 
que cuanto a vosotros dispone Yave.» 

9 Yave habló a Moisés, diciendo: 
10 «Habla a los hijos de Israel y 
diles: Si alguno de vosotros o de 
vuestros descendientes está impuro 
por un cadáver, o está en viaje lejos, 
celebrará la pascua de Yave. 11 En el 
segundo mes, el día catorce de él, 
entre dos luces la celebrará. La 
comerán con pan ácimo y lechugas 
amargas; 12 no dejarán de ella nada 
para el día siguiente, ni quebranta¬ 
rán ninguno de sus huesos; la cele¬ 
brarán conforme a todos sus ritos. 
13 Si alguno, estando limpio y no 
estando de viaje, dejare de cele¬ 
brarla, ése será borrado de su pueblo; 
por no haber ofrecido a su tiempo 
su ofrenda a Yave, llevará sobre sí 
su culpa. 14 Si el extranjero que 
habita entre vosotros celebra la pas¬ 
cua, guardará todas las leyes y ritos 
que a ella se refieren. La ley será la 
misma para vosotros, la misma para 
el extranjero que para el natural.» 


1.a nube. 

18 El día en que fué alzado el 
tabernáculo, la nube cubrió el taber¬ 
náculo, y desde la tarde hasta la 
mañana hubo sobre el tabernáculo 
como un fuego. 16 Así sucedía cons¬ 
tantemente; de día lo cubría la nube, 
y de noche la nube parecía de fuego. 
17 Cuando la nube se alzaba del taber¬ 
náculo, partían los hijos de Israel; 
y en el lugar en que se paraba la 
nube, allí acampaban los hijos de 


Israel. 18 A la orden de Yave partían 
los hijos de Israel, y a la orden de 
Yave sentaban su campo; cuanto 
tiempo estaba la nube sobre el taber¬ 
náculo, estábanse quietos. 19 Cuando 
la nube se detenía muchos días sobre 
el tabernáculo, guardaban los hijos 
de Israel la orden de Yave y no se 
movían; 20 y cuando la nube estaba 
pocos días sobre el tabernáculo, a la 
orden de Yave posaban, y a la orden 
de Yave partían. 21 Cuando la nube 
se detenía desde la tarde a la mañana, 
y a la mañana se levantaba, partían; 
y si se levantaba a la noche, enton¬ 
ces partían. 22 Fuesen dos días, un 
mes o un año, mientras la nube se 
detenía sobre el tabernáculo, están¬ 
dose sobre él, los hijos de Israel 
i seguían acampados y no se movían; 

cuando ella se alzaba, se movían 
! ellos. 23 A la orden de Yave acam¬ 
paban, y a la orden de Yave partían, 
guardando el mandato de Yave, como 
Yave se lo había dicho a Moisés. 


Las trompeta'* «le plata. 

10 1 Yave habló a Moisés, diciendo: 

2 «Hazte dos trompetas de plata 
batida a martillo, que te sirvan para 
convocar la congregación, y para 
hacer mover el campamento. 3 Cuan¬ 
do se toquen las dos, acudirá a ti 
toda la asamblea a la puerta del ta¬ 
bernáculo de la reunión; 4 cuando se 
toque una sola, se congregarán a ti 
los príncipes jefes de los millares de 
Israel. 6 A un toque .estrepitoso, mo¬ 
verán su campamento los acampados 
al oriente. 6 A un segundo toque de 
la misma clase, moverán su campa¬ 
mento los acampados al mediodía; 
V a un tercero los acampados a occi¬ 
dente: estos toques son para ponerse 
en movimiento. 

7 También para reunir la congre¬ 
gación las tocaréis, pero no con ese 
toque. 8 Los hijos de Arón, los sacer¬ 
dotes, serán los que toquen las trom¬ 
petas, y éstas serán para vosotros de 
uso obligatorio, por siempre en vues¬ 
tras generaciones. 9 Cuando en vuestra 
tierra saliereis a la guerra contra el 
enemigo que os atacare, tocaréis alar¬ 
ma con las trompetas, y servirán de 
recuerdo ante Yave, vuestro Dios, 
para que os salve de vuestros enemi¬ 
gos. 10 También en vuestros días de 
alegría, en vuestras solemnidades y 
en las fiestas del comienzo de mes, 








NÚMEROS, 11 


147 


tocaréis las trompetas; y en vuestros, 
holocaustos y vuestros sacrificios pa¬ 
cíficos, serán para vosotros un re¬ 
cuerdo cerca de vuestro Dios. Yo, 
Ya ve.» 


Partida del Sinaí. 

11 En el año segundo, el segundo 
mes, a veinte del mes, se alzó la nube 
de sobre el tabernáculo del testimo¬ 
nio, 12 y los hijos de Israel marcharon 
por etapas, del desierto del Sinaí, al 
desierto de Farán, donde la nube se 
paró, 13 moviéndose por primera vez 
a la orden de Yave por Moisés. 14 La 
primera en moverse fué la enseña del 
campo de los hijos de Judá, con sus 
escuadras. Jefe de las escuadras de 
aquéllos era Nasón, hijo de Amina- 
dab. 16 Jefe de las escuadras de la 
tribu de los hijos de Isacar, Nata- 
nael, hijo de Suar; 16 y, jefe de las 
escuadras de la tribu de los hijos 
de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón. 
17 Desmontado que fué el tabernácu¬ 
lo, pusiéronse luego en marcha los 
hijos de Gersón y los hijos de Merari 
llevando el tabernáculo. 

18 Luego se puso en marcha la en¬ 
seña del campo de Rubén, por sus 
escuadras. 19 El jefe de sus escuadras 
era Elisur, hijo de Sedeur; el jefe de 
las escuadras de la tribu de los 
hijos de Simeón, Selamiel, hijo de 
Zurisadai; 20 y el jefe de las escua¬ 
dras de la tribu de los hijos de Gad, 
Eliasaf, hijo de Deuel. 21 Comenza¬ 
ron luego a marchar los hijos de 
Caat, llevando el santuario; y en 
tanto que ellos llegaban, se disponía 
el tabernáculo. 22 Después se puso 
en marcha la enseña del campo de 
los hijos de Efraím, por sus escuadras; 
jefe de sus escuadras era Elisama, hijo 
de Amiud; 23 jefe de las escuadras 
de la tribu de Manasés, Gamaliel, 
hijo de Pedasur; 24 jefe de las escua¬ 
dras de la tribu de los hijos de Ben¬ 
jamín, Abidán, hijo de Gedeón. 

25 Después se puso en marcha la 
enseña del campo de los hijos de 
Dan, por sus escuadras, a retaguar¬ 
dia de los otros campos; jefe de las 
escuadras de los hijos de Dan era 
Ajiezer, hijo de Amisadai; 26 jefe de 
las escuadras de la tribu de los hijos 
de Aser, Feguiel, hijo de Ocrán; 
27 jefe de las escuadras de la tribu 
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo 
de Enán. 28 Los hijos de Israel se 


pusieron en marcha, con sus escua¬ 
dras, por este orden. 

28 Moisés dijo entonces a Jobab, 
hijo de Ragüel, madianita, su suegro: 
«Nosotros nos vamos para el lugar 
que Yave nos ha dicho: «Yo os lo 
daré»; ven con nosotros y te favo¬ 
receremos; porque Yave ha prome¬ 
tido favorecer a Israel.» 30 El res¬ 
pondió: «No, me iré a mi tierra y a 
mi parentela.» 31 Moisés insistió: «No 
nos dejes, pues tú conoces bien los 
lugares donde habremos de acampar 
y podrás servirnos de guía (1); 32 si 
vienes, nosotros te daremos parte de 
lo que nos dé Yave.» 

33 Así se marcharon del monte de 
Yave, e hicieron tres días de camino; 
y el arca de la alianza de Yave fué 
con ellos tres días de camino, bus¬ 
cando donde acampar. 34 La nube 
de Yave los acompañaba de día 
desde que levantaron el campamento. 
36 Cuando movían el arca, decía 
Moisés: 

«Levántate Yave; dispérsense tus 
enemigos 

Y huyan ante ti los que te abo¬ 
rrecen. » 

36 Y cuando el arca se posaba, 
decía: 

«Pósate, oh Yave, entre las mi¬ 
ríadas de Israel.» 


Descontento del pueblo. 

*4 1 Aconteció que el pueblo a 

1 I oídos de Yave se quejó, y al 
oírlo Yave ardió en ira, y encendió 
contra ellos un fuego que abrasó una 
de las alas del campamento. 2 Clamó 
entonces el pueblo a Moisés, y Moisés 
oró a Yave, y el fuego se apagó; 3 y 
llamaron a aquel lugar Tabera, por¬ 
que allí se había encendido contra 
ellos el fuego de Yave. 

4 El vulgo adventicio (2) que en 
medio de ellos habitaba tenía tantas 
ganas de comer carne, que aun los 

(1) A pesar de lo dicho en 9. 15, de que 
el campamento se movía a la señal de la nube, 
este lugar nos indica que no quería Dios se 
prescindiese del orden natural. 

(2) Este vulgo adventicio que acompaña 
a los hijos de Israel, y de que se hace mención 
en varios lugares, estaría compuesto de asiᬠ
ticos de diversas procedencias, sujetos a ser¬ 
vidumbre, como los hebreos. Aprovechó la 
propicia ocasión que se le presentaba de escapar. 
Su presencia entre los israelitas podría servir 
de explicación a no pocos de los episodios del 

paso por el desierto. 








148 


NÚMEROS, 11 


hijos de Israel se pusieron a llorar 
y decir: «iQuién nos diera carne que 
comerl 5 ¡Cómo nos acordamos de 
tanto pescado como de balde comía¬ 
mos en Egipto, de los cohombros, 
de los melones, de los puerros, de 
las cebollas, de los ajos! 6 Ahora está 
en seco nuestro apetito, y no vemos 
sino el maná.» 

7 El maná era parecido a la semi¬ 
lla del culantro y tenía un color como 
de bedelio. 8 Esparcíase el pueblo 
para recogerlo, y lo molían en mo¬ 
linos o lo majaban en morteros, y 
cociéndolo en una caldera, hacían de 
él tortas, que tenían un sabor como 
de pasta amasada con aceite. 9 Cuan¬ 
do de noche caía el rocío sobre el 
campo, caía también el maná. 

10 Oyó Moisés las lamentaciones 
del pueblo, que por familias se reunía 
a las puertas de sus tiendas, encen¬ 
diendo el ardor de la ira de Ya ve; 
y desagradó a Moisés, 11 que dijo 
a Yave: «¿ror qué tan mal tratas a 
tu siervo? ¿ror qué no ha hallado 
gracia a tus ojos, y has echado sobre 
mí la carga de todo este pueblo? 

12 ¿Lo he concebido yo ni lo he en¬ 
gendrado, para que me digas, llévalo 
en tu regazo, como lleva la nodriza 
al niño a quien da de mamar, a la 
tierra que juraste dar a sus padres? 

13 ¿Dónde tengo yo carne para ali¬ 
mentar a todo este pueblo? ¿Por 
qué ine llora a mí, clamando: danos 
carne que comer? 14 Yo no puedo 
soportar solo a este pueblo. Me pesa 
demasiado. 16 Si así has de hacer 
conmigo, dame la muerte, te lo 
ruego; y si es que he hallado gracia 
a tus ojos, que no me vea ya más 
así afligido.» 18 Entonces dijo Yave 
a Moisés: «Elígeme a setenta varones 
de los hijos de Israel, de los que 
tú sabes que son ancianos del pueblo 
y de sus principales, y tráelos a la 
puerta del tabernáculo; que esperen 
allí contigo. 17 Yo descenderé, y con¬ 
tigo hablaré allí, y tomaré deí espí¬ 
ritu que hay en ti y lo pondré sobre 
ellos, para que te ayuden a llevar 
la carga del pueblo y no la lleves til 
solo. 18 Y di al pueblo: Santificaos 
para mañana, V comeréis carne, ya 
que habéis llorado a Yave diciendo: 
iQuién nos diera carne que comerl 
¡Mejor ciertamente estábamos en 
Egipto! Ya os dará Yave carne que 
comer. 19 No comeréis un día, ni dos, 
ni cinco, ni diez, ni veinte; 20 la co¬ 
meréis todo un mes, hasta que se os 


salga por la boca y os produzca náu¬ 
seas, por haber menospreciado a Yave, 
que está en medio de vosotros, y 
haber llorado diciendo: ¿Por qué he¬ 
mos salido de Egipto?» 21 Moisés le 
dijo: «Seiscientos mil infantes cuenta 
el pueblo en medio del cual estoy, 
y me dices: yo les daré carne, y la 
comerán todo un mes. 22 ¿Bastará 
para ello degollar todas las ovejas y 
todos los bueyes? ¿Se juntarán todos 
los peces del mar para darles abasto?» 
23 Yave replicó a Moisés: «¿Acaso se 
ha acortado el brazo de Yave? Ya 
verás si es o no es como te he dicho.» 

24 Salió Moisés y transmitió al pue¬ 
blo lo que había dicho Yave; y eligió 
los setenta varones de entre los an¬ 
cianos de Israel V los puso en derre¬ 
dor del tabernáculo. 25 Descendió 
Yave en la nube y habló a Moisés; 
tomó del espíritu que residía en él 
y lo puso sobre los setenta ancianos; 
y cuando sobre ellos se posó el espí¬ 
ritu, pusiéronse a profetizar, y no 
cesaban. 26 Habíanse quedado en el 
campamento dos de ellos, uno lla¬ 
mado Eldad y otro llamado Medad; 
y también sobre ellos se posó el espí¬ 
ritu; eran de los nombrados, pero no 
se presentaron ante el tabernáculo, 
y se pusieron a profetizar en el cam¬ 
pamento. 27 Corrió un mozo a avisar 
a Moisés, diciendo: «Eldad v Medad 
están profetizando en el campamen¬ 
to.» 29 Josué, hijo de Nun, ministro 
de Moisés desde su juventud, dijo: 
«Mi señor, Moisés, impídeselo»; 29 y 
Moisés le respondió: «¿Tienes celos 
por mí? |Ojalá que todo el pueblo de 
Yave profetizara y pusiese Yave sobre 
ellos su espíritu!» 30 Volvióse Moisés 
al campamento, y con él los ancianos 
de Israel. 31 Vino nn viento de Yave, 
trayendo desde el mar codornices, 
que dejó sobre el campamento, hasta 
la altura de dos codos sobre la tierra. 
32 El pueblo estuvo todo el día, toda 
la noche y todo el día siguiente, reco¬ 
giendo codornices; el que menos re¬ 
cogió diez montones, y las pusieron 
a secar en los alrededores del cam¬ 
pamento. 33 Aún tenían la carne entre 
sus dientes, antes de que hubiesen 
podido acabar de comerlas; encen¬ 
dióse en el pueblo el furor de \ r ave, 
y Yave hirió al pueblo con una 
plaga; 84 siendo llamado aquel lugar 
Quibrat-Ha-Tava, porque allí auedó 
sepultado el pueblo glotón. De 
Quibrat-Ha-Tava partieron para Ja- 
ser ot y acamparon allí. 




NÚMEROS, 12, 13 


14!) 


Castigo de Marín, la hermana 
de Moisés. 

i O 1 * María y Arón murmuraban de 

1 ^ Moisés por la mujer etíope que 
éste había tomado, pues había to¬ 
mado Moisés por mujer una etíope. 

2 Decían: «¿Acaso sólo con Moisés 
habla Yave? ¿No nos ha hablado 
también a nosotros?» Oyó esto Yave. 

3 Moisés era hombre mansísimo, más 
que cuantos hubiese sobre la haz 
de la tierra. 4 Y dijo a Moisés, a 
Arón y a María: «Id los tres al taber¬ 
náculo de la reunión.» 6 Una vez allí, 
descendió Yave en la columna de 
nube, y poniéndose a la entrada del 
tabernáculo, llamó a Arón y a María. 
Salieron ambos, 6 y él les dijo: «Oíd 
mis palabras: Si uno de vosotros pro¬ 
fetizara, yo me revelaría a él en 
visión y le hablaría en sueños. 7 No 
así a mi siervo Moisés, que es en 
toda mi casa el hombre de confianza. 

8 Cara a cara hablo con él, y a las 
claras, no por figuras; y él contem¬ 
pla el semblante de Yave. ¿Cómo, 
pues, os habéis atrevido a difamar a 
mi siervo Moisés?» 9 Y encendido 
en furor contra ellos, fuése Yave. 
10 Apenas se había retirado del ta¬ 
bernáculo la nube, apareció María 
cubierta de lepra, como de nieve; 
y miró Arón a María y la vió toda 
cubierta de lepra. 11 Dijo entonces 
Arón a Moisés: «¡Oh mi señor, no 
eches sobre nosotros el peso de nues¬ 
tro pecadol Neciamente hemos obra¬ 
do, hemos pecado. 12 Que no quede 
como el abortivo, que sale del vientre 
de su madre ya medio consumido.» 
13 Clamó entonces Moisés a Yave, 
diciendo: «Ruégate, oh Dios, que la 
sanes.» 14 Respondió Yave: «Si su 
padre la hubiera escupido en el rostro, 
¿no quedaría por siete días llena de 
vergüenza? Que sea echada fuera del 
campamento por siete días, y des¬ 
pués volverá.» 16 Fué, pues, María 
echada fuera del campamento, y el 
pueblo no se movió hasta que no 
hubo tornado. 

1 ^ 1 Partióse después de Jaserot 
y acampó en el desierto de 
Farán. 

Los exploradores. 

2 Yave habló a Moisés, diciendo: 
«Manda a algunos hombres a explorar 
la tierra de Canán que voy a daros: 


8 manda a uno por cada tribu, y que 
sean todos de los principales de entre 
ellas.» 4 Mandólos Moisés desde el 
desierto de Farán, según el mandato 
de Yave, todos de los jefes de los 
hijos de Israel. 5 Sus nombres son: 
de la tribu de Rubén, Samua, hijo 
de Zecur; 6 de la tribu de Simeón, 
Safat, hijo de Juri; 7 de la tribu de 
Judá, Caleb, hijo de Jefone; 8 de 
la tribu de Isacar, Jigal, hijo de 
José; 9 de la tribu de Efraím, Osea, 
hijo de Nun; 10 de la tribu de Ben¬ 
jamín, Falti, hijo de Rafu; 11 de la 
tribu de Zabulón, Gadicl, hijo de 
Sodi^ 12 de la tribu de Manasés, Gadi, 
hijo de Susi; 13 de la tribu de Dan, 
Amiel, hijo de Guemalí; 14 de la tribu 
de Aser, Setur, hijo de Miguel; 
15 de la tribu de Neftalí, Najbi, hijo 
de Vapsi; 16 de la tribu de Gad, 
Güel, hijo de Maqui. 17 Estos son los 
nombres de los mandados por Moi¬ 
sés para explorar la tierra. 

A Osea, hijo de Nun, le dió Moisés 
el nombre de Josué. 18 Mandólos, 
pues, Moisés a explorar la tierra de 
Canán, diciéndoles: «Subid de aquí 
al Negucb; después subid a los mon¬ 
tes 19 y observad la tierra cómo es, qué 
gente la habita, si fuerte o floja, si 
poca o mucha; 20 qué tal es la tierra 
habitada, si buena o mala; cuáles 
son sus ciudades, si abiertas o amu¬ 
ralladas; 21 cuál su terreno; si fértil 
o pobre, si con árboles o sin ellos. 
Haceos fuertes y traed algunos frutos 
de esa tierra.» Era esto al tiempo 
de las primeras uvas. 22 Subieron ellos 
y reconocieron la tierra desde el de¬ 
sierto de Sin hasta Rejob, camino 
de Emat. 23 Subieron al Negueb y 
llegaron a Hebrón, donde estaban 
Ajimar, Sesai y Tolmai, hijos de 
Enac. Hebrón fué fundada siete años 
antes que Tanis en Egipto. 24 Llegaron 
hasta el valle de Escol (1), cortaron 
un sarmiento con racimos de uvas, 
que trajeron dos en un palo, y gra¬ 
nadas e higos. 26 Llamaron a aquel 
lugar Najal-Escol, por el sarmiento 
de vid que allí hallaron los hijos de 
Israel. 26 Volvieron de explorar la 
tierra al cabo de cuarenta días; 27 y 
llegados, se presentaron a Moisés y 
Arón y a toda la asamblea de los 
hijos de Israel en el desierto de Farán, 
en Cades; 28 e hicieron relación a 
ellos y a toda la asamblea, mostrando 


(i) Está ai Norte de Hebrón y se dan ail* 

todavía las mejores uvas de mesa de la Palestina * 






150 


NÚMEROS, 14 


los frutos de la tierra, y contaron así: 
«Hemos llegado a la tierra a donde 
nos mandasteis; en verdad mana leche 
y miel; ved sus frutos. 29 Pero la 
gente que la habita es fuerte, y sus 
ciudades son muy grandes y están 
amuralladas; hemos visto también allí 
a los hijos de Enac. 30 Los amaleci- 
tas habitan la región del Negueb; 
los geteos, jebuseos y ainorreos, la 
parte montuosa; los cananeos, las 
costas del mar y a lo largo del Jor¬ 
dán.» 31 Caleb, imponiendo silencio al 
pueblo que murmuraba contra Moi¬ 
sés, clamó: «;Subamos, subamos lue¬ 
go. La conquistaremos, seremos más 
fuertes que ellos!» 32 Pero loS que 
habían subido con él, dijeron: «No 
debemos subir contra aquella gente; 
es más fuerte que nosotros.» 33 Y des¬ 
acreditaban entre los hijos de Israel 
la tierra que habían explorado, di¬ 
ciendo: «Es una tierra que se traga 
a sus habitantes, y todos cuantos de 
ella hemos visto eran de gran talla. 
34 Hasta gigantes hemos visto allí; 
hijos de Enac, raza de gigantes, ante 
los cuales nos pareció a nosotros que 
éramos como langostas; y así les 
parecíamos nosotros a ellos.» 


Sedición. 

^ I 1 Entonces toda la muchedum- 

1 tc bre rompió a gritar, y eí pueblo 
se pasó toda la noche llorando; 2 y 
todos los hijos de Israel murmura¬ 
ban contra Moisés y Arón, y todos 
decían: «|Ah, si hubiéramos muerto 
en la tierra de Egipto, o muriéramos 
siquiera en este desiertol 3 ¿Por qué 
quiere llevarnos Ya ve a esa tierra a 
perecer a la espada, V que sean nues¬ 
tras mujeres y nuestros hijos presa 
de otros? ¿No sería mejor que nos 
volviéramos a Egipto?» 4 Y unos a 
otros se decían: «Elijamos un jefe 
y volvámonos a Egipto.» 

5 Entonces Moisés y Arón cayeron 
sobre sus rostros ante toda la asam¬ 
blea de los hijos de Israel. 6 Josué, 
hijo de Xun, y Caleb, hijo de Jefonc, 
que eran de los que habían explorado 
la tierra, rasgaron sus vestiduras; 7 y 
hablaron a toda la asamblea de los 
hijos de Israel, diciendo: «La tierra 
por la que hemos pasado en recono¬ 
cimiento es sobremanera buena. 8 Si 
agradamos a Yave, él nos hará entrar 
en esa tierra y nos la dará. Es una 
tierra que mana leche y miel. 9 No os 


rebeléis contra Yave, y no tengáis 
miedo de la gente de esa tierra, que 
nos los comeremos como pan. Ellos 
se han quedado sin amparo, y Yave 
está con nosotros.» 10 Toda la asam¬ 
blea de Israel quería lapidarlos, pero 
la gloria de Yave se mostró en el 
tabernáculo de la reunión a todos 
los hijos de Israel, 11 y Yave dijo a 
Moisés: «¿Hasta cuándo me ha de 
ultrajar este pueblo? ¿Hasta cuándo 
no me ha de creer, después de todos 
los prodigios que en medio de ellos 
he hecho.» 12 Voy a herirle de mor¬ 
tandad y a hacer de ti una gran na¬ 
ción más grande y más fuerte que 
ellos.» 13 Pero Moisés respondió a 
Yave: «Y lo sabrán los egipcios, de 
cuyo poder sacaste a este pueblo, 
14 y se lo dirán a los habitantes de 
esa tierra. Todos ellos saben que tú, 
joh Yave!, habitas en medio de este 
pueblo, que te dejas ver la cara, que 
se posa sobre ellos tu nube, que vas 
delante de ellos, de día en columna 
de nube y de noche en columna de 
fuego. 15 Si, pues, destruyes a este 
pueblo, como si fuera un solo hombre, 
los pueblos a los que ha llegado tu 
fama dirán: 16 Por no haber podido 
llevar a ese pueblo a la tierra que le 
había prometido, los ha destruido 
Yave en el desierto. 17 Haz, pues, 
mi Señor, que resplandezca la forta¬ 
leza de Yave como tú mismo dijiste: 
18 Yave, tardo a la ira y grande en 
misericordia, que perdona la iniqui¬ 
dad y la rebeldía, aunque no la 
deja impune, y visita la iniquidad 
de los padres en los hijos hasta la 
tercera y la cuarta generación. 19 Per¬ 
dona, pues, la iniquidad de este pueblo 
según tu gran misericordia, como des¬ 
de Egipto hasta aquí le has perdo¬ 
nado.» 20 Dijole entonces Yave: «Los 
perdono, según me lo pides, 21 mas 
por mi vida y por mi gloria que 
hinche la tierra toda, 22 que todos 
aquellos que han visto mi gloria y 
todos los prodigios que yo he obrado 
en Egipto y en el desierto, y todavía 
me han tentado diez y diez veces, 
desoyéndome, 23 no verán la tierra 
que a sus padres juré dar. No, nin¬ 
guno de los que así me han ultra¬ 
jado la verá. 24 Sólo a mi siervo 
Caleb, que con espíritu del todo dife¬ 
rente me siguió enteramente, le haré 
yo entrar en esa tierra donde ha es¬ 
tado ya, y su descendencia la tendrá 
en posesión, 25 aunque amalccitas y 
cananeos habiten en sus valles. Ma- 





NÚMEROS, 15 


151 


ñaña mismo volveos y partid del de¬ 
sierto, camino del Mar Rojo.» 


Castigo. 

26 Yave habló a Moisés y Arón, 
diciendo: 27 «¿Hasta cuándo voy a 
estar oyendo lo que contra mí mur¬ 
mura esta turba depravada, las quejas 
contra mí de los hijos de Israel? 
28 Dilcs, pues: Por mi vida, palabra 
de Yave, que lo que a mis oídos ha¬ 
béis susurrado, eso haré yo con vos¬ 
otros; 29 en este desierto yacerán 
vuestros cuerpos. De todos vosotros, 
los que en vuestro censo fuisteis con¬ 
tados de veinte años arriba, que 
habéis murmurado contra mí, 30 nin¬ 
guno entrará en la tierra que con 
juramento os prometí por habita¬ 
ción. Sólo Caleb, hijo de Jefone, y 
Josué, hijo de Nun. 31 Pero a vuestros 
hijos, los que dijisteis que serían 
presa ajena, a ésos los introduciré 
yo; y ellos disfrutarán la tierra que 
vosotros habéis desdeñado. 32 Cuanto 
a vosotros, en este desjerto yacerán 
vuestros cuerpos. 33 Vuestros hijos 
errarán por el desierto cuarenta años, 
llevando sobre sí vuestras rebeldías, 
hasta que vuestros cuerpos se con¬ 
suman en el desierto. 34 Tantos como 
fueron los días de la exploración de 
la tierra, cuarenta, tantos serán los 
años que llevaréis sobre vosotros vues¬ 
tras rebeldías; cuarenta años, año por 
día; y experimentaréis así mi aversión 
por vosotros. 35 Yo, Yave, yo lo he 
dicho. Eso haré con esta perversa 
muchedumbre que se ha confabula¬ 
do contra mí. En este desierto se 
consumirán; en él morirán.» 

36 Todos aquellos a quienes mandó 
Moisés a explorar la tierra, y de 
vuelta concitaron a la muchedumbre 
a murmurar contra él, desacreditando 
la tierra, 37 todos cuantos habían 
hablado mal de ella, murieron de 
mala muerte ante Yave. 38 Sólo Caleb, 
hijo de Jefone, y Josué, hijo de 
Nun, quedaron con vida, de todos 
aquellos hombres que fueron a ex¬ 
plorar la tierra. 


Derrota. 

39 Moisés refirió todo esto a los 
hijos de Israel, y el pueblo quedó 
desolado. 40 Subieron por la ma¬ 
ñana a la cumbre de un monte, di¬ 


ciendo: «Vamos a subir a la tierra 
de que nos habló Yave; porque 
hemos pecado.» 41 Díjoles entonces 
Moisés: «¿Por qué queréis contrave¬ 
nir a la orden de Yave? Eso no puede 
saliros bien. 42 No subáis, porque no 
va Yave en medio de vosotros, y 
seréis derrotados por el enemigo. 

43 Los amalecitas y los cananeos están 
del lado de allá, frente a vosotros, 
y caeréis bajo su espada; porque ha¬ 
biendo vuelto vosotros las espaldas 
a Yave, él no estará con vosotros.» 

44 Ellos temerariamente se obstina¬ 
ron en subir a la cumbre del monte, 
pero el arca de la alianza de Yave 
y Moisés no se movieron de en medio 
del campamento. 44 Bajaron los ama¬ 
lecitas y los cananeos del monte y 
los derrotaron, poniéndolos en fuga 
y persiguiéndolos hasta Jorma. 


Algunas leyes relativas a los 
sacrificios. 

'I ft 1 Yave habló a Moisés di- 
J ^ ciendo: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: «Cuando hayáis en¬ 
trado en la tierra de vuestra habi¬ 
tación, que yo voy a daros, 3 y ha¬ 
gáis a Yave ofrenda de combustión, 
holocausto o sacrificio para cumplir 
un voto, o de vuestra libre voluntad 
o en una de vuestras solemnidades, 
presentando a Yave suave olor en 
bueyes u ovejas, 4 quien haga la 
ofrenda a Yave le presentará una 
ofrenda de flor de harina, un déci¬ 
mo de efa amasada con un cuarto 
de hin de aceite, que añadirá al ho¬ 
locausto o al sacrificio, 5 y un cuarto 
de hin de vino para la libación, por 
cada cordero. 6 Si es por carnero, 
añadirá por cada uno la ofrenda de 
dos décimas de efa de flor de ha¬ 
rina amasada con un tercio de hin 
de aceite; 7 y presentará un tercio 
de hin de vino para la libación, per¬ 
fume grato a Yave. 9 Si fuere de 
buey el holocausto, ya en cumpli¬ 
miento de voto, ya de sacrificio pací¬ 
fico a Yave, presentará a más de él 
a Yave, como ofrenda, tres décimas 
de efa de flor de harina amasada con 
medio hin de aceite, 10 y medio 
de vino para la libación, combustión 
de olor agradable a Yave. 11 Así 
hará por cada buey, carnero, cor¬ 
dero o cabrito. 12 Cualquiera que sea 
el número de las víctimas que ofrez¬ 
cáis, eso haréis por cada una. 13 Así 





152 


NÜMEROS, 15 


lo harán todos los naturales, al ofre¬ 
cer víctimas de combustión en olor 
grato a Yave. 14 Y si en vuestras 
generaciones, un extranjero que ha¬ 
bite en medio de vosotros o esté entre 
vosotros, ofreciere ofrenda de com¬ 
bustión, de suave olor a Yave, lo 
hará como lo hagáis vosotros. 15 Una 
misma ley regirá ante Yave para 
vosotros, los de la congregación, y 
para el extranjero que con vosotros 
mora. 16 Una misma ley, un mismo 
derecho tendréis vosotros y el pere¬ 
grino» (1). 

17 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
18 «Habla a los hijos de Israel y 
diles: «Cuando hubiéreis entrado en 
la tierra a la cual os llevo, 19 cuando 
comáis el pan de esa tierra, ofrece¬ 
réis de él ofrenda a Yave. 20 Como 
primicia de vuestra masa, ofreceréis 
un pan, del mismo modo que ofre¬ 
céis las primicias de vuestra era. 
21 De las primicias de vuestras masas 
ofreceréis ofrenda a Yave en vues¬ 
tras generaciones. 22 Si por inadver¬ 
tencia (2) faltareis, no poniendo 
por obra todos estos mandamientos 
que Yave os ha dado por Moisés, 
23 todo lo que Yave os ha mandado 
por Moisés, desde el día en que para 
vosotros lo dispuso para todas vues¬ 
tras generaciones en adelante, 24 en¬ 
tonces la inadvertencia cometida por 
la congregación será expiada por la 
ofrenda de ella toda, de un novillo 
en holocausto de suave olor a Yave, 
con la oblación y la libación de rito, 
y un macho cabrío por el pecado. 

25 El sacerdote que haga la expiación, 
la hará por toda la congregación 
de los hijos de Israel, y les será per¬ 
donado, porque fué por ignorancia 
y han presentado a Yave su ofrenda 
de combustión y la víctima expia¬ 
toria por su inadvertencia ante Yave. 

26 Y le será perdonado a toda la 
congregación de los hijos de Israel 
y al extranjero que en medio de 
ellos habita, porque del pueblo todo 
fué la inadvertencia. 27 Si el que por 
inadvertencia pecó fuese uno solo, 


(l) Por la circuncisión, el extranjero se 
incorpora a Israel. Esto, como también el ser 
admitido el extranjero a ofrecer sacrificios 
(Ntim. 14. 15), rompe el cerco de religión nacio¬ 
nal y hace a la religión de Israel universal en 
poiencia. 

(a) Esto de que aun el pecado cometido 
por inadvertencia impurifique, pone de relieve 
el altísimo concepto que de la santidad divina 
quería Dios que tuviese el pueblo. 


ofrecerá un cabrito primal por el 
pecado, 28 y el sacerdote hará la 
expiación ante Yave por el que pecó 
por inadvertencia, para expiarle, y 
le será perdonado. 29 Para el indígena 
de los hijos de Israel y para el extran¬ 
jero que habita en medio de vos¬ 
otros tendréis la misma ley, cuanto 
al pecado cometido por inadverten¬ 
cia. 30 Pero cualquiera que sea, 
indígena o extranjero, el que con 
altiva mano obrare, ultrajando a 
Yave, 31 ése será enteramente borrado 
de en medio de su pueblo; por haber 
menospreciado la palabra de Yave 
y haber traspasado su mandato, será 
exterminado y llevará sobre sí su 
iniquidad. 


Castigo de un violador del sábado 

32 Sucedió, cuando estaban los 
hijos de Israel en el desierto, que 
encontraron a un hombre recogiendo 
leña en sábado; 33 y los que le encon¬ 
traron le denunciaron a Moisés y 
Arón y a toda la asamblea; 31 y le 
encarcelaron, porque no había sido 
todavía declarado lo que se había 
de hacer con él. 36 Yave dijo a Moisés: 
«Sin remisión muera ese hombre. 
Que lo lapide el pueblo todo fuera 
del campamento.» 36 Y fué llevado 
fuera del campamento y fué lapi¬ 
dado, como se lo mandó Yave a 
Moisés (1). 

37 Yave habló a Moisés, diciendo: 
38 «Habla a los hijos de Israel, y 
diles que se pongan flecos en los 
bordes de sus mantos, y aten los 
flecos de cada borde con un cordón 
de color de jacinto, 39 para que les 
sirva, cuando lo vean, para acor¬ 
darse de todos los mandamientos de 
Yave; para que los pongan por obra, 
sin irse detrás de los deseos de su 
corazón y de sus ojos, a los que se 
prostituyen; 40 porque así, acor¬ 
dándoos de mis preceptos y ponién¬ 
dolos por obra, seréis santos a vuestro 
Dios. 41 Yo, Yave, vuestro Dios, 
que os ha sacado de la tierra de 
Egipto, para ser vuestro Dios. Yo, 
Yave, vuestro Dios.» 


(1) La violación del sábado, día consa¬ 
grado a Dios, era un sacrilegio; y el sacrilegio, 
no sólo en la religión de Israel, sino en las reli¬ 
giones gentílicas, era generalmente castigado 
con la muerte. 






NÚMEROS, 16 


153 


La sedición do Coré y su castigo. 

1 f\ (1) 1 Coré, hijo de Tsar, hijo de 
Caat, hijo de Leví; Datán y Abi- 
rón, hijos de Eliab; y On, hijo de Felet, 
de los descendientes de Rubén, 2 se 
alzaron y se pusieron enfrente de 
Moisés, arrastrando tras sí a dos¬ 
cientos cincuenta varones de los hijos 
de Israel, todos de los principales 
de la asamblea, de los del consejo, 
hombres distinguidos. 3 * * Se conjura¬ 
ron contra Moisés y Arón y dijeron 
a éstos: «Básteos ser uno de tantos, 
pues santos son todos los de la asam¬ 
blea, y en medio de todos está Yave. 
¿Con qué derecho os levantáis vos¬ 
otros sobre la asamblea de Yave?» 
4 Apenas oyó esto Moisés, se echó 
rostro a tierra. 6 Después habló a 
Coré y a toda su facción, diciendo: 
«Mañana dará Yave a conocer quién 
es el suyo y quién es el santo que 
quiere cerca de sí; y al elegido, él 
a sí lo acercará: 6 Haced esto: Tomad 
vuestros incensarios, Coré y toda su 
facción; 7 poned mañana fuego en 
ellos, y sobre el fuego el incienso 
ante Yave; aquel a quien elija Yave, 
ése será el santo. Esto os bastará, 
hijos de Leví.» 8 Y volviéndose 
después a Coré, añadió: 9 «Oídme, 
hijos de Leví: ¿Os parece todavía 
poco el haberos Yave, Dios de Israel, 
segregado de la congregación de 
Israel, acercándoos a sí, para que le 
sirváis en el tabernáculo de Yave, 
y estéis delante de la comunidad 
como ministros suyos? 10 Porque él 
os ha allegado de ese modo a ti y 
a todos tus hermanos, hijos de Leví, 
¿ambicionáis también ahora el sacer¬ 
docio? 11 Tú y tus partidarios habéis 
conspirado contra Yave. ¿Qué es 
Arón, para que contra él vayan 
vuestras murmuraciones?» 12 Moisés 
mandó llamar a Datán y Abirón, 
hijos de Eliab; pero ellos respondie¬ 
ron: «No queremos ir; 13 ¿todavía 
te parece poco habernos sacado de 
una tierra que mana leche y miel, 
para traernos a morir en un desierto, 
que también quieres hacerte nuestro 
emperador y como emperador tira¬ 
nizarnos? 14 No es a una tierra que 
mana leche y miel a donde nos has 


(i) En esta sedición intervienen dos fac¬ 

ciones, que se unen en la rebelión. La de Core, 

levita, y sus seguidores, levitas, que aspiran 

al sacerdocio, y la facción de Datán y Abirón, 

rubenitas, que aspiran a la supremacía política 


traído; ni un trozo de tierra nos has 
dado en posesión, ni una viña. ¿Crees 
que están ciegos todos estos hombres? 
No, no vamos.» 16 Moisés, muy eno¬ 
jado, dijo a Yave: «No atiendas a su 
oblación. Ni un asno siquiera he 
tomado yo de ellos; a nadie he per¬ 
judicado.» 16 Y luego dijo a Coré: 
«Tú y tus partidarios, presentaos 
mañana ante Yave; tú y ellos y Arón. 
17 Tomad cada uno un incensario 
y poned en él el incienso, y llegaos 
a Yave cada uno con su incensario, 
doscientos cincuenta incensarios, tú 
también y Arón, con su incensario 
cada uno.» 18 Tomaron, pues, cada 
uno su incensario, pusieron en ellos 
el fuego y echaron sobre él el incienso, 
y se presentaron a la entrada del 
tabernáculo del testimonio con Moi¬ 
sés y Arón. 19 Coré había llevado tras 
sí a toda la muchedumbre, a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 
y la gloria de Yave se mostró a toda 
la muchedumbre. 20 Yave dijo a 
Moisés y Arón: 21 «Apartaos de esa 
turba, que voy a destruirla en se¬ 
guida.» 22 Ellos, postrándose rostro 
a tierra, dijeron: «lOh Dios, Dios 
del espíritu de toda carne! ¿No es 
uno el que ha pecado? ¿Por qué 
airarte contra toda la congregación?» 
23 Yave habló entonces a Moisés, di¬ 
ciendo: 24 «Habla a la congregación y 
di: Apartaos de en derredor del taber¬ 
náculo, de donde está Coré.» 25 Le¬ 
vantóse Moisés y se fue a donde 
estaban Datán y Abirón, yendo tras 
él los ancianos, 26 y habló a la con¬ 
gregación, diciendo: «Apartaos luego 
de las tiendas de estos impíos, no 
toquéis nada suyo, para que no pe¬ 
rezcáis por sus pecados.» 27 Apartóse 
la muchedumbre de en derredor de 
las tiendas de Datán y Abirón, y 
salieron éstos a la puerta de sus tien¬ 
das, y se quedaron allí en pie con 
sus mujeres, sus hijos y sus peque¬ 
ños. 28 Dijo entonces Moisés: «Ahora 
vais a saber que es Yave quien me 
ha enviado, para hacer cuanto he 
hecho, y que no lo hice de mi propio 
impulso. 29 Si éstos mueren de muerte 
natural, como mueren los hombres, 
no ha sido Yave el que me ha enviado; 
30 pero si haciendo Yave algo insó¬ 
lito, abre la tierra su boca y se los 
traga con todo cuanto es suyo, y 
bajan vivos al abismo, conoceréis 
que estos hombres han irritado a 
Yave.» 31 Apenas acabó de decir 
estas palabras, rompióse el suelo 










54 


NÚMEROS, 17 


debajo de ellos, 32 abrió la tierra su 
boca y se los tragó, 33 a ellos, sus 
casas y todos los partidarios de 
Coré, con todo lo suyo. Vivos se 
precipitaron en el abismo, y los cu¬ 
brió la tierra, siendo exterminados 
de en medio de la asamblea. 34 Todo 
Israel que allí en torno se hallaba, 
al oír sus gritos, huyó por miedo de 
que los tragase también a ellos la 
tierra. 35 También los doscientos 
cincuenta hombres que ofrecían el 
incienso fueron abrasados por un 
fuego de Ya ve. 36 Después Ya ve habló 
a Moisés, diciendo: 37 «Manda a 
Eleazar, hijo de Arón, sacerdote, 
que saque del incendio los incen¬ 
sarios, apartando el fuego, porque 
están santificados. 38 Los incensa¬ 
rios de esos que contra sus vidas 
pecaron, hazlos laminar y reviste 
con las láminas el altar, pues se 
ofreció con ellos a Ya ve quedando 
santificados, y servirán de recuerdo 
para los hijos de Tsrael.» 39 Tomó 
Eleazar los incensarios de bronce 
con que habían ofrecido los abrasa¬ 
dos, y los mandó laminar para reves¬ 
tir el altar, 40 para memoria de los 
hijos de Israel, de que ningún extraño 
a la estirpe de Arón se acerque a 
ofrecer el timiama ante Yavc, para 
no incurrir en la muerte de Coré 
y de sus secuaces, como lo había 
mandado Yave por Moisés. 


Otro tumulto. 

41 Al día siguiente la muchedumbre 
de los hijos de Israel murmuraba 
contra Moisés y Arón, diciendo: 
«Vosotros habéis exterminado al pue¬ 
blo de Yave.» 42 Y mientras la mu¬ 
chedumbre se reunía contra Moisés 
y Arón, éstos se dirigieron al taber¬ 
náculo de la reunión: y he aquí que 
le cubrió la nube y apareció la gloria 
de Yave. 43 Moisés y Arón se acer¬ 
caron al tabernáculo de la reunión, 
44 y Yave habló a Moisés, diciendo: 
46 Quitaos de en medio de esa turba, 
que voy luego a destruirla.» Ellos se 
postraron rostro a tierra, y Moisés 
dijo a Arón: 46 «Coge el incensario, 
pon en él fuego del altar y el incienso, 
y corre a esa muchedumbre y expíala, 
porque se ha encendido la ira de 
Yave y ha comenzado ya la mortan¬ 
dad.» 47 Tomó Arón el incensario, 
como se lo mandara Moisés, y corrió 
a la muchedumbre: ya había comen¬ 


zado la plaga a hacer estragos en 
el pueblo; pero él tomó el incienso 
e hizo expiación por el pueblo, 48 y 
se quedó entre muertos y vivos hasta 
que cesó la mortandad. 49 Habían 
perecido en aquella mortandad ca¬ 
torce mil setecientos, sin contar los 
que murieron por lo de Coré. 60 Des¬ 
pués, cuando hubo cesado la mortan¬ 
dad, se volvió Arón a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, donde 
estaba Moisés. 


La vara de Arón. 


-1 H 1 Habló Yave a Moisés, di- 
1 6 ciéndole: 2 «Habla a los hijos 
de Tsrael y haz que te entreguen una 
vara por cada uno de los príncipes 
de casa patriarcal, una por cada 
una de las doce casas patriarcales, 
y escribe en cada una el nombre de 
una de ellas. El nombre de Arón lo 
escribirás en la vara de Leví, pues 
cada vara ha de llevar el nombre del 
cabeza de cada casa patriarcal. 4 Pon- 
las todas en el tabernáculo, delante 
del testimonio, desde el cual yo hablo. 
6 Florecerá la vara de aquel a quien 
elija yo, a ver si hago cesar de una 
vez las quejas y murmuraciones de 
los hijos de Israel contra vosotros.» 
6 Habló Moisés a los hijos de Israel, 
y todos sus jefes le entregaron las 
varas, una por cada casa patriarcal, 
doce varas; a ellas se unió la vara de 
Arón, 7 y Moisés las puso todas ante 
Yave en el tabernáculo de la reunión. 

8 Al día siguiente vino Moisés al 
tabernáculo; y la vara de Arón, la 
de la casa de Leví, había echado 
brotes, yemas, flores y almendras. 

9 Sacó Moisés las varas a los hijos 
de Tsrael, y tomó cada uno su 
vara. 

10 Yave dijo a Moisés: «Vuelve 
la vara de Arón al testimonio, y 
guárdese en él, para que sirva de 
memoria a los hijos rebeldes, y que 
cesen así sus quejidos contra mí y 
no mueran.» 11 Hízolo así Moisés; 
como Yave se lo había mandado, 
así lo hizo. 

12 Los hijos de Israel hablaron a 
Moisés, diciendo: «Está visto, muer¬ 
tos somos, perdidos, perdidos todos; 
13 cuantos pretenden acercarse al 
tabernáculo de Yave, perecen. ¿En 
verdad, habremos de perecer to¬ 
dos T» 




NÚMEROS. 18 


155 


Deberes y derechos de los levitas. 

1 Sí 1 Dijo Yavc a Arón: «Tú y tus 
1 hijos, y la casa de tu padre 

contigo, llevaréis sobre vosotros la 
iniquidad del santuario; tú y tus 
hijos contigo, la de vuestro sacer¬ 
docio. 2 Acerca a ti tus hermanos, la 
tribu de Leví, la tribu de tu padre; 
admítelos contigo al servicio del san¬ 
tuario como adjuntos, para que te 
sirvan cuando tú y tus hijos estéis 
en el tabernáculo de la reunión. 3 Es¬ 
tarán a tu servicio y al de todo el 
tabernáculo; pero no han de acer¬ 
carse, ni a los utensilios del santua¬ 
rio, ni al altar, para no morir ellos 
y vosotros. 4 Los tendrás como ad¬ 
juntos, y tendrán a su cuidado el 
tabernáculo de la reunión, para hacer 
todo el servicio. Ningún extraño se 
acercará a vosotros. 5 Tendréis el 
cuidado del santuario y del altar, 
para que no se deslogue ya más la 
ira contra los hijos de Israel. 6 Yo 
he tomado de entre los hijos de Israel 
a los levitas, vuestros hermanos, y os 
los he dado a vosotros, don de Yavc, 
para hacer el servicio del tabernáculo 
del testimonio. 7 Pero tú y tus hijos 
ejerceréis vuestro sacerdocio en cuanto 
concierne al altar y del velo adentro; 
sois vosotros los que habéis de hacer 
este servicio. Yo os he dado en puro 
don vuestro sacerdocio, y el extraño 
que pretenda acercarse, morirá.» 

8 Dijo también Yave a Arón: «Te 
encomiendo también la guarda de las 
ofrendas a mí, y os doy todas las 
cosas santas de los hijos de Israel, 
por razón de la unción, a ti y a tus 
hijos por ley perpetua. 9 He aquí 
lo que de las cosas santísimas te co¬ 
rresponderá, de las combustiones. To¬ 
das sus ofrendas, toda oblación, todo 
sacrificio por el pecado y todo sacri¬ 
ficio expiatorio que me ofrezcan, 
todo esto, como cosas santísimas, 
serán para ti y para tus hijos. 10 Las 
comeréis en lugar santísimo, las co¬ 
merán todos los varones, y serán 
cosas santas para vosotros. 11 Tam¬ 
bién será tuyo esto otro: lo que de 
sus dones se reserva, de toda ofrenda 
agitada de los hijos de Israel; os lo 
doy a ti y a tus hijos y a tus hijos 
contigo, por estatuto perpetuo; todo 
el que sea puro de tu casa, lo comerá. 
12 Todo lo mejor del aceite, del 
mosto y del trigo, 13 las primicias de 
su tierra, que han de traer a Yave, 
tuyos son; todos los que de tu casa 


estén limpios, comerán de ellos 

14 Todo cuanto en Israel sea consa 
grado al anatema, le pertenecerá 

15 Todo primogénito de toda carne, 
así de los hombres como de los ani¬ 
males que han de ofrecer a Yave, 
será tuyo. 16 Harás rescatar los pri¬ 
mogénitos de los hombres y los pri¬ 
mogénitos de los animales impuros. 
Harás que sean rescatados cuando 
tengan un mes, y según tu estima¬ 
ción, en cinco sidos de plata, al si¬ 
do del santuario, que es de veinte 
güeras; 17 pero no aceptarás rescate 
por el primogénito de una vaca, de 
una oveja, ni de una cabra; serán 
cosas santas; derramarás su sangre 
en torno del altar, quemarás su sebo 
en sacrificio de combustión de olor 
grato a Yave, 18 y su carne será para 
ti, como lo es el pecho que se agita 
y el brazuelo derecho. 19 Todo cuanto 
de las cosas santas se reserva, lo 
que reservan los hijos de Israel para 
Yave, a ti te lo doy, a ti, a tus hijos 
y a tus hijas contigo, en estatuto 
perpetuo; es pacto de sal perpetuo, 
ante Yave, contigo y con toda tu 
descendencia.» 

20 Dijo también Yave a Arón; «Tú 
no tendrás tu parte de la heredad 
en su tierra, y no habrá parte para 
ti en medio de ellos; soy yo tu parte 
y tu heredad en medio de los hijos 
de Israel. 21 Yo doy como heredad 
a los hijos de Leví todas las décimas, 
por el servicio que prestan, por el 
servicio del tabernáculo de la re¬ 
unión. 22 Los hijos de Israel no lian 
de acercarse ya más al tabernáculo 
de la reunión, no lleven sobre sí su 
pecado y mueran. 23 Serán los levitas 
los que harán el servicio del taber¬ 
náculo de la reunión, y ellos los que 
sobre sí llevarán su iniquidad. Por 
ley perpetua entre vuestros descen¬ 
dientes, no tendrán heredad en medio 
de los hijos de Israel, 24 pues yo. les 
doy por heredad las décimas que los 
hijos de Israel han de entregar a 
Yave; por eso les digo: no tendréis 
heredad en medio de Israel.» 

25 Habló Yave a Moisés, diciendo; 
26 «Habla a los levitas y diles: Cuando 
recibáis de los hijos de Israel las 
décimas de sus bienes, que yo os 
doy por heredad vuestra, presen¬ 
taréis a Yave en ofrenda una décima 
de la décima, 27 y esta ofrenda os 
será contada como si fuese el trigo 
de la era o el mosto del lagar. 28 Así 
ofreceréis también vosotros a Yave 






156 


NÚMEROS, 19, 20 


una ofrenda de todas las décimas que 
recibáis de los hijos de Israel, y esta 
ofrenda reservada a Ya ve se la daréis 
al sacerdote Arón. 29 De todos los 
dones que recibáis, reservaréis la 
ofrenda a Yave, de todo lo mejor, 
la porción santa que de ello habéis 
de consagrarle. 30 Les dirás: Una vez 
reservado lo mejor, la décima será 
para los levitas, como fruto de la 
tierra o fruto del lagar; 31 la come¬ 
réis en cualquier lugar, vosotros y 
vuestra familia, porque es vuestro 
salario por el servicio que prestáis 
en el tabernáculo de la reunión. 
32 Una vez ofrecido lo mejor en ofren¬ 
da, no incurrís ya en culpa ni profa¬ 
náis las cosas santas de los hijos de 
Israel, y no moriréis.» 


El agua lustral. 

1 Q 1 Habló Yave a Moisés y Arón, 

1 diciéndoles: «He aquí la orde¬ 
nación de ley que prescribe Yave: 
Di a los hijos de Israel que te traigan 
una vaca roja perfecta, sin defecto, 
y que no haya todavía llevado el 
yugo sobre sí; 3 se la entregaréis a 
Eleazar, sacerdote, y el la sacará 
fuera del campamento, la hará dego¬ 
llar en su presencia, 4 y tomando 
de su sangre con su dedo, aspergerá 
con ella hacia el frente del taber¬ 
náculo de la reunión siete veces. 
6 Hará quemar la vaca en su pre¬ 
sencia, quemando la piel, la carne 
y la sangre y los excrementos. 6 To¬ 
mará luego el sacerdote madera de 
cedro, hisopo y púrpura, y lo echará 
en medio del fuego en que arde la 
vaca. 7 El sacerdote lavará luego sus 
vestidos y su cuerpo con agua, y 
entrará después en el campamento; 
será inmundo el sacerdote hasta la 
tarde. 8 Lo mismo el que la quemó, 
lavará con agua sus vestiduras y su 
cuerpo, y será inmundo hasta la 
tarde. 9 Un hombre limpio recogerá 
las cenizas; las recogerá y las llevará 
fuera del campamento a un lugar 
limpio, y las guardarán los hijos de 
Israel para el agua expiatoria. Es 
una expiación. 

10 El que recogió las cenizas de 
la vaca, lavará sus vestidos y será 
inmundo hasta la tarde. Será ésta 
para los hijos de Israel, y para el 
extranjero que habita entre ellos, ley 
perpetua. 11 El que tocare un muerto, 
cualquier cadáver humano, se hace 


impuro por siete días, 12 y se puri¬ 
ficará con este agua al tercer día 
y al séptimo será puro; no quedará 
limpio hasta el día séptimo. 12 Quien 
tocare un muerto, el cadáver de un 
muerto, y no se purificare, contamina 
el tabernáculo de Yave, y será bo¬ 
rrado de Israel porque no se purificó 
con el agua lustral; será inmundo, 
quedando sobre él su inmundicia. 

14 Esta es la ley: Cuando muriere 
alguno en una tienda, todo el que 
entre en la tienda y cuanto en ella 
hay, será inmundo por siete días; 

15 toda vasija que no tenga tapadera 
será inmunda; 16 y cualquiera que en 
campo abierto tocare un muerto de 
espada o un muerto cualquiera, o 
huesos humanos, o un sepulcro, será 
inmundo por siete días. 17 Para 
quien esté inmundo, tomarán de la 
ceniza de la vaca quemada en sacri¬ 
ficio expiatorio, y echarán sobre ella 
un vaso de agua viva; 18 uno que esté 
limpio tomará hisopo, y mojándolo 
en el agua aspergerá la tienda y todos 
los muebles y todas las personas que 
en ella hubiere, o al que hubiere 
tocado huesos humanos, o al matado, 
o al muerto, o al sepulcro. 19 El lim¬ 
pio aspergerá al inmundo al tercero 
y al séptimo día; y purificado el 
impuro al séptimo día, lavará sus 
vestidos y a la tarde será puro. 
20 El inmundo que no se purificare 
será borrado de la congregación, por 
haber contaminado el santuario de 
Yave; no habiendo sido rociado con 
el agua lustral, es inmundo. 21 Será 
ley perpetua; y el que haga asper¬ 
sión al otro con el agua lustral, 
lavará sus vestidos, y quien tocare 
el agua lustral será inmundo hasta 
la tarde. 22 Todo lo que tocare el 
inmundo será inmundo, y quien algo 
de ello tocare, será inmundo hasta 
la tarde. 


Las aguas de Alcriba. 

1 Llegaron los hijos de Israel, 
-U toda la congregación, al de¬ 
sierto de Sin, el primer mes, y acampó 
el pueblo en Cades (1). Allí murió 
María y allí fué sepultada. 2 No había 
allí agua para la muchedumbre, y 


(i i Cades se halla en los limites entre el 
desierto y la tierra habitada de la Palestina; 
todavía subsiste y con el mismo nombre. La 
estancia del pueblo allí fué muy larga. 






NÚMEROS, 21 


157 


ésta se amotinó contra Moisés y 
Arón. 3 El pueblo se quejaba contra 
Moisés, y decía: «lOjalá hubiéramos 
perecido cuando perecieron nuestros 
hermanos ante Yave! 4 ¿Por qué has 
traído al pueblo de Yave a este de¬ 
sierto a morir, nosotros y nuestros 
ganados? 5 ¿Por qué nos sacaste de 
la tierra de Egipto, para traernos 
a un lugar tan horrible como éste, 
que ni puede sembrarse, ni tiene 
viñas, ni higueras, ni granados, y 
donde ni agua siquiera hay para 
poder beber?» 6 Moisés y Arón se 
apartaron de la muchedumbre, a la 
entrada del tabernáculo de la reunión, 
y postráronse rostro a tierra. Apa¬ 
reció la gloria de Yave, 7 y Yave 
habló a Moisés, diciendo: 8 «Coge 
el cayado y reúne a la muchedumbre, 
tú y Arón, tu hermano, y en su pre¬ 
sencia hablad a la roca y ésta dará 
sus aguas; de la roca sacarás agua 
para dar de beber a la muchedumbre 
y a sus ganados.» 9 Moisés tomó de 
delante de Yave el cayado, como se 
lo había él mandado; 10 y juntando 
Moisés y Arón a la muchedumbre 
delante de la roca, les dijo: «¡Oíd, 
rebeldes! ¿Podremos nosotros hacer 
brotar agua de esta roca?» 11 Alzó 
Moisés su brazo e hirió con el cayado 
la roca por dos veces, y brotaron de 
ella aguas en abundancia, y bebió 
la muchedumbre y sus ganados. 
13 Yave dijo entonces a Moisés y 
Arón: «Porque no habéis creído en 
mí, santificándome a los ojos de los 
hijos de Israel, no introduciréis vos¬ 
otros a este pueblo en la tierra que 
yo les he dado.» 13 Estas son las aguas 
de Meriba, donde los hijos de Israel 
se querellaron contra Y r ave, que les 
dio una prueba de su santidad. 


Edom se niega a dar paso libre 
a Israel. 

14 Mandó Moisés embajadores desde 
Cades al rey de Edom, para que le 
dijesen: «Israel, tu hermano, te dice: 
Tú sabes todas las peripecias que nos 
han ocurrido: 16 cómo nuestros padres 
bajaron a Egipto, y hemos estado 
en Egipto largo tiempo, y cómo nos 
maltrataron los egipcios a nosotros 
y a nuestros padres; 16 cómo clama¬ 
mos a Yave, y oyó éste nuestra 
voz, y mandó a su ángel que nos 
sacó de Egipto; y que estamos aquí 
en Cades, ciudad situada al extremo 


de tus fronteras. 17 Te rogamos, pues, 
que nos des paso libre por tu terri¬ 
torio. No atravesaremos tus sembra¬ 
dos ni tus viñas, ni beberemos el 
agua de tus pozos; iremos por el 
camino real, sin apartarnos, ni a 
derecha ni a izquierda, hasta que 
salgamos de tu territorio.» 18 Edom 
respondió: «No pasarás, o me opon¬ 
dré con las armas contra ti.» 19 Dijé- 
ronle entonces los hijos de Israel: 
«Iremos por el camino trillado, y si 
de tus aguas bebo, yo y mis ganados, 
te daremos el precio de ellas; es cosa 
de nada; sólo con mis pies tocaré tu 
tierra.» 20 Pero Edom respondió: «No 
pasarás.» Y salió Edom contra él 
con mucha gente fuertemente ar¬ 
mada. 21 No dió Edom paso por su 
territorio, e Israel se alejó de él. 


Muerte de Arón. 

22 Alzando de Cades el campamento, 
llegó Israel con toda la muchedum¬ 
bre al monte Or. 23 Yave habló a 
Moisés y Arón en el monte Or, que 
está en los confines de la tierra de 
Edom, diciendo: 24 «Arón va a reunir¬ 
se con su pueblo, pues no ha de 
entrar en la tierra que yo he dado 
a los hijos de Israel, por haber sido 
rebelde a mi mandato en las aguas 
de Meriba. 25 Toma a Arón, y a su 
hijo Eleazar, y sube con ellos al 
monte Or; y allí 26 que se des¬ 
nude Arón de sus vestiduras, y re¬ 
vista de ellas a Eleazar, su hijo, 
porque allí se reunirá Arón con los 
suyos; allí morirá.» 27 Hizo Moisés 
lo que mandaba Y r ave, y a la vista 
de toda la muchedumbre subieron al 
monte Or. 26 Moisés hizo que se 
desnudara Arón de sus vestiduras y 
revistió de ellas a Eleazar, su hijo; 
y allí murió Arón en la cumbre del 
monte. Moisés y Eleazar bajaron del 
monte; 29 y viendo la muchedumbre 
que Arón había muerto, hicieron due¬ 
lo por él todas las familias de Israel, 
por treinta días. 


Victoria contra el rey de Arad. 

1 El cananeo, el rey de Arad, 
¿Y que habitaba en el Negueb, al 
oír que venía Israel por el camino 
de Atarim, los atacó y cogió prisio¬ 
neros. 2 Hizo entonces Israel voto a 
Y T ave, diciendo: «Si entregas a este 






158 


NÚMEROS, 21 


pueblos en mis manos, yo destruiré 
sus ciudades.» (i) * 3 * Oyó Yave la voz 
de Israel, y le entregó el cananeo, a 
quien dió al anatema, destruyéndo¬ 
los a ellos y a sus ciudades, por lo 
cual fue llamado aquel lugar Jorma. 


La serpiente de bronce. 

4 Partiéronse del monte Or en di¬ 
rección al Mar Rojo (1), rodeando 
la tierra de Edom; y el pueblo, im¬ 
paciente, 5 murmuraba por el camino 
contra Dios y contra Moisés, dicien¬ 
do: «¿Por qué nos habéis sacado de 
Egipto a morir en este desierto? No 
hay pan ni agua, y estamos ya can¬ 
sados de un tan ligero manjar como 
éste.» 6 Mandó entonces Yave contra 
el pueblo serpientes venenosas que 
los mordían, y murió mucha gente 
de Israel. 7 El pueblo fue entonces 
a Moisés, y le dijo: «Hemos pecado, 
murmurando contra Yave y contra 
ti; pide a Yave que aleje de nosotros 
las serpientes.» Moisés intercedió por 
el pueblo, 8 y Yave dijo a Moisés: 
«Hazte una serpiente de hronce y 
ponía sobre un asta; y cuantos mor¬ 
didos la miren, sanarán.» 9 Hizo, 
pues, Moisés una serpiente de bron¬ 
ce, y la puso sobre un asta; y cuando 
alguno era mordido por una serpiente, 
miraba a la serpiente de bronce y se 
curaba. 


Victoria contra los amorreos. 

10 Partiéronse los hijos de Israel 
y acamparon en Obot; 11 y partidos 
de Obot, acamparon junto a las fuen¬ 
tes de Abarim, en el desierto que hay 
enfrente a Moah, al oriente. 12 Par¬ 
tidos de allí, acamparon junto al 
torrente Zared; 13 y partidos de allí, 
acamparon a la otra orilla del Arnón, 
en el desierto, fuera del territorio 
de los amorreos, pues el Arnón es 
confín de Moab, entre Moab y los 
amorreos. 14 Por eso se decía en el 
libro «Guerras de Yave»: 


(i) Desde Cades, marchando hacia Oriente, 

el pueblo hubiera podido ir directamente a la 

tierra prometida por camino bien corto, atra¬ 

vesando el territorio de Edom. La negativa 

de éste a darles paso, les obligó a seguir ro¬ 

deando la frontera occidental de Edom, hasta 

llegar a Asiongaber, en la costa del Mar Rojo, 

para continuar luego por su frontera oriental, 

hasta llegar a los límites de los amorreos. 


«Contra Vaheb en Sufa, 

Contra las estrechuras del Arnón, 

15 Las estrechuras de su curso, 

Que se extiende hacia la región 

de Ar, 

Y se apoya en los confines de 
Moab.» 

16 De allí vinieron a Beer; es el 
pozo a que se refería Yave, cuando 
dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y 
yo le daré agua.» 17 Entonces cantó 
Israel este canto: 

«¡Sube, pozo: cantadle! 

18 Los príncipes del pueblo le exca¬ 
varon 

Con sus cayados, con sus báculos.» 

Del desierto fueron a Matana, 19 de 
Matana a Najaliel, de Najaliel a 
Bamot, 20 de Bamot al valle que 
hay en los llanos de Moab, dominado 
por el monte Fasga, que mira al 
desierto. 21 Israel mandó embajadores 
a Seón, rey de los amorreos, que le 
dijeran: 22 «Déjanos pasar por tu 
territorio; no iremos ni por los cam¬ 
pos ni por las viñas, ni beberemos el 
agua de tus pozos; iremos por el ca¬ 
mino real, hasta salir de tus fronte¬ 
ras.» 23 Seón se negó a dejar pasar a 
Israel por su territorio; y reuniendo 
a toda su gente, salió al encuentro 
de Israel en el desierto, y le dió la 
batalla en Jasa. 24 Israel le derrotó 
al filo de la espada, y se apoderó de 
su tierra, desde el Arnón hasta el 
Jaboc, junto a la frontera de los 
hijos de Ammón, pues Jazcr era fron¬ 
tera de los amonitas. 25 Conquistó 
Israel todas estas ciudades, y habitó 
en las ciudades de los amorreos, en 
Hesebón y todas las ciudades que 
de ella dependen, 26 pues Hesebón 
era la residencia de Seón, rey de los 
amorreos, que había hecho antes la 
guerra al rey de Moab y se había 
apoderado de toda su tierra hasta el 
Arnón. 27 Por eso cantaban los tro¬ 
vadores: 

«Id a Hesebón, edificad y construid 
la ciudad de Seón; 

28 Fuego ha salido de Hesebón, 
llama de la ciudad de Seón; 

Que devoró las ciudades de Moab 
y consumió las alturas del Arnón. 

29 |Ay de ti, Moab! Has perecido, 
pueblo de Camos, 

Fueron dados a la fuga sus hijos, 
y sus hijas por cautivas. 

30 Pero al rey de los amorreos, 
Seón, le han arrebatado el noval 
desde Hesebón hasta Dibón. 

Y sus mujeres, humilladas hasta 






NÚMEROS, 22 


159 


tener que encender el fuego en Ha¬ 
daba.» 

31 Así habitó Israel en la tierra de 
los amorreos. 

32 Mandó Moisés a reconocer a 
Jazer, y se apoderaron de las ciuda¬ 
des que de ella dependían, expul¬ 
sando de ellas a los amorreos que 
allí habitaban; 33 y volviéndose, su¬ 
bieron camino de Basán, saliéndoles 
al encuentro Og, rey de Basán, con 
todo su pueblo, para dar la batalla 
en Edrai. 34 Yave dijo a Moisés: 
«Ño le temas, que a tus manos te lo 
entrego a él, a su pueblo, y toda su 
tierra, y harás con él lo que hiciste 
de Seón, rey de los amorreos, que 
habitaba en Hesebón.» 35 Y le derro¬ 
taron a él, a su hijo y a toda su 
gente, hasta no dejar ni uno, y se 
apoderaron de su tierra. 


Balam. » 

¿yty 1 Partieron los hijos de Israel 
— y acamparon en los llanos de 
Moab, al otro lado del Jordán, frente 
a Jericó. 2 Balac, hijo de Sefor, supo 
cuanto había hecho Israel a los amo¬ 
rreos; 3 y Moab temió grandemente, 
al aparecer aquel pueblo tan nume¬ 
roso, y se amedrentó ante los hijos 
de Israel. 4 Moab dijo a los ancianos 
de Madián: «Este pueblo va a devo¬ 
rar nuestros contornos, como devora 
un buey la hierba del campo » Era 
entonces rey de Moab, Balac, hijo 
de Sefor. 6 Mandó, pues, mensajeros 
a Balam, hijo de Beor, a Petur, que 
está junto al río, en tierra de los hijos 
de Ammón, para que le llamasen, 
diciéndule: «Mira, ha salido de Egipto 
un pueblo que cubre la superficie de 
la tierra, y está ya cerca de mí. 
6 Ven, pues, y maldíceme a este 
pueblo, pues es más fuerte que yo, 
a ver si así podemos hacer que le 
derrotemos, pues sé que es bendito 
aquel a quien tú bendices, y maldito 
aquel a quien maldices tú.» 7 Fueron, 
pues, ancianos de Moab, y ancianos 
de Madián, llevando en sus manos 
el precio del conjuro; y llegados a 
Balam, le transmitieron las palabras 
de Balac. 8 El Ies dijo: «Pasad aquí 
esta noche y yo os responderé, según 
lo que me diga Yave.» Quedáronse 
los príncipes de Moab con Balam; 
9 Dios vino en la noche a Balam y 
le dijo: «¿Quiénes son ésos que están 
contigo?» 10 Balam respondió a Dios: 


«Balac, hijo de Sefor, rey de Moab: 
los ha mandado a mí para decirme, 
11 El pueblo salido de Egipto está ya 
aquí y cubre toda la superficie de 
la tierra; ven, pues, luego a malde¬ 
círmelo, a ver si puedo derrotarle 
y rechazarle.» 12 Pero Dios dijo a 
Balam: «No vayas con ellos; no mal¬ 
digas a ese pueblo, porque bendito es.» 

13 Balam, levantándose de mañana, 
dijo a los príncipes de Balac: «Idos 
a vuestra tierra, porque Yave se 
niega a dejarme ir con vosotros.» 

14 Oído esto, los príncipes de Moab 
se levantaron; y tornados a Balac, 
le dijeron: «Balam se ha negado a 
venir con nosotros.» 16 Pero Balac 
mandó de nuevo a otros príncipes, 
más en número y más respetables que 
los primeros, 16 que llegados a Balam, 
le dijeron: «He aquí lo que te dice 
Balac, hijo de Sefor: No te niegues 
a venir a verme, 17 que yo te col¬ 
maré de bienes, y haré todo lo que 
tú me digas.» 18 Balam respondió 
a los siervos de Balac: «Aunque me 
diese Balac su casa llena de plata y 
de oro, no podría yo traspasar las 
órdenes de Yave, mi Dios, ni en poco 
ni en mucho; 19 pero podéis quedaros 
aquí también esta noche, para saber 
lo que vuelve a decirme Yave.» 
20 Durante la noche vino Dios a 
Balam, y le dijo: «Ya que ésos han 
venido otra vez a llamarte, levántate, 
y vete con ellos, pero no hagas más 
que lo que yo te diga.» 21 Levantóse 
Balam de mañana, aparejó su asna 
y se fué con los príncipes de Moab. 
22 Pero Dios estaba indignado de que 
fuese, y el ángel de Yave se puso 
delante de él en el camino, para ce¬ 
rrarle el paso. Iba Balam montado 
en su asna y llevaba consigo a dos 
de sus criados. 23 El asna, al ver al 
ángel de Yave parado en el camino 
con la espada desenvainada en la 
mano, se salió del camino y echó por 
el campo, y Balam se puso a fusti¬ 
garla para retraerla al camino. 24 En¬ 
tonces el ángel se puso en una estre¬ 
chura entre las viñas, entre pared 
de un lado y pared de otro; 25 y al 
verle el asna, echóse contra una de 
las paredes, cogiendo entre ella y la 
pared el pie de Balam. Este se puso 
de nuevo a fustigarla. 26 El ángel 
volvió a ponerse en una angostura, 
de donde ni a derecha ni a izquierda 
podía desviarse; 27 y al verle el asna, 
se echó debajo de Balam, quien enfu¬ 
recido la fustigó más. 28 Abrió enton- 





160 


NÚMEROS, 23 


ces Yave la boca del asna, que dijo 
a Balam: «¿Qué te he hecho yo, para 
que por tres veces me hayas fusti¬ 
gado?» 29 Y Balam respondió: «¿Por 
qué te burlas de mí? Si tuviera a mano 
una espada ahora mismo te mataría.» 

30 Y el asna dijo a Balam: «¿No soy 
yo tu asna? Tú me has montado 
desde que yo soy tuya hasta hoy. 
¿Te he hecho yo nunca cosa seme¬ 
jante?» Y él le respondió: «No.» 

31 Entonces abrió Yave los ojos a 
Balam y éste vió al ángel de Yave, 
que estaba en el camino con la espada 
desenvainada en la mano. Balam se 
postró, echándose sobre el rostro, 

3 2 y el ángel de Yave le dijo: «¿Por 
qué por tres veces has fustigado a tu 
asna? Es que he salido yo para ce¬ 
rrarte el camino, porque es malo ante 
mí el que llevas. 33 El asna me ha 
visto y ha querido apartarse luego 
de delante de mí las tres veces; si 
ella no me hubiera esquivado, te 
hubiera matado a ti, dejándola a 
ella viva.» 34 Entonces Balam dijo 
al ángel de Yave: «He pecado, no 
sabía que tú me cerrabas el camino; 
si te parece mal, ahora mismo me 
volveré.» 35 El ángel de Yave res¬ 
pondió a Balam: «Ve con esos hom¬ 
bres, pero di solamente lo que te 
diga yo.» Siguió, pues, Balam con 
los príncipes de Balac. 36 Este, en 
sabiendo que venía Balam, le Salió al 
encuentro hasta Tr Moab, que está 
en la frontera del Arnón, en lo últi¬ 
mo de la frontera. 37 Balac dijo a 
Balam: «He mandado a llamarte. 
¿Por qué no viniste? ¿No estoy acaso 
yo en situación de tratarte con la 
debida honra?» 38 Balam respondió a 
Balac: «Aquí me tienes ya, pero, 
¿podré yo decir lo que quisieres? 
La palabra que Dios ponga en mi 
boca, esa será la que te diga » 39 Siguió 
Balam con Balac, y llegaron a Cariat 
Jusot. 40 Balac inmoló bueyes y ove¬ 
jas, mandándoselas a Balam y a los 
príncipes que le acompañaban. 

Balam bendice n Israel. 

41 A la mañana siguiente, tomó 
Balac a Balam y le hizo subir a 
Bamot Baal, desde donde se veía 
un ala del pueblo. 

23 1 Balam dijo a Balac: «Alzame ' 

aquí siete altares y tenme pron¬ 
tos siete novillos y siete carneros.» 

2 Balac hizo lo que Balam le había 


dicho, e inmolaron un novillo y un 
carnero en cada uno de los altares. 
3 Después dijo Balam a Balac: «Tú, 
quédate ahí junto a tu holocausto, 
mientras me alejo yo, a ver si me sale 
Yave al encuentro; V lo que me dé 
a conocer, eso te diré.» Y se alejó 
hacia un monte desnudo. 4 Salió 
Dios al encuentro de Balam y éste 
le dijo: «He dispuesto siete altares 
y he ofrecido en cada uno de ellos 
un novillo y un carnero.» 5 Y Yave 
puso en boca de Balam su palabra 
y añadió después: «Tórnate a Balac 
y dile esto.» 6 Vuelto a él, le vió 
parado ante su holocausto, junto con 
los príncipes de Moab; 7 y comen¬ 
zando su parábola, dijo: 

«Del Aram me ha traído Balac, 
rey de Moab, 

De los montes del oriente; 

Ven a maldecirme a Jacob, 

Ven a execrar a Israel. 

8 ¿Cómo voy a maldecir yo al que 
no ha maldecido Dios? 

¿Cómo voy a execrar yo al que 
Yave no ha execrado? 

9 Desde la cima de las rocas le veo, 

Desde lo alto de los montes le 

contemplo. 

He ahí un pueblo que tiene aparte 
su morada 

Y que lio se cuenta entre las gentes. 

10 ¿Quién es capaz de contar el 
polvo de Jacob? 

¿Quién es capaz de enumerar un 
cuarto de Israel? 

Muera yo la muerte del justo, 

Y sea mi fin semejante al suyo.» 

11 Balac dijo a Balam: «¿Qué es 
lo que conmigo has hecho? Te he lla¬ 
mado para maldecir a mis enemigos, 
y no has hecho otra cosa que ben¬ 
decirlos?» 12 El respondió: «¿No he 
de tener yo el cuidado de proferir lo 
que en mis labios pone Yave?» 
13 Balac le dijo: «Ven conmigo a otro 
sitio, desde donde puedas contem¬ 
plarle, y maldícemelo desde allí.» 

14 Llevóle al campo de Zofim, en la 
cumbre del monte Fasga; y después 
de alzar siete altares e inmolar en 
cada uno un novillo y un carnero, 
15 dijo Balam a Balac: aEstatc ahí 
junto a tu holocausto, mientras voy 
yo allí a consultar a Dios.» 16 Salió 
Yave al encuentro de Balam y puso 
en su boca la palabra, y le dijo: 
«Vuelve a Balac y dile esto.» 17 Vol¬ 
vióse él y vió que estaba Balac junto 
a su holocausto, y con él los prín- 
1 cipes de Moab; y Balac le preguntó 




NÚMEROS, 24 


161 


«¿Qué es lo que ha dicho Yave?» 
18 Y tomando Balam su parábola, 
dijo: 

«Levántate, Balac, y oye; 

Dame oídos, hijo de Scfor: 

19 No es Dios un hombre, para que 
mienta, 

Ni hijo de hombre, para arrepen¬ 
tirse. 

¿Lo ha dicho él y no lo hará? 

¿Lo ha prometido y no lo man¬ 
tendrá? 

20 De bendecir he recibido yo orden; 

Bendición ha dado él, yo no puedo 

revocarla. 

21 No se ve iniquidad en Jacob, 

No hay en Israel perversidad; 

Yave, su Dios, está con él, 

Rey aclamado es en medio de él. 

22 ^ El Dios que de Egipto le ha 
sacado 

Es para él la fuerza del unicornio. 

23 No hay en Jacob hechicería, 

Ni hay adivinación en Israel. 

A su tiempo se le dirá a Jacob 

Y a Israel lo que Dios va a cum¬ 
plirle. 

24 He ahí un pueblo que se alza 
como leona, 

Y que se yergue como león, 

No se acostará sin haber devorado 
su presa, 

Sin haber bebido la sangre de sus 
víctimas.» 

25 Y Balac dijo a Balam: «No le 
maldigas, pero al menos no le ben¬ 
digas.» 26 Balam, respondiendo, dijo 
a Balac: «¿No te dije ya que yo no 
puedo hacer sino cuanto me diga 
Yave?» 27 Entonces dijo Balac a 
Balam: «Ven, que te lleve a otro 
sitio, a ver si quiere Dios de una vez 
que desde allí le maldigas.» 28 Y llevó 
a Balam a la cima del Fogor, que 
mira al desierto. 29 Balam dijo a 
Balac: «Alzame los siete altares aquí 
y disponme los siete novillos y los 
siete carneros.» 30 Hízolo así Balac, 
como Balam le decía, y ofreció un 
novillo y un carnero en cada uno de 
los altares. 


Vaticinio de Balam. 

sy A 1 Había visto Balam que Yave 
^ * se complacía en bendecir a Is¬ 
rael, y por eso no fué como las otras 
veces en busca del presagio; sino que 
se volvió de cara al desierto, 2 y al¬ 
zando los ojos vi ó a Israel acampado, 
tribu por tribu. Vino sobre él el espí¬ 


ritu de Yave, 3 y tomando su parᬠ
bola, dijo: 

«Oráculo de Balam, hijo de Beor; 

Oráculo del hombre que tuvo los 
ojos cerrados, 

4 Oráculo de quien oye palabra 
de Dios, 

Del que ve visiones del Omnipo¬ 
tente, 

De quien, al caer, se le abrieron los 
ojos. 

5 iQué bellas son tus tiendas, oh 
Jacobl 

iQué bellos tus tabernáculos, Israelí 

6 Se extienden como un extenso 
valle; 

Como un jardín a lo largo de un río; 

Como áloe plantado por Yave; 

Como cedro que está junto a las 
aguas. 

7 Desbórdanse de sus cubos las 
aguas; 

Sus ramas crecen como en aguas 
abundantes. 

Alzase rugiente su rey, 

Exaltarásc su reino. 

8 El Dios que de Egipto le ha sa¬ 
cado 

Es para él como la fuerza del 
unicornio. 

Devorará a las naciones enemigas; 

Triturará sus huesos: 

Las traspasará con sus saetas. 

9 Se agacha, se posa como un león, 

Como una leona. ¿Quién le.conci¬ 
tará? 

El que te bendiga será bende¬ 
cido; 

El que te maldiga maldito será.» 

10 Encendido en ira Balac contra 
Balam y palmoteando, le dijo: «Te 
lie llamado para maldecir a mis ene¬ 
migos, y tú los has colmado de ben¬ 
diciones, ya por tres veces. Está muy 
bien: 11 ahora huye pronto a tu tierra; 
yo pensaba honrarte grandemente, 
pero Yave te ha privado de conse¬ 
guirlo.» 12 Respondióle Balam: «¿.No 
dije ya a tus mensajeros: 13 Aunque 
me diera Balac su casa llena de plata 
y oro, no podré yo. contravenir a la 
orden de Dios, haciendo por mí mismo 
cosa alguna, ni buena ni mala, contra 
sus órdenes, y solamente lo que Yave 
me diga eso le diré? 14 Ahora, pues, 
que voy a irn.ie a mi pueblo, ven que 
te diga lo que este pueblo ha de hacer 
al tuyo al fin de los tiempos. 15 Y 
volviendo a tomar su parábola, dijo: 

«Oráculo de Balam, hijo de Beor; 

Oráculo del hombre de los ojos 
I cerrados; 








NÚMEROS, 25, 26 


162 


16 Oráculo del que oye palabras de 
Dios, 

Del que conoce los consejos del 
Altísimo, 

Del que ve visiones del Omni¬ 
potente, 

De quien al caer, se le abrieron los 
ojos. 

17 La veo, pero no ahora; 

La contemplo, pero no de cerca. 
Alzase de Jacob una estrella, 
.Surge de Israel un cetro (1), 

Que quebrantará las dos sienes de 
Moab, 

Y socavará a los hijos del tumulto. 

18 Edom será su posesión; 

Seir presa será de sus enemigos; 
Israel acrecentará su poder; 

19 De Jacob saldrá el dominador 
Que devastará de las ciudades las 

reliquias.» 

20 Y mirando a Amatec, prosiguió: 
«La primera de las naciones es 

Amalee, 

Pero su fin será eterna ruina.» 

21 Luego, mirando a los quenitas, 
prosiguió su discurso: 

«Por fuerte que sea tu morada, 
Aunque pongas en las rocas tu 
nido, 

22 El quenita será devastado, 
Hasta que Asur le lleve cautivo.» 

23 Y volviendo a tomar la palabra, 
prosiguió: 

«¿Quien vivirá cuando Dios lo 
ponga por obra? 

24 Vendrán naves de los Quitim, 
Que oprimirán a Asur y oprimirán 

a Heber; 

También éste será dado a la ruina.» 

25 Partióse después Balain y se 
volvió a su tierra, y también Balac 
se fué por su camino. 


Corrupción idolátrica cu Baal 
l'oqor. 

"t 1 Estuvo Israel estacionado en 
vSctim, y el pueblo se prostituyó 
por el trato con las hijas de Moab. 
2 Invitábanle éstas a las fiestas de 
sus dioses, y el pueblo comía y se 
prosternaba ante sus dioses. 3 Israel 
se fué tras Baal Fogor, y la ira de 
Yavc.se encendió contra Israel. 4 Dijo 
Yave a Moisés: «Reúne a todos los 


(i) En la estrella y el cetro está indudable¬ 
mente simbolizado el futuro Mesías, siendo, 
por tanto, este vaticinio de Balam estrictamente 
mesiánico. 


príncipes del pueblo, y cuelga a ésos 
del patíbulo ante Yave, cara al sol, 
para que se aparte su ira de Israel.» 
3 Dijo, pues, Moisés a los jueces de 
Israel: «Matad a cualquiera de los 
vuestros que haya servido a Baal 
Fogor.» 6 En esto llegó uno de los 
hijos de Israel, e introdujo en medio 
de sus hermanos a una madianita, 
a los ojos mismos de Moisés y en 
presencia de toda la comunidad de 
los hijos de Israel, mientras éstos 
lloraban a la entrada del tabernáculo 
de la reunión. 7 Viéndolo Fines, hijo 
de Eleazar, hijo de Arón, sacerdote, 
se alzó de en medio de la asamblea; 
y cogiendo una lanza, 8 se fué tras 
1 el hijo de Israel, hasta la parte pos¬ 
terior de su tienda, y los alanceó a 
I los dos, al hombre y a la mujer, en 
sus vientres, y cesó el azote de entre 
los hijos de Israel. 9 En aquella plaga 
murieron veinticuatro mil. 

10 Habló Yave a Moisés diciéndole: 
11 «Fines, hijo de Eleazar, hijo de 
Arón, sacerdote, ha apartado mi furor 
de los hijos de Israel, por el celo con 
que ha celado mi honor; por eso no 
he consumido yo en el furor de mi 
celo a los hijos de Israel. 12 Por tanto, 
le dirás que yo hago con él una alianza 
de paz, alianza de un sacerdocio 
eterno, 13 para él y para su descen¬ 
dencia, por haber sido celador de su 
Dios y haber hecho la expiación por 
los hijos de Israel.» 14 El israelita 
que fué muerto juntamente con la 
madianita se llamaba Zamri, hijo de 
Salú, y era jefe de una de las fami¬ 
lias de la tribu de Simeón. 15 La ma- 
diauita se llamaba Cozbi, hija de Sur, 
jefe de tribu de una de las casas pa¬ 
triarcales de Madián. 

16 Yave habló a Moisés, diciéndole: 
«Tratad a ios madianitas como ene¬ 
migos y destruidlos; porque como 
enemigos os han tratado ellos, 18 sedu¬ 
ciéndoos con sus malas artes, por me¬ 
dio de Fogor, por medio de Cozbi, 
hija del príncipe de Madián, su her¬ 
mana, que murió cuando la plaga 
por lo de Fogor.» 


¡\uevo censo (1). 

•)/ 1 Después de esta plaga, habló 

— Yave a Moisés y a Eleazar, hijo 
de Arón, sacerdote, dicléndoles: 2 «Ha- 


(i) El resultado de este nuevo censo, que 

comprende la generación siguiente a la que salió 






NÚMEROS, 26 


163 


ced el censo de los hijos de Israel 1 
por sus casas patriarcales y sus lina¬ 
jes, de veinte años arriba, de los hᬠ
biles para el servicio de las armas. 

8 Moisés y Eleazar, sacerdote, habla¬ 
ron a los del pueblo en los llanos de 
Moab, cerca del Jordán, frente a Je- 
ric.ó, diciéndoles: 4 «Haced el censo 
de los de veinte años para arriba, 
como Yave se lo manda a Moisés.» 

Los hijos de Israel salidos de la 
tierra de Egipto eran: 6 Rubén, pri¬ 
mogénito de Israel: Hijos de Rubén: 
De Enoc, la familia de los enoquitas; 
de Falú, la familia de los faluítas; 

6 de Esrón, la familia de los esronitas; 
de Carmí, la familia de los carmitas. 

7 Estas son las familias de los rube- 
nitas, y fueron contados cuarenta y 
tres mil setecientos treinta. 

8 Hijos de Falu, Eliab; 9 hijos de 
Eliab: Namuel, Datán y Abirón; el 
Datán y el Abirón, miembros del con¬ 
sejo, que se rebelaron contra Moisés 
y Arón con la facción de Coré, rebe¬ 
lándose contra Yave, 19 cuando abrió 
la tierra sus fauces y se los tragó con 
Coré, muriendo los de la facción, y 
devorando el fuego a doscientos cin¬ 
cuenta hombres, para servir de es¬ 
carmiento. 11 Pero los hijos de Coré 
no perecieron. 

12 Hijos de Simeón, por sus fami¬ 
lias: de Namuel, la familia de los na- 
muelitas; de Jamín, la familia de los 
jaminitas; de Jaquín, la familia de 
los jaquinitas; 13 de Zare, la familia 
de los zareítas: de Saúl, la familia 
de los saulitas. 14 Estas son las fa¬ 
milias de los simeonitas. Fueron con¬ 
tados veintidós mil doscientos. 

15 Hijos de Gad, por sus familias: 
de Safón, la familia de los safonitas; 
de Jagui, la familia de los jaguitas; 
de Suni, la familia de los sunitas; 
16 de Ozni, la familia de los oznitas; 
de Eri, la familia de los eritas; 17 
de Arod, la familia de los aroditas; 
de Ariel, la familia de los arielitas. 
18 Estas son las familias de los hijos 
de Gad. Fueron contados cuarenta 
mil quinientos. 

19 Hijos de Judá: Er y Onán, que 
murieron en la tierra de Canán. 
20 Hijos de Judá, por sus familias: 
de Sela, la familia de los selitas; 


de Egipto, muestra cómo el pueblo, a pesar de 
tantas muertes como produjeron los varios 
castigos que sufrió, continuaba siendo tan 
numeroso como antes, pues los muertos per¬ 
tenecían a la generación anterior. 


21 de Fares, la familia de los faresitas 
de Zare, la familia de los zareítas. 
Hijos de Fares: de Esrón, la familia 
de los esronitas; de Jamul, la familia 
de los jamulitas. 22 Estas son las fa¬ 
milias de Judá. Fueron contados se¬ 
tenta y seis mil quinientos. 

23 Hijos de Isacar, por sus familias: 
de Tola, la familia de los tolitas; de 
Fuá, la familia de los fuitas; 24 de 
Jasub, la familia de los jasubitas: 
de Semram, la familia de los semrani- 
tas. 25 Estas son las familias de Isa¬ 
car. Se contaron setenta y cuatro 
mil trescientos. 

26 Hijos de Zabulón, por sus fa¬ 
milias: de Sared, la familia de los 
sareditas; de Elón, la familia de los 
elonitas; de Jajlel, la familia de los 
jajlelitas. 27 Estas son las familias 
de Zabulón. Se contaron sesenta mil 
quinientos. 

28 Hijos de José, por sus familias, 
de Manasés y de Efraím: 29 Hijos de 
Manasés: de Maquir, la familia de 
los maquiritas. Maquir engendró a 
Galad; de Galad, la familia de los 
galaditas. Estos son los hijos de 
Galad: de Jeser, la familia de los 
jeseritas; de Jelec, la familia de los 
jelequitas; 31 de Asriel, la familia de 
los asriclitas; de Siquem, la familia 
de los siquenitas; 32 de Semida, la 
familia de los semiditas; de Jefer, 
la familia de los jeferitas. 33 Salfad, 
hijo de Jefer, no tuvo hijos varones, 
sino solamente hijas, y los nombres 
de las hijas de Salfad son: Majla, 
Noa, Jagla, Melca y Tersa. 34 Esas 
son las familias de Manasés. Se con-' 
taron cincuenta y dos mil setecientos. 

35 Hijos de Efraím, por sus familias; 
De Sutalaj, la familia de los sutal- 
jitas; de Bequer, la familia de los 
bequeritas; de Tajan, la familia de 
los tajani f as. 36 Hijos de Sutalaj: 
de Erón, la familia de los eronitas. 
37 Estas son las familias de Efraím. 
Se contaron treinta y dos mil qui¬ 
nientos. Estos son los hijos de José, 
por sus familias. 

38 Hijos de Benjamín, por sus fami¬ 
lias: de Bela, la familia de los belaitas; 
de Asbel, la familia de los asbelitas; 
de Ajiram, la familia de los ajira- 
mitas; 39 de Sufam, la familia de los 
sufamitas; de Jufam, la familia de 
los jufamitas. 40 Hijos de Bela fueron 
Arde y Noamán; de Arde, la familia 
de los arditas; de Noamán, la familia 
de los noamitas. 41 Estos son los 
hijos de Benjamín, por sus familias. 








NÚMEROS, 27 


Se contaron cuarenta y cinco mil ¡ 
seiscientos. 

42 Hijos de Dan, por sus familias; 
de Sujam, la familia de los sujami- 
tas. Estas son las familias de Dan, ¡ 
por sus familias. 43 Se contaron de 
la familia de Sujam sesenta y cuatro 
mil cuatrocientos. 

44 Hijos de Aser, por sus familias: 
De Jemna, la familia de los jemnaítas; 
de Jesuí, la familia de los jesuítas; 
de Brie, la familia de los brieítas. 
45 Hijos de Brie: de Jeber, la fami¬ 
lia de los jeberitas; de Malquiel, la 
familia de los malquielitas. 46 La 
hija de Aser se llamaba Saraj. 47 Estas 
son las familias de los hijos de Aser. 
Se contaron cincuenta y cuatro mil 
cuatrocientos. 

48 Hijos de Neftalí, por sus fami¬ 
lias: De Jajseel, la familia de los 
jajseclitas; de Guni, la familia de los 
gunitas; 49 de Jeser, la familia dé 
los jeseritas; de Selem, la familia 
de los selemitas. 60 Estas son las 
familias de Neftalí, por sus familias. 
Se contaron cuarenta y cinco mil 
cuatrocientos. 

61 Los hijos de Israel incluidos en 
el censo fueron: seiscientos un mil 
setecientos treinta hombres. 

32 Habló Yave a Moisés, dicién- 
dolc: 63 A estos repartirás la tierra 
en heredad, según el número de sus 
nombres. 64 A los más numerosos les 
darás una parte mayor, a los menos 
numerosos una parte más pequeña. 
A cada uno le será atribuida la here¬ 
dad según el número de sus contados 
cu el censo. 66 La distribución de la 
tierra se hará, sin embargo, por suer¬ 
tes. Recibirá cada una la tierra según 
los nombres de las familias patriar¬ 
cales. 66 Por suertes se distribuirá 
la tierra entre el mayor y el menor.» 

67 Este es el censo de los levitas 
por sus familias: De Gersón, la fami¬ 
lia de los gersonitas; de Caat, la 
familia de los caatitas; de Merari, 
la familia de los mcraritas. 58 Estas 
son las familias de Leví: la familia 
de los libnititas, la familia de los 
liebronitas, la familia de los majlitas, 
la familia de los amusitas, la familia 
de los coreítas. Caat engendró a 
Amrom, 69 y la mujer de Ainroni 
se llamaba Joquebcd, hija de Leví, 
que le nació a Leví en Egipto, 60 y 
le parió a Amram, Aron y Moi¬ 
sés, y María, hermana de éstos. De 
Arón nacieron Xadab y Abiú, Elea- 
zar e Itamar. 61 Nadab y Abiú mu¬ 


rieron cuando ofrecían ante Yave el 
fuego profano. 62 Hecho el censo de 
todos los varones de un mes arriba, 
se contaron veinte mil. No se con¬ 
taron entre los otros hijos de Israel, 
porque no había de asignárseles here¬ 
dad alguna en medio de los hijos 
de Israel. 

63 Este es el censo que lucieron 
Moisés y Eleazar, sacerdote, en los 
llanos de Moab, junto al Jordán, 
frente a Jericó. 64 Entre éstos no 
había ninguno de los enumerados en 
el censo que habían hecho en el 
desierto del Sinaí, 65 pues les había 
dicho Yave que morirían en el de¬ 
sierto; no quedó ni uno, excepto 
Caleb, hijo de Jefone, y Josué, hijo 
de Nun. 


Ley de las herencias. 

1 Acercáronse las hijas de Sal- 
^ 6 fad, hijo de Jefer, hijo de 
Galad, hijo de Maquir, hijo de Mana- 
sés, de las familias de Manases, el 
hijo de José, que se llamaban Majla, 
Noa, Jagla, Melca y Tersa; 2 y pre¬ 
sentándose a Moisés ante Eleazar, 
sacerdote, V ante todos los prínci¬ 
pes de la asamblea, a la entrada del 
tabernáculo de la reunión, dijeron: 

3 «Nuestro padre ha muerto en el 
desierto, y no era de la tropa de los 
que se confabularon contra Yave, 
de la tropa de Coré; pero ha muerto 
por su pecado y no ha dejado hijos. 

4 ¿Por qué va a ser el nombre de 
nuestro padre borrado de en medio 
de su familia, por no haber dejado 
hijos? Danos una heredad entre los 
hermanos de nuestro padre.» 

6 Moisés llevó la cosa ante Yave, 
6 y Yave dijo a Moisés: 7 «Las hijas 
de Salfad piden una cosa justa. 
Dales en heredad una propiedad entre 
í los hermanos de su padre, y que pase 
a ellas la heredad de su padre. 
8 Habla a los hijos de Israel, y diles: 
Si uno muere sin dejar hijos, haréis 
pasar su heredad a su hija; 9 y si 
no hay tampoco hija, pasará a sus 
hermanos la heredad. 10 Si no hay 
hermanos, daréis la heredad a los 
hermanos de su padre; 11 y si no hay 
hermanos de su padre, pasaréis la 
heredad al más próximo pariente de 
la familia; de éste será. Esta será 
para los hijos de Israel regla de dere¬ 
cho, como se lo ha ordenado Yave a 
i Moisés.» 





NÚMEROS, 28 


IÜf) 


Elección de Josué. 

12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a 
este monte ele Abarim, para ver la 
tierra que voy a dar a los hijos de 
Israel, 13 pues también tú te reunirás 
con tu pueblo, como Arón, tu hermano 
se ha reunido, 14 por haber sido rebel¬ 
des á mi mandato en el desierto de 
Sin, al rebelarse la muchedumbre, 
en vez de santificar ante ellos mi 
nombre, con ocasión de las aguas de 
Meriba, en Cades, en el desierto 
de Sin.» 

15 Moisés habló a Yave, diciendo: 
16 «Que Yave, el Dios de los espíri¬ 
tus de toda carne, constituya sobre la 
asamblea un hombre, 17 que los con¬ 
duzca y acaudille, para que la mu¬ 
chedumbre de Yave no sea como re¬ 
baño de ovejas sin pastor.» 18 Yave 
dijo a Moisés: «Toma a Josué, hijo 
de Nun, hombre sobre quien reside 
el espíritu, y pon tu mano sobre él. 
19 Ponlc ante Elcazar, sacerdote, y 
ante toda la asamblea, y le instala¬ 
rás ante sus ojos. 20 Trasmítele una 
parte de tu autoridad, para que la 
asamblea de los hijos de Israel le j 
obedezca. 21 Que se presente al sacer¬ 
dote Eleazar, que consultará por él 
el juicio de los XJrim ante Yave; y 
según este juicio, Josué saldrá y 
entrará, él y todos los hijos de Israel 
y toda la asamblea» (1). 

22 Hizo Moisés lo que le ordenó 
Yave; y tomando a Josué, le llevó 
ante Eleazar y ante toda la asamblea; 
23 y poniendo sobre él sus manos, le 
instituyó, como se lo había dicho 
Yave a Moisés. 


Fiestas y sacrificios. 

OQ 1 * Yave habló a Moisés, di- 
riendo: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: Cuidad de presentarme 
a sus tiempos mi ofrenda, mi ali¬ 
mento, por los sacrificios de combus¬ 
tión de olor suave para mí. 3 Diles: 
He aquí el sacrificio de combustión 
que ofreceréis a Yave. Cada día dos 
corderos primales, sin defecto, como 
holocausto. 4 * Ofrecerás uno de los 


(i) Josué sucede a Moisés, pen> sólo en 

una parte de la autoridad de éste, enteramente 

extraordinaria. Dios sigue siendo el jefe supremo 

de Israel; pero su lugarteniente, Josué, tiene ya 

que recurrir al sacerdote para conocer por los 

urim y tummim la voluntad de Dios. Ya no le 

habla éste cara a cara, como a Moisés 


corderos a la mañana y el otro entre 
dos luces, 6 y por oblación un décimo 
de (fu de flor de harina, amasada con 
un cuarto de hin de aceite de olivas 
machacadas. 6 Es el holocausto per¬ 
petuo que se ofrecía en el monte Sinaí, 
de olor suave, sacrificio de combus¬ 
tión a Yave. 7 La libación será de 
un cuarto de hin por cada cordero, 
y la libación de vino para Yave la 
harás en lugar santo. 8 El segundo 
cordero lo ofrecerás entre dos luces; 
y harás su libación como para el de 
la mañana; es sacrificio de combustión 
de suave olor a Yave. 

9 El día del sábado, dos corderos 
primales sin defecto, y como obla¬ 
ción, dos décimas de flor de harina 
amasada con aceite, y su libación. 
10 Este es el holocausto del sábado, 
para cada sábado, a más del holo¬ 
causto perpetuo y su libación. 

11 Al comienzo de vuestros meses 
ofreceréis como holocausto a Yave 
dos novillos, un carnero y siete cor¬ 
deros primales, sin defecto; 12 y 
como oblación, por cada novillo tres 
décimas de flor de harina amasada 
con aceite; por el carnero, dos déci¬ 
mas de flor de harina amasada con 
aceite; 13 y por cada uno de los cor¬ 
deros, una décima de flor de harina 
amasada con aceite. Es holocausto 
de agradable olor, sacrificio de com¬ 
bustión a Yave. 14 Las libaciones serán 
de un medio hin de vino, para un 
novillo; de un tercio de hin , para un 
carnero, y de un cuarto de hin, para 
un cordero. Este es el holocausto 
del comienzo de mes, para cada uno 
de los meses del año. 

15 Se ofrecerá a Yave un macho 
cabrío en sacrificio por el pecado, 
a más del holocausto perpetuo y su 
oblación. 16 El mes primero, a los 
catorce días del mes, será la pascua 
de Yave. 17 El día quince de ese 
mes será día de fiesta. Se comerá 
durante siete días pan ácimo. 18 El 
primero habrá asamblea santa, y 
no haréis ningún trabajo servil. 
19 Ofreceréis en sacrificio de combus¬ 
tión un holocausto a Yave, de dos 
novillos, un carnero y siete corderos 
primales, sin defecto; 20 y como 
oblación, flor de harina amasada con 
aceite, tres décimas por novillo, dos 
por carnero, 21 y una por cada uno 
de Ips siete corderos. 

22 Ofreceréis también un macho 
cabrío en sacrificio por el pecado, 
para expiaros; 23 y lo ofreceréis a más 








NUMEROS. 29 


del holocausto de la mañana, el holo¬ 
causto perpetuo. 24 Ofreceréis estos 
sacrificios cada día durante siete días; 
es el alimento consumido por el 
fuego, de olor agradable a Ya ve; y 
los ofreceréis sin perjuicio del holo¬ 
causto perpetuo y de su libación. 25 El 
séptimo día tendréis asamblea santa, 
y no haréis en él trabajo servil 
alguno. 

26 El día de las primicias presen¬ 
taréis a Yave una oblación de lo 
nuevo; y en vuestra fiesta de las 
semanas tendréis asamblea santa y 
no haréis trabajo servil alguno. 27 Ofre¬ 
ceréis, como holocausto de olor suave 
a Yave, dos novillos, un carnero y 
siete corderos primales; 28 y como 
oblación, flor de harina amasada con 
aceite; tres décimas por cada no¬ 
villo, dos por el carnero 29 y una por 
cada uno de los siete corderos. 
30 Ofreceréis un macho cabrío para 
expiaros. 31 Esto, sin perjuicio del 
holocausto perpetuo y de la obla¬ 
ción, eligiendo las víctimas sin de¬ 
fecto, y añadiendo las libaciones ordi¬ 
narias. 


Las fiestas de otoño. 


29 1 E1 séptimo mes, el día primero 
** del mes, tendréis asamblea santa 
y no haréis en él trabajo servil al¬ 
guno. Será para vosotros el día del 
sonar de las trompetas. 2 Ofreceréis, 
como holocausto de suave olor a 
Yave, un novillo, un carnero y siete 
corderos primales, sin defecto; 3 y 
como oblación, flor de harina ama¬ 
sada con aceite, tres décimas por 
el novillo, dos por eí carnero 4 y una 
por cada uno de los siete cor¬ 
deros. 

5 Ofreceréis un macho cabrío en 
sacrificio por el pecado, para expía- < 
ros. 6 Lo ofreceréis a más del bolo- j 
causto del mes y de su oblación, y 
del holocausto perpetuo y su obla¬ 
ción, y de sus libaciones, según lo 
prescrito. Son sacrificios de com¬ 
bustión, de olor grato a Yave. 

7 El día diez de ese mismo mes ten¬ 
dréis asamblea santa, y afligiréis 
vuestras almas, y no haréis en él 
trabajo alguno. 8 Ofreceréis, en holo¬ 
causto de olor grato a Yave, un 
novillo, un carnero y siete corderos 
primales, sin defecto; 9 y como obla¬ 
ción, flor de harina amasada con 


aceite, tres décimas por el novillo, 
dos por el carnero 10 y una por cada 
uno de los siete corderos. 11 Ofrece¬ 
réis un macho cabrío en sacrificio 
por el pecado, a más del sacrificio 
expiatorio, del holocausto perpetuo 
y de sus oblaciones y libaciones. 

12 El día quince del séptimo mes 
tendréis asamblea santa y no haréis 
en él trabajo servil alguno; y cele¬ 
braréis la fiesta en honor de Yave 
durante siete días, 13 ofreciendo en 
holocausto, sacrificio de combustión 
de olor grato a Yave, trece novillos, 
dos carneros y catorce corderos pri¬ 
males, sin defecto; 14 y como obla¬ 
ción, flor de harina amasada con 
aceite; tres décimas por cada uno 
de los catorce novillos, dos por cada 
uno de los dos carneros, 15 y una por 
cada uno de los catorce corderos. 
16 Ofreceréis un macho cabrío en 
sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo y de su oblación 
y sus libaciones. 17 El segundo día 
ofreceréis doce novillos, dos carneros 
y catorce corderos primales, sin de¬ 
fecto; 18 con la oblación y las liba¬ 
ciones por los novillos, los carneros 
y los corderos, según su número, y 
según la regla, 19 y un macho cabrío 
por el pecado, a más del holocausto 
perpetuo, su oblación y sus liba¬ 
ciones. 

20 El día tercero ofreceréis once 
novillos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 21 con 
su oblación y sus libaciones por los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla; 22 y un macho cabrío para el 
sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo, su oblación y 
sus libaciones. 

23 El cuarto día ofreceréis diez no¬ 
villos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 24 con 
sus oblaciones y libaciones por los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 25 Ofreceréis un macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo, de su oblación 
y de su libación. 

26 El quinto día ofreceréis nueve 
novillos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 27 con 
sus oblaciones y libaciones por los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 28 Ofreceréis un macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más 





NÚMEROS, 30. 31 


167 


del holocausto perpetuo y de su 
oblación y libación. 

29 El sexto día ofreceréis ocho no¬ 
villos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 30 con 
sus oblaciones y libaciones, por. los 
novillos, los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 31 Ofreceréis un macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo y de su obla¬ 
ción y su libac ón. 

32 El séptimo día ofreceréis siete 
novillos, dos carneros y catorce cor¬ 
deros primales, sin defecto, 33 con 
sus oblaciones y libaciones por los 
novillos los carneros y los corderos, 
según su número y conforme a la 
regla. 34 Ofreceréis el macho cabrío 
en sacrificio por el pecado, a más del 
holocausto perpetuo, de su oblación 
y de su libación. 

35 El día octavo tendréis asamblea 
solemne y no haréis en él trabajo 
servil alguno. 36 Ofreceréis en holo¬ 
causto, sacrificio de combustión de 
olor grato a Yave, un toro, un car¬ 
nero y siete corderos primales, sin 
defecto 37 con sus oblaciones y sus 
libaciones por el toro, el carnero y 
los corderos, según su número y 
conforme a la regla. 33 Ofreceréis 
un macho cabrío en sacrificio por el 
pecado, a más del holocausto per¬ 
petuo y de su oblación y su libación. 
39 Estos son los sacrificios que en 
vuestras fiestas ofreceréis a Yave, 
independientemente de vuestros vo¬ 
tos y de vuestras ofrendas volunta¬ 
rias, holocaustos, oblaciones y sacri¬ 
ficios pacíficos.» 


Ley acerca de los votos. 

1 Moisés habló a los jefes de 
las tribus de Israel, diciendo: 
2 «He aquí lo que manda Yave: 3 Si 
uno hace un voto a Yave, o un jura¬ 
mento por el cual se obliga a sí 
mismo, no faltará a su palabra; 
cuanto salió de su boca, hágalo. 

4 Si una mujer núbil en la casa 
de su padre hace un voto a Yave 
y se obliga a alguna privación; 5 y 
su padre, al conocer el voto o la 
obligación contraída, nada dice, todo 
voto que haya hecho y toda obli¬ 
gación que haya contraído serán vᬠ
lidos; 6 pero si al tener conocimiento 
de ello el padre lo desaprueba, todos 
los votos que haya hecho y todas las 


, obligaciones que haya contraído serán 
nulos, y Yave la perdonará, por ha¬ 
berlo desaprobado su padre. 

7 Si cuando se casa está ligada por 
algún voto o por palabra salida 
de sus labios; 8 si al saberlo su ma¬ 
rido se calla el día en que lo ha sa¬ 
bido, sus votos son válidos, así como 
las obligaciones que haya contraído 
tendrán valor. 9 Pero si al saberlo 
su marido lo desaprueba, anula el 
voto que hizo y la palabra que salió 
de sus labios, con la cual se obligó, 
y Yave la perdonará. 

10 El voto de una viuda o de una 
repudiada, y la obligación que con- 
trayere, son válidos. 

11 Si, ya en la casa de su marido, 
una mujer hace un voto o se obliga 
a algo con juramento, 12 y su marido 

, al saberlo nada dice y no desaprueba, 
todos sus votos serán válidos, así 
como las obligaciones que contraiga; 
13 pero si su marido, al saberlo, lo 
anula, todo cuanto salió de sus labios, 
votos y obligaciones, quedan sin 
valor; los anuló su marido, y Yave 
la perdonará. 14 Todo voto y todo 
juramento por el cual se obligara a 
mortificar su persona, puede el ma¬ 
rido ratificarlo o anularlo. 15 Pero 
si el marido un día y otro guarda 
silencio, ratifica todos los votos que 
ella haya hecho y todas las obliga¬ 
ciones que haya contraído; los rati¬ 
fica por haber callado al tener cono¬ 
cimiento de ello. 16 Si en lo sucesivo 
los anula, llevará sobre sí su ini¬ 
quidad.» 17 Esta es la ley que Yave 
dió a Moisés para entre marido y 
mujer, y para entre padre e hija, 
mientras ésta es núbil en la casa de 
su padre. 


Guerra contra los inadianitas. 

O I 1 Yave habló a Moisés, di- 
* ciendo: 2 «Venga a los hijos de 
Israel de los madianitas, y después 
te reunirás con tu pueblo.» 

3 Moisés habló a los hijos de Is¬ 
rael, diciendo: «Armad de entre vos¬ 
otros hombres para la guerra, que 
marchen contra Madián para ejecu¬ 
tar en ellos la venganza de Yave; 
4 mil hombres por cada una de las 
tribus de Israel.» 

6 Hízose, pues, entre las tribus de 
Israel la leva de mil hombres por 
tribu, doce mil hombres armados 
en guerra. Moisés los mandó al 







NÜMEROS. 31 


1 h<S 


combate, mil hombres por tribu, y 
con ellos mandó a la lucha a Fines, 
el hijo de Eleazar, el sacerdote, que ¡ 
llevaba consigo los ornamentos sa¬ 
grados y las trompetas para tocarlas. 

7 Avanzaron contra Madián, con¬ 
forme a la orden que Ya ve había 
dado a Moisés y mataron a todos 
los varones. 8 A más de los que habían 
caído mataron a los reyes de Madián 
Evi, Requem, Sur, Jur y Reba, 
cinco reyes de Madián; y mataron 
también al filo de la espada a Ralam, 
hijo de Bcor; 9 tomaron todas sus 
mujeres y sus niños, sus ganados y 
toda su posesión; 10 y quemaron 
todas sus ciudades y aldeas y tien¬ 
das; 11 y cogiendo la presa, cuanto 
habían tomado en hombres y ani¬ 
males, 12 llevaron a Moisés y Eleazar, 
sacerdote, y a toda la muchedumbre 
de Israel, los prisioneros, los despo¬ 
jos y el botín, al campamento en 
los líanos de Moab, junto al Jordán, 
frente a Jericó. 13 Moisés, Eleazar 
y todos los príncipes déla asamblea 
salieron a su encuentro fuera del 
campamento; 14 y airado Moisés 
contra los jefes de* las centenas que 
venían del combate, 15 les dijo: «¿Por 
qué habéis dejado la vida a las mu¬ 
jeres? 16 Fueron ellas las que por 
consejo de Balam arrastraron a los 
hijos de Israel a ser infieles a Yave 
en lo de Fogor. 17 Matad de los niños 
a todo varón, y de las mujeres a 
cuantas han conocido lecho de varón; 
18 las que no han conocido lecho de 
varón, reserváoslas; 19 y vosotros 
acampad fuera del campamento du¬ 
rante siete dias; quien hubiere ma¬ 
tado a un hombre o tocado a un 
muerto, purifiqúese al tercero* y al 
séptimo día, vosotros y vuestros pri¬ 
sioneros. 20 Purificad también todos 
los vestidos, todo objeto de cuero o 
hecho de pelq de cabra, y todo uten¬ 
silio de madera.» 

21 Eleazar, el sacerdote, dijo a los 
hombres de guerra que habían ido 
al combate: «He aquí lo que manda 
la ley de Yave dada a Moisés: 
22 el oro, la plata, el bronce, el hierro, 
el estaño y el plomo, 23 todo lo que 
ppede resistir el fuego, pasadlo por 
el fuego, y será puro, después de ser, 
además, purificado por el agua lus- 
tral; lo que no resiste el fuego, lo 
liaréis pasar por el agua; 24 lavaréis 
vuestros vestidos el día séptimo y 
seréis puros, y ya podréis luego 
entrar en el campamento.’» 


Distribución del botín. 

25 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
26 «Tú y Eleazar, sacerdote, y todos 
los cabezas de familia de la comu¬ 
nidad, haced el cómputo de todo lo 
cogido, tanto en hombres como en 
animales, 27 y distribuye el botín 
entre los combatientes que han ido 
a la guerra y el resto de la comunidad. 
28 De lo de los combatientes que han 
ido a la guerra tomarás como tri¬ 
buto a Yave (1), uno por cada qui¬ 
nientos, tanto en hombres como en 
bueyes, asnos y ovejas; 29 lo tomarás 
de su mitad, y lo entregarás a Elea¬ 
zar, sacerdote, como tributo a Yave. 

30 De la mitad de los hijos de Israel 
tomarás el uno por cincuenta, tanto 
en hombres como en bueyes, asnos, 
ovejas y animales de toda clase, y se 
lo darás a los levitas que velan al 
servicio del tabernáculo de Yave.» 

31 Moisés y Eleazar, sacerdote, hi¬ 
cieron lo que Yave había mandado 
a Moisés; 32 y resultó que del botín 
cogido por las tropas combatien¬ 
tes quedaban seiscientas setenta y 
cinco mil ovejas, 33 setenta y dos mil 
cabezas de ganado bovino 34 y se¬ 
senta y un mil asnos; 35 y de mujeres 
que no habían compartido lecho de 
varón, treinta y dos mil almas. 
36 La mitad correspondiente a los 
que habían ido a la guerra fué: de 
ovejas, trescientas treinta y siete 
mil quinientas, 37 y el tributo a 
Yave, de seiscientas setenta y cinco; 
38 de bueyes, treinta y seis mil, y el 
tributo a Yave, setenta v dos; 39 de 
asnos, treinta mil quinientos, y el 
tributo a Yave, de sesenta y cinco; 

40 de personas, dieciséis mil, y el 
tributo a Yave, treinta.y dos almas. 

41 Moisés dió a Eleazar, sacerdo¬ 
te, el tributo reservado a Yave, 
como éste lo había mandado a 
Moisés. 

42 La mitad correspondiente a los 
hijos de Israel, que Moisés había 
separado de la de los combatientes, 
43 la mitad que tocaba a la comuni¬ 
dad, fué de treinta y siete mil qui¬ 
nientas ovejas, 44 treinta y seis mil 
bueyes, 45 treinta mil asnos 46 y 
dieciséis mil personas. 47 De esta 
mitad correspondiente a los hijos de 


(i) Participa Yave en la distribución del 
botín, como jefe supremo del pueblo, que es 
quien les da la victoria, y esta parte suya es la 
que da él a los sacerdotes y levitas. 







NUMEROS, 32 16í> 


Israel, tomó Moisés el vino por cin¬ 
cuenta en hombres y animales, y se 
lo dió a los levitas que velan al ser¬ 
vicio del tabernáculo de Yave, como 
éste se lo había mandado a Moisés. 

48 Entonces los jefes de la expedición, 
cabos de los millares y cabos de las 
centenas, se presentaron a Moisés 

49 y le dijeron: «Tus siervos han 
hecho la lista de los hombres de 
guerra que han estado a nuestras 
órdenes, y no falta ni uno. 60 Trae¬ 
mos, pues, como ofrenda a Yave, 
los objetos de oro que cada uno ha 
cogido; brazaletes, cadenas, anillos, 
pendientes y collares, para hacer 
la expiación por nosotros ante Yave.» 
61 Moisés y Eleazar, sacerdote, reci¬ 
bieron de ellos el oro, todos objetos 
artísticamente trabajados. 52 Todo 
el oro que presentaron a Yave, de 
parte de los cabos de los millares y 
de los cabos de las centenas, fué de 
dieciseis mil setecientos cincuenta si¬ 
dos. 63 Los hombres de tropa tuvie¬ 
ron todos sus botín para cada uno. 
54 Mo sés y Eleazar, sacerdote, to¬ 
mando el oro de los cabos de millares 
y de los cabos de centenas, lo llevaron 
al tabernáculo de la reunión, como 
memoria de'los hijos de Israel ante 
Yave. 


División de la Transjordanla* 

oí) 1 Eran muy numerosos los re* 
OJ* baños de los hijos de Rubén 
y los de los hijos de Gad; extraordi¬ 
nariamente numerosos; 2 y viendo 
que la tierra de Jazev y la de Galad 
sería una tierra muy a propósito para 
apacentarlos, vinieron a Moisés y a 
Eleazar y a los príncipes de la asam¬ 
blea, y Tes dijeron: 3 «Atarot, Dibón, 
Jazer, Nemra, Hcscbón, Eleale, Sa- 
bán, Ncbo y Neón; 4 esa tierra que 
Yave ha herido ante la congregación 
de Israel es tierra muy a propósito 
para los ganados, y vuestros siervos 
los tienen. 6 Si, pues—dijeron—, tus 
siervos han hallado gracia a tus ojos, 
dése a tus siervos en heredad esta 
tierra y no nos hagas pasar el Jordán.» 

6 Moisés respondió a los hijos de 
Gad y a los hijos de Rubén: «¿Van 
a ir a la guerra vuestros hermanos, 
y vais a quedaros vosotros aquí? 

7 Por qué queréis desanimar a los 
hijos de Israel, para que no pasen 
a la tierra que les da Yave? 8 Así 


hicieron ya vuestros padres, cuando 
yo los mandé de Cades Barne a ex¬ 
plorar la tierra. 9 Subieron hasta el 
valle de Escol, vieron la tierra, y 
acobardaron a los hijos de Israel, 
para que no se atreviesen a ir a la 
tierra que les da Yave; 10 y la có¬ 
lera de Yave se encendió aquel día, 
y juró, diciendo: 11 «Esos que han 
subido de Egipto, de los veinte años 
para arriba, no verán .la tierra que 
con juramento prometí yo a Abraham, 
Isac y Jacob, porque no han seguido 
fielmente mis caminos, 12 fuera de 
Caleb, hijo de Jefone, el quenecita, 
y Josué, hijo de Nun, que fielmente 
han seguido los caminos de Yave. 

13 Encendióse contra Israel la cólera 
de Yave, y le ha hecho ir y venir 
por el desierto durante cuarenta años, 
hasta extinguirse toda la generación 
que había obrado mal ante Yave. 

14 Y ahora vosotros sucedéis a vues¬ 
tros padres/ prole de pecadores, para 
encender más todavía la cólera de 
Yave contra Israel? 15 Porque si os 
negáis a seguirle, él seguirá dejando 
a Israel en el desierto, y seréis la 
causa de la ruina de todo el 
pueblo.» 

16 Ellos, acercándose a Moisés, le 
dijeron: «Nosotros edificaremos aquí 
apriscos para nuestros ganados y 
-ciudades para nuestros niños; 17 pero 
armados, iremos sin demora delante 
de los hijos de Israel, hasta que los 
hayamos introducido en el lugar que 
ellos han de ocupar; nuestros hijos 
quedarán en ciudades fortificadas a 
causa de los habitantes de esta tierra; 
18 pero nosotros no volveremos a 
nuestras casas hasta que los hijos de 
Israel hayan tomado cada uno pose¬ 
sión de su heredad, 19 pucs.no que¬ 
remos tener heredad para nosotros 
al otro lado del Jordán, ni más allá, 
porque tendríamos ya nuestra here¬ 
dad de este lado del Jordán, al orien¬ 
te.» 20 Moisés les dijo: «Si eso hacéis, 
si armados para combatir ante Yave, 
21 todos vuestros hombres de guerra 
pasan el Jordán ante Yave, hasta 
que hayan arrojado de ante sí a sus 
enemigos, 22 y no os volvéis a vuestras 
casas hasta que la tierra quede some¬ 
tida a Yave, entonces inculpables se¬ 
réis ante Yave y ante Israel, V esta 
tierra será vuestra posesión ante 
Yave. 23 Pero si no hacéis lo que pro¬ 
metéis, pecaréis ante Yave, y estad 
ciertos de que vuestro pecado os al¬ 
canzará. 24 Edificad, pues/ ciudades 









170 


NÚMEROS, 33 


para vuestros hijos y apriscos para 
vuestros ganados, y cumplid la pa¬ 
labra que ha salido de vuestra boca.» 

25 Los hijos de Gad y los hijos de 
Rubén dijeron a Moisés: «Tus sier¬ 
vos harán cuanto mi señor les mande; 

26 nuestros hijos y nuestras mujeres, 
nuestros rebaños y nuestros ganados, 
quedarán en las ciudades de Galad; 

27 y tus siervos, todos nuestros hom¬ 
bres, armados para el combate, ire¬ 
mos a la guerra ante Yave, como mi 
señor lo ha dicho.» 28 Entonces dió 
Moisés órdenes acerca de ellos a 
Eleazar, sacerdote, a Josué, hijo de 
Nun, y a los jefes de familia de las 
tribus de Israel, 29 diciendo: «Si los 
hijos de Gad y los hijos de Rubén 
pasan con vosotros el Jordán con 
todos sus hombres armados, para 
combatir ante Yave, una vez con¬ 
quistada la tierra les daréis por here¬ 
dad la tierra conquistada de Galad; 

30 pero si no pasan con vosotros ar¬ 
mados, se establecerán en medio de 
vosotros en la tierra de Canán.» 

31 Los hijos de Gad y los hijos de 
Rubén respondieron: «Haremos lo que 
Yave ha dicho a sus siervos. 32 Pa¬ 
saremos armados ante Yave a la 
tierra de Canán, y la posesión de 
nuestra heredad quedará del lado acá 
del Jordán.» 

33 Moisés dió a los hijos de Gad, ¡ 
a los de Rubén y a la media tribu de 
Manases, hijo de José, el reino de 
Seón, rey de los amorreos, y el reino 
de Og, rey de Basán; la tierra con sus 
ciudades y el territorio en torno de 
las ciudades. 34 Los hijos de Gad 
edificaron Dibón, Atarot, Aroer, 
85 Atarot-Sofan, Jazer, Jegboa, 36 Bct- 
nimra, y Betoron, ciudades fuertes, 
e hicieron apriscos para sus ganados. 
37 Los hijos de Rubén edificaron Hc- 
sebón, Eleale, Cariataim, 38 Nabo y 
Balmeón, cuyos nombres fueron mu¬ 
dados, y Scbama, y dieron nuevos 
nombres a las ciudades que edifi-l 
caban. 

39 Los hijos de Maquir, hijo de 
Manasés, marcharon contra Galad, y 
conquistándola, arrojaron a los amo¬ 
rreos que allí estaban. 40 Moisés dió 
Galad a Maquir, hijo de Manasés, 
que se estableció allí. 41 Jair, hijo de 
Manasés, marchó también y se apo¬ 
deró de sus burgos, que llamó Javo^ 
Jair. 42 También marchó Nobaj y 
se apoderó de Canat y de las ciudades 
de ella dependientes, llamándola de 
su nombre, Nobaj. 


Las etapas del camino desde Egip¬ 
to al Jordán. 

QQ 1 He aquí las estaciones de los 
hijos de Israel, cuando salie¬ 
ron según sus escuadras de la tierra 
de Egipto, conducidos por Moisés 
y Arón. 2 Moisés describió su salida 
según sus estaciones a voluntad de 
Yave, y son éstas las estaciones de 
su salida: 3 Partieron de Rameses 
el primer mes, el día quince del 
primer mes. Al día siguiente a la 
pascua, los hijos de Israel salieron 
con mano alzada, a la vista de todos 
los egipcios. 4 Los egipcios estaban 
sepultando a sus primogénitos, que 
había herido Yave entre ellos, ha¬ 
ciendo así justicia contra sus dioses. 
6 Partieron, pues, los hijos de Israel 
dé Rameses y acamparon en Sucot. 
6 Partidos de Sucot, acamparon en 
Etam, que está en el extremo del 
desierto. 7 Partidos de Etam, volvie¬ 
ron hacia Piajirot, que está frente a 
Balsefón, y acamparon frente a Mig- 
dol. 8 Partidos de Piajirot, pasaron 
por en medio del mar hacia el de¬ 
sierto, e hicieron tres días de camino 
en el desierto de Etam, y acamparon 
en Mara. 9 Partidos de Mara, llega¬ 
ron a Elim, donde había doce fuentes 
y setenta palmeras, y acamparon allí. 
10 Partidos de Elim, acamparon junto 
al Mar Rojo. 11 Partidos del Mar 
Rojo, acamparon en el desierto de 
Sin. 12 Partidos del desierto de Sin, 
acamparon en Dafca. 13 Partidos de 
Dafca, acamparon en Alus. 14 Par¬ 
tidos de Alus, acamparon en Rafi- 
dim, donde no había agua para que 
bebiera el pueblo. 15 Partidos de Ra- 
fidim, acamparon en el desierto del 
Sinaí. 16 Partidos del desierto del 
Sinaí, acamparon en Quibrotatava. 
17 Partidos de Quibrotatava, acam¬ 
paron en Jascrot. 18 Partidos de Ja- 
scrot, acamparon en Retina. 19 Par¬ 
tidos de Retma, acamparon en Rcmón 
Pares. 20 Partidos de Rcmón Pares, 
acamparon en Lcbua. 21 Partidos de 
Lcbna, acamparon en Resa. 22 Par¬ 
tidos de Rosa, acamparon en Quelata. 
23 Partidos de Quelata, acamparon 
en el monte Sefcr. 24 Partidos del 
monte Sefcr, acamparon en Jarada. 
25 Partidos de Jarada, acamparon en 
Maquclot. 28 Partidos de Maquclot, 
acamparon en Tajat. 27 Partidos de 
Tajat, acamparon en Taraj. 28 Par¬ 
tidos de Taraj, acamparon en Mitca. 
29 Partidos de Mitca, acamparon en 





NÚMEROS, 34 


171 


Jasmona. 80 Partidos de Jasmona, 
acamparon en Moserot. 81 Partidos 
de Moserot, acamparon en Bene Jacán. 

33 Partidos de Bene Jacán, acampa¬ 
ron en Jor Agadgad. 33 Partidos de 
Jor Agadgad, acamparon en Jatbata. 

34 Partidos de Jatbata, acamparon 
en Ebrona. 35 Partidos de Ebrona, 
acamparon en Asiongaber. 36 Partidos 
de Asiongaber, acamparon en el de¬ 
sierto de Sin, que es Cades. 37 Par¬ 
tidos de Cades, acamparon en el 
monte Or, al extremo de la tierra de 
Edom. 38 Arón, sacerdote, subió al 
monte Or por orden de Ya ve, y murió 
allí el año cuadragésimo después de 
la salida de la tierra de Egipto, el 
quinto mes, el primero del mes. 
3 ^ Tenía Arón ciento veintitrés años 
cuando murió en la cima del monte 
Or. 40 Fué entonces cuando el cana- 
neo, rey de Arad, que habitaba el 
Negueb, en la tierra de Canán, tuvo 
conocimiento de la llegada de los 
hijos de Israel. 41 Partidos del monte 
Or, acamparon en Salmona. 42 Par¬ 
tidos de Salmona, acamparon en 
Punón. 43 Partidos de Punón, acam¬ 
paron en Obot. 44 Partidos de Obot, 
acamparon en Jabarín en los confines 
de Moab. 45 Partidos de Jabarín, 
acamparon en Dibon Gad. 46 Partidos 
de Dibon Gad, acamparon en Elmon 
Deblataim. 47 Partidos de Elmon 
Deblataim, acamparon en los montes 
de Abarim, frente a Nebo. 48 Parti¬ 
dos de los montes de Abarim, acam¬ 
paron en los llanos de Moab, junto 
al Jordán, frente a Jericó; 49 acam¬ 
paron a lo largo del Jordán, desde 
Bet Jesinot hasta Abelsetim, en los 
llanos de Moab. 


Distribución de la tierra pro¬ 
metida. 

60 En los llanos de Moab habló 
Yave a Moisés, diciendo: 51 «Di a 
los hijos de Israel: Cuando hubiereis 
pasado el Jordán para la tierra de 
Canán, 62 arrojad de delante de vos¬ 
otros a todos los habitantes de la 
tierra, 63 y destruid todas sus escul¬ 
turas y todas sus imágenes fundidas, 
y devastad todos sus excelsos. 64 To¬ 
mad posesión de la tierra y habitadla, 
pues para que la poseáis os la doy. 
Distribuidla por suerte entre las fa¬ 
milias. A las más numerosas les daréis 
mayor heredad, y una más pequeña 
heredad a las menos numerosa^ La 


, que en suerte le tocare a cada una, 
esa será su heredad, y la recibiréis 
í en posesión según vuestras tribus pa¬ 
triarcales. 66 ¡ái no arrojáis de de¬ 
lante ,de vosotros a los habitantes de 
la tierra, los que de ellos dejéis en 
medio de vosotros serán como espi¬ 
nas en vuestros ojos y aguijón en 
vuestros flancos, y os hostilizarán en 
¡ la tierra que vais a habitar, 66 y yo 
mismo os trataré a vosotros como 
había resuelto tratarlos a ellos.» 


Las fronteras. 

OI 1 Yave habló a Moisés, dicien- 
^ * do: 2 «Habla a los hijos de 
Israel y diles: Cuando hayáis entrado 
en la tierra de Canán, lie aquí el terri- 
i torio que será vuestra parte: la tierra 
de Canán según sus fronteras: 3 Del 
lado meridional, irá por el desierto de 
Sin a lo largo de Edom, y vuestra 
frontera meridional arrancará del ex¬ 
tremo del mar de sal, a oriente; 4 se 
inclinará al sur, por la subida de 
: Aerobim, pasará por Sin, llegando 
1 hasta el mediodía de Cades Barne, 
y continuará por Jatsar Adar, pa¬ 
sando por Asemón, 6 y desde Asemón 
irá hasta el torrente de Egipto, para 
morir en el mar. 6 Por frontera occi¬ 
dental tendréis el Mar grande, que 
por este lado os servirá de confín. 
7 El confín septentrional será éste: 
A partir del Mar grande, le trazaréis 
por el monte Or; 8 del monte Or le 
llevaréis hasta la entrada de Jamat, 
llegando a Jedada, 9 y continuará por 
Zeírón, para terminar en Hatsar Enón: 
éste será vuestro confín septentrional. 
10 La frontera oriental la llevaréis 
desde Jasar Enán a Sefama; 11 bajará 
de Sefama a Rebla, al este de Ain, 
descendiendo de aquí al oriente hasta 
el Mar de Queneret, 12 y llegando 
hasta el Jordán, seguirá a lo largo de 
éste, para morir en el Mar de sal. 
Esta será vuestra tierra y las fron¬ 
teras que la rodearán.» 

13 Moisés dió esta orden a los hijos 
de Israel: «Esta es la tierra que por 
suertes habéis de distribuir y que 
Yave ha ordenado dar a las nueve 
i y media tribus; 14 porque la tribu de 
los hijos de Rubén y la de los hijos 
de Gad han recibido ya su heredad 
I según sus familias, y la media tribu 
; de Manasés ha recibido también la 
suya. 15 Estas tribus y la media 
I tienen ya su heredad al lado de allá 






172 


NÚMEROS, 35 


del Jordán, frente a Jericó, al oriente.» 

18 Habló Yave a Moisés, diciendo: 
17 «He aquí los nombres de los que 
han de hacer la distribución de la 
tierra entre vosotros: Eleazar, sacer¬ 
dote, y Josué, hijo de Nun. 18 Toma¬ 
réis también un príncipe de cada 
tribu para distribuiros la tierra. 19 He 
aquí los hombres de éstos: Por la 
tribu de Judá, Calcb, hijo de Jefone; 
20 por la tribu de los hijos de Simeón, 
Samuel, hijo de Amiud; 21 por la tribu 
de Benjamín, Elidad, hijo de Caselón; 
22 por la tribu de los hijos de Dan, 
el príncipe Boqui, hijo de Jogli; 23 por 
la tribu de los hijos de Manases, el 
príncipe Janiel, hijo de Efod; 24 por 
la tribu de los hijos de Efraím, el 
príncipe Camuel, hijo de Seítán; 
25 por la tribu de los hijos de Za¬ 
bulón, el príncipe Elisafán, hijo de 
Parmac; 26 por la tribu de los hijos 
de Isacar, el príncipe Paltiel, hijo 
de Ozán; 27 por la tribu de los hijos 
de Aser, el príncipe Ajiud, hijo de 
Salomí; 28 por la tribu de los hijos 
de Neftalí, el príncipe Pedael, hijo de 
Amiud. 29 Estos son aquellos a quie¬ 
nes manda Yave distribuir la tierra 
de Canán entre los hijos de Israel. 


Las ciudades lcvíticas, 

O rz 1 Habló Yave a Moisés en los 
llanos de Moab, junto al Jordán, 
frente a Jericó, diciendo: 2 «Manda 
a los hijos de Israel que de la heredad 
de su posesión, cedan a los levitas 
ciudades, en las que puedan habitar. 
Dadles también lugares de pastos en 
los contornos de esas ciudades. 3 Que 
tengan ciudades en que habitar y 
pastos para sus animales, para sus 
ganados y para todas sus bestias. 
4 Los lugares de pastos en torno de 
las ciudades que daréis a los levitas, 
serán: a partir de los muros de la 
ciudad, para afuera, de mil codos en 
torno; 5 y la extensión de fuera de 
la ciudad, dos mil codos a la parte 
de oriente, dos mil codos a la parte 
del mediodía, dos mil codos a la 
parle de occidente y dos mil codos a 
la parte del norte, quedando en medio 
la ciudad. Estos serán los lugares de 
pastos de sus ciudades. 6 De las ciu¬ 
dades mismas que daréis a los levitas, 
seis serán las ciudades de refugio, 
donde pueda refugiarse el homicida; 
y las otras, cuarenta y dos en número; 
7 en total, cuarenta y ocho ciudades 


con sus lugares de pasto. En cuanto 
a las ciudades que de los hijos de 
Israel habéis de dar a los levitas, 
8 tomaréis más de los que tengan más, 
y menos de los que tengan menos. 
Cada uno cederá para los levitas sus 
ciudades en proporción de la heredad 
que haya recibido.» 


Ciudades de refugio. 

9 Yave habló a Moisés, diciendo: 
10 «Habla a los hijos de Israel y diles: 
Cuando hayáis pasado el Jordán, en 
la tierra de Canán, 11 elegiréis ciuda¬ 
des que sean para vosotros ciudades 
de refugio, donde pueda refugiarse el 
homicida que hubiere muerto a algu¬ 
no sin querer. 12 Estas ciudades os 
servirán de asilo contra el vengador 
de la sangre, para que no sea muerto 
el homicida antes de comparecer en 
juicio ante la asamblea. 13 Las ciu¬ 
dades a esto destinadas serán seis, 
que serán para vosotros ciudades de 
refugio. 14 Destinaréis tres del lado 
de allá del Jordán, y tres en la tierra 
de Canán, para ciudades de refugio, 
15 para los hijos de Israel, para el 
extranjero y para el que habita en 
medio de vosotros, para que quien 
haya matado a alguno sin querer, 
pueda refugiarse en ellas. 16 Si le 
hirió con instrumento de hierro y 
se sigue la muerte, es homicida, y el 
matador será muerto; 17 lo mismo si 
le hirió con piedra en la mano, capaz 
de causar la muerte, y ésta se sigue; 
es homicida y será castigado con la 
muerte; 18 lo mismo si le hirió mane¬ 
jando un instrumento de madera, 
capaz de producir la muerte y ésta 
, se sigue; es homicida y será muerto. 
l 19 El vengador de la sangre matará 
por sí mismo al homicida, cuando le 
I encuentre, le matará. 20 Si por odio 
le derribó o le arrojó de propósito 
j encima alguna cosa y se sigue la 
I muerte, 21 o si por odio le golpea con 
las manos y se sigue la muerte, el 
que hirió será castigado con la muer¬ 
te: es homicida. El vengador de la 
sangre le matará cuando le encuentre. 
22 Mas si, al contrario, por azar, sin 
odio, le derriba o le arroja encima 
alguna cosa sin querer, 23 o sin verle 
le tira encima una piedra que puede 
causar la muerte, y la muerte se 
sigue, sin que fuera su enemigo, ni 
buscase su mal, 24 juzgará la asam¬ 
blea enlre el que hirió y entre el 






NÚMEROS, 36 


173 


vengador de la sangre, según las 
leyes. 26 La asamblea librará al ho¬ 
micida del vengador de la sangre, le 
volverá a la ciudad de asilo donde 
se refugió, y allí morará hasta la 
muerte del sumo sacerdote ungido 
con el óleo sagrado. 26 Si el homicida 
sale del territorio de la ciudad de 
asilo en que se refugió, 27 y el venga¬ 
dor de la sangre le encuentra fuera 
del territorio de su ciudad de refu¬ 
gio, y le mata, no será responsable 
de su muerte; 28 porque el homicida 
debe morar en su ciudad de refugio 
hasta la muerte del sumo sacerdote, 
y muerto ya el sumo sacerdote, podrá 
retornar á la tierra donde está su 
posesión. 

29 Estas disposiciones serán normas 
de derecho, y para todas vuestras 
generaciones, en todas vuestras habi¬ 
taciones. 30 En todo caso de homi¬ 
cidio, a deposición de testigos se qui¬ 
tará la vida al homicida; un testigo 
sólo no basta para deponer contra 
uno y condenarle a muerte. 31 No 
aceptaréis rescate por la vida del ho¬ 
micida que deba ser condenado a 
muerte: ha de ser muerto. 32 Tampoco 
aceptaréis rescate para dejar salir al 
refugiado de su ciudad de asilo y habi¬ 
tar en su tierra antes de la muerte 
del sumo pontífice. 33 No dejéis que 
se contamine la tierra en que habitéis; 
porque la sangre contamina la tierra 
y no puede la tierra purificarse de la 
sangre en ella vertidá, sino con la 
sangre de quien la derramó. 34 No 
profanéis la tierra que habitéis, donde 
habitaré yo también, porque yo soy 
Yave, que habita en medio de los 
hijos de Israel.» 


La heredad de las mujeres. 

0/1 1 Presentáronse ante Moisés y 
ante los príncipes jefes de las 
casas de los hijos de Israel, los jefes 
de las casas de los hijos de Galad, 
hijo de Maquir, hijo de Manasés, de 
entre las familias de José, 2 y habla¬ 


ron diciendo: «Yave ha mandado a 
mi señor dar por suertes la tierra de 
heredad a los hijos de Israel; mi 
i señor ha recibido también orden de 
dar la heredad de Salfad, nuestro 
hermano, a sus hijas. 3 Si ellas se 
casan con uno de otra tribu de los 
hijos de Israel, su heredad se sus¬ 
traerá a la heredad de nuestros pa¬ 
dres, yendo a aumentar la heredad 
i de la tribu a que ellos pertenezcan, 

I y disminuirá lo que nos haya tocado 
1 en suerte. 4 Y aun cuando llegase el 
jubileo para los hijos de Israel, la 
heredad quedaría añadida a la de la 
tribu a que pertenezcan y sustraída 
de la de la tribu de nuestros padres.» 

5 Moisés, por mandato de Yave, 
dió esta orden a los hijos de Israel: 
«La tribu de los hijos de José dice 
bien. He aquí lo que respecto de las 
hijas de Salfad 6 manda Yave: Po¬ 
drán casarse con quien quieran, siem¬ 
pre que sea dentro de una de las 
familias de la tribu de sus padres. 
7 La heredad de los hijos de Israel 
no pasará de tribu a tribu, porque los 
hijos de Israel han de quedar ligados 
cada uno a la heredad de la tribu de 
sus padres. 8 Toda hija que posea 
una heredad en alguna de las tribus 
de los hijos de Israel, tomará por 
marido un hombre de una de las 
familias de la tribu de su padre, 
para que los hijos de Israel conser¬ 
ven cada uno la heredad de sus pa¬ 
dres. 9 Ninguna heredad pasará de 
, una tribu a otra tribu, sino que cada 
I una de las tribus de Israel estará 
ligada a su heredad.» 

10 Como se lo ordenó Yave a Moi¬ 
sés, así lo hicieron las hijas de Salfad, 
11 Majla, Tersa, Jegla, Melca y Noa, 
hijas de Salfad, se casaron con hijos 
de sus tíos. 12 Se casaron en las fa- 
• mili as de los hijos de Manasés, hijo 
! de José, y su heredad quedó en la 
tribu de la familia de su padre. 

13 Estas son las órdenes y las leyes 
que dió Yave, por Moisés, a los hijos 
de Israel en los llanos de Moab, junto 
al Jordán, frente a Jerieó. 










DEUTERONOMIO 


DISCURSO PRIMF.RO 


Proemio. 

1 1 Estas son las palabras que diri- 

1 gió Moisés a todo Israel, al otro¡ 
lado del* Jordán, en el desierto, en 
el Araba, que está frente a Suf, en¬ 
tre Faran, Tofel, Labán, Jasero y 
Dirab 2 a diez jornadas de camino 
del Horeb a Cadesbarne, por el ca¬ 
mino de los montes de Seir. 

3 El año cuarenta, el undécimo 
mes, el día primero del mes, había 
hablado Moisés a los hijos de Israel 
de todo aquello que Yave le man¬ 
dara hacer respecto de ellos, 4 después 
de haber sido derrotados Seón, rey 
de los amorreos, que habitaba en 
Hesebón, y Og, rey de Basán, que 
habitaba en Astarot y Edrai. 

5 Al lado de allá del Jordán, en 
tierra de Moab, púsose Moisés a in¬ 
culcarles esta ley, y dijo: 


Mirada retrospectiva. La elección 
de los jueces. 

(Exod. 18, 13-26.) 

6 Yave, nuestro Dios, nos habló 
en Horeb, diciendo: «Ya habéis mo¬ 
rado bastante tiempo en este monte; 
7 Ea, levantad el campamento: id 
a las montañas de los amorreos y 
de todos sus otros habitantes; ál 
Araba, a la Montaña, a la Sefela, 
al Negueb, a las costas del mar, a 
la tierra de los cananeos y al Líbano 
hasta el gran río, el Eufrates. 8 Yo os 
entrego esa tierra; id y tomad pose¬ 
sión de la tierra que a vuestros padres 
juró Yave darles, a ellos y a su des¬ 
cendencia después de ellos.» 

9 Entonces os hablé asi: «Yo no 
puedo por mí solo soportaros. 10 Yave, 
vuestro Dios, os ha multiplicado hasta 
el punto de ser hoy tan numerosos 
como las estrellas del cielo. 11 Que 
Yave, Dios de vuestros padres, os 


























17G 


DEUTERONOMIO, 1 


multiplique mil veces más y os ben¬ 
diga, como él os lo ha prometido. 
12 Pero, ¿cómo soportar yo, por mí 
solo, vuestra carga, vuestro peso y 
vuestras lites? 13 Elegid de vuestras 
tribus hombres sabios, inteligentes, 
probados, para que yo los constituya 
sobre vosotros. 14 Y vosotros me res¬ 
pondisteis: Está hien lo que nos 
mandas hacer. 15 Entonces tomé yo 
a cincuenta de los principales de 
vuestras tribus, hombres sabios y 
probados, y los constituí vuestros 
cabos, jefes de millar, de centena, de 
cincuentena y de decena, y magis¬ 
trados en vuestras tribus. 16 Al mis¬ 
mo tiempo di a vuestros jefes este 
mandato: aOíd a vuestros hermanos, 
juzgad según justicia las diferencias 
que pueda haber o entre ellos o con 
peregrinos. 17 No atenderéis en vues¬ 
tros juicios a la apariencia de las 
personas; oíd a los pequeños, como a 
los grandes, sin temor a nadie, por¬ 
que de Dios es el juicio; y si alguna 
causa halláis demasiado difícil, lle¬ 
vádmela a mí para que yo la co¬ 
nozca. 18 Entonces os mandé cuanto 
en esto habíais de hacer. 


En Cadesbarne. (Núin. 13.) 

19 Partidos de Horeb, atravesamos 
todo el vasto y horrible desierto 
que habéis visto, en dirección a las 
montañas de los amorreos, como nos 
lo había mandado Ya ve, nuestro 
Dios, y llegamos a Cadesbarne. 20 En¬ 
tonces os dije: Habéis llegado ya a 
las montañas de los amorreos, que 
Ya ve vuestro Dios va a daros. 

21 Mira; Yavc, tu Dios, te da en 
posesión esa tierra; sube y apodé¬ 
rate de ella, conforme a la promesa 
que te ha hecho Yavc, Dios de tus 
padres. No temas, no te acobardes. 

22 Pero os presentasteis a mí todos, 
para decirme: Mandemos por de¬ 
lante hombres que nos exploren la 
tierra y nos informen acerca del 
camino por donde debemos subir y 
de las ciudades a donde liemos de 
llegar. 23 Parecióme bien la pro¬ 
puesta, y tomé de entre vosotros 
doce, uno por cada tribu. 24 Partieron, 
y después de atravesar la parte mon¬ 
tuosa, llegaron al valle de Escol y 
le exploraron. 25 Cogieron frutos de 
los de la tierra para traérnoslos; y 
nos dijeron en su relato: Es una buena 

ierra la que nos da Ya ve, nuestro 


Dios. 26 Sin embargo, vosotros os 
negasteis a subir y fuisteis rebeldes 
a las órdenes de Ya ve, vuestro Dios. 
27 Murmurasteis en vuestras tiendas, 
diciendo: Nos odia Ya ve y por eso 
nos ha sacado de Egipto, para entre¬ 
garnos en manos de los amorreos y 
destruirnos. 28 ¿A dónde vamos a 
subir? Nuestros hermanos nos han 
acobardado, al decirnos: Es una gente 
más numerosa y de mayor estatura 
que nosotros; son grandes sus ciu¬ 
dades, y las murallas de éstas se 
alzan hasta el cielo, y hasta gigantes 
hemos visto allí, los hijos de Enac. 
29 Yo os dije: No os acobardéis, no 
les tengáis miedo; 30 Yave, vuestro 
Dios, que marcha delante de vos¬ 
otros, combatirá él mismo por vos¬ 
otros, según cuanto por vosotros a 
vuestros mismos ojos hizo en Egipto 
31 y en el desierto, por donde has 
visto cómo te ha llevado Yave, tu 
Dios, como lleva un hombre a su 
hijo, por todo el camino que habéis 
recorrido, hasta llegar a este lugar. 
82 Con todo, vosotros ni por esto 
confiasteis en Yavc, vuestro Dios, 
33 que delante de vosotros marchaba 
por el camino, buscándoos los luga¬ 
res de acampamento, en fuego du¬ 
rante la noche, para mostraros el 
camino que había.s de seguir, y 
en nube durante el día. 34 Yave oyó 
el rumor de vuestras palabras, y 
montando en cólera juró, diciendo: 
35 Ninguno de los hombres de esta 
perversa generación llegará a la buena 
tierra que yo juré dar a vuestros 
padres, 36 excepto Caleb, hijo de 
Jefone; éste la verá, y yo le daré 
a él y a sus hijos la tierra que él ha 
pisado, porque ha seguido fielmente 
a Yavc. 

37 Yavc se irritó también contra 
mí por vosotros, y dijo: Tampoco 
tú entrarás en ella. 38 Josué, hijo de 
Nun, tu lugarteniente, entrará; for¬ 
talécele, porque él ha de poner a 
Israel en posesión de esa tierra. 
89 Y vuestros niños, de quienes habéis 
dicho que serían presa del enemigo; 

’ vuestros hijos, que no distinguen 
hoy todavía entre el bien y el mal, 
serán los que entren, a ellos se la 
daré y ellos la poseerán. 40 Vosotros 
volveos y partid por el desierto, 
camino del Mar Rojo. 

41 Vosotros respondisteis, dicién- 
dome: Hemos pecado contra Yave; 
queremos subir y combatir como 
Yavc, nuestro Dios, ha mandado 






DEUTERONOMIO, 2 


177 


Y ci riéndoos vuestras armas, os dis¬ 
pusisteis inconsideradamente a subir 
a la montaña. 42 Ya ve me dijo: 
Diles: No subáis y no combatáis, 
porque yo no iré en medio de vosotros; 
no os hagáis derrotar por vuestros 
enemigos. 43 Yo os lo dije; pero vos¬ 
otros no me escuchasteis, os resistis¬ 
teis a las órdenes de Yave; y fuisteis 
tan presuntuosos, que os empe¬ 
ñasteis en subir a la montaña. 44 En¬ 
tonces los amorreos que habitan en 
esas montañas salieron eontra vos¬ 
otros, y os persiguieron como per¬ 
siguen las abejas; os derrotaron en 
Seir hasta Jorma. 45 Vinisteis y llo¬ 
rasteis ante Yave; pero Yave no 
escuchó vuestra voz, no os dió oídos. 
46 Así estuvisteis tanto tiempo en 
Cades, todo el tiempo que allí habéis 
morado. 

A través del desierto 

(Núm. 20, 14-21, 20.) 

2 1 Mudando de dirección, partimos 
por el desierto, camino del Mar 
Rojo, como Yave me lo había orde¬ 
nado; y anduvimos largo tiempo, 
dando vueltas en torno a las mon¬ 
tañas de Seir. 2 Yave me dijo: 3 Harto 
tiempo habéis estado rodeando estas 
montañas; volved a tomar la direc¬ 
ción norte. 4 Da esta orden al pueblo: 
Vais a pasar por la frontera de vues¬ 
tros hermanos, los hijos de Esaú, 
que habitan en Seir. Ellos os temerán; 
pero guardaos bien 5 de tener querellas 
eon ellos, porque yo no os daré 
nada de su tierra, ni siquiera lo que 
puede pisar la planta de un pie. 
Yo he dado a Esaú las montañas 
de Seir en posesión. 6 Compraréis de 
ellos a precio de plata los alimentos 
que comáis y aun el agua que bebáis; 

7 porque Y r ave, tu Dios, te ha ben¬ 
decido en todo el trabajo de tus manos 
y te há provisto en tu viaje por este 
vasto desierto, y ya desde cuarenta 
años ha está contigo Yave, sin que 
nada te haya faltado. 8 Pasamos, pues, 
flanqueando a nuestros hermanos, 
que habitan en Seir, camino del Araba 
a Elat y a Asiongaber, y dando 
vuelta, avanzamos por el camino del 
desierto de Moab! 

9 Entonces me dijo Y T ave: No hos¬ 
tiguéis a los moabitas y no trabéis 
lucha con ellos, pues no he de darte 
nada de su tierra en posesión; he 
dado a los hijos de Lot el Ar en pose¬ 


sión. 10 Antes habitaron allí los # 
emitas, pueblo grande, numeroso, de* 
alta talla, como los enaquitas; 11 tam¬ 
bién ellos, como los enaquitas, pasa¬ 
ban por refaítas, pero los moabitas 
les daban el nombre de Emim. 12 Por 
lo contrario, en Seir habitaron antes 
los joritas; pero los hijos de Esaú los 
desposeyeron, y exterminándolos, se 
establecieron en su tierra, como lo 
hace Israel en la tierra de su pose¬ 
sión, que le da Yave. 

13 Ahora, pues, levantaos y atra¬ 
vesad el Zared. Y atravesamos el 
torrente Zared. 14 El tiempo que 
duraron nuestras marehas desde Ca- 
desbarne al torrente Zared fué de 
treinta v ocho años, hasta que hubo 
desaparecido toda la generación de 
hombres de guerra de en medio del 
campamento, como Yave se lo ha¬ 
bía jurado. 15 La mano de Yave pesó 
sobre ellos en el campamento, hasta 
hacerlos desaparecer a todos. 

16 Cuando la muerte hubo hecho 
desaparecer de en medio del pueblo a 
todos aquellos hombres de guerra, 

17 me habló Yave, diciendo: 18 Hoy 
vas a pasar la frontera de Moab, el 
Ar, y vas a acercarle a los hijos de 
Ammón, pero sin pasar sus confines. 

18 No los ataques y no les hagas la 
guerra, porque yo no he de darte 
en posesión nada de la tierra de los 
hijos de Ammón. Se la he dado en 
posesión a los hijos de Lot. 20 Tam¬ 
bién era tenida esta tierra por tierra 
de refaim; habitaron antes allí los 
refaim, que los amonitas llamaban 
zomzomin, 21 pueblo grande, nume¬ 
roso, de alta talla, como los enaquim. 
Yave los destruyó ante los amonitas, 
que los expulsaron y se establecie¬ 
ron en su tierra. 22 Lo mismo hizo 
Yave por los hijos de Esaú, que habi¬ 
taban en Seir, destruyendo ante ellos 
a los jórreos; los expulsaron y se 
establecieron en su lugar hasta el 
día de hoy. 

23 Los geteos, que habitaban en 
chozas hasta Gora, fueron destrui¬ 
dos por los caftorim, que salidos de 
Caftor, se establecieron en su lugar. 
24 Levantaos, jpasad el torrente del 
Arnón; yo entrego en tus manos a 
Seón, rey de Hesebón, amorreo, eon 
su tierra; comienza la conquista; 
hazle la guerra. 24 Aquel día comenzó 
a extenderse el terror y el miedo a ti, 
entre los pueblos que hay bajo el 
cielo; al oír hablar de ti temblarán 
y se dolerán. 








178 


DEUTERONOMIO, 3 


Victoria sobre Seón y Oy, y con¬ 
quista de sus territorios. 

(Núm. 21, 21-35). 

26 Entonces, desde el desierto de 
Cademot mandé embajadores a Seón, 
rey de Hesebón, que le dijeran en 
términos amistosos: 27 Déjame atra¬ 
vesar tu territorio, seguiré siempre el 
camino, sin apartarme ni a la dere¬ 
cha ni a la izquierda; 28 me venderás 
por dinero los víveres que coma, y 
por dinero me darás el agua que beba; , 
déjame sólo atravesar a pie, 29 como 
lo han hecho ya los hijos de Esaú, 
que habitan en Seir, y los moabi- 
tas, que habitan en el Ar, hasta que, 
a través del Jordán, llegue a la tierra 
que Yave, nuestro Dios, nos da. 

30 Pero Seón, rey de Hesebón, no 
quiso dejarnos pasar por su terri¬ 
torio, porque Yave, tu Dios, hizo 
inflexible su espíritu y endureció 
su corazón, para entregarle en tus 
manos, como hoy lo está. 31 Yave 
me dijo: Comienzo ya por entre¬ 
garte a Seón y su tierra. Emprende 
la conquista, para apoderarte de ella. 
32 Salió Seón a nuestro encuentro 
con toda su gente, para darnos la 
batalla en Jasa. 33 Yave, nuestro 
Dios, nos lo entregó, y le derrotamos 
a él, a su hijo y a todo su pueblo. * 

31 Tomamos todas sus ciudades y 
dimos al anatema todos sus lugares | 
de habitación, con las mujeres y los 
niños, sin dejar con vida uno sólo. 
35 Sólo tomamos para nosotros los 
ganados y los despojos de las ciuda¬ 
des que habíamos conquistado. 36 Des¬ 
de Aroer, que está al borde del valle 
del Arnón, y desde las ciudades 
que están en el valle, hasta Galad, 
no hubo ciudad suficientemente fuerte 
para poder resistirnos; Yave, nues¬ 
tro Dios, nos las entregó todas. 

37 Pero no te acercaste a la tierra de 
los hijos de Ammón, ni a ningún lugar 
de la orilla derecha del torrente 
de Jaboc, ni a las ciudades de la 
montaña, ni a ninguno de los luga- | 
res de que Yave, nuestro Dios, te 
había prohibido apoderarte. 

Q 1 Volviéndonos, subimos por el ¡ 
camino de Basán; y Og, rey de 
Basán, nos salió al encuentro con 
toda su gente, para darnos la ba- i 
talla en Edrai. 2 Yave me dijo: 
No le temas, le he entregado en 
tus manos, a él, a todo su pueblo 
y su territorio; trátalo como tra- 


I taste a Seón, rey de los amorreos, 
i que habitaba en Hesebón. 3 Y Yave, 
nuestro Dios, entregó también en 
nuestras manos a Og, rey de Basán, 
con todo su pueblo, y los derrota¬ 
mos hasta destruirlos, 4 devastando 
todas sus ciudades, sin quedar lugar 
de habitación que nos escapara; sesen¬ 
ta ciudades, toda la región de Argob, 
el reino de Og, en Basán. 6 Todas 
estas ciudades, que estaban amura¬ 
lladas con muy altas murallas, con 
puertas y cerrojos, sin contar las 
ciudades abiertas, que eran en gran 
número, 6 las dimos al anatema, 
como habíamos hecho con Seón, rey 
de Hesebón, dando al anatema ciu¬ 
dades, hombres, mujeres y niños, 
7 pero conservamos para nosotros 
todo el ganado y el botín de las ciu¬ 
dades. 

8 Tomamos, pues, entonces a los 
dos reyes de los amorreos toda la 
tierra del lado de allá del Jordán, 
desde el torrente del Arnón hasta 
el monte Hermón. 9 Los sidonios al 
Hcrmón le llaman Sarión, y los amo¬ 
rreos Sanir. 10 Todas las ciudades 
del llano, todo Galad y todo Basán, 
hasta Sclja y Edrai, capitales del 
reino de Og, en Basán, 11 pues Og, 
rey de Basán, era el solo que de la 
raza de los refaim quedaba; su lecho, 
lecho de hierro, se ve en Rabat de 
los hijos de Ammón, largo de nueve 
codos y de cuatro codos ancho, 
codos humanos. 

Distribución de lo conquistado. 

(Núm. 32.) 

12 Tomamos posesión de la tierra 
que di a los rubenitas y a los gadi- 
tas, a partir de Aroer, en el valle 
del Arnón, así como la mitad de la 
montaña de Galad con sus ciudades. 
13 Di a la mitad de la tribu de Ma- 
nasés el resto de Galad y toda la parte 
de Basán que pertenecía al reino de 
Og: toda la región de Argob, todo 
el Basán, lo que hoy se llama tierra 
de refaim. 14 Jair, hijo de Manasés, 
obtuvo toda la región de Argob 
hasta la frontera de los gesuritas y 
de los macacitas, y dió su nombre a 
los burgos de Basán llamados hasta 
hoy Jovot-Jair. 16 A Maquir le di 
Galad; 18 a los rubenitas y a los gadi- 
tas les di una parte de Galad y hasta 
el torrente Arnón, sirviendo de límite 
el medio del valle, y hasta el torrente 
de 'Jaboc, frontera de los hijos de 








DEUTER0N0M10, 4 


i 79 


Ammón, 17 como también el Araba, 
con el Jordán por límite, desde Que- 
nerct hasta el mar del Araba, el 
mar de sal, al pie de las faldas del 
Pasga, a oriente. 

18 Entonces os di yo esta orden: 
Yavc, vuestro Dios, os ha dado esa 
tierra para que sea posesión vuestra; 
y vosotros todos, hombres robustos, 
marcharéis delante de vuestros her¬ 
manos, los hijos de Israel; 19 sólo 
vuestras mujeres, vuestros nihos y 
vuestros ganados—yo sé que tenéis 
muchos ganados—se quedarán en las 
ciudades que os he dado, 20 hasta 
que Yavc conceda quieta morada a 
vuestros hermanos, como a vosotros, 
y tomen también ellos posesión de 
la tierra que Yave, vuestro Dios, 
les da, al otro lado del Jordán. Vol¬ 
veréis entonces cada uno a la here¬ 
dad que os he dado. 

21 Entonces di también órdenes a 
Josué, diciendo: Con tus ojos has 
visto todo lo que Yave, vuestro Dios, 
ha hecho con esos dos reyes; así hará 
Yave también a todos los reinos 
contra los cuales vas a marchar. 
22 No los temas, que Yave, vuestro 
Dios, es quien combate por vosotros 

Moisés, privado de entrar en la 
tierra prometida. 

(Núm. 27, 12 sgs.) 

23 Entonces pedí yo a Yave mise¬ 
ricordia, diciendo: 24 [Señor, Yavel 
Tú has comenzado a mostrar a tu 
siervo tu grandeza y tu potente 
brazo; pues ¿qué Dios hay, ni en 
los cielos ni en la tierra, que pueda 
hacer las obras que tú haces y tan 
poderosas hazañas? 25 Déjame, te 
pido, atravesar, para que pueda ver 
la excelente tierra del lado de allá 
del Jordán, esas hermosas monta¬ 
ñas del Líbano. 26 Pero Yave, como 
fuera de sí por causa vuestra, no 
me escuchó; antes bien me dijo: 
Basta, no vuelvas a hablarme de 
eso; 27 .sube a la cima del monte 
Pasga y dirige tus ojos hacia el occi¬ 
dente, el septentrión, el mediodía y 
el oriente, y contémplala con tus 
ojos, pues no has de pasar este 
Jordán. 28 Manda a Josué, infúndele 
valor y fortaleza, pues él es quien 
lo pasará a la cabeza de este pueblo 
y le pondrá en posesión de la tierra, 
que tú no puedes más que ver. 

29 Nos quedamos, pues, en el valle, 
frente a Bet Fogor. 


Exhortación a la observancia